Palomas y Gorriones

By fjrohs

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Blanco y Negro. Locura o Cordura. Amor u Odio. Asesino y Policía: Los polos opuestos se atraen... Un asesino... More

Jueves, 24 de octubre de 2019. Primer Asesinato
Parte 1. Narración de los hechos de la mañana del 24 de octubre.
Parte 2. Narración de los hechos de la tarde del 24 de octubre.
Primera entrada de Samuel Rot en el Blog "Para Livi"
La Historia de La Rubia, el perro y Job, el Vagabudo
Segunda Carta de Samuel Rot en el Blog "Para Livi"
Un Gorrión Revoloteando
Parte 3. Narración de los Hechos de la MAÑANA del 25 de Octubre
Parte 4: Narración de los Hechos de la TARDE del 25 de Octubre
Parte 4. Narración de los Hechos de la MAÑANA del 26 de Octubre
Terapia contra la Lejía...
Parte 6. Narración de los Hechos de la TARDE del 26 de Octubre
Tercera entrada de Samuel Rot en el blog "Para Livi"
De gaviotas, locuras, amor y tristezas.
¡Retomamos la Historia!
Parte 8. Hechos de la tarde del 27 de octubre. Capítulo 1.
Tarde del 27 de octubre. Capítulo 2
Lunes 28 de octubre. 00:35h. Cuarta Carta de Samuel Rot
Parte 9. Narración de los hechos de la mañana del 28 de octubre
La diremos Muerte, hasta que lo llamemos por su nombre.

Parte 7. Narración de los hechos de la mañana del 27 de octubre

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By fjrohs

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Parte 7. Narración de los hechos de la mañanadel 27 de octubre

Era domingo, un mal día para trabajar en nuestra profesión. Los comercios cierran, las personas abandonan la ciudad y hasta los asesinos parece que descansan. El Gorrión Rojo ya se había tomado el sábado libre. No hubo muerto, pero no teníamos claro que tampoco lo hubiera ese día. Tanto Rot como yo teníamos la extraña sensación de que cada hora de silencio desde la centralita, cada hora sin una llamada del jefe, cada hora sin un muerto, las probabilidades de otra víctima aumentaban. Habría otro asesinato. Habría más muertos mientras no le atrapáramos. Lo teníamos claro.

Ninguno de los dos habíamos dormido mucho. Apenas unas horas. Ambos estuvimos hasta altas horas de la madrugada rastreando aquella dedicatoria y leyendo a Bukowski. Sí, como era lógico, ambos llegamos hasta el mismo escritor. Era muy probable que Rot y yo estuviéramos leyendo a las mismas horas aquella excéntrica novela: Pulp. En ella, un singular detective se ve inmerso en una paranoica investigación donde, entre otras cosas, debía encontrar a El Gorrión Rojo.

La dedicatoria que nos dejó en la biblia dejaba bastante claro que el asesino se había fijado en Rot, pero es cierto que Rot había tenido cierta repercusión cuando el juicio de Miguel Turlington por el asesinato de su mujer. Rot fue testigo de la defensa y declaró de forma pública sus sospechas sobre otro culpable. No tenía pruebas, por lo que su testimonio fue más un teatro inútil de la defensa. Tanto con ese caso como con el asesinato de Lucas Barrow, Rot apareció en la televisión, por eso, cuando leímos la dedicatoria pensé que El Gorrión Rojo le había reconocido y le escribía a él.

Pero su pseudónimo, El Gorrión Rojo, me daba mala espina... ¿Por qué firmaba así? En la novela de Bukowski, la señora Muerte encargaba al detective buscar al Gorrión Rojo. Ese Gorrión Rojo era algo casi intangible, el misterio e intriga absoluto, quizás solo el autor sabía lo que era en realidad, si es que ese excéntrico escritor pretendía darle algún sentido, pero entre las teorías que encontré, dos me dejaron aún más confusa. Podría tratarse de alguna representación modesta o símbolo del Ave Fénix, es decir, un ser inmortal que renace de sus cenizas con mayor fuerza y esplendor... El mensaje podría ser algo así como "da igual lo que hagáis, renaceré y seguiré matando". Pero, al encontrarme con la segunda teoría, todo me cuadró y me dio más miedo aún. El Gorrión Rojo era una parodia del Halcón Maltes. Y todo me cuadraba porque aquella película de Bogart era de mis favoritas. Por supuesto que al instante recordé el nombre del personaje de Humphrey... Ese detective sombrío, duro, inflexible se llamaba... Sam. Sam Spade

¿El asesino firmaba como Gorrión Rojo inspirado en tan retorcida insinuación? ¿Quería que hiláramos esta teoría o ni por asomo pensaba que llegaríamos a ella? Es decir, ¿el asesino se autodenominaba Gorrión Rojo, queriendo simbolizar a Halcón Maltes, esa singular figura que el detective Sam Spade buscaba obsesionado?

No tardé en recordar aquella famosa frase, cuando Bogart encuentra la figura y, al entregarla, le preguntaban de qué estaba hecha. Bogart entonces soltó una de las frases más famosas del cine: "Del material del que se forjan los sueños"

¿Qué demonios era todo aquello? ¿Tanta metáfora era intencionada? ¿Aquellos dobles y triples sentidos que estaba sonsacando de una simple firma de un chalado, eran certeros o frutos de mi imaginación?

