Atentar contra el mundo celestial tiene sus consecuencias

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Brashier caminaba de un lado a otro esperando que Kenton terminara de hablar con Igor que se mostraba bastante escéptico en cuanto a dejarle ir a buscar  a su hija junto a un ángel que había intentado asesinarla en dos ocasiones ¿Podría estar equivocado? Bueno, no exactamente, el ángel de la muerte se la tenía bien merecida aunque no fuera técnicamente su culpa. Maciel, siempre el maldito Maciel metiendo sus garras en todo empeorando la situación.

Un engranaje de su cabeza comenzó a girar como es debido, bueno aún faltaban muchos que comenzaran a hacerlo, después de todo lo ocurrido anteriormente su cordura estuvo a punto de perderse por completo. Se cruzó de brazos mirando hacia la calle, el estar en aquella casa le hacía sentirse ahogado, todos los recuerdos parecían estar grabados en todas las malditas paredes haciendo que sus ojos se humedecieran y no tuviera otro pensamiento que no fuera el de ella apretando el gatillo.

Sus ojos comenzaron a humedecerse de nuevo por lo que desvió su atención hacia terrenos más seguros y esos eran el asesinato de aquellos quienes habían propiciado toda la situación en la que casi acaba con la raza humana. Buscaría a Paul y le cortaría él mismo, desmembraría su cuerpo en tantas parte que podría ir al océano para darle de comer a los tiburones o a cualquier animal que le apeteciera un poco de carne. Brashier sonrió de lado encantándole la idea.

—Pueden ir —Anunció Igor por lo que el ángel se volteó para verle—,  suficientes promesas por un día

Brashier miró a Kenton que no había perdido su semblante tranquilo, por un segundo perdió el control de sí mismo y quiso golpearle pero la pequeña parte racional de su cabeza le recordó que había hecho una promesa que incluía a Aristed, por lo que era mucho más que inquebrantable.

—No haré nada —Dijo Kenton sintiendo incomodidad impropia de él proveniente de los dos pares de ojos que le miraban inquisidoramente.

—De cualquier forma no podrás romper tu palabra —Espetó Brashier volteándose de nuevo hacia la puerta abierta—, arderías como el infierno

Aquello no era más que la absoluta verdad. Los Serafines se habían encargado de delinear muy bien las reglas en el mundo celestial, para aquellos tiempos no existía la corrupción pero Dios le vio venir y sólo de esa manera pudo idear un extremo sistema en el que si un ángel rompía cualquier promesa (no importaba si le era obligado a hacerlo) ardería en llamas hasta que su cuerpo estuviera completamente hecho cenizas. Claro, algunos pensaron al principio que era una idea completamente ridícula pues habría millones de ángeles que serían inmortales para ese entonces, pero el Ser Supremo alzó la voz diciendo: “Caerán todos aquellos que osen romper la delicada responsabilidad de la promesa. No importa si es mortal o inmortal, su cuerpo arderá en llamas celestiales”, entonces nadie más pudo objetar en contra de eso.

Más le valdría a Kenton cumplir con su promesa de no lastimarles, no era muy agradable el destino que le esperaría si no. Debido a esto Brashier le huía a aquellas cosas que involucraran alguna promesa de su parte, se conocía lo suficiente como para saber que mandaría todo al infierno y se largaría sin importar qué o quién le estuviera intentando atar ahí.

—Brashier —Le llamó Igor colocando una mano en su hombro.

El ángel de la guerra le miró sintiendo todo revolverse dentro de él, en los ojos de Igor había tanto dolor y desesperación que no pudo más que prometerse a sí mismo que traería de vuelta a Aristed no importaba como tuviera que hacerlo, lo haría por él y por su padre, él también necesitaba de su hija.

—Cuídate por favor —Pidió el ángel desconcertándolo ¿Él lo sabría?

—No me pasará nada, soy inmortal después de todo —La garganta de Brashier se cerró.

Irrumpir en el Ardid (irrumpir en el Ardid #1) [En proceso de Edición]Where stories live. Discover now