Te Necesito

By MyPerfectGuys

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Entrenador y jugadora. Profesor y alumna. Amigo y amiga. Para algunos eran una cosa, para otros otra... pe... More

Sinopsis
01.
02.
03.
04.
05.
06.
07.
08.
09.
10.
11.
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13.
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15.
16.
17.
18.
19.
20.
21.
22.
23.
24.
25.
26.
27. «1ª parte»
27. «2ª parte»
28.
29.
30.
31. «1ª parte»
31. «2ª parte»
33.
34.
Epílogo
Nueva temporada
~~~

32.

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By MyPerfectGuys

Narra Niall.

Venga, tú puedes Niall.

Apoyé un pie sobre un barrote y me impulsé hacia arriba, agarrándome a otros más gruesos. Repetí lo mismo unas cuantas veces más y así conseguí alcanzar mi objetivo. Llegar hasta la habitación de Alba sano y salvo.

Me senté sobre el marco de su ventana y observé divertido como ella recogía algunas cosas de su cuarto y hablaba por teléfono con alguien. Se notaba que se acababa de despertar por su pelo revuelto y su encantador camisón azul turquesa con transparencias. Estaba guapísima hasta recién levantada.

―¡¿Que has dormido con él!?

―...

―¡¿Dos veces!?

―...

―Ow, que mono. Dile que se ponga.

―...

―¡¿Que está en la ducha!? ―gritó por tercera vez― ¿Y a qué esperas? ¡Métete con él!

En uno de sus intentos por recoger una prenda de ropa del suelo, una se le quedó enganchada entre una de las tablas de madera del parqué, por lo que tuvo que agacharse, dejándome así una perfecta visión de su trasero.

―Guau ―le silbé―, ¿podrías recibirme así cada día, nena?

Ella pegó un salto del susto y se dio la vuelta con una mirada asesina.

―_____, hablamos más tarde. Una rata asquerosa se acaba de colar por mi ventana, y debo deshacerme de ella antes de que mamá me venga a ver ―siseó con rabia mientras colgaba y yo reía.

―Uhm, así que una rata asquerosa... ―golpeé con mi dedo índice mi barbilla varias veces―, pues en ese caso, y como veo que no soy muy bien recibido aquí, entonces creo que me iré.

Bajé las piernas del marco de la venta e hice el ademán de saltar hacia la calle.

―¡No! No te vayas.

Ella se abalanzó sobre mí y me abrazó por la espalda. Tiró de mi cuerpo hacia su habitación y caímos los dos al suelo, yo encima de ella dándole la espalda.

―Parece que te encanta tirarte sobre mí.

Rió, recordando la vez que nos pasó eso en el despachó de mi madre.

―Me encanta cualquier cosa que sea contigo ―me di la vuelta y la besé desesperado―. Te deseo mucho.

Giré sobre mi cuerpo y la dejé sobre mí con sus piernas rodeándome. Posé mis manos en su cintura y la presioné inconscientemente contra mi erección. Ella gimió en mi boca e intentó separarse de mí con una sonrisa tonta dibujada en sus labios.

―Te despertaste juguetón hoy, ¿eh? ―besó mi cuello y lo succionó sorprendiéndome― Yo también, pero ahora no podemos.

Se levantó rápidamente del suelo y me dejó allí parado con cara de tonto.

―Noo ―me quejé―, te necesito aquí, conmigo, besándome ―palmeé mis muslos.

―Anda, levántate del suelo, que mi madre puede venir en cualquier momento ―rió mientras se quitaba su camisón de espaldas a mí―. Hoy es Nochebuena y necesita mi ayuda con la cena, y eso quiere decir que no tardará en aparecer por aquí.

Me arrastré hasta su cama y me tumbé en ella observando como se desvestía muy sensualmente. Algo me decía que la lentitud con la que lo hacía era intencionada, puesto que me miraba de vez en cuando lascivamente y entre cerrando sus preciosos ojos al mismo tiempo que meneaba sus caderas.

―Me estás provocando ―le reñí.

