𝙿𝚘𝚒𝚗𝚝𝚕𝚎𝚜𝚜 | Libro #1...

By __NiallsPlacebo

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Louis Tomlinson puede ser todo menos amable. No es amigable, simpático, afable ni ningún adjetivo positivo qu... More

BIENVENUE À L'ACADÉMIE
Nota de la Autora
| TEASER TRAILER |
POINTLESS - LOS PERSONAJES
PROLOGUE
PREMIER
TROISIÈME
QUATRIÈME
NOTA!
CINQUIÈME
SIXIÈME
SEPTIÈME
NOTOTA
HUITIÈME
NEUVIÈME
DIXIÈME
ONZIÈME
DOUZIÈME
TREIZIÈME
QUATORZIÈME
QUINZIÈME
SEIZIÈME
DIX-SEPTIÈME
DIX-HUITIÈME
happy bday to your shitty author
DIX-NEUVIÈME
VINGTIÈME
❄️ HIVER SOUVENIRS [memorias de invierno]❄️
VINGTIEME PREMIÈRE
VINGTIÈME DEUXIÈME
VINGTIÈME TROISIÈME
VINGT-QUATRIÈME
VINGTIEME CINQUIEME
VINGTIÈME SIX
VINGTIÈME SEPT
VINGTIÈME HUIT

DEUXIÈME

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By __NiallsPlacebo


Louis no era precisamente un alumno modelo. De hecho, había pasado más horas en la oficina del director, que en un salón clases.

Y es que además de insolente, Louis no soportaba aquel juegucho que la mayoría de los maestros manejaba; Ya saben, eso de 'Soy-un-adulto-y-soy-una-autoridad-que-puede-burlarse-de-ti-y-tu-no-puedes-defenderte-porque-debes-respetarme.' Louis jamás había permitido que aquella ideología le complicase la vida, ni siquiera con sus padres. Porque si, a una autoridad se le respeta y se le trata propiamente. Pero, si dicha autoridad no muestra respeto y abusa de su posición, tú no tienes por qué ser respetuoso. Louis sabía que más que alumno, era una persona, y se merecía respeto.

Por lo tanto, cada intento fallido de algún docente de hacerse el listillo con Louis, terminaba en el ojiazul siendo reportado y/o suspendido. Además de eso, Louis frecuentemente faltaba a clases; tanto escolares como de ballet.

Nunca se dejaba perjudicar lo suficiente como para reprobar o repetir el curso, pero, jamás le había dado la prioridad que se debe a las clases. Por lo tanto, poseía cierta fama entre los profesores.

Ciertamente, se aprovechaba un poco de ser el sobrino del fundador, pero su comportamiento no era cien por ciento basado en ese hecho. Louis siempre había sido así. Sabía que era lo suficientemente inteligente como para permitirse faltar a tantas clases.

Pero claro, siendo su tío un fanático de la disciplina, Louis siempre recibía un castigo por parte de su tío Lester, por cada cosa mala que hacía. Nada muy serio, solo cosas como que las cocineras le negasen el postre en almuerzo. O perder su derecho de salir del internado los fines de semana, ser asesor de chicos nuevos en el ballet, ordenar vestuarios en el gran almacén o reparar zapatillas en el taller.

Por eso, aquel fin de semana, a Louis se le había negado el permiso de salir de la Academia. Tuvo que quedarse, junto con el reducido grupo de alumnos que prefería encerrarse en los dormitorios para charlar, ver películas en internet,  o simplemente jugar en la sala recreativa.

Louis realmente quería salir; su suplemento de té se estaba agotando y no podría soportar hasta el próximo fin de semana. Probablemente se volvería loco y correría por todo el campus en calzoncillos o algo así.

Pero en vez de ello, aquí estaba: a las nueve de la noche, en una noche fría y ventosa, encerrado en el complejo de Ballet.

''¡Estúpido casillero!'' gritó el chico de cabello castaño, pelando con el casillero del vestuario de hombres.

Quedarse de ultimo solo para ayudar a las chicas más robustas con sus cargas, no era algo que tuviese planeado para ese sábado por la noche. Pero aquella era la penitencia impuesta por su tío y Miss Greta por no haber asistido a sus últimos ensayos.

