Te Necesito

By MyPerfectGuys

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Entrenador y jugadora. Profesor y alumna. Amigo y amiga. Para algunos eran una cosa, para otros otra... pe... More

Sinopsis
01.
02.
03.
04.
05.
06.
07.
08.
09.
10.
12.
13.
14.
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16.
17.
18.
19.
20.
21.
22.
23.
24.
25.
26.
27. «1ª parte»
27. «2ª parte»
28.
29.
30.
31. «1ª parte»
31. «2ª parte»
32.
33.
34.
Epílogo
Nueva temporada
~~~

11.

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By MyPerfectGuys

La voz de la persona que menos esperaba oír en ese momento, resonó en mi cabeza una y otra vez. En un principio pensé que había sido cosa mía, que había desvariado y había escuchado su voz en vez de la de Carla. Pero cuando alcé la vista, me quedé de piedra al comprobar que no estaba loco, había escuchado todo a la perfección. Era _____. Bueno,  _____ y otra chica más a su lado, pero ella era la única capaz de retener toda mi a tención.

El mundo entero pareció desvanecerse a mi alrededor, sólo estábamos ella y yo, intercambiando miradas de lo más confusas y sorprendidas. Hasta que pasados unos segundos eternos un fingido carraspeo nos sacó de situación a ambos.

Cuando me di cuenta de lo embobado que me había quedado delante de todas aquellas chicas, el pulso se me aceleró, y como consecuencia, el tocho de papeles que descansaba sobre mi regazo se deslizó con rapidez, cubriendo el suelo a mi alrededor de blanco. Me incliné y, con agilidad y torpeza, logré volver a organizarlos.

—Eh... ¿por dónde íbamos? —pregunté controlando el nerviosismo en mi voz.

—Por _____ y Alba —dijo Carla haciendo énfasis en el primer nombre. Yo agaché la vista queriendo que la tierra me tragara, pero antes alcancé a ver como _____ le propinaba un codazo al mismo tiempo que le lanzaba una mirada asesina.

—Eh, sí, eso... —balbuceé distraído terminando de apuntar los últimos datos de ellas en la lista. Acto seguido me levanté del banco con mucho valor e hice como si nada hubiera pasado—. Bueno, dado que este es el primer día, vamos a hacer un entrenamiento normal. Me gustaría veros jugar para fijarme en vuestras dificultades y así poder trabajar en ellas más adelante —les hice un gesto para que todas se pusieran en pie. Me giré y me dirigí a Ruth—. Por lo que tengo entendido, tú eras la capitana el año pasado, así que te agradecería mucho que llevaras el calentamiento de hoy.

—Sí, claro, lo haré —accedió encantada mientras instaba a las demás a seguirla al centro de la cancha para comenzar.

Durante las dos horas que duró el entrenamiento, noté a _____ muy despistada. Era obvio que tenía algo rondando su cabeza que no dejaba que su concentración se centrara por completo en el deporte, pero aún así quedé impresionado al observarla jugar. Tenía mucha agilidad para llegar a los balones que casi se podían denominar como perdidos, y si eso era así estando en las nubes, no me quería ni imaginar como sería cualquier otro día.

Alba, su amiga, también logró asombrarme enormemente. Tenía mucha fuerza en los brazos, quizá fuera la que más, y era por eso que sus saques podían asustar con facilidad a los equipos a los que posteriormente nos enfrentaríamos. Eso era muy bueno.

Como último ejercicio, les hice correr durante diez minutos para comprobar si tenían aguante, pero varias de ellas terminaron por los suelos después de cinco minutos corriendo.

—¿Esto era... un entrenamiento... normal? —preguntó Carla totalmente exhausta.

—Sí chicas, esto es a lo que yo llamo un entrenamiento normal —reí tratando de contenerme—. Sé que estáis cansadas, pero os aseguro que tan sólo es cuestión de acostumbrarse. Si seguís trabajando duro día a día, estoy seguro de que tendréis la victoria asegurada en los partidos.

Por lo que tenia entendido, el año pasado habían obtenido el cuarto puesto en el campeonato de España, y este año deseaban quedar entre los tres mejores equipos, ya que a las que se irían del colegio en el siguiente curso les hacía mucha ilusión llevarse un buen recuerdo del equipo de voleibol.

—¿Y quién será la capitana este año? —volvió a intervenir Carla ya más recuperada. Al parecer era la única que ya había superado el hecho de que era 'el nuevo' y me hablaba como si fuera otro de sus amigos.

—Aún no lo he decidido. Debo tomarme un tiempo para pensarlo, así que espero que en los próximos días pueda daros una respuesta —ellas asintieron satisfechas.

