Mi conquista tiene una lista...

Door InmaaRv

8.4M 630K 599K

Durante mis diecisiete años de vida, me han roto el corazón muchas veces. Por eso hace un par de años decidí... Meer

Prólogo
La lista
1 | Crónicas de un sujetador extraviado.
2 | Devuélveme mi guarda-pelotas.
3 | Último día de vacaciones.
4 | Algo que oscila es un oscilador.
5 | Una llamada desastrosa.
6 | No te mueras todavía.
7 | Alevosía hogareña.
8 | Consecuencias.
9 | Pídeme una cita.
11 | Me llaman Rabia.
12 | De vuelta a casa.
13 | Persiguiendo una exclusiva.
14 | Fin del trato.
15 | Verdaderas intenciones.
16 | El arte de ser predecible.
17 | Una cita de verdad.
18 | Un puñado de ilusiones.
19 | Rompiendo las barreras.
20 | Hacernos felices.
21 | Feliz cumpleaños.
22 | Confesiones nocturnas.
23 | La habitación de Noah Carter.
24 | Contando mentiras.
25 | Ex mejores amigos.
26 | Música, maestro.
27 | Aterrizaje forzoso.
28 | Tienes mucho que perder.
29 | Volver a casa.
30 | Rompiendo las reglas.
31 | Con los pies en el suelo.
Epílogo
Extra | 1
Extra | 2

10 | Tienes un concepto de cita horrible.

197K 17.8K 17.9K
Door InmaaRv

10 | Tienes un concepto de cita horrible.

No se me da bien maquinar cosas. Supongo que por eso todos los planes que ideo, por sencillos que sean e insignificantes que parezcan, acaban en desastre. Debe de ser uno de los efectos secundarios que tiene ser perseguida por la mala suerte. Sin embargo, y quizás esto me convierta en una idiota sin remedio, nunca dejo de intentarlo. Planifico cosas sin parar.

Un ejemplo de esto último es Noah Carter. O, más bien, lo que estoy tramando en contra de Noah Carter.

Como soy más que consciente de mi tendencia a estropearlo todo, decidí estructurar mi «plan» en dos fases concretas. Para describir la primera, escogí el nombre «entrevista» porque considero que se adecua bien a ella, y llamé «huida» a la segunda. Y, aunque suene sucio, aunque parezca rastrero, es exactamente eso lo que pensaba hacer.

Asistiría a mi cita con Noah, le haría la entrevista y conseguiría tanta información como me fuera posible para escribir mi artículo. Después, una vez que él ya hubiese cumplido la suya, yo rompería mi parte del trato. Me ocuparía personalmente de que el chico bailarín no volviese a saber nada de mí jamás.

Desaparecería de su vida, aunque eso significase tener que pasarme los recreos encerrada en el baño del instituto.

Claro que no contaba con algo que suele presentárseme muy a menudo: los inconvenientes.

En concreto, el inconveniente de metro ochenta que me observa desde el otro lado del umbral.

Hace tiempo que Matthew Blackwell dejó de ser de mi agrado, y creo que esa es la razón por la que me siento de esta manera. Pese a que trato de ocultarlo, tengo los nervios a flor de piel. El pánico recorre mis venas y la ansiedad aprieta mis pulmones, como cada vez que él está cerca. Quiero hablar, pero tengo la garganta seca.

Mientras tanto, mi exnovio me mira con una media sonrisa en los labios. Sus ojos oscuros, cuyo color se asemeja al de la tierra húmeda, se agrandan cuando enarca las cejas.

No me gusta esta situación. Al contrario: me aterroriza.

Pero no pienso dejar que lo sepa.

—Abril Lee —pronuncia, saboreando cada una de las sílabas de mi nombre—. Quién lo diría. Ha pasado mucho tiempo.

Está mintiendo, en todos los sentidos. Habla como si no me hubiese visto esta mañana, discutiendo con Noah en el pasillo, y supongo que quiere hacerme creer que ve nuestra ruptura como algo lejano, aunque haya pasado menos de un año.

