★ Space and Geeks...[Kidge] ★

By Aurevilly

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Colección de Drabbles & One-Shots entrelazados entre Keith y Pidge, un antes y después de la guerra. Porque e... More

Introducción
Nostalgia
Sunny
Krolia
Penélope
Celos
Matt
Tiempo
Bebé
Lobo cosmico
Vinculo
Presentación
Fuego
Agua
Espacio
Baile
Honores
Danza
Sirena
Protesis
En otra vida
Noticia
Malos términos
Cosmo
James
Promesas
Beso de buena suerte
Inesperado
Hogwarts
Soulmate
Aprobación
Akira
Colonia
Kaden
Declaración
Fugitivos
FanArt (Kidge)
Prospero
Despedida
Oportunidad
Ajuste (Extra)
Realidad
Iverson
Dragón
Caldero
Cita
Fantasma

Castillo

916 71 11
By Aurevilly



Hace mucho tiempo, antes que pudiera recordar, ella conoció un príncipe en los jardines.

Él había sido amable con ella, luciendo una sonrisa encantadora y una mano amiga.

No había forma de saber que ese niño se convertiría en un monstruo.

-Un día, me gustaría tener mi propio castillo-le dice de forma soñadora, cuando le coloco una corona de flores por encima de la cabeza.

Él es amable y ella se ruboriza, incluso si tiene la piel violeta y ojos amarillos como un monstruo, él es agradable.

-Entonces, te conseguiré tu propio castillo-le promete, porque es su primera amiga y la quiere.

-¿De verdad?-preguntó con añoranza, tan inocente de que sellaba su propio destino.

-Puedes apostarlo.

Eran niños en ese entonces.

Ella de ninguna forma sabría que él se convertiría en una clase dictador sin ninguna atisbo de compasión, dispuesto a cumplir un acuerdo olvidado.

—No tienes por qué hacer esto—dice Allura, tratando de convencerla, solamente respuesta suya para detener lo que se avecinaba.

Pidge prefiere no escucharla, por qué sabe que si lo hace, se vería tentada a arruinar los planes que llevan mucho tiempo de preparación y con lo único que contaba Altea para mantener su paz y autonomía democrática. La gente cuenta con ella para hacer lo que debe hacer, Alfor cuenta con ella y le gustaría que Allura apoyará su decisión. Prácticamente, estaba haciendo lo que era mejor para todos. Contribuir al bien común de todos los alteanos en aceptar un destino que había sido sellado sin su consentimiento.

Era eso o que Lotor los utilizara a todos como una fuente de energía sustentable.

«El hermano de Romelle nunca regresó, ¿quieres que otros niños tengan un destino igual?» le susurró su padre cuando se negó aceptar su destino.

Era su responsabilidad y estaba dispuesto a cumplirla.

Allura también lo sabía, pero por primera vez hacia un lado lo que se debía hacer por el bienestar de todos para detener lo que creía, era una mala decisión. Se casaría con el príncipe Galra en un intento de mantener la unión pacífica y estable con el pueblo de Altea. Alfor nunca entregaría la mano de su única hija, heredera al trono, a su eterno enemigo. Por ello, ofreció la mano de su hija adoptiva, que pertenecía a la gran línea sucesora de los antiguos conocedores de la vida, los alquimistas de Oriande. Zarkon quedó conforme con la decisión siempre y cuando el matrimonio fuera en una ceremonia Galra. La novia se prepararía en su hogar, vestida con las ropas de la cultura que adoptaría al casarse para luego ir y hacerle frente a su futuro esposo, renunciando a todo lo que conocía para siempre, porque así debía ser. 

Para los Galra significaba un nuevo comienzo.

Para Pidge sonaba como un adiós definitivo.

—Una vez me dijiste que una reina y un rey hacen todo lo posible para la protección de su pueblo. Si puedo proteger y ayudar a los míos, lo haré-rehusó solemnemente, apretando el ramo de Juniberrys contra su pecho.

—¡Pidge...!

Pidge no le hizo caso. Sabía que si la escuchaba por más tiempo, sería tentada a hacer algo verdaderamente tonto. Trató de distraerse con su reflejo en el espejo de cuerpo entero, pero eso tampoco ayudó. Las ropas de Altea siempre era cómodas, elegantes, blancas y ligeras. Olían a flores de verano y podía moverse con total docilidad, como si fuese un segunda piel. La ropa Galra era como si llevara múltiples mantos de tela pesada, tanto que le costaba mantener erguida. El vestido se debía confeccionar a mano por las sacerdotisas de viejos templos antes de la revolución tecnológica de Daizabal, un planeta viejo pero de fuerte autonomía. Aquellas viejas ancianas, tan antiguas como el tiempo mismo, se mantuvieron calladas gran parte del tiempo, concentrándose en su labor por los sietes días que le quedaban de libertad.

Para su gran disgusto, el vestido se asemejaba a las túnicas de los brujos de Haggar y era terriblemente pesado. Pidge tendría que hacer un gran esfuerzo para mantenerse erguida en todo momento, porque así debía recibir a su esposo tal como dictaba las viejas leyes del matrimonio de la cultura que adoptaría como suya.

