Eres mucho más fuerte de lo que crees y de lo que imaginas.—Superman
Tenía ojos de gato. Verdes, brillantes, atentos y maliciosos. Su actitud era desinteresada, carente de cualquier emoción más allá del aburrimiento. Como si no acabara de derribar a un sujeto de más de cien kilos armado con una sucia navaja oxidada.
Como si no acabara de salvarme la vida.
Solo me dirigió una mirada. No intercambió palabra alguna. Estaba demasiado conmocionada como para articular palabra y tratar de agradecerle, pero, en una parte de mí estaba convencida de que él no deseaba escucharlo.
Había algo que chocaba en su extraña persona —si ese término podía aplicarse, ya que no estaba segura de que fuera exclusivamente humano— pero no sabía identificar la causa de aquella impresión.
También poseía colmillos, cuatro, más alargados y afilados que el resto de su dentadura aparentemente normal. Su sonrisa logró erizarme hasta el último vello del cuerpo.
Ruby Tiger.
El hipotético héroe con un pomposo nombre invención de los medios de comunicación desapareció tan de improviso como se había materializado.
Y esa fue la primera, y desgraciadamente, no última vez, que me topé con el ser más famoso de la ciudad.
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