De nuevo, me veo opacada por sus aires de superioridad. Sus palabras, y todo él en general, hacen que me sienta humillada. Aunque sospecho que se debe a lo incómodo que es todo esto: hace menos de doce meses que le dejé y ahora estoy parada frente a su puerta, siendo incapaz de pronunciar una palabra.

—¿Qué haces aquí? —añade, con cierta sorna. La forma en que me mira, como si creyese que he venido a verle a él, me saca de quicio. Fuerzo mi voz para que salga de dondequiera que estuviese escondida.

—Estoy buscando a Noah.

Matthew sube las cejas todavía más.

—A Noah —repite. Apuesto a que piensa que es mentira.

—¿Está ahí dentro?

Tratando de olvidar lo mucho que me incomoda su cercanía, me inclino para echarle un vistazo al interior de la casa. No obstante, el engendro es más rápido y me cierra la puerta casi del todo, hasta que no puedo ver más que su rostro.

Ahí es cuando me doy cuenta de que las cosas van a empezar a irme mal.

Como el noventa y nueve por ciento de las veces.

—¿Había quedado contigo? —inquiere, repentinamente interesado.

Aprieto los puños. Ojalá tuviese un tenedor bien afilado a mano ahora mismo.

—No es asunto tuyo. ¿Puedes decirme dónde está?

—Habíais quedado —insiste, y ya lo da por hecho. Acto seguido, sus labios se curvan en dirección al cielo—. Siento ser yo quien te diga esto, pero Noah no está aquí. De hecho, todavía le falta mucho para llegar. Qué cosas, ¿no? Que haya quedado contigo aun cuando sabía que tenía cosas de hacer... Me parece que lo que pretendía desde el primer momento era dejarte plantada. —Chasquea la lengua—. Una lástima.

Nada más escuchar eso, noto cómo algo se resquebraja en mi interior. No es tanto por la cita, sino por lo humillada que me siento en este momento; aunque me moleste admitirlo, creo que eso suena a algo que haría Noah Carter.

La sonrisa de Matthew es tan grande, tan amplia, que apenas le cabe en la cara. Me doy cuenta de que no tengo nada más que hacer aquí, y obligo a mis piernas a moverse ya que necesito que me saquen de esta casa lo antes posible. No pienso contestar a lo que mi exnovio acaba de decirme; sé que estaría dándole la atención que busca, y no se la merece. No tras todo lo que me hizo pasar.

No voy a dejarle ganar de nuevo.

—Es una técnica curiosa, la verdad. —añade a mis espaldas, pero no me detengo.

—Adiós, Matthew.

—Aprovechas que mi primo acaba de dejarlo con su novia para lanzarte a sus brazos. Tengo muchos adjetivos para describir a las mujeres que hacen eso, pero, dado que a ti ni siquiera te ha funcionado, creo que voy a tener que buscar uno nuevo para ti. «Patética» estaría bien.

Sé que debería seguir andando, mas no resisto el impulso de frenar en seco.

—Mira... —comienzo a decir, con la rabia fluyendo por mis venas, mientras me doy la vuelta, pero él no me deja continuar:

—Sospechaba que todavía no me habías superado, pero no creí que pudieses caer tan bajo. ¿Enrollarte con mi primo, solo para darme celos? Por favor.

Pestañeo. No sé qué me sorprende más: que crea que hay algo entre Noah y yo, o que piense de verdad que hago esto por él.

—No eres el centro del mundo, Matthew. Olvídame de una vez.

El engendro empieza a acercarse.

—Bueno, hasta hace poco era el centro de tú mundo —recalca.

Pese a que me gustaría tener argumentos contra eso, sé que es cierto. El matiz está en el pretérito imperfecto del verbo: antes lo era, pero ya no. Ya nunca más. No pienso volver a caer en algo así. Por desgracia, aunque me encantaría hacérselo saber, las palabras no me salen de la garganta.

