Al otro lado del Atlántico

By PurpuraSoul

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Mara Kahler, hija de un importante Obersturmbannführer, se ve involucrada en el episodio más fatídico de su v... More

Prólogo
Oktober 1944
Kapitel eins
Kapitel zwei
Kapitel drei
November 1944
Kapitel vier
Kapitel fünh
Kapitel Sieben
Kapitel acht
Kapitel neun
Kapitel zehn
Kapitel elf
Kapitel zwölf
Kapitel dreizehn
Dezember 1944
Kapitel vierzehn
Kapitel fünfzehn
Kapitel Sechzehn
Kapitel siebzehn
Kapitel achtzehn
Kapitel neunzehn
Kapitel zwanzig
Chapter twenty one
Januar 1945
Chapter twenty two
Chapter twenty three
Chapter twenty four
February 1945
Chapter twenty five
Chapter twenty six
Chapter twenty seven
Chapter Twenty eight
Chapter twenty nine
Chapter Thirty
Chapter Thirty one
Chapter thirty two
March 1945
Chapter Thirty three
Chapter Thirty four
Chapter Thirty five
Chapter Thirty six
April 1945
Kapitel siebenunddreißig
Kapitel achtunddreißig
Kapitel neununddreißig
Kapitel vierzig
Kapitel einundvierzig
Kapitel zweiundvierzig
Kapitel dreiundvierzig
Epilog
Agradecimientos
Después de años

Kapitel sechs

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By PurpuraSoul

El domingo, a la hora del almuerzo llegó papá acompañado de Franz y dos uniformados. Permitió que ayudara a Lena a servir la comida, eran muchos y todos con ganas de satisfacer el hambre de inmediato. En pocos minutos todos sentados en la mesa disfrutábamos de la receta que propuso mamá.

–Señora Kähler, eligió un excelente platillo. El mejor Kasseler que he probado.- halagó Jerik Kraus.

–Gracias, teniente.- respondió mamá con la sonrisa desanimada.

Desde la vez en que papá y ella discutieron, su ánimo no fue el mismo. Era como si se perdiera en sus pensamientos. En las noches la oía sollozar recostada en la barandilla del balcón. No respondía cuando preguntaba qué sucedía. No me atrevía a preguntarle a mi hermano, pues nuestra relación no fue óptima desde que se unió al partido.

–Señorita Kähler, ¿usted cocina?- preguntó el mismo hombre

–Sí. A veces.

–Me gustaría probar de sus platillos.

No adulaciones. El teniente Jerik Kraus, era totalmente desconocido para mí. No era amigo de mi hermano. En cambio, Kai Stenberg, también presente, era un conocido de muchos años; también asistió a la universidad con Franz. Siempre lo consideré un buen chico hasta que fue infectado con el pensamiento hitleriano y mis expectativas positivas hacia su persona decayeron.

–Perfecto. Cuando mi novio regrese, yo misma lo invitaré a cenar con nosotros.- respondí orgullosa de haberlo dejado sin palabras.

–Tal vez sea pronto, hija. Arreglaré algunos asuntos para que Max sea trasladado a Bergen- Belsen y puedan estar juntos. Es un campo cerca.

La mirada se me iluminó por arte de magia. Tener a Max cerca era la mejor noticia de la guerra. Mi padre era experto en mover las fichas a su favor aun no estando oficialmente a cargo de Bergen- Belsen. Sin embargo, era buen amigo de Krammer, encargado del campo. Kai sonrió ante mi entusiasmo.

Seguimos disfrutando del almuerzo hasta que Franz inyecto desgracia al asunto. Me daba rabia oír las conversaciones sobre el conflicto bélico desatado en Europa y el Pacífico norte. Cuanto mayor era la cifra de asesinatos judíos, mayor era su alegría. No soy judía, pero sí humana; me duele oír sus felicitaciones ante la muerte de personas. Las conversaciones se tornaban cada vez más detalladas: cámaras de gas, experimentos con niños, trabajos forzados, fusilamientos, fosas comunes.

