—¡Por supuesto que puedo ayudarte! –Exclamaba la peliblanca mientras Lyss partía su sándwich en cuatro partes iguales. —Pero no entiendo que quieren lograr.
—La idea es hacerle creer a Priya que en verdad somos sus amigas –comencé a explicarle. —Creo que si salimos con ella, si compartimos con ella, quizás comience a arrepentirse de lo que está haciendo y deje de "trabajar" para Debrah.
—En el peor de los casos, al menos le complicaríamos el trabajo a Debrah –sonrió Castiel.
—Si, lo estuve pensando anoche y Priya es una chica que está completamente sola. No creo que eso sea un problema para ella, porque se ve bastante independiente, pero creo que Debrah puede estar aprovechándose de esto y usándolo para su propio beneficio.
—Tiene sentido...
—Así que pensé que podíamos comenzar organizando una noche de chicas...
—¿Cómo las de primaria?
—Si, pero con más charla y menos comida –sonreí.
—¡Es perfecto! –Exclamó. —¿Pero debería ser solo entre nosotras tres o invitar a más chicas..?
—Sigue sin agradarme la compañía del resto de chicas, pero teniendo en cuenta que ocurrió lo de su carta y que acabamos de enterarnos que ella está junto a Debrah, creo que lo mejor sería invitar a más chicas, para que ella no sospeche y para que el ambiente no sea tan tenso.
—¿Pero a quiénes?
—Bueno... Mi habitación es ahora relativamente más grande, creo que podríamos invitar a unas tres chicas más...
—Pero si van a casa de Emma, ¿No sería un tanto extraño? –Preguntaba Castiel.
—Si, eso mismo pensaba –soltó Rosa. —Puedo fingir que yo organizo todo sola y nos quedamos en mi casa. Mis padres no están en casa este sábado.
—No quiero que parezca que te pedimos ayuda porque tienes una cada grande o algo así –murmuré avergonzada.
—¿Qué? Por supuesto que no, nadie piensa eso. Yo me comporté horrible a comienzo de año y durante primero y segundo, es lo mínimo que puedo hacer por recompensarlo.
—¿Quieren un poco de sándwich? –Murmuró Lyss terminando finalmente de cortar los pedazos.
Los tres soltamos una risa. Llevaba como diez minutos en su propio mundo dando su mayor esfuerzo porque el sándwich quedara en partes iguales. Era imposible no aceptarlo.
—¿Qué tal si pensamos durante el día a quiénes invitar y lo hablamos después de clases? –Me preguntaba Rosa mientras bajabamos las escaleras.
—Oh, no puedo después, me castigaron y debo encargarme de ordenar la biblioteca después de clases.
—Pero puedo esperarte.
—Es que ya tengo planes con Armin –arrugué mi nariz.
Ella levantó sus cejas y sonrió.
—Está bien... Te enviaré un mensaje con algunas propuestas y lo discutimos en la tarde. Así mañana me encargo de avisarle a las chicas.
Yo levemente asentí con mi cabeza. Ya habíamos llegado al salón, así que, al apenas notar al pelinegro sentado al fondo del salón, troté hacía él.
—Pensé que te habías fugado –me sonreía mientras tomaba asiento a su lado.
—Lo siento, tenía algo que hablar con Rosa –le devolvía la sonrisa.
Enseguida volví a notar que no solo Nathaniel y su melliza habían vuelto al Instituto, si no que también lo había hecho Alexy.
—Hey, ¿Cómo te encuentras? –Lo saludaba mientras este sacaba algunos libros de su mochila.
—Bien –respondió en seco.
—Sigue un tanto a la defensiva después de todo lo ocurrido, así que no creas que tiene algo contigo –me susurraba el pelinegro.
—¿Pero está mejor?
Él solo alzó sus hombros en respuesta.
—Al menos ya está de nuevo aquí... –Susurré abriendo mi cuaderno al ver entrar al profesor de física.
La época de primeros exámenes se acercaba y si había algo de lo que me había despreocupado por completo era de mis notas.
Nunca había sido una alumma aplicada, sin embargo, no me iba mal y no podía quejarme. Pero desde que había llegado, no había estado ni un solo día completamente enfocada a comprender lo que estábamos pasando en las asignaturas. Por lo que a días de comenzar con los exámenes, otro punto a la lista de estrés había comenzado a ser mi rendimiento académico, pues no entendía absolutamente nada de materias como física, química o biología.
