Te Necesito

By MyPerfectGuys

1M 34.8K 3.4K

Entrenador y jugadora. Profesor y alumna. Amigo y amiga. Para algunos eran una cosa, para otros otra... pe... More

Sinopsis
01.
02.
03.
04.
05.
06.
07.
08.
09.
10.
11.
12.
13.
14.
15.
16.
17.
18.
19.
20.
21.
22.
23.
25.
26.
27. «1ª parte»
27. «2ª parte»
28.
29.
30.
31. «1ª parte»
31. «2ª parte»
32.
33.
34.
Epílogo
Nueva temporada
~~~

24.

23.5K 891 190
By MyPerfectGuys

Miré mi reloj una vez más impaciente. Ya habían pasado quince minutos desde que éste había marcado las seis de la tarde y yo aún seguía en aquella improvisada clase de última hora, esperando a que una inusual alumna considerara que había sido suficiente por hoy.

Le había pedido a _____ que me esperara para ir con ella a ver los resultados del reparto del musical, aunque yo ya lo sabía debido a que había ayudado a elegir los protagonistas, pero me apetecía mucho estar con ella cuando se enterara de la gran noticia. Sabía que cuando le explicara el motivo de mi tardanza me comprendería, o por lo menos estaba convencido de que así sería.

Sentí como un par de ojos negros me miraban intensamente desde la primera fila de pupitres que había al frente de mi mesa. Levanté la cabeza y ella me sonrió dulcemente haciéndome un gesto con su mano para que me acercara.

—¿Alguna duda con los ejercicios que te puse? —pregunté, llegando hasta su lado.

—Eh, no, profe —bromeó con una perfecta sonrisa—, sólo quería decirte que ya los terminé.

Ella se levantó de su silla sin apartar la vista de mí ni un solo segundo, me tendió la hoja y agarró su bolso entre sus manos.

Caminé de nuevo hasta la mesa de profesor que había a la entrada de la clase y comencé a ordenar todos los papeles que había estado ojeando minutos antes junto con el examen que acababa de recoger para poner un poco de orden antes de marcharme.

—¿No me corregirás los ejercicios ahora? —preguntó ella con gran interés detrás mía.

—Si no te importa te los traeré mañana, es que ahora tengo un poco de prisa —rodeé la mesa y me volví a sentar en mi asiento.

—Oh vaya, así que tienes planes... —se acercó hasta quedar al pie del escritorio—, y yo que pensaba invitarte a tomar algo —hizo una mueca chasqueando su lengua—. Y dime, ¿quién es la afortunada?

—¿Perdona? —pregunté escandalizado por su atrevimiento.

—Vamos Liam, somos compañeros de trabajo, me atrevería a decir que hasta amigos —se alzó de hombros. Yo la miré un poco desconcertado con las cejas alzadas—. Anda no me mires así rió.

—Sí, bueno, supongo que somos amigos —dije sonriendo de medio lado.

—Entonces qué, ¿alguna chica por ahí?

—Uhm, la verdad es que...

Unos inesperados golpecitos suaves en la puerta nos hicieron girarnos a los dos.

—¿Se puede?

_____ se asomó por allí con una gran sonrisa dibujada en su rostro, pero al ver a mi acompañante, su cara cambió radicalmente. No sabría decir si fue por la vergüenza de haber aparecido por allí con aquella confianza o por verme con una de las profesoras más jóvenes y atractivas del colegio, pero el caso es que se había puesto roja como un tomate.

—Yo... lo siento, no quería interrumpir —se disculpó retrocediendo unos pasos.

—Pues lo has hecho —escuché susurrar a la que tenía a mi lado.

Yo la observé anonadado de reojo mientras fruncía los labios automáticamente. No me había gustado nada que hiciera ese comentario.

—Sólo quería hablar con usted sobre el... sobre el musical, profesor Payne —dijo nerviosa, observándome con ojos asustados.

Me resultaba tan extraño que me llamara de aquella forma... Sin embargo era una alumna y así era como, supuestamente, me tenía que llamar siempre.

—Sí claro, adelante.

—Creo que lo mejor es que yo me vaya ya – supuso mi compañera caminando hacia la puerta y cruzándose con _____ mientras tanto—. Hasta mañana, Liam.

Me dedicó una última sonrisa y se marchó, llevándose consigo aquel tintineo de tacones contra el suelo tan característico de ella.

