Una ninfa en Hogwarts | Harry...

By TheLittleKat

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Desde que Alanna puede recordar ha vivido aislada en la mitad del bosque, solo acompañada por sus padres y cr... More

1: Valle de Godric
3: Viaje a Hogwarts
4: La selección
5: Clases de vuelo
6: Travesuras a media noche
7: Misión rescate
8:La busqueda
9: Fiesta en familia
10: ¡Por fin!
11: Mamá Hagrid
12: Descubrimiento
13: Ataque
14: Revelación
15: Pruebas
16: Celebración
17: Despedida
II
18: Una mirada diferente
19: Librería Flourish y Blotts
20: La madriguera
21: Regreso a Hogwarts
22: Un chiflado como profesor
23: Un castigo bien ganado
24: Una fiesta no muy agradable
25: Él heredero de Slytherin
26: Slytherin vs Gryffindor
27: Club de duelo
28: Un viaje a las mazmorras
29: Arrepentimientos
30: Vuelta a la normalidad
III
31: Un viaje en tren
32: El santuario rumano
33: Celeno
34: La doncella del sauce

2: Callejón Diagon

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By TheLittleKat

Editado



Alanna se despertó temprano esa mañana, antes de que siquiera su madre tocara la puerta. Cogió una toalla que estaba sobre una silla y corrió hasta el baño, con algo de prisa. Lavó sus dientes y se dio un rápido baño, no fue necesario lavar su cabello, aun estaba limpio. Se envolvió con la toalla y fue de vuelta a su cuarto, pero antes miro por la puerta del cuarto de sus padres. Su madre no estaba y su padre estaba sentado en el borde de la cama, buscando sus zapatos.

Ya en su habitación buscó su vestido más bonito: uno blanco con una pequeñas flores violetas bordadas en el dobladillo de la falda. Cepilló su cabello y roció algo de esencia de vainilla en el, un olor demasiado dulce para su gusto, pero a su madre parecía gustarle. Se miró en el espejo por ultima vez antes de salir de su cuarto, estaba presentable.

Su padre ya estaba desayunando cuando ella ingresó a la cocina, al igual su madre. Aurora vestía un largo vestido verde que caía en capas sobre sus piernas, su cabello esta suelto como siempre y algunas flores lo adornaban. Simplemente hermosa, pensó Alanna.

Alanna tomó asiento y desayuno en silencio, casi sin masticar para terminar antes. Terminó antes que sus padres y dejo su plato en el fregadero. Cuando sus padres terminaron de comer, su padre encantó algunos utensilios para que limpiaran la casa mientras ellos no estaban.

Se formo una incontrolable sonrisa en el rostro de Alanna.

Era la primera vez que ella saldría de ese bosque.

Al principio a su padre no le agradaba la idea que de Aurora los acompañara, él tenia miedo de que algo le pudiera pasar. Pero claro, ella no acepto un no por respuesta, no se podía perder la primera vez de su hija en el mundo mágico. Finalmente él acepto, con la condición de que si ella se llegaba a sentir mal deberían regresar enseguida a casa.

Aaron cogió su capa que estaba colgada en el perchero, y la coloco en los hombros de su esposa. Alanna se río ante eso, pero su diversión no duro demasiado porque su padre la obligó a ir por su capa. Aun era verano, pero Aaron no dejaría que su única hija fuera al mundo mágico sin ir correctamente vestida. A Alanna no le agradaba para nada la idea de usar túnicas y capas todo el tiempo, había visto fotos de su padre vestido así y le parecía que esa ropa era horrible, ella estaba feliz con sus vestidos floreados.


—Es mejor que te acostumbres, en un poco de tiempo más solo usaras capas y túnicas — le dijo su padre cuando ella ya había vuelto, usando una larga capa azul oscuro. Era pesada pero suave al tacto, y le cubría por completo el vestido que Alanna se había molestado tanto en elegir.


Fueron hasta la sala y Aaron recogió una maceta llena de polvos que siempre había estado a un lado de la chimenea, pero nadie parecía haberle puesto verdadera atención.


— Son polvos flu —explicó — Te permiten transportarte a cualquier lugar que tenga una chimenea y haya una red flu — Alana asintió, sin entender muy bien a que se refiere con red flu.


— Alanna, tus zapatos.


Ella miró sus pies desnudos, yo y mi manía por no usar zapatos, pensó. Volvió corriendo a su cuarto y se coloco los primeros que encontró. Cuando regresó a la sala su madre estaba agachada en la chimenea con un puñado de polvos flu en la mano. La chimenea era grande, pero no lo suficiente como para que una persona pudiera estar de pie dentro de ella.


— Tal como te explique antes — le dijo Aaron


— Caldero Chorreante — dijo Aurora y lanza los polvos flu al piso de piedra en el que se encontraba. Enseguida unas llamas verdes la rodearon y desapareció en un puff.


—Wow... — susurró Alanna, más que sorprendida.


— Es tu turno Alanna, has lo mismo que tu madre.


Alanna tragó y caminó hasta la chimenea, el fuego no era su elemento preferido. 


— Caldero Chorreante.


Lanzó los polvos flu y en un segundo las llamas verdes la consumieron. Cerró los ojos por inercia, esperando algo de calor. Pero este nunca no llegó, volvió  a abrirlos y se encontró en una habitación muy oscura, iluminada por alguna velas, pero oscura de todas formas.

Su madre la miró y le tendió una mano para ayudarla. Alanna la sujetó con fuerza  y agachó la cabeza para salir de la chimenea. Había gente a su alrededor sentados en una sillas de madera muy oscuras y viejas. Unas ventanas sucias dejaban ver parte de lo que Alanna creía se trataba de Londres.

Las demás personas no parecieron notar su aparición, a excepción por un hombre detrás de una barra, que limpiaba un gran vaso cervecero.

A los pocos segundos de que ella saliera de la chimenea apareció su padre, y les sonrió, procediendo a tomar la mano de su hija, al igual que su madre. Alanna sonrió emocionada, eso se podía considerar una salida familiar.

Avanzaron a través del lugar hasta llegar a una puerta que daba hasta un pequeño patio cerrado. En el lugar no habían más que algunos cubos de basura a rebalsar y muchos hierbajos sin quitar. Alanna miró el lugar algo desilusionada, cuando su padre le habló sobre lo maravillo del callejón Diagon, ella se imaginaba algo mas extravagante. Su padre pareció notar su cara, pues le sonrió divertido. Soltó la mano de su hija y sacó su varita de un bolsillo en su túnica negra. Él avanzó por el patio y se detuvo en la pared de ladrillo a final de este.


— Observa esto Alanna.


Con su varita golpeó algunos ladrillos de la pared, tres arriba y dos horizontales. Cuando toca el ultimo ladrillo este se estremece, retuerce y en medio comienza a aparecer un pequeño agujero, que se hace cada vez más ancho. Unos segundos más tarde se puede contemplar una calle con muchas tiendas -la mayoría parecen antiguas- y adoquines que serpentean hasta quedar fuera de vista.

Alanna suelta la mano de su madre y corre hasta adentrarse en la calle a rebosar de gente. Voltea a ver a sus padres quienes le siguen, las manos de ambos estaban juntas.

Ella pocas veces tuvo la oportunidad de apreciar una muestra de afecto entre ellos. Su padre trabajaba gran parte del día, y su madre siempre estaba internada en el bosque cuidando de las criaturas. El poco tiempo libre que tenían, lo ocupaban en estar con su hija. Alanna decidió caminar un poco más rápido que ellos, para así darles su espacio.

