Te Necesito

By MyPerfectGuys

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Entrenador y jugadora. Profesor y alumna. Amigo y amiga. Para algunos eran una cosa, para otros otra... pe... More

Sinopsis
01.
02.
03.
04.
05.
06.
07.
08.
09.
10.
11.
12.
13.
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16.
17.
18.
19.
20.
21.
22.
23.
24.
25.
26.
27. «1ª parte»
27. «2ª parte»
28.
29.
30.
31. «1ª parte»
31. «2ª parte»
32.
33.
34.
Epílogo
Nueva temporada
~~~

14.

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By MyPerfectGuys

Narra _____.

Desperté de repente presa del pánico por una pesadilla. El corazón me iba a mil, parecía que se me iba a salir del pecho, mientras que las sábanas a mi alrededor y la almohada estaban empapadas en sudor. Con una mano en el pecho fui poco a poco controlando la respiración hasta que por fin pude controlarla del todo. Ya ni siquiera me acordaba de lo que había soñado, pero lo había pasado tan mal...

Alargué la mano hasta la mesita de noche y verifiqué que aún era muy temprano para levantarme, pero entre el susuto que seguía teniendo en el cuerpo y lo incómoda que me sentía con las telas mojadas bajo mi piel, me puse en pie y comenzé a hacer cosas. 

Lo primero fue darme una buena ducha, ya que tenía tiempo lo iba a aprovechar para relajarme con agua hirviendo y geles aromatizantes. Después de esto, quedé como nueva. Peiné mi cabello haciéndome una trenza muy simple, como a mi me gustaba, y con algunos mechones sueltos cayendo al rededor de mi cara. Me vestí con el uniforme y terminé de asearme rociándo unas cuantas gotas de mi colonia sobre mi piel.

Estaba aburrida y no sabía que más hacer. Ya tenía todo preparado y listo para marcharme, pero el reloj parecía ir tan lento como si se tratara de quedar el último en una carrera de tortugas. Finalmente, decidí que esta vez sería yo quien fuera a casa de Liam, así podría darme un paseo de camino allí y eso me serviría para despejarme un poco.

La semana se me había pasado muy rápida a pesar de que hubiera sido algo pesada con tanta fecha de examen. Ya era viernes, cosa que me hubiera alegrado mucho más saber sino hubiera sido por la cita que tenía pendiente esta tarde con Javier. No quería ir, no tenía ninguna gana, pero se lo había prometido a Ruth, a una de mis únicas amigas, y no podía fallarle.

Llegué hasta el edificio de Liam. Debido a la hora que era, no veía oportuno entrar sin antes avisar, por lo que llamé al telefonillo. Él se sorprendió mucho de que estuviera allí, pero igualmente me dejó pasar.

Subí por el ascensor y me encontré la puerta de su casa abierta. Entré dentro y cerré la puerta detrás mía. Crucé el salón, donde no había nadie y seguí por el pasillo.

—¡Ay! —escuché la voz quejadumbrosa de Katy— ¡Para, me haces daño!

—¿Y cómo no te lo voy a hacer? ¡si no te estás quieta! —exclamaba Liam claramente desesperado.

—Buenos días —saludé interrumpiéndoles, sin poder evitar reír al escuchar aquel absurdo diálogo.

Los dos, que se encontraban en el baño con la puerta abierta, giraron su cabezas hacia atrás y me miraron.

—¡_____!

Katy, saltando del pequeño taburete que le permitía reflejarse en el espejo, corrió hacia mi con el pelo muy alborotado y me abrazó por las piernas. Fue en ese instante, cuando dirgí mi vista hacia ella, que me di cuenta de lo que Liam intentaba hacer momentos antes.

—¿Y esto? —pregunté señalando un peine que tenía enredado en su pelo.

—Liam no me sabe peinar. Estoy indignada —refunfuñó cruzándose de brazos.

Alcé la mirada hacia Liam y vi como abría su boca impresionado mientras se acercaba a nosotras.

—Que mentira más grande, ¿qué yo no te sé peinar? Será que tú no paras quieta.

Yo reí ante la actitud de los dos.

—Anda, ven aquí.

Cogí a Katy de la mano y la volví a llevar hasta el baño, allí la subí de nuevo sobre el taburete y yo me coloqué justo detrás de ella. Comencé a desenredar delicadamente su precioso cabello rubio, mechón a mechón, para no hacerle daño. Cuando me pareció que ya estaba bastante cepillado, le hice dos coletas a los lados y le dejé su flequillo suelto a un lado de su cara.

