TRES ZIMMERMAN PARA UNA GREY...

By imwritercs

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Phoebe es exitosa en su profesión, más que feliz en su matrimonio, y pese a que Rose llega casi a los cinco a... More

Leer, por favor.
[PREFACIO]
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-EPÍLOGO-
UNA HISTORIA MÁS
CHRISTIAN | ÚLTIMO ESPECIAL

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By imwritercs

Miro al amor de mi vida, mi esposo, mi todo.
Su presencia aquí es como obtener algún tipo de refuerzo. Se ve guapísimo, mucho más que está mañana, recién llegado del trabajo se ve mucho más precioso.

— ¡Papáaaaa! —Grita Rose a mi lado, posiblemente ahorita mismo tenga un fallo en mis tímpanos. Corre como un rayo hasta que la carga. —Hola papi —le dice de lo más melosa, mi hija es toda una abejita.

—Hola, mi hermosa señorita —le besa la frente.

Me pierdo, me voy.
Observo a mi pequeñín avanzando lentamente, va muy emocionado gateando en dirección a su padre. Este momento me lo guardo para siempre en la memoria. Le hago una mueca a Paul para que lo mire, él lo hace, sonríe embobado viéndolo. Con la niña en brazos, se pone en cuclillas para animar a nuestro niño. Ella continúa abrazada a su padre, mientras con las manos hace muecas a Manuel. Mi hermoso perezoso, se tira en la alfombra.

—Mira nada más, que niño más perezoso. —Le dice él.

—Es un bebé —responde Rose con obviedad.

¡Niña!
Dejo mi lugar en el suelo para levantarme e ir por él. Lo suspendo haciendo un avión, lo que provoca que ría, le encanta que lo hagan.

—Bienvenido sea usted, don esposo.

—Gracias, señora esposa —enuncia divertido.

Me da un ligero beso en los labios como saludo.

— ¡Guack! —se queja nuestra pequeña. Se ha cubierto los ojos.

Nos reímos, disfrutamos de nuestros niños. No tardamos demasiado en volver a la televisión, Rose invitó a su padre y yo no pude escaparme. ¿Cómo puede una niña tan pequeña saberse tantas canciones? Los dejo a ambos en la habitación mientras voy a cambiar a Manuel, se ha ensuciado. Cuando le quito el pañal, pone su sonrisa de pillina.

— ¡No, Manuel! —Exclamo cuando ha soltado su pipí en mi cara. Creo que he tratado algo... Él se ríe de su travesura, mientras yo trato de limpiarme.

Sonríe, balbucea, y con eso me gana. Cada que sale de su boca la palabra mamá, me emociono. Así de tonta me tienen mis hijos. Termino de limpiarle y vuelvo a cargarlo, el bosteza, debe estar cansado después de tanto brinco y aplausos, tocó su pequeña nariz antes de dejar que se refiere en mi hombro. Le preparo su baño con agua tibia, voy por su ropita.

—Al agua, patito. —Le digo antes de introducirle a la tina. Parece estar más para allá que para acá, porque no hace su típico chapoteo.

Paso mi mano por su cabecita para humedecerle el cabello. Sus ojitos están puestos en mí, parece pedir estar fuera, por lo que en cuanto le quito el jabón, lo envuelvo en su toalla de gorrito para colocarle sobre el cambiador, tras secarlo, le coloco su pijama. Olfateo su cabello, mi niño huele delicioso, ¡A bebé! No tarda en empezar con sus pucheros, lo que es indicativo de que no va para más. Me coloco la manta sobre mi pecho para no mojarme por si alguna pringa de agua se ha quedado en mi ropa. Murmuro una tonada para hacerle dormir, cuando ya me he sentado con el en brazos y se ha pegado a mi pecho, lo muevo con golpecitos en la parte baja de la espalda.

—Hola —dice Paul muy bajito al entrar a la habitación.

