Z El Señor De Los Zombis (Lib...

By FacundoCaivano

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Tras despertarse en un callejón baldío, cubierto de sangre y sin ser capaz de recordar su identidad, un solit... More

0. Lo muerto, debe quedarse muerto. (I)
0. Lo muerto, debe quedarse muerto. (II)
1. Mi nombre es... (I)
1. Mi nombre es... (II)
2. ¡¡Corre!! (I)
2. ¡¡Corre!! (II)
3. ¿Asociación libre? (I)
3. ¿Asociación libre? (II)
3. ¿Asociación libre? (III)
4. El día "Rojo" de Rex. (I)
4. El día "Rojo" de Rex. (II)
4. El día "Rojo" de Rex. (III)
4. El día "Rojo" de Rex. (IV)
5. Bienvenidos a la Nacion Escarlata (I)
5. Bienvenidos a la Nacion Escarlata (II)
5. Bienvenidos a la Nacion Escarlata (III)
5. Bienvenidos a la Nacion Escarlata (IV)
5. Bienvenidos a la Nacion Escarlata (V)
6. Acuerdo de paz. (I)
6. Acuerdo de paz. (II)
6. Acuerdo de paz. (III)
6. Acuerdo de paz (IV)
6. Acuerdo de paz (V)
6. Acuerdo de paz (VI)
6. Acuerdo de paz. (VII)
7. La puerta Zeta. (I)
7. La puerta Zeta. (II)
7. La puerta Zeta. (III)
7. La puerta Zeta (IV)
7. La puerta Zeta (V)
8. Esto no es un adiós (I)
8. Esto no es un adiós. (II)
8. Esto no es un adiós. (III)
8. Esto no es un adiós. (IV)
9. El pequeño Zeta (I)
9. El pequeño Zeta (II)
9. El pequeño Zeta (III)
9. El pequeño Zeta (IV)
10. El Señor De Los Zombis (I)
10. El Señor de Los Zombis (II)
10. El Señor De Los Zombis (III)
10. El Señor De Los Zombis (IV)
10. El Señor De Los Zombis (V)
10. El Señor De Los Zombis (VI)
10. El Señor De Los Zombis (VII)
11. Somos Los Escarlata (I)
11. Somos Los Escarlata (II)
11. Somos los escarlata (III)
12. Cuenta Regresiva (I)
12. Cuenta Regresiva (II)
12. Cuenta Regresiva (III)
12. Cuenta Regresiva (IV)
12. Cuenta Regresiva (V)
12. Cuenta Regresiva (VI)
13. No Eres Un Héroe (I)
13. No Eres Un Héroe (II)
13. No Eres Un Héroe (III)
13. No eres un héroe (IV)
13. No eres un héroe (V)
13. No eres un héroe (VI)
13. No Eres Un Héroe (VII)
Final: No eres un héroe.
¡Gracias!
¡Reboot ya disponible!

11. Somos Los Escarlata (IV)

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By FacundoCaivano


-Tranquilo, viejo. Es el señor de los zombis.

*****

Un grupo de zombis los seguía muy de cerca, los callejones de la ciudad resultaban un buen escape mientras no hubiera otro monstruo esperando del otro lado para acorralarlos. Para suerte de Zeta y Rex, no fue ese el caso, pero en vez de eso, un auto destruido bloqueaba, de perfil, la salida a la calle. Ambos aumentaron la velocidad de sus pisadas y se dividieron para surcar el obstáculo desde distintas direcciones. Zeta, por su lado, se dirigió a la parte magullada del capó. Tomó impulso en un salto preciso, alzó ambas piernas juntas a la altura de su cintura, uso su mano derecha como punto de apoyo para sostenerse del capó y se deslizó por el aire terminando su trayecto limpiamente del otro lado.

Al mismo tiempo, Rex tenía que sortear la parte del vehículo más alta, pero eso no fue problema para el joven mecánico. Dio un salto hacia el muro aledaño, para pisar fuerte en la saliente de un ventanal, utilizó el impulso para arrojarse sobre el techo del vehículo, seguidamente, con sus manos extendidas hacia adelante, usó la inercia del salto para dar un giro de trescientos sesenta grados que terminó por pasar su cuerpo entero hacia el otro lado de la calle.