Sam Spade encontró al Halcón Maltés. Eso me daba ciertas esperanzas, lo reconozco. Pero en la novela de Bukowski, el detective jamás encontró al Gorrión Rojo. No, fue el Gorrión Rojo quien se presentó ante su perseguidor, junto a la señora Muerte, justo después de recibir 4 balazos... y segundos antes de ser devorado por aquél gigante pajarillo. Y como es lógico, aquella versión me gustaba bastante menos.

Con aquellas paranoicas teorías, dormí más bien poco. Me levanté con mal cuerpo y no se arregló ni con el café. Rot vino pronto a buscarme. Ya había avisado a Isaac Ribawn de que íbamos. Le pregunté a Rot sobre aquella conversación, pero recibí evasivas. En el trayecto intercambiamos impresiones y hablamos de aquellas extrañas teorías, teorías a las que, de forma similar, Rot también había llegado.

Isaac Ribawn, no sólo fue el ex jefe del departamento de Psicología Criminal del de la oficina de Homicidios, también fue el profesor de Livi en la misma materia en la Universidad. De hecho, Livi conoció a Ribawn gracias a este nexo. Isaac y Livi entablaron una gran amistad, hasta el punto de que fue Ribawn el supervisor del doctorado de Livi en Psicología Forense. Durante mucho tiempo, Ribawn compaginaba su vocación de profesor con su pasión por la Criminología aplicada, pero con el tiempo, Ribawn se encontró con un dilema, se había empeñado en escribir, pero tener dos trabajos no le facilitaba mucho el tema, así que decidió abandonar la docencia y centrarse en su puesto en Homicidios. El contacto con su pupila no se perdió, primero porque era un asesor activo en los casos de Sam, y segundo, porque Livi seguía pidiéndole consejo y consultándole casos. Creo que Ribawn decidió seguir en la policía porque le permitía estar en contacto con la realidad de los asesinatos, y esto alimentaba sus libros. En aquel tiempo escribió dos o tres, centrados en casos o experiencias de la calle que él mismo había vivido, pero siempre decía que no era el libro que quería escribir.

Con la muerte de Livi creo que se juntó todo. Se vio forzado a cerrar el caso por las propias evidencias y, es muy probable, que por las presiones de arriba. Estoy segura que de tener el menor resquicio, habría apoyado a Rot, pero no pudo, y eso rompió aquella amistad. La propia muerte de Livi también le rompió el corazón. Llevaba una larga carrera como Criminalista, estaba cansado de aquella vida, quería escribir "su libro"... Isaac Ribawn, poco tiempo después del Juicio a Miguel Turlington, presentó su petición de jubilación anticipada. Se compró una pequeña cabaña a las afueras de la ciudad, cerca de un lago, y escribió por fin su libro. Se llamaba El Arte de la Muerte y si sus libros anteriores ya tuvieron cierto éxito, con este se convirtió en una referencia. Menos crudo, salía de los suburbios de la ciudad y relataba sus experiencias e investigaciones que durante muchos años había realizado en sus viajes por medio mundo, conociendo culturas, leyendas e historias de asesinos singulares desde la India y China, hasta Sudamérica o África. Convivió con todo tipo de sociedades: inuits, tribus amazónicas, indios americanos, aborígenes australianos...

Desde el entierro de Livi, Rot y Ribawn no habían vuelto a verse. Ya en el cementerio quedó patente que aquella relación estaba rota por completo. Isaac no se acercó, permaneció en un tercer plano, alejado, respetando el dolor y el odio de Rot. Después... Sólo volvieron a cruzarse una sola vez: en los juzgados y por el propio caso del asesinato de Livi. Isaac Ribawn fue llamado a declarar por la fiscalía para exponer las razones por las que recomendó cerrar el caso. En tal declaración, se aprovechó su calidad de experto en Psicología Forense y Criminal para reforzar el perfil violento Miguel Turlington que su propia amiga y discípula había establecido en el juicio por la custodia de su hijo. Ese perfil violento y agresivo fue la base por la que Livi recomendó que retiraran la custodia compartida del hijo de Miguel Turlington y se le prescribiera una orden de alejamiento. Su testimonio reforzaba la recomendación de Livi, pero sobre todo, daba credibilidad a las amenazas de muerte que, tras la sentencia y a la salida del juzgado, lanzó Turlington de forma pública a Livi. Pero lo que Ribawn no esperaba fue la encerrona del fiscal obligándole a declarar en contra de Rot. Rot era una fuerte base de la defensa, desde el principio alegó que no creía que Miguel Turlington fuera el asesino de Livi. Era una gran defensa: el propio marido de la víctima creía que el acusado era inocente. Pero Ribawn... reputado y respetado profesor, un experto psicólogo, con varios libros a sus espaldas, con cierta fama, con relación directa tanto con la víctima como con Rot... se vio obligado a declarar sobre el conflicto emocional y situación psicológica de Rot. Yo estuve en el juicio y cuando el fiscal enfocó el testimonio hacia esa dirección, vi la ira e impotencia de Ribawn. No quería hacer aquello, pero tan evidente o más que la culpabilidad de Turlington, era que la claridad de juicio y opinión profesional de Samuel Rot estaba sensiblemente afectada por el asesinato de su mujer. Y esa conclusión, quisiera o no Ribawn, fue la que tuvo que exponer y a la que, a la postre, también llegó el jurado.

Que con estas credenciales, con esa sentida traición, razonable o no, Samuel Rot me dijera que debíamos consultar con Isaac Ribawn, mi preocupación fue máxima. Por un instante pensé en que era una excusa perfecta para retomar aquella relación, algo así como que Rot había pasado página, perdonando a Ribawn o, al menos, comprendiendo que no pudo hacer otra cosa.

