Irrumpir en el Ardid (irrumpi...

By migomz

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Astrid es una semiangel que siempre se sintió ajena a su naturaleza, su temple será puesto a prueba cuando de... More

Sinopsis
Al final de la cadena alimenticia
Las mejores cosas vienen en paquetes de dos
No siempre lo que ves es lo que realmente hay
El ángel que nació para triunfar
La bienvenida puede ser agridulce
El primer acercamiento, primera victoria
El arriesgarse puede ser una buena tentación
No todo tiene que empezar con el pie derecho
La situación pinta como un rompecabezas
Y los secretos comienzan a revelarse
Las explicaciones sobran en este paquete
Que las apariencias no te engañen cuando a punto de caer estás
El ángel de la guerra
¿El ángel o el humano?
Todo cae en picado
La furia es especialista en la locura
Los ojos ven, los oídos escuchan pero el corazón no acepta
En la muerte se encontró la libertad
Atentar contra el mundo celestial tiene sus consecuencias
El camino se hace más angosto y el abismo más grande
Y sin poder evitarlo eres tu enemigo
Demasiado tarde, demasiado doloroso y sin control
Epílogo
Aviso: ¡Una pequeña sorpresa!
POV Brashier: El ángel que nació para triunfar
Aviso: ¡Buenas noticias, continuación de la historia!
Nota final de la autora (por favor leer)

La soledad nunca estuvo mejor acompañada

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By migomz

El único sueño que había tenido en toda mi vida reinaba en mi mente curándome de todas las heridas que aún no cicatrizaban dentro de mí. No podía recordar dónde estaba o qué había pasado, sólo podía ser consciente de la increíble mujer que me abrazaba con fuerza y me repetía constantemente que me amaba.

Hice espacio para cuestionarme en cómo hubiera sido mi vida si no le hubieran asesinado ¿Hubiera sido yo una “humana”? Sonaba bastante posible, quizás también hubiera crecido con la presencia de mi padre. Las cosas serían tan completamente diferentes a ahora, pero por alguna extraña razón no deseé que eso hubiera ocurrido ¿Por qué? Bueno, en resumidas cuentas no hubiera conocido a Kenton o a Brashier.

El sonido de un par de pies caminar de un lado a otro llamó mi atención por lo que decidí volver a la realidad. Lo primero que sentí fue una superficie tibia y muy cómoda debajo de mí, lo segundo fue algo que cubría mi cuerpo que, aunque podía adivinar que era fino, me calentaba, lo tercero fue que mi cuerpo parecía tener una capa de sudor y temblaba ligeramente.

Abrí los ojos lentamente sintiéndome desorientada  ¿Dónde estaba? Lo primero que vi fue una pared formada de troncos de madera bastante gruesos, mis ojos se abrieron como si quisieran salirse de sus cuencas. Con un grito ahogado salté hacia atrás cayendo sobre el duro suelo, esta demás decir que el dolor fue terrible y que mis pulmones fueron vaciados de preciado aire sin piedad.

— ¿Estás bien? —Preguntó una voz desconocida con tono de preocupación.

Alcé mi mirada para encontrarme con dos ojos color chocolate claro que me observaban fijamente. No encontré mi voz por lo que sólo pude negar con la cabeza, él hizo una mueca de desacuerdo y me ayudó a sentarme.

—He sido completamente mal educado —Comentó mientras se proponía a cargarme—. Me llamo Paul —Se presentó depositándome en la cama de nuevo.

Le miré por largo tiempo intentando rememorar todo lo que había pasado antes, parecía estar todo cubierto por una capa de inconsciencia que me dificultaba recordarlo todo. Lo último que llegaba a mi memoria fue el momento en que había decidido ir hacia la orilla del lago, luego de eso no había nada más.

— ¿Qué hago aquí? —Le pregunté suavemente notando como mi voz sonaba angelical.

Paul se sentó a mi lado y se encogió de hombros viéndose culpable ¿Qué había pasado?

—Te herí con una fecha y tú caíste del cielo, literalmente —Me comunicó con cierto tono de diversión.

¿Herida por una flecha? Parecía ser cierto si consideraba que mi lado izquierdo dolía terriblemente. ¿Caer del cielo? Eso sonaba bastante grave, podía asumir que me había dado un golpe terrible. Bueno, este humano había tomado responsabilidad por lo que había hecho así que no ameritaba que le calcinase.