Liam mientras tanto me observaba apoyado sobre el marco de la puerta a través del espejo. No me había fijado hasta ahora en su pelo, que estaba más revuelto de lo habitual, y eso, aunque me avergonzara pensarlo, le hacía parecer aún más sexy de lo que ya era.

—Y así, Liam, es como se peina a alguien sin hacerle daño —dijo Katy haciéndole burlas. Se dio la vuelta aún sobre el taburete y se quedó mirándolo con los brazos cruzados y una sonrisa maligna.

Él puso sus ojos en blanco al mismo tiempo que negaba con la cabeza. Al escucharnos dar nuestra primera carcajada por su reacción, dio un paso hacia atrás y se fue del baño.

—¿Se habrá enfadado? —preguntó Katy.

—No creo. Tu hermano, aunque quiera, no puede enfadarse contigo.

La tomé en brazos y salí con ella de allí en dirección a la cocina. Al llegar nos encontramos a Liam ya bien peinado y vestido con unos vaqueros algo rasgados y una de sus camisas de cuadros. Él iba de un lado a otro preparando lo que parecía el desayuno. Quise ofrecerme para ayudarle, pero en el momento en que fui a proponérselo me di cuenta de que ya había terminado, por lo que no pude hacer otra cosa más que sentarme al lado de Katy en otro de los taburetes de la barra y esperar por él.

—A desayunar —anunció dejando delante nuestra dos vasos de leche y un plato con muchas tostadas.

Katy en seguida acercó hasta ella el plato de tostadas y comenzó a comer desesperadamente. Yo sin embargo, me quede quieta observándola a ella ingerir con ansias, tratando de no mirar a Liam porque sabía que me regañaría.

—_____, come —casi me ordenó con seriedad.

—No tengo hambre.

—¿Has desayunado ya? —preguntó.

—No —le respondí encogiéndome en mi asiento.

—Entonces come, por favor —me pidió suavizando su tono. Alcanzó un cuchillo que tenía por allí cerca, salvó una de las tostadas que estaba a punto de ser devorada por su hermana y la partió a la mitad ofreciéndomela—, aunque sea este trozo.

Sabía que no me quedaba otra opción que hacerle caso, porque aunque él no quisiera admitirlo, era igual de cabezota que su hermana. Cogí el vaso de leche tratando de ocultar mi mala gana y me lo bebí entero de un tirón. Luego acepté la media tostada que me tendía y me la comí con más tranquilidad.

—_____ —me nombró Katy dando tironcitos a mi camisa.

—Dime.

—¿Te apetece venir hoy a nuestra noche de películas?

—¿Noche de películas? —pregunté frunciendo el ceño extrañada.

Liam rió.

—Se lo acaba de inventar.

—¡Eso es mentira, yo no me invento nada! —gritó de pronto Katy enfadada golpeando la encimera con sus puños. Tanto Liam como yo nos quedamos impactados por su comportamiento— ¿Ya no te acuerdas de cuando nos pasábamos las noches enteras viendo películas, nosotros dos solos? —preguntó con reproche remarcando la última palabra— Desde que empezaste a salir con Danielle dejamos de hacerlo —murmuró triste.

La cara de Liam cambió radicalmente al oír ese nombre, y la mía también. Katy no debía haberla mencionado. Él la tenía aún muy presente y sabía que escuchar hablar sobre ella le dolía mucho.

—Yo... claro que me acuerdo, Katy —susurró él rodeando la barra y acercándose hasta nosotras. Se arrodilló frente a Katy y le cogió las manos afligido—. Sobre lo de Danielle... tú sabes que me arrepiento muchísimo de lo que hice, sabes que me arrepiento completamente de no haberte prestado toda la atención que requerías como mi hermana pequeña, ¿verdad que lo sabes? —ella asintió cabizbaja— Cometí un gran error, pero te prometo que no volverá a ocurrir, nunca más —le aseguró besando sus nudillos con ternura.

—Perdón Liam —se disculpó ella arrepentida—, no debí haber dicho eso.

—No importa. Ya está olvidado —él le sonrió guiñándole un ojo. A continuación volvió la vista hacia mí y me miró interrogante—. Entonces _____, ¿vendrás a nuestra noche de películas?

Katy saltó en su asiento al escuchar a su hermano.

—Eh, pues... —quise decir que sí, pero hasta ese momento no recordé que esa misma noche yo ya había hecho planes—, no lo sé. Depende.

—¿De qué? —inquirió Liam con curiosidad.

—Yo tengo un... un compromiso esta tarde. Pero os prometo que si me da tiempo, vendré un ratito.

Por suerte ninguno hizo preguntas sobre mi supuesto compromiso, pero a partir de aquel momento noté a Liam más distante conmigo. Probablemente, y dado lo espabilado que él era, supiera ya que me había callado la verdad consciente de lo que hacía, y quizá eso no le había agradado mucho.

                                                 *     *     *

Ese día había planeado ir a casa de Alba una vez que hubiéramos salido de clases, y eso mismo me encontraba haciendo en ese momento. Ambas salimos del coche de su padre cuando éste lo estacionó en el garaje, nos dirigimos hacia la zona del ascensor, y en pocos minutos ya estábamos entrando por la puerta y arrastrándonos hasta la cocina, ya que veníamos muertas de hambre.

Al terminar de comer los improvisados pero bastante buenos espaguetis a la carbonara del señor Segovia, nos tumbamos sobre la gran cama de la habitación de Alba y allí nos pásamos casi la tarde entera viendo películas y ojeando revistas.

Mi visita a su casa no había sido sólo por capricho, también tenía que ayudarla a escoger un vestido para una cena-fiesta que daría una amiga de su madre, a la cual ella debía asistir. Supuestamente lo mismo tenía que hacer ella conmigo, ayudarme a vestirme para mi cita con Javier, pero eso no podría ser posible si ella seguía estando igual despistada, o más, como lo había estado desde hacia unos días.

—Deja de pensar ya en Niall —le comenté riendo mientras le tiraba un cojín a la cara.

—Eh... —ella saltó de repente de la silla en la que estaba sentada y sacudió su cabeza levemente para volver al mundo real—, y-yo no pensaba en él.

—Claro, y yo soy Adriana Lima —me burlé sarcástica. Ella gruñó y cruzó sus brazos enfadada consigo misma por haber sido tan obvia—. Anda, mueve tu trasero, que debemos escogerte un buen vestido para esta noche antes de que se nos haga demasiado tarde.

Me levanté de su cama y caminé hacia su armario, pero antes, al pasar por su lado moví mis caderas hasta chocarlas con la suyas dándole un empujoncito, lo que le hizo cambiar la cara y reír, tal y como pretendía.

Observé su armario de arriba abajo, deteniéndome en cada prenda lo suficiente como para analizar hasta el tejido del que estaba hecho, pero no encontré nada que me pareciera lo suficientemente adecuado para ella y para la ocasión. Tenía muchos vestidos bonitos, pero todos eran muy sencillos y sin nada que llamara la atención.

—No te gusta nada, ¿verdad? —murmuró sentándose en su cama desganada— Mi ropa es un asco, lo sé... al igual que yo.

—Ni se te ocurra volver a decir eso otra vez —le advertí con severidad, tomando asiento a su lado—. Tú no eres un asco, y el problema no es tu ropa, sino la fiesta a la que vas a asistir. Es demasiado formal, y tú no estás acostumbrada a comprarte ropa para eventos tan sofisticados.

—¿Entonces? ¿Qué hago? —preguntó encogiéndose de hombros— Ir ahora a comprar ropa no tiene sentido, sólo me quedan dos horas, y dudo que en ese tiempo encuentre algo que me quede bien.

—Tú tan positiva como siempre —le regañé chasqueando mi lengua en señal de desaprovación—. Levántate que nos vamos a mi casa. Estoy segura de que tengo un par de cosas que te quedarán genial.

—¿Qué? ¿Es en serio? ¿Me prestarás tu ropa? —preguntó realmente impactada, como si le estuviera dando la posibilidad de visitar otro planeta.

—Pues claro que sí. Necesitas mi ayuda, y yo te la daré —le aseguré sonriéndole. Ahora era cuando de verdad me daba cuenta de que ella no estaba para nada acostumbrada a tratar con chicas que la consideraran su amiga. Eso era realmente triste.

                                                  *     *     * 

—Mamá... —la llamé alzando la voz cuando entré en casa—, papá...

—¿No hay nadie? —preguntó Alba extrañada. Ella seguramente estaba acostumbrada a que sus padres llegaran a su casa después de terminar sus jornadas laborales y que se quedarán allí el resto de la tarde haciéndole compañía, pero ese no era mi caso.