Tardamos unos 40 minutos en llegar a la cabaña, y decidimos, motu propio, invertir los últimos diez en un silencio que se podía cortar con un cuchillo. Por la cabeza de Rot estaría pasando toda esa historia con Ribawn, Turlington y Livi, pero también, conociéndole, estaría repasando notas mentales, indicios, frases de la dedicatoria, etc. Por mi cabeza... no sé por qué razón, recordé las cartas de Rot. Traté de centrarme en El Gorrión Rojo, pero sus frases tristes y palabras rotas me impidieron enfocar mis pensamientos. Aquellas palabras encubiertas por pistas y preguntas de un detective obsesionado, reflejaban una espiral destructiva en la que Sam se estaba enredando. Sentía su dolor, su odio y su rabia, emociones que solían estar alejadas del detective que yo admiraba. Rot era un tipo recto, concienzudo y reflexivo, y esas emociones te llevan al otro lado. Si el amor tiene estos efectos secundarios cuando pierdes a alguien, puede que sea mejor no amar a nadie, o por lo menos, no con esa intensidad.

Sinceramente, ahora lo veo con claridad, pero en aquellos días evitaba pensar en eso. Sabía que Rot no iba a mejor. De tratarse de un caso sencillo, la cosa habría sido diferente, pero El Gorrión Rojo era sal en su herida, y yo lo sabía, cada día que pasaba lo tenía más claro, pero... era como esa astilla que tienes en el dedo, la sientes, de vez en cuando la tratas de sacar, pero sin demasiado interés, y lo que consigues es todo lo contrario, que la astilla profundice y se vuelva más complicado extraerla.

Estábamos en mitad de un camino de tierra, rodeados de árboles, cuando de pronto Rot se detuvo.

—¿Qué ocurre, Sam? —pregunté.

—El navegador nos lleva por ese camino —dijo señalando a la izquierda de una bifurcación—, pero según veo, da un rodeo muy grande. Creo que vamos más directos por la derecha... —dijo.

—¿Has venido alguna vez? —le pregunté. Rot negó con la cabeza—. Entonces...

—Mira el camino de la izquierda, por ahí no ha pasado un coche en meses. En cambio, el de la derecha está desbrozado y mucho más usado.

—Llámale —propuse. Rot pareció reticente en un instante, pero terminó por sacar el móvil.

—Nada. Fuera de cobertura —me dijo. Yo miré mi móvil y constaté que la cobertura era muy mala. No se lo pensó más, arrancó y fue por la derecha. Poco después confirmamos que Rot había tenido un buen instinto.

—Debe ser aquella —dijo Rot rompiendo el silencio al divisar una sencilla cabaña de madera a lo lejos. Circulábamos por una carretera de tercera, de esas que la falta de interés y paso, terminan por agrietar y bachear. Todas las salidas que habíamos encontrado desde el último pueblo eran de tierra y, a pocos metros de divisar la cabaña entre los árboles, encontramos una de ellas que se adentraba entre los pinos, perdiéndose brevemente en el bosque para reaparecer poco después bordeando un lago. El camino terminaba en la cabaña.

Cinco minutos después estábamos llamando al timbre de la casa.

—¡Por detrás! —nos gritó una voz.

Rodeamos la cabaña y llegamos a un porche de madera vieja pero arreglada. Ofrecía vistas a un pequeño jardín y al lago. En un sencillo embarcadero esperaba una barca con un motor de dudosa funcionalidad. Ribawn nos esperaba en un balancín en el porche. Se había dejado barba, no mucha, algo descuidada. Conservaba sus viejas gafas de pasta y se había rendido a las canas. Estaba delgado, su mirada era intensa, pero parecía apagada o huidiza. Sonreía, no era una novedad, pero las arrugas que le adornaban el rostro si dejaban patente que la jubilación le habría dado tiempo para escribir, pero también para envejecer. Ribawn no tendría los 60 años, pero sí aparentaba alguno más.

—Ahora entiendo tu empeño en este sitio... El navegador nos ha querido engañar y la cobertura es pésima —dijo Rot, al que le noté cierta torpeza ante el reencuentro.

—Jaja, así es. Se me olvidó comentarte que los vecinos habilitamos un camino viejo que era más directo, el otro era un horror —contestó Ribawn sonriendo y haciendo un gesto vago con la mano—. Pero lo de la cobertura ¡no lo queremos arreglar! Es como tener una secretaria que sólo pasa las llamadas importantes. ¡Estas cositas son lo que hacen de este lugar el sitio perfecto! Venden una de estas justo enfrente, amigo mío —contestó Ribawn dejando su libro nuevo, que parecía estar ojeando, y levantándose con una sonrisa— ¡Sería un placer tenerte de vecino! —los dos se fundieron en un abrazo que decía mucho. Recuerdos, tristezas, compañerismo. Uno de esos abrazos que te das después de mucho tiempo sin ver a un amigo y del que prefieres olvidar los problemas que te separaron para recuperar las experiencias que te unieron—. ¿Cómo estás, amigo? —preguntó con una mirada que preguntaba más.

—Bien, bien, René me tiene ocupado —contestó Rot evitando cruzar sus miradas.

—¿Te da mucho la lata? —me preguntó Ribawn con una sonrisa.

—La de siempre, ya le conoces —contesté sonriendo.