—Un ángel caído, que irónico —Opiné sin pensar.

Me tensé sabiendo que había revelado mi naturaleza ante un humano (Rogaba a Dios que realmente fuera uno), ahora nada podría salvarme de ser castigada por el Alto Consejo.

Paul me miró con curiosidad como si el enterarse de que yo fuera un ángel no fuera la gran cosa y en cambio fuera un hecho a lo que él estaba acostumbrado. Maciel se había equivocado respecto a mí, yo no conocía realmente a los humanos.

—Pero fue lo que realmente sucedió —Pestañé sorprendida de la facilidad con la que él me hablaba.

— ¿No te parece extraño que sea un ángel? —Pregunté atónita.

—No, mi crianza se basó en que mis padres me repetían sin cansancio que los ángeles existían, he visto uno antes de ti pero no fue tan amable como tú

— ¿Cuál era su nombre?

—No lo sé, no puede presentarme —Se encogió de hombros—. Ahora quédate quieta, necesito tomar tu temperatura

Asentí obediente mientras él me llevaba un termómetro a la boca, me crucé de brazos sintiendo por primera vez el blusón blanco que cubría mi cuerpo.

—No lo muerdas —Me advirtió como si yo fuera una niña—. ¿Quieres comer algo?

Asentí dos veces sin despegar mi boca. Este humano era bastante agradable lo cual me hizo agradecer en silencio que fuera él el que me había herido y no algún otro humano que hubiera aprovechado la oportunidad de asesinarme mientras estaba inconsciente.

—Volveré en un par de minutos con tu comida, no abras la boca —Y con esa advertencia salió de la habitación.

Por alguna razón él me recordaba a Bárbara. Pronto sentí malestar por hacer esa comparación, Paul no era como Bárbara, había algo tierno y amable en él que Bárbara no parecía poseer. Me tumbé de lado en la cama no queriendo pensar en lo que había ocurrido aquella tarde. La comprensión me hizo sentarme de golpe ¡¿Qué hora del día era?!

Me levanté de la cama quejándome del dolor que invadía mi cuerpo, cojeé hacia la ventana más cercana que estaba cubierta por unas cortinas color crema, las abrí con fuerza sintiendo como mi boca podía abrirse en cualquier momento, era de noche y podía prever que era muy, muy tarde, sólo alcanzaba a ver unos pocos metros al norte pues los árboles eran densos y la oscuridad entre ellos no favorecía a mi visión.

Abracé mi cuerpo pensando en Brashier y en Igor ¿Qué estarían haciendo en aquel momento? ¿Me extrañarían? Podía adivinar que mi padre estaba terriblemente preocupado pero él debía entender que no podía quedarme, sentí demasiado dolor luego de que Brashier me rechazara de la peor manera ¿Por qué simplemente no dijo “no” y se ahorraba la parte del beso? El que quisiera engañarme con eso me hirió más que cualquier posible rechazo que él hubiera maquinado.

¿Dónde estaría ahora? Quizás en su casa sintiéndose culpable por lo que había hecho, después de todo él tenía la mayor parte de la culpa en el asunto, quizás me estaba buscando a los alrededores desesperado por encontrarme.

Como si eso pudiera ser cierto Me dije a mí misma sintiendo como mi boca formaba una sonrisa sin humor.

La esencia de Paul (que era increíble por cierto) llenó la habitación haciéndola más fresca, aquello me terminó de convencer de que este humano era genuinamente bueno.

—Buen provecho ángel—Me deseó por lo que me volteé.

Caminé hacia él cojeando lo menos posible, era como si todas mis extremidades estuvieran profundamente heridas. Paul me quitó el termómetro de la boca y miró el resultado.

—38.3, tienes un poco de fiebre —Comentó para sí mismo.

—Me llamo Astrid —Me atraganté—, Aristed, me llamo Aristed —Corregí sin dejar pasar mucho tiempo.

— ¿Astrid Aristed? —Preguntó agitando el termómetro.

—No, mi verdadero nombre es Aristed —Le expliqué con una sonrisa—, sabes lo que soy así que no tiene sentido que me disfrace

—Aristed, lindo nombre —Me elogió con una linda sonrisa.

