First Love » Suga; BTS✔ ¡Segu...

By thatsmyego

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Aerin tiene miedo a empezar un nuevo curso. Yoongi tiene miedo a empezar de cero en Seúl, una ciudad qu... More

¡A la venta el 25 de Abril!
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Love Army 2: Segunda parte a la venta el 19 de Septiembre!

t r e i n t a (i)

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By thatsmyego

Me pregunté por qué Aerin no llamó y aporreó la puerta de la casa de Haneul como hacía cuando se presentaba en mi apartamento. Esperamos con algo de impaciencia. Yo encajé las manos en los bolsillos de mi pantalón, y Aerin se cruzó de brazos.

— Como haya venido aquí para nada... — protestó.

— Quemo su casa. — concluí yo. Aerin me miró con las cejas enarcadas. — ¿Qué?

— ¿Siempre tienes que decir que vas a quemar cualquier casa?

— No sé.

— Tengo la sensación de que eres el protagonista de algún libro que acaba descubriendo su piromanía y acaba quemándose vivo al final. — dijo, asintiendo convencida. Volvió a mirar hacia la puerta aún cerrada. Después echó un vistazo al reloj plateado de su muñeca. Suspiró. — Estoy perdiendo el tiempo. Debería haberme quedado en casa viendo alguna película.

Aerin estuvo quejándose la mitad del camino. Al principio, cuando salimos de mi apartamento, parecía estar ilusionada por el tema de la fiesta. Brincaba como la buena cabra loca que era, a mi alrededor, me contaba sus planes ''malignos'' para ''arruinar'' la fiesta del equipo Zorra y hablaba con un tono de voz demasiado alto. Luego, la ilusión se le fue de un plumazo. Empezó a quejarse, a arrepentirse. Y no me quedó más remedio que aguantarla. A pesar de que Aerin se presentó una hora antes para ser puntuales -no entendía por qué quería ser puntual si su naturaleza siempre le hacía llegar diez minutos tarde- se entretuvo comprando todo tipo de hamburguesas en un McDonalds que estaba de paso. Así que llegamos a la supuesta fiesta a más de las diez de la noche.

La puerta de la casa de dos plantas se abrió por fin. Estaba rodeada por un pequeño jardín, y la música a todo volumen se escuchaba desde fuera.

Aerin le dedicó una sonrisa demasiado falsa a Haneul, que vestía un apretadísimo vestido de color rosa chillón. Hice ademán de irme, pero Aerin me agarró con tanta fuerza de la muñeca que acabó clavándome sus uñas.

— ¡Holaaaa! — gritó. Pensé que debía estar sorda y por eso chillaba tanto.  — ¡Pasad, pasad!

— Ay, Haneul, ¡tu maquillaje está mejor que nunca...! — soltó Aerin, sin dejar de sonreír, fingiendo estar asombrada. Después se acercó a mi oído, para poder hablarme con un tono de voz relativamente normal. — Vamos a buscar la cocina para coger unos cuchillos bien afilados. Quiero degollarme después de ver ese desastre de pestañas. Parece un jodido orco con pintalabios y pestañas postizas. ¡Ew!

— ¡Hola, Yoongi! — Soyoung me vio y se acercó a mí con dos vasos de cerveza. Acepté uno de ellos sin decir nada, pero se lo di a Aerin en cuanto Soyoung se alejó creyendo que movía las caderas de una manera decente. Parecía una oruga. — Toma, para ti.

Aerin miró el vaso con desconfianza mientras caminábamos hacia un corro de gente. — ¿Es pis?

— No lo sé, pero lleva droga seguro.

— Ay, qué bien. — dijo, irónica. — Me encanta la droga.

Vi cómo sacaba la lengua como si fuera un maldito perro bebiendo agua y probó la cerveza. Puso cara de asco, agitó la cabeza y me devolvió el vaso. No pude evitar reírme al ver su reacción. Siempre actuaba de una manera graciosa. — ¿No te gust-

— ¡Es pis! ¡Sabe a pis!