—¿Cómo vas a sobrevivir a la próxima semana? –Le preguntaba a Armin mientras avanzamos rumbo a su casa.
—¿La próxima semana?
—Semana de exámenes –murmuré.
—Ah... Eso –soltó chasqueando su lengua. —No me preocupa, la verdad.
Yo solo tragué saliva. Lo envidiaba un poco.
—¿Y tú? ¿Es eso lo que te tiene así de callada?
—En parte –sonreí.
—No deberías estresarte tanto por algo tan tonto como una calificación.
—Supongo que es cierto, pero necesito de esa calificación para poder ingresar a la Universidad.
—¿Quieres ir a la Universidad? –Me sonrió nuevamente.
—Por supuesto, ¿De dónde voy a mantenerme y salir de esta ciudad si no tengo un buen trabajo?
—Yo puedo mantenerte –bromeó.
—Temo decir que soy una persona de gastos excesivos y completamente impulsivos, ¿De dónde vas a sacar tanto dinero para cubrirlos y comprar tus videojuegos?
—En seguridad informática pagan muy bien, y en el mejor de los casos, puedo trabajar en el desarrollo de videojuegos, programación.
—¿Para eso no tienes que tener una carrera?
—Si eres mejor en el trabajo que un egresado, a nadie le va a importar.
Yo solo supiré.
—Pero... Si tu preocupación es tener buenas notas, puedo esforzarme por entender y ayudarte –apoyó su brazo sobre mis hombros.
Mis mejillas automáticamente se sonrojaron.
—Ciencias no son cosa fácil... –Murmuré sonriendo.
—Debería intentarlo, no pierdo nada, ¿O sí?
—La paciencia vas a perder tratando de entender como es que se despejan átomos en los últimos ejercicios de química.
—Definitivamente deberé pedirle los apuntes a Alexy.
Cada ocurrencia con la que de pronto salía, solo aportaban más a que siguiera aumentando mi cariño y admiración por él.
Unas semanas más pasando tiempo juntos y mi opinión sobre lo que el amor romántico significaba cambiaría por completo.
—¡Mamá, ya llegué! –Pegaba un fuerte grito el pelinegro cuando abría la puerta de su casa.
—Casi me dejas sorda –reía mientras este se hacía a un lado para entrar.
Un hermoso vestíbulo blanco, lleno de plantas nos recibía apenas poníamos un pie en la casa.
—Ven, mi mamá debe estar en la cocina.
Enseguida, un pequeño living con un sillón en "L" y una pequeña ratonera en el centro se llevaba mi atención. Las ahora coloridas paredes estaban repletas de cuadros con fotos, diplomas y dibujos. La casa era realmente hermosa.
—¡Cariño, no me avisaste que traias visita! –Exclamaba su mamá saliendo de la cocina.
—Lo sé, no te dije porque si no ibas a preparar una cena enorme solo para Emma y eso la iba a espantar.
Ambas reímos.
—Armin por Dios –seguía riendo su madre mientras me saludaba con un beso en la mejilla. —Si yo no me perdonaría espantar a una chica tan encantadora como ella.
Sin saber como responder ante su lindo cumplido, solté lo primero y único que pasaba por mi mente:
—Su casa es realmente hermosa, señora Victoria.
—Muchas gracias, cariño –sobaba mi brazo. —Pero puedes simplemente llamarme Victoria, el señora me hace sentir como una mujer vieja –rió.
Mis mejillas se sonrojaron.
—En ese caso, Victoria, es muy buena decorando su casa, es realmente bonita –traté de arreglar mi error.
—Es diseñadora de interiores, sería el colmo que la casa fuera fea –sonreía ahora Armin.
Mi fascinación solo aumentó. Y Victoria solo movía sus manos, presumiendo de forma divertida su increíble talento.
—¿Y bien? ¿Quieren qué les prepare algo?
—No, no, estamos bien mamá. Emma solo vino a conocer a Rocket –soltó de forma acusona.
—Me vas a hacer ver como una interesada –murmuré.
—Tranquila, si yo fuera su amiga, también vendría a su casa solo para ver al lindo de Rocket –bromeó su mamá.