Conforme se iban vistiendo con ropas de más abrigo, pues ya era tarde y en la calle comenzaba a hacer frío, se despidieron de mí y abandonaron la cancha. Apagué las luces y cerré la puerta con rapidez al recordar que debía hablar con _____ antes de que se marchara a casa. 

Narra _____.
 
—_____, ¿qué te pasa? —Alba me miró intrigada al darse cuenta de que pretendía decirle algo importante pero las palabras no me salían— Sólo te conozco de un día y ya sé que hay algo que te preocupa.

—¿Recuerdas que esta mañana te hablé sobre lo complicada que estaba la situación en mi casa? —ella asintió— Pues, es que, esta tarde...

—_____ —me llamaron tras mi espalda. Al darme la vuelta me encontré a Liam saliendo por la puerta del colegio en ese instante. Miró algo confuso en dirección a Alba, y luego me devolvió su atención—. ¿Tenéis a alguien que os lleve a casa?

—Nos íbamos a ir en autobús —respondió mi amiga por mí al darse cuenta de que aún estaba distraída. 

—Entonces os llevaré yo. A estas horas no dejaré que vayáis por la calle solas, es demasiado peligroso.

—Vale —aceptó Alba por las dos mientras se encogía de hombros.

Liam nos guió hasta su coche, donde Alba se acomodó en el asiento trasero y yo, casi obligada por ella, tuve que sentarme al lado de él. Durante el camino, los tres mantuvimos el silencio.

Yo seguía muy nerviosa. Había estado dándole vueltas a lo de la carta durante el entrenamiento y había llegado a la conclusión de que necesitaba urgentemente hablar con alguien sobre eso. Quería desahogarme.

Alba se bajó del coche en cuanto Liam frenó frente a su edificio. Pero antes de entrar en el portal, caminó hasta la puerta del copiloto, la abrió y me dio un fuerte abrazo.

—Si quieres, esta noche puedes llamarme y contarme todo lo que quieras —susurró en mi oído—. No estés triste. Sea lo que sea, seguro que se soluciona.

Ella finalmente se fue, con mucha tristeza al conocer el estado en el que me encontraba. Liam se mantenía quieto y callado minutos después de que nos hubiéramos quedado solos, al igual que yo. 

—¿Te llevo a tu casa? —preguntó inseguro. Yo negué varias veces casi inconsciente de lo que hacía. El último sitio al que me apetecía ahora ir era a mi casa.

—¿Puedo... puedo ir a tu casa? —no sabía si esa pregunta podía ser demasiado atrevida, pero no conocía de otro sitio al que poder ir en ese momento.

—Claro que sí.

Él inmediatamente arrancó el coche y se dirigió a su casa. Después de que aparcara el coche en la calle, subimos por el ascensor y llegamos a su piso. Dejó mi mochila y la suya en unos percheros que habían a la entrada y me llevo hasta el salón.

—¿Estás bien? —quiso saber sentándose en el sofá e invitándome a hacer lo mismo.

—No, sinceramente no —confesé nerviosa recostando la espalda en el respaldo del asiento.

—¿Quieres contarme lo que te ocurre? Quizá te sientas mejor después de contarle a alguien tus problemas. O bueno, no quise decir problemas, yo no soy nadie para denominar a tus sentimientos problemas...

—Liam... —murmuré deteniendo sus palabras. Confiaba lo suficientemente en él como para contarle todo, así que saqué mi móvil y busqué la foto de la carta para enseñársela—, esto es lo que he encontrado entre los papeles de mi padre esta tarde.

Él puso atención a lo que le mostraba frunciendo el ceño y leyó el mensaje una y otra vez, realmente impactado.

—¿Qué crees que significa? —preguntó con cautela levantando la mirada hacia mí.

—No lo sé —me revolví en mi sitio apenada—, algo me puedo imaginar pero... no, no creo que sea eso.

—¿A qué te refieres?

Suspiré negando con la cabeza sin creer que la teoría que se me había ocurrido pudiera ser cierta.

—Desde que llegué de vacaciones, las cosas en mi casa han cambiado mucho. Mi madre antes no era tan extrovertida, ni tampoco salía con mucha frecuencia a la calle. Pero ahora todo es al revés. Gasta más dinero de lo normal, compra muchísima ropa y joyas, sale hasta altas horas de la noche... —hice una pausa pensando en la forma en que debía decirlo. Agaché la cabeza y revelé mi mayor temor—. Posiblemente ella esté viendo a otro hombre.

Tapé mi cara con mis manos al darme cuenta de que estaba a punto de romper a llorar. No quería hacerlo delante de él, pero realmente estaba siendo una tortura para mí contenerme. Él se movió entre los cojines acortando la distancia entre nosotros.

