Te Necesito

By MyPerfectGuys

1M 34.8K 3.4K

Entrenador y jugadora. Profesor y alumna. Amigo y amiga. Para algunos eran una cosa, para otros otra... pe... More

Sinopsis
01.
02.
03.
04.
05.
06.
07.
08.
09.
10.
11.
12.
13.
14.
15.
16.
17.
18.
19.
20.
21.
22.
23.
24.
25.
26.
27. «1ª parte»
28.
29.
30.
31. «1ª parte»
31. «2ª parte»
32.
33.
34.
Epílogo
Nueva temporada
~~~

27. «2ª parte»

19K 814 98
By MyPerfectGuys

Te quiero

¿Lo habría dicho de verdad o simplemente eran palabras sin sentido?

Quería convencerme de que no significaba nada, de que el alcohol era el causante de toda su locura, de que ella me odiaba... pero me negaba a aceptarlo. Había distinguido en sus palabras algo de bondad y cariño, aunque nadie pudiera asegurármelo.

Desde mi sitio, giré la cabeza y alcancé a ver como el sol comenzaba a alzarse en el horizonte, permitiéndome disfrutar de una preciosa panorámica del amanecer.

Aún estaba tumbado en la cama con Alba agarrada fuertemente a mí. No me había soltado en las pocas horas que llevábamos 'durmiendo'. Ella lo hacía profundamente desde que cerró sus ojos por primera vez, pero yo no pude. De vez en cuando lograba echar alguna cabezada, pero nunca llegaba a superar los diez minutos de sueño, así que finalmente me rendí.

Al oír unos golpecitos en la puerta del apartamento me alarmé debido a la hora que era. Con extremo cuidado, aparté los brazos de Alba que rodeaban mi cintura y los posé sobre su vientre. Le besé la frente después de asegurarme que aún dormía y me levanté de la cama para llegar hasta la puerta de casa.

– ¡Tío Niall!

La enana Katy se fue a abalanzar sobre mí en cuanto abrí la puerta, pero Liam la sujetó de su camiseta y le tapó los ojos de inmediato, haciendo oídos sordos a las protestas de su hermana.

– Niall, ¿qué tal si te tapas un poco? – él me miró de arriba a bajo con desaprobación – No quiero que mi hermana tenga pesadillas por tu culpa.

Hasta ahora no había caído en que tan sólo llevaba una prenda en todo el cuerpo, y esta no cubría ni lo suficiente como para que una niña de su edad me viera así.

– Uh, lo siento – balbuceé arrepentido dándome cuenta de mi error.

Corrí hasta la habitación y me vestí con la ropa que me quedaba más a mano para no hacerles esperar. Al salir, ellos dos ya estaban sentados sobre los taburetes de la cocina y me miraban fijamente mientras me acercaba a ellos.

– ¿Qué hacéis aquí tan temprano? – pregunté frotándome los ojos.

– A cierta persona que tengo a mi lado le encanta madrugar – Liam miró a Katy discretamente, quien sonreía inocente –, lo cual significa que los que están con ella también deben de hacerlo.

– Es que sino me aburro – protestó Katy con diversión –, aunque también hemos venido a preguntarte una cosa.

– ¿A sí? – ella asintió emocionada – ¿El qué?

– ¿Te apetecería venir a mi fiesta de cumpleaños?

– Pues claro que sí – le sonreí.

– Es el 18 de diciembre.

18 diciembre. Comencé a contar con los dedos para asegurarme del día.

– En tres días – me aclaró Liam riendo –. Será en casa de mis padres.

– ¿Y por qué no la hacéis en la mía?

– ¿Aquí? – preguntó Liam señalando el lugar.

– No, me refiero a la casa de mi madre – les respondí mientras me sentaba junto a ellos –. Es bastante grande, y hasta tiene piscina.

– ¿En serio me dejarías? – preguntó Katy entusiasmada. Yo asentí – ¡Gracias! – exclamó tirándose a mis brazos y me abrazó – Eres el mejor.

Dejé que Katy jugara un rato con mi pelo y mi cara para mantenerla ocupada mientras Liam preparaba un poco de café en la cafetera, pero un pequeño crujido procedente de mi habitación nos distrajo a los tres. Él me miró con el ceño fruncido y negó con la cabeza.

– Bueno pequeña, creo que mejor nos vamos a ir.

