A Distancia Mínima ©

By GimeZanfardini

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Nerea es una chica increíble, con una actitud positiva y determinada. Vive en un pueblo pequeño en Argentina... More

Sinópsis
• Capitulo 1 •
• Capitulo 2 •
• Capitulo 3 •
• Capitulo 4 •
• Capitulo 5 •
• Capitulo 6 •
• Capitulo 7 •
• Capitulo 8 •
• Capitulo 9 •
• Capitulo 10 •
• Capitulo 11 •
• Capitulo 12 •
• Capítulo 13 •
• Capitulo 14 •
• Capitulo 15 •
• Capítulo 16 •
• Capítulo 18 •
• Capitulo 19 •
• Capitulo 20 •
• Capitulo 21 •
• Capítulo 22 •
• Capítulo 23 •
• Capítulo 24 •
• Capítulo 25 •

• Capítulo 17 •

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By GimeZanfardini


Hoy es un día de limpieza en mi casa. Mis papás salieron para pasar el fin de semana fuera del pueblo, y yo me encuentro acá abajo, con todas las ventanas abiertas, dedicandome a limpiar todo. Es como un ritual que me relaja y alivia el estrés. El sol entra por las ventanas, iluminando cada rincón, y el aire fresco fluye a través de la casa. Me sumerjo en la tarea, sintiendo cómo el polvo y la suciedad se desvanecen bajo mis manos. Los muebles recuperan su brillo, las superficies se vuelven impecables y el olor a aromatizante llena el ambiente. Cada objeto colocado en su sitio, es como un pequeño acto de cuidado hacia mí misma y hacia mi lugar.
En treinta minutos, terminé de limpiar toda la casa. Cada rincón, cada superficie, brillan con un charco de agua. El sol se filtra a través de las ventanas abiertas, pintando de luz toda la estancia. El aire fresco fluye, llevándose consigo el último rastro de alguna suciedad. Me siento satisfecha, como si hubiera completado una tarea importante.

Mis papás confían en mí, más de lo que puedo expresar, ¿Qué haría sin ellos? La pregunta se cierne en mi mente. Son mi ancla, mi refugio. Sus risas llenan los pasillos, sus consejos me guían. En su ausencia, siento su presencia en cada objeto que toco, en cada esquina que limpio. Son la razón por la que este ritual de limpieza se convierte en algo más. Es un acto de amor hacia ellos, hacia mí misma y hacia este lugar que llamamos hogar.

Así que aquí estoy, en el sofá, respirando profundamente el aire que entra por las ventanas, prendí mi teléfono y me fuí directo a WhatsApp a escribirle.

YO:
¿Sigue en pie lo del helado? >_<

DYLAN:
Sigue en pie.

YO:
Perfecto! Vamos?

DYLAN:
¡Si, daleeeeee! =b

YO:
Listo, ahí voy.

Salí apresuradamente de mi casa y me dirigí a la casa de al lado. Toqué la puerta con una mezcla de nerviosismo y anticipación.

Pasados unos minutos, Cristian abrió la puerta. Su pelo negro estaba despeinado, como si hubiera estado sumido en un profundo sueño. Sus mejillas tenían un tono cálido, probablemente por la siesta que, sin duda, había disfrutado en este día soleado. Vestía una camiseta holgada de color negro y unos pantalones a cuadros en blanco y negro. Sus pies estaban descalzos, conectándolo con la tierra y la comodidad de su piso.
No sabía qué hacer. Me quedé allí, observándolo detenidamente. Cristian parecía atrapado entre dos mundos: el de los sueños y el de la realidad.
Sus ojos apenas se abrían, como si la somnolencia los mantuviera sellados. Después de unos minutos que se hicieron eternos, sentimos los pasos resonando por la escalera. Dylan se sumó a nosotros y salimos de su casa recorriendo el vecindario. El calor estaba pegando fuerte, ya sabés, eran las 3 de la tarde y en todo el barrio no había un puto árbol para refugiarse.

Finalmente, llegamos a la heladería "nueva", aunque para mí no tanto porque ya había estado antes. Cuando entramos, el lugar estaba vacío, salvo por una mesa solitaria. El chico que nos atendió era el mismo que me había atendido el otro día, así que me puse nerviosa y un poco tonta.

— ¿Que sabor de helado queres?— preguntó Dylan volteandose hacia donde estaba yo.

— Mmmm... Tramontana con... Granizado—. respondí mirando el cartel de sabores.

— Chica dudosa.— Murmuró con mueca divertida.— menta con chocolate.

El chico de el otro lado del mostrador se puso sus guantes de látex y agarró la cuchara en forma de pelota, y se puso a servir el pedido. Una vez que los vasos están llenos de helado vamos a sentarnos a la mesa que queda al lado de la ventana.

— Tramontana... — dijo pensativo—.  Nunca lo probé.