Ambos continuaron su curso dejando atrás al grupo de zombis que los acechaban, hasta que finalmente, pudieron llegar a su destino.

- ¿Seguro era este el edificio? -preguntó Rex, en medio de la playa de estacionamiento, buscando con la vista las tres motos de la nación.

-Jin dijo que estaban en la planta baja ¿cierto? Entonces debería ser aquí.

- ¿Seguro? No escuché que dijera eso.

-No lo recuerdo bien -confesó Zeta, mientras se dirigía a la rampa del estacionamiento.

-Sí, había olvidado que no eres bueno con tu memoria.

- ¡Aquí están! Ya las encontré -dijo Zeta, sin prestar atención a su compañero, mientras escalaba la rampa al piso superior.

Rex lo siguió hasta la siguiente planta, pero no encontró en ningún lugar los vehículos que buscaban, en su lugar habían autos destruidos y abandonados, sumado de cadáveres y sangre por doquier.

-Aquí no hay nada, Zeta -dijo Rex, con tono desalentador-. Probablemente este lugar fue escenario de una gran catástrofe y quienes estuvieron aquí se llevaron nuestras motos.

- ¿De qué hablas? Están aquí-dijo el joven, acercándose a un gran bulto cubierto por una manta y la retiró dejando al descubierto tres increíbles motos deportivas de distintos modelos.

- ¡No puede ser! -Dijo Rex, sus ojos brillaban al ver semejante maquinaria sobre dos ruedas. El muchacho se acercó más para apreciarlas mejor-. Soñé toda mi vida con conducir una de estas. Solo una persona en el taller de mi padre mandó a reparar una de este estilo, desde ese momento juré que algún día probaría montar una. ¿Cómo sabías que estaban ahí escondidas?

-No fue difícil -dijo Zeta sonriente, mientras montaba en una de las motos-. El manto tenía el símbolo de la nación en los bordes.

-Es una hermosura -Rex continuaba admirando las motos sin subirse a ninguna todavía, seleccionado cuál de las dos sobrantes sería mejor.

-Podrías dejar de babear y vamos a probarlas como se debe.

-Tienes razón -dijo Rex, mientras subía finalmente a una de las motos.

En el tablero se encontraba la llave de la misma, y la utilizó para ponerla en marcha. El motor rugió como un león, Rex aumentó las revoluciones solo para escuchar su imponente potencia. Observó por última vez a su compañero con una sonrisa de satisfacción, puso primera y alzó la parte delantera de la carrocería para iniciar la marcha.

- ¡Vamos a rescatar a esas personas!

*****

-Estamos jodidos, estamos muy jodidos -dijo Ignacio, haciendo a un lado su rubia y lacia cabellera con un movimiento de su cabeza.

- ¿Te puedes callar? Lo único que logras al quejarte es que los estúpidos monstruos se alteren más -señaló Emilio, quien con sus corpulentos brazos intentaba arrancar una butaca del teatro-. Podrías venir aquí y ayudarme a reforzar la barricada.

- ¿Estás loco? Yo no puedo arrancar eso con las manos, mis brazos se quebrarían.

-Entonces vete a buscar otra cosa que nos sirva para colocar en la barricada, no creo que nos dure mucho. Tenemos que hacer tiempo hasta que los refuerzos lleguen.

- ¿Los de la Nación Escarlata? No creo que lleguen, ¿Por qué no los llamas de nuevo?

-Ya los llamé tres veces y la última vez dijeron que ya habían mandado a dos soldados, así que llegarán en cualquier momento -respondió Emilio, quien ya había logrado desencajar la mitad de la butaca.

- ¿Solo dos soldados? -preguntó Ignacio, mordisqueando sus uñas mientras caminaba en círculos-. No creo que dos sean suficientes, ¿Por qué no los llamas y les pides más refuerzos?