—Parece que no.

Alba, repitiendo una y otra vez lo bonita y grande que era mi casa, me siguió escaleras arriba hasta mi habitación. Cuando entramos, me dirigí directamente hacia mi armario y lo abrí, buscando el vestido ideal que tenía en mente. 

—Son preciosas —admiró ella distrayéndome. Giré la cabeza y me la encontré palpando el tacto de la tela de mis cortinas mientras continuaba examinándolo todo con los ojos muy abiertos.

Yo negué con diversión. Tal y como miraba a su alrededor parecía que su casa fuera una cabaña de madera de menos de veinte metros cuadrados, nada más lejos de la realidad.

—¿Qué te parece esto? —le pregunté volviendo a centrarme en lo mío. Levanté el vestido frente a ella y lo extendí mostrándoselo. Su cara no fue exactamente la que esperaba, pero no me iba a poder reprochar. Ese era el vestido perfecto, estaba convencida— Vamos, pruébatelo.

—¿Qué? Jamás me pondré yo eso. Es más, me sorprende que hasta sea tuyo. Es tan atrevido, tan descarado...

—Tan sexy —completé con una sonrisa. Ella puso cara de horror.

Se negó unas mil veces, pero finalmente terminé convenciéndola. Aquel vestido color azul eléctrico le quedaba como un guante, quizá mejor que a mí incluso. Era corto, un poco más arriba de medio muslo, se ceñía al cuerpo realzando su preciosa figura y el escote era de todo menos recatado, aunque lo justo para no parecer lo que no era. Realmente yo jamás me lo había puesto, ni pensaba hacerlo, era demasiado para mí. Había sido un regalo de mi madre cuando comenzó a cambiar sus gustos simples de vestir por otros más caros y extravagantes.

Alba me comentó que en su casa tenía unos tacones altos negros que le conbinarían a la perfección, estos habían sido también un regalo de su madre por su decimosexto cumpleaños hacía unos meses, pero aún no había encontrado el momento adecuado para estrenarlos.

La guié por el pasillo hasta llegar al baño, donde tenía un espejo de cuerpo entero y la situé justo en frente de este. Sin palabras se quedó al verse allí reflejada, tan diferente a como ella solía vestir. Pero hubo un detalle muy importante en el que no reparé hasta verla en el cristal, el reloj tan viejo que llevaba en su muñeca.

—Quítate el reloj ese, te dejaré una pulsera más bonita —le ordené volviendo hacia mi cuarto y poniéndome a buscar entre mis cajones.

—Eh... no, no voy a quitármelo.

—¿Cómo que no? —me incorporé y la miré entrecerrando mis ojos— ¿Me estás diciendo que llevarás mi magnifico y excelente vestido con ese robot al que tienes como reloj? Ni lo sueñes. Ponte esto.

Le tendí una pulsera de plata finita, la cual ella rechazó con mucha seguridad y empeño.

—_____, te he dicho que no me lo voy a quitar, y punto. Nadie se fijará en si llevo un reloj feo o bonito —quiso decir con calma, pero era evidente que la estaba desesperando por lo insistente que era.

Sus ojos de pronto se cristalizaron y desvió la mirada para evitar que lo notara, pero fue tarde. Avancé hasta ella tomándola de los hombros y le exigí una explicación para todo aquello. Algo bastante grave debía de haber dicho para que ella reaccionara así, dudaba mucho que fuera una tontería tan simple como la de quitarse ese armatoste de la muñeca.

—Alba, ¿qué pasa?

—Yo... yo...

—¿Tú qué? Me estas preocupando —balbuceé nerviosa.

Ella llevó una mano hacia su muñeca, donde llevaba el reloj ajustado, y comenzó a quitárselo con la cabeza gacha y sollozando.

—¿Qué es eso? —pregunté alarmada cuando la parte interior de su muñeca quedó expuesta—. Dime que no son... que no son lo que yo creo que son.

—Sí... son cortes —susurró avergonzada.

—¡Alba no! —exclamé con horror.

En seguida corrí a abrazarla y ella comenzó a llorar sobre mi hombro. Negaba con mi cabeza tratando de que todo aquello fuera alguna especie de alucinación mía, pero desgraciadamente era la realidad. Esos cortes estaban presentes en su muñeca derecha, y aunque no fuera especialista en esos temas, me atrevía a decir que eran muy recientes, ya que aún no habían cicatrizado. ¿Cómo no me había dado cuenta hasta ahora?

