Y si amarla es
es una angustia para mí,
Y si retenerla significa que
tendré que sangrar,
Entonces yo soy el mártir,
El amor es el culpable,
Ella es la curación
Y yo soy el dolor
***
NAIRA
Yo no sé cómo empezar esto. Nunca he sido bueno expresando mis sentimientos. Me incomoda, sin embargo lo voy a intentar. Voy a abrirme y derramar mi corazón. Por ti, porque te necesito y no quiero perderte; no quiero que te sigas alejando.
Sé que la cagué. Sí, debí haberte avisado que me marchaba, merecías una explicación al menos, pero fui un cobarde. Sabía que si te decía algo me verías con esos enormes ojos inocentes y me doblegarías. Solo tendrías que pedirme que me quedara y me quedaría, por ti, porque soy débil desde que te conocí.
Tú... no sabes. No tienes ni la menor idea de lo agradecido que estoy por haberte conocido aquel día cuando casi te atropellé. Había estado tan distraído, cegado por el dolor y la furia, pero tú me calmaste. Llegaste como un ángel cuando mi vida era un infierno. Y me tentaste. Dios, Nai, no quiero sonar cursi, pero tú me hiciste querer ser mejor para poder merecerte.
¿Lo malo? Creo que nunca voy a ser suficiente para ti. No lo fui entonces y no lo soy ahora. Pero entonces eso nunca me ha importado.
Si tú me dieras otra oportunidad, si decidieras que quieres intentarlo conmigo de nuevo, entonces te demostraré lo mucho que me importas. A mi manera, claro. No importa lo que haya hecho, te lo compensaré. Pero si decides que no, que es mejor que nos olvidemos de lo nuestro, te advierto que no me rendiré. No me importa que tengas novio, voy a luchar por ti, por lo que tuvimos y que aún tenemos.
¿Te acuerdas aquella vez en mi casa? Tú y yo solos... Sé que lo haces. Estabas dispuesta a entregarte por completo a mí. Tan dulce y dócil, tan tierna, inocente... Me sentía tan afortunado, especial, y por eso te detuve, porque sabía que merecías que alguien mejor que yo para tener eso. ¿Pero ahora? Me arrepiento. Si hubiera aceptado lo que ofrecías, sería probable que yo nunca me hubiera marchado y que tú me habrías sostenido cuando me derrumbara. Siempre has sido tan fuerte a pesar de lucir tan delicada.
¡Mierda, Nai! ¿Por qué hice aquello tan estúpido? Jamás debí de haberme marchado y ahora lo sé. Sé que perteneces a mi lado y que ese niño bonito no va a interponerse en mi camino, ¿entiendes? Esta vez estoy aquí para quedarme.
Entiende, Naira. Me equivoqué, pero he aprendido. Espero sepas perdonarme, y si deseas darme otra oportunidad, entonces aquí estaré, solo debes darme una señal para dar el primer paso.
***
Llegar a casa después de estar toda la tarde con Kea, iniciar sesión en facebook desde mi portátil y encontrar eso en tus mensajes... Sí, me siento aturdida. Sé que no debería de haberlo leído, sin embargo la tentación fue tan fuerte y no pude resistirme. Él sabía que si hubiera tratado de decirlo en persona no lo habría escuchado, así que lo dijo por aquí, donde era más probable que lo leyera. Lo hice.
Y ahora estoy completamente confundida.
Diego, él... fue mi primer amor. Dulce, intenso y doloroso. Todo lo que un primer amor tiene que ser, no obstante ya lo superé. O eso pensé, hasta que leí ese mensaje que hizo palpitar mi corazón a un ritmo vertiginoso.
¡Dios! ¿Por qué tiene que llegar de nuevo y poner todo de cabeza? Yo estoy con Asier ahora, y me gusta mucho. Lo quiero y sé que él no va a hacerme sufrir. Pero Diego...
¡No! Dios, estoy tan confundida que quiero llorar.
Mis manos penden sobre el teclado pensando en algo para responderle, sin embargo nada viene a mi cabeza. Nada más que una canción.
