Malec ¿otra vez?

By scar02

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Alec ama a Magnus y Magnus ama a Alec, eso todos lo saben. También saben que su relación tuvo algunos altibaj... More

Prólogo: Deseo
Dorado
Bebés
Cuidados
Tiempo
Juntos
Turnos
Partenidad
Inquisidor
Tratos
Mami
Papi
Clace y Sizzy
Prioridades
Heline
Confusión
Decisión
Pesadillas
Cumpleaños
Prohibido
Verdad 1/2
Verdad 2/2
Mentiroso
Sí y no
Clarividencia
Apoyo
Novio
Reunión
Me gustas
Lorina
Cachetada
Engaño
Llamas
Despedidas
Paz
Trivialidades
Lágrimas
Otra vez
Inestable
Escucha
Impuntual
Brindemos
Perú 1/3
Perú 2/3
Perú 3/3
Celos
Malec
Cambios
Seguro
Perdido
Lightwood Bane
Fiesta
Matrimonio
Epílogo: Recuerdos
~Extra~

Paloma

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By scar02

DOS AÑOS DESPUÉS

~Alacante~

Alec ••

Un par de cosas han cambiado en estos dos años.
Jia no pudo seguir siendo Cónsul, el puesto le pareció demasiado y renunció, el señor Rogelio Rosales es el nuevo Cónsul. También Jem y Tessa tuvieron un hijo, el pequeño William.
En la pista, mi padre y yo competimos por llegar primero a la meta de la carrera de obstáculos, el último es el tubo, una plataforma giratoria bajo la cual hay una piscina de lodo. A toda velocidad lo cruzo sin problemas y me detengo al final para ver a mi padre caer a mitad del tubo, siempre lo hace, siempre le gano.

–¡Gané otra vez! ¡Me debes un helado!

–Sólo porque eres joven –mi padre se sacude el resto de lodo–. Si estuviera en tu misma condición te ganaría.

–Típica excusa de un anciano.

Mi padre me aprieta la cabeza y yo quito su mano. Odio cuando hace eso. Mi padre ríe y toma una toalla de la banca.

–Iré a comprar algunas cosas. Si deseas, adelántate a la casa.

–Está bien, adiós papá –me despido con la mano, pero él parece tener otra idea.

–¿No vas a abrazarme?

–¿Y arriesgarme a estar cubierto de lodo? No
–mi padre ríe y baja los brazos, da media vuelta y se dirige a las duchas.

Salgo de la pista hacía un pasillo que conecta con las oficinas de la sala de entrenamiento en Alacante. La primera vez que vine a la cuidad de cristal fue junto a mi padre, Magnus y Rigna. Ella ya no existe, exactamente a las doce del día en el cumpleaños de Magnus desapareció. Todos sabíamos que pasaría, pero aún así Magnus se sintió muy mal por eso. Recuerdo como todos nos veían extraño, yo no supe porqué hasta que la vi: una estatua enfrente del salón del ángel que muestra seis figuras, y yo reconocí todas. Eran tío Jace, Clary, Simon, mi hermana Isabelle, Magnus y yo. A veces me cuesta recordar que tenía otra vida, que en realidad esta no es mi edad.
Tardo casi una hora caminando, pero eso no es nada, mi condición ha mejorado y todo esto dará sus frutos cuando mañana, en mi decimosegundo cumpleaños, obtenga mi primera runa.

–¡Alec! –escucho un grito a lo lejos– ¡Alec, ayúdame!

Podrá escucharse como alguien desesperado, pero sólo es Magnus. Sigo caminando lentamente hasta que distingo la casa a lo lejos. Ahí está Magnus, persiguiendo a Jaix que persigue una bolita de pelos naranja con rayas. Su nombre es Miss Cuack, una de los hijos de Presidente Miau.

–¡Vamos, Magnus, corre! –me rio de su pequeña persecución.

Magnus se detiene y respira agitadamente. >Apuesto que no debería correr con zapatos que tienen tacón.<

–Eres... un... maldito –responde entre jadeos.

–Vamos, no puedes estar cansado si sólo persigues un perro que persigue un hámster.

–T-tú... eres... despreciable... ¡No es un hámster!

Comienzo a reír cuando siento algo chocar contra mi pierna, miro y ahí está el pequeño minino que busca refugio. Jaix corre ladrando y el gato quiere trepar mi pierna... cosa que consigue enterrando sus garitas en mi traje de combate.

–Lo siento, es un mono.

–¡Es una gata! Una hermosa gata pequeña –Magnus, que al parecer ya está mejor, me quita a la pequeña mona del pantalón y se la lleva a la casa.

–No te preocupes –me dirijo a Jaix–. Pronto será tu cena.

El perro ladra entusiasmado con la idea. Yo entro a la casa y veo que Magnus pasará el resto del día en el patio trasero practicando su magia con Miss Cuack, entre ello hacerla levitar o cambiar su color de pelo. Originalmente era gris con rayas negras, pero según Magnus eso era muy aburrido, y ahora es naranja con las rayas de un tono más oscuro.
Para pasar el rato decido subir a mi cuarto y leer un buen libro. Eso es lo que hago la mayoría del tiempo, leer para poder saber más que mis enemigos, más sobre cómo defender a mis amigos cuando lo necesiten, y otras cosas de interés.

Magnus **

–Atención, Miss Cuack. Yo crearé un aro con pasto y tu saltas, ¿lista?

La gatita de apenas dos meses me mira curiosa y yo tomo eso como un sí.

–Y uno... dos... ¡tres! –lanzo chispas al césped que crece y forma un circulo perfecto para que la gata pueda pasar, pero no lo hace–. Vamos, Miss Cuack, ¡salta!

La gatita se me queda viendo y ladea su cabeza, cosa que provoca su caída.