—Yo... es que... mi vida es, bueno, era... era horrible, en Barcelona me trataban muy mal —trataba de explicarme con ahínco y desesperación—, yo nunca supe que hacer, como remediar mis problemas... esta era la única manera de olvidarlo todo... —se separó de mí y limpió la humedad de su cara—. Sé que te acabo de decepcionar, a todo el mundo lo decepciono... hasta a mis padres.

—Te equivocas —hablé acariciando su mejilla—, no me has decepcionado, nunca lo harás, ¿y sabes por qué? —ella negó— Porque hasta hace dos días yo tampoco le importaba a nadie, pero tú me has demostrado todo lo contrario. Eres increíble Alba, te quiero muchísimo y que sepas que ahora yo estoy contigo, me tienes aquí para lo bueno y para lo malo, así que no quiero que vuelvas a hacer esto —le condicioné cogiendo su muñeca entre mis manos y observando las marcas—. Un mal corte y... no quiero ni pensar lo que podría pasar.

—No lo volveré a hacer, lo prometo —me aseguró convencida de sus palabras.

—Eso espero —besé su frente y seguidamente la abracé. Ambas lo necesitábamos.

Después de dar por zanjado aquel tema, volví de nuevo a tenderle mi pulsera, pero se negó diciendo que ya era demasiada generosidad por mi parte, ella se buscaría la vida por su cuenta para ocultar los cortes. Y para convencerme aún más de su decisión, me entregó su reloj y permitió que yo me deshiciera de él de la forma en que quisiera.

—Creo que deberías ponerte esto para la cita... —meditó en voz alta observando detenidamente los dos conjuntos que había sobre mi cama y señalando con su mano el más sencillo, compuesto por un short vaquero, una camisa rosa fucsia y unas Converse.

—No es una cita —le dije seria. Ella me miró con las cejas alzadas y esbozando una sonrisa irónica que me sentó como una patada en la barriga—. Sólo voy a salir con él, pero no es una cita.

—Lo que tu digas... —musitó entre dientes con un tono divertido.

Recogí todas las prendas de ropa que habían sobre mi cama, guardando las que no utilizaría de nuevo en el armario y llevando el conjunto elegido hasta el baño. Me daría una ducha antes de vestirme. Mientras, Alba decidió esperarme en mi habitación, ya que aún le quedaba una hora antes de su fiesta y no quería quedarse en su casa aburrida.

Narra Alba.

El móvil de _____ comenzó a sonar justo cuando me disponía a tumbarme en su cama y a reflexionar sobre mi promesa antes hecha. Resbusqué en su bolso hasta encontrarlo. Liam, eso fue lo que leí en la pantalla mientras éste continuaba emitiendo una melodía lenta de piano y vibraba. Mi ceño se frunció de forma involuntaria sin comprender el porqué de aquella llamada.

Sin pensármelo dos veces y presa de la curiosidad, contesté a la llamada.

   *Conversación telefónica*

—¿_____?

—Liam, soy Alba.

—Ah, h-hola —su voz de prontó comenzó a titubear. No se esperaba para nada que fuera yo la que contestara. Después de un silencio que pareció que nunca acabaría, él volvió a hacerse presente en la conversación—. ¿Podría hablar con ella?

—Está ocupada ahora mismo. Le diría que le has llamado, pero tiene una... —quizá hablaba de más si le facilitaba ese dato, por lo que me callé—, tiene que ir a un sitio y va un poco justa de tiempo. 

—Sí, lo sé. Y por curiosidad, ¿sabes a dónde va a ir esta noche?

—Al cine, creo —tapé mi boca un segundo después de haber hablado. No debí decirle eso.

—¿Con quién irá?

Como si él estuviera allí y me pudiera ver, fruncí mis labios y separé lo justo el teléfono de mi oreja para mirarlo como si fuera el mismo Liam. Aquello ya estaban siendo demasiadas preguntas.

—No sé si puedo decírtelo.

—Por favor —me pidió, casi rogando y con mucho interés.

Al principio tuve serias dudas, pero no sé como terminé accediendo. Mi punto fuerte no era el de guardar secretos, ni tampoco el de mantener la boca cerrada cuando debía, eso estaba claro. 

—Va a ir con Javier.

—¿Con quién? —preguntó con perplejidad.

—Oh, él es un niño de nuestra clase.

—¿Y cómo es?

—¿Como que cómo es? —le pregunté como si estuviera formulándome la pregunta más tonta que hubiera oído en mi vida.