—Gracias

Me senté en la cama haciendo diversos gestos de dolor, él lo notó por lo que comenzó a examinarme con cuidado, le miré hacerlo con curiosidad. Aquel humano parecía conocer muy bien las técnicas de curación e incluso parecía médico.

—El ángel que viste antes ¿Tenía heridas? —Pregunté sin poder evitarlo.

—Sí, muchas —Contestó mirando mi espalda—. Sé que te dolerá lo que te pediré pero necesito saber qué tan herida estás

— ¿Qué quieres que haga?

—Necesito que hagas aparecer tus alas —Pidió con cierto deje de timidez.

Sin cuestionar mucho lo que me pedía me levanté de la cama y me deshice del blusón quedando sólo en la ropa interior “anti-fuego”.

—Hazte a un lado, no quiero herirte —Le advertí a lo que él atendió retrocediendo hasta estar pegado a la pared opuesta.

Respiré profundamente ordenando a mis alas salir, algo en mi interior gritó con desesperación lo cual me dejó momentáneamente desorientada. El cosquilleo se expandió por toda mi piel y en el momento en que las llamas aparecieron el dolor explotó en todo mi cuerpo como una bomba atómica al ser detonada. Caí arrodillada al piso mientras gritaba desesperada por el horrible dolor que estaba sintiendo, mi ala izquierda parecía ser la que había sufrido más.

Las llamas acariciaron mi piel intentando calmarme pero no funcionaba, el dolor sólo aumentaba progresivamente mientras mis alas crecían. Mi espalda parecía estar rasgándose con fuerza, el hueso de mi ala crecía chocando dolorosamente con cualquier articulación que hubiera allí, era un delirio total que deseaba pronto se acabara.

Entonces todo acabó y yo caí al suelo boca abajo completamente exhausta y adolorida, las manos de Paul rodearon mi cintura hasta que estuve en sus brazos de nuevo, intenté mirarle pero mis ojos no obedecieron mi mandato, sus manos se sentían increíblemente frías al contacto con mi piel.

—Traeré las cosas —Me avisó antes de correr fuera de la habitación.

Abracé mi cuerpo intentando controlar los escalofríos que me recorrían completamente, los temblores empeoraban a una velocidad impresionante, quería que todo parara, me estaba volviendo loca tanto dolor.

—Esto dolerá y lo lamento mucho —Me avisó Paul arrodillándose al lado de la cama.

—Haz lo que tengas que hacer —Le pedí entre jadeos entrecortados.

Él pareció contener la respiración por unos momentos y entonces sus manos se cerraron en torno a mi ala izquierda. En el momento en que movió el hueso más largo para acomodarlo grité con tanta fuerza que mis propios oídos dolieron, él siguió con su labor de curarme sin prestarle atención a mis fuertes gritos de dolor.

No quería gritar, de verdad que no, Paul estaba haciendo algo muy grande que yo le agradecería de todas las formas existentes y no deseaba que por mis gritos él se detuviera.

Mi salvador (por muy irónico que eso se escuche al considerar que yo soy un ángel) siguió acomodando los huesos de mi ala izquierda para luego vendarla completa de manera que se quedara en esa posición. Prosiguió a curar las heridas en mis piernas y mi espalda baja que yo no había notado, ese era el porqué de que cojeaba. Intenté mantenerme consciente durante todo el proceso de curación pero por momentos todo de desvanecía y luego volvía a la realidad.

Cuando él hubo desinfectado y vendado todas mis heridas prosiguió a colocar un pañuelo gris empapado con agua fría en mi frente, temblé cuando sentí la gélida temperatura de eso.

—Intenta no moverte mucho —Me pidió con voz dulce antes de llevarse las sábanas ensangrentadas, la montaña de algodones empapados en sangre y alcohol, las pomadas y demás que había llevado para curarme.

Me quedé de lado sobre mi ala buena que no parecía haber sufrido gran cosa, sólo algunos desgarres no muy profundos que aparentemente habían sido producto de la caída. Suspiré arrepintiéndome de haberme ido de casa, nada de esto me hubiera sucedido si hubiera mantenido mi boca cerrada.

—No sé si tu sistema sea igual al de nosotros pero podemos intentarlo —Comentó dedicándome una sonrisa de disculpa.

— ¿Qué es? —Pregunté con voz ronca.

—Un calmante y un antibiótico —Dijo señalando las pastillas de color blanco.

