Al otro lado del Atlántico

By PurpuraSoul

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Mara Kahler, hija de un importante Obersturmbannführer, se ve involucrada en el episodio más fatídico de su v... More

Prólogo
Oktober 1944
Kapitel eins
Kapitel zwei
Kapitel drei
November 1944
Kapitel vier
Kapitel fünh
Kapitel sechs
Kapitel Sieben
Kapitel acht
Kapitel neun
Kapitel zehn
Kapitel elf
Kapitel zwölf
Kapitel dreizehn
Dezember 1944
Kapitel vierzehn
Kapitel fünfzehn
Kapitel Sechzehn
Kapitel siebzehn
Kapitel achtzehn
Kapitel neunzehn
Kapitel zwanzig
Chapter twenty one
Januar 1945
Chapter twenty two
Chapter twenty three
Chapter twenty four
February 1945
Chapter twenty five
Chapter twenty six
Chapter twenty seven
Chapter Twenty eight
Chapter twenty nine
Chapter Thirty
Chapter Thirty one
Chapter thirty two
March 1945
Chapter Thirty four
Chapter Thirty five
Chapter Thirty six
April 1945
Kapitel siebenunddreißig
Kapitel achtunddreißig
Kapitel neununddreißig
Kapitel vierzig
Kapitel einundvierzig
Kapitel zweiundvierzig
Kapitel dreiundvierzig
Epilog
Agradecimientos
Después de años

Chapter Thirty three

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By PurpuraSoul


Suspendida a causa de negligencia médica. Por cierto lado, acabada. Solicitar un puesto en la fábrica de perfumes no sería lo más apropiado pues vería a Helena todo el día y resultaría agobiante a fin de cuentas. Reconfortante también pues no tendría que andar viéndole la cara a mi esposo todo el día y sobre todo a sus asistentas tan cordiales. Si La ley permitía que consiguiese un puesto de trabajo en el que la vida de mi prójimo no penda de un hilo a causa de mis negligencias, quiero decir brutalidades, Zarek y yo tendríamos el espacio suficiente para extrañarnos y darnos el tiempo que merecemos como pareja. Perfecto.

Con las ideas enredadas en un tremendo artilugio, anduve hasta el bar del señor Collins donde me reuniría con mi joven esposo después de una laboriosa jornada en su día de descanso. Sonaba bien en mi mente y de mi voz referirme a Zarek Friedmann como mi esposo, realmente un orgullo. Un nudo en las arterias y parálisis momentánea.

A pocos metros antes del bar, el cielo derramó lágrimas humedeciendo la arena. Troté hasta mi destino con los brazos abrazando mi torso. El camino entablado no era la mejor opción para andar con calzado de taco, por lo que se atoró y la intensidad de la lluvia de marzo se vio feliz al empaparme por completo. Decidí por abandonar el zapato, mojar mis medias de nylon y forcejear manualmente hasta lograr desatorarlo; cuando al quinto intento logré liberarlo, la fuerza de repulsión me empujó contra el entablado cayendo sobre mis nalgas. Sin duda, el día más hermoso de mi vida; genial. Abrí las puertas vaivén y no creí lo que mis ojos veían. Como dicen, los problemas vienen de a tres.

— ¡Mara!— saludó un hombre a quien conocía perfectamente.

Fue de esos momentos en los que no sabes si cubrirte la cara y negar quién eres o lanzarte al diluvio donde probablemente recibas el duchazo de tu vida, y no contenta con ello, enlodada y moreteada hasta el meñique.

Otro, quien estaba de espaldas a él también se volteó.

—No pensé que volvería a verte.

Podría describir mi estado como pasmada, paralizada, emocionada; todo al mismo tiempo.

Ellos se acercaron hasta mí. Acto reflejo, retrocedí chocando con algo muy blando para ser una pared. Inhalé y reconocí su aroma. De pronto me sentía protegida, hasta oía el coro de ángeles como fondo musical.

— ¿Todo bien, querida? —exclamó lo suficientemente audible para aquellos hombres frente a nosotros.

Asentí.

— ¿Quién carajos es ese, Mara? — preguntó Max Heinz.

Su mirada celosa era la misma. No me había olvidado; yo a él sí. Mi silencio habló por sí solo, las lágrimas de Max quebraron mi alma. No había vuelta atrás. Max se secó los nacientes chorros de agua de sus ojos e inhaló recobrando compostura y firmeza que lo caracterizaban.

Ni Kai ni Max traían puestos sus uniformes militares. Vestían ropas andrajosas y sucias. Era evidente que su travesía por América no fue nada sencilla.

No me di cuenta en qué momento Zarek sacaba pecho y se acercaba desafiante ante Max, quien respondió de la misma manera.

—Ese— recalcó de la misma manera que lo hizo Max— Es su esposo.

Sorprendidos ante el anuncio afirmante de Zarek, pude notar decepción en sus miradas.

—Te casaste— cerró la boca tan solo notándose una línea tensa como si contuviese las palabras.