Su primera parada fue la tienda de libros Flourish y Blotts que estaba frente a la tienda de mascotas. Su padre se ofreció a comprar los libros mientras su madre la acompañaba a ver la vitrina llena de animales. Alanna apegó sus manos y parte de su cara a la ventana, para poder observar mejor.

En el bosque, donde ella vivía, existía un sinfín de animales y criaturas mágicas, pero ningún animal domestico se atrevía a entrar. Alanna pensaba que ellos podían sentir la magia que el lugar desprendía, y esta los atemorizaba.

Un gordo gato pardo la observaba desde el otro lado de la ventana. Alanna le sacó la lengua, pero el gato no hizo ninguna acción más que estirarse. Una lechuza blanca con algunas plumas negras llamaba su atención, estaba en una jaula dentro de la tienda, y pareció notar la presencia de Alanna, porque se volteó a verla, pero al segundo giró casi completamente su cabeza; igual que un búho. Alanna miró a la lechuza asombrada.


—¡Mamá! ¡Mir...— no logró terminar de hablar, ya que cuando trata de girar para llamar la atención de su madre su cabeza choca con el pecho de alguien.


Alanna llevó una de sus manos hasta su cabeza y la sobó con suavidad, como si eso fuera a quitar el dolor.


—Lo siento — dijo sin mirar a la persona con la que choco. Sabía que en parte fue culpa de la otra persona por estar detrás de ella, pero su madre le enseño que siempre hay que disculparse en situaciones como esas.


—Fue mi culpa, me despiste viendo esa lechuza.


La voz era de un chico. Alanna levanta la vista para observarlo. Un chico mucho más alto que ella, de cabello castaño y piel clara la observaba sonriendo. Ella le devuelve la sonrisa tímidamente. 


— Estaba viendo la misma lechuza, es muy linda.


— ¿Vas a Hogwarts? — le preguntó él chico, viendo la lista del resto de materiales que Alanna llevaba en la mano, a lo que ella asiente.


—Es mi primer año, estoy muy emocionada.


—Mi primer año fue igual, solo quería que comenzaran las clases. La selección fue mi parte favorita.


—¿A que casa perteneces? Quisiera estar en Gryffindor, como mi padre. O en Hufflepuff, he oído que son muy amables, eso me gusta. 


Él parecía querer responder, pero el padre de Alanna la llamó desde el otro lado de la calle, con muchos libros bajo uno de sus brazos; algunos más delgados los sujetaba su madre, quien estaba a su lado. ¿En que momento se alejo de mi?  pensó Alanna.


—Fue un gusto conocerte, espero que nos veamos en Hogwarts.


Alanna cruzó la calle sin percatarse si el chico hizo algún gesto o algo.



Cuando ella se reunió con sus padres los tres caminaron en dirección a Túnicas de Madame Malkin. Alanna no pudó evitar pensar que ese fue el primer contacto con otro mago que había tenido en su vida, a excepción de su padre, claro esta. Una sonrisa tonta se instaló en su cara sin que ella pudiera evitarlo. Era como una predicción de lo que sería su futuro, o por lo menos eso esperaba.

La tienda de Madame Malkin era un lugar grande, pero algo sobrio. Elegante. Les recibe una bruja algo baja, sonriente y regordeta. Los padres de Alanna la esperaron en unos sofás que estaban en la entrada, mientras que a ella le hacen pasar a la parte trasera de la tienda, donde toman sus medidas. Luego de una hora llevaba consigo tres túnicas sencillas -negras-, un sombrero puntiagudo (ella dudaba que lo llegaraautilizar, por lo menos no por gusto), una capa mas gruesa negra con broches plateados -de invierno- y un par de guantes de piel de dragón. Su madre se pone triste al verlos, seguramente pensando en el pobre dragón.

Nuevamente su padre se ofrece a ir por algunos de los materiales restantes a la droguería, más que nada pensando en su esposa. Ver los usos que le daban a tantas criaturas la podría descomponer.