''Pues a la mierda, me rindo'' declaró, azotando la chirriante puerta con fuerza. Lejos de cerrarse, la puertecilla de metal simplemente rebotó, volviendo a pegar contra la puerta del casillero vecino. Malditos casilleros, eran un vejestorio.

Dejó el casillero como lo encontró cuando llego—abierto y vacío. Caminó despreocupadamente por el pasillo del edificio, dejando atrás las salas de ensayo mientras andaba con actitud amargada.

''Malditas clases de mierda y maldita luz de mierda que no dejaba de parpadear, seguro tengo un aneurisma. Y encima la niña esa no sabía siquiera como hacer un puto arabesque....Carajo, odio a mi tío'' Louis soltaba maldiciones a diestra y siniestra a medida que encontraba su camino fuera del edificio. Cuando detuvo su obscena letanía para abrir la puerta, descubrió la distante melodía de una pieza no clásica, brotando de una de las aulas.

Louis se dio la vuelta, extrañado. Nadie salvo él estaba en el edificio, supuestamente. Las chicas se habían ido hace un buen rato y él se había asegurado de apagar todo correctamente, así que no podía ser de su aula.

Avanzó rápidamente por donde había venido, comprobando que, en efecto, no se trataba del aula que había utilizado. Provenía de los salones al fondo; Louis caminó de puntillas, asomándose del lado de la puerta que encaraba al espejo. Cherry Wine, de Hozier, sonaba quedamente por la estancia vacía.

Un cuerpo delgado se encontraba al centro de aquella aula desierta. Las largas piernas ejecutaban quedos y delicados giros. Louis admiró las elevaciones y los estiramientos firmes, que a la vez eran elegantes y precisos.

La única iluminación provista en aquel espacio provenía de la luz lunar que entraba por los altos ventanales cercanos al techo del aula, pero aún así, Louis notó que no se trataba de una chica.

Aquel brillo plateado iluminaba brevemente la silueta del bailarín misterioso, que continuaba moviéndose al ritmo de la serena melodía. El ojiazul se acercó un poco más, pudiendo así, notar los delgados músculos prominentes en las ropas del chico. Observó su cabeza inclinarse ante sus movimientos, notando el largo y rizado cabello castaño que le cubría la cabeza; Notó parte de sus facciones, con la luz de la luna iluminándole los llenos labios por un segundo.

La imagen del chico frente a él, moviéndose al ritmo de la música más delicada que había escuchado en su vida –que ya era mucho decir, siendo un bailarín clásico—, con el cabello castaño moviéndose tan suavemente y con los ojos cerrados, claramente disfrutando la música por completo, representaba para Louis la viva imagen del amor por una pieza.

Qué envidia, poder considerar al ballet algo tan importante como para venir un sábado por la noche, a bailar por tu cuenta y disfrutar de una melodía.

La música comenzaba a llegar a su fin, y parecía como si el chico jamás fuese a terminar su baile.

La última nota dio por terminada la canción y con eso, el baile del chico, quién había terminado encarando al espejo. El bailarín misterioso abrió los ojos, y Louis estuvo a punto de no estar sorprendido. Eran de un exquisito verde, y aunque la mayoría en Europa poseía ojos azules o verdes, estos eran de un tono mucho más raro. Más....puro.

Louis sabía que su expresión distaba de la fachada habitual desinteresada y amargada. Que ahora en cambio, se encontraba con las facciones relajadas y una pequeña sonrisa de contento en la boca, mientras yacía recargado en el marco de la puerta. Se había puesto tan cómodo, que había dejado caer su mochila de gimnasio, dejando que algunas de sus cosas se regaran por el piso.

Louis se encontraba creyendo que el chico no le había visto,= hasta que cayó en cuenta de que el bailarín no se encontraba viendo un punto en el espejo.

Se encontraba viéndolo a él.

''¿Te quedarás ahí o...?'' el chico misterioso se volvió a verle.

Louis pegó un pequeño salto, dándose la vuelta y recogiendo sus cosas del suelo con rapidez. ''No, lo siento, yo ya...yo ya me iba.''

