La soledad nunca estuvo mejor acompañada

1K 37 2
                                    

El único sueño que había tenido en toda mi vida reinaba en mi mente curándome de todas las heridas que aún no cicatrizaban dentro de mí. No podía recordar dónde estaba o qué había pasado, sólo podía ser consciente de la increíble mujer que me abrazaba con fuerza y me repetía constantemente que me amaba.

Hice espacio para cuestionarme en cómo hubiera sido mi vida si no le hubieran asesinado ¿Hubiera sido yo una “humana”? Sonaba bastante posible, quizás también hubiera crecido con la presencia de mi padre. Las cosas serían tan completamente diferentes a ahora, pero por alguna extraña razón no deseé que eso hubiera ocurrido ¿Por qué? Bueno, en resumidas cuentas no hubiera conocido a Kenton o a Brashier.

El sonido de un par de pies caminar de un lado a otro llamó mi atención por lo que decidí volver a la realidad. Lo primero que sentí fue una superficie tibia y muy cómoda debajo de mí, lo segundo fue algo que cubría mi cuerpo que, aunque podía adivinar que era fino, me calentaba, lo tercero fue que mi cuerpo parecía tener una capa de sudor y temblaba ligeramente.

Abrí los ojos lentamente sintiéndome desorientada  ¿Dónde estaba? Lo primero que vi fue una pared formada de troncos de madera bastante gruesos, mis ojos se abrieron como si quisieran salirse de sus cuencas. Con un grito ahogado salté hacia atrás cayendo sobre el duro suelo, esta demás decir que el dolor fue terrible y que mis pulmones fueron vaciados de preciado aire sin piedad.

— ¿Estás bien? —Preguntó una voz desconocida con tono de preocupación.

Alcé mi mirada para encontrarme con dos ojos color chocolate claro que me observaban fijamente. No encontré mi voz por lo que sólo pude negar con la cabeza, él hizo una mueca de desacuerdo y me ayudó a sentarme.

—He sido completamente mal educado —Comentó mientras se proponía a cargarme—. Me llamo Paul —Se presentó depositándome en la cama de nuevo.

Le miré por largo tiempo intentando rememorar todo lo que había pasado antes, parecía estar todo cubierto por una capa de inconsciencia que me dificultaba recordarlo todo. Lo último que llegaba a mi memoria fue el momento en que había decidido ir hacia la orilla del lago, luego de eso no había nada más.

— ¿Qué hago aquí? —Le pregunté suavemente notando como mi voz sonaba angelical.

Paul se sentó a mi lado y se encogió de hombros viéndose culpable ¿Qué había pasado?

—Te herí con una fecha y tú caíste del cielo, literalmente —Me comunicó con cierto tono de diversión.

¿Herida por una flecha? Parecía ser cierto si consideraba que mi lado izquierdo dolía terriblemente. ¿Caer del cielo? Eso sonaba bastante grave, podía asumir que me había dado un golpe terrible. Bueno, este humano había tomado responsabilidad por lo que había hecho así que no ameritaba que le calcinase.

—Un ángel caído, que irónico —Opiné sin pensar.

Me tensé sabiendo que había revelado mi naturaleza ante un humano (Rogaba a Dios que realmente fuera uno), ahora nada podría salvarme de ser castigada por el Alto Consejo.

Paul me miró con curiosidad como si el enterarse de que yo fuera un ángel no fuera la gran cosa y en cambio fuera un hecho a lo que él estaba acostumbrado. Maciel se había equivocado respecto a mí, yo no conocía realmente a los humanos.

—Pero fue lo que realmente sucedió —Pestañé sorprendida de la facilidad con la que él me hablaba.

— ¿No te parece extraño que sea un ángel? —Pregunté atónita.

—No, mi crianza se basó en que mis padres me repetían sin cansancio que los ángeles existían, he visto uno antes de ti pero no fue tan amable como tú

Irrumpir en el Ardid (irrumpir en el Ardid #1) [En proceso de Edición]Where stories live. Discover now