Capri Persson โธป F1

By phoebeegreenchastain

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โœฎ ยซ ๐Ÿโœบ ยฐ๐Ÿ† ยซ . *๐ŸŽ โŠน โ‹†๐Ÿšฅ * โญ‘ ยฐ ๐ŸŽ ๐™›1 ๐™ญ ๐™˜๐™–๐™ฅ๐™ง๐™ž๐™ฅ๐™š๐™ง๐™จ๐™จ๐™ค๐™ฃ โœจ ๐™š๐™ฃ๐™š๐™ข๐™ž๐™š๐™จ ๐™ฉ๐™ค... More

โธบ introduction
โธบ news
โ‡ข i'm Capri Persson
โ‡ข first day
โ‡ข the ghost
โ‡ข no victory
01 // back on track
02 // i don't wanna talk
03 // about the team
04 // my biggest fear
05 // female disappointment
06 // i know how it feels like
07 // alone at home
08 // you came
09 // why are you so afraid of him?
10 // your worst traitor
11 // ski slope
12 // what do you have in mind for your future?
13 // obsession
14 // the accident
15 // i don't wanna go
16 // this is life
17 // the blonde liar
18 // never a 10
19 // we are the same
20 // i just feel it
21 // our eternal moment
22 // the world is unfair
23 // the meeting
24 // do you want it?
25 // take the risk
26 // an italian evening
27 // i care about you
28 // i'm sorry
29 // what if he loves me?
30 // silverstone
31 // historic day
32 // play dirty
33 // heal and help
34 // why not?
35 // it feels like home
36 // ghost eyes
37 // victim of her own obsession
38 // i don't wanna be strong anymore
40 // schumacher's way
41 // the old track
42 // that winter
43 // life is wonderful
44 // sunrising
45 // rivals and lovers
46 // on the way to netherlands
47 // a birthday lunch
48 // no way out
49 // afraid of losing
50 // maybe...
51 // the problem
52 // my wish and hope
53 // regrets
54 // bees never give up
55 // accept the truth
56 // surprise
57 // sign of a liar
58 // it's not easy to know
59 // you're a coward
60 // kintsugi
61 // stewart
62 // nobody would understand
63 // i been there before
64 // how i deal with it?
65 // try again
66 // you're insane
67 // eye of the tiger
68 // the end of the mystery
69 // it was my choice
70 // last lap
71 // a new motivation
72 // turn 16
73 // love and war
โ‡ข ๐— ๐—ฌ ๐—ช๐—”๐—ฌ
agradecimientos

39 // starting from scratch

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By phoebeegreenchastain


▶『 Estocolmo, Suecia

Agosto, 2023  


La vida con mi madre era muy distinta a como la vivía en Faenza o entre hoteles. La vida con mi madre era lo que en su momento consideraba una pesadilla, era sumamente silenciosa. Solo podías oír el sonido de los platos, sus pasos, la alacena o el refrigerador abriéndose, el grifo, las aves, sonidos ambientales que sólo percibía en completo silencio. Y sumergirme en el silencio después de tanto ruido me recordaba a aquel invierno, pero más que nada al momento en el que se quedó sorda.

No fue de un día para el otro, fue un proceso, y no fue hasta que perdio la audicion por completo que yo pasaba noches llorando en mi habitación en voz alta porque sabía con seguridad que ella no podía oírme. Me pregunto si ella habra llorado en silencio para que yo no pueda oírla. Dijeron que era irreparable porque era un fallo que existía desde su nacimiento y que no tenía solución. Y en un periodo de varios meses, la casa pasó a ser un completo silencio, porque incluso siendo muda mi madre podía escucharme hablar y yo era el único sonido en el hogar. Luego de eso fue como si ambas hubiéramos perdido la capacidad de hablarnos y escucharnos.

Era difícil diferenciar cuando existías y cuando dejabas de hacerlo en una casa llena de silencio. Por eso me dedicaba a observar y ahora aún más mientras mi madre sentía culpa por mi accidente en Spa. Intentaba abarcar todas mis necesidades sin que haga mucho esfuerzo, así que no me quedaba más que observar.

"No me has contado nada nuevo" comentó el segundo día mientras almorzabamos.

"No hay nada nuevo que comentar. Sabes cómo han ido las cosas" 

"¿Crees que soy tonta?" cuestiono con un rostro que solo las madres ponen cuando lo intuyen.

"Que agresiva" conteste ofendida. 

