Quiero Amarte

By artistacaotica

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Alex Bruce Schwarzengger: bromista, coqueto, romántico... Y también idiota. A Skylar Bannerman le encanta, sí... More

E P Í G R A F E
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 06
Capítulo 07
Capítulo 08
Capítulo 09
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43. Con ojos de amor
Capítulo 44. Sit down beside me
Capítulo 45. ¿Cuánto te mide la v...?
Capítulo 46. Somos amigos, acuérdate.
Capítulo 48. Nosotros estamos bien
Capítulo 49. Todo lo que tú me pidas.
Capítulo 50. Te quiero complacer.
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
Capítulo 54. Final
Epílogo
SEGUNDO LIBRO
SIEMPRE TÚ
Prólogo. [Continuación]
Capítulo 1. ST
Capítulo 2. ST
Capítulo 3. ST

Capítulo 47. Dame una oportunidad

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By artistacaotica


C A P Í T U LO 47

SKYLAR BANNERMAN

COMPETENCIA ESTATAL DE PORRISTAS 2017

Miro con atención el grande arco publicitario del estadio y me agacho un poco para poder ver con mayor claridad. Tiene colores llamativos, como rojo, blanco y azul. Y también hay muchas pancartas y anuncios pegados por cualquier pared.

Respiro aire con profundidad y mi celular vibra en mi mano, mis labios inmediatamente se estiran en una impredecible sonrisa, sabiendo que se trata de Alex.

«¿Vendrás a verme?»

Me muerdo el labio inferior, leyendo su respuesta a mi mensaje.

Alex <3
«Aunque fuera el fin de mundo, yo siempre iría a verte».

Una bola de nervios se acentúa en mi vientre y suelto un suspiro. No sé qué me tiene más nerviosa, el que podamos perder o el que Alex estará mirándome bailar.

Creo que la segunda.

«Te estaré esperando <3».

Le envío el mensaje, mordiéndome el labio inferior y es cuando escucho a mi padre carraspear.

Ah, sí, estoy con mi padre en el auto. Lo había olvidado.

Guardo mi celular y borro mi sonrisa, volteándolo a ver.

La Competencia empieza a las seis de la tarde, sin embargo, nosotras tenemos que estar dos horas antes para poder ensayar y coordinarnos bien en el lugar. Así que por esa razón mi padre se ha encargado de venirme a dejar.

—Alex llegará a las seis exactas, ¿verdad?
—inquiere, bajando la nivelación del aire acondicionado. Ni siquiera sé porqué lo trae encendido, si el día está nublado.

Asiento con la cabeza, colgándome la correa de mi maleta al hombro. —Sí... a esa hora empezarán a llegar la mayoría de la gente.

Aplana sus labios, algo tenso.
—¿Pueden venir Charlotte y Stacy a verte?

Sería la primera vez que vendrían más personas a verme a una competencia, antes solo era papá o a veces mi tía, pero ahora...

Bueno, prefiero no pensarlo mucho.

—Sí, no hay problema —acepto, y parece que se relaja con mi contestación.

—Qué bueno, estaremos aquí a las seis entonces —le doy una sonrisa y me acerco a él para darle un beso de despedida —. Oye, Skylar.

Abro la puerta para salir del auto y me detengo para mirarlo. —Dime.

—¿Siempre si vas a querer estudiar enfermería? —cuestiona.

Ni siquiera lo pienso mucho, ya sé la respuesta. —Sí, pa, estoy segura. ¿Por qué?

Se encoge de hombros. —Solo quería saberlo.

Echo una leve risita y le muevo la mano diciéndole adiós. Bajo del auto y me encargo de cerrar la puerta y observar a un montón de chicas bajarse de sus respectivos autobuses, en total hay cuatro autobuses que apenas han llegado, y todas las chicas se bajan con su maleta, vestidas con tops y con shorts deportivos para ensayar.


Camino bajo el arco y me adentro por el pasillo del estadio. Es un estadio muy grande, y hay demasiada gente que desconozco dentro, desde entrenadoras y entrenadores hasta directores de preparatorias.

Camino por el pasillo que da directo a los vestidores y en el transcurso me encuentro con muchas chicas que se atreven a mirarme de arriba a abajo, las ignoro hasta que llego a la puerta de metal color negra con una hoja pegada que dice Panteras.

Empujo la puerta sin mucho preámbulo y el olor a perfumes dulces mezclados inunda mi nariz.

—¡Skylar! —la entrenadora me sonríe en cuanto me ve entrar. Ella anota algo rápidamente en su libreta y la deja sobre una mesita vacía —. Qué bueno que llegas, solo faltabas tú.