—Y-ya sabes... si es atractivo físicamente, si tiene algo que os atraiga a las mujeres especialmente de él...

Aquello ya si que me dejó completamente descolocada. ¿Qué interés tenía Liam en saber esas cosas? Era todo bastante raro, pero a la vez era divertido por el comportamiento que estaba mostrando. Aparentaba estar disgustado con lo que le había dicho. Y era posible que lo entendiera, ya que dadas las miradas que se dedicaban _____ y él ocasionalmente en los entrenamientos pareciera que tenían cierto interés el uno en el otro. Era evidente que en el caso de _____ eso era cierto, para ella él era un chico 'muy especial', pero era en ese momento cuando me estaba dando cuenta de que Liam también parecía estar muy interesado en mi amiga.

—Sí, el chico es guapo... bastante guapo —exageré mordazmente queriendo preocuparlo—, pero si te soy sincera no me gusta que vaya a salir con él. Según lo que dicen en el colegio, a intentado forzar ciertas situaciones con muchas chicas.

—¿Cómo que ha intentado 'forzar ciertas situaciones'? ¿A qué te refieres? —quiso saber inquieto, elevando su tono.

En cuanto su voz terminó de escucharse por el teléfono, mi oído se agudizó y pude distinguir el crujido de la puerta del baño abriéndose. El pánico me recorrió el cuerpo de pronto, haciéndome poner muy nerviosa. Si _____ me pillaba hablando con Liam se enfadaría bastante.

—Oye Liam, te tengo que dejar. Adiós.

Respiré tranquila en cuanto deslicé el dedo por la pantalla y corté la llamada. Guardé de nuevo el móvil en su bolso y me tumbé en la cama como si hubiera estado así todo el tiempo desde que ella comenzó a ducharse.

—¿Qué tal estoy? —preguntó haciendo un pequeño desfile frente a mí.

—Perfecta —sonreí con disimulo al mismo tiempo que miraba la hora en el despertador que había sobre su mesita de noche—. Creo que deberías bajar ya, son las seis y cinco.

—Es cierto, voy tarde.

 Narra _____.

Nada más abrir la puerta del portal que daba a la calle, quedé alucinada al ver a Javier apoyado sobre un lujosísimo y elegantísimo coche deportivo color negro. Extrañamente me dio la sensación de que no era suyo, ni de sus padres tampoco, ya que por Ruth sabía que ellos no provenían de una familia de lo más adinerada. La idea de que fuera robado me rondó la mente por algunos segundos, pero la deseché de inmediato con temor. Él no era capaz de tanto, estaba segura.

—Estás muy guapa —me piropeó recorriéndome con la mirada de arriba abajo descaradamente. Se desplazó hasta la puerta del copiloto y la abrió ofreciéndome asiento—. ¿Nos vamos?

Durante el camino ninguno habló. Yo únicamente me dedicaba a mirar por la ventanilla para tratar de distraerme y no hacer más incomoda la situación, y él tan sólo conducía, aunque de vez en cuando notaba su vista puesta en mí, más concretamente en mis piernas. No debí haberme puesto aquellos pantalones tan cortos, me sentía desnuda ante él. 

 Llegamos a los aparcamientos de un centro comercial. Dejó el coche allí y se bajó. Yo hice lo mismo.

—¿Qué prefieres? ¿Cine o restaurante? —me ofreció, sorprendiéndome por su actitud tan amble y caballerosa. Hasta ahora, a parte de sus furtivas miradas, se estaba comportando bien.

—No tengo mucha hambre...

—Entonces, ¿cine?

—Sí, será lo mejor.

Intentó cogerme de la cintura o de la mano varias veces, pero rápidamente me alejaba de él haciéndome la tonta. Notaba que cada vez que hacía eso se molestaba, pero a mí no me importó. Yo le había prometido a Ruth que saldría con su hermano, no que dejaría que me tocara y me agarrara por todas partes siempre que a él le diera la gana.

Cuando estábamos en frente de la cartelera caí en la cuenta de que no sería fácil escoger una película para ver.

—¿Te gustan las películas de terror? —me preguntó.

—No.

—¿Y las de acción?

—Tampoco.

—¿Las... románticas? —preguntó haciendo una mueca casi de asco.