No pregunté nada más y me dediqué a tomarme las pastillas que me estaba ofreciendo, realmente necesitaba algo para sobrellevar al punzante dolor que recorría mi cuerpo entero.

—Te sentirás mejor pronto —Me aseguró sentándose a mi lado.

— ¿Cuánto tiempo ha pasado desde que me heriste? —Le pregunté queriéndome ubicar en el tiempo.

—Casi dos semanas —Respondió pensativamente—. Sí, casi dos semanas

La sorpresa me llevó a querer sentarme pero el dolor en mi ala izquierda me obligó a mantenerme en mi lugar ¡¿Casi dos semanas?! ¡Jesús! Igor debe de estar muerto de la preocupación ¿Cómo le explicaría todo cuando volviera?

—No es momento para que tengas preocupaciones —Me aconsejó Paul con suavidad—, estás herida y necesitas tener mucho descanso, lo mejor que puedes hacer ahora es comer y dormir

Suspiré resignándome al hecho de que no había manera de salir de ahí de otra forma que no fuera estando sana.

—Gracias por cuidar de mí —Le dije forzando una sonrisa.

—No hay de qué —Respondió para luego colocar la bandeja de comida en sus piernas.

Me dediqué a comer los minutos siguientes, él me ayudó a hacerlo considerando que mi brazo izquierdo no respondía tan bien, mejor dicho todo mi lado izquierdo (exceptuando mi rostro) no parecía responder muy bien y dolía intensamente. No me detuve a analizar qué era lo que estaba comiendo, estaba agradecida de toda la hospitalidad que Paul me estaba dando por lo que comería y bebería todo sin rechistar.

— ¿Vives permanentemente aquí? —Le pregunté cuando acabé todo.

—No —Respondió dejando la bandeja en el suelo—, sólo vengo cuando quiero apartarme del mundo, además disfruto de la cacería

Sin querer comencé a reír quejándome al mismo tiempo de las contracciones que hacía mi abdomen. Él sonrió divertido.

—Deberías tener cuidado, puedes encontrarte lleno de ángeles si sigues disparándole a todo lo que esté en el cielo

—No es una práctica que acostumbre, ese día fue la primera vez que le disparaba a algo en el cielo —Confesó sonando culpable—, pensé que sería gratificante si hería al “ave” —Dibujó las comillas.

—Para la próxima volaré más arriba —Bromeé haciéndole reír.

—Realmente lamento lo que pasó —Coloqué una mano sobre su rodilla.

—Estás cuidando de mí con eso te ganaste mi perdón —Bromeé intentando aliviar su culpa.

—Ya puedo vivir en paz —Suspiró dramáticamente—. Por un  momento consideré la idea de internarme en un monasterio para redimir mi falta

No pude evitarme reír de aquello, no tenía sentido pues no era exactamente un chiste pero necesitaba creer que todo estaría bien.

Luego de aquel día todo fluyó con suavidad. Paul no me dejaba levantar para otra cosa que no fuera el ir al baño y cuando estaba despierta no me dejaba sola en ningún momento ¡Literalmente! Quizás él aprovechaba mis momentos de sueño para preparar la comida e ir al baño pues no había otra explicación para ello. Cada vez que despertaba tenía ante mí una bandeja de comida lista, la cual engullía sin detenerme a protestar.

Los días pasaron sin que yo hiciera la cuenta mental de ellos, no quería pensar en nada pues sólo lograría sentirme más triste y sola a pensar de tener una increíble compañía. Paul no era molesto, todo lo contrario, él hacía cualquier cosa por entretenerme, incluso me enseñó a jugar ajedrez.

—Hoy cumples un mes —Me avisó despertándome, abrí los ojos pesadamente.

¡Era demasiado irónico que estuviera cansada si no hacía nada más que comer y dormir!

—Déjame dormir un poco más —Me quejé tapando mi ojos con mi brazo izquierdo.

A pesar de que ya no me dolía tanto seguía entumecido.

—Vamos a dar un paseo, necesitas estirar tus alas —Le escuché acercarse a mí.

Con un suspiro de resignación me senté en la cama, mi ala había mejorado increíblemente las últimas semanas por lo que no fue especialmente molesto moverlas un poco. Cojee sólo un poco mientras iba al baño para asearme superficialmente, me incomodaba mucho el hecho de tener sólo la ropa interior, incluso había días en los que me veía obligada a estar desnuda (usando sólo un camisón) para poder lavarlas. Debí empacar ropa.