"Puedo leerte el rostro, Capri. No soy cualquiera" advirtió. "Estas distraida"

"Lo lamento, debe ser porque tuve el peor de los accidentes de mi carrera hace dos días" apreté mis labios respondiendo con sarcasmo y mi madre negó colocando los ojos en blanco.

"No lo digo por eso. Sé que pasa" 

"Si lo sabes ¿Entonces porque me lo preguntas?" cuestione obvia y noté hace cuanto tiempo no tenía una conversación normal y neutral con mi madre, una conversación cotidiana sin discusiones acerca de mi carrera.

"Porque quiero que tu me lo cuentes ¿Quien es?" insistió y negué rodando los ojos.

"Nadie, mamá. No es nadie"

"Vamos. Se que hay alguien ahí" continuó molestándome ahora un tanto divertida y bufe dándome por vencida porque nunca desperdiciaría un momento para hablarle de Max.

"Es muy lindo" admití y mi madre aplaudió entusiasmada acomodándose en su asiento para verme con atención. "Es rubio, tiene un gran cuello y vive en Mónaco"

"¿Y? Continua" 

"Es muy lindo conmigo. Es paciente, amable y dulce. Diría que se comporta como todo un hombre, pero no es verdad. Ni siquiera es un caballero. Es todo un... Es paz, si te soy sincera" confesé y mi madre me miró enternecida. "Nos hemos visto bastante seguido y aunque nuestros trabajos no son compatibles, él es increíblemente comprensivo y cálido. De hecho, ninguna palabra es capaz de describirlo del todo" me encogí de hombros. "Sabe escuchar mejor que nadie, mamá" agregue notando lo importante que era eso.

"Espero que lo haga mejor que yo" río ella en broma y no pude pasarlo por alto. "Si lo dices de esa forma, ahora necesito conocerlo"

"No lo creo, mamá. Al menos no todavía"

"¿Hablas en serio? Me dejas con la intriga ¿Como se llama?" interrogó y negué con la cabeza. Cederle una respuesta era tenderle la mano a quien ya sabía que me tomaría del codo. Una pregunta llevaría a la otra y mi madre me tendría hablando todo el día.

"Eres demasiado chismosa, cambiemos de tema" le reste importancia simplemente porque me ofendía el hecho de describir a Max con simples palabras o señas. No había manera de describirlo, él simplemente era maravilloso.

"¿Y qué hay de Mick?" pregunto ella y fruncí el ceño confundida.

"¿Que tiene que ver Mick en todo esto?" dude. No entendía porque lo traía a la conversación.

"¿No paso nada entre ustedes? Crei que podrían ser algo" respondio con simpleza y yo solté una carcajada.

"¿Mick y yo?" rei. "Mamá, no seas ingenua. Mick solo fue y será un amigo. Es mi mejor amigo, conozco a su familia y a su novia ¿Porque creíste que algo pasaría?" cuestione divertida. Era estúpida la idea de que algo podría pasar entre ambos.

"Es un chico muy simpatico, y muy dulce tambien. Es todo un Schumacher" sonrió con ternura y negué rendida. A mi madre siempre le había parecido tierno Mick y la primera vez que nos visitó en Estocolmo se guardó a mi madre en un lugar especial con su carisma y su rostro. Al parecer todo el mundo había apostado a que podríamos ser algo, pero Mick jamás podría lidiar con mi humor y mi carácter repentino. Ya lo había pensado varias veces.

Vi el video del accidente una vez que mi madre salió de casa porque no se atrevía a dejarme sola hasta que tuvo que hacerlo porque no quedaba más té. De hecho sí había, yo los tenia, pero necesitaba un momento a solas después de tenerla sobre mí durante cuatro días enteros desde que llegué, así que los guarde en mi cuarto. Sé que quizás no es lo que debía hacer, pero quería, mejor dicho, necesitaba entender porque se suponía que era mi final, que era exactamente lo que estaba terminando. Y era duro. Había sido un choque múltiple conmigo, George y Pierre donde obligamos a Daniel a parar detrás de nosotros. Mi monoplaza fue el que peor quedó, aunque el Alpine de Gasly tampoco se veía bien. Mercedes tuvo que retirar ambos coches porque el de Hamilton no llegó a frenar y los restos de todos los monoplazas afectados, tambien afectaron el suyo. 

