Lauren cayó de rodillas.
- Estás mintiendo. – dijo después de haber disparado en el aire. – Tú no eres mi hermano.
- ¿Cómo explicas que sé que Mike fumaba siete cajetillas de cigarro al día? Que era un maldito drogadicto. Que te prefirió mil veces a ti antes que a su pobre hijo esquizofrénico. Que tanto tú, como él, se olvidaron de mí como si fuera una mierda.
Lauren se quedó callada. De un momento a otro había perdido todas las fuerzas. En su mente solo rebosaba la última imagen que tenía de su hermano. Era tan diferente a todo lo que veía ahora. Ni siquiera podía recordarlo si es que Max no tocaba el tema. Su padre le había obligado a olvidarle a como dé lugar, le había prohibido si quiera mencionar la existencia de su hermano. Y ahora lo tenía al frente… después de tanto tiempo…
- ¿Te sientes acabada verdad? – Max caminó hasta colocarse frente a ella. Lauren sintió como las manos de Elisabeth le apretaban el brazo con fuerza. – Así me he sentido yo toda mi vida.
Con una fuerza brutal, Max clavó un rodillazo en el rostro de Lauren. Haciéndola gemir de dolor y tumbándola sobre el suelo. Su boca se ensangrentó de inmediato y sus manos soltaron el arma debido a la fuerza utilizada por Max.
Elisabeth gimió.
En ese momento, Camila apareció tras ellos, con ambos fusiles apuntando hacia Max. Travis hizo lo mismo.
- Vaya… ahora sí estamos completos. – Max soltó una carcajada.
Camila dio una mirada hacia Lauren, que se retorcía sobre el suelo. Pudo abrir un poco los ojos y susurrar el nombre de Camila como un aliento suave que salía de su garganta. Y ella quiso abalanzarse sobre ella. Quiso poder decirle que todo estaría bien, pero ni siquiera ella misma lo sabía. Tuvo que contenerse y no perder de vista a Max.
Por otro lado, Elisabeth corrió hacia Camila, abrazándola de la cintura.
- Has llegado justo a tiempo. Empezaba a contarle a Lauren toda la verdad.
- Travis, sácala de aquí. – murmulló ella hacia su amigo. Travis alzó una ceja.
- No voy a dejarte, estás loca.
- Sácala de aquí, por favor. – rogó ella sin perder de vista a Max. – No puedo hacer esto si ella está aquí…
- Joder, Camila... – se quejó Travis, apuntando todavía a Max con su arma. – No voy a…
- ¡Sácala de aquí ahora mismo! – gritó ella con fuerza. Y Travis no tuvo ninguna otra opción más que tomar a Eli entre sus brazos y llevarla fuera de esa habitación.
- Gran estrategia. – le felicitó Max, una vez estando solos. - ¿Dónde has conseguido esas… - Max se quedó callado al observar que Lauren se movía en el suelo e intentaba colocarse de pie. De inmediato le apuntó con el arma. – No te muevas o disparo.
Lauren alzó ambas manos.
- También puedo hacer eso. - Camila ladeó la cabeza.
- Pero yo sí hablo en serio, muñeca. Da un solo paso, y acabo con tu vida así como tú hiciste con la mía. – le dijo a Lauren una vez más.
- Deja que Camila se vaya. – habló Lauren, tan alto como para que Camila pudiera voltearse y casi empezara a discutir con ella. – Me quieres a mí, ahora déjala a ella.
- Ya escuchaste, Cabello. – Max le sonrió. – Este asunto es de hermanos.
- No voy a irme de aquí. - Camila miró a Lauren, casi tragándose sus propias lágrimas llenas de ira y desesperación. ¿Por qué demonios le pedía eso? – No voy a dejarte.
- ¡Solo vete! – gritó Lauren, las venas marcadas en su garganta hicieron que Camila se estremeciera. - ¡Lárgate! ¡Vamos, hazlo!
Las manos de ella temblaron, empezando a dudar si podía seguir teniendo aquellos fusiles entre sus dedos. Había perdido demasiadas fuerzas. Quiso hasta incluso llorar, pero no desistió, debía quedarse.
Mientras Max observaba a Camila con una sonrisa victoriosa en los labios, Lauren aprovechó a moverse rápido y estiró su mano unos centímetros hasta donde su arma se encontraba. Y al hacerlo, dos disparos resonaron en la habitación.
Lauren cayó de espaldas, recibiendo las balas sobre su brazo derecho. Golpeó su cabeza contra el suelo. Y sangró. Sangró. Y sangró. Sus ojos se nublaron de un momento a otro. No podía ver nada. Le dolía demasiado la cabeza. Trató de estabilizarse, pero solo pudo lograr ponerse peor. Sangraba más. Oh joder. Se había roto la cabeza. Logró saberlo al pasar sus dedos por la reciente herida.
Casi inconsciente, pudo ver a Camila disparar a Max incontables veces. Patearle. Golpearle fuerte. Gritarle mil veces lo que había hecho con él. Y cuando fue suficiente para ella, envuelta en lágrimas, corrió hacia ella y le besó la boca. La besó incontrolable, mientras las manos de ella también se llenaban de sangre.
“No te duermas”… susurró ella. O al menos eso pudo escuchar Lauren, que la veía en medio de imágenes borrosas que apenas podía reconocer. Pero aquello no avanzaba. Empezaba más bien a retroceder.
“Lauren, por favor… por favor no te duermas… ¡Travis! ¡Travis ayúdame!” gritó ella, desesperada. Su voz era eco en la mente de Lauren. Trataba verdaderamente de no cerrar los ojos. De no perderla para siempre.
“Se ha golpeado… Dios mío, Lauren…” ella gimió y volvió a besarla, esta vez en la frente.
“No cierres los ojos, amiga” farfulló Travis, al verla en el peor estado en el que jamás había estado nunca. “Camila... Camila ¡Escúchame, tenemos que salir de aquí” le gritó. Ella no dejó de llorar. Gritaba y sollozaba sin conseguir alivio. “¡Escúchame, maldita sea!
“¡NO PUEDO!” ella le respondió con un grito aún más fuerte. Se volvió hacia Lauren, que sangraba sin detenimiento sobre sus manos. “Lauren, estoy embarazada…” le dijo envuelta en lágrimas. Travis se quedó sin poder hablar. “Vamos, sé que me escuchas… tú… tú querías ver esto, por favor no te vayas ahora…” rogó. “¡No te vayas!”
Los ojos de Lauren tambaleaban. Ahora mismo no podía ver nada que pudiera ayudarle. Lo último que pudo escuchar antes de cerrar los ojos por completo, fue a Vero murmurar algo que no pudo entender, a Travis hablarle a Camila, y a ella… haciendo que tocara su vientre.
“No te vayas, te lo suplico…”