Fuego | SEKS #5

CasAlvarez13 द्वारा

2.2M 229K 111K

SERIE SEKS, LIBRO #5 Alexis y Bruno comparten una noche en un club fetichista que se arruina cuando el pasado... अधिक

Sinopsis
Advertencia de contenido
1
2
3
4
5
6
7
8
9
10
11
12
13
14
15
16
17
18
19
20
21
22
23
24
25
26
27
28
29
30
31
32
33
34
35
36
37
39
40
41
42
43
44
45
46
47
48
49
50
51
52
53
54
55
56
57
58- último capítulo
Epilogo

38

35.1K 4K 1.4K
CasAlvarez13 द्वारा

Bruno

Estoy distraído, lo admito. La visita de Alexis en el cuartel removió cosas en mí y centrarme en la escena frente a mí me resulta difícil, aunque nunca fue así. Siempre pude separar mis emociones del trabajo, pero hoy solo quiero encontrar una salida rápida a esto y regresar con ella, tras toda la distancia entre nosotros.

Me apresuro a organizar a mi equipo, dar instrucciones y controlar el fuego que amenaza con devorar la casa frente a mí. Lucas y Lena se quedan cerca, ordenando todo y siendo fundamentales en cubrir mis despistes.

Cuando todo está controlado, evaluamos la estructura. Ponemos vigas de soporte y tomamos algunas pertenencias que se pueden rescatar para la familia, antes de irnos.

—¿Estás bien? —Lucas, que conduce, me observa. Asiento en silencio —. Vi a Alexis en el cuartel —vuelvo a asentir —, parece...

—No lo digas —resoplo —, necesito pensar en otra cosa —murmuro.

Lena, tras nosotros, se ríe.

—No mientas, Bruno.

—Hablo en serio, Martins. Ni siquiera puedo centrarme en el trabajo y eso es peligroso para todos —señalo.

—Piensa que ella fue a ti —comenta en voz baja —, el otro día me dijiste que temías que tuviera miedo de ti, pero no creo que sea así —añade.

No le digo nada.

—La última semana fue una maldita locura, Bruno.

—No volverá a pasar —aseguro con tono solemne.

A pesar del breve respiro que tuve anoche —ver a Alexis tras todos estos días se sintió como tomar una bocanada de aire limpio tras oler azufre en un incendio —, todavía me siento agotado.

Esta semana ha sido llanamente una locura y, por mucho que intenté mantener mi distancia, no pude. Mi espalda me está pasando la cuenta por llevar varios días durmiendo en el coche.

—¿Cómo está Katia? Rosi quiere verla, pero no sé si es una buena idea —Lucas me habla a pocas calles del cuartel.

—Está con su padre —le explico —, está bien, dentro de las posibilidades. Hablé con ella hace unos días, lo está sobrellevando bien —carraspeo —, está contenida y con terapia.

—No puedo imaginar cómo se siente —suspira.

No digo nada, Lena tampoco y poco después estamos en el cuartel. A pesar de que quiero ir rápidamente a mi oficina y comprobar si Alexis realmente me esperó, descargo las cosas del camión, hasta que Lena me detiene.

—Vete.

—No me das órdenes, cabo.

—Te estoy haciendo un favor, comandante —me empuja hacia mi oficina como si no pudiera echarla de aquí o torturarla de algún modo y arquea una ceja —. No seas cobarde, Bruno.

—Vete a la mierda, Lena.

Bi siquiera se inmuta mientras camina con Lucas hacia el camión.

Tomando una bocanada de aire, voy hacia mi oficina, notando desde ya una figura masculina y la aprehensión me inunda. Olvidé por completo que el padre biológico de Alexis vendría aquí hoy para hablar.

Carraspeo, tras él. Alexis me nota y parece aliviarse, pero no entiendo por qué parece tan asustada de su jefe, cuando jamás lo vio como una amenaza.

—Bruno —menciona mi nombre mientras se acerca un poco a mí y observo a su padre.

Se suponía que hablaríamos sobre cómo decirle que el hijo de puta y ella no comparten sangre, un hecho que podría hacerla sentir mejor, pero, viendo su reacción, no sé qué tan buena idea sea.

—Hola, cielo —fuerzo una sonrisa y miro también a su padre —. Creo que deberíamos dejar esto para otro día.

Aprieta los labios y asiente, tras mirar de nuevo a Alexis. Se nota que la culpa lo corroe y que quiere sanar todo esto con ella, pero también parece entender que Lex necesita tiempo.

—Claro.

—Yo debería irme —murmura Alexis —. Tengo cosas que hacer, de todos modos y solo vine... no sé para qué vine —suspira, jugando con la correa de Kaile.

Se queda de pie, sin moverse. Mira entre nosotros, como si el espacio para pasar fuera mucho más chico de lo que en realidad es y lo abro más, creyendo que le aterra pasar entre ambos.

—Quedó algo pendiente —le digo, cuando todavía no se mueve. No menciono qué es, porque su padre está aquí y sería incómodo, pero creo que ella sabe que hablo de la charla sobre los tatuajes.

—Lo sé —responde finalmente.

—¿Cenamos? —le pregunto, sin dudar.

Me contuve con ella durante todos estos días, pero sé que la Alexis que conocí y que amo sigue allí, bajo esa protección que puso en su memoria y también sé cómo funcionaron las cosas la primera vez. Con paciencia, si, con tiempo, pero tomando lo que me daba y exigiendo más. La noche en el sofá fue como abrir de nuevo esa puerta.

—¿Una cena? —cuestiona con confusión.

—Podemos pedir pizza —le ofrezco, esperando una respuesta, deseando que sea la misma que me ha dado siempre y una sonrisa tira de mi boca cuando frunce la nariz, negando.

—Eso no es sano, yo cocinaré —dice.

—Como quieras —contengo la euforia, tratando que el rechazo a la pizza no sea más que eso.

Me observa por varios segundos, luego a su jefe.

—Hasta luego —murmura, escapando de mi oficina, dejándome a solas con su jefe y padre.

Lo observo, esperando silenciosamente a que él comience con la conversación.

—No sabía que ella estaría aquí.

—Tampoco yo —señalo la silla donde ella se sentó y aprieto los labios, viendo los cupcakes que me trajo, esperando a que su padre se voltee para esconderlos en un cajón, porque no pienso darle ni las migas.