Enfocaron de cerca el momento en el que George y Daniel corren hacia mi monoplaza notando que los rescatistas se tardaban y yo no salía. Russell tambien se encargo de ayudar a Pierre y ver como se encontraba, pero este salió bien en comparación a mi situación, parecia mareado pero asentía a lo que el inglés le preguntaba o decía, momento en el cual, en mi monoplaza, Daniel había descubierto la verdad. No había una cámara enfocando ese momento, pero mi cabeza podía llenar ese vacío por sí sola. 

Me quede viendo aquello que no recordaba, aquello que no había vivido de forma consciente, como los rescatistas me sacaban el monoplaza de encima y me retiraban en una camilla. Alguien intentó quitarme el casco, pero uno de los médicos del equipo encargado de revisarme y el único que estaba autorizado a hacerlo junto con un pequeño grupo de enfermeras, se interpuso de inmediato impidiéndolo. No me sorprendía que mientras estuviera inconsciente lo hayan intentado, cuando veían la oportunidad ninguno la desaprovechaba. Verlo se sintió más duro, porque si no hubiera estado el médico a cargo, probablemente esa persona hubiera terminado con muchas cosas al momento de levantar el casco. Una de las cámaras enfoco a Danny mientras me retiraban y él parecia más afectado que Pierre al salir del auto, parecia que apenas podía mantenerse de pie, así que se sentó sobre el césped junto a la pista mirando un punto fijo mientras los comentaristas se preguntaban qué le había sucedido y especulaban al respecto.

Detuve el video en cuanto dijeron que retomarían la carrera luego de limpiar la pista y me quedé mirando un punto fijo en la sala batallando en silencio con aquello que había prometido dejar atrás. Hacía fuerza al respirar para pensar en otra cosa e intentaba centrarme en las cortinas, cuántos años llevaban ahí, en mis fotografias de pequeña por toda la casa, en los libros amontonados en el estante y aquellos que sobraban repartidos por la sala. Intente centrar mi mirada en los CDs de The Smiths, The Cranberries o de Joni Mitchell que mi madre tenía apilados sobre la cómoda hasta que volviera de comprar.

Comenzaba a aburrirme de la vida en recuperación, me sentía como una adicta a cargo de alguien cuerdo. Sentía que mi madre debía cargar conmigo desde que se despertaba hasta que me dormía. Me sentía por momentos una inútil y una carga horrible, así que me movía por la casa para no perder la costumbre, subía y bajaba las escaleras sujetándome del pasamanos con fuerza cuando el tobillo dolía de más. Sentía una punzada fuerte y me detenía, tomaba aire, esperaba que se calmara y seguía, hasta que volvía a suceder.

El viernes por la mañana, mientras desayunábamos Jean llegó de sorpresa, trajo el resto de mis cosas y se sentó frente a mi en la mesa con un cuaderno. Lo abrió y me dejo ver una planificación de las próximas dos semanas.

"¿Qué es esto?" le pregunté con el ceño fruncido.

"Tu vida a partir de hoy" respondio con sencillez. "Tendrás dos sesiones con una psicologa todas las semanas, todos los viernes después de las prácticas y los martes temprano por la mañana. Mañana vendrá Sarah y el domingo un par de entrenadores más para ayudarte con eso" señaló mi muñeca. "Eso sí, necesito que firmes esto... Uno de los entrenadores es bastante exclusivo"

"¿Que? ¿De qué hablas? ¿Qué es esto?" la mire extraña y confusa con el papel entre manos.

"Te lo dire despues, arruinaras la sorpresa"

"Jean, no es momento para sorpresas" conteste un tanto irritada.

"La mejor manera de controlar tu vida es dejando de controlarla. Firma eso y luego me lo agradeces" insistió y gire a ver a mi madre quien sonreía aunque intentaba ocultarlo.

"¿Tu sabes algo de esto?" pregunte.

"Lo necesitas, Capri"

"¿Van a internarme?" interrogué sintiendo mi corazón palpitar con fuerza. Estar en esta casa ya se sentía como una internación enfrentándome a mis dolores más profundos y abstractos. No quería estar medicada cada ocho horas dibujando árboles en un papel barato en algún centro de ayuda a las afueras de Estocolmo.