—Sí, pobre de ti... —dijo dando una palmada en el hombro a Rot e invitándonos a sentarnos—. A sí que ya detective de primera, René... —comentó tomando asiento después de nosotros—, y ahora con el gran Samuel Rot, no vas mal, Sanchez, no vas mal. Dijo sirviéndonos una limonada— Bueno, contadme, si habéis venido hasta aquí... —dijo pausando sus palabras, como si hubiera estado a punto de decir algo inapropiado—, debe ser algo gordo.

—Mucho más de lo que esperábamos, Isaac —dijo Rot sacando de su bandolera una carpeta—. ¿Al grano?

—No perdamos tiempo —dijo colocándose sus gafas de pasta.

—Primera víctima —comenzó Rot al tiempo que sacaba una fotografía de Barrow hecha en el depósito y la colocaba en la mesa, frente a Ribawn—. Lucas Barrow, 32 años, bróker, drogadicto y con deudas. El jueves pasado, a las 9:30 aproximadamente, se desplomó de su asiento en el autobús de la línea 4, dirección al centro. Todos los pasajeros, unos 40, se percataron de él. Según todas las declaraciones, era un charlatán que hablaba muy alto, presumido, altivo, maleducado y muy poco considerado con el resto del pasaje. Sobre las 9-9.15h se sentó, robándole el asiento a una anciana que se disponía a sentarse al quedar libre una plaza, y poco después, dejó de molestar y le creyeron dormido. En realidad, se estaba muriendo y ni él ni nadie se dio cuenta. En ese tiempo, recibió una puñalada... —Rot sacó una fotografía de la herida mortal—, o mejor dicho, una punción en el costado. Según Lee, la punción fue de una precisión milimétrica, penetrando entre la tercera y cuarta costilla, rasgando la pleura y provocando un edema pulmonar grave causada por la hemorragia interna. Lee nos dio a entender que tal precisión era muy improbable que fuera fruto del azar. Es decir —Rot miró a Ribawn con seriedad—, nuestro asesino, en un autobús con su vaivén y lleno de gente —dijo sacando otra fotografía del interior del autobús—, fue capaz de infringir tal punción mortal y escapar con toda la tranquilidad del mundo sin que nadie se percatara de él. Con esta información, y viendo dónde estaba sentado la víctima, creemos que aprovechó una de las paradas, cuando el autobús estaba parado, para realizar la punción. Lo más probable es que lo hiciera estando en la escalinata de salida —dijo Rot señalando el lugar en la fotografía—, la herida mortal está en el costado izquierdo, accesible desde esa situación. Y por otro lado, ya sea de forma voluntaria o no, y según nos dice Lee, al recibir la punción sentado, la víctima no sentiría mucho más que un pinchazo, no demasiado doloroso, y por la postura del cuerpo —Rot simuló a la víctima—, no habría apenas hemorragia exterior.

—Hace un par de días no lo hubiéramos ni valorado —intervine—, pero hoy tenemos casi por seguro que esa era la intención. Se murió lentamente, desangrándose por dentro, sin que se enterara...

—Si llega a levantarse... —murmuró Ribawn.

—Exacto —dijo Rot—. El arma del crimen —dijo sacando otra fotografía—, una navaja tipo estilete. Doble filo, muy delgada y afilada, algo muy parecido a esto.

Ribawn se puso a revisar las fotografías y el informe de Lee. Unos segundos después, sin levantar su mirada, hizo alguna pregunta.

—¿Ningún sospechoso entre los pasajeros?

—Hubo un par de orientales que parecían cuadrar, pero se han descartado. Barrow tenía deudas con un chino, pero no coinciden ni él ni su hijo con los orientales del autobús.

—¿Por qué tenéis tan claro el arma del crimen?

—Lee lo tenía bastante claro, pero lo confirmamos por completo ayer, cuando vimos al asesino jugando descaradamente con una navaja estilete en unas grabaciones —contestó Rot, provocando que Ribawn levantara la mirada.

—Ahora vamos con eso —le informó Rot. Ribawn asintió con la cabeza y Rot sacó otra carpeta—. Segunda víctima, Hellen Newell —dijo colocando la foto de Newell ante Ribawn—. Rica, conocida de la prensa rosa, con una aventura o varias aventuras —corrigió Rot— amorosas aireadas de forma pública. Sigue casada con Charles Newell, rico y conocido constructor. Estatura media, complexión normal. No era muy... amable, digamos, con las personas que no eran de su estatus social. Algo déspota y soberbia, por lo que nos han dicho. El viernes fue en coche hasta el centro, aparcó en una plaza privada y salió a la calle sexta para dirigirse a su peluquería. En ese trayecto, tropezó con un vagabundo y su teléfono aterrizó entre los harapos del pobre hombre. Asqueada, le increpó de forma airada. Después, fue a su peluquería y algo más de una hora después acudió al hotel Proverb para verse en secreto con su actual amante. No llegaron a verse, Hellen Newell fue asesinada delante de la puerta de su habitación —Rot sacó una fotografía de la escena del crimen—. Mientras llamaba a la puerta de la habitación, el asesino se acercó por detrás y, con toda la tranquilidad del mundo, le inyectó 20ml de aire en la yugular con un gesto rápido y preciso —Rot sacó otra fotografía, una captura del vídeo de vigilancia del pasillo donde salía el asesino en el momento en el que le clavaba la jeringuilla—. La científica no encontró rastro alguno. En ninguno de los escenarios y en ninguno de los dos muertos.

Ribawn con la patilla de sus gafas en la boca, miraba las imágenes y orientaba los informes para leer por encima.

—Entiendo que el incidente con el vagabundo tiene relación, si me lo habéis mencionado... —preguntó mirándonos. Rot sacó un pendrive y lo puso sobre la mesa.