Levanté mi cuchara, llena de helado de tramontana, con su cremosidad resplandeciendo bajo la luz tenue. Me acerqué a él con cautela, mi mano sosteniendo la cuchara con delicadeza. Dylan volvió la mirada hacia mí, sus ojos reflejando una mueca de pregunta.

Sin decir una palabra, acerqué la cuchara a su boca, ofreciéndole una pequeña porción del helado. Sus labios se separaron levemente, y el helado se deslizó hacia su lengua. Observé atentamente su reacción mientras el sabor dulce y refrescante inundaba su paladar. Sin embargo, en lugar de ver placer en su rostro, noté una ligera mueca de sorpresa y después decir no está tan mal.

— Me gustó, no está mal.— dijo degustandolo.

— Está bueno probar cosas nuevas.

— Hablando de cosas nuevas .—los colores llegaron a su cara. —Mi hermano firmó contrato con una banda de un bar y van a empezar a tocar hoy... Me preguntaba si no estás ocupada y quisieras venir un rato conmigo.— concluyó tocandose la nuca y con la mirada traspasando el piso.

¿Me está invitando a salir?

¡¡¡Me está invitando a salir!!!

— ¡Si obvio! Me encanta la idea.— exclamé tratando de cubrir las sonrisa tonta que me sale cuando estoy nerviosa.

— ¡Que bueno!.
Cris es el hermano del color neutro. Él es puro rock nacional, toca la guitarra y tiene esos momentos de rebeldía, como para partir la noche. Pero ojo, también tiene sus ratitos de calma. En cambio, yo soy el hermano que tiene el don del arte fino, del dibujo. Me puedo pasar horas y horas garabateando, dándole vida a cada detalle. Es como comparar el ruido y la furia del rock con la tranquilidad y la precisión del dibujo. Cada uno en lo suyo.

— Como polos opuestos— concluí.

— Exactamente opuestos, sí.

— Quiero ver tus dibujos... Algún día.

— Cuando estés devuelta en mi cuarto— al decir eso pegó un saltito —. Sonó muy flashero.

Pero lo entendí. Se refirió a la otra vez que dormí en su casa después de la fiesta.

—¿Y... Que instrumento toca tu hermano?— traté de cambiar de tema.

— Cristian desde muy pequeño empezó a tocar el bajo, exactamente a los 4 años empezó su "obsesión' con la música. Mi papá que en este tiempo tenía una banda en el garage de mi casa le enseñó a tocar, Cristian era pequeñito y se quedaba hasta las tantas de la madrugada con él y sus amigos que se unían a la jam session improvisada, las risas y acordes llenaban el aire, también las cervezas y otras sustancias.

No dije nada, se nota que la relación con su padre es algo tensa. Tampoco soy una experta, pero por lo menos yo no llevaría a mi hijo a un lugar así.
Ahora qué hago memoria jamás vi al padre de los chicos, no sé qué habra pasado y tampoco me quiero entrometer demasiado en sus vidas.

— Yo siempre quise tocar la guitarra, pero no se me dió bien.

— Yo fui a tutorías durante meses pero nunca pude aprender un solo acorde. Sí convences a Cristian capaz te enseñe él mismo, ni a mí me quiso enseñar que soy su hermano.

★★★

La noche llegó, a su vez también llego la desesperación de rebuscar el placard y no encontrar algo que me decante para usar. Justo está parte no me gusta de salir a algún lado, nunca encuentro la prenda perfecta. Es irónico de mi parte, el placard está lleno de ropa y no uso ni la mitad, a veces me preguntó porque la compre si no me gusta! Por moda seguro, pero después de tres meses se dejó de usar.

El negro fue el tono dominante en mi selección. Un color seguro, pero también misterioso y elegante. Quería algo que me hiciera sentir poderosa, pero sin revelar demasiado. Después de todo, era mi primera vez en un bar, y no quería que mi corta experiencia se notara.

La falda, en un tono tierra, se aferraba a mis muslos con una audacia que no solía llevar. Era más corta de lo que me sentía cómoda, pero hoy era diferente. El top negro, con las mangas cortadas, dejaba al descubierto mi abdomen.

¿Quién era esta perra? Me pregunté mientras me miraba en el espejo. Pero algo en mí se sintió liberada.

Las botas negras, altas hasta las rodillas, eran trenzadas y tenían un toque militar. Caminar con ellas me hacía sentir invencible. Imaginé que Melisa aprobaría mi elección. Para cerrar el outfit, la cartera que Melisa insistió en que comprara. Cadenas anchas caían sobre mi brazo, y el bolso de cuero negro colgaba con un aire de rebeldía. Agradecí su insistencia, porque esta cartera era el toque final que necesitaba para armar el outfit.

Cuando me arreglo siempre me veo perra hot, lastima que me dá pereza arreglarme todos los días.

Nerea outfit:

Espero que este capítulo les haya gustado 🍓

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