Después de apartar el café del fuego, se acercó a nosotros y cogió a Katy en sus brazos.

– ¿Qué? No... ¿por qué? – protestó ella pataleando en el aire –. Íbamos a desayunar aquí.

– El tío Niall tiene que atender unos asuntos más importantes ahora mismo – dijo señalando con la cabeza hacia la habitación y regañándome con la mirada –. Ahora entiendo por qué abriste semidesnudo y con esas enormes ojeras... – me susurró.

– Lo siento, pensé que no despertaría hasta tarde – respondí.

– Atiende a quien quiera que tengas ahí dentro y después hablamos – dijo aún susurrando y dando media vuelta para marcharse.

– ¡Adiós! – gritó la pequeña asomándose por encima del hombro de su hermano.

Al mismo tiempo que la puerta principal se cerraba, oí que la de mi habitación se abría  con detenimiento sin yo verla.

– ¿Ni-Nial? – una voz débil se oyó a mi espalda.

Me giré expectante y lo único que pude ver fue a una chica preciosa, vestida con mi ropa, con el pelo revuelto y que me miraba de forma culpable y avergonzada.

– Alba – murmuré –, e-estas despierta.

– ¿Q-qué hago aquí? – preguntó asustada – ¿Por qué llevo tu ropa? ¿Por qué estaba en tu cama? ¿Y... y por qué me duele tanto a cabeza? – cerró sus ojos con fuerza.

– Esto... – me pasé las manos nervioso por los bolsillos delanteros del pantalón –. Creo que es mejor que te sientes y así te explico todo.

Guardando las distancias entre nosotros, se acercó hasta el sillón más cercano y se sentó en él erguida y sin moverse a penas. Yo la imité, pero en vez de acomodarme a su lado, lo hice en frente.

– A ver, por donde empiezo... – llené mis pulmones de aire y lentamente los fui vaciando – ¿Hasta que punto recuerdas lo que pasó anoche?

– Eh, pues, estaba con Carla y Ruth... – frunció el ceño –,  en una fiesta de uno de mis amigos de clase. Marcel también me acompañaba...

– ¿Marcel? – pregunté extrañado.

– Sí, él – afirmó aún nerviosa –. Niall no entiendo nada, por favor explícame ya – habló desesperada.

– No sé lo que hiciste antes de las tres de la madrugada, pero a partir de esa hora estuviste en una discoteca con...

– ¿En una discoteca? ¿Yo? – me interrumpió extrañada.

– Sí, tú. Yo había ido a divertirme un poco con unos amigos y al llegar te vi de lejos. Te notaba extraña, hacías cosas que no eran propias de ti, pero pensé que tan sólo eran arrebatos tuyos. Hasta que tus amigas se acercaron a mí y me dijeron que te habías pasado con la bebida. Entonces volví a divisarte entre toda aquella gente y me preocupé al ver a varios hombres a tu alrededor, y estos no te estaban tratando especialmente bien.

Me costó un poco decir aquello, ya que sonaba algo sobreprotector de mi parte.

– Oh, dios, que vergüenza – se tapó la cara con ambas manos y comenzó a sollozar.

– No, no, tranquila... no llores – me moví unos asientos hasta llegar a su lado y le destapé la cara –, así sólo conseguirás que te duela más la cabeza de lo que supongo que ya te dolerá.

Levanté su barbilla y le limpié las lágrimas de la cara.

– ¿Y qué pasó después? – preguntó un poco más recuperada.

– Te saqué inmediatamente de allí...

– Y me trajiste a tu casa – continuó en mi lugar a la vez que veía su mirada endurecerse cada vez más –. Y seguro que también te aprovechaste de mí, ¿verdad?

En un abrir y cerrar de ojos, se puso en pie y me miró con odio.

– Pero, ¿qué estás diciendo?

Me levanté para quedar a su altura, pero me pegó una cachetada en la mejilla que me hizo volver a desplomarme entre los cojines.

– No te atrevas a volver a mirarme en tu vida... ni siquiera me hables o pienses en mí, porque si lo haces te juro que te mato, te mato cerdo asqueroso – maldijo apuntándome rudamente con el dedo.

Se dio la vuelta hecha una furia y dio unos pasos en dirección a mi habitación.

– Ya veo que vuelves a ser la misma – susurré apenado.