Todo muy bien con que sea mi suegro y debemos llevarnos bien, pero los cupcakes de Alexis son un punto de inflexión.

—¿Ella los cocinó? —me pregunta, señalando mi comida.

—Sí.

Los hago a un lado, dejando en claro que no planeo compartirlos y estoy seguro de que mi madre me golpearía por verme siendo tan descortés.

—Es bueno que esté cocinando de nuevo —dice.

—Lo es —afirmo, sin dejar de mirarlo. Aflojo un poco mis hombros y suspiro —. Olvidé que usted vendría hoy, lo lamento. He tenido demasiadas cosas en mi mente.

—Lo imagino —no hay sarcasmo en su voz, sino comprensión genuina —. ¿Cómo está ella?

—Mal. Bien. Es un proceso —digo —, creo que tendrá altibajos, como en cualquier proceso.

—¿Crees que sea un buen momento para decirselo?

—Sé que es algo que debería saber antes del juicio, pero es muy pronto —suspiro.

—Apenas me soporta.

—¿Disculpe?

—Ella. No soy idiota, vi la cara de alivio que puso cuando te vio. Estaba asustada de mí.

Por algunos segundos, lo miro en silencio. Sé cómo debe sentirse y, por mucho que nuestra posición sea diferente, lo entiendo.

—Sé que no es un consuelo, pero, si sirve de algo, usted es uno de los pocos hombres en los que confía —murmuro.

—¿Eso crees?

—No lo creo, lo sé. En este momento, todos somos... todos somos un peligro potencial para ella —carraspeo —, pero, antes de lo que sucedió, siempre habló bien de usted.

Se quiebra, pero finge no hacerlo. Parece contener las lágrimas y mira hacia el techo por varios segundos antes de hablar.

—Creí que había tomado la decisión correcta, que estaba haciendo lo mejor para ella, pero... ese malnacido...

—Tal vez las cosas hubieran sido diferentes, pero no podemos lamentarnos sobre algo que no podemos cambiar —respondo —. Pensemos en qué hacer de ahora en adelante.

Asiente.

—¿Los abogados han dicho algo sobre el juicio o cómo seguir? Si es necesario...

—Alexis aún no sabe nada. Lo hemos hablado con Zaira, creyó que lo mejor sería dejar pasar esta semana para que esté un poco más fortalecida —suspiro —, pero Andrei ya presentó las pruebas. Killian e Isla estaban planeando alguna estrategia de defensa junto con él. Creo que Isla conoce al abogado de Victor —le explico —. Quieren que Katia preste testimonio.

—Es menor de edad.

—Lo sé, pero Katia quiere testificar —digo —, Isla habló con ella, le explicó que no era necesario, pero ella insistió. Quiere...

—Quiere hacer algo por su mamá —susurra —. Es como ella, como Alexis.

—Si Mat se lo permite, Katia puede testificar. Yo creo que es una locura exponer a una niña tan pequeña a un juicio así, pero depende de Mat... y de Alexis.

—¿Encontraron algo más?

Las manos se me cierran en puños, recordando la última llamada de Isla.

—Requisaron la casa de Victor y Marisa, la que solía ser la habitación de Alexis estaba siendo usada como un depósito y tenía grabaciones.

—¿Qué? —palidece.

—Victor la filmaba —las palabras me arden al pensar en una Alexis de la edad de Katia siendo filmada en esa atrocidad, me revuelve las tripas.

—Voy a matarlo.

—También me gustaría, pero prefiero que se pudra en la cárcel. Matarlo sería hacerle un favor.

La mandíbula se le aprieta.

—Si la justicia no falla...

—Isla, Killian y Andrei van a hacer todo lo posible para que se consiga la pena más alta.

Asiente levemente.

—Eso espero o conseguiré a otros abogados.

—Créame que por muchos abogados corporativos que pueda pagar, no van a hacer lo mismo que ellos tres. No la defienden por dinero, la defienden porque la quieren y eso no compite con ninguna moneda.

Me observa en silencio. Si bien Alexis no creció con él, tiene algunas similitudes, como analizar en silencio las cosas antes de hablar.

—Me alegro de que Alexis te tenga —se pone de pie —. Debo irme, pero espero que sigamos en contacto.

—Lo haremos —aseguro —, y, señor Lans...

—Ya deberías llamarme por mi nombre de pila, ¿no crees?

Sonrío, sin hacerle caso.

—Sepa que va a ser difícil cuando lo descubra, probablemente le duela y lo sienta como una traición, pero sé que cuando lo procese, se alegrará.

—¿Eso crees?

—No lo creo, lo sé. La conozco —omito el detalle que sé sobre ella, cuando dijo que necesitaba sacarse a su padre de la sangre, sin saber que él no es parte de ella. Victor y ella no comparten nada y, aunque habrá un shock inicial, creo que le aliviará saber que Lans es su verdadero padre.

—¿Crees que ella quiera aceptar mi apellido?

—De a poco, Lans. Las cosas con Alexis deben ir de a poco o no funcionarán.

—¿Eso crees? —vuelve a preguntar.

—No lo creo, lo sé —vuelvo a responder.

...

Estoy un poco nervioso para cuando dejo el cuartel y me voy a casa.

Necesito una ducha y un cambio de ropa antes de ir a la casa de Alexis para nuestra cena y por poco me rebano un pedazo de la mejilla mientras me afeito, bastante distraído.

Aprovecho para llamar a Travis y también hablo con Owen, que sigue en Alemania y no volverá hasta dentro de un par de semanas. Lo pongo al tanto sobre Lex, pero acordamos no hablarlo con Adabel, porque lo último que necesita es estresarse, pero hablo algunos minutos con ella, que todavía parece un tanto ansiosa.

Luego, me subo al coche. Ni siquiera la primera vez que nos vimos estaba tan nervioso como lo estoy hoy y creo que la ignorancia que tenía respecto a la verdad tras Alexis es lo que me permitía estar tranquilo. Ahora que sé todo, siento que cualquier cosa podría ser un detonante y me asusta cagarla.

Cuando me detengo en su casa, bajo del coche. Me tomo algunos segundos para calmar mi ansiedad e ir hacia la puerta. Escucho el gimoteo de Kaile al otro lado y esa pizca de normalidad me hace sonreír, antes de que Zaira abra la puerta.

