Capítulo 12

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Los días pasaban lentamente no estando él a mi lado. Lo echaba de menos más que a cualquier cosa. Extrañaba sus cálidos abrazos que me hacían sentirme protegida, sus apasionados besos, el escaparnos a la playa siempre que pudiéramos para olvidar cualquier estrés en nuestra vida.

Eran primeros de abril y los primeros rayos de sol de la primavera atravesaban la ventana llegando hasta el libro que tenía en mis piernas. Me quedé mirando unos segundos a través de esta pensando en las cosas que me faltaban en mi "nueva vida".

Me levanté de la cama dispuesta a hacer algo productivo antes de que se pasara otro día más y no hubiera hecho nada más que estudiar o leer.

Cogí unas mayas y una camiseta de deporte del cajón y me puse mis playeras. No me sentía con fuerzas para correr pero si por lo menos andaría para despejarme un poco.

—Me voy— dije saliendo por la puerta.

A pesar de que habían pasado varios meses desde que nos mudamos, la relación con mi hermano y con mi madre seguía exactamente igual, pese a que sabía que algún día tendríamos que volver a ser una "familia normal" –o por lo menos intentarlo–yo no sería la que daría el primer paso.

Comencé a caminar por el inhabitado barrio, miraba a izquierda y derecha intentado buscar alguien de mi edad intentando conocer a alguien ya que en el tiempo que llevábamos aquí, todavía no había cruzado palabra con nadie, y si lo había hecho sería en la universidad para pedir un boli.

La universidad, otro de los temas que no paro de echar en cara a mi madre. A pesar de que cuando llegué era lo que menos me importaba, había cambiado de idea en cuanto comencé a dar las clases. Necesité muchísimo tiempo para adaptarme ya que al parecer, iban más adelantados en cuanto a materia y de hecho todavía no había llegado a adaptarme lo suficiente como para tomarme un descanso.

Aunque intentaba no pensar en él, no podía evitarlo. Su sonrisa, sus ojos celestes, ese chico que me salvó aquel día cálido de septiembre; no paraba de aparecer en mi cabeza.

Intentando olvidar todo aunque en el fondo supiera que era imposible, coloqué los auriculares en mis oídos y la música comenzó a salir de ellos. Caminaba lentamente respirando intensamente intentando disminuir la velocidad a la que mi corazón estaba latiendo en esos momentos cuando pensaba en él. Puede que a pesar de todo, hablábamos la mayor parte del tiempo por Skype pero últimamente debido a mis exámenes y a lo ocupado que había estado él estas últimas semanas, apenas nos habíamos dirigido una palabra, apenas había escuchado su voz con ese acento que tanto adoraba y que tanto echaba de menos.

Aunque parezca mentira, me había planteado varias veces el terminar con esta relación ya que me estaba haciendo daño pero no podía hacer eso, antes de que viniera aquí me prometí a mí misma que pasara lo que pasara no me separaría nunca de su lado y eso es lo que iba a hacer.

Me quité los auriculares ya que al volumen que estaba la música, creo que mis tímpanos explotarían en cualquier momento, me senté en un banco que había enfrente de una casa y cerré los ojos. Comencé a respirar aire fresco intentando convencerme a mí misma de que no había otra alternativa, así sería mi vida desde ahora. De pronto una lagrima cayó de mi ojo derecho que limpié rápidamente evitando que cayeran más, pero era demasiado tarde.

Las lágrimas recorrían mi cara hasta llegar a mi barbilla donde caía a mis mayas. Haciendo un gran esfuerzo por no continuar ya que de tantas veces que había llorado estos últimos meses, creo que me quedaría sin agua en mi cuerpo con ambas manos aparte las lágrimas de mi cara y abrí los ojos. De pronto un hombre mayor que parecía haber vivido en este barrio toda su vida se acercó a mí, me miró y se sentó a mi lado. Pronunció unas palabras en francés de las cuales no pude entender ninguna y respondí con la única frase que había aprendido en los meses que llevaba aquí además de alguna palabra suelta. Preguntó de nuevo algo en francés que que pude suponer lo que me quería preguntar y le respondí:

—Espagne.

—¿De España?— preguntó el hombre alegre.

Una sensación de alivio recorrió mi cuerpo al ver que alguien de aquí hablaba mi idioma.

—Si— respondí intentando sonreír lo menos falsamente posible.

—Yo viví en España hasta que tuve quince años, luego vine aquí con mis abuelos, porque mis padre murieron— contó triste con su bien marcado acento francés.

—Lo siento mucho— contesté mirando al suelo algo nerviosa por la forma que estaba tomando esta conversación.

—¿Qué te ocurre?— preguntó el después de unos segundos en silencio.

—...nada— respondí desconfiada.

—Has estado llorando, tos ojos están rojos— resoplé al encontrarme entre la espada y la pared y ver que no tenía otra alternativa que contar mis problemas a un auténtico desconocido.

—Echo de menos a alguien— dije finalmente intentando dar el menor número de datos posible.

—¿A quién?— volví a resoplar y el hombre me dedico una amable sonrisa.

—A mi novio— resopló y río nervioso.

—Se que soy un desconocido y que probablemente no te importe nada de lo que te esté contando pero solo te digo que volverá cuando menos te lo esperes— dijo el hombre levantándose del banco y marchándose vagamente. Mi mirada se quedo fijada en él durante unos segundos, puede que me hubiese transmitido desconfianza pero ahora no podía dejar de pensar en lo que me había dicho, ojalá tuviera razón. Aparté mi mirada del hombre que había desaparecido por la esquina y fijé mi mirada en el suelo ya desgastado por el paso de los años.

—Bonjour princesse— exclamó una voz a unos poco metros de mi.

Alcé la cabeza y lo vi, era él, era el hombre por el que ya había perdido todas las esperanzas en volver a ver.

Con las lágrimas en mis ojos de nuevo, corrí hacia él y me lancé a sus brazos. Me agarró de la cintura y me elevó unos centímetros del suelo.

—Je t'aime, je t'aime, je t'aime...— no paraba de repetir incansablemente.

Rodeé su cuello con mis brazos y nos besamos, nos besamos como nunca antes habíamos hecho, olvidando todo los meses que habíamos estado separados. Pego más su cuerpo al mío ya que parecía que estábamos a kilómetros de distancia. Me separé y le mire a los ojos.

—Je t'aime— dije mirando por primera vez en mucho tiempo esos preciosos ojos de los que un día me enamoré perdidamente.

Sonrío y nuestros labios se volvieron a chocar.

Era la chica más feliz del mundo.

"Sin ti no soy nada" TERMINADA [Antoine Griezmann]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora