Por un momento una luz cegadora cubre el campo de fuera.
En el cielo se ven grandes explosiones. Suenan como bombas, y cada vez que una de ellas estalla, todo el campo se ilumina.
Al parecer, todos están asustados. Igual que yo.
-Llevemos a Katniss a un sitio seguro -dice Peeta, que me sostiene en sus brazos.
-No -reniego-, puedo sola.
Me retuerzo en los brazos de Peeta y me pongo de pie. Un fuerte dolor invade mi cuerpo, pero disimulo.
-Katniss...
-Puedo sola -repito.
Voy un poco encorvada.
Suena otra bomba mucho más potente que todas las demás.
El campo de fuerza se llena de hexágonos violetas que parpadean.
Es entonces cuando estalla todo. El campo se ilumina cegándonos a todos y se rompe en mil pedazos como si fuera de cristal.
Un montón de relámpagos recorren todos los sitios.
Tres aerodeslizadores se materializan en el cielo y se dirigen hacia nosotros.
-¡Correeed! -grita Peeta.
-¡No!, ¡son aerodeslizadores del 13! -dice Gale.
Empiezan a sonar un montón de ruidos mecánicos. Como si todos estuviesen pisando un montón de vainas a la vez.
Una lengua enorme de fuego invade toda la calle.
Empezamos a correr hacia los aerodeslizadores. Todas las vainas se han activado a la vez. Nos espera una muerte segura en escasos segundos, y sé porqué.
Han venido a rescatarnos y Caroline Snow se ha dado cuenta, entonces no le ha quedado más remedio que acabar con esto.
Quiere verme muerta.
A mí y a todos los demás.
Empiezan a sonar unos disparos y Johanna cae al suelo.
-¡Nooo! -grito.
En la pared hay una metralleta enganchada como si se tratase de una cámara de seguridad que dispara sin piedad en todas direcciones, moviéndose de izquierda a derecha y de arriba a abajo.
Cojo mi arco y disparo mi penúltima flecha roja hacia la metralla.
Los disparos cesan.
-Johanna...
Está en el suelo retorciéndose de dolor. Le ha impactado una bala en la pierna.
-No te preocupes.
Gale la coge en brazos y corremos hacia los aerodeslizadores.
El tejado de un edificio próximo a nosotros explota y empieza a salir un humo muy negro de las ventanas. Poco después empieza a caer la lava; roja, ardiente y espesa.
Mi cuerpo pide correr a muerte pero yo no puedo.
Avanzo cojeando como puedo.
El calor del edificio volcánico me está matando.
Como siempre así es y así seguirá: los sádicos y capitólicos inventos de los vigilantes, en los Juegos, pretenden hacer de nuestras muertes un deporte. Y siempre ha sido así en Los Juegos Del Hambre. Inventar cosas que a ellos les parecen divertidas con el fin de volvernos locos: volcanes en forma de edificios, terremotos, bolas de fuego enormes...
Es entonces cuando un muto en forma de tigre aparece corriendo hacia nosotros. No es como los otros, este es diferente. Es más grande y tiene la cara más fea.
Ya que sería incapaz de disparar en mi estado, sólo se me ocurre hacer una cosa.
-¡Enobaria! -grito.
Ella se acerca a mí de inmediato. Sabe lo que tiene que hacer.
Coge mi arco y se pone en posición. Tensa la cuerda y cuando el tigre está a tres metros de ella dispara y el muto moribundo, aún con ganas de matar, se le echa encima.
Annie coge su espada y se la clava en el lomo.
Mi agitado corazón va a detenerse en cualquier momento. Me estoy desangrando.
Enobaria se levanta del suelo quitándose al muto de encima y empieza a correr junto a los demás.
Mi frente está empapada de sudor, al igual que mi pelo y el resto de mi cuerpo.
La lava está pisándonos los talones.
Entonces el cañonazo suena.
«46»
Mi inmediata reacción es mirar a Johanna, pero ella aún está entre los brazos de Gale, luchando por seguir con vida, retorciéndose de dolor.
Gale está -además de herido por culpa del derrumbamiento del supermercado- muy cansado.
Dejo a un lado todo el odio y el rencor hacia él y me invade el sentimiento de pena.
Quiero coger a Johanna, para que él pueda descansar un poco, pero no puedo. Mi vista se nubla cada vez más, y poco a poco voy perdiendo más sangre.
El tejado de otros dos edificios que tenemos a izquierda y a derecha explotan y surge más humo y lava de ellos.
-¡Corre Peeta! -le grita Gale a él-, ¡tenemos la lava encima!
Y sin dejar la lava volcánica atrás, otro sádico resultado de una vaina se pone en marcha.
Entonces sí que el mundo se desvanece.
***
Abro los ojos y me incorporo de golpe con la cara de Haymitch pendiente de mí.
Llevo una camiseta blanca de tirantes. Me miro bajo del pecho y veo mi herida tapada con vendas. Apenas me duele.
-¿Dónde estoy?, ¡Haymitch!
-Tranquila Katniss, tranquila.
-¿Dónde están Peeta y los demás?
-Katniss, relájate. Estas a salvo. Estamos en un aerodeslizador de vuelta al Distrito 12. Os hemos sacado de la Arena. Peeta está con Gale en otro aerodeslizador. Los dos están bien, pero han sufrido bastantes quemaduras grabes por la lava salvándote la vida.
-Peeta..., quiero verle.
-Ahora no puede ser Katniss. Está bien. Ahora no te preocupes por él. Sólo tiene una quemadura en el brazo, y otras pocas en las piernas.
-¿Cómo está Johanna?
-A Johanna le han sacado la bala que tenía en la pierna. De momento está inconsciente, pero se recuperará pronto.
»Los demás están perfectamente. Todos vamos al 12.
-¿Qué está pasando, Haymitch? -pregunto-, ¿qué hacíamos en la Arena?, ¿qué pasa?.
-Katniss... -dice-, están pasando cosas muy graves.
-No entiendo...
-Las cosas se están poniendo feas. Caroline Snow ha logrado reunir a un grandioso número de gente que antes vivía en el Capitolio.
-Fieles al sistema dictatorial de Snow -dice Plutarch que aparece detrás de Haymitch.
-No... no... no lo entiendo.
-Katniss... Hubo una vez, como tu sabes, en la que los distritos se rebelaron contra el Capitolio -explica Plutarch.
Haymitch asiente serio y dice:
-Ahora es "el Capitolio" el que se rebela contra los distritos.
FINAL DEL LIBRO