El ojiazul retomó su camino, tomando nuevamente su expresión usual. Bajó rápidamente cada sección de escaleras hasta llegar a la puerta principal. No se detuvo siquiera para mirar atrás.

''No debí embobarme tanto tiempo'' pensó Louis, siguiendo con su andar. ¿Qué hora era, además?

Debían pasar de las nueve ahora, y seguro Stan llegaría a eso de las once.

Louis tenía planeado pasar el resto de la noche viendo la segunda temporada de Hannibal mientras comía palomitas con chocolate. La cafetería cerraba a las diez, si se apuraba, podía correr y alcanzar a comprar su preciado caramelo.

El ojiazul apretó su paso, cruzando rápidamente el sendero que separaba la academia de los edificios de habitaciones; Había casi completado su carrera hasta su dormitorio, cuando se percató de un sonido a sus espaldas. Parecían ser pasos, tan apresurados como los que el mismo se encontraba dando.

Debía ser su imaginación, paranoica a estas horas. Nadie debía estar fuera, pues la mayoría dormía o simplemente se encontraba dentro, resguardándose del viento helado que provocaba escalofríos a cualquier transeúnte.

Así que, en ningún momento se detuvo a ver sobre su hombro, él simplemente siguió de largo hasta su dormitorio. Abrió rápidamente la puerta, lanzando lejos su mochila y tomando algo de dinero junto con una sudadera verde de Adidas. Cerró la puerta detrás de sí después de ponerle el pestillo, y volvió al exterior, poniéndose la sudadera en su camino.

No había avanzado ni medio metro cuando un cuerpo delgaducho le interceptó.

''¡Hola!'' exclamó una voz más grave que la suya.

Louis retrocedió, con el viento alzándole levemente el flequillo de sobre la frente. Frunció el ceño de forma despectiva e interrogante, inspeccionando de arriba abajo al extraño.

Reconoció los ojos verdes y los labios rellenos; se trataba del bailarín misterioso.

Harry notó el enorme signo de interrogación que Louis parecía tener en el rostro. Pero claro que es raro que un extraño se te acerque de golpe a mitad de la noche y te salude así, sin más.

''¿Hola?'' replicó el ojiazul, negando para sí mismo antes de continuar su andar. Harry le siguió.

''¿Por qué estabas tan tarde en la academia?'' preguntó el rizado, curioso.

Louis se volteó a verlo. ''¿Y tú eres...?''

Harry sonrió, mostrando levemente sus hoyuelos. ''Me llamo Harry.''

El ojiazul entrecerró los ojos, escarbando en su mente. Ya había visto a aquel chiquillo en alguna parte.

Ah, sí. En el ensayo abierto. Era de primer año.

Louis observó que las luces de la cafetería aún se encontraban encendidas, por lo que aminoró el paso. Un incómodo silencio se apoderó del momento; Harry de repente no sabía que decir, se sentía raro por haber seguido a Louis. Seguro que quedó como un acosador.

Y por parte de Louis, bueno, él seguía abrumado por la confianza del chico.

''Entonceeees... ¿Por qué te quedaste hasta tarde?''

''¿Y a ti que te importa?'' rio Louis bruscamente, volviendo a negar.

Harry se encogió de hombros. ''Me pareció raro. Por lo general, no hay nadie. Siempre que voy, está completamente vacío.''

Louis alcanzó las puertas de cristal de la cafetería; Abrió una, entrando y dejando atrás a Harry sin detenerse a que este pasara. El ojiverde detuvo la puerta, que casi le pegaba en la cara.

Louis efectuó rápidamente su culposa compra; No solo compró chocolate y más palomitas, también había comprado una lata de café frío y un pequeño paquete de gomitas.

Como Harry le había esperado fuera, el menor no tuvo problemas en tomar el mismo paso que el mayor.

Louis frunció el ceño y se volvió a verle. ''¿No tienes otro lugar en donde estar?''

''La verdad no'' se sinceró el chico. ''No tengo muchos amigos, y mi compañero de cuarto es un desastre.''

''Lastima por ti'' murmuró el otro, ya con una gomita entre los dientes.