Emilio dejó la butaca y se plantó delante de Ignacio, sus alturas eran similares, pero la musculatura de Emilio era notoriamente superior. Aunque ambos rozaban los treinta años de edad, Ignacio era el más viejo de los dos, pero a la hora de la verdad era Emilio quien ponía orden.

- ¡Me cansé! No puedo concentrarme si estas todo el día parloteando alado mío -Emilio desenfundó su arma.

- ¡Hey! ¿Qué vas a hacer?

-Toma -dijo, ofreciéndole su pistola-. Tiene un cargador a medias, no lo malgastes y vete a recorrer el teatro. Encuentra algo útil y tráelo aquí, si vez algún monstruo lo matas.

Ignacio tomó el arma, de forma insegura y torpe, con ambas manos.

- ¿Estás seguro que no quieres que te ayude desde aquí? podría...

- ¡No! Solo vete y busca algo ¿Si? Yo me encargo aquí -dijo Emilio, empujando a su compañero.

-Está bien, está bien. No tienes que echarme así.

Ignacio se aferró a su arma y decidió adentrarse en una puerta que llevaba a un pasillo del teatro. El pasillo se encontraba tenuemente iluminado, por lo que prefirió subir las escaleras hacia la planta alta a paso lento y precavido. Por el momento, no había encontrado ningún monstruo, pero tampoco algo útil para usar en la barricada. Dedujo mentalmente que mientras continuara en ese pasillo no encontraría nada, debería ingresar a las puertas para revisar mejor el lugar. Pero la idea de alejarse mucho de su compañero no le agradaba demasiado. Juntó valor para abrir la primera puerta a su derecha, del otro lado había un balcón que mostraba una vista única del escenario. Resolvió que se encontraba en el la parte VIP del teatro.

Al no ver nada útil ahí, cerró la puerta y probó con otra, recorriendo así todo el sector de la planta alta sin resultado alguno. Bajó nuevamente por otras escaleras y se topó con una salida directa que conectaba con el escenario, al llegar al centro, vio a su compañero en el fondo junto a las puertas, las cuales habían sido bloqueadas por distintos objetos, desde tablones, asientos y hasta cajones de aspecto pesado.

Ignacio saludó con la mano a su compañero desde el escenario.

- ¡Deja de hacer estupideces y continua buscando!

- ¡Esta bien, estoy en eso!

Ignacio dio media vuelta y fue en ese momento cuando vio como una figura se escabullía entre las sombras del fondo del escenario. El hombre aferró sus esbelticos dedos a su arma y la apuntó hacia la oscuridad. Ladeó su arma de un lado a otro buscando volver a ver a esa misteriosa figura que había percibido hace un momento. Se quedó un tiempo parado ahí, pero nada pasó. Observó a su compañero a su retaguardia, aún seguía ocupado en la barricada así que dependía exclusivamente de él averiguar la procedencia de esa cosa, fuere lo que fuere. Tragó saliva antes de dar el primer paso al frente. El extremo del escenario se encontraba decorado con muchos inservibles adornos de utilería; árboles falsos de papel, una luna de cartón apoyada sobre el muro; gran cantidad de papeles regados por el suelo y alguna que otra caja esparcida por ahí.

El corazón de Ignacio casi se detuvo cuando vio como la caja se movió y algo salió de ella para desaparecer en el suelo. Nuevamente su arma apuntó a cualquier dirección de la oscuridad. Imaginó que un monstruo se estaba escondiendo de él, seguramente era de esa clase que no les gusta la luz, ya había visto a uno de esos en una ocasión y sabía cómo podía hacerle frente.

- ¡Emilio!

- ¿Qué pasa ahora? ¿Encontraste algo?

-Eso creo, necesito que enciendas la luz desde ahí.

- ¿Qué pasa? ¿No te gusta la oscuridad? -dijo Emilio, con tono gracioso mientras encendía los interruptores de luz-. Ya está, espero que valga la pena.

