Palomas y Gorriones

By fjrohs

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Blanco y Negro. Locura o Cordura. Amor u Odio. Asesino y Policía: Los polos opuestos se atraen... Un asesino... More

Parte 1. Narración de los hechos de la mañana del 24 de octubre.
Parte 2. Narración de los hechos de la tarde del 24 de octubre.
Primera entrada de Samuel Rot en el Blog "Para Livi"
La Historia de La Rubia, el perro y Job, el Vagabudo
Segunda Carta de Samuel Rot en el Blog "Para Livi"
Un Gorrión Revoloteando
Parte 3. Narración de los Hechos de la MAÑANA del 25 de Octubre
Parte 4: Narración de los Hechos de la TARDE del 25 de Octubre
Parte 4. Narración de los Hechos de la MAÑANA del 26 de Octubre
Terapia contra la Lejía...
Parte 6. Narración de los Hechos de la TARDE del 26 de Octubre
Tercera entrada de Samuel Rot en el blog "Para Livi"
De gaviotas, locuras, amor y tristezas.
Parte 7. Narración de los hechos de la mañana del 27 de octubre
¡Retomamos la Historia!
Parte 8. Hechos de la tarde del 27 de octubre. Capítulo 1.
Tarde del 27 de octubre. Capítulo 2
Lunes 28 de octubre. 00:35h. Cuarta Carta de Samuel Rot
Parte 9. Narración de los hechos de la mañana del 28 de octubre
La diremos Muerte, hasta que lo llamemos por su nombre.

Jueves, 24 de octubre de 2019. Primer Asesinato

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By fjrohs


 - La historia ha sido actualizada y reeditada en marzo de 2023 -

Puedes leer esta novela de forma gratuita, la iré actualizando semanalmente, pero si quieres tenerla ya entera y leerla a tu ritmo, puedes hacer clic en vínculo externo al final del capítulo (junto los iconos de redes sociales) y adquirirla por menos de 6€. A demás, así también me ayudas a ¡seguir escribiendo!

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EXPEDIENTE 2315 – EL GORRIÓN ROJO

- CASO ABIERTO -

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* CONTENIDO:

- Declaración de la Detective de Homicidios René Sanchez

- Declaración del Detective de Homicidios Samuel Rot

* ANEXOS:

- 13 entradas del blog "Sobre Palomas y Gorriones"

- 6 entradas del Blog "Para Livi"

- Comentarios y respuestas de ambos blogs

- Correos electrónicos

- 1 carta de El Gorrión Rojo a Samuel Rot

- Diagrama cronológico de los sucesos

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[ADJUNTO: Primera entrada del Blog "Palomas y Gorriones"]

Jueves 24 de octubre. 23:51h. Sobre Palomas y Gorriones...

Me gusta dar de comer a los pajarillos del parque. A los gorriones, pequeños y divertidos. A las palomas no. Me disgustan, las odio, con su andar prepotente, avasallando, dándoles igual si las migas que he tirado eran para los gorriones, no para ellas. Con ese meneo estúpido, interponen su grotesco cuerpo y asustan a mis gorriones.

Son feas. No entiendo en qué estaría pensando el que eligió una paloma como símbolo de la paz. No es nada acertado. No inspiran paz, ni alegría, ni tan siquiera simpatía. Me da igual que sean blancas, pardas, grises o amarillas. No es el color, o su pretenciosa fisionomía. Son sus formas, sus modales. Con el pecho hinchado, orgullosas y altivas, mirando por encima del ala al resto de pajarillos, incluso a otras palomas... No, definitivamente, las odio.

Hoy fui al parque a tomarme el sándwich y leer un poco. Me senté en mi banco favorito, el que está junto a un roble, frente al lago. En cuanto he desenvuelto el sándwich, dos gorrioncillos han llegado revoloteando y se han posado cerca, prudencialmente lejos. Con sus ojillos suplicaban unas migajas y he sentido el arrebato de darles la mitad de mi comida. Me hacía sentir bien. Les he tirado dos trocillos y, de pronto, han surgido de la nada otros 6 o 7 gorriones más. Era una trampa, una graciosa estratagema, lo he entendido al instante. Me ha hecho gracia y los he perdonado. Ha sido divertido.

Al mirarlos, he visto alguno más delgaduchos, así que traté de que comieran ellos primero, pero ha sido imposible. A pesar de ser más delgados, eran más lentos, menos ágiles, más miedosos. El temor suele volvernos así. Los gorriones más espabilados son los más gorditos, por algo será. Saltan rápidos y habilidosos, cogiendo las migas del suelo antes de que el delgaducho se atreva a moverse. No se trata de un robo, se trata de instinto. Sólo cuando han cogido su trozo, revolotean y se apartan, entretenidos con su ración, los delgaduchos se animan con sus migas. Siento simpatía por los flacuchos, por eso, cuando ha aparecido una asquerosa paloma que, descarada y sin miramientos, se ha acercado a intentar robar lo que no era suyo, me ha molestado mucho. Ha metido su corpacho pedante, desplazando a los gorriones, para intentar picotear el trozo que no era suyo, pero un gorrioncillo pequeño se ha asomado por un lado y como un rayo, ha recuperado su miga. Los gorriones, incluso los flacuchos, son mejores que las palomas. Mucho mejores.

De pronto, la impertinente paloma, al ver que se quedaba sin comida, se ha acercado hasta mí sin ningún respeto. Los gorriones siempre guardan cierta distancia y, si por alguna circunstancia sobrepasan ese límite, lo hacen a tientas, con ojillos temerosos, mirada suplicante, como si pidieran permiso, con humildad. Las palomas no. La que estaba allí rompiendo nuestro momento, se ha parado descarada junto a mis pies, dando por hecho que le daría algo. Exigiéndolo, me atrevería a decir. Es una falta de respeto creerse justo merecedor de algo.