—Hola, ¿Y Rose? —susurro, no quiero hablar demasiado fuerte. Manuel, ya ha cerrado sus ojos y es bastante gruñón si se le interrumpe su camino al sueño profundo.

—Con Danielle, ha venido a avisarnos que la cena está lista. Entonces le dije que llevara a la pequeña mientras yo venía por ustedes. Pero veo que alguien se nos ha adelantado. —Murmura acariciando la cabecita de nuestro hijo. —Está cansado, ¿Verdad?

—Después de tanta cucharita y tetera, ¿Cómo no? —le digo con sorna. —Espero que Rose coja por el mismo camino. Y recuérdame, que la próxima vez que visitemos a tu familia, Hannah, Jenell y sus cancioncitas, a mil kilómetros de mis hijos.

—¿Tan intenso ha sido?

—Dos horas, dos largas horas en compañía de ellos. Mira que si no es porque son mis hijos, me tiro por los pelos y huyo. —Susurro divertida, él solo ríe. Todas las travesuras de sus hijos para mi amor, son alegría.

—Yo lo acuesto —me dice cuando mi niño ya está totalmente dormido.

Dejo que lo haga mientras me acomodo la camisa, tampoco es que me interese está con la bujía al aire. Voy al baño para recoger la ropita del pequeño, y dejarla en su cesta de la ropa sucia. Lavo mis manos antes de salir de la habitación, Paul deja el monitor del bebé encendido y coge  el otro para llevarlo. Recuerdo un pequeño tema del que hemos de hablar.

—Paul, quería decirte algo que ha surgido en cuenta a mis compromisos con la editorial con respecto a mi carrera.

—Dime —enuncia para continuar arreglando algo en el monitor.

—El viernes tengo una entrevista en un programa matutino. —Se detiene en seco y me mira, parece estar desconcertado. Y sé porqué.

—Ese día es la presentación de Rose —Me recuerda, como si mi fuese ya consciente de ello. —Y si no mal recuerdo, has sido tú, quien dijo aquello de «No pongas reuniones, Paul. Es importante para la pequeña» liberé mi día para no asumir ningún compromiso que pudiese representar un contratiempo. Ahora vienes y me dices que tienes una entrevista, felicidades por ello, pero me parece muy de doble moral lo que haces.

Gruñe antes de continuar su andar. Suelto un suspiro, es de darme contra la pared.

—Es por mi carrera, yo no te digo nada cuando regresas tarde.

—Claro, cada uno tiene sus obligaciones —sisea girándose de pronto hacia mí. —No puedes echarme eso en cara, porque he designado trabajo para que eso no suceda muy a menudo.

Doy un paso atrás, se le ha salido lo mala leche, y cuando eso sucede, el silencio es mejor amigo. Parece que va hablar y mueve la boca, sin embargo, niega con la cabeza y se gira para retomar la marcha. Al llegar al comedor, Rose está contando en alemán, y Danielle que me acompaña, la mira como si una tercera cabeza me hubiese salido, a mi hija de pronto se le sale su espíritu paterno y no hay quien la pare. La cena se torna un tanto incómoda, por el silencio que se forma por parte de ambos, más allá que de vez en cuando, nuestra linda niña hacia uno que otro comentario. Cuando terminamos, ella parece coger el ejemplo de su hermano de irse a la cama temprano, tras darle un baño con burbujas, y que su padre le cuente un cuento, me quedo a su lado hasta que sus ojos se cierran, beso su frente y salgo de la habitación.

Al llegar a la habitación que compartimos Paul y yo, él está revisando algo en la Mac, cosas de sus trabajos deben ser. Opto por no decir nada e irme al vestidor para cambiarme, si él no me habla, yo menos. Me termino de arreglar la pijama y entro al baño para lavar mis dientes, aprovecho para quitarme los restos de maquillaje. Tan pronto como termino, apago la luz y voy a la cama. Retiro mi parte de el edredón y me meto debajo del mismo. Me acuesto dándole la espalda, espero a que diga algo, pero no lo hace, entonces... Me resigno, esta noche no hay arrumacos, besitos, ni nada.