Harry asintió. ''Es bastante lastimoso porque él es muy desordenado, ¿sabes? Nunca recoge lo que tira, y juro que se fuma como tres porros al día. Mi ropa huele a marihuana y tengo que lavarla seguido sin siquiera haberla usado. ¿Tu compañero es peor o mejor que el mío? Supongo que mejor, porque no pareces estresado por ello....No, pero, ¿te cuento lo peor? Además de soportarlo, pasé toda la semana solo porque no he podido hacer amigos—''

''¿En serio? Qué raro'' interrumpió Louis, rodando los ojos.

''¡Lo sé!'' exclamó Harry. ''Por lo general, la persona promedio hace mínimo un amigo los primeros días de trabajo o escuela. Y yo, ¡nada!''

''Tal vez es porque no te callas'' soltó el ojiazul, exasperado.

''Puede ser...pero creo que tiene más que ver el hecho de que soy medio torpe socialmente...''

Louis echó la cabeza hacia atrás, poniendo los ojos en blanco.

¿Qué tenía un imán de extraños pegado a la espalda y nadie le había dicho? Primero Elizabeth y ahora este chico raro.

Era lindo, sí, pero hablaba mucho y Louis sentía ganas de meterle un golpe para que cerrara la boca un momento.

El par continuó su camino hasta alcanzar el edificio de dormitorios de Louis. El ojiazul había soportado todo el eterno cacareo de Harry, que no parecía inmutarse por los comentarios sarcásticos del mayor.

Louis se sentía un poco mal por el chico. No tener amigos después de días, en una nueva escuela, era medio duro. Pero él no podía hacer nada, y francamente tampoco le interesaba tanto.

''Bueno'' habló Louis, de repente. ''Este es mi edificio, allá esta tu edificio. Ya vete, adiós.''

Harry ladeó la cabeza, escuchando lo que el otro chico decía. ''Pero, nunca me dijiste porque estabas en la academia...''

Louis ya se encontraba entrando al edificio, pero retrocedió un poco, sintiéndose inclinado a contestar la duda del otro.

''¿Por qué tanta insistencia?'' interrogó, frunciendo el ceño por milésima vez en la noche.

''Frunces mucho el ceño'' observó Harry en voz alta, soltando una risita. ''¡Oh, sí! Es que... me siento medio fuera de lugar desde que las clases iniciaron, ¿sabes? Y la consejera escolar me dijo que podía pedir permiso para ir a practicar por mi cuenta, ya sabes, para despejar la mente. Y pues, llevó dos semanas yendo a bailar solo, para recordarme que puedo con esto y que estoy aquí porque me gusta. Creo que si no lo hiciera, probablemente perdería mi balance.''

''Y me interesa saber porque estabas allí, porque me dio algo de pena que me vieras, porque seguro que me veía como un loco, o algo así,'' el menor rio nervioso.

Louis suavizó su expresión. Conocía esa sensación demasiado bien para su gusto.

Suspiró. ''Estaba ayudando a unas chicas de tu grado con sus cargas. Soy algo así como un tutor.''

Harry asintió.

Louis sintió un escalofrío treparle por la espalda, y se abrazó a sí mismo. ''Bueno, fue un gusto hablar contigo esta noche pero tengo una cita con Will Graham.''

Harry abrió la boca. ''No sabía que tenías novio.''

''Si lo supieras sería raro. Porque no hablamos'' puntualizó el ojiazul, serio.

Harry rio. ''Duh, es cierto. Mi error.''

Louis negó. ''Will no es real, Henry.''

''Harry.''

''Eso.''

''¿Cómo que no es real?'' preguntó el menor. ''Oh...ya. Es acaso el nombre de tu... vibrador, ¿o algo así?'' Harry pronunció la palabra vibrador con cierta vergüenza.

''¿Qué? No, yo— ¡Bah! ¿Qué acaso no conoces la serie Hannibal?''

''No.''

''Lastima. Will Graham es un personaje.''

''Ya...''

Louis fue autoconsciente en ese momento. ¿Qué hacía todavía hablando con el chico ese? ¡Su serie esperaba!