—¿Qué... qué hacía Ainhoa aquí? —preguntó acercándose a la mesa cabizbaja después de asegurarse de que ya nadie nos escuhaba.

No pude evitar reír al imaginar los pensamientos que debían estar circulando a toda máquina por su cabecita, así que me levanté de mi sitio y me coloqué detrás de ella para rodearla por la cintura y poder hablarle al oído.

—No es nada de lo que piensas, celosilla —añadí con una sonrisa enorme. No me podía contener—. Ella me pidió que le diera unas cuantas clases particulares de música, y es lo que estaba haciendo.

—¿Sólo eso?

—Sólo eso —le aseguré besando su mejilla. La hice girar sobre sus talones y quedáramos cara a cara—, te lo prometo.

_____ me sonrió y se acercó aún más a mí para plantarme un tierno beso en la nariz.

—¿Te apetece ir ya a ver los resultados?

—¿Qué si me apetece? —preguntó con enfasis elevando el tono de voz. Parecía de pronto molesta—. ¡Todo el mundo se sabe la lista de memoria desde esta mañana de tantas veces que la ha leído, y yo ni un simple vistazo le he echado! Y todo porque querías que la viera contigo y fuera una sorpresa... —volvió a aseverar más calmada, adoptando un tono más cómico—. Más te vale que esa lista compense mi enfado, porque si no ya puedes estar rezando porque no te arranque uno a uno tus preciosos cabellos y te deje calvo.

Yo comencé a reír por su estado de histeria.

—Eh —me pegó en el hombro—, no te rías. No tienes ni idea de lo nerviosa que he estado hoy...

Esto ya sí que lo había dicho en serio, era obvio.

—Es cierto, tienes razón. Lo siento.

Después de que aceptara mis disculpas, puse mi vista sobre el pañuelo tan bonito que llevaba alrededor de su cuello y se me ocurrió una idea instantáneamente que implicaba su uso.

—¿Me lo prestas? —pregunté, tirando de un extremo y deslizándolo por su piel con lentitud.

—Depende —dijo. Ella me agarró la mano impidiéndome seguir y me miró a los ojos—. ¿Para qué lo quieres?

—Es una sorpresa.

Vi un atisbo de duda en sus ojos, pero sabía que no se negaría a nada de lo que le pidiera.

—Está bien —accedió soltándome y permitiéndome volver a reanudar mi tarea.

—Date la vuelta y cierra los ojos —le indiqué.

Sin rechistar, se volvió a girar y me permitió colocarle el pañuelo a modo de venda al rededor de sus ojos. Su mano buscó a tientas algo a lo que aferrarse, por lo que le tendí mi brazo. Me sujetó con fuerza y comenzamos a caminar. La guié por los pasillos del colegio hasta que llegamos frente al tablón de anuncios donde tan solo quedaba una lista de las cinco que había colgado Marcel por la mañana.

—¿Preparada?

—C-reo que sí —musitó insegura.

Mis dedos desataron con habilidad el nudo que anteriormente había realizado y aparté el pañuelo de su cara. Al no estar de frente, no pude apreciar el proceso por el cual pasaría su expresión facial antes de que pegara un grito que me dejara sordo, así que, echándole mucha imaginación, recreé el momento en mi mente. 

Abre los ojos, se acostumbra a la luz, se acerca más al tablón para poder leer mejor, busca desesperadamente su nombre, lo encuentra, sigue la línea horizontal de puntos deseando encontrar el nombre 'Sandy' al final, abre los ojos sorprendida, parpadea varias veces sin dar crédito a lo que ve, vuelve a mirar su nombre y comprueba finalmente que el papel protagonista es suyo... 3, 2, 1...

—¡Me lo han dado, me lo han dado! —chilló, comenzando a dar saltos por su emoción incontenible— Oh Dios, no me lo creo... ¡no me lo creo!

Ella se tiró literalmente sobre mí y me estrechó tan fuerte que pensé que moriría estrangulado. Pero lejos de molestarme, adoré que tuviera esa reacción. Aunque fuera un poco pronto para decirlo con todas las palabras sin avergonzarme ni un poquito, sentía que por ella moriría y volvería morir millones de veces si hacía falta.

—Mierda... —murmuró de pronto alejándose de mí y llevándose las manos a la cabeza.

—¿Qué pasa?

