No siempre lo que ves es lo que realmente hay

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Miré a mi alrededor intentando ubicarme en aquel lugar, sí, era la tierra pero las casas allí eran escalofriantemente iguales e incluso parecía que de un momento a otro fuera a salir alguien para asustarte. Respiré profundamente obligándome a concentrarme en lo que tendría que hacer, ya no había escapatoria, estaba allí y tendría que cumplir con lo que el ángel me había dicho.

Kenton colocó sus manos en mis hombros y me volteó para que pudiera mirarle a él y a Maciel, el ángel también parecía inspeccionar los alrededores como si esperara que nadie estuviera espiando.

—Les deseo lo mejor queridos ángeles —Le sonreí preguntándome qué le había pasado a timidez—, estoy a sólo una oración de distancia

Entonces hice algo que me dejó completamente asombrada. Comencé a reír a carcajadas tan sonoras y alegres que Maciel y Kenton se unieron a mí riéndose de la misma manera, sentí como algo dentro de mí se liberó. Supongo que a eso se refería Maciel con el “dejaran una parte de ustedes mismos aquí”.

—Estarán al cuidado de un ángel guardián —Nos comunicó—. Dios los bendiga —Nos deseó mientras extendía sus increíbles alas.

—Amén —Dijimos Kenton y yo al mismo tiempo.

Maciel batió sus alas con fuerzas y voló hacia el cielo perdiéndose de nuestra vista en segundos. Suspiré lentamente comenzando a caer en la cuenta de que realmente no sabía a dónde debería ir para encontrar al ángel que se encargaría de mí las próximas dos semanas.

—Tenemos que caminar —Comentó Kenton haciéndome mirarle.

Él había perdido su toque angelical, ya no era tan grandioso y por supuesto sus alas estaban completamente ausentes, supongo que era necesario, después de todo Kenton originalmente era un ángel tan magnífico que cualquier humano que hubiera tenido la suerte de conocerlo hubiera sospechado inmediatamente que había más de él. Incluso su voz había perdido ese toque celestial que hacía que sus palabras estuvieran bañadas en miel, ahora se le escuchaba bastante corriente y terrenal.

—Claro

Kenton y yo comenzamos a movilizarnos, debíamos hacerlo pues no sería nada agradable que alguien saliera de su casa y nos viera ya que ¿Qué estarían haciendo dos “adolescentes” en la oscuridad de la noche? Nada bueno podía asumir. Ahora que tenía tiempo para de hecho pensar en algo ¿Qué momento del día era? Miré al cielo para tratar de encontrar una respuesta, las estrellas eran realmente brillantes y el cielo no era tan oscuro… Definitivamente estábamos a unas pocas horas del amanecer.

Caminamos por quizás un par de horas pero no podíamos encontrar el lugar donde nos quedaríamos, comenzaba a pensar que Maciel debía de dejarnos las instrucciones completas, eso hubiera facilitado mucho nuestro trabajo en general. Miré a Kenton quien parecía estar entrando lentamente en la desesperación, podía entenderlo perfectamente.

—No está funcionando —Dijo llevándose sus manos a la cadera.

Asentí mirando alrededor con preocupación, el sol comenzaba a asomarse en el horizonte y el cielo había cambiado de un azul oscuro a un naranja medio. Necesitábamos encontrar nuestra casa inmediatamente si no queríamos llevarnos la sorpresa de encontrar humanos caminando por ahí.

—Esto es lo que haremos, nos dividiremos aquí —Ordené, Kenton asintió obediente. Esto de ser la jefa me estaba gustando.

—Si nada ocurre nos encontraremos aquí, si logramos encontrar la casa nos veremos al medio día —Completó, asentí con una sonrisa.

—Nos vemos —Me despedí.

—Nos vemos —Se acercó a mí y unió nuestros labios con suavidad.

Irrumpir en el Ardid (irrumpir en el Ardid #1) [En proceso de Edición]Where stories live. Discover now