"No, claro que no ¿Porque dices eso?" cuestiono Jean mirándome confundida. "Dije que te necesitaba lista para las prácticas en Países Bajos como mínimo. Te prometí que te salvaría, lo prometimos. Y tambien le dí mi palabra a Franz sobre que participarías del siguiente gp después de todo. Querías empezar de cero, así que eso haremos. Volveremos al comienzo y usaremos todas las herramientas que no usamos el invierno pasado. Vamos a dar pelea, tu vas a dar pelea y no vas a rendirte ni encerrarte en un centro psiquiátrico. Es hora de que vuelvas a empezar, otra vez" me explico y pude exhalar con alivio. Jean jamás rompía sus promesas, así que firme los papeles que debía firmar y por la tarde me reuní por videollamada con la psicóloga. 

Me senté frente al ordenador en la sala y le pedí a Jean y mi madre que me dejaran sola. Ambas acordaron que sería lo mejor, pero que no irían tan lejos. Esos pequeños actos, esas pequeñas cosas me hacían darme cuenta que yo no era la única que temía acerca de lo que podría pasarme. Y se sentía extraño porque el invierno pasado no funcionó de la misma manera.

La psicóloga era una mujer rubia con raíces oscuras y ojos claros, con un rostro muy poco hegemónico. Su nombre era Christine y era del tipo de persona que cuando sonreía su labio quedaba sobre su encía dejando ver todos sus dientes mientras sus ojos se escondían bajo sus párpados achinados. Era una mujer muy simpática a quien le gustaba usar camisas holgadas y tenía una biblioteca repleta de libros detrás suyo.

―¿Por donde quieres comenzar?―pregunto y tome aire. Debía estar abierta a estas cosas. Debía atravesarlas.

―Me gustaría empezar... por mi obsesión con ganar―confesé.

―Me parece bien. Cuentame.

―Bien, yo... ―Es difícil hablar con alguien que apenas conoces, así que no sabía exactamente qué decir. Sabía que se encontraba anotando fuera del campo de imagen que la cámara me permitía ver, pero era inevitable no comenzar a sudar.

Apenas podía hablar con mi madre, no era para nada fácil y me puse nerviosa. Comencé a balbucear porque mi cabeza ya no se enfocaba en el tema que había elegido tratar, sino en cómo hacía para no estar nerviosa, como se suponía que debía hablarle, cómo debía actuar para que no termine diciendo que padecía depresión o algún trastorno severo. 

Y luego simplemente se me paso por la cabeza.

¿A quién le contaría esto? ¿Con quién me sentía más cómoda hablando acerca de lo que me atormentaba? ¿Con quien pasaría horas y horas hablando?

La respuesta no fue nada difícil. Simplemente debía imaginar que hablaba con Max acerca de aquello que en realidad no podía hablarle, pero que moría de ganas por hacerlo.

―Tengo la necesidad de ganar todo el tiempo, de ser la mejor ya sea en la más mínima cosa porque tengo el presentimiento de nunca ser lo suficientemente buena y si no soy buena ¿Entonces quién soy? En el deporte debes ser bueno o te retiras, no tienes otra opción. 

―Pero no es el deporte quien en realidad te exige ser buena ¿Me equivoco?―hablo Christine y me tome unos segundos antes de asentir. 

―Desde pequeña he tenido la tendencia que querer probarle a mi padre que era buena y de jamás defraudar a mi madre por cuanto costaban las carreras―acepte y minutos después la charla simplemente fluyo tal como solía fluir con Max.

Le hable a Christine de mi padre, de mi madre, de mi infancia y de mi constante necesidad de ser perfecta, ejemplar. Le conte como de pequeña solía compararme a mi misma con todo el mundo, con todos los niños de la parrilla, y me jure que seria tan buena que ya no tendría que compararme con absolutamente nadie más, que a partir de entonces el resto de los niños comenzaron a compararse conmigo. Christine dijo que era un claro caso de autoexigencia, pero eso no era nada nuevo.

―Sacando el adjetivo buena, o perfecta, o ejemplar... ¿Cómo te describirías?―preguntó en un momento de la sesión en la que me quedé en silencio. Solo podía pensar en adjetivos totalmente negativos, pero me pregunte como Max me describiría, como Jean solía hacerlo, como mi madre o Mick lo harían.

Pero... ¿Como yo quería describirme?

―¿Debería... Digo, tienen que ser adjetivos a los que aspiro, o como me considero actualmente?

―Hoy, principios de agosto del 2023 ¿Como tu, Capri América Persson Lundberg, te describirías a ti misma?―reformulo su pregunta y observe la sala a mi alrededor.