Negó enérgicamente con la cabeza y se quedó quieta un par de segundos, dudando entre seguir hacia el corro de gente o continuar al margen. Volvió a poner su cara de irritación y de ''vengo-aquí-a-ser-la-mayor-perra-de-todas''. De repente, sentí la mano de alguien en mis espalda. Miré hacia atrás. No esperaba encontrarme a Sojin allí, y tampoco esperaba que me empujara hacia la gente. Aerin se quedó atrás, pero Sojin estiró su mano y también tiró de ella.

— Todo el mundo os estaba esperando. — dijo, con su sonrisa de siempre. Seguro que ya llevaba encima un par de cervezas, o de lo que fuera. — ¿Por qué habéis llegado tarde?

— Porque el verdadero alma de la fiesta siempre llega tarde, querida Sojin. — respondió Aerin, retirándose su melena castaña de la cara. Preferí no hacer ningún comentario sarcástico. Dejé que Sojin me arrastrara hasta un grupo de hablando y riéndose como si estuvieran jodidamente locos. Locos de psiquiátrico. De esos con camisa de fuerza. Aerin bufó. — ¿Qué estáis haciendo...?

Algunas chicas de otras clases, unos cuantos tíos que no conocía y Song Minho. Todos ellos bebiendo cerveza como si no hubiera un puto mañana. Sojin se sentó alejada de Soyoung, enseñando su ropa interior descaradamente. El vestido negro que llevaba era demasiado corto.  La más bajita, Sojin, dejó un hueco libre a su lado, para mí, y pidió con educación -pero a gritos, para que su voz suave se escuchara por encima de la música- que dejaran un espacio para Aerin. Ella se sentó enfrente de mí, agachándose como si fuera una reina. Lo primero que pensé al ver una botella vacía de soju en el suelo fue que aquello era una jodida encerrona. Una trampa.

— ¿Jugáis? — preguntó un chico que no tenía intención en conocer. Señaló con aire divertido la botella verde.

— Pero primero quiero un Gin-tonic. — dijo Aerin, mirando al chico fijamente. Ahí estaba la Im Aerin sarcástica pero inexpresiva que caía mal al noventa y nueve por ciento de la población humana. Yo debía ser el uno por ciento restante.

— ¿Un qué...?

— Qué poca clase. En fin. Yo juego.

Alcé las cejas. ¿En serio? No dije nada, pero todo el mundo dio por hecho que yo también jugaba al estúpido juego de la botellita. Realmente no llegué a saber cómo había acabado en esa situación. Estaba medio dormido, así que no entendía demasiado bien qué pasaba a mi alrededor. Todo el mundo conocía las reglas del juego. Y todo el mundo tenía una persona a la que quería besar. Con suerte, la botella terminaría apuntando a esa persona. Yo sólo quería dormir, y más de una vez, entre turno y turno, me planteé tumbarme en uno de los sofás de la sala.

Le llegó el turno a Haneul. Giró la botella con fuerza. Todos miramos cómo daba vueltas sobre el suelo. Apuntó a cierta persona.

— Ay, mierda...

Aerin cambió su expresión de ''soy-la-más-perra-de-todas-vosotras'' a la de ''ya-verás-qué-divertido-va-a-ser-esto''. Se puso de rodillas, haciendo ademán de acercarse a Haneul. Zorra Uno estaba sentada en diagonal a Aerin. Ella se cruzó de brazos al ver la cara de horror de Haneul.

— ¿Qué? ¿No te atreves a besarme pero sí a insultarme?

— ¡No voy a besarte! — protestó.

— ¡Que se besen, que se besen! — chilló alguien, un pajero demasiado emocionado que creía que aquello iba a ser el inicio de una porno o algo por el estilo. Después me di cuenta de que era Chungho. El de nuestra clase. Debía estar borracho ya.

— ¡Paso! — Haneul se levantó con rapidez. — ¡No quiero jugar más!

— Qué gallina... Pero si soy un premio, mírame. — Aerin se señaló, orgullosa. — Habrás ganado todo el juego y en toda tu vida.

Sabía que estaba bromeando. El resto de personas debía de estar tomándoselo en serio. Al final, Haneul huyó. Aerin contuvo la risa lo mejor que pudo, y después del numerito, fue el turno de Song. Miró un par de veces a Aerin, como si quisiera convencerse de que el cuello de la botella iba a apuntarla directamente. Giró la botella de cristal.