—Eh, tranquila —susurró con calma rodeando mis manos con las suyas. Su voz en un primer momento logró calmarme, pero no lo suficiente, ya que en cuanto sentí el contacto con su piel me terminé de derrumbar y las lágrimas de inmediato se hicieron presentes en mis mejillas.

Al darse cuenta de esto, me atrajo hacia él y me abrazó. Sorpresa fue lo primero que sentí, pero que reaccionara así fue lo menos que me importó. Me aferré con fuerza a su camiseta y continué llorando. Él acariciaba constantemente mi pelo intentando tranquilizarme, pero no fue hasta que pasó un rato bastante considerable que pude volver a recuperar la compostura.

—A lo mejor no es lo que tu piensas —dijo, tratando de hacer cambiar mi parecer.

—¿Y entonces qué ocurre con mi madre? No se me ocurre otro motivo por el que esté tan rara —le cuestioné incorporándome y posicionándome de lado frente a él—. Otra cosa que me sorprende y me molesta es que mi padre, en vez de hablar conmigo o con mi madre directamente, haya decidido contratar a un detective privado para que la siga a todos lados —dije completamente impactada aún de que mi padre hubiera hecho eso—. Parece que en mi familia no existo, no les importo...

—No digas eso ______, son tus padres, claro que les importas.

—Pues no lo parece —bufé encogiéndome de hombros. Él volvió a tomar mis manos y las acarició con delicadeza—. Cuando veo como te portas con tu madre y con tu hermana me pregunto por qué nadie me puede tratar de ese modo a mí, por qué yo no puedo tener una familia así...

Minutos más tarde, él aún continuaba haciendo mil y un intentos por tratar de hacerme sentir mejor. No negó que mi teoría sobre mamá estuviera equivocada —los hechos que se habían dado eran demasiado evidentes—, pero quiso convencerme de que seguramente, un día sin esperármelo, mis padres me reunirían y me contarían la verdad. Dijo que quizá ellos no estaban preparados todavía para hablar conmigo y afrontar aquel tema.

—_____ —antes de que pisara el ascensor, me llamó haciéndome girar sobre mis talones. Él salió de su piso dejando la puerta abierta y caminó unos pasos hasta acercarse a mí—, en el colegio no deberíamos decir que nos conocíamos de antes. Estaría mal visto y podrían pensar cosas equivocadas, ya sabes.

—Sí, será lo mejor —coincidí con él.

Caminé de espaldas con la vista puesta en él y me introduje en aquel espacio tan reducido.

—¿Por las mañanas vas tu sola a clase? —preguntó cruzando sus brazos. Se apoyó justo donde el sensor del ascensor lo detectaba, evitando así que la puerta se cerrara.

—Sí, ¿por qué?

—Yo llevaré a Katy todos los días, ¿quieres que pase por tu casa y te lleve a ti también? —propuso esperando una respuesta. Pero esta no llegó debido a lo desprevenida que me había pillado la pregunta, por eso él volvió a intervenir—, a Katy le haría ilusión.

—De acuerdo pero, mis clases empiezan media hora más tarde que las de tu hermana...

—Por eso no te preocupes, ya me me encargaré yo de mantenerte ocupada. Conmigo nunca te aburrirás, eso te lo aseguro —me garantizó con un tono que me hizo reír—. Oye, ¿estás segura de que no quieres que te lleve en coche o te acompañe?

—Liam, mi casa está aquí al lado. No me va a pasar nada —le sonreí agradecida por tanta amabilidad. Antes de que volviera a sacar el tema y de que volviera a insistir, me acerqué a él y lo abracé una vez más—. Gracias por haberme escuchado, necesitaba hablar con alguien de esto. Mañana en mi casa a las... ¿siete y media?

—A las siete y media —afirmó con una sonrisa de medio lado. Presionó el botón de la planta baja, se alejó unos pasos de mí y dejó que la puerta se cerrara hasta ocultarnos a ambos.

Narra Alba.

Entré a mi edificio realmente intrigada por saber de dónde se conocían _____ y Liam. Estaba claro que hoy no había sido la primera vez que se habían visto.

Me extrañó mucho no ver luz en la cocina cuando entré en casa. Mamá siempre estaba ahí a esas horas preparando la cena. Avancé hasta el salón y entreabrí la puerta entornada, encontrándome allí a mis padres junto con un chico rubio bastante atractivo. Estaban los tres sentados alrededor de la mesa principal hablando casi en susurros. En cuanto se dieron cuenta de mi presencia, papá y mamá abrieron sus ojos como platos. Mientras tanto, el chico sonreía divertido.