Estaba alegre, me han aceptado en un trabajo. Empiezo dentro de dos días en una cafetería del centro, donde los ricos, llenos de palomas, veremos... Y esa impertinente paloma me ha cambiado el humor. La he apartado de una patada, pero tampoco se ha asustado. Impertinente, descarada, chula. Se debía creer que los demás estábamos allí a su servicio.

Creo que esa ha sido la misma razón por la que he matado al yuppie del autobús cuando iba a la entrevista. No lo tenía planeado así, pero así ha salido y bien está. Ganado lo tenía, pero salió más impulsivo que premeditado, como la patada a la paloma. Pensaba hacerlo otro día, con un escenario más romántico, pero allí estaba, en el autobús, lleno de gente y yo jugando con mi fiel estilete. Un ser ahogado por su corbata de marca, con su traje gris marengo, entre hortera y fashion, zapatos puntiagudos, un palmo de calcetines naranjas y su peinado, al contrario de su muerte, premeditadamente impulsivo. Era uno de esos que hablan de todo y demasiado, que saben de física cuántica y de jardinería, de lo que sea con tal de que le escuchen, de los que siempre hablan alto, pero desprecian por lo bajini; que niegan y rebaten los argumentos de los semejantes, y enmudecen, asintiendo con seriedad, compartiendo ignorantes los argumentos de los que están fuera de su alcance.

Allí estaba, con un artificio de esos colocado en su oreja, uno de esos manos libres de los que cuelga una etiqueta que dice "voy a la moda, cueste lo que cueste". Hablando muy pedante, socarrón, con el vozarrón de los que le importa una mierda si molesta porque la ciudad es de ellos, de esos tipejos empeñados en dejar claro que "no les importa lo que el resto piense de ellos", ignorantes seres esclavos de sí mismos que en el fondo, todo lo hacen por demostrar que su presencia en un transporte tan vulgar es fruto de un accidente puntual.

Llevaba un maletín de piel reluciente, seguro que vacío, siempre creo que esos maletines están vacíos, o más bien, llenos de los complejos de su portador. No tenía ningún cuidado con los vaivenes. Molestaba a los que estaban a su alrededor, sentados o de pie como él, ya que no era capaz de estarse quieto. Gesticulaba demasiado, con ademanes prepotentes, con su pecho hinchado... Como una paloma. Ha llamado mi atención, claro, como la de todos, pero la mía con un poco más de enjundia, por supuesto.

Una pobre anciana estaba a su lado. Bastón, bolso enhebrado y ojillos perdidos. Apenas conseguía asirse a la barra entre los giros, baches y gestos descuidados del ejecutivo. La paloma no tenía ningún miramiento, más de una vez zarandeó y empujó al pobre gorrión flacucho. Aquello me fue molestando. Ahora que lo pienso, se comportaba igual que la paloma del parque: impertinente, descarada y chula. El resto eran gorriones, algunos más flacuchos que otros.

El detonante llegó cuando, en una parada, se levantó uno de los gorriones que ocupaban un asiento junto a la salida. Como lo de las migajas. Era el turno del gorrión delgaducho. La anciana, con ojos suplicantes, trató de llegar hasta el asiento libre, justo a la espalda de la paloma. La anciana le miró por si se percataba de la situación y la paloma, en uno de esos gestos, vio el asiento libre y, creyéndose justo merecedor del asiento, se sentó con total naturalidad. Siguió hablando ajeno a todo y a todos. La anciana quedó perpleja. El ejecutivo, como si nada, levantó su mirada sin callarse y, al ver al gorrión flacucho, sonrió con falsedad y siguió con su importantísima conversación.

En ese instante, en mi bolsillo, de forma instintiva, como cuando en el parque aquel gorrión se deslizó por un lado para coger su miga, yo abrí mi navaja. Y si fuera poco profesional, habría acabado pronto, pero no lo soy, por eso, cerré la navaja y abrí el portátil.

Poco tardé en comprender que todo estaba en regla: había un gorrión en su miserable vida, así que tomé la decisión sin demasiado esfuerzo. Calculé la siguiente parada y, con disimulo, me fui acercando a la salida para ponerme a su lado. Saqué con cuidado la navaja y apoyé la mano, ocultando la navaja, cerca de su costado. Parecía que tan sólo esperaba para bajarme en la próxima parada.

Netter, F.H., Atlas de anatomía humana, página 234. Leer te da el poder de, por ejemplo, saber dónde puedes realizar una punción que, en el caso de nuestra querida paloma, sería mortal. Sólo una cosa podría salvarle, pero ella... A aquella paloma le quedaban unos cinco minutos de vida y seguía fanfarroneando, altivo, prepotente, impertinente, chulo.

Llegamos a la parada, las puertas se abrieron y con un gesto disimulado, dejé bajar a un par de gorriones y con otro gesto le clavé el estilete en el costado. Que tu mano derecha no vea lo que hace la izquierda. El ejecutivo sintió un pequeño pinchazo, se dobló un poco. Me acerqué a él y le susurré.

—Deberías levantarte.

Pero ni me miró. Su conversación debía de ser más interesante que la muerte. Cerré mi navaja al tiempo que bajaba. La paloma seguía viva y gorgojando. Por poco tiempo, pensé.

Me quedé mirando cómo se alejaba el autobús. Saqué la navaja, la limpié, la guardé y entré en la cafetería para la entrevista.

Todo fue bastante bien, la verdad. Ha sido un buen día, no puedo quejarme.

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Espero que sea de vuestro agrado.

Este Texto está registrado en el Registro General de la Propiedad Intelectual (DL M-002153/2011).

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