Ajenas a esto, mi madre y yo éramos cómplices de una manera u otra. Ninguna de nuestras amistades sabía lo que sucedía dentro de los campos, si recibían información era de forma superficial. En casa, el Obersturmbannführer dio luz verde a que se expusiera ese tema en presencia de nosotras.

Mamá había dejado de comer, con la cabeza gacha se adentró en sus pensamientos. Era mujer al igual que yo, más susceptibles a este tipo de conversaciones ¿Quién no? Solo los enfermos despiadados celebraban asesinatos como si fuesen grandes competencias.

–Señorita Kahler, ¿usted no pensó unirse a la BDM?- Preguntó Kraus

–Ya es tarde. Tengo veinte años.- respondí.

–Nunca la obligamos a internarse en el programa. Además arreglé asuntos para que siguiera con sus estudios. Mara encaja más detrás de un libro.- comentó mi padre.

Todos rieron suavemente. Lo que decía era verdad.

–Las mujeres no deberían habitar Berlín. Está prácticamente destruida. Fue buena idea que su familia se trasladara a Hamburgo, Obersturmbannführer. – comentó Kai.

–Me ganaste, Stenberg. Mara- al pronunciar mi nombre captó inmediatamente mi atención.

–Sí, Obersturmbannführer.- presentía que no me gustaría lo que anunciaría.

–Irás a vivir a casa de tu tía Elisabetha. Estando en Hamburgo aún corren peligro.

– ¿Qué? Papá, pero no puedo. Tengo trabajo.

–No me refutes. Es una orden.

Mamá se disculpó para retirarse. Ella lo sabía y no quería decírmelo. Ahora comprendía su dolor y la manera de evitarme desde que llegué de casa de los Steiner.

–No puedes llevarme contra mi voluntad.- protesté

Se levantó de la mesa bruscamente tomando mi brazo con fuerza. Me arrastró hasta mi habitación donde me soltó sobre la cama.

–Te quiero abajo en quince minutos , Mara.

Bajó mi maleta de lo más alto del armario haciéndola caer sobre la alfombra.

–Nada de libros.

Azotó la puerta tras él. Traté de abrirla para ir a ver a mamá, pero había cerrado con llave. Quince minutos.

Entre sollozos y lamentos, empaqué lo necesario. Papá revisaría mi maleta, no era seguro colocar libros ahí. Escogí los más delgados, pero eran muchos. A duras penas decidí por dos pequeños y delgados. Los escondí en el cinturón de mi falda, uno a cada lado. Odiaba romper libros, pero no sabía si al volver a casa esta no habría sido bombardeada. Doblé las hojas de los libros y las escondí en los zapatos que calzaba. Tomé una fotografía en la que aparecíamos mamá y yo, abrazadas y sonrientes, la doblé escondiéndola en la tira de mi sujetador. Nadie se daría cuenta. La idea de esconder páginas en el pecho fue genial, arranqué más páginas e hice lo mismo. Necesitaría una pluma para escribir en el camino, así que enrollé mi cabello en torno a una que camuflaba como adorno.

Escribí dos cartas breves para mamá y Max. No había mucho tiempo. De pronto se abrió la puerta de golpe, no era necesario adivinar de quién se trataba. Antes de que mencione algo hiriente salí de mi habitación entre lágrimas y quejidos. Traté de grabar la imagen de mi habitación, la casa en la que ahora vivíamos. Me dio lástima encontrar la puerta de la habitación de mamá cerrada. No se despediría de mí.

Abajo solo se encontraba mi hermano con la cabeza gacha y las manos hacia atrás. Mi padre le entregó mi maleta. Observé la entrada por última vez antes de que el auto pusiera en marcha. Adiós mamá.

No recordaba el rostro de la tía Elisabetha. Era hermana de papá. Su casa en el campo siempre la recuerdo sencilla, modesta, pero acogedora. No la veía desde los nueve años, las veces que nos vimos fueron escasas. La tía no era cariñosa en ningún sentido, era la viva imagen de mi padre en versión femenina. Aun soltera con una granja a la cual cuidar.