Si no fuera buena o ejemplar ¿Entonces que sería? Una mentirosa, denlo por seguro. Odiaba que me llamen resiliente o sobreviviente. No podía usar adjetivos como notable o sobresaliente. 

¿Entonces quién era?

―Di lo primero que te venga, di lo que sea que estés pensando―habló con calma.

―Si no soy buena ni ejemplar, entonces diría que soy mediocre porque le mentí a todos, soy cruel porque solía creer que mi madre me debía algo por darme una vida tan desagradable con un padre como el que tuve cuando ni siquiera ella tenía idea de cómo las cosas iban a suceder y estaba sola. Soy débil porque lo único que hago es intentar mostrar que no lo soy, no puedo aceptar mis derrotas, no puedo aceptar... mi humanidad ¿Como se supone que describa eso?―apreté mis labios encogiendome de hombros y Christine asintió en cuanto termine.

―Solo me has dicho antónimos de bueno, perfecto o correcto. No eres ninguno de los dos. No eres buena ni tampoco eres mala. Las personas no se dividen por ser buenas o ser malas, perfectas o imperfectas, humanas o inhumanas―contestó. ―Cuando te pregunte recientemente cómo te describirías, solo quitamos buena, perfecta y ejemplar―enumero. ―Pero existen cientos de formas para describirte, no simplemente adjetivos de una sola palabra. Quiero que pienses en eso, Capri ¿Como te describirias a ti misma? Eso es todo por hoy―sonrió y fue estúpido lo que dije luego, pero fue innato.

―¿Lo hice bien?―al soltar la pregunta lo note, y ella noto que yo lo había notado. ―Lo siento...

―No te disculpes. Lo entendiste y eso es lo importante. Nos vemos el martes, Capri.

Jean y mi madre volvieron luego y aunque entendía su mera curiosidad por saber como me había ido, simplifique la hora y media de sesión a: "Me fue bien" aunque si tuviera que ser sincera, no mentía en lo absoluto. Christine había sido paciente y neutral. No se que como se supone que deba sentirse una psicóloga en una sesión, pero yo me sentí muy cómoda con ella y creo que eso fue más que suficiente. Pero después sentí el sabor amargo de querer continuar hablando, solo porque había imaginado que lo hacía con Max.

Me pase toda la noche deseando que estuviera aquí, que él fuera con quien hablara. Deseaba poder tenerlo cerca, y cuando hablaba de cercanía no era una física, sino más bien hablaba de tenerlo cerca para contarle absolutamente todo lo que me sucedía, como me sentía realmente y no detrás de una máscara rígida y tensa donde debía contarle simplemente fragmentos de mi vida para no matarnos. 

Sarah llegó para entrenarme el sábado y mejorar la movilidad de mi tobillo y mi muñeca. No estaba tan mal después de todo, pensé que iba a ser difícil volver al ruedo, teniendo en cuenta que había pasado una semana, pero los médicos dijeron que al ser deportista, lo mejor sería que me mantenga en forma y no pierda el ritmo. Solo eso ayudaria a mi tobillo y muñeca a mejorar. Y aunque aún rengueaba un poco, podía moverme con facilidad, caminar y trotar. Pasamos todo el día ejercitándome y note que subir y bajar escaleras había hecho su efecto. 

Al día siguiente, Jean me despertó temprano por la mañana, a una hora que ni siquiera mi madre se había despertado. El cielo aún estaba oscuro y yo debía sujetarme fuerte de las paredes para caminar hasta el baño para lavarme el rostro porque aun estaba un tanto dormida.

―¿No crees que es demasiado temprano?―pregunté mirando como el reloj indicaba las 04:28 a.m. mientras Jean preparaba un zumo de proteínas.

―Mientras más temprano, mejor.

―¿No piensas decirme que planeaste?―la mire fijamente.

―No vas a tener que esperar mucho. Lo verás cuando lleguemos. Deja de ser tan impaciente―negó Jean divertida dándome mi zumo como desayuno y tomo un bolso con cosas indicándome que la siguiera hasta el auto. Mi asesora me llevó hasta un pequeño gimnasio a un par de manzanas de la casa, pero la fachada no parecia la de un gimnasio. Esto no se veía como una idea de Sarah en lo absoluto, ella hubiera elegido un gimnasio profesional con vistas que despejen mi mente, duchas, sauna y sector para masajes.