Le brindo una sonrisa y saludo a todas, quienes me devuelven el saludo y que no tardan en abordarme para hacerme preguntas acerca de la coreografía.

Hemos estado ensayado los siete días de la semana durante tres horas antes del receso, las dos horas eran para practicar la coreografía, y la hora restante para las volteretas y los saltos de fuerza. Mucha presión, moretones por doquier y cansancio, sin embargo, es algo de lo que ya estamos acostumbradas, no es la primera vez que nos presentamos a una competencia.

Mientras respondo a las preguntas que me lanzan dejo mi maleta en la barra metálica y me amarro el cabello en una coleta alta. Karen a mi lado se revisa con una mueca su oreja en el espejo, ya la tiene reconstruida y tiene un mejor aspecto, pero aún tiene los puntos.

—¿Crees que este año logremos ganar? —pregunta, dejando de mirarse su oreja para mirarme a mí.

—No lo sé, esperemos que sí, el año pasado no estuvimos mal y quedamos en tercer lugar —me encojo de hombros y me acerco a pasarle un brazo por los hombros, mirando con interés la pantalla de su celular donde mensajea con Daniel.

—Tienes razón... —levanto mis cejas cuando recibe una foto de Daniel y me quito con rapidez, no queriendo ver otra cosa —. Ah, se me está por acabar la batería.

—¿En serio? Yo sí tengo bat... —pero dejo la palabra en el aire al darme cuenta que a mí también me queda el veinte por ciento —. Solo me queda el veinte.

—Muy bien, chicas, ya estoy viendo que muchas están de distraídas con el celular, así que... —la entrenadora saca la famosa canasta rosada, donde siempre nos pide que guardemos nuestros celulares —. Apaguen sus teléfonos y póngalos aquí, al final de la competencia se los entregaré.

Suelto un resoplido, y presiono el botón de apagar, no obstante, mientras espero que aparezca la opción, un nuevo mensaje de Alex me llega, pero cuando quiero leerlo ya es muy tarde porque la pantalla se oscurece.

Maldigo por lo bajo, y la entrenadora se me acerca para que le entregue mi celular. No me queda más remedio que ponerlo en la canasta junto a los demás.

—Sé que han estado en un ensayo muy pesado durante toda la semana, sé que todas se han estado esforzando, pero quiero decir antes de que ustedes salgan a dar su presentación que no importa si pierden, lo importante es que trabajamos juntas y nuestro desempeño —la entrenadora guarda en un casillero la canasta y le pone un candado, después saca una bolsa grande de plástico y todas nos miramos extrañadas, sin saber qué es —. Yo sé que lo harán bien, y sé que hay muchas posibilidades de ganar, así que les tengo una sorpresa: nuevos uniformes.


Todas se emocionan al escucharla y murmuran entre ellas cuando la entrenadora saca el primer uniforme, lo extiende para que lo veamos y sonrío.

Es un mejor uniforme que el que teníamos. Es mucho más moderno y bonito.

Consiste en una blusa con mangas largas, pero la tela de las mangas es transparente y color negro, tiene brillos por toda la tela transparente, y los hombros descubiertos, el centro de la blusa es blanco y tiene el nombre de nuestro equipo, junto con el logotipo de la pantera. El elástico final de la blusa está adornado con piedras brillantes que forman X entrelazadas. Y la falda es de tablones, con piedritas adornando la cinturilla y con una línea blanca al final de cada tablón.

Lo que hace más moderno el uniforme es la forma de la blusa blusa, que la hace ver atractiva pero sin mostrar de más.

—¿Cómo les quedó el ojo, eh? —bromea y todas responden que les encantan—. Les repartiré los uniformes y al terminar salimos a ensayar.

La entrenadora comienza a repartir primero las blusas, cada una tiene una etiqueta con el nombre y la talla a quién pertenece, y luego reparte las faldas. Toco la textura de las piedritas en las mangas con cuidado de no arrancar ninguna y me la pruebo por encima, mirando mi reflejo en el espejo.

Carrie llega a mi lado para hacer lo mismo, así que yo me quito y guardo el uniforme para salir a ensayar. En el entrenamiento ella se había estado comportando tan tranquila y obediente, que incluso daba miedo.

—¿Vendrá Alex a verte? —me pregunta Carrie, levando una de sus cejas.

—Sí.

—Mhm... eso espero, porque a mí siempre me venía a ver.

Estaba claro que lo de tranquila podía durarle solo un poco.

Le forzo una sonrisa.
—Qué bueno.

—Aunque eso te amargaba, ¿no? —se ríe, haciendo una mueca de superioridad —. Digo, es muy feo que te gustara alguien y que lo tuvieras que ver siempre besándose con su novia.

Me encojo de hombros, sin caer en su provocación. —Supongo que ahora es lo que sientes tú cuando nos miras juntos.

Le doy una sonrisita y aunque quiero sacarle el dedo del medio, solo me salgo del vestidor.

• • •

Le tomo la muñeca a Karen para revisar la hora en su reloj y trago saliva. Faltan solo diez minutos para nuestra presentación, ya serán las ocho de la noche, y Alex no está por ninguna parte.

Busco de nuevo con la mirada entre las filas de los asientos, pero no lo encuentro, solo encuentro a mi padre, Stacy, Charlotte, Daniel, e incluso a muchos compañeros de la preparatoria, pero no a él.

Un pitido insoportable comienza a chillar en mis oídos.

—No ha llegado —le susurro a Karen, nerviosa.

Karen tuerce la boca y me acomoda el moño blanco en mi cabello. —No te pongas nerviosa, si vendrá.

Suspiro, tomando los pompones y negando con la cabeza, aún escuchando mis oídos pitando. —Pero debería estar aquí, él me dijo que sí vendría.

Karen aplana sus labios pintados de rosa. Tiene el cabello en dos coletas, y los pómulos de sus mejillas están llenas de purpurina, así como las mías.

—Alex no sería capaz de dejarte sola nunca, Skylar —murmura y yo hago girar mi cuello, sintiendo la pesadez de la presión y el desánimo en mis hombros —. Aparte él te aseguró que vendría, ¿no te mandó algún otro mensaje?

—No sé, entregándole el celular a la entrenadora ya no vi nada.

Me obligo a aspirar aire con profundidad, tratando de calmarme, pero en mi garganta ya se comienza a formar un horrible y torturador nudo que hasta me dificulta el poder hablar.

—¡Chicas! —la voz de la entrenadora resuena en el túnel donde todas esperamos—. Todas reúnase por favor.

Todas las chicas se acercan a ella, formando un círculo, y yo soy la última en unirse.

—Ya es su turno de presentarse, todo saldrá bien, en los ensayos la coreografía y la coordinación estuvo excelente, sé que saldrá mucho mejor una vez estando fuera, no se pongan nerviosas por ver a tanta gente mirarlas, recuerden concentrarse, recuerden que estando allá solamente ustedes tienen el control —asentimos con la cabeza y formamos una fila para esperar salir —. Skylar —volteo a mirar a la entrenadora. —Estás inquieta, por favor, céntrate.

Muerdo con fuerza el interior de mi mejilla, y aprieto los pompones en mis manos.

—¡Ahora damos la bienvenida al equipo Panteras, de la preparatoria Nacional! —la voz del presentador suena por los parlantes y siento mi estomago revolverse —. ¡Equipo formado por la entrenadora Mccartney! ¡Y por supuesto que las recordamos, pues el año pasado estuvieron en tercer lugar!

Salimos por el túnel oscuro del estadio, y comienzo a escuchar los alardeos de la gente. Trotamos todas con coordinación al centro del estadio y con la mirada vuelvo a buscar a Alex, sin embargo, por más que lo hago no lo encuentro. No está por ninguna parte.

No vino.

Carrie a mi lado sonríe y me da una mirada de reojo. Sé lo que significa su sonrisa: burla. Porque también se ha dado cuenta que no está.

Pero él me dijo que vendría.

«Aunque fuera el fin de mundo, yo siempre iría a verte».

Me mintió.

«—¿Vendrás a verme a la competencia?

—No podría faltar.»

El pecho se me comprime.

—Ar... ¡Skylar! —Karen grita en un susurro, trayéndome de vuelta a la realidad  —. No lo estés pensando, bórralo de tu mente, mira cómo estás.

Cierro mis ojos, soltando un suspiro con pesar y asiento con la cabeza, relajando mis hombros, y centrándome en mi posición.

Observo el césped y las líneas blancas y trago saliva, esperando entre el ruido del bullicio nuestra canción.

—¿Estás bien? —me inquiere Karen, a medio metro lejos de mí.

—Lo estoy —aseguro, pero estoy mintiendo.

Me sonríe. —Lo haremos bien.

Me esmero en sonreír naturalmente a la gente de las gradas que nos observan.

Separo mis piernas al mismo tiempo que lo hacen todas las demás y elevo mi barbilla, escuchando el inicio de la canción.

It's Britney, Bitch.

Muevo la cadera hacia un lado, me coloco una mano en la cintura y elevo mi brazo izquierdo, meneando el pompón en mi mano.

Las demás hacen sus poses iniciales y después movemos nuestras caderas al ritmo de la canción.

I see you.

Sonrío, posándome una mano en la cintura y la otra en la frente, con mis dedos índice y del medio haciendo una seña sexy que hacen los militares. Guiño mi ojo y muerdo mi labio inferior, comenzando a bailar.

Todas movemos la cadera y los hombros de manera sensual con las manos en la cintura, damos un salto en nuestro mismo lugar y levantamos nuestros pompones.

La fila de atrás se prepara para realizar una voltereta, y yo mientras bailo a lado de Carrie, entrelazamos nuestros brazos sin dejar de mover nuestras piernas al mismo ritmo y después nos separamos de golpe.

Me coloco frente a ella y ambas damos unos pasos retrocediendo, agarrando vuelto para dar unas volteretas hacia atrás. Giramos dos veces y cada una cae en su lugar, me doy una media vuelta y me dejo caer al césped abriéndome de piernas.

Siento cosquillas cuando las hebras me rozan los muslos, pero ignoro la sensación y estando abajo elevo mi brazos hacia arriba y echo mi cabeza hacia atrás, alcanzo a ver a Karen salir disparada al cielo en una voltereta y caer con firmeza.

Me levanto de un salto sin ninguna dificultad y volvemos a unirnos en una fila diagonal, la primera de la fila es Carrie, ella levanta los pompones y cuando termina la segunda de la fila los levanta también, hacemos un camino de pompones moviéndose por el aire y después quedo en el centro de todas, con Carrie y Karen en mi misma posición. Elevo un pie al aire e inmediatamente se encargan de tomarlo y ayudarme a elevarme al aire.

Hago mis piernas resistir y controlo mis movimientos, levanto mi pierna derecha y toco la punta de mi zapato con mi mano. Karen tiene una pierna flexionada hacia atrás y un brazo elevado, y Carrie tiene ambos brazos al aire y una pierna elevada hasta la altura de su rodilla. Duramos unos cuantos segundos sin movernos, y luego nos dejamos caer hacia atrás. Cierro mis ojos y siento todas las manos de las chicas atrapándome.

Rápidamente todas volvemos a la posición con la que empezamos y damos unos cuantos saltos, moviendo nuestros pies de delante para atrás.

Gimme, gimme (more)
Gimme (more)
Gimme, gimme (more)

Flexiono mis rodillas y muevo mi cadera, paseo mis manos por los costados de mi cintura y las dejo colocadas en los costados.

Formamos todas una forma de círculo y levantamos nuestros pompones con coordinación, dando la alusión de que formamos un ocho de infinito.

I just can't control myself
Oh... (more)
They want more?

Arrojamos nuestros pompones hacia atrás, deshaciéndonos de ellos, y nos unimos en una fila, ocho chicas se ponen delante de nosotras y cada una va mostrando la tabla con una letra, formando el nombre de Panteras.

Ellas dejan las tablas en el piso, y las chicas que estábamos atrás nos ponemos nuevamente en frente, todas se forman para realizar una pirámide, y yo me subo encima de ellas, quedando en la cima.

El estómago se me revuelve aún más estando a casi tres metros de altura, pero aprieto mis dientes con fuerza y sonrío lo más que puedo,
haciendo fuerza en mis piernas para no caer.

Uno, dos, tres, cuatro, cinco.

Me dejo caer, y no tardan en atraparme.

La gente de las gradas se pone de pie para aplaudir y gritar y nosotras levantamos las manos para agradecer.

Me permito mirar hacia las gradas, buscando al chico de pelo negro y ojos azules que me tiene loca, pero confirmo que realmente no ha venido a verme.

Incluso está Dante, pero Alex no. Y me aseguró que sí vendría. ¿Por qué a mí no ha podido venir a verme? Cuando estaba con Carrie, siempre lo veía asistir, pero ya me di cuenta que conmigo es diferente.

Camino por detrás de todas las chicas por el oscuro túnel y el sentimiento de querer llorar se instala en mí. Mi pecho se siente como si me lo estuvieran presionando con fuerza, dificultándome las ganas de respirar.

Nos adentramos al vestidor que nos asignaron y me sirvo en un cono de papel un poco de agua. Todas empiezan a cuchichearse entre ellas mismas, mientras que yo me sumergo en mis pensamientos.

Me bebo de golpe toda el agua del cono desechable y por un momento deseo que sea algo más que agua. Arrugo el papel húmedo y lo encesto en el bote de basura.

Miro mi reflejo en el espejo y aprieto mis manos. Me esmeré tanto en peinarme bien, me tomó más de quince minutos hacerme el peinado, y media hora en maquillarme, y todo para nada... porque Alex no se tomó la molestia de poder venir.



Reajusto el moño en mi cabello y retoco mi labial, la entrenadora entra al vestidor con una grande sonrisa en su cara.

—¡Estuvieron espectaculares! —celebró —. ¡Ya quisiera volver a tener su edad para verme así como ustedes bailando!

Todas ríen, mientras que tratan de recuperar algunas el aliento.

—Solo falta la presentación de dos equipos más, y después darán el resultado, salgamos a las gradas a observar para estar presentes cuando anuncien al equipo ganador —todas asentimos de forma automática y salimos del vestidor.

Nos subimos a los primeros asientos disponibles y miramos al equipo llamado Halcones presentarse para bailar.

Me siento en el asiento y me cruzo de piernas, sintiéndome decepcionada y aún con ganas de vomitar.

Quisiera que Alex esté aquí. Sé que si habría venido estaría sentado ahora mismo a mi lado. Sé que me habría dicho que lo he hecho bien. Sé que me habría dado un beso.

Aún con la esperanzas clavo mis ojos en los pasillos de entradas del estadio, esperando verlo llegar, esperando que me dijera que tuvo un percance, pero que ya está aquí, sin embargo, lo que veo son entrar y salir personas desconocidas.

Navego mi mirada al cielo oscuro y nublado y siento un apretón en mi muslo, Karen se acerca a abrazarme. Su brazo rodea mi hombro y hace que mi cabeza se apoye contra la suya. Y de repente las ganas de llorar se hacen más fuertes.

—Tal vez algo se le atravesó y no pudo venir, Sky —dice cerca de mi oído.

Niego. —¿Algo más importante que yo?

—No es indispensable.

Pero lo es. Para mí sí lo es.

—A ti si te vino a ver Daniel —comento —. Si no hubiera venido, te hubieras sentido igual que yo.

Karen me trata por animar y me hace mirarla a la cara. —Pero, ¡hey! Dante vino, y estoy segura que vino por ti.

Meneo la cabeza, y como si fuera obra del destino, visualizo a Dante al otro extremo de las gradas. Está con Christian y con Daniel y más chicos de la preparatoria. Él me mira y me brinda una sonrisa, elevándome su mano para saludarme.

Le sonrío cuando se le derrama poquito líquido del vaso de plástico que sostiene y él se ríe.

—Habrá una reunión cuando acabemos aquí, ¿vamos? Te servirá para despejarte.

Karen espera paciente mi respuesta.

—Mañana es día de escuela, Karen.

—Lo sé, pero iremos solo un ratito, y nos regresamos temprano, ¿sí?

Mis ganas no son muchas, son escasas, no obstante, ¿por qué tengo que irme a encerrar a casa y pensar en el porqué Alex no ha venido a verme?

—Está bien.

Karen chilla y me vuelve a dar otro abrazo. Cuando el último equipo termina su coreografía el presentador nos llama a todos los equipos para dar a conocer el resultado.

Observo el grande anuncio con colores llamativos que dice Competencia de porristas 2017 y todas esperamos pacientes los resultados. Ni siquiera me importa si vamos a ganar o perder, ni siquiera estoy impaciente o nerviosa, solo estoy triste por no tener a Alex aquí.

Karen me da la mano para entrelazarlas, y yo le doy un ligero apretón. Carrie es a quien tengo a lado, así que las dos preferimos pasarnos de largo.

Los jueces en la larga mesa se pasan los resultados que han elegido, y el presentador camina por ellos. Los jueces se ponen de pie, los cuento mentalmente: son diez, y cada uno tiene varias medallas en sus manos listas para entregar.

—En quinto lugar, está el equipo Espadas Plateadas, en cuarto lugar, Las estrellas... en tercer lugar en la división femenina, Los Halcones —escucho algunos gritos pero hago caso omiso, y me detengo a prestar atención al césped verdoso —. En segundo lugar...


—Seguimos quedando entre Las Cobras como el año pasado —Karen se queja.

Las Cobras fueron el equipo ganador del año pasado. Y este año también han tenido una buena presentación, a los jueces los dejó encantados.

—En segundo lugar están Las Cobras —levanto la cabeza de golpe y todas nos ponemos de pie. El campo está despejado, ya solo quedan las chicas de Las Cobras y nosotras.

—Y el equipo ganador, con la rutina a cargo de Mccartney que duró aproximadamente dos minutos con treinta segundos, ¡SON LAS PANTERAS!

Ni siquiera me emociono. Ni siquiera me entra felicidad por ganar. Solo me siento afligida y con la pesadumbre sobre mí.

Yo quería celebrar la victoria, pero la persona con quien deseaba hacerlo ni siquiera está.

Y cómo si el clima supiera mi estado de ánimo y decide hacerme compañía, una gota cae en mi cara, haciéndola parecer una lágrima.