Resoplé palpando mi mejilla sin entender aquel cambio tan repentino. Me volvía a tratar como un gilipollas, aunque quizá sí que me lo merecía. Aún no sabía cuales eran sus razones para tratarme de aquel modo, pero estaba decidido a saber la verdad hoy sí o sí.

– ¿Dónde está mi ropa? – me gritó desde el marco de la puerta.

– E-en la lavadora.

– O sea que también me viste desnuda – entrecerró sus ojos mirándome con asco.

– No, no fue exactamente así Alba – intenté defenderme.

– ¡Vete a la mierda!

Caminó con pasos rápidos en dirección a la puerta de casa dispuesta a marcharse, pero yo no podía dejar que se fuera teniendo tantas cosas que aclarar, así que me interpuse en su camino y la agarré de los brazos.

– Tenemos que hablar.

– ¡Que no me toques! – chilló histérica – Tú y yo no tenemos nada que hablar, ¡y déjame pasar!

– No – me negué. Me giré rápidamente y cerré la puerta con llave, escondiéndola después en mi bolsillo y dejándola fuera de su alcance –. Déjame que te explique por favor, las cosas no fueron así...

Ella bufó frustrada y se dio la vuelta para evitar mirarme.

– Tienes un minuto para explicarme, luego me dejarás irme.

– No, no, de eso nada... tenemos todo el día.

Ahora ya más tranquilo, a sabiendas de que ya no le quedaba más opción que escucharme, caminé hasta la cocina y saqué dos tazas de porcelana blancas de un armario. Vertí algo de café del que había preparado Liam en ellas y deposité una en la barra ofreciéndosela, pero ella negó.

– Te hará bien para tu cabeza, y esto también – del cajón de las medicinas cogí una aspirina y la dejé al lado de la taza.

Dejando a un lado su orgullo, se sentó en uno de los taburetes negros y se tomó la pastilla ayudada por unos cuantos sorbos de café.

– ¿Azúcar? – le ofrecí tras ver su cara de disgusto.

– Sí, por favor – me pidió sin abandonar su postura seria.

Dos cucharadas eché en la suya y otras dos en la mía.

– Te escucho – se acomodó en su sitio y esperó a que empezara a hablar.

– ¿Alguna vez has visto a alguna persona borracha? – ella asintió – ¿Y te has fijado en sus movimientos, en lo que dice, en que hace lo que le da la gana sin importarle nada...?

Volvió a asentir sabiendo por donde iba.

– Pues fue justamente lo que hiciste tú ayer – miré sus ojos marrones intensamente –. Te traje a mi casa cuando pude haberte llevado a la tuya, eso es verdad, pero entiéndeme, lo hice por tu bien. Si tus padres te hubieran visto en el estado en el que estabas, te hubieran castigado de por vida, y no supe a donde más podía llevarte.

Ella parecía dispuesta a escucharme atenta y aquello me sorprendió, ya que la esperaba más a la defensiva.

– Te quité tu ropa porque estaba sucia y pensé que hoy, cuando despertaras, te apetecería tenerla limpia. Puede que sí hayas estado desnuda delante mía, pero te juro Alba, te juro que en ningún momento desvié la vista de tu cara. Y dormiste en mi cama porque, como verás – señalé detrás de ella – no tengo más habitaciones y pensé que te gustaría dormir con cómodidad.

– Entonces, ¿dormiste conmigo?

– Sí, pero lo hice porque tú me lo pediste – ella alzó las cejas.

No tenía ni la más remota idea de lo que pasaba por su cabeza en esos instantes. Su manos quedaban ocultas bajo la barra, pero aún así se le notaba nerviosa, puesto que no paraba de moverlas.

– ¿Y-yo te lo pedí? – moví la cabeza de arriba a bajo – Pero no paso nada, ¿verdad?

– Nada de nada, te lo aseguro – ella suspiró aliviada –. S-sólo me... me besaste – sus ojos se abrieron de par en par –, unas cuantas veces – añadí.

No quería decírselo, pero ya se me había escapado antes de de ser consciente verdaderamente de ello. Por suerte mi boca no estaba demasiado desatada y conseguí guardarme aquello de sus ávidas manos corriendo por todo mi cuerpo y tratando de acariciar mi entrepierna sin que ninguna prenda se le interpusiese.

Bajó su vista algo avergonzada y entonces supe que comenzaría a llorar de buenas a primeras. Pero antes que nada dirigió su vista hacia su regazo y se quedó inmóvil observándo fijamente algo.