—Sí, me encantan esas —afirmé con entusiasmo. Estaba exagerando mucho, lo sabía, pero quería molestarlo de algún modo. Él no me había hecho nada, eso era cierto, pero tenía algo en mi interior que me hacia querer comportarme de aquella manera sólo para hacer que rabiara y se arrepintiera de haberme elegido de nuevo como una posible candidata a su lista negra.

—Lo suponía... —murmuró—. Tenemos que ver una de esas, ¿verdad?

—Sí —volví a decir con emoción y exaltación.

Él negó repetidas veces con la cabeza, mostrándose por completo en desacuerdo, y fue a comprar las entradas sin rechistar. Todo iba bien, hasta que entramos a la sala de cine con las luces apagadas. Al subir las escaleras debí pisar mal algún escalón y desgraciadamente perdí el equilibrio, teniendo que ser sujetada por él para no caerme.

Me agarró con fuerza de la cintura, asegurándose de que ya estaba recuperada, pero a continuación, en vez de soltarme para que siguiera avanzando, me retuvo pegada a su cuerpo y subió sus manos peligrosamente por mi estómago hacia arriba. Tomé sus muñecas con fuerza y las alejé de mí, echando a correr escalones arriba para llegar a mi asiento y rezando porque nadie en la sala se hubiera percatado de aquel acto obsceno que él estuvo a punto de cometer. Segundos después de ya estar sentada, llegó él y se acomodó a mi lado como si nada hubiera pasado.

Al comienzo de la película volvió de nuevo a las andadas, moviendo su mano en dirección a mi pierna y acariciándome el muslo supuestamente distraído prestándole atención a la pantalla. Al igual que como había hecho antes, cada vez iba acortando más la distancia que había entre su mano y mis partes íntimas, y no sabía que hacer ya para pararlo. Realmente estaba asustada, pero me armé de valor tratando de no pensar en el grado de agresividad en que lo había visto algunas veces y empujé su extremidad de un manotazo.

Aquello pareció funcionar, ya que a partir de ese momento no volvió a intentar nada más. 

La película no había estado nada mal, según mi opinión. Era una de esas romanticonas, pero tenía un punto diferente que la hacía especial. Algo prestado se llamaba. Era evidente que para Javier aquella última hora y media sólo había sido tiempo perdido, por eso fue que nada más empezar a salir las letras de los créditos finales me tomó fuertemente de la mano y me sacó fuera de la sala. Ni balbucear algo contrariada pude dada la velocidad con que pasó todo.

Ahora ya estábamos sentados en el coche de vuelta a casa. Había sido una cita exprés, aunque no me gustara emplear esa palabra.

—¿Podrías dejarme dos calles antes de la mía? —le pregunté deseando en mi interior que no quisiera saber el porqué. Su ceño se arrugó, así que antes de que pudiera preguntar algo le eché una mentirijilla piadosa— Quisiera pasarme por la casa de Alba antes de ir a la mía.

—Como quieras.

Detuvo el coche justo en la misma puerta de Liam, y siguiendo con su extraña y poco habitual actitud gentil, se bajó antes que yo y corrió a abrirme la puerta tendiéndome la mano para ayudarme. Seguía sin comprender que se comportara así a veces, y luego, cuando tenía la más mínima oportunidad, aprovechaba para meterme mano.

—Me lo he pasado... bien —dije a regañadientes al ver que su mirada no se despegaba de la mía.

—Podía haber estado mejor —consideró ladeando su cabeza. Dio un paso hacia adelante peligrosamente, cogiéndome con fuerza de los brazos y girándome de forma que quedé de espaldas al coche—, pero afortunadamente esto no ha acabado aún.

De un momento a otro, me agarró de los muslos y me impulsó hacia arriba sentándome sobre el capó del coche. Separó mis piernas con facilidad colándose entre ellas mientras sus manos inquietas no cesaban de pasearse sobre mi piel. Acercó su boca a la mía, pretendiendo besar mis labios, pero tuve buenos reflejos y giré la cabeza esquivándolo. Él, sin rendirse, se inclinó hacia adelante y comenzó a chupar y a besar mi cuello con salvajismo.

—Para, para... —balbuceé tratando de apartarlo de mí.

Tan sólo de pensar en su saliva siendo desperdigada por mi piel sin control me ponía enferma. No lo soportaba, no soportaba que me estuviera tocando de aquella manera. ¡Era asqueroso!

—¿Qué haces? —inquirí con nerviosismo— ¡Suéltame!

—No he estado una hora y media viendo una mierda de película para ahora tener que irme a mi casa sin haberme divertido antes.