—Sí— mi respuesta inescrupulosa lo hizo bufar— ¿Esperabas que te siga amando después de lo que me hiciste?

Sollocé. Una vez más mis lágrimas salieron a flote.

—Mara, tu padre me obligó— dijo en tono duro.

—Ese animal no es mi padre— interrumpí.

—Que seas feliz, Mara. — Sentenció con despecho en la mirada.

Max se marchó enfurecido. Sabía que le dolía encontrarme con un nuevo hombre a mi lado. No podía dar marcha atrás. Aun intento olvidar el pasado que me apresa.

Kai se acercó a abrazarme. Le debía mucho. Nos felicitó por la boda. Aun destellaba felicidad en sus ojos.

El señor Collins ofreció cerrar hasta que la lluvia cesara, así podríamos conversar mejor. En una mesa de un bar neoyorquino, una judía que no profesaba la fe de sus raíces, un ex teniente de la SS y un antiguo viajero alemán, narraban sus vivencias en la guerra mientras de fondo musitaban las gotas de lluvia. Triste, melancólico.

—Mara, los campos son mil veces peor que cuando te llevaron. Se desató la peor barbarie que pude imaginar. Siento que me estoy volviendo loco. —cubrió su rostro con sus venosas manos.

—Kai, ¿Qué sabes de mi madre?— insistí por segunda vez en la noche.

—No sé nada, Mara. Tal vez Max sepa algo. Solo sé que...- titubeó

—Dime—exigí perdiendo la paciencia.

Sentía que me ocultaba algo sobre mi antigua familia.

—El Obersturmbannführer fusiló a Franz.

— ¡¿Qué?! — grité horrorizada al procesar la información.

Franz, mi hermano quien me entregó a la SS como judía. El niño que jugaba a la guerra desde que tengo uso de razón, estaba muerto. Murió en manos de su propio padre, el hombre más inhumano que conocía. Aun sentía remordimiento hacia Franz, pero no podría contentarme tras enterarme de su muerte. Fue el judas de mi vida, pero también mi hermano; con quien me crié, jugué, peleé y reí.

No quedaba más. Mi madre seguramente estaría destrozada, acabada tras enterarse de la muerte de ambos hijos. Kai afirmó la noticia que sospechaba: mi madre pensaba que yo había muerto en un bombardeo marítimo.

— ¿Cómo es que lo fusiló?—pregunté más aliviada después de vasos con agua y consuelos de parte de mi esposo.

—No lo sabemos exactamente. Escuchamos chismes acerca de que Franz intentaba organizar un complot en su contra. Tu hermano fue ascendido gracias a su eficacia en los puestos que se le encargaba. Era el temido exterminador antisionista, realmente aterraban las técnicas que desarrollaba para el rápido exterminio. No negaré que hubo judíos que llegaron al camino de Franz por propios méritos.

—Adler es una maldita bestia. Mató a su propio hijo.

—El Obersturmbannführer tiene controlado gran parte de Bergen-Belsen y otros campos en Francia ocupada. Y Franz lo desafió, intentó envenenarlo; estaba ebrio de poder.

—Vaya hombres— intervino Zarek quien se mantuvo como oidor gran tiempo.— Entonces don tan fiel al régimen, le dio los 4 hijos SS al Fϋhrer.

Kai asintió.

¿Hijos SS? Nunca oí de aquello. No estaba enterada de hijos aledaños y más aún ¿para el Fϋhrer?

—Cariño, te explico. Los servidores del Fϋhrer están prácticamente obligados a engendrar hijos con mujeres totalmente arias. El gobierno reúne a estas mujeres en un centro de maternidad donde albergan a arias embarazadas que a la vez se desempeñan como enfermeras para dar a luz y cuidar a los hijos del Fϋhrer, el futuro de la nación. Esos niños son adoptados con el fin de educarlos con la ideología nazi. Ya sabes, son la raza que dominará el mudo.

—Kai, tú...

—Solo uno. Obligado por el Obersturmbannführer. Esos niños no llegarán a saber quiénes son sus verdaderos padres.

—Prácticamente es un delito. Usan a las madres como vientres de alquiler ¿qué les dan a cambio?

—Buena vida— sentenció Zarek. — Y a los SS, medallas de acuerdo a la cantidad de hijos que ofrezcan a su Fϋhrer.

Alemania estaba ciega de ansias de mejorar la raza, de ser superiores. Hijos SS. Crear niños para servir al Fϋhrer, sin importar el dolor de una madre al despojarse de su hijo. Todo justifica al Fϋhrer.

Ahora me sentía más dichosa aún de no ser un vientre de alquiler para la maldita raza pura con la que el señor Hitler soñaba alcanzar. Raza aria ¿A caso los hacía mejores hombres? Curiosamente el emperador de aquel imperio, no cumplía con las condiciones de ario. Si no es ario, entonces por qué carajos impone un prototipo de raza humana en la cual él no está incluido.


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