—Hola —la miro con curiosidad.

—Hola —me sonríe. No puedo decir que somos amigos, pero toda esta mierda nos ha unido bastante —. Ale se está cambiando, no sabía que ponerse —dice, sonriendo incluso más.

—¿Por qué lo dices tan sonriente, como si no saber qué vestir fuera algo bueno? —pregunto con confusión.

Se ríe.

—Hombres —resopla —. Te contaré un secreto, Bruno, pero que no salga de aquí —me señala —. Algunas chicas nos ponemos nerviosas cuando saldremos con alguien que nos gusta y queremos impresionarlo, entonces queremos vestirnos bien y entramos en un cortocircuito sin saber qué ponernos — todavía confuso, arqueo las cejas y ella resopla —. Que esté nerviosa por verte y quiera lucir bien para ti es algo bueno, idiota.

—Oh.

—Sí, oh —analiza mi rostro —. Me dijo que Lans fue a tu trabajo.

Asiento.

—Si pregunta, le diré que pidió asesoramiento por la instalación de algunas cosas en la oficina nueva —explico y miro tras ella, esperando que Alexis aparezca. Observo a Zaira nuevamente y me percato de que viste su ropa de trabajo —. Creí que estabas suspendida.

—Lo estaba, pero... es algo largo de explicar —como Alexis no aparece, sigue —: Algunas personas hablaron en mi defensa y me dejaron regresar antes.

—Eso es genial.

—Tengo prohibido hacer algo mal, me tendrán bajo un microscopio, pero sí —suspira. Me observa y parece a punto de preguntar algo, pero no lo hace.

—Owen sigue en Alemania —digo.

Su expresión se endurece.

—No me importa Owen, él puede hacer lo que quiera.

—Zaira... —resoplo —, si hubiera una competencia por ver cuál de ustedes es más terco...

—Yo ganaría.

—Habría un empate. Tienes que entender que lo que Owen...

—Hola —la voz suave y nerviosa de Alexis a varios pasos hace que me detenga y Zaira aprovecha la distracción para tomar su bolso.

—Ya me voy.

—Espera... —Lex la mira con confusión —, creí que ibas a quedarte.

—Hasta que llegara Bruno, sí. Él ya está aquí, así que me iré.

—Zai... —Alexis es interrumpida cuando la enfermera la abraza y le dice algunas cosas que no escucho, antes de pasar por mi lado y palmearme el hombro.

—¡Disfruten la cena y no olvides los antibióticos! —grita antes de salir de la casa.

Kaile está frente a mí, con las orejas en alto y le sonrío, acariciando su pelaje para luego mirar a Alexis, que sigue de pie a varios pasos de mí.

Se le ponen las mejillas rojas y es un poco gracioso como intenta ocultarlo de mí, siendo que ya la conozco.

—¿Quieres un café? —me pregunta, mientras se da la vuelta para ir a la cocina.

La sigo.

—No, gracias —me detengo a un metro de ella mientras la observo —. ¿Necesitas ayuda?

—No, estoy bien. Puedes sentarte.

—¿Qué estás preparando? —ladeo la cabeza para ver, pero no lo descubro.

—Costillas a la barbacoa —carraspea. Aferra sus manos al borde de la mesada y se queda allí por varios segundos antes de voltear y mirarme.

—¿Qué sucede? —me acerco más a ella, con algo de temor.

—¿Ya hicimos esto?

—¿Qué cosa? ¿Cenar juntos?

—Las costillas —murmura —. Tengo... tengo una imagen de nosotros haciendo esto, pero...

Por algunos segundos, lo medito. Sé que su psicologo dijo que no le dieramos mas información, pero, si es ella la que recuerda, ¿quién soy yo para negárselo?

—Si, lo hicimos —le confirmo —. Me obligaste a preparar la ensalada —sonrío —, Katia estaba en su habitación y cenó con nosotros.

Aprieta los labios y asiente.

—No entiendo por qué recuerdo eso —suspira y sigue acomodando las costillas dentro de la cacerola, sellando la carne para, mas tarde, agregar la salsa.

—Yo tampoco, pero... creo que hay algún modo en el que tu cerebro funciona que... te protege, pero te permite recuperar algo.

Suelta una risa amarga.

—Porque recordar una comida tiene mucho sentido.

—Sí —doy otro paso más, hasta estar a su lado y apoyo mi cadera contra la encimera, quedando de costado. Su perfil parece tenso y el cabello recogido me deja ver una parte del moretón en un rostro que todavía no se desvaneció y que no cubrió con el maquillaje —. Quizás no signifique muchas cosas, pero tal vez tuvo algún valor importante en ese momento.

—Tal vez —ladea un poco el rostro para mirarme y nota en dónde estaban fijos mis ojos y sus mejillas se ponen rojas —. Lo siento —se aleja un paso y una parte de mí se alivia al poder ver más allá de esta nueva capa.

Cuando intenta pasar por mi lado, cruzo mi brazo por su camino para que no se aleje y mis dedos rozan su brazo.

—No te cubras —intento que mi voz no parezca una demanda, pero parece una —. No tienes que tapar lo que pasó, no conmigo.

Sus rasgos se endurecen un poco.

—No lo hago por ti, Bruno, lo hago por mí. No necesito que mi reflejo me recuerde todo el tiempo que estoy dañada.

Me quedo callado, sin estar muy seguro de lo que debo decirle.

—No estás dañada —murmuro —, pasaste por una situación de mierda, pero vas a estar bien.

Por varios minutos más, prepara la cena y cubre la olla para que se cocinen a fuego muy bajo.

—¿Puedo saber qué hacía Lans en el cuartel? —me pregunta, mientras nos acomodamos en la mesa. Las costillas van a demorar cerca de una hora en hacerse, así que deberíamos poder hablar un rato.

—Fue a verme porque quería un poco de ayuda para las instalaciones de seguridad en las nuevas oficinas —me molesta mentirle, pero es lo mejor por ahora —, y como ya nos conocíamos... —muevo la mano.

—Oh, está bien.

—¿Por qué?

Mueve sus hombros.

—Curiosidad.

—¿Ya quieres volver al trabajo? —Kaile se me acerca mientras le pregunto eso.