Ignacio ahora podía ver a la perfección todo el escenario, su plan estaba saliendo como él quería, ahora solo debía encontrar al monstruo de ojos negros y matarlo de un tiro. En el fondo del escenario pudo vislumbrar una trampilla abierta, seguramente era ahí donde el demonio había desaparecido cuando lo vio salir de la caja. Se acercó a paso seguro y confiado, las luces ya deberían haberlo debilitado y no podría moverse para atacar. Presa fácil.

Ignacio se acercó hasta el borde de la trampilla y apuntó con su arma al interior, pero lo que vio dentro lo dejo sin habla hasta que su mente lo obligó a reaccionar rápido.

- ¡¡Emilio!!

*****

La rueda delantera de la moto impactó con la cabeza del monstruo, seguidamente de eso el joven dejó caer el peso de la carrocería sobre el zombi y lo pasó por arriba acelerando en el último momento para destrozar lo que quedaba de su putrefacto cuerpo.

-Pensaba que el loco era yo, pero al volante no hay quien te supere, amigo -dijo Zeta, mientras estacionaba a su lado.

-Lo siento, pero esta cosa es genial, quiero intentarlo con la rueda trasera ahora.

- ¡Rex, hombre! Concéntrate, tenemos que despejar esta zona, ellos están ahí atrapados en ese teatro -dijo el joven, apuntando con su dedo al edificio.

-El lugar está repleto, deben haber unos cincuenta o más.

-No te preocupes, yo usaré el ruido de la moto para alejarlos, puedes encargarte de los sobrantes y liberar a los sobrevivientes.

- ¿No quieres que sea yo quien los distraiga?

-No, ya tuviste muchas emociones de camino aquí -explicó Zeta, acelerando el vehículo-. Volveré cuando ya no puedan seguirme.

Zeta dirigió su moto cerca de los monstruos y aumentó las revoluciones para armar un escándalo necesario para llamar la atención de los zombis. Rex por su parte se quedó alejado observando todo. Algunos zombis se perfilaron hacia zeta, dejando la puerta del teatro atrás. El joven aprovechó para llevárselos en fila india, como si se tratase de acarrear un ganado. En el momento que su compañero se perdió de su visión, Rex decidió acercarse a las puertas del teatro.

Aceleró el vehículo acercándose velozmente a un zombi cortador que se había quedado en el lugar, inmediatamente, clavó los frenos delanteros y alzó la parte trasera de la moto, uso su cuerpo para virar la dirección de la rueda y la impactó en la cabeza del demonio. Sin oportunidad de defenderse, el zombi cortador sufrió las consecuencias de ser despedazado por la llanta trasera del vehículo. Pero todavía no terminaba para el joven, el ruido ocasionado había alertado a otro grupo de seis zombis que dejaron la puerta para dirigirse a su dirección. En el segundo mismo en que la rueda de la moto toco el suelo, Rex desenfundó su revólver y lo giró en su mano cuatro veces seguidas. Su velocidad con la práctica había aumentado notoriamente, le bastó apenas dos segundos completar su ritual y su puntería también había sido agudizada, deshaciéndose de los seis monstruos en un parpadeo. Luego de otro giro más de su revólver, lo guardó con naturalidad en su funda.

Sin ver más monstruos en los alrededores, decidió estacionar el vehículo. Luego, al bajar, se dirigió hasta las puertas y toco repetidas veces, hasta que una voz se escuchó del otro lado.

- ¿Quiénes son?

- Nación Escarlata, ¿pidieron un rescate doble, con aceitunas extra?

- ¿Qué pasó con los zombis? -preguntó la voz, al otro lado de la puerta.

-Ya me deshice de ellos, pero puedo decirles que vuelvan si así lo desean. ¡Vamos, abre la puerta de una vez!

- ¿Todos en esa nación son tan idiotas?

-En realidad, te sorprenderías lo serios y rígidos que son. Ahora, no lo volveré a repetir, abran o me iré.

Luego de unos segundos eternos, en los que se escucharon diversos sonidos se cosas pesadas arrastrándose y chocando entre sí, la puerta se abrió a medias. Del otro lado, se asomó un rostro oscurecido por la sombra y la punta de un arma amenazaba con la vida de Rex. El joven retrocedió para dar lugar a que los sobrevivientes pudieran salir.