—Mamá...
Ella soltó una divertida carcajada.
—Avísenme si necesitan algo, estaré en la cocina terminando estos horribles budines –nos sonreía.
—¿Quieres ir subiendo, Emma? Yo iré a buscar algo para beber y comer a la cocina.
—¿Yo sola?
—Si quieres... –Alzó sus hombros. —Solo debes subir las escaleras, avanzar por el pasillo y entrar a la última habitación, a mano izquierda.
—¿Quieres qué suba tu mochila?
—¿Puedes hacerlo?
—Por supuesto –estiré mis manos hacía él.
—Cuando entres, quizás Rocket salga corriendo de su cama y se suba a tus piernas creyendo que soy yo, así que no te asustes –sonrió mientras me pasaba su mochila.
—Voy a morir de ternura al verlo –le devolví la sonrisa antes de dar la vuelta y subir las escaleras.
Tenía mucha curiosidad de saber como sería su habitación. Desde que había leído un artículo en internet donde analizaban las personalidades de las personas y luego sus habitaciones, me había vuelto una fiel creyente de que nuestro espacio privado era un claro reflejo de nuestra persona.
Pese a que ya conocía bastante al chico, seguían existiendo ciertos puntos que me eran completamente desconocidos —y es que igual era cierto que uno nunca termina de conocer completamente a alguien—. Me emocionaba poder saber algo más de él.
—¿Emma? ¿Qué haces tú aquí? –sentí de pronto a mis espaldas.
—Oh –me volteé rápidamente. —Hola –saludé al peliazul con mi mano libre.
—¿Armin te invitó a casa?
Rápidamente asentí con mi cabeza.
—¿Cuándo?
—Ayer.
Esperaba que la conversación diera para más, pero entonces el chico se levantó de su cama, avanzó hasta la puerta y la cerró de un golpe, haciendo que yo frunciera mi ceño confundida.
—¿Sigues ahí? –Habló de pronto Armin avanzado por el pasillo. —Pensé que ya estabas adentro.
—No, no... Alexy me distrajo.
—Debe haber estado confundido al verte, tampoco le avisé que venías.
Y en serio lo estaba.
—Pero como sea, ¿Podrías abrir la puerta, por favor? –Me sonreía.
Enseguida hice caso a su petición y ambos entramos al cuarto.
Lo primero con lo que mi vista se topó fue con un enorme escritorio al lado de un ventanal completamente cerrado.
—Espera, déjame abrir un poco estas cortinas así Rocket despierta –murmuró dejando la bandeja a un lado de su ordenador.
Sus paredes eran grises y para mi sorpresa, también estaban cubiertas por cuadros y pósters de películas, mangas y videojuegos. Estaba esperando algo mucho más sobrio, minimalista, sin embargo, lo que veían mis ojos, genuinamente me agradaba.
—Mmm... Que raro, siempre sale apenas abro la puerta –Murmuró agachándose hasta una enorme estructura de madera bajo el escritorio.
—Quizás yo lo espanté –bromeé tomando asiento sobre la cama.
—Si, no ha recibido nunca visitas –rió mientras sacaba al pequeño hurón con sus manos.
—Lo hubieses dejado allí, se ve asustado... —Murmuré.
Pero apenas este lo dejó sobre la cama, el pequeño corrió hacía mí y comenzó a girar al lado de mis piernas.
—¿Qué está haciendo? –Comencé a reír al verlo.
—No sé porqué lo hace, creo que intenta dejar su olor en tí.
—¿Cómo un perro?
Armin volvió a alzar sus hombros riendo.
—Es muy lindo... –Balbuceé comenzando a acariciarlo. —¿Lo adoptaste?
—Si, lo traje a escondidas a casa, pero cuando comenzó a hacer mucho ruido, mi mamá terminó descubriéndonos.
—¿No te dejaban tener mascotas?
—Mi papá siempre me dice que debo ser más responsable, así que una mascota solo a mi cuidado era algo imposible de imaginar –sonrió sentándose a mí lado. —Pero Rocket es muy independiente, así que sabemos llevarnos bien.
El pequeño animal enseguida se acomodó entre mis brazos en busca de más cariño.
—Si, pero supongo que un hurón requiere de muchos más cuidados que un gato o un perro... Eso ya demuestra bastante responsabilidad.
