—¿Estás segura de que quieres ir a su concierto? –Me preguntaba Castiel mientras avanzabamos con prisa por la zona de bares.
—Castiel tiene razón... No debes venir si no te sientes segura.
—Quiero hacerlo –murmuré deteniéndome. —Quiero verla, necesito verla de nuevo.
—¿Y qué se supone qué le dirás?
—No le diré absolutamente nada, solo necesito verla y confirmar que está aquí.
—¿Estás loca? ¿Y si ella te ve? –Exclamó Castiel.
—No soy tan tonta para dejarme ver –me crucé de brazos. —Traje todo lo necesario –señalé mi mochila.
—No entiendo... –Murmuró Lysandro.
Rápidamente abrí mi mochila y les enseñé mi peluca y lentes.
—¿Qué? ¿Traes un traje de payaso allá dentro? –se burló Castiel.
—¿Por qué traes una peluca?
—¡Pero Lysandro! –Soltó una contagiosa risa el pelirrojo.
—Si vamos a entrar, iré de incógnita.
—¿Y nosotros? Nos va a reconocer al instante –murmuró Lysandro.
—Ustedes van a bares a tocar, pueden decir que solo la encontraron de casualidad.
—Pero está Castiel, si ella nos ve, va a acercarse a ver a su gatito.
Castiel le dio un pequeño empujón.
—Si no quieren verla, entonces solo váyanse, puedo hacer esto sola.
—No, no te dejaremos sola –respondió Castiel.
—No, entramos contigo –me sonrió Lyss.
Dando un gran suspiro, me alejé de los chicos y me senté en medio de la acera.
—¿Qué haces? –Se acercó Lyss.
—Ponerme la peluca –murmuré mientras sacaba todo de mi mochila.
—¿Estás segura de que no va a reconocerte?
—Solo confía en mí –le sonreí mientras comenzaba a ponerme la peluca.
—Déjame ayudarte –se arrodilló frente a mí.
En cuestión de un par de minutos, mi pequeño disfraz ya estaba listo.
—Te ves graciosa –reía Lyss mientras me ayudaba a levantarme.
—¿Qué dices? Me veo muy linda –bromeé.
—Bien, lo tengo –nos interrumpió Castiel. —Van a presentarse en "Caramelatto", queda a dos cuadras de aquí.
Lysandro sacudió sus rodillas.
—¿Vamos yendo? Tocan en media hora.
Ambos asentimos y comenzamos a caminar de prisa.
Estaba muy nerviosa.
Mientras avanzabamos, no dejaba de rogar con todas mis fuerzas que fuera mentira, solo quería pensar que Debrah estaba lejos de la ciudad, porque si entonces ella se encontraba aquí, significaba que una vez más estaba saliéndose con la suya y que esta vez incluso lograba atormentarme detrás de un tonto celular.
—Llegamos... –Murmuró Castiel.
Pero ya lo sabía, ella se encontraba justo detras de aquella puerta.
—El anaranjado te sienta bien –soltó Castiel sacándome de mis pensamientos.
—Entremos –murmuré.
Tomando la delantera, Lysandro abrió la puerta del pequeño bar y entró.
Yo iba segunda, sin embargo, temblaba tanto, que ni siquiera podía mover mis pies para avanzar.
—E-Espera –murmuró el pelirrojo deteniéndose frente a mí. —Tu cabello –se acercó a mí.
Rápidamente se quitó su gorro, sujetó suavemente la peluca y colocó su gorro en mi cabeza.
—Ahora parece cabello real –mordió su lengua.
—¿Me veo como Emma? –Susurré.
—No, te vez como Elisa –sonrió.
—¿Elisa?
—Tienes cara de Elisa.
Yo fruncí mi ceño.
—Elisa Morat, dieciocho años, entrando a la carrera de periodismo, le gusta el metal y el rock, viste solo con botas y su prenda favorita son las camisas a rayas.
Apretando mis labios, evité soltar una risa.
—¿Ya vamos a entrar? –Volvió a asomarse Lysandro por la puerta.
—Si, si –me adelanté frente a Castiel. —Entremos.
El bar, pese a ser muy pequeño, estaba casi repleto de gente. Apenas lograba ver un par de mesas desocupadas.
Estaba todo muy oscuro, de hecho, si hubiese sido una persona fotosensible, probablemente ya me hubiese desmayado, pues, a donde sea que observara, luces neones parpadeaban decorando las paredes y mesas.
—Hay una mesa libre allí –soltó Lysandro sujetando mi mano. –Apresuremonos antes de que esto se llene de gente.