Y Aerin se quedó congelada. Literalmente. Se quedó tan quieta que podía hacer de columna y sujetar el jodido techo. Yo me limité a alcanzar una lata sin abrir de cerveza y a beberla mientras contemplaba las escena de reojo.

Aquel gilipollas se acercó a Aerin con aire nervioso. Se pasó varias veces las manos por la pernera del pantalón y rodeó el cuello de mi amiga. Todo el mundo guardó silencio, hasta yo. Pude ver todo lo que ocurría a cámara lenta. Quería ver cómo Aerin reaccionaba, cómo le empujaba hacia atrás o le agarraba con fuerza del cuello de la camiseta para zarandearle. Pero se quedó quieta, como si esperara el beso. Miré hacia otro lado cuando la nariz de Song se rozó con la de Aerin.

— Woah, woah, woah, quieto. — escuché. Todo el mundo articuló un ''oh'' de decepción. Menos yo. Aerin había colocado su mano en los labios de Song, deteniéndole. — Llevo un pintalabios carísimo. ¿Crees que puedes estropear mi maquillaje?

Escondí mi sonrisa detrás de la lata de cerveza. Aerin empujó a aquel fracasado con suavidad, pero él se dejó caer al suelo dramáticamente. Volvió a su sitio, cabizbajo.

— Lo siento, tío. — le dije, fingiendo estar apenado y dolido por él. — Siempre dicen que a la tercera va la vencida. Sigue intentándolo. No desistas. Fighting. — solté, sin ningún tipo de ánimo.

Los turnos siguieron pasando. La botella apuntó un par de veces más a Aerin; una vez en el turno de un chico que no conocía, que le dio un beso rápido en la mano, y otra en el turno de Soyoung. Ella era capaz de besar hasta a un cactus, así que Aerin puso cara de asco cuando Zorra Dos besó su mejilla. Aburrida del juego -y de no poder meterle la lengua a cualquiera-, Soyoung se levantó de repente y llamó nuestra atención.

— ¡Eeeh! ¿¡Y si jugamos a siete minutos en el paraíso!?

Nunca había escuchado el nombre de aquella mierda, pero después de una breve explicación supe qué juego era. Consistía en encerrarse con quien tocara en un espacio cerrado. Y besarse y esas cosas de adolescentes hormonales sin objetivos en la vida. Todo el mundo estuvo de acuerdo, y cuando a Aerin le tocó girar la botella, a Song Minho se le iluminó el rostro.

Iba a tener el jodido honor de encerrarse con ella en un armario.

Empujaron a Aerin hacia allí. Soyoung se encargó de cronometrar el tiempo,  pero yo también lo hice. Miré mi reloj varias veces, esperando a que Aerin saliera con el pintalabios intacto. En esos siete minutos me bebí otra cerveza. Sojin habló conmigo, pero no me enteré de lo que estaba hablando. La música estaba demasiado alta.

La puerta blanca del armario se abrió demasiado despacio. Algunos tíos recibieron a Song con vítores y palmadas en la espalda. Yo también estuve por levantarme y darle unas palmaditas. Unas palmaditas suaves. Como si fueran caricias. Al rato, apareció Aerin. Tenía la misma cara que cuando llegó y al parecer su maquillaje seguía igual. Miró a todos por encima del hombro. Intenté analizar su expresión, pero era pésimo en eso. Sojin se encargó de cuchichear algo a Aerin. Ella asintió. Me pregunté qué narices le había dicho. No indagué.

Fue el turno de Chungho. Aerin le enseñó sus pulgares a modo de aprobación, y todo el mundo le dio ánimos con algo de sorna. — ¡Vamos, tigre! — exclamó Aerin. — ¡Cómetela! — se refería a la chica que iba con él. Me resultó extraño que aquella tipa que se creía modelo no saliera corriendo despavorida.

Pasaron los siete minutos y un par de turnos. Tomé mi tercera cerveza entretanto. Fue Aerin quien se dio cuenta de que mi tolerancia al alcohol era mínima al ver cómo yo empezaba a desinhibirme.

— Yoongi, te toca. — oí.