No recuerdo haber sentido que el auto se detenía. Me quedé dormida. Franz abrió la puerta tendiéndome la mano para ayudarme a bajar.

Habíamos llegado a la estación de tren. Lo bueno del viaje era el tren. Me gustaba ver por la ventana lo verde del campo y a los pastores andar con sus animales. El aire que se respiraba era puro y saludable. Sin embargo, la tristeza de mi ser era aún más fuerte que el deseo de abandonar la realidad bélica de la sociedad.

Había pequeños camiones del ejército estacionados fuera. En la entrada, un uniformado quien supuse registraba a los llegados, se encontraba tras una pequeña mesa. Al no ver a ninguna persona de cabellos rubios, ojos azules o por decirlo así, un prototipo nazi, me asusté.

– ¿No funciona la boletería?

Él y sus acompañantes rieron.

–Nombre- exigió

–Mara Kähler Fainelli

El hombre me miró asombrado sin poder entender lo que veía. Tampoco lo entendía yo.

– ¿Es familiar del Obersturmbannführer Kähler?

–Mi padre- aseguré.

Llamó a otro a quien le susurró en la oreja y este asintió. Enseguida, regresó y volvió a hablarle al oído. Cambiaron de puesto.

–Acompáñeme- pidió

Caminamos hasta lo más alejado de la estación. La situación me aterraba. Un guardia se acercaba y quien me apartaba de todos, me empujó.

– ¡Camina!- gritó- cállese y siga mis órdenes- susurró apenas audible.

No pude evitar gritar de espanto al ver cadáveres tirados en el suelo derramando sangre. El olor era nauseabundo. Los muertos portaban en el brazo la banda blanca con la estrella de David impresa. No podía creerlo.

Esperaba que el tren viniera lo más pronto. Mis lágrimas mojaron el cuello de mi blusa. Sentía dolor en el pecho como si me hubiesen golpeado una y otra vez.

El sargento me empujó dentro de una pequeña separación entre una cabina y otra.

–Señorita ¿Qué hace usted aquí?

–Espero el tren a casa de una tía.

Su mirada no transmitía ningún mensaje.

– ¿Usted es judía?

–No. No podría ser judía e hija del Obersturmbannführer al mismo tiempo.

–Estos trenes llevan a Bergen-Belsen.

No pude evitar sentir que me derrumbaba. Mi padre me estaba entregando como judía. No entendía la razón. Mi padre. Mi propio padre. No podía creerlo. Y mi hermano lo sabía. Estallé en llanto sin consuelo.

–Escúcheme, Mara. Si desea que la ayude a escapar, tendrá que apoyar. Su padre ha de estar buscándola. La llevaré de nuevo ante sus ojos.

–No por favor.

–Mi compañero ya la registró. Cambiaré sus ropas por las de una muerta. Esto es arriesgado. ¿Su hermano sabe de esto?

–Él y mi padre lo planearon- sollocé.

–Traidores. – Susurró- Soy Thomas. Mi amigo y yo planearemos su huida. No es lugar para usted.

Thomas me llevó con los demás judíos. Lloraban, se lamentaban junto a sus familias. No podía soportarlo. Sabía que pronto llegaría el tren y si Thomas no me ayudaba a tiempo, moriría.

Aún no entendía qué hacía en la estación esperando por el tren que me llevaría a la muerte. ¿A caso mi madre era judía?


-Kasseler: es un filete de carne porcina puesto en salazón y un poco ahumado.

-Bergen Belsen: campo de concentración ubicado en el estado de Baja Sajonia, Alemania.

-BDM: BugDeutscher Madel (Liga de muchachas alemanas) Rama de juventud femeninaHitleriana creada por el partido Nacionalsocialista. Albergaba muchachas de 10a 18 años donde las formadas para adoptar las tradiciones, aprendiendo arepresentar un rol de mujer en la sociedad. Durante la guerra sirvieron comodefensa ante la invasión aliada.


N. de la A. : Se agradece a todos los lectores. Gracias por su tiempo.

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