—No lo sé.

Asiento.

—Lans va a darte el tiempo que necesites —le recuerdo.

—Si, pero creo... creo que voy a solicitar el trabajo remoto.

La observo con confusión.

—Creí que estar aquí encerrada era una molestia —murmuro.

Parece incómoda por mi pregunta y sé que hay algo más que no me está diciendo.

—¿Tu día en el trabajo estuvo bien?

—Fue tranquilo, sí —Kaile insiste en empujar mi pierna —. ¿Por qué no la llevamos a dar un paseo mientras eso se cocina? —sugiero.

—¿Salir? ¿Ahora? —el pánico cubre su voz y la ansiedad se refleja en sus ojos.

Oh, así que eso es.

—Si, creo que Kaile está aburrida —señalo a la dálmata que parece haber captado alguna palabra clave, porque se acelera hacia la puerta ladrando.

—Claro —Alexis fuerza una sonrisa y se pone de pie, limpiando sus manos en el pantalón.

Caminamos hacia la entrada de la casa y la observo ajustar la correa de Kaile.

—¿Quieres que yo la lleve? —le ofrezco, pero niega. Tiene la mano aferrada a su correa y mira hacia la puerta por varios segundos.

—Es tarde.

—Apenas pasan las nueve —señalo —, ¿qué sucede?

—Nada —responde rápidamente, abriendo de un tirón. Salgo tras ella y la observo dudar por varios segundos —. ¿A dónde quieres ir?

—Podemos caminar sin rumbo.

Mi respuesta no le gusta, pero asiente. Salimos a la acera, donde Kaile comienza a olisquear todo y ella sigue luciendo un poco nerviosa.

Me mira varias veces, como si pensara en decirme algo, pero no lo hace hasta varios minutos después.

—Hablé con Katia hoy — me dice cuando llegamos a la esquina.

—Qué bien, ¿cómo está ella?

No le digo que lo sé porque he hablado con su hija y con Mat.

—Bien, quiere regresar a las clases —murmura —. Eso es bueno, creo.

—Lo es —asiento —. ¿Qué hay sobre ti?

—¿Qué pasa conmigo? —su voz se tensa, pero no sé si es por mi pregunta o por los dos hombres que vienen caminando de frente a nosotros.

Alexis se paraliza. No, en serio. Parece como si sus pies estuvieran clavados al suelo y su respiración se agita. Me muevo hacia el otro lado, entre ella y los dos hombres que, en realidad, no presentan ningún tipo de amenaza y me toma por sorpresa cuando sus dedos se aferran a mi brazo.

Estoy a nada de ofrecerle regresar a la casa, pero me detengo.

—Vamos, sigue caminando —la aliento.

No se mueve hasta que ambos hombres, ajenos por completo a nosotros, nos pasan de largo, hablando entre ellos.

—Volvamos a la casa —pide.

El tono desesperado no me pasa por alto.

—Podemos ir hasta la esquina y regresar —le ofrezco. Niega —. Cielo...

—Necesito regresar, no me siento bien —murmura —. Bruno, por favor...

Cedo. Deja caer su mano de mi brazo, pero yo mantengo la mía en su espalda, hasta que llegamos a la casa. En silencio, entramos. Parece soltar un suspiro de alivio en la seguridad de su hogar y la observo mientras camina hacia la cocina, tras quitarle la correa a Kaile.

—¿Lo has hablado con el psicólogo?

—¿Qué cosa?

—Estas situaciones—digo —, el miedo a salir de la casa —señalo —. ¿Ir hoy al cuartel fue difícil?

Demora varios segundos en responder.

—Lleve a Kaile porque no pude hacerlo sola —murmura, soltando una risa seca —. Es algo muy tonto, pero el afuera se siente tan grande y peligroso, que...

Se detiene, negando.

—Deberías hablarlo con el psicólogo, cielo.

Aprieta los labios.

Kaile se acuesta en el sofá mientras yo la observo a ella, a pasos de las hornallas. Todavía de espaldas a mí, me habla, cambiando de tema:

—Creí que habías venido a mostrarme tus tatuajes.

Sonrío, pero algo me aprieta en el pecho. ¿Qué tan desesperada está por cambiar el tema de conversación?

—¿Quieres verme sin camiseta, Alexis?

—Camisa —me corrige —. Tienes una... —se detiene cuando me posiciono a escasos pasos de ella, oliendo su perfume floral, tan familiar.

—Camisa, sí —sus ojos están fijos en mi pecho, sin subirlos más allá —. ¿Vas a hablarlo con el psicólogo?

—¿Sobre tu camisa?

—Sobre el miedo —intento mantener un tono de voz suave.

—Supongo —titubea. Mantiene los ojos clavados en mi pecho, sin ir más allá y me esquiva la mirada. Con movimientos lentos, llevo mi mano a su mentón, alzando su vista a la mía. Abre los ojos con un poco de temor, pero no me aleja. Contiene la respiración cuando me muevo un poco más y me digo a mí mismo que tengo que hacer las cosas con lentitud.

—Extraño besarte —la admisión se me escapa mientras paso el pulgar por su carnoso labio inferior. Su boca se abre ligeramente y deja escapar un jadeo, pero no se aleja —. ¿Puedo?

Me observa por varios segundos sin moverse. Cuento los segundos que demora en volver a respirar y la forma en la que su expresión se cierra a mí me resulta dolorosa.

—Debería terminar con la cena —susurra, alejándose de mí. Dejo caer la mano y también me alejo de ella, en este baile de idas y vueltas.

No me enoja, no la culpo. Ni siquiera debí preguntarselo, tal vez.

—¿Te ayudo con algo?

Niega.

Los próximos minutos son incómodos. Siempre me gustó verla cocinar por la forma en la que sus movimientos se incluían a la tarea, pero hoy está tensa y es evidente.

Decido callarme, fingir que no acabo de meter la pata y poco a poco vuelve a moverse con la normalidad que la caracteriza.

Cuando la comida está lista, lo sirve todo en dos porciones y me pasa la más abundante, sin decir nada.

Varias veces me mira, como si fuera a decir algo, pero no lo hace y yo mastico la carne con lentitud, sin dejar de observarla.

—La chica del cuartel —comienza.

—¿Lena?

Asiente.

—Dijo que somos amigas —señala.