El lugar parecia un edificio abandonado de piedra marrón, ventanas antiguas de hierro oxidado y cimientos de piedra con zonas cubiertas por el moho. Definitivamente no tenía nada de lo que solían ser los gimnasios que recurríamos con Sarah.

Jean se inclinó sobre el volante para ver la fachada desde su asiento.

―Lo conseguí―sonrió.

―¿Que conseguiste?

―Se supone que hubo un gimnasio en Estocolmo donde todos los pilotos Suecos ejercitaron al menos una vez en sus vidas. Se supone que era una tradición hasta que dejaron de haber pilotos suecos.

―¿Qué hay de Marcus Ericsson?―cuestione.

―Nunca pisó este gimnasio. Aquí entrenaron Jo Bonnier, Stefan Johansson y Ronnie Peterson, entre un par de aficionados más. Segun tu madre, se suponía que había cerrado hace varios años, antes de que nacieras, pero cuando investigue al respecto vi que en realidad no es así, simplemente el dueño tiene dos socios por día―explicó con lastima. 

―¿Estás inventado todo esto? Porque si es así, un poco me convences.

―Hablo en serio. No habrán sido Prost o Stewart, pero supuse que no hay mejor que sentir el espíritu. Además, mira quién está ahí―sonrió cómplice haciéndome un gesto con la cabeza para que mirara la entrada del gimnasio y Mick bajaba las escaleras sonriente acercándose al auto. Su rostro familiar entre tanto, me sacó una gran sonrisa y me baje de inmediato para abrazarlo. Era un alivio que estuviera ahí para mi. ―Bien, niños. Disfruten el día. Te veo en la noche, Persson―saludo Jean desde el auto tendiendome el bolso antes de irse.

―Dios, Mick, no tienes idea de cuánto agradezco que estés aquí―volví a abrazarlo y eso pareció sorprenderlo, pero ni siquiera lo dudo.

―En realidad, tu no tienes idea de lo que yo agradezco que estés aquí―respondio sujetándome con fuerza y note a lo que se refería. Mick no me soltó, de hecho me aferro a él aún más y acomode mi mentón sobre su hombro acariciando su espalda. ―Por un momento pensé... ya sabes.

―Lo sé―admití sin separarme de él porque sabía a lo que se refería. 

―Pensé... que se había terminado. Que te había perdido―dio un paso atrás y lo observe de frente. ―Es una locura ¿Sabes? Ni siquiera puedes entenderlo cuando sucede. No entraba en mi cabeza el hecho de que tú podrías... ―no quiso decirlo en voz alta. Entendía en qué lugar estaba, entendía lo fuerte que debía ser para Mick después de todo. En ese momento me di cuenta de lo egoísta que era pensar en querer morir cuando Mick se quedaría aquí con todo el desastre que eso conllevaría.

―Ya estoy bien. Prometo jamás volver a asustarte de esa manera―intente animarlo. ―Es momento de empezar de cero.

―Hablando de eso, hay alguien adentro que espero mucho tiempo por conocerte. ―Mick dio una corta mirada indicando la puerta de entrada y me dirigí hasta allí cruzando el umbral. Dentro no estaba tan oscuro como parecia, las ventanas de ocho cuadrados oxidadas que se repartían por las paredes que daban al exterior, funcionaba perfectamente como captadoras de luz natural, las cuales parecían posicionarse sola y exclusivamente sobre él esperando por mi con su media sonrisa tan icónica como la recordaba en los posters de cuando solía correr en go karts.

De la sorpresa el bolso se resbalo por mi hombro y me lo quede viendo por varios minutos asimilando su presencia. Si había algo de bueno en todo lo que había sucedido, es que él se encontraba frente a mi. El hombre al cual había admirado gran parte de mi vida. El padre de Mick que yo siempre deseé tener.


















La madre de Capri intuyendo que andaba de romántica:




Capri que no puede ni quiere evitar hablar de Max:




Capri cuando su madre le preguntó sobre Mick:




Capri viendo que Jean la esta haciendo firmar cosas:




Todos cuando Jean por fin la obliga a ir a sesiones con una psicóloga:




Nosotros cuando Capri tiene que imaginar que Christine es Max para hablarle tranquila:




Capri deseando que Max estuviera con ella y pudiera contarle toda la verdad:




Capri y Mick reencontrándose:




Mick hablando de como vivió el accidente:




Capri entrando al gimnasio:




Todos:








Voy a dejar esto por aquí y desaparecer lentamente...

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