''Bueno, ten buena noche, adiós'' se despidió, secamente. Se adentró en el edificio, pero aún podía escuchar lo que Harry le decía.

''¡Disfruta tu serie, Louis! Sé que me ignoraste un poco, ¡Pero gracias por hablarme!''

El ojiazul se volvió a verle, extrañado por lo que el ojiverde había dicho. Creyó detectar algo de sarcasmo, pero al ver el semblante alegre del muchacho mientras le despedía con la mano, comprendió que no era así.

Harry hablaba mucho, y eso en algún momento rayaba en lo molesto. Pero, quien sabe, a Louis le pareció ligeramente agradable.

Era enfadoso, sí. Pero al menos era medio guapo.

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Los días pasaron, aquel encuentro fue parcialmente olvidado por Louis, y muy recordado por Harry.

Octubre estaba en sus últimos días; faltaba exactamente un día para Halloween y  casi todo el mundo se encontraba preparando los detalles finales de un evento festivo en particular. Y no, no se trataba de acudir a pedir golosinas.

Todos estaban pendientes del tradicional Baile de Las Calabazas (La Balle de Citrouilles, era su nombre formal). Aquel baile era ya una tradición de la Academia Battement du Coeur, pero, no se trataba de un simple baile.

Aunque siempre eran divertidos y entretenidos, su fin no era precisamente ese. El baile de las calabazas funcionaba como punto de reunión para los directores y contratistas de las compañías de danza clásica más influyentes y mejor establecidas de todo el mundo. Todo el mundo asistía: El Royal Ballet, la American Ballet Company, el New York City Ballet, el Ballet Ruso, etc.

Claro está, se trataba de un baile formal; los hombres vestían caros trajes y las mujeres portaban finos vestidos de noche. El evento se llevaba a cabo en el edificio del antiguo banco de Inglaterra; se trataba de una estructura de aspecto barroco, con pisos de mármol y grandísimos candelabros que pendían del techo.

Aquel baile era tan popular, que bailarines reconocidos solían aparecerse por unas cuantas horas, para ponerse al día y encontrarse con viejos amigos.

Pero no todo el alumnado tenía permitido asistir; solo los mejores bailarines tenían derecho a poseer un lugar en aquel evento. El motivo era que, al encontrarse reunidas todas esas personas importantes en el mundo de la danza, los alumnos más destacados podían pasearse por allí y charlar con algunas de esas personas. Oportunidades se creaban a partir de dicho evento, pues el mayor motivo de su organización, era ese: Brindar a los directivos la oportunidad de ver quién era digno de contratar, que nuevos talentos habían ingresado, que les hacía falta a esos alumnos para poder formar parte del ámbito profesional de aquel círculo social.

Así que si, la lista de alumnos no era muy extensa pero tampoco era diminuta.

Los preparativos habían concluido el mismo día del baile. Todos estaban citados a las ocho en punto, y la mayoría había cumplido con el requerimiento.

Harry formaba parte de esa mayoría.

Al principio, cuando Miss Ruichang le había comunicado que había sido invitado a formar parte del baile, no lo podía creer. Y después, quiso morir de vergüenza cuando se vio obligado a admitirle a su profesora que no poseía un traje para el evento.

Al final, Miss Ruichang terminó prestándole un fino traje que había pertenecido a su hijo.

Harry se encontraba nervioso. Nunca había acudido a un evento así de elegante, no sabía cómo comportarse, cuál era el código de etiqueta.

Pero a esas alturas, el chico ya contaba con dos amigos: Cornelia y Caleb Prokofiev. Eran mellizos, escalofriantemente parecidos físicamente, muy distintos emocionalmente.

Cornelia era vivaracha, le gustaba hablar tanto como a Harry y era muy inteligente. Y Caleb, no hablaba tanto, pero poseía un sentido del humor más pronunciado que su hermana. No era el más brillante, pero lo compensaba con carisma.

Así que, cuando el día del baile llegó, Harry estaba nervioso. Pero no estaba solo.

Cornelia y Caleb tocaron a su puerta un cuarto para las ocho, como habían acordado.