—Estoy lista —Le avisé saliendo del baño, Paul caminó hacia mí.

— ¿Te sientes segura de caminar sola? —Preguntó rodeando mi cintura con su brazo.

—No —Confesé pasando mi brazo izquierdo por sus hombros.

Paul me llevó fuera de su casa caminando a mi mismo paso lento, no me detuve a pensar en lo que había alrededor, no eran más que árboles y yo sólo tenía pensamientos para mi padre ¿Dónde estaría? ¿Estaría pensando en mí? Yo le extrañaba terriblemente, quería volver a estar en sus brazos para escucharle decir que me amaba, era muy doloroso estar lejos de él.

— ¿Pensando en tu padre? —Preguntó Paul.

Sí, le había contado mi historia ¿Qué otra cosa podía hacer? El humano sabía lo que yo era y se había mostrado muy atento conmigo, se merecía que me abriera con él. Había noches en las que él adivinaba que me sentía triste por mi padre por lo que me entretenía lo suficiente para quitar mi atención de ello.

El lago apareció ante nuestros ojos, el cielo aún no era de un lindo celeste, aún era de un suave color naranja. El viento pasó alzando mi cabello pero no había mensaje en él, lo cual me hizo sentir sola.

Paul me llevó hasta la orilla, le pedí que me ayudara a sentarme para poder estar cómoda lo cual hizo sin preguntar. Abracé a mis piernas y apoyé mi mentón en las rodillas, miré al horizonte pensando en tantas cosas a la vez que al final no recordaba qué había pensado.

Nos quedamos todo el día ahí, él en ningún momento me habló lo cual le agradecí en silencio. Necesitaba estar ahí, el mirar al horizonte me traía una paz interior que actuaba como un colchón entre yo y mi dolor. Guardé completo silencio dejándome invadir por lo que sea que mi mente estuviera maquinando, no quería saberlo de cualquier forma.

Al caer la noche Paul me indicó que era momento de volver a su casa, con sólo un asentimiento rodeé sus hombros de nuevo para dejarle ayudarme. De vuelta a la casa él me preguntó sobre cómo me sentía y yo le contesté con un simple “mejor”, esperaba que le bastara.

A aquellas alturas del partido él había hecho una pequeña cama al lado de la mía, ahora menos que nunca se apartaba de mi lado. Me acosté con cuidado de no aplastar a mi ala izquierda, observé mientras Paul se acostaba en su pequeña cama y me miraba con sus lindos ojos claros, le sonreí con cariño antes de cerrar los ojos y caer en un profundo sueño.

Las siguientes semanas pasaron de igual manera, todos los días Paul me llevaba al lago y nos quedábamos allí hasta luego del anochecer, ninguno emitía palabra alguna lo cual hacía más pacífico nuestro tiempo allí. Hubo noches en las que escapaba y me quedaba hasta el amanecer mirando al horizonte, eran esas noches en las cuales el dolor del recuerdo me agobiaba y necesitaba algo con lo que calmar mi dolor.

Al cumplir mi segundo mes mi ala izquierda estaba muy, muy recuperada, podía moverla de arriba abajo sin sentir dolor pero no había querido probar el factor volar pues Paul me había aconsejado retrasarlo un poco más.

— ¿Tienes alguna profesión? —Le había preguntado una semana después de cumplir dos meses.

—Soy veterinario —Contestó recostándose en la cama.

— ¿Veterinario? —Pregunté arrugando el ceño con diversión—. ¿No crees que sea un poco contradictorio que te guste la caza?

Paul rió con su magnífica voz masculina, no me malinterpreten, me gusta apreciar la belleza y la reconozco cuando la encuentro.

—Es por esa razón por la que no ejerzo —Me comunicó con gran sonrisa.

—Muy justo —Concordé abrazando mis piernas.

Los engranajes en mi cabeza comenzaban a girar lentamente. Él era veterinario, eso explicaba el por qué pudo curar mis heridas… Tantas coincidencias eran aterradoras.

— ¿Tú tienes alguna?