Por la mañana, el siguiente de parte de ambos continúa. Despierto un poco más temprano a Rose para bañarla. Manuel también coopera y está en pié al momento del desayuno, me deleito viéndole comer su fruta, mi bebé se está haciendo grande. En cuanto mi hija está lista, cojo su mano para dirigirnos a la salida, hoy me voy con ella. Al estar afuera, me dirijo al auto que con normalidad es usado para los niños. Subo a Rose, y cuando voy a hacerlo también, una mano me detiene del brazo.

—¿Qué estás haciendo?

—Vaya, creí que te habías tragado la lengua —murmuro con sorna. —Iré con Rose, para dejarla en la escuela.

—Haz lo que se te apetezca. —Dice totalmente brusco, para luego inclinarse y besar a la niña. —Pórtate bien, cariño.

Pongo los ojos en blanco, como si no supiese que es un mensaje indirecto para mí.

—Si, papi —Le responde ella antes de arrastrarse por el asiento hasta llegar a su lado.

—Adiós, Phoebe.

¿Y mi, preciosa? ¿Dónde está? No me lo dijo, espero a que pida disculpas y me de un beso, pero en su lugar, se gira para irse al auto. Tomo toda mi dignidad y entro para colocarle el cinturón de seguridad y posteriormente ponérmelo yo. Rose recuesta su cabecita en mi brazo, bajo la mirada y me encuentro con la suya, cojo su mano para sostenerla en la mía.

—¿Estás enojada con papá? —susurra, apenas audible.

—No, cariño. —Le miento, ella no tiene la culpa del mal momento de los dos. —Es solo que quería acompañarte a la escuela.

—¿Y por qué papá no te ha dado un beso?

—Porque no siempre es necesario hacerlo, mi vida. Los papás no necesariamente deben darse besos para decirse cuánto se quieren. A veces, basta y sobra solo con miradas.

Hace sus ojos pispiretos, mi adoración.

—Yo te quiero.

—También te quiero, mi corazón.

Al llegar a la escuela, me bajo para irle a dejar hasta su salón, donde la maestra me recuerda la actividad del viernes —Jodido día de porquería— Tras despedirme de mi hija, le pido las llaves del auto a Ever, hoy manejo yo, de todos modos mi madre vendrá por ellos. Accede y me las entrega, alcanzo a escuchar cuando se comunica con Paul, me da igual. Que bien se siente conducir.

Tamborileo mis dedos en la madera de mi escritorio por enésima vez. Sawyer ya ha llegado y está en su lugar de siempre, no ha traído el auto, puesto que lo ha dejado en casa. No puedo evitar sentirme ansiosa por tener noticias de mis hijos, siento una tensión enorme cada que ellos deben salir. Es mi madre, pero supongo que yo también soy una y es parte de ello angustiarse, le he llamado un par de veces, y en todas recibo el mismo resultado, no me responde. Veo el móvil sobre el escritorio, es muy tentador marcarle a Ever. Cómo lengua de rana a insecto, mi mano viaja al móvil y de inmediato estoy marcando. Al tercer tono me responde.

—Señora Zimmerman  —dice como saludo de entrada.

—Ever, ¿Mi madre ha ido por los niños?

—Sí, señora. Ahora está en consulta con ellos. ¿Ocurre algo?

—No, no. Dile a mi madre que me llame para darme noticias de mis hijos. Por favor.

—Por supuesto, señora Zimmerman.

