Malec ¿otra vez?

By scar02

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Alec ama a Magnus y Magnus ama a Alec, eso todos lo saben. También saben que su relación tuvo algunos altibaj... More

Prólogo: Deseo
Dorado
Bebés
Cuidados
Tiempo
Juntos
Turnos
Partenidad
Inquisidor
Tratos
Mami
Papi
Clace y Sizzy
Prioridades
Heline
Confusión
Decisión
Pesadillas
Cumpleaños
Prohibido
Verdad 1/2
Verdad 2/2
Mentiroso
Sí y no
Paloma
Clarividencia
Apoyo
Novio
Me gustas
Lorina
Cachetada
Engaño
Llamas
Despedidas
Paz
Trivialidades
Lágrimas
Otra vez
Inestable
Escucha
Impuntual
Brindemos
Perú 1/3
Perú 2/3
Perú 3/3
Celos
Malec
Cambios
Seguro
Perdido
Lightwood Bane
Fiesta
Matrimonio
Epílogo: Recuerdos
~Extra~

Reunión

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By scar02

DOS AÑOS Y MEDIO DESPUÉS

~Nueva York (Instituto)~

Clary --

–¡Vamos, corre! –grita Lucas divertido a Alec.

Alec acelera el paso, pero Lucas es mucho más ágil con sus piernas delgadas y largas.

–¡Falta un minuto! –aviso viendo el reloj en mi muñeca.

–Alec es muy lento –se queja Lucas sin detenerse en la pista–. ¡Deberías darle unos veinte!

–¡No, sólo tiene un minuto!

Alec parece alterado por mis palabras, da grandes zancadas intentando atrapar al escurridizo chico.

–¡Tiempo! –grito y hago sonar mi silbato.

Lucas se detiene, pero Alec no alcanza a frenar. Termina chocando con el más alto y queda encima suyo.

–¡Gané! –Lucas besa su nariz– Me debes tu postre de esta noche.

–Sólo porque te di ventaja –se defiende Alec–. Sino, nunca me hubieras ganado.

–Eres adorable cuando crees que eres mejor
–Lucas se levanta de un salto y le da otro beso en la mejilla–. Por estos mementos me gusta que seas mi novio.

Alec se sonroja y le dedica una sonrisa dulce antes de regresarle el beso en la frente.

–A mí también me gusta –susurra un tanto apenado.

–Hora de bañarse –los interrumpo–. Qué buen ejercicio.

–Gracias, tía Clary –Alec se acerca y me abraza–. Vuelvo enseguida, Lucas.

–¡Nos vemos en el invernadero! –grita Lucas antes de que Alec se pierda en algún punto del pasillo.

–¿Puedo practicar libre, Clary? –Lucas toma una espada curva.

–Pero no te excedas –le advierto–. Recuerda que tienes que estar listo a las siete.

Lucas asiente y comienza a hacer ejercicios de sombra. Salgo de la sala y miro mi reloj que marca las cuatro de la tarde con treinta y ocho minutos. Lo dejaré en paz hasta las cinco.
En estos dos años nada ha cambiado. Lucas y Alec siguen siendo novios, y como tal aprovechan cada vez que se ven para reír, jugar y besarse. Se ven felices, no diré que no, pero... algo me dice que esto no es correcto.

–¡Mamá! –Amatis se detiene bruscamente frente a mí– ¿Cuál debería ponerme? –me muestra dos vestidos cortos.

Uno es morado con pedrería y tutú, el otro es verde liso y simple con un moño adornando la cintura. Amatis heredó mucho de Jace. Es rubia de ojos dorados y con pecas en las mejillas. Jonathan es igual a ella, sólo que sus ojos son verdes y no hay rastro de pecas.
Sin duda a ella le quedará mejor el morado.

–Este –señalo mi elección.

–Gracias, mamá –Amatis me da un beso en la mejilla y sale corriendo en dirección a su cuarto.

Camino hasta la cocina donde algo huele delicioso. Me acerco sin preocupación hasta encontrar a Jace frente a la estufa revolviendo algo. Marine lo observa atentamente.

–¿Qué cocinan?

–Un guisado de España –responde Marine–. Lo preparamos para la ocasión.

–Pero Magnus no es español.

–¿Y? Este se veía rico en internet, tío Jace se ofreció a ayudarme.

–Suerte que no fue tu madre –dice mi esposo–. O Magnus querría irse por otros dos años.

Marine ríe y vigila el estofado.

