—Tranquila, es normal que todos reaccionen así, después de todo, nadie sabía que ibas a regresar –intentaba consolarme Nath, mientras yo estaba al borde de los llantos.
Armin y Alexy, a quienes ya les habíamos contado parte de mi historia, también intentaban alentarme.
—¿Quieres ir a tomar algo de aire afuera? –Me preguntaba Alexy mientras acariciaba mi cabello.
—No, no, estoy bien acá –susurré oculta entre mis brazos.
—Puedo pedirle al profesor que nos deje salir, puedes volver cuando estés lista...
—No creo que esté lista nunca para algo así –murmuró Armin. —Es mejor que llore todo lo que tenga que llorar ahora, así el miedo y la tristeza se le iran más rápido.
—Por primera vez en años dices algo inteligente –se burló Alexy.
Enseguida sentí la risa de Nath hacerse presente.
—¡Buenos días alumnos! –Escuché de repente.
Enseguida alcé mi cabeza y limpie las pequeñas lágrimas que había soltado.
Nathaniel al escucharme, rápidamente se volteó y dejó un pequeño paquete de pañuelos sobre mi mesa.
—¡Es realmente un honor poder volver a tenerlos otro año y también poder ver nuevos rostros! –Siguió hablando la profesora. —Me presento ante todos, pueden llamarme señorita Lebarde, soy profesora de Artes, como muchos de ustedes ya sabrán y este año tengo la increíble tarea de poder ser su maestra guía. Lo que significa que en caso de que necesiten cualquier cosa, pueden acudir a mí.
La señorita Lebarde solo le hacía clases a cursos mayores, por lo que yo sí la conocía, pero ella no a mí.
—¡Y antes de que se me olvide! Acabo de ver a su compañera llena de libros, así que voy a darles las lleves de sus casillero así no tienen que andar cargado con todo ese peso.
Esta rápidamente corrió a su escritorio y sacó una pequeña caja.
—¿Algún voluntario para entregar estas llaves?
Casi al instante, Melody alzó su mano y corrió hasta la profesora. Esta le entregó la caja y ella comenzó a entregarlas.
—Sigues igual que siempre –soltó mientras me entregaba mi llave.
¿Acaso iban a seguir molestándome?
—¿Qué pasa con ella? –Rió Armin.
—No lo sé –reí también.
El resto de la clase no fue realmente interesante, la profesora animó a todos para que contaramos lo que habíamos hecho en vacaciones, sin embargo, mi regreso los había dejado a todos en completo silencio.
La hora pasó rápido y nuevamente, cuando quise darme cuenta, la campana ya había sonado.
—¿Dónde queda la cafetería? –Le preguntaba Alexy a Nath.
—En el segundo piso, al lado de la biblioteca.
—¿Nos vamos entonces?
—Yo tengo que resolver unos documentos en la sala de delegados, así que los veo en la siguiente hora –se despidió Nath.
—Yo... Yo voy a quedarme aquí –Solté
Alexy rápidamente volteó a verme.
—¿Segura?
Yo levemente asentí.
—Esta bien... Pero si necesitas algo, escríbeme –me pasó su celular para que anotara mi número. —Te enviaré un mensaje así me agregas –me sonrió.
—Está bien...
—¡Nos vemos enseguida! –Exclamó Alexy mientras se llevaba arrastrando a Armin.
—Adiós... –Se despedía Armin con su mano.
Apenas el salón quedó vacío, saqué un pequeño sándwich de mi mochila y comencé a comer. Sabía que si iba a la cafetería, iban a estar todos y debería dar explicaciones que no quería.
Aún así, mi soledad no duró mucho, pues tras unos minutos, Rosalya entró y se sentó frente a mí.
—Emma... –murmuró.
Rápidamente dejé mi sándwich de lado y oculté mis manos. No sabía que decirle.
—Lo siento –juntó sus manos en forma de súplica. —No sabes cuan arrepentida estoy de haberte hecho todas esas cosas horribles... No sé que pasaba por mi cabeza... De verdad, disculpame, nunca pensé que... –se detuvo.
—¿Que me iba a intentar suicidar?