—Que en realidad no sé si estoy preparada para esto —dijo realmente angustiada. Fue cuando la escuché que comprendí el verdadero motivo por el cual no quiso realizar las pruebas desde el principio—. Todo esto implica una responsabilidad enorme para mí, Liam. Todo el mundo estará pendiente de lo que haga de hoy en adelante, mis compañeros me seguiran a mí y yo deberé de hacerlo a la perfección para servirles como referente, pero dudo que sea capaz de eso. Y además, el día de la actuación... —negó horrorizada—, el día de la actuación me acobardaré. No podré salir al escenario como si nada pasara e interpretar el papel... no podré Liam, no.

—Eh, mírame —me acerqué hasta ella y le cogí las manos—, claro que lo vas a poder hacer. Yo creo en ti _____, y te aseguro que no soy el único. Tienes mucho talento y nos lo has demostrado a todos, por eso mismo te dimos el papel, porque creímos que estabas lo suficientemente capacitada como para representarlo a la perfección. Sé que lo vas a conseguir, estoy seguro de hecho. Yo, si es necesario, te ayudaré, ¿de acuerdo? Pero a cambio me tienes que prometer que no volverás a decirme que no puedes, porque sí que puedes.

Ella soltó un suspiró intentando calmarse.

—Tampoco lo hago tan bien... —susurró de forma casi inaudible sin mirarme. Yo le eché una media sonrisa por lo ingenua que se estaba mostrando.

—Ojalá te pudieras ver con los ojos que te veo yo, _____ —le respondí en susurros al igual que ella mientras acariciaba su mejilla colorada.

—¡_____! —gritaron un par de voces.

Carla y Ruth se acercaban exaltadas por el pasillo a toda prisa. Por eso, antes de que nos alcanzaran, me separé de ella la distancia que creí correcta y continué hablándole como si nada.

—... y por eso es por lo que Daniel decidió calificarte con un nueve en tu examen de música —finalicé aquella ficticia conversación. Ella me miró asintiendo continuamente con la cabeza siguiéndome el rollo.

—¿Interrumpimos algo? —preguntó Carla con un cierto toque de ironía en sus palabras.

—Eh, no. Liam... perdón, el profesor Payne me estaba informando de mi nota en el examen que hicimos ayer. ¿Necesitáis algo? —les preguntó girándose hacia ellas.

—Te buscábamos para preguntarte si te apetece venir a celebrar lo del musical con nosotras —habló Ruth después de mirarme de arriba abajo furtivamente durante unos segundos eternos.

—Bueno, con nosotras y con unas ochenta personas más —rió Carla—. Es una fiesta. Qué dices, ¿te animas?

—Uf, no chicas, sabéis que no me gustan mucho las fiestas. Además, estoy cansada y lo único que me apetece ahora es irme a casa a descansar.

—Vamos _____, nunca sales con nosotras —se quejó Ruth—. Voy a comenzar a pensar que no nos quieres, ¿eh?

En varias ocasiones sentí la extrema necesidad de irme de allí, ya que era evidente que en aquella conversación no pintaba nada, pero no podía hacerlo por mucho que quisiera. _____ me tenía bien agarrado discretamente por la parte trasera de mi camiseta y no me dejaba moverme de mi sitio.

—Sabéis que eso no es verdad, yo os quiero mucho, pero es en serio. Hoy ha sido un día agotador, y algo extraño para mí —añadió mirándome de reojo. Tuve que morderme el labio para no soltar una sonora carcajada.

—¿Y crees que Alba se habrá recuperado ya de su resfriado?

Yo miré hacia _____ extrañado, pero ella al parecer no se inmutó al escuchar a sus amigas. Según lo que sabía, Alba no había estado enferma en su casa por un resfriado, sino en el hospital por otros motivos. Quizá _____ había tenido que mentir a propósito a petición de Alba.

—Sí, ya se encuentra mucho mejor —mintió ella—. Le vendrá muy bien salir y que le dé el aire, así que podéis ir a su casa y preguntarle. Si os dice que no, entonces insistidle una y otra vez hasta que logréis convencerla, como si la tenéis que obligar.

—Bueno, pues aunque sea eso haremos. Yo no pienso salir a ligar sola, es muy aburrido —soltó Carla como si nada.

—Oye, ¿y yo no existo o qué? —se quejó Ruth molesta.