—Exacto. En este pendrive hay dos vídeos. El primero de ellos corresponde a la cámara de seguridad de una librería. Junto a las puertas de esa librería es donde se sienta todos los días el vagabundo. Las cámaras no captan ninguna imagen del exterior, sólo del mostrador y un poco más. Pocos minutos antes del incidente, un sospechoso se coloca en la fila para pagar. Lleva una gorra y una mochila. Pocos segundos después de ponerse en la fila, saca de su bolsillo lo que parece una navaja tipo estilete y comienza a juguetear con ella. Por su gestualidad y por la gorra, es muy consciente de que le están grabando, por lo que todo parece indicarnos que no es un gesto distraído, es una demostración o, mejor dicho, una provocación...

—Pero el sospechoso no había matado aún a la mujer, ¿cómo iba a prever que llegaríais hasta esa librería? —interrumpió Ribawn extrañado. Tanto Rot como yo nos encogimos un poco de hombros.

—Nuestra teoría es que el asesino tenía claro que ese día mataría a alguien, o al menos, que era probable que lo hiciera —apunté.

—Es como si tuviera calculado no sólo un plan de ejecución, sino cualquier tipo de variable o situación no prevista. En los 5 minutos donde sale —dijo Rot señalando el pendrive— en la librería, en ningún momento se le ve la cara. Es como si tuviera claro que en algún momento y por cualquier razón, podríamos llegar hasta esa librería y ver las grabaciones. La pregunta que nos preocupa es: ¿actúa así siempre? Es decir, parece que es consciente de que en cualquier momento puede toparse con una víctima, por eso evita las cámaras, y las evita en todos los locales que entra: cafeterías, supermercados, tiendas... Sabe que nuestras posteriores investigaciones podrían llevarnos hasta cualquiera de estas localizaciones.

—¿Cómo sabéis que vio el incidente? —preguntó Ribawn.

—Cuando es su turno de pago, se ve cómo el cajero y varias personas se giran hacia el exterior. Después, siguen a lo suyo, pero el asesino se mantiene observando la escena unos segundos más. Acto seguido, entrega su libro, una biblia, y un segundo después, coge una guía de la ciudad de una pila que había en el mostrador. Ya ha tomado su decisión y ha elaborado su plan en pocos segundos.

—Algo que se confirmará en el segundo vídeo —adivinó Ribawn.

—Exacto. El vídeo pertenece a las cámaras de seguridad del Hotel Proverb. Pocos segundos después de entrar Hellen Newell, un turista con la misma gorra, una mochila, una sudadera con el skylie de la ciudad, unas gafas de sol y, perdiendo su mirada en una guía turística de la ciudad, entra y sigue los pasos de Newell. Suben ambos en el ascensor, salen en la misma planta, avanzan por el pasillo. Newell está distraída con el móvil, el asesino se para una puerta antes de Newell y se agacha para rebuscar en su mochila. Newell comienza a llamar a la puerta, después con el móvil, pero nadie le abre. Sin que ella se percate, el asesino se acerca tranquilo, se coloca detrás, espera unos segundos y...

—Al salir de la librería, sigue a su víctima hasta la peluquería —Ribawn pensaba en alto—, espera tranquilo, seguramente planificando el asesinato, pensando en cómo hacerlo, se va de compras, por decirlo así, para preparar el disfraz. Compra la sudadera en un puesto turístico, no le hace falta mucho más. El arma... ¿Una jeringuilla? —preguntó de pronto.

—De aire. La pregunta es, ¿ya la tenía o la compró en ese momento? —comenté—. Da miedo cualquiera de las dos opciones.

—Pero ¿Por qué una jeringuilla? ¿Por qué elije ese método? —insistió Ribawn que, sin saber la respuesta, sabía que allí había algo escondido. Rot quedó en silencio un instante, comprendió le idea de Ribawn.

—Tenía la navaja... ¿Por qué decide usar otra arma? —preguntó asintiendo.

—Tiene un significado para el asesino —dijo Ribawn lanzando esa idea sin saber dónde llegarían.

—Pero a Barrow le mató con una simple navaja, no parece existir ninguna razón —apunté.

—A Barrow no le mató el estilete... —murmuró Rot de pronto, Ribawn y yo le miramos. Rot levantó su mirada. Había dado con algo. Rebuscó entre los papeles de la mesa y cogió el informe de Lee, entregándoselo a Ribawn, como si con ese gesto bastara para que Ribawn adivinara su hipótesis. Pocos segundos después, Ribawn sonrió y asintió.

—Exacto —confirmó Ribawn. Yo los miraba como si estuvieran hablando en clave. Se notaba los años de investigaciones juntos, no hacían falta demasiadas palabras para que el uno comprendiera al otro. Rot vio mi cara de confusión.

—Lo hemos comentado. Lee nos lo dijo, pero no lo valoramos como una acción, sino como una consecuencia. A Barrow le mató estar sentado —dijo al fin, como si aquella sentencia fuera suficiente para mí.

—No, la punción le mató, una navaja tipo estilete le mató —dije confusa aún.

—Si la víctima hubiera sido apuñalada estando de pie, habría sentido mucho más que un simple pinchazo. Y no sólo eso, estando de pie, la herida mortal no estaría comprimida —dijo Ribawn estirándose— y la sangre habría salido, de forma clara y evidente, manchando su ropa, el suelo... al ver la sangre, habrían avisado a emergencias y, con casi total seguridad, Lucas Barrow estaría aún con vida. Por otro lado, la puñalada habría provocado una escena nada discreta, todos habrían visto al asesino —al fin comprendí todo.