Casi corriendo, Lysandro me arrastró hasta una pequeña mesa para cuatro. Estábamos a un par de mesas del escenario, así que si Debrah aparecía, íbamos a poder observala a detalle.
—Buenas noches, ¿Desean ordenar algo de beber? –Se nos acercó un mesero.
—Una cerveza –soltó Castiel.
—¿Tienen jugos, no? –Preguntó Lysandro.
El mesero frunció su ceño.
—Es demasiado temprano para beber –le sonrió el peliblanco.
—Podemos prepararles bebidas sin alcohol.
—Oh, genial, entonces un mojito sin alcohol.
El mesero anotó y rápidamente volteó hacia mí.
—L-Lo mismo –balbuceé.
—¿Para acompañar no quieren nada?
Castiel nos observó, a lo que ambos negamos con nuestra cabeza.
—No, estamos bien así.
—Bien, entonces traeré sus bebidas enseguida.
El mesero se alejó y rápidamente me asomé a los chicos.
—¿No se supone que deben pedirnos nuestras identificaciones? –Susurré.
—No nos vemos de dieciséis –soltó Castiel.
—Pero por protocolo deberían hacerlo, tú pediste alcohol.
—Pero tengo diecisiete –sonrió. —Las queridas leyes dicen que mayores de dieciséis pueden beber sin de forma legal.
—Sigue siendo un poco irresponsable...
—Estamos por espiar a una banda y vienes de incógnito, ¿En serio quieres que pidan la identificación y te echen del lugar?
Lysandro me sonrió.
—Solo lo comentaba... –Murmuré cruzándome de brazos.
Castiel iba a seguir hablando, pero entonces una ronca voz en el escenario lo interrumpió.
—¿Hola? ¿Hola? —Golpeaba con su dedo el micrófono. —Prueba de sonido, micrófono número uno, ¿Me oyen?
Rápidamente el publicó coreó un fuerte “si”.
—¿Están probando sus micrófonos ahora? –Preguntó Lysandro frunciendo su ceño.
—Sin duda alguna, debemos ganar fama y enseñarles como verdaderas bandas profesionales actúan.
Lysandro sonrió antes de volver a observar al escenario.
—Buenas noches, querido público –gritó de pronto una grave voz.
Era Debrah. Y estaba siendo ovacionada por al menos cien personas.
—Disculpen el retraso, tuvimos algunos fallod técnicos con nuestro bajista, pero ya está todo solucionado.
El público comenzó a festejar con ella.
—En fin, que no doy más rodeos, muchas gracias a todos por esperarnos... ¡Y disfruten nuestro pequeño show! –Exclamó antes de tocar con fuerza su guitarra.
Las luces rápidamente apuntaron al escenario y allí estaba la castaña. Tan brillante, tan poderosa como la recordaba.
Un enorme recorrido recorrió mi espalda, y no era precisamente por el fuerte sonido de los instrumentos.
—¿Estás bien? ¿No quieres que nos vayamos ya? –Me preguntó Lysandro.
Estaba hipnotizada por la voz de la castaña. Sentía rabia, el público la adoraba, cuando muy probablemente ella seguía siendo la misma arpía que hace dos años.
—Sus bebidas –nos hablaba el mesero dejando los vasos sobre la mesa.
—Lysandro, bebe eso rapido, debemos irnos.
—No, no, yo me quedo –balbuceé observando como Debrah cantaba.
—¿Estás segura?
—S-Si...
En realidad quería irme. Ya había comprobado que se encontraba en la ciudad, no necesitaba nada más. Pero sentía que si me marchaba, iba a demostrar lo débil que seguía siendo.
Yo quería demostrar que podía con esto.
—N-Nos vio –tartamudeó Lysandro. —Nos está viendo.
—Mierda –Soltó Castiel escondiéndose con las manos.
—Si quieren huir, este es el momento perfecto.
—Vayanse ustedes –respondí aún observando a la castaña.
—No, nos vamos contigo –soltó Lysandro.
—Entonces dejen de ponerme aún más nerviosa. Sé que los está observando, yo la observo también.
Lysandro soltó una risita y comenzó a beber de su copa.
No pasó mucho tiempo, cuando el grupo terminó de tocar su última canción y se despidió del escenario.
Tocaban increíble, y la voz de Debrah encajaba a la perfección con ese estilo grunge de la banda, no por nada una discográfica había querido firmar con ellos.
—¿Se acercará a la mesa? –Murmuraba Lysandro observándome.
—Si se acerca, lloraré.
La castaña bajó del escenario, pero en vez de seguir a sus amigos y desaparecer detrás del telón, rápidamente se acercó a las mesas, casi trotando en dirección nuestra.
—¿Castiel? ¿Eres tú? –Exclamó la castaña estando a unos metros de nosotros.
