Malec ¿otra vez?

By scar02

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Alec ama a Magnus y Magnus ama a Alec, eso todos lo saben. También saben que su relación tuvo algunos altibaj... More

Prólogo: Deseo
Dorado
Bebés
Cuidados
Tiempo
Juntos
Turnos
Partenidad
Inquisidor
Tratos
Mami
Papi
Clace y Sizzy
Prioridades
Heline
Confusión
Decisión
Pesadillas
Cumpleaños
Prohibido
Verdad 1/2
Verdad 2/2
Mentiroso
Sí y no
Paloma
Clarividencia
Apoyo
Novio
Reunión
Me gustas
Lorina
Cachetada
Engaño
Llamas
Despedidas
Paz
Trivialidades
Otra vez
Inestable
Escucha
Impuntual
Brindemos
Perú 1/3
Perú 2/3
Perú 3/3
Celos
Malec
Cambios
Seguro
Perdido
Lightwood Bane
Fiesta
Matrimonio
Epílogo: Recuerdos
~Extra~

Lágrimas

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By scar02

~Nueva York (Instituto)~

Jace ^^

–¿Alec? –toco la puerta de su cuarto esperando que no se haya dormido –Alec, enserio necesito que abras, por favor –>no, no puedo derrumbarme, no ahora<– ¿Alec? –toco mas fuerte con la palma de mi mano extendida.

–No está en su cuarto –miro sorprendido a Magnus.

–¿Dónde está?

–Con Lucas.

Suspiro y cierro los ojos. Sé que como tío de Magnus debería hablar con él para que me cuente la razón detrás de su tristeza. Pero no es el momento.

–Bien, iré por ellos. Tú ve al comedor.

–¿Por qué?

–Sólo hazlo.

Magnus junta las cejas confundido, pero de igual manera hace lo que le pedí. Mientras él baja las escaleras yo camino al cuarto de Lucas.
Isabelle, fuerte y valiente Isabelle. ¿Cómo pudo irse así nada más? Yo sé que siempre existe este riesgo, incluso pudieron haber sido mis hijos o Clary, pero nunca se está realmente preparado para eso, para ver caer a alguien y que no se vuelva a levantar. Y más en la forma que Izzy murió, tan rápido y repentino que ni siquiera tuvo tiempo para unas últimas palabras. Hodge las tuvo, Maryse igual. >¿Por qué el ángel le había quitado ese derecho a Isabelle?<

–¿Lucas? ¿Alec? –mi voz suena mal por estar pensando en eso. Este es el momento de ser fuerte, por mis hijos, por Alec. No de llorar– ¿Chicos?

Escucho pasos y la puerta se abre. Lucas tiene su cabello ondulado aplastado de un lado.

–¿Qué sucede, Jace?

–¿Está Alec contigo?

Tiene la misma altura que Magnus, más alto que yo por unos centímetros.

–Está dormido, ¿qué necesitas?

–Despiértalo. Ambos bajen al comedor.

Lucas parece entender que es una orden.

–Claro.

Doy la vuelta para dirigirme al comedor que parece la sala de reuniones del diablo. Tal vez no debería invitar a Lucas, es un asunto personal, pero Alec necesitará apoyo. Abajo veo a Catarina abrir un portal

–¿Qué pasa?

–Clary llamó a Robert y él insistió en venir –termina de trazar las marcas y se aleja para contemplar Idris por la tarde.

Robert aparece de un salto, cae ágilmente sobre sus talones y se levanta lentamente. Veo arrugas esparcidas en su cara y canas iniciando a desvanecer el negro de su cabeza y barba, su cuerpo tampoco es el mismo, se puede notar la panza detrás de su playera, pero sigue siendo intimidante. No puedo evitar preguntarme cómo se hubiera visto Isabelle de llegar a esa edad. Pero no importa qué tan grande o ancho sea Robert, justo ahora, que me mira con lagrimas cristalizando sus ojos azules, se ve tan destruido como el resto de nosotros. Me mira como si recordara algo y después, sin decir nada, camina escaleras arriba. Lo sigo con la mirada hasta perderlo entre las sombras, pero dos más llaman mi atención. Lucas y Alec bajan a pasos despreocupados tomados de la mano.

–Catarina, espera en el comedor.

La bruja asiente y se va.

–¿Qué pasa Jace? –pregunta Alec un poco adormilado.

–Vengan –invito amablemente a que me sigan.

No podía imaginar cómo estarían allí dentro, pero lo que veo no se aleja mucho. Marine está sentada, erguida, con sus labios temblantes, mis hijos a cada lado, Amatis le susurra cosas al oído mientras Jonathan toma su mano y la mira con pena. Magnus y Clary sentados frente a frente. Al parecer, Magnus le pregunta algo, pero mi esposa se niega a contestar.