―¿Yo? ―me miró por encima de su hombro con cara inocente― Yo nunca haría eso.

Si ella quería jugar, entonces yo también lo haría. Me quité la camiseta con rapidez y la tiré al lado de la puerta de su habitación para que ella la viera. Mordiéndome el labio, me levanté de la cama y la atrapé por la cintura. Besé su hombro desnudo y bajé alrededor de la tira de su sujetador hasta llegar al cierre, donde me detuve precipitadamente.

―Oh, qué fácil sería desabrochar esto de aquí ―medité en voz alta depositando un par de besos en su espalda, terminando de nuevo sobre la hebilla.

―Hazlo ―jadeó.

―¿Seguro?

Ella asintió con lentitud.

Dirigí ambas manos a mi objetivo con decisión, pero justo cuando estuve a punto de deshacerme de su prenda íntima, un par de golpes en la puerta nos alarmaron a los dos.

―Alba, cariño, ¿estás despierta? ―era la voz de su madre.

Se giró hacia mi con los ojos bien abiertos y abrió su boca formando una o.

―Métete debajo de la cama ―susurró histérica―, venga, venga...

Haciéndole caso, me agaché y me arrastré hasta quedar completamente oculto. Vi sus pies desnudos correr hasta la cama y a continuación sentí como el colchón se hundía levemente sobre mí.

―Sí, mamá ―contestó.

Asomando la cabeza un poco logré tener una perfecta visión de una parte de la habitación, por lo que pude ver a su madre entrar y acercarse hasta donde estábamos con una sonrisa cariñosa.

―Cariño, necesito tu ayuda ―dijo, sentándose en la cama ella también―. ¿Vienes a la cocina?

―Claro, dame cinco minutos.

―Oye, ¿y por qué no invitas a Marcel esta noche? Seguro que le hará mucha ilusión, además, ese chico es muy bueno contigo, y se ve que te tiene bastante aprecio, deberías...

Pero de repente se quedó callada, haciéndose así el silencio súbito en toda la habitación. Fruncí el ceño al no saber que estaba pasando. Y entonces me percaté de lo que seguramente era la causa de su silencio. Mi camiseta, mi camiseta aún seguía tirada en el suelo. Mierda. Montse se levantó y caminó en dirección a la puerta para recogerla y levantarla frente a su cara.

―¿De quién es esto Alba? ―conseguí ver la cara de desconcierto de su madre asomándome con discreción.

―D-de un chico ―farfulló nerviosa.

―Ya, cariño, no soy tonta. Me refiero que a quién le pertenece ―comentó su madre con diversión.

¿Divertida? ¿Ella encontraba la situación divertida? Me sorprendí porque no estuviera molesta o se sintiera decepcionada.

―E-es de Marcel, de cuando se queda algunas tardes aquí ―trató de explicarse midiendo sus palabras―, ya sabes que le gusta estar cómodo.

―Alba, no me mientas ―rió Montse acercándose de nuevo hasta la cama.

―No miento...

―Soy tu madre, y te conozco, y sé que ahora mismo me acabas de mentir ―hizo una pausa, incorporando una amplia sonrisa en su rostro―. ¿Es de tu novio?

―¡Mamá! ―soltó ella haciéndome reír.

Seguramente estaba color escarlata en esos momentos.

―¿Qué? No me mires así, estás muchísimo más contenta desde hace unos días, y tu padre y yo lo hemos notado. ¿Por qué te avergüenzas de contarme esto? Soy tu madre, yo también tuve mis novios y esas cosas.

―Mamá, por favor ―susurró Alba incómoda.

―Vale, vale, entiendo que estés cortada. Y dime, ¿cómo se llama? ¿lo conozco?

―No voy a hablar de esto ahora.

―Bueno, está bien ―aceptó resignada. Escuché como le dio un sonoro beso beso y después se apartó―. Ya sabes que cuando quieras me lo puedes contar si te apetece.

Montse caminó hasta la puerta y se giró justo antes de salir.