Ella levemente asintió.
—P-Pensé... Todos pensamos que tú eras la mala en la historia... Por eso quisimos vengarnos y hacerte pagar.
—Pero yo te conté todo, Rosalya –murmuré.
Esta rápidamente volvió a alzar su mirada hacía mí.
—L-Lo sé, por eso también te pido disculpas, porque no te creí nunca...
Sin mencionar a Castiel, la traición de Rosa era la que más me había dolido. Habíamos sido amigas por muchísimos años, sin embargo, fue la primera en darme la espalda y comenzar a esparcir rumores sobre mí.
—D-Dame otra oportunidad, Emma... No sabes lo mucho que me has hecho falta todo este tiempo, no dejo de culparme día y noche... Cuando despareciste... ¿Si leíste mis mensajes, no?
—Perdí mi celular en el traslado.
—No, no, Castiel... Castiel fue a dejártelo, Castiel y Lyss fueron a verte a esa clínica, le dejaron el celular a tus padres y... –comenzó a llorar. —Castiel, v-voy a llamarlo... Él debe acordarse de como...
—Rosa, basta –la detuve.
—Me llamaste Rosa...
—Rosalya, no puedo perdonarte –solté en seco.
No entendía como, ni porqué ninguna gota salía de mis ojos. Sentía ese enorme nudo en mi garganta e incluso mis ojos cristalizados, pero ninguna gota lograba rodar por mis mejillas.
—¿Qué?
—N-No puedo perdonarlos –susurré mientras la veía quebrarse.
—C-Creí qué...
Enseguida sentí una enorme culpa por haber sido tan directa.
—¿Entonces qué haces aquí?
—No tenía opción... –susurré.
—¡Eres una egoísta! –me empujó haciéndome caer de la silla.
—¡Rosa, ya basta! –Exclamaron en la puerta. —¿Cómo pretendes qué te perdone si vas a empujarla?
Rosalya rápidamente se levantó.
—¡Desde que decidiste desaparecer, no dejo de culparme por todo lo que te he hecho! —Exclamó.—¡No sé de qué otra forma puedo solucionar todo, porque cada vez algo bueno me pasa, no dejo de pensar en que no lo merezco por lo que te hice! ¡Es una mierda! —Gritó antes de marcharse corriendo.
Lysandro, quien acababa de entrar rápidamente se acercó a mí y me extendió su mano.
—Puedo sola –murmuré volviendo a sentarme.
Este se acercó en silencio con su bolso.
—Sé que acabas de hablar con Rosa, pero quería venir a deciete que lo siento por todo –susurró mientras dejaba una enorme carpeta sobre la mesa. —Sé que rogar tus disculpas solo hará que las cosas empeoren, pero creo que es necesario demostrarte que estoy arrepentido de no haberte ayudado –Siguió susurrando con su voz quebrada.
—¿Q-Qué es esto?
—Son tus trabajos de artes... Y también hay algunas cartas que no pude enviarte.
Por mera curiosidad abrí una y rápidamente comencé a llorar.
—Creo que es mejor que las leas en casa...
—No puedo tener esto –le devolví la carpeta.
—Son tus cosas, puedo llevarme las cartas, pero no tus trabajos, prometí que iba a guardarlos hasta que volviera a verte, no me hagas romper mi promesa.
Secando mis lágrimas, volví a agarrar la carpeta, probablemente me encontraría con demasiadas cosas que había olvidado.
—Y antes de que se me olvide... Me alegra verte bien, probablemente te sientes horrible volviendo, pero es agradable saber que estás sana y que te mantienes fuerte. Porque te mantienes fuerte y sana, ¿No es así?
Yo levemente asentí.
—Que bien... –Me sonrió. —Creo que ya debería irme...
—¡Espera!
—¿Si?
—Muchas gracias por esto... –Susurré.
—Es lo mínimo que pude hacer –sonrió una vez más. —Y sé que quizás sea la última persona a la que quieras ver en el mundo, pero si necesitas ayuda en algo, o solo quieres hablar, puedes contar conmigo.
No podía odiarlo, sencillamente, no podía guardarle rencor.