—Si, lo son —respondo con calma, sin entender a qué quiere ir con esto —pincha un bocado, pero no lo lleva a su boca —. ¿Por qué no estás comiendo? —dejo los cubiertos y la observo, alzando levemente las cejas.

—Sí que estoy comiendo.

—No lo haces —rebato, señalando su plato lleno.

Suspira.

—Me estás mirando demasiado.

—¿Y eso qué tiene?

—Me pones nerviosa —susurra.

Kaile parece decidir que es un buen momento para acercarse y echarse al lado de la silla de Alexis.

—¿Quieres que deje de mirarte?

—Si, por favor.

Sonrío, reprimiendo una carcajada. Sin embargo, cedo y evito mirarla todo el tiempo, aunque la observo de vez en cuando. No hablamos mucho y terminamos de comer en un rato.

—Estaba pensando que podríamos hacer algo este fin de semana —dejo caer la idea mientras lavo los trastes, un poco después.

—Voy a... —se detiene —, bueno, Zai sugirió que podríamos vernos con las chicas de Seks.

—Oh, eso es genial —estoy de espalda a ella, por lo que no puede ver mi expresión —. ¿Vendrán aquí?

—No lo sé. Supongo que sí.

—¿Quienes serán?

—Zaira, Marianne, Isla, Gemma, Lianna... —menciona —. Cal...

—Eso es genial.

—Zaira me dijo que tú y Travis son amigos —susurra.

—También de Owen —aclaro —, en realidad, me llevo bien con todos —explico —, y tú también.

Hace una mueca, que noto mientras seco mis manos. Como no dice nada más y yo tampoco sé qué decir, me inclino para acariciar a Kaile, que está bastante tranquila.

Como no habla, la observo. Parece bastante ensimismada y pensativa y ni siquiera me nota por algunos segundos pienso en que, tal vez, debería irme.

Levanta los ojos y los fija en los mios por un par de segundos antes de hablar.

—¿Vas a irte?

—¿Eso quieres?

Niega tras un instante de dudar.

—Quiero que hablemos —susurra —, quiero que me cuentes sobre nosotros.

Me tenso un poco. No estoy tan seguro de poder hablar y mantener la imparcialidad.

—¿Qué quieres saber?

—Lo que sea, cualquier cosa. Me siento en desventaja cuando tú sabes todo y yo no sé nada.

Le sonrío.

—Puedes preguntar —sugiero.

—¿Cuándo comenzó esto?

—Hace un par de meses —explico.

Me observa.

—Zaira me dijo que fue tras un incendio —comenta.

Asiento.

—No sabía que estabas allí y... quedaste atrapada en el edificio —una mezcla de emociones me recorre mientras recuerdo aquel momento —. Salimos por una ventana y al día siguiente fuiste al cuartel, comenzamos a hablar, te invité a cenar y las cosas se fueron dando —murmuro, sin querer dar muchos detalles.

—No recuerdo nada de eso —suspira, subiendo los ojos por la mesa hasta dar con los míos —, no entiendo por qué te olvidé.

—Yo tampoco —aprieto los labios —, pero creo que hay una parte de ti que sabe quién soy, lo que tenemos.

Se ríe en lo que parece un gesto nervioso. Incluso se pone el cabello tras los hombros.

—¿Por qué crees eso?

—Porque te refugiaste en mí en el hospital, incluso cuando todavía no sabías sobre nosotros —señalo —, porque me dejaste entrar a tu casa en mitad de la noche.

—Zaira dijo...

—Creo que necesitas un poco más que las palabras de Zaira para hacer las cosas —comento.

El marrón oscuro de sus ojos deja de estar fijo en mí.

—Entonces... —espero a que continúe —, dime algo más.

—¿Sobre qué?

—Nosotros —responde.

Medito por unos segundos, pensando en qué cosas podrían ser buenas.

—El oso deforme —comienzo —, un día fuimos a la feria de atracciones, creíste que podrías ganarme en algunos juegos, pero yo lo hice y ese fue el premio —sonrío levemente —, desistí en mis intentos por deshacerme de él luego de un tiempo.

Sonríe levemente.

—¿Ni siquiera me dejaste ganar? —cuestiona con cierto recelo.

—¿Por qué haría eso?

—Es lo que haría un caballero.

—Yo no soy un caballero —chasqueo —, y estaban en juego muchas cosas importantes.

—¿Qué clase de cosas?

—Mi suministro ilimitado de cupcakes —señalo con seriedad —, si tú ganabas, no podría comerlos por una semana.

—Una semana —exclama con indignación —, como si eso fuera mucho tiempo.

—Lo es —rebato —, es demasiado tiempo.

Niega, poniendo los ojos en blanco y por un instante siento que nada de los últimos días ha pasado en realidad y que estos somos nosotros, los de siempre: Alexis diciendo algo, yo provocándola y su posterior descaro y las discusiones fingidas, pero la ilusión me dura poco y la realidad me golpea.

—¿Qué sucede? —pregunta, notando mi cambio de expresión.

—Creo que tal vez debería irme y dejarte descansar —señalo.

No parece muy feliz con mi decisión, pero asiente.

Con confusión, me froto el rostro. Esta incertidumbre me molesta en grados que no puedo explicar, porque me frustra no saber hasta donde avanzar sin que ella se sienta hostigada y hasta donde debo seguir para que no crea que estoy desinteresado.

—Está bien —se pone de pie.

Kaile hace lo mismo con las orejas en alto, alerta a lo que ella haga.

Me fuerzo a quitar mi culo de la silla, deteniéndome frente a ella, sin saber qué hacer. De nuevo, es la misma sensación que me da cuando debo reconocer un terreno nuevo, en medio de un incendio.

—Descansa —digo.

—Tú igual — susurra en respuesta, mientras caminamos hacia la entrada de su casa, donde nos detenemos. Nos miramos el uno al otro sin hablar y sin hacer nada más que contemplarnos.

Salgo de la casa, dándole la espalda a la calle, todavía mirándola a ella y sonrío levemente cuando me doy cuenta de que lleva la misma camiseta que usaba la primera vez que fue a mi casa. Sin embargo, no lo comparto con ella.

Casi de forma inconsciente, deslizo mi mano por su mejilla y me detengo antes de hacer algo más.