—Lee dijo que, al estar sentado, la sangre no pudo salir, de ahí que sufriera una hemorragia interna que le encharcó el pulmón —recordé. Luego, tras pensar en lo que eso significaba, un escalofrío recorrió mi espalda—. ¿De verdad estamos hablando de este nivel de asesino? ¿Pensáis que no fue fruto del azar? ¿Una coincidencia que le vino de perlas para darle tiempo a escapar? —pregunté.

—Piénsalo, Rene. Ya con la segunda víctima tenemos más información. Está claro que es calculador, minucioso, muy inteligente, con conocimientos claros de anatomía, o de medicina incluso, no sé... Pero... con que fuera un poco inteligente, tendría claro que matarle en el autobús sólo sería posible si la forma de hacerlo fuera sutil, sin levantar la menor sospecha y que pudiera escapar sin prisas —me explicó Rot—. De no tener estas opciones, le habría seguido y aprovechado otra situación—. El asesino sabía que esa herida, estando sentado, era una forma perfecta y, sobre todo, cuadraba con el mensaje que quería dejar...

—¿Mensaje? ¿qué mensaje? —pregunté perpleja.

—Mueres por estar sentado —contestó Ribawn. Rot asintió.

—Si se hubiera quedado de pie, si, incluso, se hubiera levantado para ceder su sitio a la señora Deveró, ahora estaría vivo —apuntó Rot, completando a su excompañero.

—Su egoísmo le ha matado —sentenció Ribawn. Yo, entre incrédula y admirada, me eché hacia atrás, mirando las caras de aquellos dos hombres—. Y... ¿Newell? —pregunté, como si ya tuvieran la respuesta, pero ambos se quedaron callados. Rot agachando su mirada, ya tenía todos los datos en la cabeza y allí los revolvía. Ribawn, lo hacía con los informes y fotografías.

—Una inyección de aire... —murmuró Ribawn—. Lee refleja que tenía varias operaciones de estética, puede que por ahí... Pero, ¿por qué aire? —Rot asentía si levantar su cabeza, Ribawn leía el informe forense—. ¿Seguro que no había ninguna sustancia? ¿Algún complemento químico o medicamento?

—Seguro, Lee lo revisó varias veces, la jeringuilla no tenía nada —apunté. Rot levantó lentamente su mirada y clavó sus ojos en mí, como si lo que acabara de decir fuera la clave.

—Eso es... —dijo trasladando su mirada a Ribawn—, la jeringuilla no tenía nada, estaba...

—Vacía —adivinó Ribawn bajando los informes.

—Como la víctima —remató Rot.

—¿Por el cáncer? —pregunté extrañada— ¿Le mató por estar vacía por las secuelas del tratamiento?

—No, René. Su corazón estaba vacío, sin sentimientos —corrigió Ribawn.

—Trataba mal a las personas. A su marido, siéndole infiel y aprovechándose de su buen corazón, él la seguía queriendo y le perdonaba, pero ella no le importaba. Con las personas de clase inferior, como la peluquera, a la que trata con desdén y...

—Con el señor Montaña, el vagabundo... —continué yo.

—Exacto, un hombre bueno, amable, que sonríe a todo el que pasa...

—Al que trata como un pordiosero, asqueada, hasta el punto de pedir una toallita desinfectante para su móvil... —recordé—. Que daba más valor a su móvil, o a su perrito, y aun así, le opera las cuerdas vocales para que no ladre...

—Y Lucas Barrow, tan egoísta que sería capaz de levantarse por la mañana dejando un cadáver en la cama —dijo Rot. Ribawn le miró extrañado, no le habíamos informado de esa parte—. La noche anterior la pasó con una mujer —le explicó Rot—, se montaron una fiesta. Cuando se despertó por la mañana, la chica estaba muerta, sobredosis, pero no podemos asegurar que Barrow lo sabía, o si estaba consciente cuando ella estaba muriendo...

—La mata con lo mismo que sus víctimas ofrecen al mundo —sentenció Ribawn con una sonrisa que no tardó en desdibujar al comprender la gravedad de ese asesino.

—Eso confirmaría nuestra teoría del Asesino Depredador —dije—. Sigue a sus víctimas, las estudia, las investiga...

—Es Abogado, Juez y verdugo —dijo Ribawn—. La teoría del Depredador es plausible. Pero... ¿Cómo da con ellos? ¿Ya seguía a Barrow y Newell y, dado un incidente, como robar un sitio a una anciana, increpar a un mendigo, como la gota que colma el vaso, ejecuta su sentencia? O, quizás, tan sólo hace su vida y, en un momento dado, por cualquier acción o accidente o frase o gesto que él no aprueba, ¿decide en ese instante investigar a la víctima, hacer el juicio, dictar sentencia y ejecutar el castigo? —preguntó Ribawn—. Si su modus operandi es el primero, estoy de acuerdo, sería asesino tipo Depredador. Pero si es de la segunda forma... Sería algo mucho más complejo, un tipo de asesino muy poco habitual...

—Tanto con Barrow como con Newell tuvo tiempo de investigarles —intervine—. Tenemos casi por seguro que en su mochila lleva un portátil. Con Barrow pudo hacerlo mientras iba en el autobús. Con Newell, en la hora que estuvo en la peluquería —apunté.

