Entramos al supermercado, que es un gran pabellón cuadrado con muchas estanterías y alimentos.
Noto un gran cambio de temperatura. El aire aquí dentro es más fresco que el aire del exterior.
Me acerco a una de las estanterías y cojo una barra de pan. Empiezo a comérmela saboreando cada miga.
-Katniss -me dice Peeta-, cíñete al plan.
Asiento. Caminamos por un pasillo para llegar hasta Gale y Cressida. A medio camino Peeta me dice:
-Gale asegura que en toda esta planta no hay nada de carne ni pescado. Así que vamos a tener que mirar en las demás plantas.
-Vale.
Llegamos hasta ellos dos y giramos una esquina para recorrer un pasillo que da a una puerta dónde están las escaleras.
Subimos hasta la primera planta. Por lo visto hay dos.
-Peeta y Katniss quedaros en esta planta haber si hay carne o pescado. Cressida y yo vamos a ver arriba. Si no hay nada esperaros aquí en las escaleras hasta que bajemos.
Peeta y yo asentimos y entramos en la primera planta.
Está todo lleno de congeladores y de neveras.
Él va por un lado y yo por el otro. En los congeladores hay helados, cajas con guisantes y...
-¡Peeta pescado congelado! -grito.
-¿Dónde? -me pregunta.
-Aquí ven.
Peeta viene y sonríe. Abrimos el congelador y sacamos todo el pescado que podemos. Lo metemos en las dos mochilas.
-Vale. Vamos a la escalera -digo.
-¿No te hace... un helado? -me pregunta alegre-, hay cientos de ellos.
Me gustaría recordarle a Peeta que estamos en la Arena. Que vamos a morir tarde o temprano y que probablemente no podamos volver a ver nunca más a nuestros hijos.
Pero eso sólo serviría para ponernos tristes a los dos.
Y ese pensamiento acaba de hacer que los ojos se me llenen de lágrimas.
Peeta se acerca a mí rápidamente y me abraza muy fuerte.
Él me besa y yo le devuelvo el beso pero más intenso. Seguimos besándonos y acabamos en el suelo.
Cientos de mariposas recorren mi estómago y suben por la garganta.
Entonces me recuerdo que tengo que parar.
-Debemos... -digo
-Sí, sí.
Nos levantamos de tierra y salimos de la primera planta dónde en las escaleras están Gale y Cressida.
-Tenemos el pescado.
-Ni rastro de la carne -contesta ella.
-Tenemos que mirar en la planta de abajo. A lo mejor ahí hay.
***
Bajamos las escaleras hasta la primera planta bajo tierra.
Abrimos la puerta y entramos en la gran nave que está casi desierta.
Hay pilares rojos dispuestos en filas.
-Es un parking -digo.
-Sí -dice Gale-. Mirad haber si hay algo por ahí.
Nos dispersamos por todo el parking, pero no hay nada.
Un ruido mecánico me saca de mis casillas y hace que mis ojos se abran como platos.
-¡¡¡Cressida, apártate de ahí!!! -le grita Gale.
Ha pisado una vaina.
Diez segundos después de que halla pisado la vaina, el hueco ese del suelo revienta y empieza a hundiese.
Es entonces cuando todo el suelo empieza a desprenderse, a saltar y a levantarse.
-¡¡¡Vamos correeeeed!!!! -grita Gale que viene hacia nosotros tres.
No soy yo, son mis piernas las que empiezan a moverse a toda prisa en dirección a la puerta.
-¡Vaaaaa!
Seguimos todos corriendo pero el desprendimiento del suelo nos persigue demasiado rápido.
Los pilares se derrumban y la estructura del supermercado empieza a venirse abajo.
Cressida se tropieza y cae al suelo detrás de mí.
Nos detenemos todos en seco pero ya es demasiado tarde.
Al incorporarse de nuevo el suelo se derrumba bajo ella y queda atrapada en una montaña de piedras.
Entonces el suelo da otra sacudida y no hay ya nada que se pueda hacer.
La dejamos atrás y salimos del parking mientras subimos las escaleras todo lo rápido que el cuerpo nos permite.
Yo tropiezo con un escalón y caigo. Gale me coge y me pone en pie de nuevo.
Las escaleras empiezan a ser tragadas por el suelo y entramos en la planta cero.
-¡Salid todos del supermercado! -grita Peeta. Pero no hay nadie. Está todo vacío.
Nos dirigimos a la puerta para salir del edificio.
Peeta es el primero en llegar.
-¡¡¡Está cerrada!!! -grita.
-¡Aparta Peeta! -le grito yo.
Él se quita. Cojo una flecha roja del carcaj y la coloco en el arco.
El suelo empieza a desprenderse por la puerta que da a las escaleras.
-¡Dispara ya! -grita Gale-, ¡ya!
Disparo sin apuntar, pero la flecha da en la puerta.
Pero... ¡Oh. Dios mío!
LA PUERTA NO SE HA ROTO.
El desprendimiento de suelo se acerca cada vez más a nosotros.
En el techo aparecen grietas y caen piedrecitas.
Las puertas no se van a abrir por mucho que dispare, y en menos de cinco segundos el suelo se nos habrá comido.
Sólo hay una cosa que podemos hacer.
-¡Subid a las estanterías! -ordeno-. ¡Vamos!
Me dirijo a la más cercana. Tiro al suelo todos los paquetes de magdalenas y galletas y subo a lo alto de la estantería.
Veo que Gale y Peeta hacen lo mismo.
-¡Esperad a que se desprenda el suelo y se caigan las paredes! ¡Cuando caiga la estantería corred hacia cualquier hueco que dé al exterior y sal...!
Bajo mi estantería, el suelo salta y se hunde. Miles de piedrecitas saltan por doquier. La estantería tiembla y se inclina hacia la izquierda. Todos los alimentos caen a tierra.
Entonces pongo todo mi peso hacia la derecha. La estantería se mantiene unos segundos más. Luego cae y mi cuerpo choca contra el suelo de piedras y cemento destrozado.
Los escombros arañan mi piel.
Mi cabeza da mil vueltas. Un fuerte estruendo suena y el techo se cae.
Veo a Peeta que viene corriendo hacia mí. Me coge en brazos y me saca del edificio por un hueco de la pared. Me deja en tierra junto a los demás que enseguida vienen a atenderme.
Entre las piernas de Beetee veo que Peeta entra de nuevo en el supermercado que se derrumba. Seguramente para sacar a Gale.
-¡Peeta! -grito para intentar detenerle.
Pero todo se desvanece, es demasiado tarde.
Mi vista se vuelve borrosa.
Lucho contra mi propio cuerpo para no desmayarme.
Johanna y Annie me quitan la parte de arriba del traje del Sinsajo.
-¡Beetee!, trae agua, rápido.
Johanna se arranca un trozo de su camiseta y lo moja con agua. Luego me lo pone al lado del pecho izquierdo.
Lo aparto con la mano y veo un gran corte de unos doce centímetros por el que sale sangre.
Peeta aparece con Gale en los brazos.
-¡Vámonos de aquí!, ¡volvamos a la Cornucopia! -grita.
***
Estoy en los brazos de Peeta.
A lo lejos veo la gran estructura del supermercado derrumbándose, creando una gran nube de polvo.
Es entonces cuando suenan unas bombas y ya no es el supermercado lo que se viene abajo.
Ahora es el campo de fuerza.