—Sí, pero es que tú ni siquiera te ligas a los tíos, tú los ves y... ¡venga, hala, a follar directamente! 

—¡Chicas! —exclamó _____ roja de la vergüenza, haciéndoles una seña para que se dieran cuenta de lo que estaban diciendo delante mía.

Ellas rieron con despreocupación.

—Bah, no te preocupes —Carla me pegó una palmadita en el hombro—. Liam, como buen entrenador y profesor joven que es, nos entiende, ¿a que sí?

—Bueno, bueno... aún estoy a tiempo de llamar a vuestros padres y contarles lo que hacéis cuando os vais de fiesta —les comenté poniéndome serio de repente. Por momentos conseguí borrarles esas sonrisas confianzudas que tenían—. Es broma... —reí.

—Me asustaste de verdad —bufó Carla alejándose de nosotros agarrada del antebrazo de Ruth—. ¡Esta me la pagarás Payne!

—Madre mía, están locas... —susurró _____ viéndolas desaparecer por los pasillos a la vez que negaba horrorizada con la cabeza.

—Sí lo están, sí.

Le pasé un brazo alrededor de los hombros y le alenté a caminar hacia los aparcamientos junto a mí. Cuando llegamos, nos dirigimos hasta mi coche y, en vez de entrar, se quedó fuera apoyada en una de las puertas con los brazos cruzados.

—Entonces, ¿es verdad eso de que estás cansada? —quise saber acomodándome a su lado.

—Pues sí, a lo mejor no tanto como les dije a ellas —admitió, sintiéndose algo culpable—, pero sí que estoy cansada. ¿Por qué lo dices?

—Es que, verás... —farufllé, empezando a sentir los nervios en mi estómago—, yo te quería invitar esta noche a un sitio. Como mañana es sábado y no tenemos nigún partido ni clases, pues pensé en pasar un poco de tiempo juntos...

—¿L-los dos?

—Sí.

—¿Solos?

—Solos —afirmé sin sonar muy convincente. Al ver que ella no me daba una respuesta clara y concisa, comencé a maldecirme por haberme atrevido a hablar—. No pasa nada si dices que no, lo comprenderé perfectamente...

—Claro que me apetece —me interrumpió alegre—. Creo que a parte de descansar, lo que más me apetece es ver lo que tienes preparado para mí. Venga sube, sube.

Ella abrió la puerta del coche sobre la que estaba apoyada y entró al interior, sentándose en el asiento copiloto. Reí ante su impaciencia sacudiendo mi cabeza. Yo la imité y me subí a su lado, por lo que en sólo cuestión de minutos minutos, ya estábamos los dos en la carretera.

—Pero no te hagas muchas ilusiones. La verdad es que me hubiera gustado preparar algo mejor y más original, pero la idea se me ha ocurrido hace un rato... —le confesé.

—No importa —negó sonriéndome—. Es todo un detalle de tu parte que me quieras sorprender de esta manera, y más un día como hoy, así que me sobrará y me bastará con cualquier cosa que vayas a hacer.

—Por cierto, no tendrás a mano un bikini, ¿no?

—¿Un bikini? —preguntó ceñuda. Yo asentí— Pues no, la verdad es que no suelo venir a clase con uno en la mochila —bromeó.

—Ya... lo suponía, no es algo muy común.

—¿Me llevarás a una piscina? —inquirió curiosa, ladeando su cabeza.

—Mmm... no te lo voy a decir.

No quería ceder, pero sabía que si seguía insistiendo no aguantaría. Por suerte no volvió a mencionar el tema por mucho más tiempo. En cuanto escuchó una canción en la radio que le gustó, comenzó a tararearla y se distrajo. Eso sí, de vez en cuando giraba su cabeza y la veía de reojo observarme de forma curiosa, sin que pareciera que yo me estaba dando cuenta. 

Cuando llegué a la puerta de su casa, _____ se bajó del coche y ágilmente echó a correr hasta meterse en el interior del edificio para evitar hacerme esperar mucho tiempo. Cinco minutos justos pasaron cuando estuvo de vuelta en el coche. Arranqué de nuevo con ella a mi lado y puse rumbo hacia aquel desconocido lugar sólo para ella, quien estaba súper impaciente por que llegaramos cuanto antes a nuestro destino.