Karen chilla, abrazándome, y segundos después ya no sé ni quién me abraza porque todas las chicas se apretujan entre otras.

—Los jueces han tomado esta decisión porque han descrito al equipo no como un recital de porristas,  sino más como una rutina de baile experta repleta de giros, elevaciones y caídas. ¡Lo que ha sido suficiente para ganar el trofeo de oro!

Todas celebran la victoria, y la gente de las gradas aplauden y silban como si estuvieran mirando un partido de fútbol.

Uno de los jueces se acerca para entregarnos el trofeo. Lo recibo fingiendo felicidad y lo elevo al aire con la ayuda de Carrie, porque es pesado. Observo algunos detalles, tiene la escultura de dos porristas haciendo acrobacias. Y tiene una placa con el primer lugar.

Los jueces se acercan a nosotras para felicitarnos y nos entregan una medalla dorada con el lazo verde. Me la coloco en el cuello y sonrío, aunque la sonrisa no me llega a los ojos.

Las gotas de lluvia comienzan a azotar contra el césped, mojándolo, y cada vez la lluvia se pone más intensa.

Una lágrima se me escapa, y no trato por limpiarla, porque nadie se dará cuenta.

Mi padre se acerca a mí junto a Stacy y me da un abrazo, un abrazo que me hacer querer sollozar, pero que retengo dentro de mí. Stacy también me abraza por las piernas y me dice que me veo bonita vestida de porrista.

—Felicidades, hija —me felicita, aún abrazándome —. Tengo que decirte que...

—¡Skylar! —me llama Suhail, formada con todas las chicas frente al fotógrafo—. ¡Ven para la foto!

Me separo de mi padre. —Iré a tomarme la foto, será rápido, papá.

Corro hacia las chicas y me ubico a lado del trofeo, el fotógrafo nos pide sonreír, y hago mi mayor esfuerzo en lucir feliz por haber ganado.

Ni siquiera me importa salir empapada por el agua.

La entrenadora nos felicita, y los jueces también lo hacen. El campo comienza a despejarse cuando todos corren a una zona cubierta para no mojarse con la lluvia.

Todas las chicas corren para encontrarse con sus papás, con sus novios, con sus amigos, y yo me quedo en el campo, dándome igual si me mojo un poco más.

Muerdo mi labio inferior cuando observo a Daniel abrazar a Karen, y me trago mis celos mezclados con dolor. Él le da vueltas en el aire y ella se ríe pidiéndole que pare porque van a resbalar.

—Felicidades por ganar, Sky.

Desvío la vista de Karen y Daniel, y me giro hacia la voz detrás de mí, Dante me sonríe.
—Gracias.

—Estuviste muy bien.

Bajo la mirada sin saber qué responder, y Daniel junto con Karen se nos acercan.

—¡¿Qué esperan para irnos!? —exclama Daniel, con su cabello goteándole en la frente. Karen a su lado también tiene las coletas escurriéndole —. ¡Vámonos ya! ¡Hay que celebrar! ¡Christian nos está esperando en el estacionamiento!

Abro mi boca, sin saber realmente si quiero ir a festejar.

—Tengo que ir a avisarle a papá...

—¡Tu papá ya va saliendo del estadio! —lo señala Karen —. Le dices cuando lo encontremos fuera, ¡vámonos para ya no mojarnos!

Ella me toma de la mano y me arrastra entre la multitud de toda la gente que quiere salir. Salimos del estadio y caminamos apresuradamente al estacionamiento, Christian está en la camioneta de Daniel, esperándonos.

Camino hacia mi padre y le grito antes de que se aleje más.

—Iré a una fiesta, ¿puedes ir por mí si te hablo?

Mi padre frunce el ceño, pero asiente.

—Si Skylar, pero A...

—¡Skylar te esperamos!

—Nos vemos más tarde papá, ¡adiós!

Me despido de él y corro hacia la camioneta para subirme en ella.

• • •

La fiesta es una zona alejada, no hay muchas casas a los alrededores, así que por esa razón todas las personas se están dando un festín.

Me bajo de la camioneta de Daniel, y espero a que los demás desciendan también. La lluvia ya se ha calmado, ya solo está lloviznando.

Christian y Daniel bajan unas cajas de cerveza de la cajuela y yo me quedo de pie. Al parecer todas las porristas de nuestra preparatoria se han venido también a la fiesta, igual con el uniforme.

—Vente, Skylar —Karen me toma de la mano y me encamina junto a ella dentro de la casa. Los chicos vienen detrás de nosotras —. ¿Has recogido tu celular?

Me detengo de golpe.

Mierda.