Ahora puedo continuar con mi trabajo. Hoy, lo dedicaré enteramente a terminar con los borradores que tengo rezagados, no por falta de ganas, sino de tiempo. Masajeo mi cabeza al recordar la razón por la cual quiero quedar libre, nuestro viaje en familia, cosa que no siquiera sé si continúa en pié. Al menos yo sigo pensando en ello, es más, ayer pretendía comunicarle a Paul que sí aceptaba hacerlo, pero, pasó lo que pasó y ahora todo es incierto. Vamos, no podemos estar molestos dos semanas, posiblemente lo solucionamos al llegar a casa está noche. No espero mucho para que mi madre llame.

—Hola, mamá, ¿Qué ha dicho la doctora?

—Rose necesita vitaminas y comer un poco más, porque está baja de peso, además del desparasitante. —Con toda la energía que gasta mi niña, la comida parece no quedarse con ella. —Y el niño, está también bajo de peso, y bastante crecido, cinco centímetros extras.  Ah, y Manuel tiene dos dientes prontos a salir, le he comprado un mordedor, por eso de que le pican las encías y quiere morder todo.

—Mamá, gracias por llevarlos. Menos mal que has regresado de tu viaje. Luego te pago lo que has gastado en ellos.

—Cielo, ni siquiera pienses que voy a aceptar que quieras devolverme algo. Hay cosas que una de puede permitir, y definitivamente, regalarle esto a los niños, es una de ella.

—Está bien, mamá. Será lo que tú digas —le escucho susurrar algo no muy claro.

—Ya hemos llegado a la casa y Christian está vuelto loco. Hope, también ha vendido de visita —me dice emocionada. Claro, si ella adoran a sus nietos. —Tengo que dejarte, voy a ver qué Rose se lave las manos antes de comer.

—Claro, pasaré luego por los niños.

Sonrío a lo tonto, mis padres son unos abuelos muy cariñosos. Incluso más que con Theodore y yo, los niños se le han robado el corazón. Dejo el móvil aún lado, tengo que trabajar y estoy segura de que hoy tampoco podré almorzar como se debe. Le pido a Hannah antes de que se vaya, que al volver, me traiga una ensalada.

Al finalizar mi jornada, voy por mis niños. Me abrazo a papá, como lo extrañaba. Hope, mi sobrina preciosa aún continúa en casa y aprovecho para comermela a besos, es una preciosura. Por supuesto que tengo problemas con mi pequeña celosa, a la cual he de cargar en mis piernas cuando dejo a la niña. Me preguntan por Paul, les digo que no ha podido salir a tiempo y que nos esperará en casa... Mentirosa, la verdad es que no hemos hablado en todo el día. Espero a Theodore y Clare para poder saludarles, hacemos planes de reunirnos un día todos, ya tenemos tiempo de no estar juntos en familia. Me despido de todos y emprendemos el viaje a casa. Rose, en cuanto ve a Sawyer, empieza a hacerme preguntas, ¡Que niña para no tener quietud! Él amablemente, le responde a todo.

Sawyer estaciona el auto para que pueda bajar, al fin en casa. Manuel está tranquilo en mis brazos, con su chupón en la boca y Rose, continúa saciando sus dudas con el pobre de Sawyer, que ya no sabe que responderle, ella solo se calla cuando es Ever quien le toma su mano para que baje del auto, hacen un extraño saludo y de inmediato se pega a mis faldas. Me extraña ver el espacio del auto de Paul ocupado, ha venido temprano, extraño porque no me ha acompañado a traer a los niños. Como siempre, dejo mis cosas en el sofá, pareciese que no tengo donde más dejarlo, pero es una simple costumbre.

—Danielle. —Llamo su atención, haciendo que deje de cortar pan.

— ¿Si?

— ¿Paul está en casa?

—Si, ha venido hace unas horas. Me pidió unas pastillas porque tenía un dolor de cabeza muy fuerte, no ha salido de la habitación desde entonces.

—Carga a Manuel y deja de hacer eso, ya después te ayudo a terminarlo. Rose se quedó en la sala porque se le ha desatado el deportivo, cuando venga, llévale a cambiarse de ropa, por favor.

—Perfecto.