—No realmente —Acaricie mi ala derecha—, hace poco ascendí a ángel así que no se me ha designado un área en específico pero puedo adivinar que tendré la profesión de ángel guardián

—Entonces sí existe tal cosa —Comentó para sí mismo.

—Claro que lo hace —Arqueé una ceja tomando su comentario muy personal.

—No me malinterpretes, es sólo que nunca he sentido que tengo un ángel guardián siguiéndome a todos lados

Algo dentro de mí hizo ¡Click! Este humano podría no tener ángel guardián ¿Sería posible que alguien me hubiera asignado a él? Bueno, eran demasiadas coincidencias como para que no fuera posible. No podía quejarme, este humano era mejor que Brashier (en cuanto a lo de ser humano) por lo que acepté en silencio la tarea de protegerle.

Nos miramos por un largo tiempo sin sentirnos incómodos por ello, el verle a diario y recibir cuidados de su parte había hecho que llegara a desarrollar un profundo cariño por él y claro su compañía me resultaba increíble. Paul alargó una mano hacia mi ala viéndose curioso, con una sonrisa la acerqué a su mano.

—No se siente como plumas —Comentó introduciendo sus dedos.

Reí a carcajadas sin poder aguantar las cosquillas que su toque me estaba produciendo, él parecía un niño hundiendo sus dos manos para luego moverlas en todas direcciones, las lágrimas salían de mis ojos mientras reía tan fuerte que mis pulmones comenzaron a doler.

— ¡Ya para! —Le pedí abrazando mi abdomen.

Paul me acompañó en las risas pero se detuvo, sequé mis ojos para poder mirarle bien.

—Gracias —Le dije colocando momentáneamente mi mano sobre la de él.

—No hay de qué

Aquella noche ninguno de los dos durmió, yo le reté a una partida de ajedrez pues quería ganarle alguna vez a lo cual él no se negó, esa partida nos llevó a otras hasta que el sol se alzó volviendo al cielo color naranja.

—Jaque mate —Cantó él con una sonrisa.

— ¡¿Jaque mate?! ¡Pero si me comí a tu caballo! —Me quejé.

—Exacto, al hacerlo fuiste directo a la guillotina —Explicó entre risas.

— ¡Exijo una revancha! —Comencé a acomodar las piezas.

—Ya jugamos lo suficiente, debes dormir —Le miré exasperada—. ¿Qué?

—Quiero ganar, ahora juega

Paul rió a carcajadas pero cedió y siguió jugando conmigo. Ese día no paramos de jugar hasta que nuestros estómagos gruñeron en queja al descuido que teníamos, a esas alturas el sol ya se había ocultado.

—Duerme —Pidió.

—No, quiero ser testigo de la primera vez en dos meses que me dejarás sola —Me crucé de brazos.

Él dudo por unos momentos pero su estómago le exigió que debía ir por comida, le hice un gesto con la mano para que se fuera tranquilo pero siguió en su lugar.

—Bien —Resoplé—, por esto me deberás más partidas

—Cuantas gustes

Me acosté en la cama cerrando mis ojos en el proceso, el sueño me atacó con fuerza por lo que me dormí al instante. No tuve sueños pero experimenté diversas emociones que no reconocí como mías, eran emociones de miedo y preocupación que me alertaban de que esa “persona” estaba a punto de un colapso.

—Buen provecho —Me despertó Paul.

Ante mí había una bandeja con comida humeante, sin perder tiempo comencé a devorar todo. Paul comió conmigo casi con la misma desesperación lo cual provocó que riéramos en medio de nuestra faena lo que casi nos hace ahogar. Me acosté de nuevo en la cama sintiendo mi estómago a punto de reventar.

La imagen de Igor me llegó provocándome malestar, el dolor volvió con más fuerza llenando mis ojos de lágrimas.

— ¿Qué es? —Preguntó Paul mirándome preocupado.

—Extraño a mi padre —Confesé con voz rota.

— ¿Quieres ir al lago? —Preguntó sentándose a mi lado esperando que estirara mis brazos hacia él para sentarme.

—Sí —Lo hice y él me levantó.

Paul me llevó hacia la puerta, a través del corto tramo del bosque y hasta llegar al lago donde miré al horizonte intentando sentirme en paz de nuevo, pero esa sensación nunca llegó y supe que no podía huir por más tiempo. Con una lágrima resbalando por mi mejilla izquierda me volteé hacia él.