El rizado abrió la puerta, ya con una sonrisa en el rostro. Sus verdes ojos se encontraron con Cornelia enfundada en un vestido azul marino hecho de poliéster y elastano que le llegaba hasta los tobillos y a Caleb, que usaba un traje de un azul un poco más claro que el del vestido su hermana.

''¿Qué tanto miras? ¡Ya vámonos!'' urgió Cornelia, tomando a Harry por el hombro. Su cabello, trenzado solo de un lado de su cabeza, se agitaba a medida que caminaban rápidamente, fuera del edificio de dormitorios.

''¿Crees que den chicharrón?'' preguntó Caleb a Harry en voz alta. El rizado rio.

''Lo dudo, Caleb. Pero es bueno ser optimista.''

''¿Esperar que asistan muchos chicos atractivos entra en la lista de ser optimista?'' expresó Cornelia con un dejo de exagerada esperanza en el rostro.

✧・゚: *✧・゚:*    *:・゚✧*:・゚✧

Los tres amigos habían tomado un taxi desde la Academia hasta el edificio del antiguo banco. No tardaron mucho en mezclarse entre la multitud de gente que se encontraba fuera del evento; unos cuantos empujones y disculpas hacia los extraños fueron intercambiados antes de que entraran.

El lugar estaba decorado con motivos otoñales; el anaranjado, café, amarillo y el rojo predominaban en los detalles. Filas interminables de mesas estaban predispuestas a los lados de la pista de baile. En el medio de aquel edificio, la típica y gran escalera que poseían los edificios barrocos, descendía hasta la pista de baile, al mismo tiempo que actuaba como barrera entre las ya mencionadas mesas. El espacio contaba con segundo piso, que en su tiempo sirvió como bóveda y caja de guardado. Ahora, el segundo piso servía como un balcón bajo techo, además de que existía una segunda entrada por la parte de arriba de aquella parte del edificio.

Aun cuando había mucha gente fuera, parecía haber aún más allí adentro.

Pronto, un empleado ubico a los tres chicos en su mesa designada. Ya sentados, pudieron darle una mejor mirada a todo aquel espacio.

Los interiores del edificio estaban acabados mayormente en tonalidades doradas y amarillas, dándole un aspecto muy elegante. Los pisos brillaban pulcramente, el olor del vino y la comida siendo preparada predominaban en el aire, mezclados con los caros perfumes franceses que la mayoría portaba esa noche.

Harry, Cornelia y Caleb habían charlado con varias personas esa noche. Incluso tuvieron la oportunidad de hablar con el director del Royal Ballet, que mostró interés en los tres chicos. Les había sugerido audicionar el próximo ciclo, pero sinceramente, ninguno de los tres se sentía lo suficientemente preparado.

Eran casi las diez y la mayoría de los invitados estaban allí. La cena aún no había sido servida, pero el discurso de apertura ya había sido presenciado y el champán iba y venía en las bandejas de plata que los meseros cargaban a todos lados.

''Ay, Harry. ¿Ya viste a ese?'' suspiró Cornelia, fijando sus ojos en un alumno de otra academia a las afueras de Inglaterra.

El rizado rio, mordiendo un aperitivo de fresa y chocolate. ''Es lindo, pero deja de babear.''

Caleb rio. ''Solo espero que cumplas tu palabra e invites a bailar a mínimo uno de todos tus amores de esta noche.''

''Dalo por hecho'' habló muy decidida la rubia. ''De aquí yo no me voy sin haberme bailado a uno.''

Los amigos rieron en voz alta. No importaba mucho si hacían un poco de ruido, pues una orquesta se encontraba tocando música clásica desde el inicio del evento, y ahora mismo se dedicaban a ejecutar la pieza Swan Lake Waltz, de Tchaikovsky, mientras la gente hacia el barullo usual entre charlas y más risas.

Harry pensó de repente, ¿Louis debe estar por ahí, cierto? Es uno de los mejores, es obvio que debe estar por allí.

Justo cuando se preguntaba dónde podría estar, el crescendo de la melodía comenzó a llegar. Escuchó a varias personas inhalar en sorpresa y exclamar sonidos de alegría. El joven intuyó que se debía a lo exquisito del sonido que aquella orquesta creaba. Pero cuando el punto clave del crescendo llegó, alguien comentó un ¡Se ven divinos!.