―¿Y por qué no lo traes esta noche a casa a cenar? Será divertido, y a nosotros nos encantará conocerlo ―propuso.

―Eh... no creo que sea buena idea.

―Bueno, tú verás, pero tarde o temprano lo terminaremos conociendo ―ella soltó una última risita encogiéndose de hombros y salió de la habitación.

Salí de debajo de la cama y al levantarme, tan sólo logré distinguir un pequeño bulto bajo las sábanas.

―Alba... ―traté de destaparla, pero no me lo permitió―. Eh, ¿qué te pasa?

―Esto es un desastre ―asomó tan solo sus ojos castaños.

―Pero, ¿por qué? ―pregunté tumbándome a su lado― ¡Será divertido!

Le mostré una de mis mejores sonrisas, pero ella seguía mostrando los mismos ojos llenos de horror.

―Dime, ¿cuál es el problema? ―acaricié su mejilla, consiguiendo apartar la tela de la sábana de su cara― Vamos, dímelo.

―¿Cómo pretendes que traiga esta noche a mi novio a casa si ni siquiera tengo? ―me dijo sentándose en la cama.

―¿Qué? ―pregunté sin entender― Pero, pensaba que tú y yo...

Quise suponer en un principio que estaba bromeando y que se estaba quedando conmigo, pero fue por su cara que me di cuenta de que estaba siendo totalmente sincera. Ella tenía razón. Nosotros aún no éramos nada, y todo porque yo aún no se lo había pedido.

―Oh, por Dios, ¿cómo he podido ser tan idiota? ―me levanté en seguida de la cama y me arrodillé frente a ella.

―Niall, ¿qué haces?

―Alba, sé que probablemente no soy el mejor chico que hayas conocido en tu vida, no soy el más sensible, ni el más romántico, ni tengo muy buen historial con mis anteriores amistades femeninas, pero te prometo que a partir de ahora será distinto. Puedo cambiar por ti... si tú me lo permites, claro ―cogí su mano y la acaricié con mi pulgar―. ¿Aceptarías ser mi novia?

―Oh, Niall ―se llevó las dos manos a la cara para que no la viera.

―Por favor, dime que eso es un sí ―musité atemorizado.

Se agachó hasta quedar a mi altura y me besó castamente en los labios.

―Por supuesto que seré tu novia ―me tomó de las mejillas―. Nunca antes quise nada con más ansias que oír esa pregunta de tu boca.

―Entonces, ¿esta noche podré conocer ya formalmente a mis suegros?

Su cara se tornó asustada en poco tiempo. Tomó distancia de mí y se arrellanó en su cama.

―Es que no sé como se van a tomar que seas tú, Niall. Seguro que esperan que sea cualquier chico del colegio, pero tú...

―¿Es por mi trabajo?

―En parte sí ―admitió triste―, pero también por la diferencia de edad, yo tengo diecisiete y tú veintitrés...

―En el amor no hay edades que valgan ―le respondí con sinceridad.

―Lo sé, lo sé ―me senté a su lado, agarrándola de la cintura y acercándola a mí―. Está bien, supongo que, como dice mi madre, al final lo terminarán sabiendo ―me sonrió―. Oye, pero tu madre entonces cenará sola esta noche.

―No te preocupes por ella, ya ha hecho planes con unas amigas ―le informé. Cogiéndola de las manos me levanté y la guié a ella junto a mí. De improviso la rodeé por la cintura con mis brazos y la elevé del suelo unos centímetros―. Me tengo que ir ya, yo también debo ayudar a mi madre con algunas cosas.

La bajé de mis brazos y caminamos abrazados y dándonos besos hasta la ventana.

―Te quiero, novia mía ―le guiñé el ojo.

―Yo más, novio mío ―se mordió el labio de forma juguetona.

―No hagas eso que no me resisto ―advertí moviendo mis cejas y haciéndola reír.

Le di un último beso y, perezosamente, me escabullí de su habitación ventana abajo.

