*Siete años después*
Las sábanas me cubrían hasta la cintura, me giré para abrazar a Jack pero él no estaba. Era temprano, una fresca brisa entraba por la ventana y llenaba la habitación, de seguro Jack se había ido al trabajo, volví a girar y cerré mis ojos para volver a dormir.
Unas suaves manos comenzaron a jugar con mi cabello, que junto con unas risitas hicieron que me despertara. Unos achinados ojos azules me miraban junto con una dulce sonrisa.
-Vamos hijo, dile a mamá que ya es tarde y tiene que levantarse -dijo sonriendo Jack, que tomaba a Taylor para subirlo a la cama mientras reía.
-Hola mamá -dijo sonriente Taylor mientras yo lo abrazaba y besaba su frente.
-Hola pequeño, ¿cómo amaneciste? -le sonreí.
-Bien -respondió- Con papá fuimos a la playa.
-¿Ah sí? -enarqué una ceja y miré a Jack, quien sonreía.
-Le estoy enseñando a nadar -sonrió de lado- No te quisimos despertar -me dijo Jack mientras se acercaba para besarme.
Como por instinto, Taylor tapó sus ojos con las manos para no vernos. A sus cortos seis años, para él, los besos eran cosas de adultos. Nos reímos ante la situación.
-¿Cómo se conocieron tú y papá? -preguntó de la nada mientras sostenía el peso de su pequeña cabeza en sus manos y nos miraba.
-Es una larga historia -dije sonriendo.
-Y... aunque no lo creas, nos llevábamos mal -Jack y yo reímos, de seguro recordó aquel momento en el que lo abofeteé.
-Entonces... ¿cómo?, no entiendo -dijo Taylor llevándose las manos a la cabeza.
-Sólo te diré una cosa, enano -dijo Jack sonriendo mientras Taylor y yo lo mirábamos atentos- cuando conocí a tu madre, supe que había encontrado al amor de mi vida.