– Alba, ¿estás bien? – pregunté al ver que seguía paralizada.

Ella alzó la cabeza aterrorizada y levantó sus manos pausadamente hasta que quedaron delante de nuestra vista. Estas estaban completamente ensangrentadas. Me erguí en mi sitio alarmado.

– Pero, ¿qué has hecho?

Rodeé la barra de inmediato y al llegar junto a ella cogí sus manos con las mías y la examiné. De sus muñecas era de donde salía toda la sangre. Sólo había pasado una semana desde que había salido del hospital, pero las marcas de sus cortes aún no habían cicatrizado.

– ¡Ah, escuece Niall! – se quejó mordiendo su labio para tratar de calmar el dolor – Ayúdame... ayúdame por favor.

– Respira hondo, respira hondo – musité repetitivamente, queriendo calmarla de la mejor forma posible –. Espera aquí, en seguida vuelvo.

Como un loco, llegué a mi habitación y comencé a buscar por todos lados el botiquín que siempre tenía preparado para las emergencias, al no encontrarlo tuve incluso que mirar en el baño. Nunca pensé que llegaría a utilizarlo, pero al parecer me equivocaba.

Cuando ya lo tuve entre mis manos, volví a la cocina y me la encontré llorando desconsoladamente intentando controlar su respiración, tal y como le había indicado.

– Shh, tranquila, ¿sí? – ella me miró suplicando que acabara con aquel martirio – Esto quizá te moleste un poquito más.

Con un paño mojado en agua fría le limpie toda la sangre de las manos y las muñecas. A continuación cogí un algodón y, tras pasarlo por agua oxigenada, lo unté por la superficie de los cortes intentando hacerlo lo más rápido y delicado posible.

– Ah, pica... – cerró sus ojos y ladeo su cabeza.

Acerqué sus manos hasta dejarlas a unos centímetros de mi boca y comencé a soplar encima de las aberturas para calmarla. Ella me miraba con mucha atención mientras la oía soltar algún que otro suspiro.

– ¿Mejor? – ella tragó con dificultad y asintió – Bueno pues ya está, solo falta una cosa.

Saqué del botiquín unas cuantas vendas y le envolví cada muñeca con ellas, así los cortes no quedarían expuestos y no le rozarían con nada. Cogí su mano derecha entre la mía y le besé varias veces el suave dorso, seguidamente hice lo mismo con la otra. Levanté la cabeza divertido al ver como ella reía por mi comportamiento y apartaba la mano.

– Estoy mejor – intentó sonreír –, gracias.

– ¿Ya no me odias? – pregunté interesado.

– Eh... – ella se revolvió nerviosa en el taburete –, ya me explicaste todo lo que querías, así que mejor me voy ya, es tarde.

Alba se levantó del asiento y me dejó allí de pie sin saber bien que hacer.

– Lo primero, no es tarde, son las nueve de la mañana – la agarré del brazo de nuevo y le obligué a dar la vuelta –, y lo segundo, no me has respondido.

– Yo... yo no te odio Niall, nunca lo he hecho.

– ¿Ah, no? – interpreté su silencio como un no – ¿Entonces por qué siempre me hablas tan mal? ¿Por qué cuando me quedé a dormir en el hospital me echaste al día siguiente? ¿Por qué me tratas como si fuera un idiota? ¿Por qué te hiciste esos cortes? ¿Por qué Alba, por qué? Necesito respuestas, explicaciones.

– ¡Y yo necesito tiempo!

– ¿Tiempo para qué? He estado esperado durante más de un mes a que volvieras a hablarme como la primera vez en el despacho de mi madre, pero nunca lo has hecho. Sólo dame una razón, sólo una...

– ¿Recuerdas una fiesta en la que conociste a una chica?

– Creo que vas a tener que especificar un poco más. Voy a muchas fiestas como para acordarme exactamente a la que te refieres – me expliqué.

– Ya, como supongo que también conocerás a muchas chicas como para acordarte de la que te hablo – murmuró pensando que no la oía.

– ¿Qué quieres decir?

– Es que esto es... complicado, y no sé como decírtelo – caminó hasta el sillón y se sentó mirándome nerviosa –. Bah, ¿sabes qué? Da igual. El pasado es pasado. No importa.