–Magnus –lo llamo con voz firme–. Acércate por favor.

Magnus mira confundido a mi esposa, ella asiente, y él camina hasta mí. Evita tocar o siquiera mirar tanto a Lucas como a Alec.

–Chicos. Esta noche fuimos a cazar demonios que se reunían por razones desconocidas en un edificio en construcción y... algo salió muy mal –tomo un respiro preparándome para dejar que las palabras fluyan–. Isabelle murió.

Alec abre mucho los ojos y deja de respirar por un segundo, antes de caer sobre sus rodillas y taparse la cara con las manos. El temblor en su espina dorsal indica que llora desconsoladamente. Lucas se arrodilla y lo rodea con sus brazos en un intento de calmarlo. Magnus se queda rígido, con la mirada perdida y los labios apretados.

–¿Magnus? –pregunto preocupado de que este en shock.

–Wow –susurra recuperando el aliento–. Isabelle ha muerto. Una de las mujeres que me crió, mi única compañera al salir de compras... murió –repite tratando de convencerse–. Murió –susurra antes de parpadear y dejar que lagrimas incesantes caigan por sus ojos. Pero su expresión no es triste, sino nostálgica–. La extrañaré.

Me pasa de largo y sale del comedor.
Catarina se queda en su lugar mirando sus pies. Parece incomoda, quizá porque piensa que no debería estar aquí, pero ella se ha ganado su lugar en la familia.
Miro a Alec de rodillas y me inclino para apoyar mi mano en el hombro de mi parabatai

–Izzy está arriba, en su cuarto. Mañana vendrán los hermanos así que tenemos que velarla hoy. Alec... Debes despedirte.

Alec se aleja lentamente de Lucas. Sorbe su nariz en un intento de controlar sus lagrimas antes de mirarme con sus ojos azules, ahora más claros por el efecto de las lagrimas.

–No quiero verla –susurra sollozando–. No quiero... que el último recuerdo de mi hermana sea el de ella como un cadáver. No. No quiero verla.

–Pero debes despedirte –limpio con mi pulgar sus mejillas mojadas–. Isabelle merece el último adiós.

–Ave atque vale, Isabelle Sophia Lightwood –dice Alec en tono firme.

Pero yo siento que esas palabras no son suficientes, no para decirle adiós a Isabelle.

Lou {}

Jamás pensé estar en un Instituto. Bueno, no estoy exactamente dentro, sino en el santuario especial para quienes no han consumido sangre de ángeles.
Debo admitir que me siento incomodo aquí, pero Catarina prometió que sólo sería esta noche mientras acompañaba a su hijo en duelo por la pérdida de su mascota, y yo soy capaz de pasar la noche a las afueras de una iglesia por mi esposa. Mientras espero paciente recostado en un banquillo de piedra, escucho la puerta abrirse con fuerza y pasos que indican compañía. Espero encontrarme con mi esposa, pero lo que veo es a una joven morena de cabello negro que usa un traje de combate y llora de pie mientras se abraza a si misma.

–¿Quién eres? –pregunto amablemente.

La chica se sorprende y saca velozmente una espada de su cinturón. >Nefilim tenía que ser.<

–¿Qué haces aquí, vampiro? –me mira decidida, pero con los ojos verdes manchados en rojo por el llanto.

–Mi nombre es Lou Wise –me presento y ella de inmediato baja el arma.

–El esposo de Catarina. Perdón, estoy un poco...

–¿Sensible? –propongo y ella asiente.

Guarda la espada en un movimiento tan natural que parece sorprendente en alguien tan joven.

–No pensé que hubiera alguien aquí.

–Si lo deseas, puedo irme. Parece que estás en duelo.

–¿No sabes lo que pasó?

Niego con la cabeza y ella vuelve a abrazarse al tiempo que ligeros temblores recorren su cuerpo.

–Mi madre, Isabelle, ha muerto.

Dicho esto camina hacia atrás hasta topar con pared y se deja caer; termina sentada en el suelo abrazando sus rodillas. No soy el mejor en esto de los sentimientos, sólo logro entender los míos y un poco a Catarina, pero parece que esta chica está destrozada. Quizá nunca nos hayamos visto, quizá nunca nos volveremos a ver, pero no puedo dejarla aquí, en este sucio lugar a que llore por su madre.
Además, conocí a Isabelle Lightwood. ¿Cómo no hacerlo? Fue la primera nefilim en casarse con un subterráneo en una boda oficial de su gente. Ella demostró coraje y valentía al apoyar a los subterráneos en más de una forma, y ahora, yo apoyaré a su hija.
Me acerco cuidadosamente, recargo en la pared a su lado y, tal como hizo ella, me dejo caer suavemente hasta quedar sentado con mis piernas extendidas; aun sentados soy un poco más alto que ella.