Mientras él compra los materiales para pociones, ellas van por los restantes: muchas plumas, pergaminos y tinta. Todo lo guardan en un bolso celeste que Alanna piensa usar a modo de mochila, por lo menos en su primer año.

Para hacer tiempo mientras su padre vuelve, Alanna va hasta una tienda abarrotada de jóvenes en la vitrina, viendo una escoba. Ella nunca ha volado una, su padre tiene una en casa, pero no la deja usarla. Cree que ella es muy joven aun para poder controlar una. Por eso una de las clases que con más ansias espera es vuelo. Teniendo una escoba puedes ir al lugar que se te antoje, eres libre igual que un ave. O por lo menos eso es lo que ella piensa.


— La nueva Nimbus 2000 — Escucha a un chico decir.


—Wow...— Susurró Alanna, esperando algún día tener una escoba así.


Su padre llega a los pocos minutos por ella, él guarda el resto de materiales en el bolso celeste para así poder sostener bien los libros.



Su ultima parada es la tienda de varitas de Ollivander.

Cuando entran una campanilla suena en el fondo de la tienda. El lugar no es muy grande, y esta casi vació a excepción por una silla en una esquina de la tienda y unos estantes en la parte trasera, llenos de pequeñas y largas cajas.

Un anciano aparece ante ellos.


— ¿Vienes por tu primera varita? — Alanna asiente.— Bueno, déjeme ver. — de su bolsillo saca una cinta métrica.— ¿Con que brazo coges la varita?


—Con el derecho.

—Bien, extiende tu brazo — mide el brazo de Alanna desde el hombro hasta el pulgar, luego de la muñeca al codo, del hombro al suelo, de la rodilla a la axila y alrededor de su cabeza.


¿Que tiene que ver el tamaño de su cabeza en una varita?


— Cada varita Ollivander tiene un núcleo central de una poderosa sustancia mágica. Utilizamos pelos de unicornio, plumas de cola de fénix y nervios de corazón de dragón. No hay dos varitas Ollivander iguales, como no hay dos unicornios, dragones o aves fénix iguales. Y, por supuesto, nunca obtendrás tan buenos resultados con la varita de otro mago.


El anciano fue hasta la parte trasera y trajo consigo varias cajas que levitaban tras él.


—Prueba esta.


Le pasa una delgada y corta varita. Alanna mira a su padre algo nerviosa, el le hace una seña para que la agite. Y así lo hace, pero nada ocurre. Pasa lo mismo con las tres varitas siguientes. El señor Ollivander va hasta la parte trasera y trae algunas varitas más, estas en diferencia a las anteriores no son cortas ni flexibles, al contrario, son largas y rígidas, resistentes.

Esta vez al agitar la primera varita que le entrega Alanna siente un súbito calor en los dedos, que recorre todo su brazo. De pronto una corriente de chispas azules y rojas estallan en la punta de la varita como si se trataran de fuegos artificiales.

Su padres aplauden detrás de ella, Aurora más que nada siguiendo el ejemplo de su esposo. Ella no entiende la adoración que llegan a tener los magos por las varitas, siendo que sus manos son perfectas para controlar la magia. Aun así sonríe orgullosa, en el fondo esperando que su hija adopte algún día algunas costumbres más apropiadas a su raza.


— Cedro, 27 cm, centro de pelo de unicornio, rígida. Una muy buena varita, especial para encantamientos y transformaciones.


El señor Ollivander guarda la varita en una caja y se la entrega a Alanna, ella no la quiere soltar. Su padre paga 6 galeones y dejan la tienda despidiéndose del señor Ollivander.


— Mi varita es de nervio de corazón de dragón, especial para encantamientos. Debes tener cuidado con ella, aunque parezcan fuertes son muy frágiles — Alanna asiente a lo que dice su padre, tan emocionada que todo el ruido no le parece más que simples murmullos.



Regresar a casa le resulto aburrido, luego de un día tan asombroso no cualquier cosa lograra sorprenderla.