—¡Pidge, escuchame!—Allura colocó sus manos sobre sus hombros, despertandola de sus pensamientos y ensoñaciones. Ella se veía tan enfadada de que aceptara su destino tan dócilmente, que estaba dispuesta a tentarla de renunciar—. Puedes negarte a ser parte de este trato político, no eres una marioneta que puedan utilizar a su antojo. Solo dile a padre que no quieres tomar este camino y él se verá obligado a aceptar tu decisión.

Y por un momento, un destello de esperanza se hace presente.

Ella podría ahora escapar, decir que no y evitar un destino tan horrible al lado de que un hombre que no amaba. Pero entonces los recuerdos la inundaban, recordando a un niño amable que había conocido en los jardines, que le había sonreído y jugado con ella aquel día. Él había sido tan diferente como lucía ahora, pero muy dentro suyo esperaba que la parte de ese niño siguiera allí. Aquel pequeño guerrero que le había prometido un castillo propio, porque sabía que ella solo era una niña que tuvo la suerte de ser adoptada por la familia más poderosa de su planeta pero que nunca tendría derecho a las riquezas que heredaría la verdadera línea de sangre. Ese día, selló su destino con esa argolla hecha con los tallos de flores Junyberry que luego olvidaría como un hecho que no valía la pena recordar, porque ese niño ya no hacía eco en sus recuerdos de la niñez por unas más nuevos y vigorizantes.

Lotor tuvo esa promesa siempre presente por él los decaphebs que siguieron y cuando regreso de su exilio, dispuesto a tomar el trono que por derecho de nacimiento era suyo, no dudo en señalarla como su futuro prometida para su gran consternación cuando interrumpió un día en el consejo de Altea, confundida por el hecho que  ella no recordaba nada de aquel niño que le prometió universos y constelaciones a su nombre.

Se había entregado dócilmente al amor en manos de otra persona, un noble soldado de las filas enemigas, dispuesto a casarse con él por amor y Lotor debió saberlo, porque sabía cómo mantener siempre el tablero a su favor y hacerla suya de cualquier forma.

Lo tomo prisionero, se divirtió torturándolo y la obligó a observarlo cuando Altea fue derrocada en un golpe estado por la traición de la comandante Hira, ella no tuvo más opción que aceptar por el bien de Yorak, para traerlo sano y salvo, porque lo amaba demasiado para verlo morir en las manos de su más aferró enemigo. Aquella fue el factor decisivo para que ella aceptara en contra de su voluntad ese matrimonio por conveniencia que prometía un paz estable para Altea al lado de un hombre que no amaba.

Era su promesa, debía honrarla y cumplirla.

Antes que pudiera decir algo, el rey Alfor entró junto con Coran, quien se veía decaído por lo que pronto sucedería.  

Le había guardado siempre cariño, porque su mente evocaba la imagen de la niña hambrienta y con las ropas harapientas, sujetada de la mano de un soldado que conocía su linaje cerca de las ruinas de Oriande.

—Los Galra llegaron más temprano de lo previsto, ¿Estás lista para aceptar tu nueva vida?

No, no lo estaba. Quería irse muy lejos. Escapar de la responsabilidades que no quería asumir. Pero tenía que hacerlo, incluso si eso significaba no volver a ver a Yorak, Allura y Altea nunca más, debía tomar la decisión por el bien común.

Asintió lentamente, aceptando su destino para la tristeza de la princesa de Altea.

—Entonces despidanse, no volverán a verse nunca más.

Se abrazaron inmediatamente, no habían podido hacerlo antes dado que el vestido no estaba terminado y cualquier tacto podría arruinarlo. Allura ahogó un sollozo, pasando su mano por el cabello de la hermana adoptiva que no vería más. Pidge trato de ser fuerte, negándose a llorar y derramar lágrimas en el día de su propia boda. Ella sería fuerte, se repetía, incluso si las fuerzas comenzaban a agotársele por lo pronto que sería arrancando de las personas que conocía.

El rey Alfor tuvo que separarlas para gran pena suya y ella lo siguió obedientemente afueras de la habitación de su infancia.

Coran se quedó con Allura para consolarla mientras ellos se marchaban hacia las afueras del castillo, donde una nave Galra le llevaría al lugar que sería su hogar de forma permanente.

—Nunca hubiera querido poner este peso sobre tus hombros—dijo Alfor, mientras observaba la nave y los guardias que esperaban junto con ella en el hangar del castillo.

Pidge se contentó con ver el firmamento de estrellas, con un paso pausado, disfrutando los últimos momentos en su hogar antes de renunciar a su destino.

—Se que no lo hubieras hecho de haber podido- Habló con una voz alicaída pero solemne-, Allura es importante para el reino, tu sucesora. Necesitamos una estabilidad que evite una guerra contra Zarkon, un puente y eso soy yo.

El cordero de tú sacrificio.

El príncipe Galra no hubiera aceptado otra prometida.

— Katie, eres importante para mi, no lo olvides-los ojos tristes hicieron contacto con los suyos y Katie deseo poder creerle, porque sabía que todo era una gran mentira y no vio nada en ellos que la consolara. Él nunca la amo-. Por Altea, por las generaciones futuros, esto es necesario...

—Lo se, padre.

Fue la primera y única vez que lo llamo así.

















N/A: Se que contiene poco Kidge, amo el lotidge, pero no pude evitarlo... 👉👈

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