—Quieres regresar —Adivinó acariciando con su pulgar mi cadera.

Le sonreí agradecida, aquellos dos meses fueron los necesarios para que ambos nos conociéramos lo suficiente, él sabía de mi vida (en la tierra) y yo sabía de su vida (de veterinario y de los últimos cinco años), ambos teníamos secretos pero respetábamos al otro y no hacíamos comentarios sobre ello.

Paul me guió a través del bosque a paso lento, poco a poco fuimos llegando hasta un automóvil grande, era de color verde oscuro y parecía rústico.

—No creo que tus alas entren —Dijo dándome una sonrisa de disculpa.

—Tienes razón

Me alejé de él varios pasos, Paul hizo lo mismo. Cerré los ojos provocando las llamas, no necesitaba mis alas en aquel momento, ya estaban mucho mejor por lo que rogaba que no doliera como la última vez. El cosquilleo invadió mi cuerpo con rapidez, las llamas explotaron a mi alrededor acariciando mi piel, me saludaban eufóricas lo cual me hizo reír.

—Yo también las extrañé —Les dije abriendo los ojos para verlas.

Mis alas se irguieron hacia el cielo con cuidado dispuestas a desaparecer, sentí una leve incomodidad que fue incrementando a medida que mis alas se volvían llamas. Solté un par de jadeos de dolor mientras desaparecían, Paul me sonreía con ánimos instándome a soportar un poco más.

Cuando todo acabó mis piernas fallaron por lo que caí arrodillada al suelo, Paul sostuvo mi cadera y me levantó. Abrió la puerta del auto del lado del copiloto y me sentó ahí.

—Yo me pondré el cinturón —Le dije pesadamente, él sólo asintió y corrió para rodear el auto.

Hice la labor sin evitar quejarme del dolor que sentía en mi espalda, fue mala idea hacer desaparecer mis alas. Paul entró al “automóvil” y lo encendió, hasta ahora pude notar que la llave ya estaba allí.

—Duerme un poco más, para cuando despiertes ya estaremos en la villa —Me aconsejó acelerando.

—Gracias

Él me sonrió por unos momento y colocó su mano derecha sobre la mía, aquel toque era cálido y reconfortante por lo que sujeté sus mano y la dejé entre las mías mientras caía en un profundo sueño.

Las risas de los humanos que estaban junto a mi madre llenaron mi sueño de alegría, sentí como me llenaba de nuevo de fuerzas y mis heridas siguieron recuperándose.

—Aristed ya llegamos —Escuché decir a lo lejos, me acomodé mejor—, Aristed necesito que me digas dónde vives

—En la casa con el número 122 —Le respondí adormecida.

Escuché el sonido del motor al acelerar pero fue todo lo que pude oír pues caí de nuevo en la inconsciencia.

Sentí como un par de manos suaves acariciaron mis brazos haciéndome sonreír sin querer, cuando abrí los ojos me encontré con la mirada café de Paul.

—Estás en casa —Dijo con una linda sonrisa.

Limpié mis ojos con fuerza buscando despertarme pronto, me senté en el asiento y Paul desabrochó el cinturón de seguridad. Con su ayuda me bajé del “automóvil” pisando con mucho cuidado. Miré alrededor, aún era de noche pero sentía que no faltaban más de dos horas para que amaneciera.

—Bienvenido —Le dije a Paul pasando mi brazo derecho por sus hombros.

—Gracias

En el momento en que di un paso en dirección a casa solté un pequeño grito de dolor en queja al ardor en mi espalda baja ¡Muy mala idea el haber desaparecido mis alas! Incluso aunque Paul acariciara mi cadera dándome ánimos no pude dar un paso más.

—Estás cerca, pronto podrás descansar —Dijo él con suavidad.

—Estoy cerca —Repetí intentando convencerme de ello.

Con una profunda respiración di un paso y luego otro. Era un delirio total, el dolor incrementaba cada segundo pero aun así Paul se mantuvo dándome ánimos en silencio lo que agradecí enormemente. Cuando llegué a la puerta la golpeé con impaciencia esperando que mi padre saliera pero nada ocurrió los minutos que siguieron.

No está —Susurré dolida.

—Quizás te está buscando —Opinó Paul mirándome.