—Gracias... –susurré antes de que se marchara.
Quería ponerme a ver todo lo que la carpeta contenía, sin embargo, decidí mejor esperar a la siguiente hora, pues hoy día nos íbamos temprano por ajustes de horario.
Yo volví a mi asiento, limpié bien mis lágrimas y volví a mi asiento para terminar de comer mi sándwich.
Los chicos llegaron unos minutos antes de que la campana sonara, juntos esperamos a que el profesor llegara y finalmente, a que la última hora acabara.
—¿Sigues viviendo en el mismo lugar? –Me preguntó Nath.
—No, ahora vivo cerca del parque.
—¿Cerca del parque? ¿Por qué zona?
—Al sur. ¿Por qué?
—Suelo ir mucho a la zona del parque, cerca de allí hay un centro comercial, me gusta mucho ir de compras. Especialmente con Armin
Armin lo fulminó con la mirada.
—Armin tiene tan malos gustos... Me gusta que me acompañe porque puedo ayudarlo a elegir prendas que le queden bien.
—Por eso odio salir con él –murmuró Armin mientras guardaba su celular.
—¿Debería acudir a ti la próxima vez que vaya de compras? –Le preguntó Nathaniel.
—¡Por supuesto! Ofrezco mis servicios de asesoramiento completamente gratis para ustedes.
—Te avisaré la próxima vez que vaya de compras.
—No te lo recomiendo, a menos qie te guste pasar toda la tarde recorriendo una misma tienda –habló Armin.
—Que aguafiestas... –Murmuró Alexy.
—¿Emma, quieres qué te acompañe a casa? –Me preguntó Nath.
—No, gracias, mi papá vendrá a por mí –le sonreí.
—¿Entonces vamos saliendo?
—Vayan saliendo ustedes, creo que mi papá puede demorarse un poco, y tengo que ir a guardar estos libros.
—¿Te ayudo de nuevo a llevarlos? –Me preguntó Armin.
—No, no, muchas gracias, ya me has ayudado mucho hoy día...
—Entonces nos despedimos... –Murmuró Alexy.
—Eso creo...
—¡Adiós, chicos, nos vemos mañana!
—Adiós –Se despidió Nath.
—Nos vemos mañana Emma –Se despidió Armin nuevamente con su mano.
Apenas ambos se fueron, noté que un chico de cabello castaño seguía en el salón, así que rápidamente intenté levantar todos mis libros y llevarlos a mi casillero.
—Mierda... –Murmuré al intentar levantarlos.
—¿Necesitas ayuda? –Me habló el chico.
—No, no, muchas gracias –murmuré mientras alzaba la mitad de los libros y corría hasta mi casillero.
Rápidamente lo abrí y acomodé los primeros libros. Había suficiente espacio como para traer mis cuadernos y guardarlos allí también.
—Aquí están los otros –Escuché a mis espaldas sobresaltándome.
El mismo chico de antes, traía en sus brazos el resto de libros.
—M-Muchas gracias –balbuceé. —Pero no tenías qué...
—¿Eres Emma, no? –Me sonrió.
—¿Me conoces?
—¿Hablas en serio? ¡Te reconocería en cualquier lado!
—D-Disculpa, creo que quizás me estás confundiendo...
—¿No me recuerdas?
—No, lo siento...
—¿No te acuerdas de alguien qué te quería, pero que tú no? –me sonrió.
Yo fruncí mi ceño.
—Oh, si que eres lenta –rio. —¿No te recuerdo a alguien...? ¿No me parezco al chico qué estaba colgado por ti y que a mitad de semestre lo rechazaste y rompiste su corazón?
Enseguida mis mejillas se sonrojaron a más no poder.
—¿¡Ken!? –Exclamé cubriendo mi rostro.
—Llámame Kentin, me gusta mucho más mi nombre completo –respondió sin dejar de sonreír.
—Oh, Dios, que vergüenza –susurré.
Kentin, o más bien, Ken, era un antiguo compañero en mi antigua escuela. Era un chico pequeño, con gafas enormes y no dejaba de seguirme a todos lados porque según él, no quería que volviera a lastimarme.