En un vergonzoso intento de escapar, empiezo a darme la vuelta. Justo entonces, un joven de pelo oscuro asoma la cabeza por encima de la valla que rodea la casa. El corazón me salta de la alegría, por mucho que me moleste admitirlo.

Lo único que siento al ver a Noah Carter, después de todo lo que ha pasado, es alivio.

—Perdón por llegar tarde. El coreógrafo se ha enrollado un montón y me ha costado muchísimo escaparme sin que Karinna me viene salir. Va a enfadarse bastante cuando note que me he ido. Espero que el sitio al que tienes planeado llevarme esté lejos de la academia, porque saldrá a arrancarme la cabeza si ve que estoy saltándome parte de los ensayos para estar contigo. —Habla tan rápido como siempre que le pillo desprevenido. No es hasta que se da cuenta de que no tengo ni idea de lo que está hablando, que empieza a darme explicaciones válidas—: Karinna es mi pareja de baile. Está obsesionada con los ensayos, y créeme cuando te digo que no va a gustarle ni un pelo tener que sustituirme por una fregona para poder practicar nuestra nueva coreografía... —Esboza una pequeña sonrisa—. En fin, la verdad es que me alegro de que sigas aquí. O de que hayas venido, en general. No creí que fueras a presentarte. Fui un idiota esta mañana. Lo siento por eso también.

Demasiada información de golpe. La cara de Matthew es un poema y la mía sigue exteriorizando la ansiedad que condena mi estómago, pero Noah no parece darse cuenta de nada. Tras pasar por mi lado, termina de subir las escaleras y deja su bolsa de deporte sobre el umbral de la puerta. Entonces, palmea el hombro de su primo, que se ha quedado de piedra.

—Hablando de idiotas... —canturrea, visiblemente divertido—. ¿Qué haces aquí, primito? ¿Acaso estabas intentando asustar a mi cita?

Quizás no debería, pero me reconforta que actúe de esta manera. Está haciendo que Matthew se trague sus palabras, casi sin darse cuenta.

—¿Tu cita es ella? —inquiere mi exnovio, señalándome con un dedo. Me pregunto dónde estará Tom; porque al engendro le hace falta tomar clases de buenos modales.

Noah hace una mueca. No puedo dejar de mirarle. Me fijo en que tiene el pelo ligeramente húmedo, y lleva unos vaqueros ajustados negros y una sudadera del mismo color, con un estampado horrible.

—En realidad, creo que sería más correcto decir que yo soy su cita. —Vuelve a descender por las escaleras para detenerse a mi lado—. ¿Adónde vas a llevarme, Lee?

Digo lo primero que se me ocurre, porque sé que eso hará que Matthew piense que su presencia no me importa lo más mínimo, y rezo porque Noah me siga el juego.

—A la academia.

Él sonríe.

—¿Vas a dejar que me arranquen la cabeza en nuestra primera cita?

—¿No te gusta la idea?

—Al menos, asegúrate de grabarlo y subirlo a Internet. Podríamos ganar una fortuna.

—Y que lo digas. Quizás bastaría para comprarte una cabeza nueva.

—Me gusta como piensas. —Sus ojos marrones se clavan, divertidos, en los míos—. Sería un placer hacer tratos contigo, Abril.

Fuerzo una risita debido a que, a diferencia de mi exnovio, yo sí he entendido la referencia. Mientras siento la ardua mirada del engendro sobre mí, le hago un gesto a Noah para que nos marchemos. Siento que he ganado este asalto, pero prefiero salir huyendo antes de que volver a jugar otro. Ha sido pura suerte.

Gracias a Dios, él no pone pegas en hacer lo que le pido. Me ruega que le espere durante un segundo, ya que tiene que ir a subir sus cosas, pero Matthew se ofrece, para sorpresa de todos, a hacerlo en su lugar. Sin haber puesto siquiera un pie en casa, Noah se lo agradece y le hace una advertencia, que tiene algo que ver con Tom y su manía de dibujar cosas obscenas en las paredes, antes de seguirme fuera de la parcela.