—Mierda... –Susurró Castiel. —Ve al baño –comenzó a golpear mi mano debajo de la mesa.
—¿Qué hacemos..? –Susurraba Lysandro bebiendo más de su vaso.
—Emma, ve al baño —seguía golpeándome.
—Soy Elisa.
—¿Qué dices? Ella va a reconocerte enseguida.
—Las luces están demasiado bajas, no lo hará.
—¿Estás loca? –Tiró fuerte de mi mano. —Está aquí, va a verte.
—Confíen en mí –Murmuré subiendo mis manos a la mesa.
Castiel llevó sus manos a su cabeza y Lysandro solo lo imitó.
—¡Esto no puede ser cierto! –Exclamó la castaña.
Mi corazón latía tan fuerte y experimentaba tantas emociones a la vez que sentía que en cualquier momento iba a desmayarme.
—Ahí viene, Dios mío... –susurraba Lysandro haciéndose cada vez más pequeño.
—¡Oh, por Dios, esto no puede ser cierto! –Exclamaba la castaña extendiendo sus manos hacia Castiel. —¿Qué hacen ustedes dos aquí? ¿Vinieron a verme cantar? ¿Somos tan geniales en vivo como en grabaciones? –rió.
—No. Ni siquiera sabíamos que ibas a tocar aquí –soltó Castiel esquivando su agarre.
—¿Cómo que no? ¡Nuestro cartel está afuera del bar! –Rio tomando asiento en la silla libre.
—Solo pasábamos y entramos porque los precios estaban bajo –murmuró el pelirrojo con el ceño fruncido.
—¡Entonces que hermosa coincidencia! –Soltó mientras bebía de su vaso.
Castiel solo frunció aún más su ceño.
—¿Y ella? –Soltó al notar que los chicos no estaban solos.
—Es una amiga, posible vocalista de la banda –soltó Castiel
—Es nuestra amiga, es muda –respondió Lysandro.
Debrah frunció su ceño y Castiel solo llevó sus manos a su frente.
—Es broma, un chiste interno –respondí haciendo una voz al menos dos tonos más bajos que la mía. —Soy Elisa –estiré mi mano.
—Un gusto Elisa, soy Debrah, la ex de Castiel –me sonrió dejándome con la mano estirada.
Castiel solo puso sus ojos en blanco.
—Tocas increíble –respondí tratando de imitar un acento extranjero. —Tu banda es increíble.
—¿Verdad que sí? Somos los mejores –sonrió.
Derrochaba tanto carisma y confianza, qie cualquiera que la viera a simple vista, querría ser su amiga. Odiaba eso de ella.
—En fin, ¿Qué tal las cosas en el Sweet Amoris? Ha pasado tanto tiempo desde que no se nada sobre ustedes...
Los chicos se quedaron en silencio. Ella no me había ni siquiera notado, había pasado por completo de mí.
—Oh, vamos... ¿Acaso les comió la boca el ratón?
—Si quieres saber algo, ¿Por qué no te acercas al Instituto? –Respondió finalmente Castiel.
—Ay, tontito –rio. —Si pudiera acercarme lo haría, ¿Pero te imaginas el susto que le daría a la pobre Emma si vuelve a verme?
—Emma se fue del Instituto y eso lo sabes perfectamente –soltó.
Rápidamente escondí mis manos debajo de la mesa. ¿Era posible que no me reconociera?
—Oh... Cierto... Nunca más tuvo el valor de volver... Es una pena, nunca podrá saber lo arrepentida que estoy de todo lo que pasó.
—¿Arrepentida?
—¡Por supuesto! Nunca creí que una broma de ese tipo la ofendería al punto de intentar matarse. Sin dudas, estoy nuy arrepentida de mis acciones, me gustaría tener la oportunidad de poder disculparme con ella pronto, después de todo, el mundo debe saber que incluso las estrellas cometieron errores.
Quería quitarme la peluca y los lentes, y solo abalanzarme sobre ella para golpearla.
Su actitud arrogante era tan detestable, y me hacía sentir tan frustrada, que quería golpearla en la cara y devolverle solo un poco de todo lo que me había hecho.
Pero me daba miedo. Me sentía tan pequeña y débil en ese momento, que en realidad, lo único que logré hacer, es quedarme en completo silencio, intentando que ninguno de los tres nostara como mis extremidades temblaban.
—Buah, es una pena, debo irme –hizo un puchero. —¿Tienen mi Instagram, verdad? –sonrió.
—Solo vete... –susurró Castiel tan bajo, que ella no logró oírlo.
—Envienme un dm, así podremos contactarnos en un futuro.