—A-alba —farfullaron mis padres a la vez, levantándose de un salto de la silla.

—¿Q-qué haces aquí? —preguntó mi padre mientras se pasaba la mano por el pelo continuamente. Es todo lo que podía hacer cuando estaba nervioso.

—Pues, vivo aquí —le respondí obvia.

—Sí, claro —a mamá le entró su típica risa nerviosa—. Mira hija, él es Niall.

El chico desconocido se levantó y se acercó a mí para saludarme. Me miraba de una forma muy extraña, parecía querer atravesarme con la mirada. Era bastante guapo a decir verdad. Tenía unos ojos azules preciosos y su pelo era rubio, quizá teñido debido a las raíces oscuras, pero eso no le quitaba belleza.

Él volvió a la mesa, cerró un libro bien gordo que había encima de ésta y lo cogió en su mano ocultando el titulo intencionadamente para que no lo viera. 

—Yo ya me voy. Ha sido un placer —se despidió sonriendo a la vez que me miraba pícaramente. Después de guiñarme un ojo, caminó en dirección a la puerta.

Me sorprendí mucho ante ese gesto. Nadie en mi vida me había mirado así, y menos un chico tan atractivo como él. Pero seguramente habrían sido imaginaciones mías, nadie se fijaría en una chica pasada de kilos, con gafas y con pinta de nerd.

Después de verlo marcharse, fui directa hasta mi habitación, dónde me di una ducha y me metí en la cama con rapidez. No tenía ganas de hacer nada, ni de cenar, ni de preguntarle a mis padres quien era ese chico... nada de nada.

Puse mi mente en blanco, conté hasta cien, cambié de postura unas diez veces, pero aun así seguía sin poder dormirme. Justo cuando estaba a punto de desistir, la puerta de mi habitación se abrió y mi madre asomó la cabeza.

—Alba, ¿estás despierta?

—Sí, mamá. ¿Quieres algo? —le pregunté sentándome en la cama. Ella cerró la puerta y se acercó hasta sentarse a mi lado.

—Sólo saber como te ha ido en tu primer día de clase.

—La verdad es que ha sido mejor de lo que esperaba —le aseguré en medio de un suspiro. A mi madre se le iluminó la cara.

—¿Has hecho alguna amiga? —preguntó esperanzada.

—Sí. Un milagro, ¿verdad?

—No hija, no digas eso. Es sólo que no quiero que te vuelva a pasar lo mismo que en Barcelona.

—Lo sé, yo tampoco quiero que eso ocurra —musité en voz baja recordando algunos días atrás.

—No pienses en eso ahora —su mano acarició mi mejilla. Ella realmente me conocía—. Cuéntame, ¿a quién has conocido?

—Se llama _____, y es muy parecida a mí. Tenemos gustos muy parecidos en muchas cosas – mamá asintió encantada por lo que le decía—. Parece que la gente en este colegio es muy diferente a la de allí. Me han acogido muy bien, y por ahora no tengo ninguna queja.

—Me alegro mucho de que las cosas hayan ido tan bien —me sonrió—. ¿Y qué tal en el entrenamiento?

—Según dice ____, lo hice bien —me encogí de hombros sin creérmelo realmente—. Y el entrenador es bastante bueno, un poquito estricto, pero muy bueno.

—Entonces, ¿te quedarás en el equipo?

—Creo que sí.

Ella se levantó, me dio un beso en la frente y caminó hasta la puerta después de hacerme saber lo contenta y orgullosa que se sentía por mí.

—No has cenada nada, ¿quieres que te traiga algo?

—No.

—Alba...

—Te he dicho que no, buenas noches —sentencié con claridad.

Me tumbé de nuevo en la cama y me tapé con las sábanas hasta la cabeza esperando a que se marchara. Cuando escuché la puerta cerrarse, me volví a acomodar entre los almohadones. No podía permitirme el lujo de ponerme a comer en ese momento, debía aguantar aunque tuviera hambre si quería obtener una buena figura.

Hice un intento más por quedarme dormida, y por suerte, la táctica que empleé esta vez, sí que funcionó. Creé una lista mental de todo lo que había hecho en el día, desde que me había levantado e ido a clase, hasta que entré a casa y me encontré a mis padres con el tal Niall.

Ese chico me había llamado especialmente la atención. Ahora sí que tenía ganas de saber qué hacía él en mi casa, pero sobre todo, sostenía una gran curiosidad por saber cuál era el libro que había escondido a conciencia para que yo no lo viera.

El simple hecho de pensar en él fue como un sedante para mí. Cerré los ojos y no tuve más que hacer que, respirar profundo y comenzar a soñar.

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