Un dolor de cabeza a sucumbido a Paul, eso no es cosa de verse siempre, en realidad debe ser fuerte. Subo las escaleras para ir a las habitaciones, al abrir la puerta, la nuestra está totalmente a oscuras, como si no hubiese nadie en ella. La claridad que entra por la ventana me permite ver a medias el bulto sobre la cama. Me quito los zapatos al entrar y voy directo a la lámpara de noche, él tiene los ojos cerrados. Me debato internamente entre sí está despierto o duerme, la duda queda en el pasado cuando le veo mover su mano en dirección oreja. Subo a la cama con la incomodidad de la jodida falda, abre los ojos con el movimiento. Mi amor, no importa cuán enojados estemos, me preocupo por él. Ya ni me importa la discusión.

—Hola —me susurra.

— ¿Estás enfermo? —le pregunto antes de besar castamente sus labios. Uh, como extrañaba esto.

—He tenido un dolor de cabeza horroroso el día entero, me bebí un café a media mañana para ver si me ayudaba, pero terminaron por arderme los ojos y desistí. Me vine a casa antes de la comida y me tomé unas pastillas para el dolor.

— ¿Y te sientes mejor ahora? —deslizo mis dedos en su barbilla, la barba empieza a crecerle, y sigue sin gustarme.

—Si, he dormido todo el tiempo y ha funcionado.

—Cariño, creo que no soy la única con necesidad de unas vacaciones. —Él me sonríe, sabe que tengo razón, no duerme el tiempo que debe y su cabeza siempre está en el trabajo. —Tengo ocupadas las próximas dos semana, le diré a Hannah que me libere el siguiente mes para que hagamos el viaje.

—Si, mi señora esposa. Voy a arreglar mi agenda para designar trabajo y poder irnos. Habías dicho a la playa, ¿Verdad?

—Muero por ir a la playa, sería la primera vez de Manuel. Podríamos ir a Cancún, ya me merezco mi agüita fresquita de coco. Así aprovechamos para ver a tu tía Raquel y Juanal.

—Me parece una idea fantástica. Tú siempre piensas en todo. —Sonrío con chulería, está en lo cierto. —Yo me encargo de todo lo del viaje.

—Como tú quieras, papi. —Me mofo, suelta una risita, me encanta molestarlo con el papi. Adentro mis dedos en su cabello.

— ¿Te traigo algo para cenar?

—No, cariño. Voy a bajar, quiero ver a los niños. Por cierto, ¿Qué dijo la doctora?

—Manuel tiene dos dientes por salir, se puede ver el punto blanco. Eso lo tiene irritable y desanimado, es normal. Ah, y está unas libras por debajo de su peso adecuado, y tiene cinco centímetros de más. Mamá le ha comprado un mordedor, porque quiere morder todo.

—En Manuel es una constante eso del peso y el tamaño. Mira que medir 53 centímetros al nacer, el niño siempre ha estado criado. —Dice con una sonrisa. Que si lo recuerdo, me dolió parirlo, añadiendo dieciséis horas de parto. — ¿Y Rose?

—Esta semana va a devorarnos, le han enviado los desparasitantes, ya sabes que eso le abre el apetito. —Vuelve a reírme. Los tres días del desparasitante, la niña pasa el día entero famélica, no importa cuanto coma. — y las vitaminas en la fórmula por las mañanas, tiene el tamaño ideal, pero está muy por debajo del peso. Así que, tenemos trabajo con los chiquitines.

Si en algún momento estuvimos molestos, ya no hay motivo. El amor siempre es más fuerte que cualquier situación o discusión. Rose nos agropecuaria cuando corre hacia nosotros, y por supuesto, nuestro pequeño también balbucea para estar en mis brazos. Aprovecho que tiene los zapatos puestos para colocarlo en el suelo, y sosteniéndole, le ayudo a caminar. Su hermana, le anima para que la alcance.

Los dos corriendo, será mi muerte.















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