Un día, en medio de un acto, este llegó con una caja enorme de galletas y un ramo de margaritas a pedirme ser su novia. A mí no me interesaba estar en una relación, por lo que tuve que rechazarlo. Lo que no sabía, era que todo el mundo nos había visto y que al día siguiente, todos se reirian de él.
—Lo siento tanto por esa vez... Sigo sintiéndome mal, debímos haberlo hablado en privado...
—Tranquila, ya pasé la página –tocó su nariz. —¿Tú qué haces aquí? No pensé que volvería a verte.
—Tuvimos que mudarnos con mi papá, no tuve más opción que volver al Sweet Amoris –murmuré. —¿Y qué hay de ti? Estás... Muy diferente...
El chico frente a mí derrochaba seguridad y confianza, tenía ojos grandes y brillantes, una mirada un tanto coqueta, cabello arreglado, y ni siquiera llevaba esas enormes gafas, era imposible que fueran la misma persona.
—¿Tú crees? –Logré notar como se sonrojaba. —Solo dejé de usar gafas –Rió.
En realidad, había hecho mucho más que quitarse sus enormes gafas.
—¿Pero qué pasó contigo? Desapareciste de la nada.
—Bueno... Puede ser que mi papá se haya enterado de las burlas y me haya metido al servicio militar para volverme, según él, "un hombre de verdad"
—Dios, ¿En serio?
—Si, pero después de todo, el servicio me hizo muy bien, he ganado mucha confianza desde entonces –sonrió arrugando su nariz.
—¿Y cómo llegaste al Sweet Amoris?
—¿No te había dicho qué mi mamá es de la ciudad?
Era cierto, me lo mencionaba siempre.
—Ella creyó buena idea que cambiara de aires, así que apenas terminé un semestre en el servicio, me inscribí en el Sweet Amoris y nos mudamos.
—Es genial poder volver a verte...
Aunque el antiguo Ken se la pasaba siguiéndome a todas partes y no podía despegarme de él, en realidad, después de su partida, me hizo bastante falta. Se sentía bien saber que se encontraba sano y fuerte.
—Bueno, debo dejarte, prometí ir a ayudarle a Violeta al jardín, si necesitas algo, no dudes en hablarme, sobre todo después de tu regreso.
—Adiós... –Me despedí de él con la mano.
No podía creerlo.
—¿Conoces a esa ternurita de ahí? –Escuché del otro lado de mi casillero.
—¿Qué?–solté cerrando mi casillero de golpe.
Una linda chica de piel oscura y cabello castaño se encontraba pegando stickers dentro de su casillero.
—¿Se llama Kentin, no?
—¡Ah, si! –Exclamé.
Esta se quedó en silencio unos segundos.
—¿Te gusta?
—¡Que va! –sonrió. —Solo me pareció muy linda la manera que tiene de hablar.
—Si, es muy dulce... –Susurré.
—¿Eres nueva también, no? –Cerró su casillero y volteó a mí. —Te vi en el salón, todos hablaban de tí.
Yo solo asentí con mi cabeza.
—Yo soy Priya –me sonrió.
—Un gusto Priya, yo soy Emma.
—¡Que lindo nombre!
—¡El tuyo también es muy lindo!
—Me alegra que seamos compañeras de casillero, ya me sentía un poco sola allá en el curso.
—¿En serio? Te ves muy amigable.
—Si, pero estaban todos tan callados que con suerte logré hablarle a una chica.
—Que lastima...
—¿O no? De paso, salimos temprano, no conocí a nadie más que a tí.
—Mañana siéntate con nosotros, nos sentamos al final, puedes venir con nosotros.
—¿En serio?
—¡Si! –Exclamé.
—Que linda eres, mañana te buscaré a primera hora.
Yo solo sonreí. Siempre era agradable hacer amistad con otra chica.
—¿Entonces nos vemos mañana?
Yo levemente asentí.
—¡Hasta mañana, entonces!
Se despidió de mí con un beso en la mejilla.
—Adiós...
Priya y Alexy se iban a llevar muy bien.