Javier, como si estuviera poseído y obviando lo mal que lo estaba pasando, continuó forzándome en contra de mi voluntad.

—Por favor... —sollocé hiperventilando con el pánico invadiéndome el cuerpo—, por favor, suéltame.

Sus manos se posaron sobre mi cuello rodeándolo y aferrándose a él, consiguiendo asustarme, pero ese no parecía ser su propósito principal. Las fue bajando con lentitud hasta que cada una se adueñó de uno de mis pechos, manoseándolos sin pudor. Quiso desabotonar los botones de mi camisa con rapidez, pero dado lo excitado que aparentaba estar se desesperó y, de un fuerte tirón, rompió la prenda en dos arrojándola lejos de mí. Extendí mis brazos al rededor de mi cuerpo procurando taparme, pero él apresó mis brazos tras mi espalda y lo evitó, observando con ojos devoradores y pervertidos mi casi desnudez.

Cerré los ojos con fuerza e intenté evadirme de todo. Si aquello iba a pasar de verdad, no quería enterarme... no quería ser consciente de como él se iba a aprovechar de mí.

—¡Déjame! —farfullé con desesperación.

A estas alturas ya lo veía capaz de todo, tanto de robar el coche en el que ahora mismo estábamos apoyados, como de violarme en medio de la calle sin temor a que cualquiera que pasara por allí nos viera.

El tiempo corría muy lento, lo que me dejaba tiempo para convencerme y asumir que nadie vendría a ayudarme. Yo sólo lloraba, gritaba y rogaba, rezando porque se apiadara de mí en algún momento, pero de nada servía, estaba enajenado.

—¡Suéltala! —escuché de pronto aturdida.

Javier paró inmediatamente de sobarme los pechos sobre el sujetador y alzó la cabeza por encima de mi hombro para descubrir quién había osado a interrumpirle. A mí no me hizo falta mirar, tan sólo con oír aquel timbre de voz tan extremadamente reconfortante supe que estaba salvada. Respiré aliviada pensando en Liam.

—Lárgate de aquí, idiota —bramó Javier rabioso.

—¡Te he dicho que la sueltes! —exclamó Liam muy irritado pegándole un empujón, bastante suave si tenía en cuenta lo fuerte que él era. Los dos quedaron frente a mí, mirándose cara a cara como si tuvieran delante a un monstruo de tres cabezas.

Aproveché ese mismo instante para bajarme del coche e intentar colocarme la camisa de nuevo, pero fue imposible, había quedado completamente destrozada.

—¿Y quién eres tú para pedirme tal cosa? —preguntó Javier riendo con desprecio, burlándose de Liam.

Éste tensó su mandíbula y cerró sus puños apretándolos con fuerza. La vena de su cuello palpitaba de tanta rabia acumulada. Nunca lo había visto en ese estado, irradiando de sus ojos únicamente resentimiento e irritación. Estaba realmente enfurecido, y eso hizo aplacar en cierto modo mis nervios.

—Vete de aquí antes de que haga alguna tontería —siseó entre dientes Liam con palabras envenenadas—. Y más te vale no volver a ponerle una mano encima, porque como me entere, te juro que no sales vivo —lo amenazó apuntándolo con el dedo.

Era la primera vez que veía como Javier se estremecía en su sitio atemorizado por lo que le pudieran hacer, pero yo llegué a entender lo asustado que se mostró, ya que Liam me había dado miedo hasta a mí que no acostumbraba a verlo comportarse así. Javier muerto de miedo, se subió a su coche de inmediato y arrancó a toda velocidad.

Justo cuando vi el coche perderse en la oscuridad, me desmoroné en el suelo agotada y abracé mi cuerpo pretendiendo ocultarlo. Las lágrimas no tardaron mucho en volver a hacerse presentes, inundando mi rostro y recordándome lo humillada y sucia que me sentía. 

Liam corrió hasta llegar a mí y se arrodilló en el suelo tomándome de los brazos y empujándome hacia él. Yo no dudé ni un segundo en abrazarlo, refugiándome en sus brazos y descargando toda mi impotencia contra su pecho.

—Ya... ya está —decía mientras me mecía de un lado a otro—, no ha pasado nada, estoy aquí, contigo...

Sus palabras sólo me hicieron querer aferrarme aún más a él sin dejarle casi respirar. Quería tenerlo a mi lado, quería tenerlo sujeto a mí y sentir que nunca se iría... quería que nunca me dejara sola.


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