– ¿Cómo que no importa? – le espeté frustrado, dirigiéndome hasta ella – A ti a lo mejor no, pero a mi sí. Esta situación está acabando conmigo Alba, aunque no lo creas...

Ella se quedó callada mirando fijamente a una de las ventanas que habían al lado de la puerta principal, con la vista perdida.

– Alba mírame – le giré la cara y la obligué a mirarme –, dime a qué te refieres.

– T-te vi con una chica en unas circunstancias un tanto... – suspiró apretando sus manos en puños, tratando de esconder lo mucho que le temblaban –, un tanto comprometida.

A lo mejor era demasiado tonto, ya que yo seguía sin entenderla.

– Sexo Niall, sexo – dijo lo más rápido que pudo cabizbaja –. A eso me refiero...

– ¿Que me viste haciendo qué? – no salía de mi asombro.

– No me obligues a repetirlo porque sé que lo has entendido perfectamente.

Me llevé las dos manos a la cabeza sin poder creerme lo que había dicho.

– ¿Te acuerdas ahora de Allison? – pregunto con sorna.

– Pues, si te soy sincero, hasta que no la has mencionado no la he recordado desde el último día que la vi. Ella no significó nada para mí, fue sólo...

– Sólo sexo, ¿no? – me interrumpió haciendo evidente su rabia contenida – Todos los hombres sois iguales.

Se levantó desganada y decidida a marcharse por fin, pero de nuevo volví a detenerla.

– Por favor, no te vayas – le supliqué –. Me arrepiento tanto de haber hecho aquello... y no te estoy mintiendo. Te aseguro que ya casi se me había olvidado aquella noche.

– ¿Ah, sí? ¿De verdad te arrepientes? Dudo mucho que ya no recordaras nada. Que yo sepa aquella noche lo disfrutaste, y mucho – se sorprendió al oírse decir aquello en voz alta.

– Yo solo lo hice por...

– No, déjalo – volvió a interrumpirme –, realmente no sé porqué me estás dando explicaciones. La verdad es que es tu vida y tú haces lo que quieres con ella, a mí no me importa en absoluto.

Alba, una vez más, avanzó hasta la puerta del apartamento y agarró el pomo de la puerta con la intención de marcharse, pero fue entonces cuando recordó que estaba cerrada con llave.

– Abre la puerta – me ordenó.

– No – negué tajantemente –, de aquí no te vas hasta que te convenzas de que no soy como piensas.

– Dios, ¡qué pesadilla! – se quejó mientras se deslizaba por la pared hasta quedar sentada en el suelo. Con sus rodillas flexionadas y sus codos apoyados sobre estas, escondió su cara entre sus manos queriendo librarse de mí.

– Estoy enamorado de una persona – hablé de pronto. Ella levantó la vista con las cejas alzadas –, llevo enamorado de ella varios meses, y no logro sacármela de la cabeza.

Me arrastré apenado hasta ella y me ubiqué a su lado, quedando juntos hombro con hombro.

– ¿Es Allison?

– ¿Qué? No... – suspiré –. No tienen nada que ver la una con la otra. Ella es una chica maravillosa, lo tiene todo, es lista, guapa, divertida, tímida, y también malhumorada a veces, pero cuando se ríe su sonrisa es la más bonita que jamás haya visto en mi vida. El problema es que para ella no existo, me odia, ella dice que no, pero yo sé que sí.

– Niall, no quiero ser grosera pero, no entiendo porqué me estás contando esto a mí – se la notaba algo molesta, pero yo continué como si no la hubiera escuchado.

– Sé que ella está triste cada día que la veo, y eso me mata por dentro porque no puedo verla así. Me siento impotente al intentar acercarme a ella y ver que me rechaza día tras día. Ha comenzado a ir a un psicólogo, y espero que le vaya bien y empiece a ver las cosas de otro modo, porque sino, no sé que haré...

La miré y me di cuenta de que aún no sabía a quien me estaba refiriendo. Estaba inmersa en la pantalla negra de la televisión y no se movía ni a penas un centímetro, por lo que seguí relatando mis sentimientos más desconocidos convenciéndome de que, a pesar del poco caso que me hacía, me estaba escuchando.

– Gracias a ella me he dado cuenta de que la vida no es sólo pasárselo bien y disfrutar. Sabe perfectamente lo que es sufrir, y yo quiero experimentar esa sensación junto a ella, quiero ayudarla y estar cada día a su lado. Si aquella noche hice lo que hice fue porque trataba de olvidarla. Nunca había sentido cosas así y estaba muy asustado, por lo que acudí a lo que pensé que sería el remedio más simple y útil. Mostré una actitud de lo más inmadura e infantil por mi parte, lo sé, y vuelvo y repito que me arrepiento con todo mi corazón. Pero, ¿quién me iba a decir a mí, que esa misma persona a la que intentaba olvidar... – respiré hondo y la observé para terminar mi última frase –, estaba en la puerta viéndome cometer el acto más vergonzoso y rastrero de toda mi pobre vida?

Estando ella de lado, vi como abría sus ojos de inmediato y me miraba roja de la vergüenza.

– ¿E-estabas hablando de... de mí?

– Sí Alba, todo lo que he dicho era sobre ti – le cogí la mano y acaricié su muñeca bendada con dulzura –. Y ahora, respóndeme a una pregunta con total sinceridad por favor – ella asintió insegura –. Quiero creer que esto no es así, pero, ¿he sido yo el que te ha hecho sufrir tanto durante todo este tiempo?

Retiró toda su atención de mi antes de que pudiera verle la cara y no respondió.

– ¿Tengo que interpretar eso como un 'sí'? – pregunté deseando que hablara y lo negara.

– Niall yo, no te puedo mentir, quiero ser sincera contigo de una vez por todas, ya que tu también lo has sido – dijo, y por primera vez desde que se había despertado la escuché hablar con más tranquilidad y sin rencor –. Tengo y he tenido muchos problemas en la vida, pero sí, en estos últimos meses tú has sido uno de ellos. No sé porqué, no quería que lo fueras, quería tratarte como tú lo hacías, pero desde aquella noche... – se calló sin poder continuar con aquel tema –. ¿De verdad piensas que te odio?

– Sí, tal y como me has tratado últimamente pienso que sí.

– Pues ahora ya sabes que, al igual que tú, yo también me arrepiento por eso. A veces soy demasiado rencorosa – me miró compasiva –. Perdóname, por favor.

– No, no, perdóname tú a mí, he sido un completo idiota.

– Nos perdonamos los dos – rió provocándome para que yo también lo hiciera.

– Ves, así te quiero ver siempre, sonriendo – le pellizqué la mejilla –. ¿Tratarás de hacerlo?

– Lo intentaré.

La estreché por los hombros y la acerqué a mí de forma que su cabeza quedó descansando sobre mi hombro.

– Niall – buscó mi mirada –, tengo sueño.

– Sólo dormiste cuatro horas – le sonreí ladeando la cabeza –. Ve a la cama.

– Ven conmigo – propuso, prestando toda su atención a sus manos en su gazo –, no quiero dormir sola.

– En seguida voy. Espérame allí mientras – accedí encantado, observándo sus mejilla encendidas.

Se levantó obediente y, debido a la posición donde estaba sentado, pude ver como se metía dentro de la cama y se tapaba con las sábanas hasta la cintura aún con los ojos abiertos.

Fui hasta la lavadora, saqué sus prendas mojadas y las tendí en un mini patio que tenía para que cuando despertáramos pudiera volver a casa con su ropa seca. Y tras esto, con una sonrisa tonta en mi rostro, me dirigí hasta la habitación y la encontré esperándome ansiosa para que ocupara el otro lado de la cama. La estreché entre mis brazos y me dispuse a dormir abrazado a ella, no como la pasada noche, esta vez siendo los dos completamente conscientes de lo que hacíamos.

Ahora sí que me sentía con ganas de permanecer así por el resto de mi vida.


Continue Reading

You'll Also Like

141K 6.8K 19
#2 libro. No la mires directo a sus ojos porque el deleitoso deseo, de tenerla no podrá con tu voluntad. No pienses en besarla sin su contecimiento...
461K 73.8K 32
Park Jimin, un padre soltero. Por culpa de una estafa termina viviendo con un completo extraño. Min Yoongi, un hombre solitario que guarda un triste...
361K 33.2K 67
Freen, una CEO de renombre, se ve atrapada en una red de decisiones impuestas por su familia. Obligada a casarse con Rebecca, una joven que llegó a s...
623K 55K 51
TINChoiceAwards2019 SINOPSIS Mi nombre es Agatha y soy una bruja. Mi linaje y legado provienen de la antigua Salem, donde la iglesia católica nos caz...