—Si necesitas algo...

No termino de decir algo, pero ella asiente.

—Te llamaré —promete.

Aunque le envío la orden a mis pies, no se mueven ni un centímetro. No sé por qué no lo hago ni por qué fuerzo más las cosas entre nosotros cuando debería tomar esto con mucha más calma.

—Me iré —digo en voz alta, casi como un pensamiento.

Mi mira.

La miro.

Hay un momento leve de duda, pero no ofrece nada más que un asentimiento, seguido de un saludo que me empuja lejos de ella, hacia mi coche, donde me encierro y suelto el aire contenido, antes de alejarme de su casa, de ella y de toda la confusión que nos rodea.

...

Cuando llego a mi hogar, tomo una ducha. Ni siquiera la necesito, pero es una forma de despejarme un poco, antes de meterme en la cama.

De todos modos, no es como que pueda dormir mucho. No dejo de pensar, dar vueltas, resoplar y enredarme en las sábanas de una cama que se siente enorme y vacía.

Me froto el rostro, tratando de conciliar el sueño, pero no llega.

—Mierda —reviso la hora en el teléfono, que marca más de la medianoche. Las ganas de salir de la cama, subir al coche e ir a su casa me carcomen, pero me resisto. No necesita eso, no necesita que esté respirando en su puerta todas las noches como un acosador en potencia y tampoco estoy muy seguro de cuál sea la parte de mí que necesita.

Vuelvo a frotarme el rostro, seguro de que será otra noche más de un sueño disperso.

Salgo de la cama, busco los pantalones de deporte, me los pongo y más ropa, antes de ponerme el teléfono en el bolsillo y unos auriculares. Si el sueño y yo no nos encontramos, bien puedo intentar hacer algo con este tiempo.

Salgo de la casa dispuesto a correr un poco. Comienzo caminando por un kilómetro, negado a seguir una ruta que me lleve hacia la casa de Alexis, pero mis pies se mueven en esa dirección. Cuando ya he calentado un poco, comienzo a trotar, tratando de prestar atención a la música. Ni siquiera mido los kilómetros o el tiempo, pero me detengo varias canciones después, cuando el teléfono suena con una llamada entrante, que me hace reducir la velocidad y mirar la pantalla con confusión.

Deslizo el dedo con rapidez para responder cuando veo que es Alexis y el sollozo al otro lado de la línea me pone ansioso.

—Cielo —intento mantener la calma, pero la agitación por correr y por no saber qué demonios sucede hacen que mi voz suene nerviosa.

—Hola —titubea —, lo siento, no sé por qué te llamé.

—Está bien, no hay problema. Puedes llamarme siempre que quieras —le digo con rapidez, comenzando a caminar hacia su casa. Estoy a unos veinte minutos si me apresuro —. ¿Tuviste una pesadilla? —le pregunto.

—Si —admite en un susurro —, intenté calmarme, pero no...

—Oye, está bien —tomo una respiración profunda —, estaré allí pronto.

—No, espera... Son... es tarde, ni siquiera debí llamarte.

—No puedo dormir, de todos modos y en realidad ya estoy en la calle —admito —, necesito unos quince minutos.

Parece dudar.

—¿Por qué no puedes dormir?

No puedo decirle la verdad.

—Tengo el sueño cambiado —respondo vagamente —, ¿Por qué no me hablas sobre esa pesadilla?

—Apenas lo recuerdo —dice —. Me desperté asustada y Kaile estaba ladrando, como si hubiera intentado despertarme —explica, todavía con el tono de voz ronco por el llanto —, intenté escribirlo, pero no... no lo recuerdo.

—Está bien, no todos podemos recordar nuestros sueños —intento ofrecerle un consuelo mientras acelero el paso —. ¿En dónde estás ahora?

—En el baño, iba... iba a darme una ducha.

Contengo la respiración. Significa que soñó con Victor, probablemente. Mi mente se divide entre ese pensamiento y la idea de que decidiera llamarme antes de hacerlo.

—¿Y no lo hiciste?

—No —suelta una risa seca —, es algo tonto, en realidad.

—No lo es, dime —le pido, mientras calculo que estoy a unas pocas calles.

Demonios, mis pulmones van a estar agradecidos cuando me detenga.

Ya estoy completamente sudado y los músculos me arden por el esfuerzo físico.

—Sentí que debía llamarte antes.

—Está bien —tomo un poco de aire —, está bien. Lo hiciste bien, cielo. Estaré allí en unos... cinco minutos, ¿por qué no vas hacia la puerta?

—De acuerdo.

—Quédate en el sofá —le instruyo —, y te avisaré cuando esté en la entrada.

Mantenemos la conversación en la nada, hasta que llego a su puerta y clavo mis manos en mis rodillas por unos segundos, habiendo perdido la respiración.

—¿Estás aquí? —se apresura a llegar a la puerta y abre, dejando que la vea. Tiene el cabello alborotado, la ropa desaliñada y el rostro cubierto en lágrimas que me duelen como una patada en los huevos.

Camino hacia ella con presura, sin siquiera pensar en lo que hago cuando mis brazos están a su alrededor. Sus sollozos se hacen más fuertes, pero no se aleja. Busca refugio en mí, sus uñas se clavan en la parte alta de mi espalda cuando me rodea con sus brazos y apenas logro cerrar la puerta mientras nos tambaleamos dentro.

—Estás aquí —repite —. Viniste.

Alejo mi rostro, lo justo para poder verla a la cara y no dudo en pasar mis pulgares por sus mejillas, limpiando las lágrimas.

—Siempre vendré —murmuro, poniendo mis brazos de nuevo a su alrededor y llevándola al sofá, donde me siento, dejando su cuerpo sobre el mío. Ni siquiera parece incómoda, tampoco duda sobre la posición, porque se queda sobre mí, todavía con sus dedos clavados en la piel de mi espalda —. ¿Qué necesitas? —cuestiono en voz baja —. ¿Quieres hablar o...? —niega, deteniéndome de seguir ofreciéndole opciones.

—No quiero hablar —susurra —, solo necesitaba... —suspira de forma entrecortada —, necesitaba tenerte aquí —admite, dejando su frente contra mi hombro.

Me reclino contra el respaldo, manteniendo mis brazos alrededor de su cintura, fuertemente.