—¿Iba en serio lo de llevarme a la academia? —indaga, una vez que hemos doblado en la esquina de la calle—. Porque, si Karinna te ve, apuesto a que querrá matarte a ti también.

Falseo una sonrisa.

—Ni siquiera sé dónde está.

—Algún día te llevaré.

—¿Qué te hace pensar que me gustaría ir?

Le miro de reojo. Parece ser incapaz de quedarse quieto. Apurando el paso, da unos pequeños trotes, con las manos en sus bolsillos, y empieza a caminar de espaldas. De esta manera, quedamos cara a cara.

—Punto número siete —responde, y no hace falta que añada nada más. Estoy a punto de decir algo al respecto, con lo que quizás acabe de dejarme en ridículo, cuando veo cómo frunce el ceño—. ¿Estás bien?

De inmediato, empiezo a ponerse nerviosa. ¿Se habrá dado cuenta de la tensión que había entre Matthew y yo? ¿Habremos sido, yo y mi alivio, demasiado obvios cuando le hemos visto llegar? ¿Sabe algo de la relación que mantuve con su primo hace unos meses? ¿O, por el contrario, nadie le ha contado nada todavía?

Aunque, ¿acaso importa algo de eso? No volveré a hablar con él después de esta tarde. Lo que ha pasado hace unos minutos, en su casa, me ha confirmado una teoría que hace tiempo que estaba formulando: Noah Carter, toda su familia en general, es sinónimo de problemas.

Mientras más lejos estemos el uno del otro, mejor.

Sin embargo, pronto descubro que el chico bailarín no estaba refiriéndose a lo que yo creía.

—Dame algo —me pide, extendiendo una de sus manos—. Vas cargadísima y yo tengo las manos libres. Haces que me sienta mal conmigo mismo.

Supongo que se debe a la emoción de estos últimos momentos, pero no me había dado cuenta antes de que tiene razón. Como no pienso dejar que toque mi portátil, le tiendo la mochila rosa que llevo colgada a la espalda. Es de tamaño reducido, y se ve realmente ridícula cuando Noah se la echa al hombro, pero yo no digo nada y a él no parece importarle, así que seguimos andando.

Me permito pasarme los siguientes cinco minutos de trayecto en silencio. Aunque me gustaría haber vuelto al café Daiana, solo por lo buenas que están sus patatas fritas, sé que ir allí con Noah sería un error. Únicamente serviría para hacerle recordar lo sucedido con Jason y su exnovia, y yo necesito que se concentre en la entrevista, por lo que decido caminar un poco más y arrastrarle hasta una cafetería que, pese a que no tiene tan buena fama, está libre de recuerdos de infidelidades.

—Así que tu "concepto de cita" consiste en traerme a un cuchitril algo... descuidado, en donde sirven chocolate y bebidas con cafeína —comenta mientras nos adentramos en el local. Yo ruedo los ojos, mas no respondo, y voy a sentarme en una de las mesas más alejadas de la puerta—. Desde luego, creo que no volveré a dejar que tomes la iniciativa en estas cosas.

—Cállate.

Se acomoda frente a mí, observándolo todo a su alrededor. Entre tanto, yo me dedico a sacar los cuadernos de mi mochila mientras dejo que se encienda el portátil.

—¿Qué quieres tomar? Yo invito. —Escucho, y levanto la cabeza para mirarle con las cejas alzadas—. Vamos, te lo debo. Me quedé con tu lacito.

Ahora que estamos solos, no tengo razones para fingir que sus comentarios me hacen gracia; de modo que me mantengo seria. Pero, como apenas he traído dinero, acepto su oferta y le digo mi comanda. Noah se levanta de inmediato para ir a pedir a la barra. Cuando vuelve, cargado con dos pequeñas tazas de café, ya he terminado de preparar todo lo que necesitaremos para la entrevista.

Me inclino para poner la grabadora de voz, que está encendida, en el centro de la mesa.

