"Sin ti no soy nada" TERMINAD...

By iamleire

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Él no sabía que existía, ella lo amaba. Él creía que todas eran iguales, hasta que la conoció. En ese momento... More

Capítulo 1
Capitulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capitulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
AVISO!
Capítulo 29
Capitulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45 (llegó el día)
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Aviso final y gracias
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
Capítulo 54
Capítulo 54
Capítulo 55
Agradecimientos
2º parte
Q&A
Q&A
Preguntas & Respuestas
IMPORTANTE

Capítulo 10

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By iamleire

Mi cabeza daba vueltas en la almohada repleta de lágrimas, era imposible conciliar el sueño después de la charla que tuve con mi hermano anoche. Me negaba a aceptarlo. Tenía ya veinte años y nadie tenía porque organizarme la vida.

Miré el reloj de la mesilla de noche. Eran las siete y media de la mañana. Era domingo y tenía que estudiar para un examen de la semana siguiente así que para despejarme un poco antes de empezar, me puse mi ropa de deporte y salí de casa dispuesta a hacer un poco de ejercicio ya que últimamente no había tenido mucho tiempo y me sentía más estresada que nunca. Con la música de los auriculares en mis oídos estaba dispuesta a darlo todo en una mañana de frío como la de hoy. La nieve que había caído desde la noche anterior cubría gran parte de la carretera y suelo. Siempre había odiado el invierno si no fuera por Navidad la cual ya pasó hace poco más de un mes.

Seguía corriendo sin ningún límite, solamente hasta que no pudiera más. A la media hora decidí volver recordando que tenía que estudiar mucho ese día y cuanto antes acabara, mejor.

Cuando llegué a casa pude encontrar a mi madre tomándose su primer café del día en el sofá mientras veía las noticias de primera hora.

—Buenos días— dijo mi madre tomando un sorbo de la taza.

—Hola— contesté fríamente. No podía soportar el no comportarme de esta manera con mi madre debido a la decisión que había tomado sin consultármelo a mí y que probablemente cambiaría mi vida entera.

—¿Has hablado con tu hermano?

—Si— contesté algo sorprendida parándome en seco en las escaleras mientras el sudor caía por mi frente.

—¿Y?

Sin responder a su estúpida pregunta, cerré los ojos desquiciada de que tuviese el valor ahora de preguntarme mi opinión y no antes.

Cogí la ropa que llevaría durante el día y me metí en el baño para darme una rápida ducha de agua fría.

Minutos después, fui a mi cuarto mientras me colocaba un moño para que ningún mechón rebelde me molestara.

Me agaché y cogí los libros que se encontraban en la mochila. Dirigí la mirada de nuevo hacia el reloj de la mesilla. Eran las nueve, hora perfecta para empezar a estudiar.

Eché un vistazo a mi mesa desordenada y perezosamente la comencé a ordenar intentando no dejar nada que me distrajera a la hora de estudiar.

Cuando la mesa ya estuvo ordenada, puse todos los libros en una esquina de la mesa. Sería un examen global de varias asignaturas entre las que estaban Matemáticas, Física, Química, Biología, Ciencias Sociales, Literatura y algún idioma como Inglés.

Después de darle muchas vueltas, decidí empezar con Física y las fuerzas, ya que era lo más duro del examen y lo que más me costaría.

Terminé la mañana habiendo estudiado todas las asignaturas pendientes para el examen. Cuando acabé pasé de la silla a la cama y respiré hondo, ya que no había parado durante toda la mañana.

Justo en el momento perfecto sonó mi teléfono.

Alargué la mano hasta la mesilla que se encontraba a un lado de la cama y lo alcancé. Era Antoine. Una sonrisa inocente se dibujó en mi boca.

—Hola amor— dijo al otro lado de la línea.—¿Qué tal llevas el día?—

—Bien...—dije triste al recordar la mudanza.

—¿Te ocurre algo?— preguntó preocupado.

—No es solo... prefiero decírtelo en persona, ¿podemos quedar después de comer en mi casa? Me gustaría hablar contigo.

—Si, luego paso a recogerte.

—Gracias cariño, te quiero— mascullé triste.

Y colgó. Sabía que le había preocupado mi manera de hablar pero realmente tenía que saber que lo que le iba a decir no era nada bueno.

Apenas intercambié una sola palabra con mi madre y mi hermano. Estaba triste, si, pero principalmente estaba enfadada. Por su manera de alejarme de todo lo que he vivido aquí porque a ellos les da la gana y por su manera de querer seguir organizando mi vida y cambiándola completamente por intentar agradar a los demás. Estaba harta de mi familia, estaba harta de esta casa, estaba harta de todo.