''¡Harry, dios mio mira ese! ¡Me lo como!'' exclamó Cornelia.

Harry se volvió hacia la escalera, y sus ojos quedaron fijos allí, al igual que los del resto de los invitados.

Louis y Elizabeth descendían lentamente las escaleras, irradiando la elegancia característica de un bailarín hasta por los poros, mientras avanzaban con los brazos entrelazados.

Elizabeth usaba un largo vestido de gaza color lavanda que besaba suavemente el piso y abrazaba su delgado y bien torneado cuerpo, realzando la palidez natural de su piel y el azul de sus ojos. Su cabello yacía recogido en un peinado trenzado que dejaba descubiertos sus hombros y nuca. Se veía realmente hermosa.

Louis portaba un traje negro a la medida, sin corbata. Su cabello estaba peinado en un quiff, y su rostro lucía con ganas el par de pronunciados y filosos pómulos que poseía el chico. Sus ojos parecían irradiar un brillo casi neón en aquella luz predispuesta por el lugar.

Harry casi dejó caer la copa de champán. Ambos se veían como la personificación de la perfección. Era obvio que pertenecían a ese ambiente, y aún así, resaltaban. No podía mezclárseles con la multitud. Apenas tocaron el suelo, un gran grupo de gente se acercó a saludarles. La mayoría de los directivos saludaban con confianza a Louis y besaban la mano de Elizabeth. El par era todo sonrisas y asentimientos.

''Esta guapísimo'' dijo Cornelia, inclinándose hacia delante para obtener una mejor visión de Louis.

''Es soltero, ¿sabes?'' aportó Harry.

''¿Le conoces?'' preguntó su amiga, tomando otro sorbo de su copa de champán.

Harry bajó la vista hacia el fino mantel que cubría la mesa, haciendo memoria de aquella noche en la que habló con Louis.

''Hemos hablado una vez'' admitió el de rizos, alzando la vista y contemplando una vez más a Louis entre aquel barullo de gente. Incluso Elizabeth parecía eclipsada por la atención que estaba siendo completamente dirigida al ojiazul. Y aun así, Louis se volvía a ver a la pelinegra cada que podía, como si quisiera recordarles a todos allí que no había acudido solo.

''¿Hablaron, o tú le hablaste primero?'' inquirió Caleb, burlonamente. Ya sabía la respuesta.

''Yo le hable, ¿y qué?'' se indignó el rizado.

El rubio rio. '''Uy, qué rápido se te agüita la cachora.''

Harry rodó los ojos, sonriéndole. Los amigos continuaron conversando un rato más hasta que Lester Tomlinson, en su labor de anfitrión y maestro de ceremonias, anunció la servida del banquete.

Todos los asistentes pasaron a tomar asiento en sus respectivas mesas, sin dejar de lado sus conversaciones. Pronto el aire fue invadido por el exquisito aroma de la comida y el espacio era ocupado por meseros que repartían con agilidad cada plato de comida. Las copas eran rellenadas, las servilletas se extendían sobre los regazos y los cubiertos y canastas de pan recién horneado eran distribuidos por todo el salón.

La orquesta comenzó a tocar el Waltz ''Vienna Blood'' de Strauss; El ambiente comenzaba a perder furor y daba paso a una atmosfera más calma y armoniosa, mientras todos sacaban a relucir sus bien aprendidos modales y ademanes elegantes a la hora de degustar un platillo alimenticio.

Harry estaba demasiado concentrado en pensar cuanto tardarían en entregarle su plato de cena, como para darse cuenta quienes habían tomado asiento frente a él, a unas cuantas mesas de distancia. Alzó la vista, por coincidencia, pero no pudo ver nada pues las personas en las mesas delanteras reducían su campo de visión.

El leve choque del vidrio de un plato contra la madera de la mesa hizo que el rizado se sobresaltara y se volviese alarmado hacia el mesero que ahora se encontraba a su lado.

''¿Más champán?'' preguntó el estirado hombre, con un claro acento francés deslizándose de su lengua.