—Me siento como el sospechoso de una serie policiaca —confiesa, tras tenderme mi vaso—. ¿Va a interrogarme, inspectora?

Ruedo los ojos.

—Empecemos una vez. —Leo en mi cuaderno la primera pregunta—. Necesito tu nombre completo, edad y centro de estudios.

Él le da un sorbo a su café, intentando hacerse el interesante. Sin embargo, justo cuando el líquido negruzco hace contacto con su paladar, arruga el rostro en un mohín que hace que me entren ganas de reír.

—Dios mío, esta cosa está horrible.

Es un idiota.

—Céntrate, Noah.

—Pero si seguro que ya lo sabes todo: Noah Carter, dieciocho y, por si todavía no te has dado cuenta, voy al mismo instituto que tú.

Su tono aburrido de voz me saca de mis casillas; no obstante, prefiero no prestarle más atención de la necesaria y escribo sus datos en mi portátil. Lo sabía todo, es cierto, menos una cosa. Creía que teníamos la misma edad, pero parece ser que es un año mayor.

Debe de haber repetido curso alguna vez en su vida.

—¿Cuándo empezaste a bailar?

—¿A bailar? —Junta las cejas.

—Oye, ¿vas a estar cuestionando todo lo que digo?

—No, no —se apresura a responder—. Es solo que... bueno, no sabía que la entrevista iba a ser acerca de eso. Nadie en el instituto sabe que bailo. Yo creía que tu artículo iba a tratar sobre mi alto conocimiento en tecnología. —Hace una pequeña pausa para mirarme a los ojos, más serio que nunca—. No pienso hablar sobre el baile.

Me da un vuelco el corazón. Parece estar siendo sincero, y los nervios me roban hasta la última gota de aire que queda en mis pulmones. En efecto, esta mañana no me preocupé de preguntarle cuál era su talento oculto; porque hace tiempo que soy consciente de él. Pensé que Noah creería que me había enterado en clases, quizás por culpa de mi extraña alumna ayudante; y que no había razones por las que él pudiese pensar que había estado espiándole desde mi ventana.

No obstante, si es verdad eso de que nadie sabe a qué se dedica, ¿cómo voy a explicarle que yo sí?

—¿Escribiré el artículo sobre tecnología? —le pregunto, antes de que él pueda decir nada más, y la voz me sale ocho tonos más aguda.

—Sobre osciladores.

—Pero...

—Que oscilan.

Me basta con ver la sonrisa que adorna su rostro para entenderlo todo.

—Voy a darte un puñetazo.

Entonces, empieza a reírse. A sabiendas de que está burlándose de mí, hago ademanes de querer recoger mis cosas para irme de aquí. Noah me agarra del brazo para evitar que me levante.

—Solo era una broma —dice, como si fuera divertido, aunque no lo es—. Empecé a los cinco años. ¿Qué más quieres saber?

Cojo aire y hago esfuerzos por tranquilizarme. Solo tengo que pensar en que, después de esta tarde, no volverá a tener la oportunidad de ponerme de los nervios.

—¿Cuántas horas ensayas al día?

—Demasiadas. ¿Cómo eres capaz de entender lo que pone ahí? —añade, echándole un rápido vistazo a mi cuaderno—. Parecen jeroglíficos.

—¿Cuántas horas? —insisto.

—Ya he respondido a esa pregunta.

—Quiero un número, Noah.

—Depende de cada ocasión. A veces, el coreógrafo se marcha y Karinna me obliga a seguir practicando. Pon dos, como mínimo. Quizás tres. —Esta información sí que me resulta mucho más útil. Antes de que me dé tiempo a continuar con el interrogatorio, Noah parece acordarse de algo—. Por cierto, y hablando de jeroglíficos, hay unas cosas que no entiendo en tu lista.

Resisto el impulso de morderme el labio. Ya decía yo que las cosas estaban yendo demasiado bien.

El chico desbloquea su teléfono móvil, que está sobre la mesa, y pulsa sobre el icono de la galería. De nuevo, la fotografía mi lista se ilumina en la pantalla. La ansiedad me sube por el estómago; no puedo hacer más que pelear por seguir con la entrevista e ignorarlo.