–¿Tío, puedes bajar la lumbre?

Jace obedece de inmediato.

–Muy bien, parece que tienen todo bajo control aquí. Iré a ver a Jonathan y Megan.

–Adiós, amor.

–Adiós, tía.

Me despido con la mano y salgo de regreso al pasillo. Subo directo al cuarto de mi hijo, donde escucho risas y la cama crujir.
Abro la puerta y veo a mi hijo en la cama con los brazos al rededor de Megan. Ella es una loba que parece entenderse demasiado bien con mi hijo.

–¿Ya te bañaste? –pregunto con mis manos en la cintura.

–Mamá, aun falta mucho –se queja cual niño–. Magnus no llegará en este momento.

–Es un brujo, podría aparecer justo aquí, justo ahora.

–¿Acaso quieres que salga con él? –pregunta con ese tono Herondale.

–Megan, ¿te podría pedir...?

–No se preocupe, ya me iba –Megan se levanta y pasa a un lado de Jonathan, no desaprovecha para tocarle el trasero–. Adiós, Jonathan.

–Adiós, Meg –se despide mi hijo con una sonrisa.

Miro a mi hijo como si fuera un mancha sucia en el baño.

–¿Qué?

–Jonathan Herondale, tienes doce años, no permitiré que te dejes tocar por una chica tres años mayor.

–Mamá, ella no...

–¿Crees que soy ciega? Porque déjame decirte que vi perfectamente como te tocó el trasero frente a mis narices. Ahora quiero que te bañes.

Sin esperar respuesta salgo del cuarto cerrando de golpe. ¿Cómo se atrevió a creer que lo dejaría ser un Don Juan? Ni loca.

–¡Mami! –chilla Amatis desde su cuarto a sólo tres puertas.

–¡Ya voy! –llego a su puerta abierta y veo a mi hija planchar sus rulos– ¿Qué pasa?

–¿Me ayudas con la parte de atrás?

–Claro –acepto la plancha y tomo un mechón de su delicado cabello rubio, un tanto más claro que el de su hermano.

–¿Qué hora es?

–Las... –estiro mi muñeca para ver la hora– Cinco en punto.

–Muy bien –suspira mi hija–. Tengo tiempo.

–¿Por qué te arreglas tan...? –antes de terminar la pregunta me doy cuenta– ¿Te gusta Magnus?

–¡¿Qué?! ¡No! Es... –Amatis se muerde el labio y eso me da la respuesta.

–Oh, cariño –dejo la plancha en la cómoda–. Magnus es un gran chico, pero es tres años mayor que tú... y además no creo que te vea como algo más que una amiga.

–Pero nunca lo sabré si no lo intento –responde mi hija.

–Cariño, Magnus es... es gay y no creo que tú le intereses.

De acuerdo, es mentira, pero tal vez eso la desanime.

–Pero por lo que investigué, Magnus antes estuvo con una vampira, una mujer. Quizá tenga oportunidad ¿no?

Sus ojos dorados me ven tan cargados de esperanza, no me queda de otra que sonreírle y abrazarla.

–Sólo recuerda que si no funciona, tu mundo no se acabará.

–Lo sé, soy una Herondale.

Alec ••

Llego con un poco de torpeza al invernadero. Ahí está Lucas, esperándome en las escaleras de espiral, su cabello café cae en hondas hasta los hombros y sus ojos verdes ven algo que yo no puedo. Respiro para darme valentía y caminar a mi novio. Aún me suena extraño pensar en Lucas de esa forma, pero eso es lo que es, eso es lo quise que fuera. Recuerdo cuando le dije a mi padre y su respuesta fue: Lo único que quiero es tu felicidad.

–Llegas tarde, pero te perdono por estar guapo –Lucas me besa y yo no me opongo.

El beso se profundiza y Lucas se acerca más a mi cuerpo bajando de las escaleras, se acerca tanto que  en un momento nuestros cuerpos están juntos, separados únicamente por nuestras ropas. Soy yo el que lo termina.

–Tú también estás guapo –miro sus ojos verdes–. Hueles bien.

–Es fresa –peina su largo cabello hacía atrás–. ¿Te gusta?

–Prefiero los olores un poco más fuertes, como el sándalo.

–Tomo nota –Lucas toma mi cintura–. ¿Algo más que deba saber?

–Sí. No se peguen tanto en un lugar público –nos riñe una voz al fondo.

Mis mejillas se tiñen rápidamente de rojo y me separo de Lucas. En la entrada está mi hermana que parece querer saltar al cuello de Lucas.