Suspiré con aparente hastío. Giré la botella de soju y observé como se iba deteniendo poco a poco, señalándola.

Aerin parecía molesta cuando tuvo que levantarse para ir al armario a encerrarse  siete minutos conmigo. — Es la segunda vez que salgo del armario... Ja, ja, ja. — dijo, poniendo los ojos en blanco.

El armario estaba casi vacío y era bastante amplio. Dejé que Aerin entrara primero. Se acomodó en el suelo, sentada con las piernas cruzadas. Cerré la puerta.

ㅡ Mierda, no veo.

ㅡ Eso es porque has cerrado los ojos, campeón.

Por un momento pensé que era verdad. ㅡ No me vaciles.

Ella soltó una risilla, pero no añadió nada. Utilizó su teléfono para iluminar un poco el interior del armario. Conseguí acuclillarme a su lado. Abracé mis rodillas. El espacio era más reducido de lo que pensaba. Apenas podíamos movernos.

ㅡ ¿Cuánto tiempo crees que ha pasado? ㅡ susurró. Había dejado de mirar si teléfono. Estábamos otra vez a oscuras. No podía verla.

ㅡ No sé. ㅡ contesté. ㅡ ¿Medio minuto?

ㅡ Mmmh... Yo digo que dos minutos.

ㅡ Pero si acabamos de entrar, idiota.

ㅡ ¡El tiempo vuela!

Resoplé. ㅡ Bueno. ¿Vamos a besarnos?

ㅡ ¿¡Eh!? ㅡ volvió a reírse, algo más nerviosa. Yo también me reí. ㅡ Lo dices de coña, ¿no?

ㅡ Sí.

ㅡ Ah, menos mal...

ㅡ ¿Me besarías?

Noté su brazo rozarse contra el mío, así que supuse que se había encogido de hombros. ㅡ Depende lo que signifique un beso para ti. Con lengua ni muerta, tío, qué asco. Ew... todas tus bacterias y... ¡Eww! ㅡ hizo como si un escalofrío recorriera su columna. En realidad fue algo similar a un espasmo.

ㅡ Creo que deberíamos seguir las reglas.

ㅡ Yoongi, tío, la cerveza se te ha subido a la cabeza. Con razón eres una nenaza. ㅡ sonó fría. Después volvió a reírse, inquieta, y se movió más.

ㅡ En serio. ㅡ insistí, sin saber muy bien por qué. No quería ser tan pesado. Nunca había querido y no quería besarme con ella. ㅡ Las reglas son las reglas...

Resopló. ㅡ No voy a besarte y tú no vas a besarme.

ㅡ ¿Por qué?

ㅡ Porque... No sé. Intercambiaríamos virus. Bacterias. Células muertas. Cosas que no me pertenecen y que mi cuerpo rechazará.

Busqué a tientas su boca. Para que se callara y dejara de decir gilipolleces.

ㅡ He dicho que quiero seguir las normas de este puto juego.

ㅡ Qué agresivo. ㅡ dijo contra mi mano. Se zafó. ㅡ Pero, si te beso, no significaría nada. ¿Entiendes?

ㅡ Entiendo.

ㅡ Nada.

ㅡ No significa nada. Lo prometo.

Pinkie-promise. ¿Dónde está tu meñique? No veo nada...

Aerin volvió a encender la pantalla del teléfono. El resplandor blanquecino hizo que pudiera verla, y aprovechando que estaba despistada mirando los minutos que quedaban para salir de allí pitando, tomé su barbilla.

Ella se echó hacia atrás, como en un acto reflejo. Se golpeó con la pared. ㅡ ¡Ay...! ㅡ se frotó la zona dolorida. Yo me limité a reírme en silencio de su torpeza. ㅡ No estropees el maquillaje.

ㅡ No.

Cerró los ojos con fuerza. ㅡ ¿Ya está?

ㅡ Deja de hacer eso...

ㅡ ¡Venga!

Parecía estar esperando una bofetada, no un beso. Volví a reírme. Todo me parecía ridículo y divertido a la vez. Aerin, harta de esperar, cogió mi cara con ambas manos, con fuerza. Acercó la suya con rapidez.

Y me besó. Sin pulgares de por medio.

**********
de nada 😏

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