Acabé de comer lo antes posible y con las miradas de los dos en mí, subí las escaleras de dos en dos intentando marcharme lo antes posible. Me encerré en mi habitación y me recosté en la madera de la puerta mientras las primeras lágrimas del día caían de mis ojos. Un pitido que provenía de fuera fue el culpable de sacarme de toda la cantidad de ideas que se acumulaban en mi cabeza.

Me puse unas zapatillas, cambié la camiseta que llevaba puesta ya que con las prisas de comer cuanto antes se había ensuciado, arreglé un poco el moño despeinado de mi pelo y bajé corriendo las escaleras para que sin despedirme de ninguno de los dos salir por la puerta. Supuse que mis ojos estarían irritados y que mi cara estaría hinchada pero ya no me importaba.

Esta vez no me esperaba en el capó, estaba sentado en el coche con las manos en el volante.

—Hola— dije abriendo la puerta.

—Ho...— repitió sin terminar.

Mi miró a los ojos y su expresión cambió por completo. Mierda. Sabía que se iba a preocupar pero no quería que tuviese esa reacción, no ahora.

—¿Qué ocurre?— preguntó preocupado por lo que le pudiera contestar.

—Vamos al parque— ordené sorbiendo la nariz, intentado evitar que el mar de lagrimas que se acumulaban en mis ojos saliera.

Antoine estaba desconcentrado mientras conducía, no paraba de mirarme a lo que yo miraba a otro lado ya que su mirada me hacía sentirme todavía peor. Cuando estuvimos en el parque, buscamos un banco y nos sentamos.

—Habla— dijo con la voz entrecortada.

—Mi madre quiere que nos mudemos a Francia— solté de sopetón. Sabía que tendría que haber comenzado más delicadamente pero no podía evitar el tenerlo guardado para mí mucho más tiempo.

—¿Cómo?— preguntó sin dar crédito a lo que acababa de escuchar.

—Mi hermano me ha estado mintiendo durante bastante tiempo pero ayer se decidió a contarme la verdad. Hacía meses que lo habían despedido, buscaba trabajo por todas partes pero tal y como está ahora todo, no encontraba nada. Comenzó a mandar currículums a todo lo que encontraba pero nunca lo llamaban hasta ayer, cuando hace unos días mandó uno de ellos para un trabajo en Francia y lo aceptaron— dije sin poder evitar llorar de nuevo.

Su cara estaba pálida pero a pesar de eso, acercó su mano a mi cara y consiguió apartar las lágrimas de mis mejillas.

—Todo va a estar bien— afirmó no muy seguro.

Sabía que lo decía para que no estuviese asustada, para que dejase de llorar pero en realidad nada de esto podía salir bien, absolutamente nada y sino, ¿desde cuando han funcionado las relaciones a distancia?

Ahora mismo me daba igual la casa en la me había criado, me daban igual mis estudios, me daba igual la universidad, solo me importaba el.

—Sabes que no— dije mirando al suelo ya que cada vez que lo miraba a los ojos me sentía peor.

—¿Por qué?— dijo riendo débilmente para tranquilizarme aunque en el fondo se sintiese incluso peor que yo.

—Nunca y digo nunca, funcionan las relaciones a distancia.

—¿Y por qué ese nunca no lo convertimos en un "a veces funcionan"?

Amaba a ese chico, no sé cómo pero siempre hacía que viese la luz al final del túnel a pesar de que este fuera muy largo.

Coloqué mis manos sobre su cuello delicadamente y mirando sus dulces y suaves labios lo besé. Su respiración estaba acelerada al igual que la mía, nos separamos para coger aire y nuestros labios se volvieron a juntar. Después de unos segundos, nos separamos tan solo unos pocos centímetros y cuando abrí lo ojos pude ver a Antoine con los ojos todavía cerrados. De pronto, una lágrima cayó de su ojo derecho, luego otra y otra y así hasta que sus ojos se encontraron igual de irritados que lo míos.

—No llores— dije apartando las lágrimas de su cara.

—Te voy a echar de menos.

Sabía que a pesar de mis intentos por mantenerme firme y quedarme aquí, tendría que marcharme tarde o temprano y el también lo sabía.

Coloqué su cabeza sobre mi hombro y mordí mi labio inferior intentando evitar no llorar, intentando evitar lo inevitable.



Pd: Sé que Antoine es francés, pero bueno, digamos que en la novela, no va mucho a su ciudad ya que sus amigos y su trabajo está en España.
Comentad vuestra opinión o cualquier idea que tengáis, seguidme (sigo de vuelta) y votad:)

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