Había cambiado su uniforme del colegio por un vestido de entretiempo color blanco y, aunque no me quise fijar mucho, también distinguí, debido a que se le transparentaba un poco, un bikini rojo con lunares del mismo color que el vestido. Estaba preciosa, realmente preciosa.

Conduje por las calles del centro de la cuidad hasta salir por un desvío que me llevó hasta una pequeña carretera que quedaba a tan solo unos metros del mar. Al divisar unas luces entre toda la oscuridad de la noche, _____ se incorporó en su asiento.

—¿Vamos a cenar en ese restaurante? —señaló con la cabeza hacia el único sitio iluminado de la zona.

—Eh, no exactamente —dije apenado al ver su cara de desilusión—. ¿Tú querías ir ahí?

—No... o sea sí, pero da igual. Llévame a dónde quieras —con la sonrisa tan sincera que me dedicó, yo recuperé todas las ganas que tenía de mostrarle lo que había preparado.

Unos minutos más tarde, aparqué cerca del restaurante y le avisé de que habíamos llegado. Mientras ella se bajaba del coche, yo caminé hasta el maletero y busqué allí todo lo que iba a necesitar en las próximas horas.

—¿Te ayudo? —preguntó, apareciendo a mi lado.

—No, no es necesario.

Una vez que hube cogido todo, ambos comenzamos a andar por el paseo de asfalto que había frente a la playa.

—¿Qué te parece el sitio al que te traje? —le pregunté esperando una buena respuesta por su parte.

—Pues si te soy sincera te diré que nunca me ha gustado la playa, pero tranquilo —ella me jaló del brazo cuando se percató de que me había detenido en seco—, no me gusta venir por las mañanas, con el sol y la gente... todo eso me agobia. Sin embargo, a estas horas es diferente, y contigo pues... mejor —desvió su mirada a la vez que se alzaba de hombros.

Me la quería comer. Era tan tierna, y tan inocente...

—Ven por aquí.

Salí del paseo y comencé a caminar por la arena notando sus pisadas detrás mía. La llevé caminando hasta una zona de rocas donde podríamos acomodarnos perfectamente y donde sabía que nadie nos molestaría.

—Me gustaría saber como es que conoces tantos sitios de estos y yo no —se sentó en una de las rocas y me miró—. Soy yo la que lleva viviendo en esta isla toda su vida, no tú.

—¿Quieres saber cómo los descubro? —le pregunté alzando las cejas. Hice que se levantara un momento para así poder extender sobre la áspera roca una toalla que había sacado de la mochila para que no se dañara la piel—. Tan sólo pretendo sorprenderte —me sincere, mostrando una expresión de simpleza—, es simplemente eso lo que me motiva para descubrir tantas cosas.

—Oh... —enmudeció, soltando un suspiro—. Ven, siéntate aquí conmigo.

Ella se movió a un lado en su sitio para hacerme un hueco. Subió sus piernas a la roca, las cruzó y me miró de frente.

—Liam, ¿quién hará de Dany en el musical? No me fijé cuando miré la lista.

—Martín —le informé torciendo la cabeza hacia un lado, intentaba evitar el tema.

—¿Por qué haces esa mueca? 

—Porque vamos a tener algunos problemas con Javier —le dije, y ella automáticamente borró la hermosa sonrisa que le cruzaba el rostro—. Creo que lo mejor que puedo hacer ahora es proponer cortésmente un cambio de tema...

—Sí, mejor, dejemos esta conversación para otro día. No quiero que ese idiota me fastidie el momento —sentenció levantándose y tendiéndome una mano— ¿Te apetece dar un paseo? Hace muy buena noche.

—Tengo otra idea mejor —le guiñé el ojo. Agarrándome a su mano me puse en pie y me posicioné paralelo a ella—. Quítate la ropa.

—Uhm... —murmuró impactada retrocediendo un paso hacia atrás.

Pero, ¿cómo se me ocurría decirle eso? ¿cómo podía ser tan descarado? Quise abofetearme realmente por lo directo que había sido.

—O sea no, perdona, perdona, perdona... —repetí desesperado por no encontrar las palabras para explicarme—. Yo me refería a que... a que si te apetece darte un baño, te puedes quitar el vestido y eso...

—¿Un baño ahora? —preguntó más calmada. Parecía haberse hecho la tonta a propósito, como si el error que acababa de cometer fuera insignificante para ella, cuando yo sabía que se había asustado de verdad—. Uh, no sé Liam, hace algo de frío.