Alguien choca contra mí y me logra empujar, y luego siento un brazo sostenerme para que no vaya de lleno contra la pared.

Volteo para saber quién ha chocado conmigo y Dante me suelta.

—Perdón, no vi que te paraste.

—Está bien, no pasa nada.

La pelirroja frunce las cejas y me ayuda a caminar dentro de la casa. —¿Lo olvidaste?

—Sí, se me olvidó todo —tallo mi frente frustrada.

—Igual la entrenadora siempre se los lleva a casa, mañana te lo entrega —llegamos a la cocina y la música solo ocasiona que me aturda más.

—¿Y ese milagro que te vuelves a unir a las fiestas? —le pregunta Christian a Dante, abriendo unas cuantas cervezas.

—Pues ya ves, aquí me tienen —Dante extiende sus brazos, riéndose.

Todos comienzan a prepararse bebidas o a abrir las botellas de cerveza, y yo me recargo en la pared, cruzándome de brazos. Quizás ha sido mala idea venir.

Dante se me acerca con decisión, como si notara mi soledad y se detiene frente a mí. Elevo mis ojos para verlo a la cara. Él tiene el cabello húmedo, y una playera de mangas largas color gris.

—¿Y Alex? —su pregunta es cómo presionar una llaga en mi piel.

—No lo sé —aprieto mis labios.

Dante asiente lentamente, entendiéndolo y me pincha el brazo, como intentándome subir el ánimo.

—¿Vas a beber algo?

Echó una rápido vistazo a Karen, quien tiene una cerveza en su mano, igual que Daniel, igual que Christian y que el mismísimo Dante.

—No me gusta tanto la cerveza.

—Entonces sigues sin beber —deduce, acercándose más a mí para que yo lo pueda escuchar a pesar de la música.

Niego, con un atisbo de sonrisa. —No, sí bebo, pero pura botella.

Dante levanta las cejas con sorpresa y se ríe, inclinando su cabeza a mi oído.
—Te vas por lo más pesado.

Sonrío y él se aleja de mí, toma un vaso rojo del empaque y le pone unos cuantos hielos, abre la cerveza con la ayuda de sus dientes y yo me sorprendo por la manera en la que lo ha hecho. He visto que quitan la tapa con el encendedor, con la ayuda de otra cerveza, con las llaves, pero con los dientes no.

Me acerco a él y veo que vierte la cerveza en el vaso sin hacer que se haga espumosa, luego toma un bote con etiqueta azul y con líquido rojo.


—Prueba esto —me tiende el vaso, y yo me esfuerzo por mirar el líquido: se ve como rojizo con los hielos flotando.

Lo olisqueo. —¿Qué es?

Me guiña un ojo.
—Una michelada.

—¿Y qué es eso?

—Cerveza mezclada con Clamato.

—¿Y qué es el Clamato?

Dante se ríe.
—Tiene jugo de tomate mezclado con otras cosas, la verdad no sé todas, pero pruébalo, la cerveza no tendrá tanto sabor.

Le doy un sorbo y abro mis ojos cuando disgusto el sabor. Es un sabor rico y refrescante.

—Sabe rico.

—Es que te lo preparé con amor.

Meneo la cabeza y le doy otro trago largo, acostumbrándome fácilmente al sabor.

—¿Vamos afuera? —propone —. Aquí no podemos hablar.

Lo pienso por un instante, pero no sería nada malo si solo salgo a platicar. Así que le asiento, estando de acuerdo, y salimos por la puerta de la cocina. En el patio trasero de la casa hay una terraza con piso de madera, hay muy poca gente, la mayoría están dentro de la casa o en la parte delantera. Camino a lado de Dante y me siento en un banquito de madera que está anclado al suelo.

—¿Por qué ya no habías venido a alguna fiesta? —le pregunto, mirándolo de pie frente a mí —. Porque siempre te invitan.

Dante le da un trago a su cerveza y se apoya en la mesa alta en la que estamos.
—Es que he estado muy ocupado con el trabajo, y salgo cansado, entonces no me quedan muchas ganas de salir a emborracharme.

Abro los ojos como si me hubiera dicho que mata gente.
—¿Trabajas?

—Sí.

—¿Y por qué nunca me lo habías dicho?

—Porque nunca me preguntabas —se encoge de hombros y de repente me siento mal porque siempre terminamos hablando de mí.

Le doy otro trago al vaso, ya dejándolo por la mitad. —¿Y en qué trabajas?

Sonríe, ya se estaba esperando esa pregunta.
—Siento que si te digo te va a interesar.

—¿Ah, sí? —muerdo mi labio inferior —. ¿Trabajas de contrabando o algo?