- ¿Seguro que no hay más? -preguntó un sujeto de gruesos músculos y de reducida estatura. Detrás de él se encontraba otro escondido, pero más flaco y de cabellera rubia.

-Seguro, puedes guardar eso-respondió Rex, refiriéndose a la pistola.

-Pensé que serían dos, pero supongo que el otro murió. Soy Emilio y él es Ignacio.

- ¿Son pareja?

- ¡¿Qué?! -bramó Emilio, tensando las facciones de su cara.

- Solo bromeo, es para relajarlos un poco. Parece que tuvieron un día difícil -dijo Rex, palmeando amistosamente el hombro de Emilio.

-Pareces buena persona-Se atrevió a decir Ignacio-. Pero ¿Qué paso con el otro soldado?

En ese segundo, el sonido de una moto se comenzó a escuchar a lo lejos.

-La respuesta viene andando -dijo Rex divertido, mientras esperaba a su compañero.

Zeta derrapó la moto antes de estacionar y bajó para reunirse con los demás.

-Hola, soy Zeta, El señor de los zombis -dijo el joven, estrechando la mano de ambos sobrevivientes.

- ¿Vas a presentarte así siempre? -Se quejó, Rex.

- ¿Y porque no?

- ¿En serio? Es como que yo vaya por la vida presentándome como: Rex, el cazador de los zombis, o algo así.

-Eso suena estúpido, mi presentación es mucho mejor.

-Es lo mismo, tu presentación es absurda.

-Estás celoso -dijo Zeta, cortando la conversación y dirigiéndose a Ignacio y a Emilio-. ¿Qué les parece si ya nos vamos?

Ambos cruzaron sus miradas y dudaron antes de responder.

-En realidad, todavía no somos todos -respondió, Ignacio.

-Pensé que eran solo dos personas -comentó, Rex.

-Así era, pero encontramos a alguien más en el teatro -explicó Emilio, frotándose su rapada cabeza-. El problema es que no quiere salir de donde está, parece que no confía en nosotros.

Rex y Zeta compartieron una mirada de confusión.

-Quizás si hablo con él lo puedo convencer-dijo Zeta, ingresando al teatro- ¿Dónde dices que se encuentra?

-En el escenario, sígueme -dijo Ignacio, escoltando al joven hacia el lugar indicado-. Allí, justo dentro de esa trampilla.

Zeta dio un paso hacia adelante, pero dudó en el último segundo y se dirigió a Ignacio.

-Si esto es alguna clase de trampa te mataré, ¿lo sabes?

-Yo te cubro la espalda, amigo -dijo Rex, mientras le colocaba balas nuevas a su revolver-. Si algo sale de ahí dentro, es mío.

-Bien...-dijo Zeta, volviendo a observar la trampilla con curiosidad-. Pero por si acaso -El muchacho desenfundó su Beretta y apuntó al hueco.

-Creo que eso solo empeorará las cosas -acotó Ignacio, con un atisbo de preocupación.

Zeta no le hizo caso y se acercó tímidamente a la trampilla, lo primero que pudo divisar fue oscuridad, pero mediante se fue acercando pudo ver algo más en su interior. Una figura humana se hallaba escondida en el rincón más alejado de la habitación subterránea. Zeta apenas podía discernir si era humano o zombi, por lo que decidió bajar a comprobarlo. Utilizó una linterna que Ignacio le ofreció para iluminar sus pasos por las escaleras. Al llegar abajo, apuntó con la luz al rincón donde había visto por última vez a esa extraña figura, pero se sorprendió cuando no encontró nada ahí, más que unos maniquís.

Su mente probablemente habría confundido esos maniquís con la figura de una persona. Siguió iluminando los distintos sectores de la habitación; en ella había mucha ropa tirada en el suelo y artículos variados de utilería de teatro desperdigados por todo el lugar, pero ningún rastro de algún ser vivo o muerto. El joven detuvo su búsqueda al ver en una esquina, una cortina que ocultaba detrás suyo, lo que parecía ser el guardarropa.