—¿Dices que Karinna es tu pareja de baile?

—Sí. ¿Por qué la número veinte está vacía?

—¿Cuánto tiempo lleváis ensayando juntos?

—¿Te quedaste sin tinta en el bolígrafo o algo así?

Aprieto los dedos entorno a la superficie de mi libreta.

—Yo hago las preguntas.

Él frunce el ceño y levanta la cabeza. Me mira de arriba abajo, gesto con el que consigue hacerme sentir incómoda.

—Tienes un concepto de cita horrible. Estás interrogándome y ni siquiera dejas que yo haga lo mismo contigo.

Pongo los ojos en blanco.

—Esto ni siquiera es una cita.

Solo estoy aprovechándome de su talento para salir beneficiada. Solo eso.

—Ya, bueno. ¿Eso significa que estoy obligado a repetir la número dos?

—En absoluto —corro a contestar—. Retiro lo dicho. Esto es una cita, y yo la he organizado, así que cierra la boca y responde a mis preguntas.

Soy tan rotunda que no le queda más remedio que hacerme caso. Tras soltar un suspiro, apoya los codos sobre la mesa y ladea la cabeza.

—Llevo bailando con ella desde hace años. Nos pusieron juntos porque somos de la misma altura y tenemos una edad parecida, aunque tengo la ligera sospecha que seguimos así porque yo soy el único capaz de soportarla —Esboza una sonrisa, que se borra en cuanto me ve teclear—. No vayas a incluir eso en tu artículo. Me mataría.

Niego con la cabeza. No conozco a esa tal Karinna, pero apuesto a que es al contrario: dudo que haya mucha gente que pueda aguantar a este chico.

—No iba a hacerlo.

—Vale. —Devuelve su atención a la pantalla del dispositivo móvil—. Por cierto, ¿te han dicho alguna vez haces las emes al revés?

—Siguiente pregunta: ¿te dedicas a esto de forma profesional?

—Anda, y también las enes.

—Noah...

—Y las eñes. —Levanta la cabeza para mirarme—. Para entender esto, voy a tener que girar la imagen.

Me repito más de diez veces lo importante, lo necesario, que es ser paciente.

—Responde a mi pregunta.

—Supongo que sí. He participado en muchos certámenes, pero no sé si seguiré haciéndolo en un futuro. Tengo pensado estudiar en la universidad. —Vuelve a las andadas—: No tengo que cumplir los puntos en orden, ¿verdad?

Está poniéndose muy pesado, y confieso que me da algo de pena, por lo que decido resolver algunas de sus dudas.

—No, no tienes que hacerlo. ¿Qué bailas, en concreto?

—Hago bailes de salón. ¿Cuándo podría ser un buen momento para intentarlo con el siguiente punto?

—Nunca. —Añado—: ¿Qué tipos de baile de salón?

—De todo un poco. Ah, y creo que voy a hacerlo ahora. ¿Qué te parece el punto número catorce?

Desearía tener mi lista conmigo ahora mismo, porque no me acuerdo en qué consistía ese en particular. Aun así, la idea de que haga uno más me desagrada muchísimo.

—Me parece fatal. ¿Quién te monta las coreografías?

—En la academia tenemos a alguien que se encarga de eso, aunque Karinna y yo solemos aportar muchas ideas. —Entonces, bloquea el móvil y clava sus ojos oscuros en los míos—. Veamos, Abril. No debe de ser muy difícil aprender una cosa nueva sobre ti. Probemos con algo sencillo. ¿Me dejas adivinar tu color favorito?

No sé si reírme o salir corriendo.

—¿Cómo se llama tu coreógrafo?

—Danny. —Sigue mirándome—. Seguro que es azul.

—El punto número catorce se refiere a algo más... personal, que mi color favorito.

Hace una mueca.

—Bueno, pero es el azul. ¿A que sí?