* * *

Bajé del coche respirando hondo continuamente, intentando calmar mis nervios traicioneros. Caminé hasta la puerta del portal de Alba y allí se encontraba ella, mordiéndose las uñas histérica, incluso parecía más nerviosa que yo.

―Guau ―silbé, admirándola impresionado―, estás preciosa.

La cogí de la mano y le hice dar una vuelta sobre sí misma. Llevaba puesto un vestido corto turquesa que me hizo recordar mucho al camisón que había utilizado esa misma mañana, pero obviamente ahora lucía muchísimo más elegante. Unos tacones plateados que la dejaban a mi altura y una gargantilla del mismo color combinaban a la perfección con el vestido.

―Tú tampoco estás nada mal ―me agarró de la corbata y me la arregló ligeramente―. Perfecto.

Me tomó de la mano y subimos juntos y en silencio por el ascensor hasta llegar a su piso.

―¿Nervioso?

―Mucho.

―Bueno, tranquilo ―se giró hacia mí y me pasó las manos por los brazos―. En parte, ya los conoces.

―Cierto ―reí.

Volvimos a enlazar nuestras manos y, tras dar un último suspiro, llamé al timbre. Montse apareció tras la puerta muy sonriente y nos miró un poco desconcertada.

―Niall, ¿qué haces aquí? ―preguntó.

―Eh, yo... ―farfullé sin aliento. No podía hablar, era demasiada la presión que comenzaba a sentir en mi pecho.

Ella nos miró de arriba a bajo y noté como se detenía especialmente en nuestras manos enlazadas. Su cara cambió radicalmente y se puso demasiado seria para mi gusto.

―Pasad ―dijo ya sin el matiz tan alegre en su voz, apartándose a un lado.

Alba me miró nerviosa y yo, desgraciadamente, no pude hacer nada para tranquilizarla, puesto que yo estaba igual o peor que ella. Caminamos los tres hasta el comedor donde nos esperaba su padre sentado ya en la mesa. Él parecía distraído con un reloj que intentaba ponerse en la muñeca.

Madre mía, esto sería más complicado de lo que pensé.

―Papá, mamá ―Alba les llamó.

Montse se posicionó de pie al lado de su marido y los dos nos miraron atentos. Pepe fijó su vista en mí por un tiempo y yo le sostuve la mirada intentando no parecer asustado, pero me estaba costando bastante.

―Queríais que os presentara a mi novio y, bueno... ―hizo una pausa y me miró convencida―, aquí está.

Nadie habló. Un silencio horrible nos rodeó. Ellos nos miraban incrédulos y nosotros tan sólo apretábamos nuestro agarre para así asegurarnos de que ninguno saldría de allí corriendo.

Su padre se levantó lentamente de su silla con el ceño fruncido y se acercó hasta quedar frente a mí.

―Un placer volverte a ver, Niall ―me tendió la mano, sorprendiéndome.

―Eh, sí, l-lo mismo digo ―reaccioné estrechándosela de forma temblorosa―. Entiendo que puedan estar molestos por esta noticia tan repentina, y entenderé si me prohíben estar con su hija, pero de verdad que la quiero mucho y haré lo que sea para... ―dije a toda prisa intentando aclararles mis sentimientos, aunque pronto me interrumpieron.

―Niall, respira ―rió Montse poniéndose a nuestra altura―. Es cierto que estamos muy impactados por esto, no esperábamos verte aquí ―ella miró a su marido quien seguía con su expresión seria―, pero si tú has sido el causante de la felicidad de Alba estos días, lo único que podemos hacer es agradecerte por eso. Por si aún no lo sabes, le has ayudado más de lo que puedas imaginar.

―¿No estáis enfadados? ―preguntó Alba con una pequeña sonrisa en su rostro.

―No, cariño ―su madre pasó un brazo por sus hombros y nos sonrió.

―¿Papá? ―pronunció ella cautelosa esperando su opinión.

―¿Sigues siendo virgen?

―¡Papá! ―exclamó avergonzada.

―¡Pepe! ―le regañó su mujer.