—Es cierto, pero debo admitir que no sería posible cuidarlo si Rocket no de portara tan bien, he visto en internet que la mayoría roban objetos, mastican cables o rompen todo lo que ven, pero Rocket no, él es muy educado.
—¿Así que eres un buen chico, eh? –Sonreí dándole más cariños.
—No lo mimes tanto o va a querer cambiar de dueño.
—No tendría problema en acogerlo en casa –bromeé observando como este se aferraba en los brazos de su dueño.
Armin solo sonrió.
El tiempo pareció esfumarse en cuestión de segundos. Durante toda la tarde, habíamos estado escuchando música y jugando con Rocket. Apenas notamos que se nos había ido la tarde, cuando la habitación comenzó a quedarse a oscuras.
—Creo que ya debería irme a casa –murmuré observando como Rocket se estiraba frente a nosotros.
—Si no estuvieramos castigados, podrías quedarte mucho más tiempo... –Murmuraba el chico estirando sus piernas.
—Es cierto...Pero mira el lado bueno, existe la excusa perfecta para poder seguir hablando después de clases.
En la habitación solo retumbó la contagiosa risa de Armin. Sin embargo, enseguida, uno de esos tranquilos silencios se hizo presente.
Yo realmente no quería irme y parecía que el chico tampoco quería que lo hiciera, pues tras unos minutos apoyados sobre su cama, este sujetó mi mano y en un movimiento rápido logró sentarse frente a mí en completo silencio.
—Rocket va a creer que estás a punto de... –Logré soltar antes de ser interrumpida.
Sus enormes y cálidas manos se posaron sobre mis mejillas, para enseguida acercar su rostro y acabar con la distancia juntando nuestros labios.
—Besarme –terminé mi frase sonriendo.
—¿Por qué sonríes? –Me preguntaba el chico riendo.
Pero ni siquiera podía encontrar las palabras perfectas para explicarlo.
—¿Por qué ríes tú? –respondí apoyando mis manos sobre su nuca.
El chico soltó otra risa y volvió a acercarse a mí para besarnos. Pero antes de poder separarnos por voluntad propia, el sonido de la puerta abriéndose de golpe nos interrumpió, separándonos al instante.
—¡Alexy! –Exclamó Armin mientras yo me alejaba de él.
—Mamá me acaba de preguntar si quieres que papá lleve a Emma a casa –soltó el peliazul.
—No, no, yo la acompaño a casa –balbuceó Armin completamente sonrojado.
Su gemelo, sin soltar otra palabra, nos observó por unos segundos más y cerró la puerta de un golpe. De inmediato, ambos reímos nerviosos.
—L-Lo siento –se disculpaba el chico. —Y no te preocupes, Alexy no le dirá a nadie de lo que acaba de ver.
—Está bien –seguí riendo. —No me importa, que lo sepan.
Su rostro se sonrojó aún más.
—Creo que Rocket va a querer de tus visitas mucho más seguido –bromeó mientras el pequeño se subía a su pecho.
—Claro... Rocket –reí golpeando su pierna con mis zapatillas. —Deberé conseguirme un amigo para wue entonces tu también puedas tener una excusa perfecta para ir a mi casa –me burlé.
—No, porque tú no tienes hermanos, no tienes con quién pasar el tiempo, a ojos de tu mamá seré tu nuevo buen amigo que te acompaña en las tardes.
Una risa se me escapó al recordar que mi mamá ya sabía absolutamente todo.
—Como los niños en primaria cuando invitan a sus compañeros a jugar –solté.
—Exacto –sonrió.
—Creo que la próxima excusa podría ser ver una película juntos. Me gustan los posters de tu pared, tenemos algunos gustos en común.
—Trato hecho. Buscaré las mejores películas para ver.
—De acción no, por favor.
—¿Qué tal terror?
—¡Suena bien!
—Entonces iré leyendo algunas recomendaciones –sonrió antes de levantarse.
Incluso cuando ni siquiera llevábamos una etiqueta por delante, me gustaba como de a poco iba avanzando nuestra relación. Se sentía como vivir un verdadero Carpe Diem, y aunque siempre me había desagradado esa expresión, comenzaba a ser algo que realmente me gustaba.