—Con Newell lo veo más claro —intervino Rot—. Era una persona conocida, medio famosa. La pudo reconocer y en internet encontraría mucha información... ¿Pero con Barrow? ¿Cómo investigar a alguien que no conoces de nada? Según esta segunda teoría, para poder investigarle, necesitaría su nombre, algún dato más y... aun así, ¿qué información encontraría en internet?

—Bueno, ya sólo con las redes sociales te puedes hacer una idea —dije.

—Y aquí, amigo mío —dijo Ribawn levantando su móvil—, todos tenemos nuestra vida entera, aficiones, perversiones, virtudes y vicios.

—Emails, mensajes, vídeos... —aporté.

—Un momento —dijo Rot como si aquello fuera demasiado—. ¿Decimos entonces que, aparte de tener un conocimiento avanzado de anatomía, también es capaz de piratear un móvil?

En ese momento, Rot, como si hubiera recordado algo, sacó su libreta de notas y la revisó.

—Aquí está —dijo señalando una nota—. La señora DeVeró nos dijo que no vio a nadie extraño, y enumeró varios ejemplos de lo que recordaba —dijo mirándonos, luego bajando los ojos a la libreta, leyó— "cuarentona vestida como una veinteañera y... —Rot hizo una pausa—, una veinteañera con ropa ancha usando ordenador"

Los tres nos quedamos en silencio.

—Es el sujeto, estoy seguro. Cuadra con lo que acabas de decir —le dijo a Ribawn—. Al ver a Barrow y su comportamiento, pudo piratear su móvil e investigarle.

Las dos opciones expuestas por Ribawn eran plausibles, pero la segunda empezaba a cobrar fuerza y era mucho más inquietante.

—Pero puede tratarse de una simple coincidencia, haría falta...

—Le vimos —cortó Rot. Ribawn quedó perplejo y nos miró esperando una explicación—. Bueno, le vio René y creemos que era él —matizó invitándome con la mano a explicarle la escena del banco.

—Por el amante de Newell supimos que Newell venía de su peluquería —comencé—, fuimos allí a investigar y una de las chicas nos contó lo del tropezón con el mendigo. La víctima le pidió una toallita desinfectante y le relató el incidente. Decidimos rastrear la calle sexta en dirección al parking de Newell. Así dimos con el mendigo y la librería. Cuando llegamos hasta el mendigo, vi algo extraño, en un banco cercano había una mochila, un portátil y un libro bastante grueso. Me fijé por curiosidad, era una Biblia. En ese momento, ni por asomo, pensamos que aquello guardaba relación —me excusé de forma innecesaria—, por eso nos centramos en el vagabundo y, poco después, entramos en la librería a investigar...

—Y al ver las grabaciones, viste la biblia que compraba y ataste cabos... —adivinó Ribawn.

—Justo —apunté—. Salimos a la carrera, pero no había nadie, el banco estaba vacío, pero nos dejó un regalo... —Rot sacó una fotografía del banco con la biblia y se la tendió a Ribawn.

—Interesante... —murmuró.

—Es más interesante aún —apuntó Rot sacando otra foto con la dedicatoria—. Nos dejó una nota —Ribawn perdió interés en la imagen anterior y cogió ansioso la foto de la dedicatoria. La leyó al instante, varias lecturas, haciendo alguna mueca en alguna frase.

—Es una letra perfecta... seguro que...

—Es suya, seguro —confirmé.

—Joder, que precisión —se asombró Ribawn—. ¿Cuánto tiempo estuvisteis viendo las grabaciones?

—No más de 10 minutos —contesté. Ribawn enarcó las cejas—. Da miedo pensar que alguien es capaz de escribir así, ¿eh?

—Es mucho más que eso, René —contestó Ribawn—. Es un asesino, sentado en su banco, acaba de veros, estáis a pocos metros, ve como entráis en la librería y él, tranquilo, se sienta, saca un... —Ribawn miró de cerca la fotografía— ¿una pluma? —preguntó.

—Eso parece —confirmó Rot.

—Saca su pluma y con toda la pausa del mundo, comienza a escribiros una nota. No hay ni una falta de ortografía, la gramática, sujeta a recursos literarios, pero es también intachable. Usa lenguaje sencillo, pero las frases buscan cierta rima, cierta complejidad, veo figuras retóricas, polisíndeton —dijo señalando un fragmento—, metáforas... La verdad, chicos, es escalofriante... Cuando un asesino quiere dejar una nota o comunicarse con la policía o la prensa, usa métodos que le aseguran que el rastreo sea inútil. Recortes de letras o palabras, una máquina de escribir vulgar, algún tipo de código en un periódico... en este caso, vuestro sujeto usa su puño y letra, y en cualquier caso, eso sería una ventaja, el análisis grafológico nos podría dar pistas, pero claro... cuando te encuentras con esta caligrafía... Es tan bella y perfecta como aséptica. No hay el más mínimo rastro de emoción. Cuando uno escribe, deja trazos interpretables. Aquí —dijo Ribawn levantando la nota—, lo único que podemos interpretar es su absoluto dominio de la situación, del tiempo y del mensaje.

—¿Hablamos de un psicópata? —pregunté. Ribawn se encogió de hombros.