La idea de acercarse lentamente hacia la cortina y abrirla bruscamente, como en gran parte de las películas pasa, no le gustaba mucho. Por lo que resolvió deshacerse de todas sus dudas de una manera poco habitual.

-Mira, sé que estás ahí -dijo el joven apuntando su arma y el haz de la linterna hacia la cortina-. Te doy tres segundos para salir de ahí o simplemente dispararé y me iré.

Al no escuchar respuesta alguna, comenzó con el conteo.

-Uno -dijo, con voz calma y pausada-. Dos-. Esta vez dejó un poco más de tiempo antes de seguir con el conteo, sus intenciones no eran disparar, pero si llegaba al último número se vería ridículo si no lo hacía, por lo que decidió brindarle una última chance-. Si no sales ahora, voy a disparar y va en serio.

-Hazlo -dijo una voz a su retaguardia.

Zeta se sorprendió e intentó reaccionar pero la punta de un arma clavándose en su espalda se lo impidió.

-Mierda, ¿en qué momento...?

-Debiste revisar mejor detrás de los maniquís, fuiste muy relajado -respondió la voz, al oírla mejor pudo identificar que se trataba de una mujer.

- ¿Eres una chica, o un hombre muy afeminado?

-No estás en posición de hacer bromas.

-Y tú no estás en posición de amenazar a mi compañero, lindura -dijo Rex desde lo alto de la trampilla, apuntando su revolver a la muchacha-. Suelta el arma y discutiremos esto pacíficamente.

En el momento que la muchacha se giró para ver a Rex, Zeta se adelantó y de un movimiento audaz, le quitó la posesión de su arma. La muchacha maldijo y retrocedió un paso del joven.

-Eso te pasa por no tener un compañero que te resguarde -dijo Zeta alumbrando con su linterna a la muchacha.

La joven cerró sus ojos involuntariamente, la exposición a la luz después de tanto tiempo inmersa en la oscuridad la lastimaba, por lo que utilizó su brazo para resguardar su rostro. Zeta observó que no llevaba armadura de ningún tipo, resolvió que no provendría de ninguna de las tres naciones. En cambio, utilizaba una chaqueta de jean sin mangas, de un color bordó ajustada al cuerpo, debajo de esta, tenía puesta una camiseta de tirantes tan blanca y pulcra como el día, que dejaban ver un pintoresco collar en su cuello y una calza negra recubría unas piernas delgadas que finalizaban en unos zapatos del mismo color.

-Estas bastante limpia para los días que vivimos, ¿de dónde saliste?

-Eso no te incumbe -dijo la joven-. Y la ropa la conseguí aquí, ¿tienes problemas con eso? -Finalmente, la muchacha retiró su brazo mostrando su rostro a Zeta.

El joven al verla se sorprendió por su belleza, su rostro asomaba una mirada decidida y penetrante de unos ojos celestes como el cielo. Su rostro, a diferencia de su mirada, era delicado y de rasgos que rozaban la perfección. Con un cabello lacio, que combinaba el color negro con mechones dorados, que apenas llegaba a tocar sus hombros y un flequillo que eventualmente tapaba su ojo. La joven, utilizó su mano izquierda para retirar los cabellos de su rostro y siguió observando a Zeta, esperando su respuesta.

Zeta, al apreciarla más de cerca se quedó completamente helado, su rostro adopto una mirada de confusión mezclado con asombro, y su boca balbuceo una palabra que ni él mismo entendió.

- ¿Qué pasa? ¿Por qué me miras así? -preguntó la joven, extrañada y con un tinte de miedo por la expresión que el muchacho le devolvía.

- ¿Dónde te hiciste eso? -Fueron las únicas palabras que salieron de la boca de Zeta.

- ¿Dónde me hice qué?

- ¿¡Dónde te hiciste... eso!? -preguntó el joven, impaciente, apuntando a la gran cicatriz en el brazo izquierdo de la muchacha, que revelaba la marca de una zeta.






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