–Isabelle, lo sien...

–Entiendo que sean novios, pero les pediré que si quieren hacer algo más vayan a un cuarto –me interrumpe–. Lucas, tu madre Aline me envió, dice que necesita ayuda con la mesa.

–Enseguida voy –responde amable y se acerca a mi oído para susurrar–. Mi habitación está lista.

Lucas se aleja con la cabeza erguida sin importarle la mirada asesina de mi hermana.

–Y tú –me señala Isabelle–. No irás a la habitación de nadie.

Da media vuelta y sus tacones se escuchan cual tambores con cada paso. Lucas me ha propuesto llegar al siguiente nivel, pero me da un poco de... miedo. He visto porno gay y al momento de la penetración muchos hombres se quejan del dolor. Sé que soy nefilim y soporto muy bien el dolor, pero eso sería totalmente diferente. Con suerte hemos llegado a tocarnos ligeramente por sobre la tela de nuestros interiores, pero hasta ahí, no más, aún no me siento listo. Lucas no me ha dado más que la razón, e insiste en que no hay prisa.

–¡¿Alec, puedes ayudarnos?! –grita la voz de mi sobrino Jonathan– ¡Lucas está abajo así que no tienes excusa!

Ruedo los ojos y me dirijo al comedor. Hace aproximadamente un año que comencé a pensar en Marine, Jonathan y Amatis como mi sobrinos, después de todo, son hijos de mis hermanos. Desde que Magnus se fue, sólo hemos sabido de él mediante cartas y hoy finalmente regresa. Mi padre se fue de vacaciones con unos amigos, por lo que no podrá estar presente, pero estará aquí mañana cuando salgamos todos a patinar sobre hielo.

–¿Me llamaron? –pregunto cuando llego al comedor.

–Sí –Jonathan se detiene frente a mí y coloca un gran pedazo de tela en las manos–. Coloca el mantel y después ayúdanos con las sillas.

–Sí, jefe –respondo de mala gana y arrastro el mantel hasta la enorme mesa circular.

Lo sacudo un poco antes de extenderlo sobre la lisa superficie. El mantel es de seda blanca con toques morados y brillos. >Claro que tenía que ser así, es para Magnus.<
Después de acomodar todo ya sólo faltan unos minutos para que llegue el invitado de honor. Veo ansioso la puerta y finalmente se abre.
Entra cargando una maleta de mano violeta, viste un saco cerrado color verde con los puños y cuello morado a juego con su maleta. Se ha perforado una oreja, de la cual cuelga un arete plateado y tiene los ojos delineados con un lápiz negro, sus uñas tienen esmalte rosa y su cabello en punta que da pequeños resplandores cuando la purpurina se refleja contra la luz. Es como si hubiera cambiado por completo y al mismo tiempo es el mismo Magnus que recuerdo.

–¡Magnus! –Amatis es la primera en correr y recibirlo.

Magnus suelta su maleta y abre los brazos para recibirla en ellos.

–¿Me extrañaste?

–Claro que sí –responde con una sonrisa-. Tú y tu desastre se hacían del rogar.

Isabelle se acerca junto a tía Clary, Simon, Jace, Helen y Aline, incluso Jonathan, todos terminan en un enorme abrazo.

–Te extrañé, hermano –digo cuando es mi turno.

–Yo te extrañe más –susurra antes de separarnos.

–Hola, Magnus –se acerca Lucas con la mano alzada–. Tanto tiempo, ¿cómo has estado?

Lucas. Por un segundo me olvidé de él.

–Bien –responde seco y estrecha su mano–. Pero por lo que he oído, tú has estado mejor –añade con una sonrisa torcida.

Sólo entonces notó el brillo en sus labios.

–No me quejo –Lucas se encoge de hombros–. Estoy aquí o en Los Ángeles visitando a mi familia y a mi novio.

–Debe ser duro tener que dividirse en dos sitios, ¿no has pensado agilizar eso? –de pronto el ambiente se siente un poco pesado entre ellos dos, como si sus palabras tuvieran otro sentido.

–Claro que sí. Cuando tenga dieciocho me mudaré aquí para quedarme todo el tiempo posible con Alec –de improvisto, Lucas me toma del cuello y acerca bruscamente a su pecho–. Ya sabes, mi novio.

Magnus lo ve entrecerrando los ojos y con la mandíbula apretada. >¿Qué se traen estos dos?<

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