—Quizás —Le sonreí—. Gracias por todo lo que hiciste por mí estos meses

—Encantado

Nos quedamos ahí de pie esperando a que Igor volviera. El sol comenzó a salir un par de horas luego pero mi padre no había regresado, mi impaciencia estaba alcanzando su tope máximo sin que yo realmente pudiera hacer algo, Paul lo notó por lo que me distrajo logrando enfocar mi atención en otra cosa.

Cuando menos lo esperaba el aire revoloteó a nuestro alrededor, lo único que pensé era en mi padre así que levanté la mirada con esperanza de verle, el cielo estaba cubierto de nubes pero aun así sus alas azul marino destacaron.

— ¡Papá! —Grité soltando mi brazo de Paul queriendo caminar hacia él.

— ¡Aristed! —Gritó mi padre aterrizando a unos metros de mí.

Alargué mis manos en su dirección queriendo recibirle, sentí picor en mis ojos y supe que lágrimas de felicidad ya mojaban mis mejillas. Me conmovió profundamente el verle llorar también pero ignoré esto, la felicidad por tenerle cerca de nuevo era mayor que cualquier otra cosa. Noté su confusión cuando no di un paso hacia él.

—Tienes que venir —Le indiqué y él no perdió tiempo.

Le abracé con fuerza evitando quejarme por el dolor que sentí en mi cuerpo al hacer eso. Igor acariciaba frenéticamente mi cabello repitiendo “estás aquí”, me sentí hasta cierto punto culpable por haberme ido tanto tiempo pero sabía que no hubiera podido regresar antes. Mi expresión “tanto como duren mis heridas en sanarse” había sido muy literal.

—Te extrañé tanto —Dije alejándome de él para ver su increíble rostro.

—También yo pequeña, no sabes lo mucho que sufrí al no saber dónde estabas

—Lo lamento tanto

Igor me sonrió con cariño antes de besar mi frente. La esencia de Paul me llegó diciéndome que él se sentía incómodo.

—Papá, él es Paul —Le presenté—, cuidó de mí estos meses

— ¿Cuidó? —Preguntó mi padre mirándole con confusión.

—Herí a su hija en el ala haciendo que cayera del cielo —Confesó Paul con un marcado tono de culpa—, y lo lamento mucho señor, no sabía lo que era

Papá me miró nuevamente intentando descifrar qué hacer.

—No es malo papá, todo fue un accidente

—En ese caso —Me soltó para caminar los dos metros que le separaban de Paul y estrechó su mano—, gracias por cuidar de mi hija

—Fue todo un placer Sr. Igor

De pronto el viento se arremolinó con fuerza a nuestro alrededor y por alguna razón supe que Brashier había llegado, le miré sintiendo como el aire salía de mis pulmones, se veía completamente magnífico con sus gigantescas alas negras. Sus ojos azules grisáceos miraron a mi padre por unos momentos y luego de improvisto se clavaron en Paul.

Algo dentro de mí me gritó que protegiera a Paul. El rostro de Brashier cambió a uno mortal, la furia desbordaba de sus poros y todo ocurrió muy rápido. Le vi alzar sus alas muy dispuesto a abalanzarse contra Paul, mi protegido abrió los ojos completamente asustado de lo que pasaría. Un par de segundos pasaron y Brashier ya estaba a mitad del camino para arrollarlo.

— ¡No! —Grité con rabia negándome a aceptar lo que pasaría.

Sin pensar en el punzante dolor que invadía mi cuerpo mientras lo movía corrí hacia Paul que se encontraba a varios metros de mí, las llamas invadieron mi cuerpo haciendo que mis alas aparecieran sin que yo les ordenara hacerlo. Me lancé en el momento exacto para interceptar a Brashier evitando por centímetros que lastimara o, lo que era más probable, asesinara a Paul.

Caí sobre él con fuerza, agarré sus muñecas pegándolas al suelo a cada lado de su cabeza. Brashier me miró sorprendido.

—No te atrevas a lastimarle —Le advertí con voz mortal.

—No se merece que le defiendas —Dijo con el mismo tono.

—Eso no lo decides. Si llegas a ponerle un dedo encima te calcinaré Brashier —Le advertí acercando mi rostro al suyo.

Entonces Paul dijo la única cosa que evitó que yo calcinara a Brashier en ese mismo momento.

— ¿No eres tú al que salvé hace dos años? —Le preguntó a Brashier.

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