Capítulo 20

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Salí de la cafetería mientras las lágrimas caían de mis ojos. Se había terminado. Miraba de un lado a otro buscando a Nora la cual me había dicho antes que esperaría en el coche.
Los rayos de sol, que habían estado ocultos durante todo este tiempo bajo los grandes edificios, ahora brillaban y hacían que tuviera que guiñar un ojo débilmente para poder ver mejor.
Tal y como Nora había prometido, su coche se encontraba a unos pasos de la cafetería.
Fui corriendo y antes de que entrara, me vio y salió del coche rápidamente.
—¿Qué ha pasado?— preguntó mientras me cubría con sus brazos y acariciaba mi cabeza.
—Se ha terminado— contesté entre sollozos sin apenas poder hablar.
Un silencio solamente interrumpido por los sollozos y por el tráfico se creó entre nosotras.
—Lo siento mucho— masculló rompiendo el silencio. —Ven, te llevaré a casa y hablaremos mejor sobre...
—No, Nora, me voy a Francia— dije apartándome unos centímetros sin apenas mirarle a la cara por la vergüenza que sentía al decir eso.
Nora no merecía que me apartase de su lado en un momento como este, cuando su boda era tan solo dentro de unos meses y yo era la dama de honor, pero la tristeza que sentía en esos instantes era inexplicable y nada ni nadie podía quitarme la idea de irme de la cabeza.
—No, tú no te vas, te quedas conmigo y con Koke— afirmó enarcando una ceja.
—Lo siento— dije apartándome de ella y marchando calle abajo sin tener idea de lo que iba a hacer ahora.
—No puedes escapar de los problemas— gritó debilmente.
Me giré, le miré unos instantes a los ojos y le dije "lo siento" con los labios.
Sabía que era injusto, que probablemente sería una mala idea y que estaba siendo una auténtica cobarde al intentar escapar de todo pero era lo que yo sentía que debía hacer, tenía la necesidad de hacerlo y era lo que el corazón me pedía.
Me senté en un banco intentando controlar la ansiedad y busqué el móvil hasta encontrarlo en el bolsillo trasero del pantalón.
Lo encendí y marqué el número de mi hermano. Decidida acabar con esto cuanto antes, pulsé el botón verde y los pitidos comenzaron a retumbar en mi cabeza.
—Hola hermanita— dijo él con voz cansada.
No me acordé que mi hermano me había dicho que ayer le tocaba trabajar hasta muy tarde y era posible que no hubiera dormido mucho.
—Hola Mikel— salude sería. —¿Te pilló en mal momento?— pregunté mientras me mordía la uña de mi dedo índice nerviosa.
—No, no dime— masculló intentando parecer menos cansado.
—Te llamo para decirte que... me vuelvo a Francia.
Un silencio incómodo se oye al otro lado del teléfono hasta que un leve murmullo suena de fondo.
—¿Qué a pasado?— pregunta mi hermano.
—Hemos roto.
Lo menos que pretendía hacer en estos momentos era contarle toda la historia así que intentaría ser lo más escueta posible.
De nuevo un silencio ensordecedor se crea al otro lado del teléfono hasta que un murmullo más fuerte se escucha.
—¿Dónde estás?
—En casa de Veronique— susurra.
—¿Quién es Veronique?
—Mi amiga del trabajo.
A pesar de que no lo podía ver pude sentir como hacía las comillas con los dedos al decir la palabra amiga.
—Aja— dije asintiendo con la cabeza mientras una sonrisa vacilona se dibujaba en mi boca.
A pesar de lo que acababa de ocurrir, mi hermano siempre tenía el don de hacerme olvidar todo los problemas aunque tan solo fuera por unos segundos.
—¿Cuándo vas a coger el tren?— preguntó cambiando de tema lo antes posible.
—Esta tarde, voy ahora a por los billetes— digo dirigiéndome directa a la estación de tren.
—¿Y tus cosas?
Un grito ahogado que salió de mi boca hizo que una paloma que se encontraba a unos metros del banco saliera volando.
Mierda, se me había olvidado que tenía todas mis cosas en casa de Antoine.
—¿Nerea? ¿Se te había olvidado, verdad?
—...si— suspiré cambiando de dirección. —Luego te llamo— dije cruzándome de brazos sin saber muy bien qué hacer.
La casa estaba a las afueras de la ciudad, en mitad de la nada y no había forma humana de llegar allá a no ser que fuera en coche -el cual no podía conducir porque no tenía carne-, en taxi -todo mi dinero estaba en casa de Antoine-, andando -tardaría horas en llegar- o bici -no tengo bici y tampoco puedo alquilar una porque no temo dinero-.
Una bocina sonó a mi espaldas, me giré y como si me hubiera leído el pensamiento, allí estaba. Sus ojos estaban algo irritados y su cara estaba algo hinchada.
—Sube— dijo señalando el asiento. Su voz sonaba ronca y... diferente, ¿había llorado?
—No.
A pesar de que no tenía otra forma de llegar a su casa para coger mis cosas me negué a caer tan bajo.
—Si te vas a Francia supongo que tendrás que coger tus cosas— dijo de nuevo como si pudiera leer mi mente.
Suspiré y me monté en el coche ya que con el numerito que estábamos montando, habíamos creado un atasco y la gene estaba volviéndose histérica.
Ninguno de los dos pronunció una sola palabra en los treinta minutos de viaje dejando que el silencio incómodo inundara el ambiente.
Subí las escaleras de caracol de dos en dos y entré en el que había sido mi cuarto. A penas tenía las cosas fuera de la maleta ya que había estado tan ocupada estos días que no había tenido tiempo, cosa que agradecí ya que tardé en hacerla menos de lo que me costó bajarla por las dichosas escaleras.
Bajé el último escalón con las gotas de sudor cayendo por mi frente y suspiré.
—¿Vas a la estación de tren?
—Si.
A pesar de que no lo quería admitir, me hacía un gran favor al llevarme hasta allí a pesar de todo lo que había pasado hace menos de una hora.
Coloqué la maleta en el maletero y me monté de nuevo en el coche dándome cuenta de que quizás sería la última que me montase en ese coche.
—Adiós, espero que te vaya bien— dijo con la voz entrecortada cuando llegamos a la estación de Atocha.
Un nudo se formó en mi garganta el cual intentaba deshacer con todas mis fuerzas.
—Adiós— dije mientras se dibujaba una sonrisa sincera en mi boca.
Se acercó a mí despacio y me dio un abrazo. Echaría de menos esta sensación de estar entre sus brazos sintiéndome protegida y la chica más feliz del mundo.
Me despegué y reteniendo las lágrimas en los ojos me despedí de él. No podía creer que estuviera pasando esto, de verdad creía que era él, que era él el hombre de mi vida, al que siempre amaría sin importar lo que pasara o lo que se interpusiese en nuestro camino. Me había creado mi propio cuento de hadas que al parecer no terminaba como yo pensaba.

"Sin ti no soy nada" TERMINADA [Antoine Griezmann]Where stories live. Discover now