—¿Qué te hace pensar eso?

—A todo el mundo le gusta ese color.

—No tengo una mente tan básica, Noah —respondo, aunque es mentira, porque la tengo y porque adoro esa tonalidad.

Al escucharme, él se lleva una mano al pecho, como si acabase de romperle el corazón.

—¿Estás llamándome «básico»? —Actúa como si fuese una celebridad enfadada—. Hablaré con mis abogados de esto.

Me odio por ello, pero consigue sacarme una sonrisa. Curvo los labios en dirección al cielo, mientras considero la idea de incluir algunos de sus gustos personales en mi artículo.

—Así que tu color favorito es el azul —comento, medio distraída.

Él niega con la cabeza.

—No, es el rojo. Lo siento, solo quería hacerte sonreír.

Un molesto cosquilleo se adueña de mi estómago.

—Eso no estaba en la lista —le recuerdo.

—Lo sé, pero me he dado cuenta de que no lo haces muy a menudo.

Se equivoca. En realidad, sonrío a todas horas; aunque no cuando él está cerca. Se nota que nunca me ha visto en compañía de mi mejor amigo.

—El rojo, entonces —me limito a decir, mientras finjo apuntarlo en mi ordenador.

—Sí. —Me señala con la cabeza—. Como el color de tu camiseta.

No miro hacia abajo, ya que me vería como una idiota, pero me muero de ganas de hacerlo.

—De haberlo sabido antes, me había puesto otra.

Ahora soy yo la que le hace sonreír a él.

—Eres un amor.

Sobra decir que está siendo sarcástico.

Me quedo unos minutos observando sus ojos, y paseo la mirada por el pequeño hoyuelo que le sale en la mejilla izquierda, hasta que me doy cuenta de que mi comportamiento está fuera de lugar. Bastante cohibida, me aclaro la garganta antes de devolverle mi atención al cuaderno. Tengo que recordarme que mi plan cuenta con dos fases, y que la segunda es más que esencial.

Me preparo para continuar con las preguntas, pero él se inclina sobre la mesa, con los brazos cruzados, y me dice:

—¿De verdad te gustaría aprender a bailar?

Trago saliva. La curiosidad puebla su rostro, mientras yo lucho por no olvidar que, siendo familia de alguien como Matthew, Noah Carter no va a traerme más que problemas.

Trato de auto-convencerme de que quiero, y debo, alejarme de él lo antes posible.

Y ruego porque funcione.

—Sigamos con la entrevista —le digo, en lugar de responder. De mi cuenta corre que nunca llegue a tener la oportunidad de cumplir ese punto de la lista.


2. Me pida una cita.

• ────── ✾ ────── •

N/A: ¿Me ayudáis a inventar un nombre con el que shippear a nuestros protagonistas?

REDES SOCIALES DE LA AUTORA

Ga verder met lezen

Dit interesseert je vast

132K 12.1K 27
Hyunjin es el chico más guapo y coqueto de la preparatoria, Felix es un chico estudioso y el líder del club estudiantil. ¿Podrá Hyunjin lograr que Fé...
104K 9K 49
ᯓ𝑳𝑶𝑽𝑬𝑹 ᝰ.ᐟ ➛ 𝑷𝒆𝒓𝒄𝒚 𝑱𝒂𝒄𝒌𝒔𝒐𝒏 Fanfiction ┋En donde Winfred ┋parece ser menos ┋amargada cuando ┋ese chico nuevo ┋lle...
215K 16K 27
Escucho pasos detrás de mí y corro como nunca. -¡Déjenme! -les grito desesperada mientras me siguen. -Tienes que quedarte aquí, Iris. ¡Perteneces a e...
78.9K 9.7K 32
LONELY HEARTS CLUB ﹝barbie movie﹞ ˚✧ . ˚ 🧁💗💐🌈💄🦄🍭🩰 ˚✧ . ˚ 𝒅𝒐𝒏𝒅𝒆 . . . una bratz y una barbie se embarcan a un viaje al mundo real po...