Alanna paso los días restantes leyendo "Animales fantásticos y donde encontrarlos" El único libro que en realidad logro captar completamente su atención. Ella siempre había creído conocer a la mayoría de criaturas mágicas existentes, pero al leerlo entendió que aun hay mucho que no sabe, muchas criaturas y razas nuevas se descubrían cada cierto tiempo, no por nada el libro se actualizaba a los pocos años.

La noche antes de partir a Hogwarts estuvo muy ocupada empacando su baúl, dejar las cosas pesadas para ultimo minuto nunca es una buena alternativa. Claro esta, su madre la ayudo. Doblar la ropa fue lo más aburrido, sus vestidos ocuparon gran parte del espacio, el resto fue ocupado por la nueva ropa que su padre le compro, dijo que esta es más parecida a la ropa que las brujas jóvenes utilizaban. Alanna no se veía utilizando una especie de túnica azul.

Cerca de las dos de la madrugada todas sus cosas estuvieron empacadas, su baúl estaba perfectamente organizado, la ropa que se pondría en la mañana estaba sobre una silla y su habitación ordenada, aunque sabia perfectamente que cuando volviera todo estaría lleno de polvo.

Su madre se fue a dormir y Alanna siguió su ejemplo, aun sabiendo que dentro de una pocas horas tendrá que levantarse.


Pero después de una hora tratando de dormir se dió por vencida, ya dormiría cuando llegara a Hogwarts.

Se levantó y salió por la ventana, si su madre la descubría seguro estará en muchos problemas. Fue a través del jardín hasta adentrarme en el bosque. La luz de la luna no ilumina mucho, pero por suerte ya conocía el lugar de memoria y no se le hacía necesaria. Siguió caminando hasta llegar a otro extremo del lago.

En el camino espera encontrarlo, para poder despedirse, pero no ve la característica luz que expresa su llegada. Se da por vencida después de unos minutos, de todas formas lo podrá ver en navidad.

El agua se veía tan pacifica a esa hora que le fue imposible no mojar sus pies, pero una vez que hizo eso no se percato en que momento acabo nadando. El agua siempre había parecido llamarle, desde que tiene memoria había tenido una conexión especial con el agua y con las criaturas acuáticas, incluso más que con la terrestres.

Se quedo flotando en la superficie hasta que los primeros rayos de luz aparecieron. Se sumergió y nadó por debajo del agua unos cuantos metros, necesitaba llevarse un recuerdo de ese lugar.

Le tomó un rato volver a la orilla cercana a su casa, volvió cuando luz ya salia por las ventanas de la cocina. Dio la vuelta por el jardín y dio un salto para entrar por la ventana, que por suerte no olvido dejar abierta. Su madre debía estar preparando el desayuno.

Se sacó la ropa mojada y la dejó en una esquina, procedió a estrujar su cabello. De nada le sirvió haberlo lavado el día anterior.

A las 8 en punto aparecieron en el Caldero Chorreante. Su padre llevaba su baúl con un conjuro hasta la puerta, mientras que ella y su madre le siguen en silencio. Puede que le hayan descubierto nadando en la madrugada y se hayan enojado un poco.

Un taxi los llevó hasta la estación King's Cross. Si Alanna creyó que el callejón Diagon estaba repleto de personas este lugar era mil veces peor. Todos caminaban apurados, sin mirar a los demás. Por si acaso apretó la mano de su madre.

Avanzaron a paso lento, porque el anden 10 es uno de los más concurridos.


—Es ahí — le señala su padre una barrera de ladrillos que separa el anden 10 del 9.


Aaron le explicó como pasar, pero Alanna no le prestó atención. Nuevamente una lechuza llamaba su atención. Esta era muy parecida a la que vio en la tienda de mascotas, pero era un poco más pequeña y más blanca.