Suelta una risita con diversión y menea la cabeza.
—Estoy trabajando en un laboratorio de muestras.

Jadeo, sorprendida. —¿En serio? ¿Y cómo le hiciste para trabajar ahí?

—Bueno, mi mamá tiene una amiga que le contó que necesitaba la ayuda de alguien en el laboratorio, mi mamá le dijo que tenía un hijo y pues ya sabrás lo demás.

Sonrío. —¿Y tú es lo qué haces tú?

—Al principio solo registraba a los pacientes, después me enseñaron a sacar sangre, y ahora las únicas muestras que saco son para pruebas de embarazo.

—No puedo creerlo... ¿y van muchas mujeres a sacarse pruebas?

Lo piensa por un momento. —Sí... alrededor de unas quince o veinte a la semana, de todas las edades, van así como tú, a veces mujeres más grandes. ¿Sabes? Las que tienen más o menos tu edad ni siquiera se llevan el papel donde dice el resultado, solo me piden que les diga si salió negativa o positiva y que me deshaga de él.

Me terminó de beber la cerveza. —Debes encontrarte a mujeres muy bonitas.

—Pues... de vez en cuando.

Le doy un empujón por el hombro.
—¿Y ninguna te ha gustado?

—No.

—Mmm.

—¿Te traigo otro? —señala mi vaso vacío, a lo que le digo que sí y él va dentro, dejándome por un momento sola.

Mientras espero, me retiro el moño de mi cabello, dejándolo sobre la desgastada madera de la mesa. Mi cabello ya no gotea, señal de que se está secando, igual que mi uniforme. El cielo ahora está despejado y solo queda una brisa de aire fresco.

Cuando miro al cielo, unos ojos azules invaden mis pensamientos.

¿Por qué me has dejado sola? ¿Por qué no has hecho nada para saber de mí?

Ten —el mismo vaso rojo que antes tenía vuelve a aparecer frente mi rostro. Lo tomo y cuido de no derramarlo.

—No sabía que puedes abrir las cervezas con los dientes —le comento.

Dante desvía la vista, ocultando que quiere sonreír. —Sé hacer muchas cosas con la boca.

Bajo la mirada y oculto lo sorprendida que me dejan sus palabras, a lo que él se echa a reír.

—¿Te impresioné? —pregunta.

Me relamo los labios.
—Sí, lo has hecho.

—Qué bueno.

Dante ya no agrega algo más, solo guarda silencio, y se queda mirándome fijamente a la cara. Sus pupilas se dilatan, y me mira, me mira de una manera peculiar y bonita. Me mira con amor y aprecio. Es una mirada bonita, pero no me mira como lo hace Alex.

—¿Y Alex por qué no ha estado aquí contigo?

—No lo sé —respondo, rascando la madera con mi uña.

—¿No lo has llamado?

El esmalte de mi uña se comienza a levantar, así que dejo de rascar la madera.
—No.

Resopla. —Qué mal, él es quien debe estar aquí contigo, no yo —bajo la mirada —. ¿Por qué lo quieres tanto? No te merece, Skylar.

—No lo conoces realmente, Dante.

—Pues deja mucho que hablar con sus acciones.

Mi mente traicionera me dice que él tiene razón en todo lo que dice, pero mi corazón se aferra a mi amor.

Niego con la cabeza.

—Si hubieras salido conmigo en lugar de con él, no estarías pasándola mal —sus dedos me rozan la mejilla y cierro mis ojos —. ¿Crees que nadie se da cuenta de que estás triste? Se te nota hasta en la manera de tu caminar.

—No se trata de eso, Dante —consigo decir, sintiendo aún su toque en mi cara —. Yo sí te quiero, pero como un amigo.

Ladea la cabeza, acercándose más a mí. —¿Y eso no se puede cambiar? —indaga, con la voz más baja —. Skylar... dame una oportunidad, me gustas de verdad.

Retiro su mano de mi cachete. —Estoy con Alex, Dante.

Dante parece dolido con mi respuesta y aprieta la mandíbula.
—Entonces, perdóname por lo que voy a hacer.

Arrugo la cara con confusión, y de repente su mano rodea mi nuca, y se echa sobre mí, buscándome besar.

Sin embargo, logro actuar más rápido y me echo hacia atrás, el vaso con cerveza se derrama sobre la mesa y me consigo poner de pie sin caerme.

Miro con decepción a Dante, pero él mira tras de mí.

Y cuando yo volteo, encuentro a Alex.

Apretando la mandíbula, con un ramo de flores y un sobre en una de sus manos.

• • •

Draaaamaaaaaa

Capítulo en revisión 👀
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Tiktok: @artistacaotica

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