La chica del cabello de fuego

Od Slerin

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Ella es una ignis: una clase de magos perseguidos por la muerte, condenados a morir. No tardará mucho para qu... Viac

1- Evelyn
2- Arturo
3- Un mundo nuevo
4- Peligro
5- Tensión
6- Sana y salva
7- Lobos
8- El acantilado
9- La chica del cabello de fuego
10- Ignis
11- La visión
12- Amenaza
13- Protectora
14- Colmillos
15- ¡Yo-ho-ho!
16- Problemas
17- Sirenas
18- ¡Tierra a la vista!
19- Alguien inesperado
20- Sentimientos
21- Salado y dulce
22- Esquinazo a la muerte
23- Elisabeth
24- ¿Fin del juego?
25- ¡Lucha!
27- La Asesina Escarlata
28- El Clan de la Luna
29- Pistas
30- Se ha despertado
31- El tío Kris
32- Los polos opuestos se atraen
33- El chico prodigio
34- El amor es cruel
35- Contra la luna
36- Lagunas
37- En marcha
38- El Imperio de Nieveterna
39- El príncipe Marshall
40- Belleza en lo mortal
41- Tres principiantes liantes
42- Haeky
43- La dragona
44- La muerte
45- La luz
46- Luna y Sol
47- Colegas
48- Infiltrados
49- Compañero de viaje
50- La mágica casa del guardián
51- Acusaciones
52- Desvío
53- Los cinco
54- Rivales
55- Sentencia
56- El Correccional
57- A jugar
58- Sangre
59- Sudor
60- Lágrimas
61- Frío
62- Ellos

26- Reencuentro

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Od Slerin

*Narra Vanessa*

—¿Hay algo eficaz contra vampiros? —pregunta mi hermana.

—Creo que sí... Deben de estar en alguna parte —La Sanadora busca en la caja mística—. Aquí están. Piedras solares, esto debe de funcionar.

Miro la cajita de madera. A pesar de ser del tamaño de un puño, ha salido una escoba mágica de ella.

—Quiero ir —digo con seguridad.

Jenni me mira con asombro. Normalmente ella es quien actúa.

—Hay dos escobas voladoras —dice La Sanadora—. Solo puede venir una de vosotras conmigo.

—Yo quiero ir —repito—. Soy la responsable de esto, por desatar a Elisabeth. Jamás me perdonaré, pero me gustaría hacer algo para proteger a aquellos que siguen con vida.

—Vane, no eres la responsable. Elisabeth es quien debe cargar con la culpa —dice mi hermana.

—Aún así... Estoy decidida a arriesgar mi vida, así que, por favor.

—Cielo —la abuela de Evelyn me mira con ternura—. Te mantendré a salvo.

Asiento. Intercambio miradas con Jenni y me desea suerte. La Sanadora me entrega las piedras y una escoba.

—A barrer.


*Narra Evelyn*

Jenni me ha despertado. He tenido un sueño curativo breve, pero ya puedo ponerme en pie. Conseguimos cargar con los niños hasta la casa del árbol. Los dejamos sobre una manta, con cuidado de no estropear sus sueños curativos.

—Me sorprende que recuerdes el camino, Jenni.

—A mí me sorprende que hayas conservado la casa del árbol hasta ahora —mira por la ventana—. Espero que vuelvan a salvo...

Me siento haciendo una mueca de dolor y apoyo la espalda en la pared. Parece que tengo moretones y agujetas por todo el cuerpo. ¿Desde cuándo mi vida se ha convertido en algo más que comer, dormir, estudiar y corretear por el bosque? Cierro los ojos un momento. Esto es real.


*Narra Vanessa*

—Las piedras solares pueden hacer cenizas a un vampiro —explica La Sanadora—. Si no llega a matar a Elisabeth, pedirá la muerte a gritos. Una vez llegué a usarlos, me sorprendió cómo se le despellejaba el rostro a aquel vampiro.

—Solo hace efecto en los vampiros, ¿verdad? ¿No dañaremos a otras personas?

—Puedes estar tranquila. Produce el brillo del sol, pero no su calor. Lo peor que podría suceder es una ceguera permanente, pero dudo que alguien se quede mirando a las piedras fijamente.

La Sanadora me indica las palabras mágicas que debo pronunciar antes de soltar las piedras.

Nos detenemos en el cielo, a metros por encima del barco. Puedo divisar un enfrentamiento entre lobos y Elisabeth. Miro a La Sanadora. Ella asiente. Aprieto el puñado de piedrecitas negras como el carbón.

—Allá voy.

Desciendo un trecho más mientras pronuncio las palabras mágicas. Lanzo las piedras con una mano y, con la otra, me aferro al palo de la escoba. Las piedras solares ruedan y brillan por la cubierta. Salto de la escoba y aterrizo haciendo temblar la madera bajo mis pies. Veo varias expresiones de sorpresa. Los lobos han vuelto a su forma humana y, al parecer, un mago se ha tomado las molestias de recomponer sus ropas sobre sus cuerpos.