—Lo siento, de verdad que no pretendía sonar tan insolente... —volví a mencionar.

—Liam, no pasa nada. Te entiendo —me sonrió acercándose de nuevo a mí—. Venga, de acuerdo, me daré un baño contigo. Vamos, quítate la ropa tú también —se mofó de mí con gracia. Eso me hizo olvidarme de todo y centrarme por completo en ella.

Su vestido de tela de algodón suave y blanca cayó sobre la arena en un abrir y cerrar de ojos. Quise contener mis impulsos, pero mi vista se dirigió rápidamente hacia sus piernas desnudas y bien torneadas, observándolas con admiración. Para ser tan jóven tenía un cuerpo muy bonito, todavía no desarrollado del todo, pero aún así muy bonito. Parecía que en mi vida había visto a una mujer con tan escasa ropa, ya que de lo embobado que me quedé, abrí la boca ligeramente en forma de O y por poco me pilla babeando por ella.

—Ahora te toca a ti —me señaló mordiéndose el labio. Se acercó hasta quedar a la altura de mi oído y me susurró—: Te espero en el agua.

Dios mío, Liam... vista al frente, vista al frente me repetía una y otra vez. Pero me resultaba de lo más complicado.

La miré embobado mientras caminaba tranquilamente por la orilla y chapoteaba con sus pies gotitas de agua que se estampaban contra su piel. La veía sonreír sola y soltar algunas carcajadas desde donde estaba, y eso me gustaba. Verla feliz me producía un sentimiento parecido a la euforia a penas descriptible.

Sin tardar ni un solo segundo más, me quité la camiseta, el pantalón y las zapatillas, hasta que quedé únicamente en bóxer. No sabía como se tomaría eso de que la hubiera llevado a su casa expresamente para cambiarse, y sin embargo, yo ahora iba en ropa interior, pero estaba seguro que lo prefería mil veces antes a verme desnudo completamente.

Cuando llegué la orilla, ella ya estaba metida en el agua hasta la cintura. Tenía la cabeza alzada hacia el oscuro cielo y admiraba las estrellas bien distinguidas debido a la escasa luz que había a nuestro alrededor. Sus manos se movían con total libertad sobre la superficie del agua haciendo que sus dedos la tocaran de forma sutil.

Me acerqué sigilosamente hasta quedar justo detrás de ella, como aquella vez que tuvimos nuestra guerra de comida en la cocina de mi casa.

—¿Puedo? —pregunté apoyando mis manos en su cintura.

—¿Abrazarme? —giró su cabeza para mirarme, yo asentí— Claro que puedes.

Me sorprendió mucho al ver que tomaba la iniciativa, agarrando mis manos entre las suyas y rodeando su vientre con ellas. Recosté mi cabeza en su hombro y cerré mis ojos disfrutando de las tiernas caricias que comenzó a depositar por mis brazos.

—Creo que nunca en mi vida me he sentido tan bien como ahora —dijo, rompiendo el silencio.

—¿Y cómo te sientes, concretamente?

—Me siento libre, sin necesidad de estar pendiente de lo que piensen los demás sobre mí en este momento... También relajada —rió nerviosa—. Es la primera vez que... bueno, que me 'relajo' ante la presencia de un chico.

—¿Eres feliz? —pregunté sin pensar abriendo los ojos de golpe, los cuales aún mantenía cerrados.

Ella volvió a mirarme desde su posición algo extrañada por la pregunta.

—Depende.

—¿Depende de qué?

—Del momento por el que me estés preguntando.

—¿Y ahora?

—¿Ahora qué?

—¿Eres feliz ahora?

Sin yo ver lo que hacía, levantó mi mano derecha hasta dejarla frente a su rostro y seguidamente sentí sus labios sobre mi piel. Un beso. Dos besos. Tres besos. Así continuó por toda la extensión de mi brazo hasta llegar a mi hombro, fue entonces cuando tuvo que girar y quedó de frente a mí. Una vez que hubo terminado de colmar de mimos mi clavícula, levantó la vista y respondió a mi pregunta con sinceridad.

—No sólo soy feliz ahora Liam, soy feliz siempre que estoy contigo. Haces que todo parezca siempre más fácil de lo que verdaderamente es, y que me digas cosas como lo de que cada sitio que descubres es para sorprenderme, o incluso aquello que me dijiste en el hospital, ¿recuerdas? —yo asentí sabiendo perfectamente a lo que se refería—. Bueno pues, todas esas cosas, sólo hacen que te vea con mejores ojos de los que ya te veo.