–Es muy fácil, mira –me coloco en cuatro patas y salto a travez del aro–. ¿Lo ves? Sólo tienes que... –repito la acción sin dejar de mirarla– hacer esto.

Miss Cuack se levanta, rueda sobre si misma y deja que el sueño se la lleve recostada en el pasto. >Me humillé solito para nada.<
Hace poco recordé que en mi vida pasada tenía un gato llamado Presidente Miau y le pregunté a mi mami qué había pasado con él, me dijo que no podía cuidar del gato, así que lo dejó en un centro de adopción donde le darían un buen hogar. Insatisfecho con la respuesta, le pedí que me llevara para saber qué había sido de mi gato. Ahí, una señora un poco vieja nos dijo:

–El pequeño Presidente nunca fue adoptado. Aquí se cruzó con una gata blanca y tuvo una camada de hijos, la gata fue adoptada y Presidente se quedó con los pequeños. Él murió hace poco y fue enterrado en el jardín.

Acompañado de mi madre y Alec, visité la tumba de Presidente Miau marcada por una rosa roja que yo convertí en amarilla. Le dejé una latita de comida abierta y una pequeña cruz con su nombre. Después pregunté sobre sus hijos y la señora me dijo que sólo una gata seguía en el centro.

–¡Ya llegué! –anuncia Robert dentro de la casa.

Todavía le agradezco que me acogiera y que me dejara traer a Miss Cuack, además que la cuide cuando yo me voy con mi mami y mis tíos. Cada viernes, entre las nueve y las diez, nuestras madres vienen por nosotros y nos regresan la mañana del lunes.

–¿Qué hay para comer? –alcanzo a Robert en la cocina y veo que deja varias bolsas en la encimera.

Robert tenía a una mujer que cocinaba para él, pero como se negó a cocinar para tres personas, le pagó para que le enseñara a cocinar. No es como mi mami, pero tampoco como tía Isabelle.

–Hoy toca pescado empanizado con una guarnición de verduras asadas –pongo mala cara ante la explicación de Robert–. Y de postre, pastel de chocolate.

–¿Puedo comer al revés? –pregunto esperanzado.

–No, primero comerás cada verdura y después el chocolate –Robert saca del refrigerador una cacerola con las verduras y la pone en la estufa–. Anda, ve por Alec y lávense las manos.

–Pero están limpias.

–Estuviste jugando con Miss Cuack, así que están sucias.

–¡Miss Cuack es la gata más limpia de todas! –subo a toda velocidad y no escucho su respuesta.

Sin pensarlo me dirijo al cuarto de Alec donde, como siempre, lo encuentro leyendo.

–Alec, ha comer.

–Espera, ya casi termino.

–No importa, lo acabas después.

–¡¿Que no escuchas que aún no acabo?! –grita fastidiado.

Chasqueo los dedos y el libro desaparece.

–Ahora vamos a... –Alec me lanza una almohada a la cara.

–¡Sólo me faltaba una página, Magnus!

–¡Me dolió! –le arrojo la almohada que él detiene con la mano.

–Eres un bebé –se baja de la cama y yo veo mi oportunidad.

–No, esto... –coloco mis manos en el piso y la madera se vuelva lodo– es ser un bebé.

Alec tropieza y termina con lodo en la cara. Me mira incrédulo y después furioso.

–¡Ven aquí, brujo de pacotilla! –intenta levantarse, pero vuelve a caer por el suelo resbaloso.

Me río sin poder detenerme. Alec intenta de nuevo, esta vez usando su escritorio de apoyo, pero el peso le gana y cae acompañado de un porta lápices. La risa se incrementa y cierro los ojos, es muy gracioso... o lo era hasta que siento un golpe en la cabeza. Alec me arrojó el porta lápices de metal.
Arrugo la frente y me toco la cabeza. Estoy sangrando.

–¡Eres un idiota!

–¡Por tú culpa mi cuarto está lleno de lodo!

–¡Y así lo dejaré!

–¿Qué pasa aquí? –pregunta Robert detrás de mí.

–No quería bajar –lo acuso y Alec me arroja un lápiz.

.

Resulta que por alguna razón está mal convertir el piso de alguien en lodo. ¿Quién lo dice? Sea quien haya sido, por esa razón estoy en mi cuarto. Después que Robert me obligara a regresar el piso de Alec a la normalidad y curara la herida en mi cabeza, me envió a mi habitación con mi comida. ¡Sin postre!

–Miau, miau –escucho fuera de la puerta y arañazos en la misma.

Robert no dijo nada de no dejar entrar a mi gata. Me acerco a la puerta y la abro. Miss Cuack lleva arrastrando un rollo de papel sujeto a su collar rosa.

"No debí arrojarte la lapicera y pude seguir leyendo en otro momento. ¿Me perdonas?"

–Parece que eres una paloma, Miss Cuack –me dirijo a mi escritorio y escribo una respuesta.

"Pude dejar que terminaras de leer y tu cuarto es muy lindo para estar manchado de lodo. ¿Tú me perdonas?"

La gata se deja gustosa atar el nuevo mensaje. Abro la puerta de mi habitación y la invito a salir en dirección al cuarto de Alec, a dos puertas del mío. Veo que araña la puerta y como esta se abre dejándola pasar, cierro la mía para esperar escuchar el llamado que no tarda mucho. Abro la puerta y Miss Cuack entra con una nueva nota atada al cuello.

"Claro que sí 😀"

"Para mí nada pasó 😀"

Después de dibujar la carita feliz, tal como Alec lo hizo, dejo la carta a Miss Cuack y la mando de regreso. ¿Quién diría que esta gata realmente nos sería útil?

....

¿Quién pensó en Presidente Miau y su destino?

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