Cornelia y Harry aceptaron, mientras que Caleb pidió algo de vino. Al tener su copa llena de burbujeante champán, Harry observó su plato.

Una mínima ración de arroz blanco se extendía junto a cuatro espárragos horneados en lo que parecía ser mantequilla, rematando con un corte de carne a término medio, parcialmente bañado en una salsa extraña y cremosa.

''Que elegancia la de Francia'' expresó Caleb, empujándose levemente los puños del traje antes de comenzar a cortar su filete.

''Odio los espárragos'' murmuró Cornelia, haciéndolos a un lado con su tenedor mientras hacia una mueca de disgusto.

''No me gusta el arroz blanco'' dijo Harry, volteándose a verla.

La rubia le sonrió, entrecerrándole los ojos. ''¿Cambio?''

'' Siii, por favor.''

Harry levantó levemente el plato, pasándole el arroz con cuidado, mientras Cornelia tomaba los espárragos entre el cuchillo y el tenedor para colocarlos en el plato del ojiverde. El chico sonrió para si mismo al ver su plato libre de esa plasta blanca y sin sabor. Ahora sí, podía cenar. Se dispuso a cortar con contento el trozo de carne, logrando tomar el primer bocado. Atravesó dicho bocado con su tenedor y lo alzó, dispuesto a llevárselo a la boca. Por inercia, había concentrado su vista hacia el frente; Y justo en ese mismo momento, Louis quitaba la mirada de Elizabeth y observó hacia el frente.

Sus ojos se encontraron. Harry fue el primero en notarlo, pero Louis fue el primero en reaccionar.

Aunque el ojiazul sabía que conocía de alguna parte a Harry, no podía ubicar de dónde. Ya habían pasado varias semanas desde la vez que habían hablado, y el recuerdo no era tan importante para Louis como para esforzarse en recordarlo.

Así que solo levantó su copa a modo de saludo, para indicar que le reconocía un poco.

Harry cerró la boca, que ya estaba lista para masticar el jugoso pedazo de carne. Al observar el saludo del ojiazul, Harry levantó el tenedor, copiando la acción del otro. Solo que la vida lo odiaba y el trozo de carne se desprendió del cubierto, cayendo sobre el mantel y dejando una mancha.

El menor apartó la vista del pequeño accidente, volviendo a conectar miradas con Louis, quien frunció el ceño y medio sonrió de lado como diciendo ''que idiota eres''. Luego de eso, el mayor apartó la vista, concentrándose nuevamente en la cháchara intercambiada entre sus amigos.

Harry resopló, torciendo levemente los labios. Al parecer era cierto lo que sus compañeros de clases decían sobre Louis: realmente era algo brusco a la hora de socializar.

Bueno, no era como que no estuviese acostumbrado a actitudes negativas. Gracias a su madre y su alcoholismo, poseía una paciencia muy grande y podía lidiar con malas actitudes. Realmente no le importaba.

El rizado continuó cenando creyendo que Louis seguiría con sus amigos. Vayan a imaginar   su sorpresa, cuando en algún momento le descubrió mirándolo mientras él no lo notaba. Al pasar aquello, el ojiazul volvió rápidamente el rostro hacia un costado, murmurando un ''mierda'' que Harry pudo leer en sus finos labios. Harry soltó una risita, atrayendo la atención del otro chico.

Louis alzó la vista, encarando nuevamente al chico familiar a unas cuantas mesas enfrente, esta vez con seriedad. ¡Él solo trataba de ubicarlo, en serio! Pero, ahora parecía estarlo espiando.

Así que cuando volvió el rostro, le vio con expresión seria. Pero al ver la gran sonrisa que el otro chico tenía en el rostro para poder contener la risa, Louis se encontró teniendo dificultad para no sonreír. Tenía hoyuelos en ambas mejillas; el extraño-no-tan-extraño era medio lindo. Demasiado flacucho y greñudo para su gusto, pero, eso.

Harry alzó las cejas, dándole a entender al mayor, que era consciente de que lo veía.

Louis levantó el mentón en modo desafiante, como diciendo que también le veía, pero no para espiarle.

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