―Responde Alba ―él habló con voz tajante.

―Claro que lo sigo siendo, papá ―bajó la vista y apretó más todavía mi mano. Estaba completamente avergonzada.

―Lo siento, pero debía preguntarlo ―se justificó él acariciándole la mejilla―. No quiero que obliguen a mi niña a hacer cosas que no quiera.

―Jamás haría nada que ella no me permitiera... ―me defendí de su indirecta―, jamás.

―Me alegra oír eso.

Y después de aquellos minutos tan incómodos, todos parecimos relajarnos y entonces comenzamos a disfrutar del momento. Nos sentamos a la mesa ya preparada mientras Montse nos servía una sopa caliente como primer plato, y más tarde, el característico pavo asado de segundo.

Durante la cena me pude permitir charlar por bastante tiempo con sus padres, parecía que de verdad no les molestaba que estuviera con Alba, y aquello me dejaba muy tranquilo.

Su padre me habló de fútbol, típico en hombres, y también de algo de su trabajo. Sabía que sacando aquel tema quería llegar de manera discreta hasta un punto que yo muy bien conocía, pero con su hija allí a mi lado, mucho me temía que no avanzaría demasiado.

Fue cuando Alba junto a su madre se levantó para ir a buscar el postre que él me miró directamente y sin perder tiempo fue al grano.

―Por favor, Niall ―se rascó la nuca incómodo―, no le digas nunca nada a Alba sobre los problemas de su madre y míos en... bueno ya sabes en que aspecto. El sexo.

Uf, eso iba a ser algo complicado. Ya lo había hecho. Únicamente por mi bien y para su tranquilidad debía mentirle, y no me gustaba hacerlo, pero sería una de esas mentiras de las que llaman piadosas.

―No tranquilo, ella no sabrá nunca nada.

―Papi, ¿quieres postre? ―preguntó Alba apareciendo con un pastel de chocolate en su manos que dejó sobre la mesa.

―Oh, por supuesto ―le sonrió él acomodándose más tranquilo en su asiento―. Sabes que nunca me quedo sin probar esas deliciosas tartas que tan bien te salen.

―¿La hiciste tú? - le pregunté, viéndola repartir tres trozos en tres platos que más tarde nos ofreció.

―Sí ―parecía una niña pequeña―. Toma, dime que te parece.

Al igual que sus padres, cogí el plato y sin perder ni un segundo, me llevé un trozo a la boca. Estaba bastante sorprendido por lo exquisita que le había salido.

―¿Te gusta?

―Mmm... ―cerré mi ojos disfrutando del sabor―, deliciosa ―me acerqué a su oído peligrosamente y susurré: ―Como tú.

Ella se apartó rápidamente y miró a sus padres asegurándose de que no habían escuchado nada. Para su tranquilidad, no lo habían hecho, discutían sobre algún tema absurdo.

Después de la cena, ayudé a recoger todo lo de la mesa y al terminar, nos sentamos todos en los sofás del salón. Alba se pegó bien a mí y recostó su cabeza en mi hombro. Yo la mantuve cogida de la mano y mientras, escuchamos atentos diversas historias que sus padres contaban de cuándo ella era pequeña.

Era realmente adorable verla sonrojar y esconder la cara en mi pecho cuando contaban algo vergonzoso de su niñez, pero yo me lo imaginaba y se me caía la baba. Verla sonreír me hacía tan feliz que ni si quiera era capaz de explicarlo con palabras.

Hacía bastante tiempo que no disfrutaba tanto de una noche sin tener que salir de discoteca en discoteca y conociendo a chicas, y estaba realmente cómodo haciendo esto.

Siempre pensé que si alguna vez comenzaba alguna relación me quitarían cualquier tipo de libertad que pudiera tener, pero si eso de verdad me estaba pasando en esos momentos, realmente no me estaba enterando, puesto que no me sentía mal o incómodo con la situación, al contrario.

Nunca pensé que teniendo una novia, de la cual estaba completamente pillado, me pudiera sentir tan a gusto y realizado conmigo mismo.


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