–¿No vas a decirme lo patética que soy? –la nefilim limpia sus lagrimas con una mano– ¿No vas a decirme que soy molesta?

–No –saco un pañuelo de mi bolsillo y se lo ofrezco–. Tu madre ha muerto, tienes todo el derecho de llorar.

La chica acepta el pañuelo y se limpia la cara con él, e incluso se suena la nariz. Lo mira ya todo sucio de agua y polvo y lo arruga entre sus manos.

–Gracias. Lo limpiaré y te lo devuelvo.

–No es necesario. Lo necesitas más que yo.

–Gracias –repite y comienza a jugar con el pañuelo entre sus dedos.

–¿Y tu padre?

–Él está arriba.

–¿Solo?

–Está bien –dice con un toque de duda.

–No lo creo. No por ser adulto significa que esté bien. Quizás está esperando que vayas para poder llorar juntos. Él también necesita tu consuelo.

–Supongo...

–Ve –la aliento–. Te necesita.

La nefilim parece pensarlo antes de lanzarse contra mi en un abrazo. Me quedo sorprendido, pero con cuidado la rodeo con mis brazos. Después de un momento, se retira y levanta con cuidado para caminar a la puerta.

–Por cierto, mi nombre es Marine –dicho esto cierra la puerta.

–Marine –repito seguro de que no será la última vez que la vea.

Marine __

La habitación de mi madre emana un aroma de tristeza. Desde antes que me acercara pude notar que nada bueno saldría de ahí, pero en ese cuarto se encuentra la mujer que me crío por tanto tiempo, la mujer que estuvo a mi lado cuando soñaba con la muerte de mi familia, y esa mujer merece un último adiós.
Ahí, en la cama justo al centro del cuarto, está mi madre. Su cabellera negra esparcida bellamente sobre la almohada y unos mechones en su pecho, viste un vestido blanco con encaje en las mangas y un poco en el escote, la única joya es su collar de rubí en el hueco del pecho que ya no sube ni baja. Mi padre está parado frente a la cama y a juzgar por su mirada sin duda recuerda algo, quizá sus momentos juntos. A un lado de la cama, mi abuelo Robert acaricia el brazo de su hija y del otro lado, los Herondale permanecen juntos.
Camino con cuidado hasta mi padre, quien no se mueve y con cuidado y en silencio, lo abrazo de la cintura. Él me rodea los hombros con su propia mano un poco temblorosa.

–Me alegro que estés aquí –susurra sin dejar de ver a mi madre.

No recuerdo mucho de mis padres biológicos, más que sonrisas y cenas deliciosas, tal vez un "te amamos, Marine" dicho antes de dormir. No los vi morir, ni ellos me vieron crecer.

–Tenía que estar –miro a Isabelle, mi otra madre, otra que estará en mi memoria.

Simon, mi otro padre, no responde, en cambio me da un beso en la coronilla y nos quedamos en silencio, tratando de mantenernos fuertes ante la imagen frente a nosotros.

~Idris (cementerio / cripta Lightwood)~

•*•*•

A la mañana siguiente, los hermanos silenciosos acudieron para llevarse el cuerpo de Isabelle a la ciudad silenciosa. Esa misma tarde se construyó su pira y fue entregada a su familia para ser sepultada en la cripta Lightwood.
Alec se rehusó a asistir a la ceremonia, prefirió encerrarse en su cuarto junto a Lucas. Ahora, en el cementerio, estaba solo, pues Lucas no era oficialmente parte de la familia y Catarina y Magnus decidieron no asistir. Alec sabía que lo había arruinado, pero en este momento lo único que pensaba era que los hermanos llegaban cargando una vasija de oro brillante como Isabelle.
Le ofrecieron la vasija al Cónsul Rosales, quien les dedicó una respetuosa reverencia antes de caminar hacia la cripta y depositar las cenizas. Después hizo una señal y Simon, Jace y Robert, cerraron la cripta con la lápida de mármol.

–Ave atque vale, Isabelle Sophia Lightwood.

–Ave atque vale, Isabelle Sophia Lightwood –repitieron todos los presentes, menos Jace, las palabras del Cónsul.

Al ver que no había dicho las palabras, todos miraron a Jace incrédulos de que no se despidiera de su hermana.

–Isabelle merece más que la despedida usada para todos. Ella merece una despedida única, tal como ella era. Recuerdo que siempre dijo que el francés era su lengua preferida, le parecía romántica y melodiosa. Así que... –Jace se aclara la garganta antes de hablar– Adieu ma soeur. [*]

–Adieu ma soeur –repitieron los demás, en completo acuerdo con las palabras de Jace.

....

[*] Adieu ma soeur: Adiós, hermana mía.

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