—¿Y eso es malo? —le cuestioné al notar su angustia.

—Pues, la verdad es que no estoy segura...

Juraría que lo que le preocupaba y lo que pasaba en esos instantes por su cabeza, era lo mismo que me pasaba a mí por la mía.

—Sinceramente _____, en estos momentos me da igual ser tu entrenador, tu profesor, una persona seis años mayor que tú, que me quiten el trabajo o que me denuncien por estar con una menor... me da igual todo —me sinceré quedándome agusto. Acuné su cabeza entre mis manos y comencé a pasarle los pulgares por sus mejillas sonrosadas con suavidad—. Lo único que me importa es que estás conmigo, y que al igual que tú, nunca en la vida me había encontrado tan bien y tan completo con nadie, ni con ninguna de mis ex novias.

—¡Oh Dios, Liam! —sus ojos brillaban por la emoción que le habían causado mis palabras.

Ahora recordaba aquellas tantas veces que había deseado besar dulcemente aquellos delicados labios vírgenes, estrenarlos, ser el primero en probar aquel manjar, y algo me decía que ese era el momento especial que había estado buscando para ella. Se palpaba en el ambiente la desesperación y las ansias por sentirnos el uno al otro, así que decidí ponerle fin a aquella amarga espera.

Miraba sus ojos, y después sus labios, de nuevo sus ojos y seguidamente sus labios. Lo único que buscaba con eso era asegurarme de que no cambiaba de opinión en ninguna milésima de segundo. Hasta que cerró sus ojos, entonces fue cuando supe que yo debía hacer lo mismo, que tenía vía libre con ella.

Al primer contacto creí ver las estrellas, parecía como si aquel beso fuera también mi primero. Nuestros labios a penas se movieron durante segundos, pensé que lo mejor era ir poco a poco debido a su inexperiencia. Mientras tanto, mis dedos eran incapaces de dejar de moverse sobre sus mejillas de porcelana. Disfruté de aquel beso como si nunca más la fuera a tener entre mis brazos, y deseé que nadie, excepto ella o yo, interrumpiera aquel momento tan especial. Pero al parecer mis plegarias no fueron escuchadas a tiempo, ya que en el mismo instante un ruido externo nos distrajo.

_____ fue la primera en deshacer nuestra unión después de oír aquel pitido sordo que parecía salir de detrás de las rocas. Me alarmé muchísimo, puesto que de ninguna manera esperaba que alguien nos pudiera estar vigilando, ¡era de locos!

—Espérame aquí —le ordené con gran amargura por tener que dejarla después de lo que había ocurrido entre nosotros.

Salí corriendo del agua y me apresuré hasta llegar a donde estaban nuestras cosas, pero todo seguía igual. Miré por la zona donde me pareció que había escuchado el ruido, pero tampoco encontré nada, ni a nadie. Lo único que más tarde llamó mi atención fue un objeto negro que logré distinguir medio enterrado en la arena. Me acerqué mejor para analizarlo y descubrí que se trataba de una linterna normal y corriente. La dejé de nuevo en el suelo y volví de vuelta con _____.

—¿No había nadie? —preguntó asustada.

—No.

—¿Qué haremos si...?

—No... no —negué efusivamente. La atraje hacia mí y la abracé por la cintura mostrando mi lado más protector—, no pienses ahora en eso. Nada ni nadie nos va a arruinar esta noche. Ahora sólo somos tú y yo, sólo nosotros.

Continue Reading

You'll Also Like

834K 88.2K 136
1era y 2da temporada ♥️ Sinopsis: En donde Jimin es un Omega mimado y Jungkook un Alfa amargado, los dos se casan por sus propias conveniencias. ⚠️...
8.8M 706K 46
¿La típica historia de amor en donde el chico choca con la chica accidentalmente, se miran fijamente a los ojos y es amor a primera vista? Primer...
4.3M 363K 59
Un malentendido lleva a Brenda a enemistarse con el chico más popular del curso. Pero Lucas no es tan malo como parece, ni ella está tan loca como él...
307 27 4
No lo desees, no lo odies y sobre todo; no lo mires a los ojos porque caerás rendida a sus pies, y él, destruye todo lo que toca. ...