—Fue una pesadilla, ya se terminó —le recuerdo —, todo eso ya se terminó —insisto con tono calmo —. Podemos esperar unos minutos a que te calmes, luego darte una ducha e intentar dormir —enumero —, ¿qué te parece?

Asiente levemente.

Por un par de minutos, nos quedamos así. El peso de su cuerpo sobre el mío me tranquiliza y cierro los ojos, inspirando el aroma de su acondicionador. No sé cuánto tiempo pasa antes de que uno de los dos se mueva, pero pronto está de pie, luciendo un poco avergonzada.

—Debería ir al baño —dice. Me pongo de pie, sin pensarlo, caminando tras ella por el pasillo, pasando la puerta de su habitación —. ¿Qué haces? —cuestiona, cuando me detengo junto a ella.

—Ir contigo.

—No... no vas a entrar conmigo al baño.

Aprieto los labios, negando. De nuevo, esa sensación de lejanía me recorre, pero la reprimo.

—Claro que no, ¿por qué no vas dentro y mientras te busco una muda de ropa? —le ofrezco, creyendo que dándole un poco de distancia podremos llevar esto de la mejor forma.

—Está bien —abre la puerta del baño y se detiene por algunos segundos.

La observo. Parece a punto de pedir algo, pero no lo hace.

—¿Qué te parece si entras en la ducha y me quedo sentado en el suelo o algo? Podemos hablar.

Por un momento, pienso que va a decir que no, pero la idea parece relajarla.

—Está bien.

—Iré a buscar tu ropa y mientras tanto, métete en la ducha —asiente, dudando un poco pero aceptando lo que le digo y me toma pocos minutos conseguirle ropa limpia —. Cielo —golpeo los dedos en la madera de la puerta antes de entrar y el baño ya está lleno de vapor.

Bajo la tapa del inodoro y lo uso como asiento.

—¿Estás aquí? —pregunta.

—Si, tengo tu ropa —le respondo —. ¿Cómo estás?

—Bien —tarda unos segundos en responder.

—¿Esto te asusta? —pregunto con algo de resistencia. No me sorprendería que la respuesta sea una afirmación.

—No —susurra tras varios segundos —, pero es extraño.

—¿Qué cosa?

—Esto —señala —, deberías asustarme.

Aprieto los labios.

—Creo que, más allá de los recuerdos o no, sabes que jamás te haría daño.

Hace un sonido que parece una afirmación. Me froto el rostro, comenzando a sentirme cansado y pasa poco tiempo antes de que cierre el grifo.

—¿Podrías salir un minuto? Necesito vestirme.

Me quedo en el pasillo, esperando. Kaile está aquí, echada, lo que no me sorprende. Me mueve la cola, pero parece más atenta a esperar a Alexis que saludarme y no la culpo.

Unos minutos más tarde, la puerta se abre y ella sale. No se mojó el cabello y lo lleva recogido de forma desordenada lo que, por lo que sé, será un desastre por la mañana.

—Ven —llevandola dentro del baño nuevamente, me detengo tras ella, ambos frente al espejo donde nos reflejamos. Kaile se sienta sobre sus cuartos traseros y nos mira desde la entrada.

—¿Qué haces?

—Peinarlo —respondo con neutralidad.

Pretendo no estar mirando cada minúsculo cambio en ella mientras quito la liga y comienzo a pasar el cepillo por las puntas. Sus ojos están fijos en el reflejo de mi rostro y parece bastante tranquila.

—Llegaste rápido —comenta, como si el silencio la incomodara.

—Estaba corriendo.

—¿Por qué?

—No podía dormir —digo sinceramente.

—¿Siempre tienes problemas para dormir?

Niego en silencio.

—Deberías meterte en la cama e intentar descansar —sugiero.

Voltea. Su cuerpo queda entre el mío y el lavabo y me resisto al impulso de acercarme más.

Sube sus ojos poco a poco hasta los míos, dejando sus manos a cada lado de sus caderas.

—¿Vas a quedarte?

La observo.

—¿Eso quieres?

Asiente levemente.

—Yo no... no...

Se detiene. No la presiono para decir nada más y señalo el pasillo.

—Vamos a la habitación —lidera el camino, retorciéndose las manos y, cuando ambos estamos dentro, me siento en el borde de la cama, observándola. Las sábanas están revueltas y es claro que tuvo un mal sueño —. ¿Quieres que Kaile duerma aquí?

Asiente levemente y cierra la puerta tras la entrada de la dálmata.

Apaga la luz y la escucho respirar pausadamente hasta acomodarse en el otro costado de la cama.

—¿Vas a...? —ambos nos recostamos boca arriba y miro el techo, mientras espero a que ella haga algún movimiento —. Bruno —la mención de mi nombre hace que la observe en medio de la oscuridad —, ¿podrías abrazarme, por favor?

Me muevo de a poco, pasando mis brazos a su alrededor y llevándola más cerca de mí.

—¿Así?

Asiente.

—Gracias —se acomoda de lado, con su rostro en mi pecho y su dedo trazando de memoria el tatuaje en mi piel.

Me atrevo a rozar mis labios en su frente, lo que hace que se acerque más a mí y una mezcla extraña de esperanza y desesperación me invade, mientras intento conciliar el sueño, con mi respiración, la de ella y los ronquidos de Kaile desde el suelo.

—Descansa —murmuro cuando se mueve. Su dedo sigue moviéndose en mi piel distraídamente.

Pasa un buen rato antes de que pase algo más. Mantengo los ojos cerrados, aunque no puedo dormir, atrapado en la situación tranquila en la que estamos.

Alexis murmura algo que no logro escuchar y parpadeo.

—¿Qué has dicho?

—Dijiste que me atraparías.

—¿De qué hablas?

—En las escaleras —murmura. Cuando la observo, tiene los ojos cerrados y su nariz roza la piel de mi clavícula.

—Las escaleras... —intento pensar a qué se refiere, pero no lo logro.

—En el incendio —añade, todavía en un murmullo bajo —, me dio miedo la altura y dijiste que ibas a atraparme.

Trago saliva, moviendome bruscamente para poder mirarla y abre sus ojos con confusión.

—¿Lo recuerdas?

—Eso creo.

Pongo mi mano en su mentón.