Las piedras se apagan del todo y busco con la mirada a Elisabeth. Camino hacia unas ropas de color negro que hay en el suelo. La he desintegrado.

—¡Lizz! —grita alguien. Suena a nombre de vampiresa.

El chico corre hacia un bulto negro encogido sobre sí. Aparta la capa negra y veo que, en efecto, es una vampiresa. Le ha afectado la luz.

—Connor, no me mires... —dice la vampiresa con voz temblorosa.

Tiene la piel de un tono rosado, casi rojo, pero no se le cae a tiras.

—Te curarás —el chico la ayuda a levantarse.

¿Qué ven mis ojos? Un hombre lobo y una vampiresa sin discutir.

Por otro lado, los abuelos de Evelyn parecen haberse encontrado al fin.


*Narra Arturo*

El viaje en barco ha dejado mi cuerpo balanceándose en tierra firme.

—El abuelo Alan me ha dicho que te diga que La Sanadora le ha dicho que Lyn está bien. No tienes que preocuparte más —dice la maga de las piedras solares.

—¿Quién es Lyn? —pregunto.

—Ah, no la conoces... me habré equivocado de persona. El mensaje no era para ti —se disculpa.

Me reúno con mis amigos, pensativo. ¿Se referirá a Evelyn? Eve... lyn, Evelyn, Lyn.

—¿Te encuentras mejor? —pregunta Connor.

—No —contesta Lizz—. Pero estaré bien, solo me he quemado con la luz. La Sanadora ha dicho que ahora soy una gamba. Si no hubiera tenido la capa para protegerme...

Connor rodea cuidadosamente los hombros de Lizz.

—¡Esa mano! —dice La Sanadora golpeando la mano de Connor—. Creía haber dejado claro que Lizz tiene ahora la piel extremadamente sensible.

Connor alza las manos, enseñando las palmas con una traviesa sonrisa. Estos dos...

Diego se acerca a nosotros.

—Hemos devuelto el barco más nuevo de lo que estaba gracias al abuelo Alan —ríe.

Solucionados los problemas, nos adentramos al bosque junto a los magos y los rescatados. El sol está aclarando el cielo y Lizz se oculta tras su capa. Me quedo de piedra al ver la casa de Evelyn.

—¿Qué ha pasado con vuestra casa? —pregunta Kaiser.

—Cosa de Elisabeth —dice La Sanadora—. Nos atacó antes de ir a por vosotros.

Kaiser propone a La Sanadora venir con nosotros. El Clan de la Luna los recibirá con los brazos abiertos; es lo mínimo que podemos ofrecer después de toda la ayuda que nos ha dado. Seguimos avanzando, dejando atrás la casa.

—Primero debemos ir a recoger a Lyn y a Jenni —dice la joven maga.

—¿Lyn es Evelyn? —pregunto.

—Sí. Perdón, estoy acostumbrada a llamarla por su apodo.

Me aclaro la garganta. Evelyn se encuentra bien.

—Podéis adelantaros —le digo a Kaiser—. Me quedaré con los magos, llegaremos más tarde.

—Si Arturo se queda, yo también —dice Mery, abriéndose a codazos entre la gente hasta llegar a mí.

Respiro hondo. Le pido ayuda a Connor con la mirada y este decide quedarse conmigo.

Seguimos a La Sanadora hasta quedar frente a un grueso árbol.

—¡Ya estamos aquí!

Algo blanco se asoma entre las hojas de la copa del árbol. No me había fijado hasta ahora, pero se trata de una casa en un árbol. Está muy bien camuflada.

—¿Por qué acabas de aparecer allí arriba? —pregunta Connor parpadeando.

—No soy yo, es mi hermana gemela.

Una escalera de cuerdas y troncos cae del árbol, facilitándonos la subida. La Sanadora y el abuelo Alan ascienden en escobas voladoras. Me adelanto y subo primero por la cuerda.

Una chica pelirroja me recibe con ojos curiosos en la entrada de la casa.

—¡Evelyn! —la señalo, sin saber bien qué hacer con las manos ya levantadas. ¿Será raro si la abrazo? Me paso las manos por el pelo.

—¡Arturo! —sonríe—. Estás bien.

—Eso debería decirte yo. ¿Cómo has llegado aquí? —la miro como si se hubiera materializado de mis sueños—. Pensaba que no volvería a verte.

—Vanessa y Jennifer me rescataron del mar —de pronto se torna seria—. ¿Hablaste con tus padres?

—Sí, les dije cómo me sentía —desvío la mirada—. Fueron comprensivos conmigo.

Evelyn me da un golpe en el hombro, alegre. La miro de reojo. Se ve más feliz que yo. Las emociones parecen diez veces más fuerte cuando ellas las experimenta.

—¡Aparta de la entrada, Arturo! —Connor me toca el tobillo—. No puedo entrar si te quedas ahí parado.

Entro en la casa del árbol y me echo a un lado. La casa de madera es vieja, pero resistente. La Sanadora ayuda al abuelo Alan a entrar por la ventana, ya que han ascendido con las escobas voladoras. Ahora que lo pienso, he salido y entrado por tantas ventanas que ya las considero segundas puertas.


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