Soltó la mano de su madre y se acercó hasta la jaula. Pobrecita, si yo fuera un ave no me gustaría estar enjaulada, piensa Alanna. Le empieza a hacer caras, esperando alguna reacción. Siempre hace lo mismo con todas las criaturas que ve por primera vez. La mayoría de las veces no obtiene nada. Al igual que esta vez.

Suspiró y miró al dueño de la lechuza, antes no se había fijado de su existencia. Es un chico de su edad, con cabello negro azabache y desordenado, unos lentes redondos algo sucios y ropa que le queda por lo menos dos tallas más grande.

Pero por alguna razón sus brillantes ojos verdes le parecen conocidos.

Un recuerdo de una risa llega a su mente, pero se va tan rápido cómo llegó.


—Es una linda lechuza.


—¿No te parece raro ver una? — le preguntó el chico, a lo que Alanna frunce el ceño.


—¿Por que debería? Es normal tener una lechuza — se encoge de hombros para darle más sentido a su respuesta. Es entonces cuando se fija en el boleto que él chico lleva en su mano. Es perfectamente distinguible "Anden 9 3/4"


—¿Vas a Hogwarts? — señaló su boleto.


—¡Si! ¿Sabes como encontrar el anden? No me atrevo a preguntar, pueden creer que estoy loco.


—Mi papá me estaba explicando, pero no lo escuche. Vamos con él.


El chico asintió y Alanna lo ayudó con su equipaje. Tomó la jaula de la lechuza y él empujó su carrito siguiéndole.

Su padre la miró seriamente, seguramente por haberlo dejado hablando solo, pero en el segundo que la ve acompañada por ese chico su cara cambia completamente. Es una mezcla entre asombro y felicidad, Alanna miró a su madre y ella estaba igual. Llevó una mano a su boca para cubrir que esta esta abierta con asombro, e incluso Alanna pudó ver algunas lágrimas asomándose.


—Por las barbas de Merlín...— susurra su padre.


Alanna volvió a fruncir el ceño, ¿a que se deben esas expresiones?


Aclaró su garganta para llamar la atención. Las caras de sus padre  volvieron a la normalidad.


—Papá, mamá, él es...— momentos como estos son los que le hacen recordar a Alanna que debe ensayar como socializar con las demás personas. Nunca debes olvidar preguntar sus nombres si no quieres un momento incomodo, piensó —. ¿Como te llamas? — pregunta sonrojada.


—Harry, Harry Potter.


— Él es Harry, va a Hogwarts...Espera. — ahora la que lo mira asombrada es ella—. ¿dijiste Potter? — él asiente.— ¡Por las barbas de Merlin, eres Harry Potter! ¡Él niño que vivió! — Alanna mira a sus padres entendiendo el porqué de su asombro.— ¡Es Harry Potter! Él... ¡Él nos salvo!


La gente a su alrededor se detiene a mirarlos, pero Alanna pareció no notarlo. Estaba casi dando saltos de la emoción.

Desde que tiene memoria a oído a su padre contarle la historia del niño que vivió, de cómo salvo el mundo mágico al lograr de alguna forma que Quien-No-Debe-Ser-Nombrado desapareciera. Ella no puede creer que esta frente a él, menos aún que le hablara.

Volvió a mirarlo, pero enseguida notó la incomodidad de Harry.


—Papá, ¿como llegamos al anden?


—Deben correr hasta la barrera entre el anden 9 y 10, es mejor tomar impulso.


Asintió no muy convencida y le da una rápida mirada a Harry, que se ve tan nervioso como ella. Alanna dejó la lechuza de Harry sobre el baúl y fue por su carrito.

Tal como dijo su padre, tomó impulso y corrió con todas sus fuerzas hasta a la barrera entre el anden 10 y 9, cerró los ojos casi por inercia, cuando los abrió estaba frente a una locomotora roja, con una gran placa de bronce con la inscripción "Expreso a Hogwarts".


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