—¿Qué más recuerdas? —la ansiedad se filtra en mi voz, queriendo que me diga que sabe todo, que mágicamente tiene su memoria de regreso, que sabe quién es, quiénes somos, lo que tenemos y...

—Nada —sus ojos están muy abiertos —, no recuerdo nada más.

—Está bien —fuerzo una sonrisa —, no importa. Poco a poco, es un avance —deslizo mis dedos por su cabello, tratando de distraerme —. Intenta dormir, ¿bien? Necesitas descansar. Ambos lo necesitamos.

Asiente y vuelve a sorprenderme la facilidad con la que se acomoda contra mi cuerpo, suspirando.

Cierro los ojos, de nuevo en busca del sueño, mientras pienso en lo cerca que está Alexis de recordar todo y lo doloroso que eso va a ser.

...

Despierto antes que ella y me quedo por varios minutos observando la expresión relajada que le da el sueño.

Con cuidado, muevo un mechón que le cubre la mejilla y se remueve, pero no despierta.

Salgo de la cama, caminando fuera de la habitación con Kaile y le abro la puerta al patio para que haga sus necesidades.

Reviso mi teléfono, notando que apenas son las siete, pero debería alistarme para ir al cuartel, aunque no quiero hacerlo. Necesito que este breve descanso matutino dure un poco más, así que le escribo a Lucas, pidiendo que me cubra por un par de horas.

Una vez en la cocina, preparo café y tostadas antes de poner todo en una bandeja e ir al cuarto.

De algún modo me las ingenio para abrir la puerta, notando su figura aun dormida.

—Cielo...

Ni siquiera estoy muy seguro de cómo afrontar esto, pero camino dentro, dejando el desayuno a un lado.

—Hola —murmura, todavía con expresión dormida.

—Hola —le sonrío un poco más relajado, notando que ella parece bastante tranquila —. Pensé que podríamos desayunar juntos —le digo.

Se refriega los ojos.

—Pensé que sería una costumbre que te fueras mientras aun dormía.

La culpa me pincha el estómago.

—No me iré de nuevo —prometo —, ¿qué te parece si comemos?

Acomodo las cosas entre nosotros, observándola. Toma una de las tazas de café y bebe un sorbo.

—¿No deberías estar en el cuartel?

—Iré más tarde —le explico.

—Bruno —suspira —. No deberías...

—¿No debería...?

—Esto está mal. No puedes dejar tu trabajo a un lado porque te llamé, lo siento.

Aprieto los labios.

—No estoy haciendo esto por eso, Alexis —suspiro —, si quieres un motivo egoísta, lo hice por mí, porque necesitaba esta pequeña dosis de nosotros, de nuestra normalidad y porque extrañaba despertar contigo.

Me observa sin decir nada por algunos segundos.

—Está bien —suspira finalmente —, es solo que no quiero... no quiero arruinar tu vida.

—No lo harías.

Aprieta los labios. Le da un mordisco pequeño a la tostada y habla:

—Normalmente, ¿qué haríamos ahora? —pregunta —. Si las cosas hubieran seguido su curso.

—Te besaría, probablemente— admito —, y luego me echarías al trabajo, no sin antes tomar algo más.

La sábana cae alrededor de su cuerpo y su cabello enmarca su piel.

—¿Y vas a hacerlo?

—¿Besarte? —me inclino ligeramente más cerca de ella —. ¿Eso quieres? —me inclino un poco más. Por poco derramo las tazas de café, pero poco me importa —. ¿Quieres que te bese como solía hacerlo, cielo?

Duda brevemente, pero es ella quien acorta la distancia, es ella quien pone sus manos sobre mis hombros, tomándose unos segundos para meditarlo antes de encontrar mi boca.

Sé que solo han pasado días desde nuestro último beso, pero la sensación es indescriptible.

Se siente, de algún modo, pacífico.

No llevo las cosas más allá y le doy la libertad de hacer las cosas a su tiempo, sin prisas. Su cuerpo se desenreda de las sábanas y dejo mis manos en su cadera mientras me rodea las piernas con las suyas, quedando sobre mí.

No nos detenemos. No es desenfrenado, sino más bien un beso profundo y largo, que describe toda esta semana lejos de ella.

Sus uñas se clavan en mis hombros y jadea levemente cuando presiono mi boca en su mentón, solo para tomar aire y seguir.

No parece necesitar detenerme, ni tampoco lo hace ella, lo que me alivia bastante la presión en el pecho.

—Creí que sería diferente —murmura, minutos más tarde.

Parpadeo, confundido.

—¿Mejor?

—Peor —susurra —, creí que sería peor.

Sonrío levemente.

—Si quieres podemos seguir haciéndolo —sugiero.

Roza sus labios nuevamente con los míos pero no lo profundiza.

—No planeaba besarte —confiesa —, cada vez que intento mantener las distancias contigo de algún modo tú...

—Yo...

—Logras enredarme de nuevo.

Suelto una carcajada.

—Cielo, soy una mancha de aceite. No puedes deshacerte de mi.

Sonríe solo un poco. Me mira los labios y me mantengo en silencio mientras en mi interior estoy gritando, suplicando que vuelva a besarle.

Lo hace y el aire abandona mis pulmones mientras la acerco incluso más a mí, todavía en la cama, con las tazas de café a nada de caerse por el movimiento, pero no podría importarme menos.

Alexis me besó.

Ella lo hizo y, de algún modo, es como si ella misma estuviera iniciando un nuevo incendio. 


--------------

Espero que les haya gustado <3

पढ़ना जारी रखें

आपको ये भी पसंदे आएँगी

16.8K 461 3
FINALISTA DE LOS WATTYS 2021 El área 51 es, sin dudas, el más grande misterio que el mundo quiere revelar. ¿Son reales todos los rumores que existen...
19K 1.2K 35
Idris tiene muchos problemas y cada vez que uno parece ser resuelto otro sale a la luz. Ella es Fuego ardiente y eso parece ser su única constante
3.3K 515 19
Kayden detesta a los latinos Linda es latina Linda es becada en los EE. UU , como estudiante de Psicología. Kayden hace lo posible por evitarla : n...
94.5K 5.1K 33
...Y después de materializar esa intensa pasión y profundo resentimiento latente en el cual fusionan sus almas y cuerpos, todo se transforma irremedi...