—Si quieres ceñirte a la definición popular, impulsada por las películas, es poco probable. Este nivel de autocontrol, de minuciosidad, de estudio y, sobre todo, la naturaleza de sus crímenes, no entrarían en esa acepción tan pobre dada por Hollywood. El asesino es empático, muy empático. Siente la ofensa a terceros, la anciana del autobús, el vagabundo... y parece que clasifica a la sociedad en dos opciones: palomas y gorriones. Las palomas son su enemigo. Lucas Barrow, Hellen Newell... ¿Psicópata? Es un término que sólo podría aplicarse conociendo más a la víctima. Tiene algún rasgo de Delirio de Grandiosidad, está convencido de que tiene una elevada misión que cumplir, desbrozar la sociedad. No le gusta la sociedad, dice "Suciedad", juega con ese término. Algo de narcisismo también, la propia nota ya es una pista de su narcisismo, quiere comunicarse con vosotros, pero en el texto no aparece la palabra Yo ni tampoco reivindica ni presume de sus logros. Pero por otro lado... hay cierto tono melancólico en su texto, algo resignado, triste... No sé, hay que estudiar mucho este texto... ¿Puedo? —preguntó Ribawn para quedarse la copia. Rot asintió—. Se comunica con uno de vosotros, es su gorrión amigo, interesante... Podrí ser René si nos ceñimos a los cánones sexistas, pero teniendo en cuenta su inclinación hacia personas más... —Ribawn pensó la palabra—, en una situación más vulnerable, digamos, tu entrarías más en ese patrón —dijo mirando a Rot—. De cualquier forma, terminaréis descubriendo a quién se refiere, todo indica que quiere conectar contigo —Ribawn permaneció otros segundos en silencio, después torció el gesto—. Mmm, Gorrión Rojo... supongo que ya habréis investigado ese seudónimo, ¿verdad?

—Sí, y los dos hemos llegado al mismo punto —informé.

—Pulp, de Bukowski, sin duda —adivinó Ribawn—. Un puto genio que estaba como una cabra —sonrió Ribawn—, pero es una elección extraña... dijo quitándose las gafas y echándose hacia atrás—. Es un personaje misterioso, yo tengo mi teoría sobre la simbología del Gorrión Rojo. Creo que La Muerte contrata al detective porque ha perdido algo muy valioso para ella: a Caronte —Rot y yo le miramos confusos—. Caronte es esa figura mitológica del barquero que se encarga de cruzar a los muertos la laguna Estigia para llevarlos al inframundo. Para Bukowski, ese barquero es un gran gorrión rojo. Esta teoría cuadraría con vuestro amigo. No se autodefine como La Muerte, en la dedicatoria habla de su misión o trabajo, algo que cuadraría con la figura de Caronte, y usa la representación de Bukowski —a mí me pareció coherente la teoría, asentí y Ribawn sonrió como orgulloso de su idea—. Lo malo de eso es que el detective no da con el Gorrión Rojo, primer mensaje que os lanza. Pero la novela acaba con el Gorrión Rojo presentándose ante el detective y matándole, quizás otro mensaje, pero no tengo claro que hacia el que considera su Gorrión Amigo, sería poco coherente... Algo se me escapa, repasaré la...

—Hay otra conexión —dije. Ribawn me miró como si le costara aceptar que yo hubiera encontrado algo que él no era capaz de ver.

—Cuenta —me animó.

—Según alguna teoría sobre El Gorrión Rojo de Bukowski, se trata de una parodia del Halcón Maltes —comencé.

—Sí, conozco la teoría, pero... ¿Dónde te lleva eso?

—Es una de mis películas favoritas, el detective de la película, Bogart, se llama Sam —expliqué. Ribawn hizo un gesto de sorpresa y miró a Rot, que a su vez se encogió de hombros resignado a mi teoría.

—Pues no está mal, René —dijo con una sonrisa—. Es bastante retorcido, pero amigos, con el sujeto que os traéis entre manos, nada parece demasiado sencillo. Si es así, ya sabéis quién es el gorrión amigo. Por ahora el caso no es muy mediático, pero hasta yo he visto alguna imagen en las noticias. Os he visto, se ha nombrado al detective Samuel Rot —dijo señalando a Rot—, he incluso se ha tenido la poca delicadeza de mencionar tu pasado... —Rot asintió, comprendiendo dónde iba—. El asesino te ha investigado, te ha declarado como Gorrión Amigo y la nota te la ha dejado a ti. Tiene mucho sentido. No interpreto una obsesión sobre ti en este texto, más bien es... curiosidad, le intrigas, digamos, eres diferente, pero eres de su especie, de los gorriones. Algo que me está rondando por la cabeza... —dijo volviendo a coger la nota y señalando la firma—. Con esta firma consigue algo también curioso —Rot y yo le miramos—. Que le toméis en serio. Podría haber firmado como El Halcón, o con un sobrenombre más rimbombante, como el Ave Fénix —dijo señalándome—, que como habrás leído, es otra de las teorías—, o como la representación de la Muerte... Pero al haber firmado así, le estaríamos calificando como un loco más, un chalado o un psicópata con delirios de grandeza. Y este cómputo global es lo que más me inquieta de todo. En el fondo —Ribawn hizo una pausa, miró la nota y después a nosotros—, esta nota tiene un mensaje claro: Soy una persona normal, paseo por el parque y no destaco, tengo tristezas y envidias, sonrío, duermo solo en un apartamento normal, pienso en ti —recordó señalando a Rot— y tengo un trabajo, pero ese trabajo sí que es importante para mí, es una gran responsabilidad de la que nada ni nadie me desviará —concluyó Ribawn reclinándose en su mecedora—. Sinceramente, en casos como este, me encantaría estar aún en servicio... —dijo guiñándome un ojo.

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*** ¡¡¡Próximo lunes 27 de Marzo DE 2023, NUEVO CAPÍTULO!!! ***

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Espero que sea de vuestro agrado.

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