Los chicos se quedaron en silencio, y una vez más, la castaña se acercó a Castiel, esta vez logrando abrazarlo.
—Vengan pronto, solemos tocar mucho por esta zona.
Castiel llevó sus manos a su frente.
—Por cierto, que lindo cabello, linda, aunque... Creo que te quedaría mejor el rojo –soltó antes de desaparecer detras del escenario.
Apenas se alejó, dejé de contenerme y comencé a temblar.
—Mierda... –suspiró Castiel tirándose sobre la mesa. —¡Estás loca! –Me señaló.
—¿Cómo hiciste ese acento? –Me pregunto Lysandro.
—N-No tengo la menor idea –solté bebiendo de mi copa.
—Estás temblando –susurró Castiel. —¿Estás bien?
Yo solo seguí bebiendo.
—¿E-Estás bien? –volvió a preguntar.
—No lo sé –susurré observando mis manos temblar.
—Vayamonos de este lugar... –Murmuró Lysandro tratando de llamar al mesero.
Rápidamente el chico de antes se acercó a la mesa y Castiel pagó los tres tragos.
—Ven, salgamos de aquí –murmuró Lysandro entrelazando nuestros brazos.
Rápidamente los tres salimos del lugar y comenzamos a avanzar por la acera.
Yo tenía un nudo en la garganta y me sentía extraña.
—¿Segura de que estás bien? –Me preguntaba Lysandro mientras nos sentabamos en uno de los asientos del parque.
—Lo estoy –solté.
—Ahora me siento mal de haberla hecho ir a ese bar –susurró Castiel sentándose a mi lado.
—Yo igual... –Murmuró Lysandro mientras acariciaba mi brazo.
—Está bien, estoy bien.
—Dios, no, mira, sigues temblando.
—Da igual, ya se que es ella –susurré. —Estoy completamente segura de que es ella la que está enviando esos mensajes.
—Ok, si, pero creo que deberías ir a casa ahora –murmuró Lyss. —Fue un día largo y tu rostro luce cansado.
—Pero no puedo ir a dormir ahora, cuando sé que ella está en la ciudad.
—¿Y qué quieres hacer?
—N-No lo sé, solo debo... Pensar en que hacer.
—Ve a casa a dormir –me sonrió Lyss.
Castiel ladeó su cabeza y solo nos observó en silencio.
—Déjame sacarte esta cosa –murmuró el peliblanco mientras me quitaba el gorro de Castiel y la peluca.
Ambos tenían razón, mi mente debía detenerse por un rato. De hecho, ya que comenzaba a relajarme, mi cuerpo comenzaba a sentirse pesado, como si estuviese cargando una mochila pesada en los hombros.
—¿Por qué estás roja, si no bebiste? –Preguntó el pelirrojo frunciendo su ceño.
—En la mañana estaba igual... –me observó Lysandro.
Castiel rápidamente apoyó su mano sobre mi cabeza.
—¿Tienes fiebre?
—No, solo tengo calor –susurré.
—¿Calor?
—Desperté así –susurré.
—¿Has comido algo en el día? –Me preguntó Lysandro. —Cuando te desmayaste, te fuiste enseguida donde Nathaniel, luego fuiste a la tienda de Leigh, ¿Comiste algo en ese lapso?
Yo fruncí mi ceño.
—No lo recuerdo.
Mentira, lo recordaba, solo había comido un par de galletas que Leigh nos había dado.
—Estuviste toda la tarde con nosotros y no comiste ni un solo segundo. ¿Qué pasa contigo?
Castiel rápidamente se levantó del asiento y se arrodillo a espaldas de Lysandro.
—¿Qué haces? –Le preguntó el peliblanco.
—Guardo barras nutritivas en tu mochila en las mañanas, debes tener alguna por aquí.
—¿Qué? ¿Desde cuándo?
—Desde que nos mudamos juntos –murmuró revolviendo entre sus cosas.
—Oh... Todo este tiempo creí que yo las guardaba sin querer antes de salir.
Castiel soltó una risa.
—Aquí hay una –murmuró finalmente sacando su mano. —Toma, come esto.
Rápidamente abrí el paquete y comencé a comer.
Mi mente había estado tan ocupada en tantas cosas hoy día, que había olvidado por completo que debía comer algo.
—¿Deberíamos acompañarla a casa también?
—¡Por supuesto que si! –Exclamó Castiel. —Imagina por un momento que se desmaya a mitad de calle.
—Cierto, cierto –murmuró Lyss haciendo un puchero.
—Aveces me asusta lo inocente que puedes ser –rio Castiel mientras observaba a su amigo.
Por unas horas, todo se sentía como antes. Se sentía como en casa.
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