Solo escribo una oración y pego el link de un video. Esa canción queda como anillo al dedo. Lo aprendí de ti de Ha-ash, es tan perfecta que parece estar inspirada en lo que me pasa.
«Escucha esto y entiende.»
Una vez enviado, cierro la laptop y me dejo caer de espaldas sobre el colchón, el sonido de los platos siendo lavados por mi madre llegando hasta mis oídos.
Comienzo a repasar las palabras del mensaje, las cuales parecen haberse grabado a fuego en mi mente, y suspiro. Recuerdo la tarde a la que se refería y cierro los ojos con fuerza, la vergüenza llenándome. Había estado tan segura de lo que hacía, de que lo amaba y él me amaba, que a mis quince años estuve a punto de perder la virginidad. Agradezco enormemente que me hubiera detenido aunque aquel día me sentí rechazada, porque, de no haber sido así, si él hubiera terminado lo que comenzamos, entonces yo estaría rota en pedazos y lo odiaría con todas mis fuerzas.
¿En qué pensaba cuando decidí que era una buena idea? Oh sí, en que era el amor de mi vida y nos casaríamos.
Qué ingenua fui.
Echo el brazo sobre mis ojos y gimo bajito sintiéndome frustrada. Mi cabeza es un desastre en este momento y parece estar dividida en dos. De un lado, Asier con sus besos dulces, mirada tierna y sonrisa tímida. Del otro... Diego. Ojos burlones e intensos, sonrisa traviesa y actitud arrogante. Dos polos opuestos. Y yo... justo en medio.
Su pudiera regresar el tiempo, lo haría hasta aquel día de abril y me fijaría en ambos lados de la calle antes de dar un paso bajo la acera. Recuerdo la escena y es como si hubiera sido una tercera persona viéndolo todo, como en una tonta película de amor.
Recuerdo las rodillas temblorosas por el miedo de casi morir aplastada. Luego la vergüenza porque aquellos ojos me analizaban en busca de daños. Y por último, cuando pidió mi facebook, sonriendo como tonta con el rostro enrojecido.
Unos golpes en la puerta me regresan al presente.
—¿Nai? —Es mamá. Entra a mi habitación y levanto mi brazo de mis ojos para poder verla—. Te buscan abajo —termina enarcando ambas cejas y apretando los labios en una fina línea. Eso no puede significar algo bueno.
—¿Kea? —trato de acertar. Ella niega con la cabeza.
—Es un chico. Vino en una moto.
Todo el color se drena de mi rostro y mi madre frunce el ceño. Seguro ha notado mi expresión alarmada, pero no dice nada. Solo se queda ahí de pie mirándome.
—¿No dijo su nombre?
—No. —Chasquea la lengua—. No me gustan los tatuajes, sin embargo tiene bonitos ojos. Baja rápido y date prisa en despacharlo. —Comienza a darse la vuelta, pero se detiene y me mira una última vez—. Oh, y dile que, cuando vuelva a venir, te avise, así no te da sorpresas desagradables.
—No volverá a venir —suspiro.
Entonces sí sale de mi cuarto y la escucho encaminarse a su habitación. Tomo mi celular y salgo yo también; viajo hasta la sala donde él se encuentra de pie con las manos en los bolsillos y clavo mi mirada en su rostro. Parece incómodo analizando el lugar, hasta que me ve caminando hacia su persona y se relaja.
—Hola —saluda. Yo lo fulmino con la mirada.
—¿Qué haces aquí? —pregunto cruzando los brazos sobre mi pecho.
Diego eleva las cejas y esa sonrisa ladeada se planta en su rostro. Me dan ganas de golpearlo.
—¿Visitarte? Pensé que era obvio.
—Pues no me gusta que me visites —digo con más agresividad de la planeaba. Lo veo hacer una mueca y suspiro—. Leí tu mensaje.
—Lo sé, escuché la canción.
—¿Y?
—Quiero intentarlo de todas maneras. Donde hay fuego, cenizas quedan, Nai. No quiero perderte —susurra claramente afligido. Parece estar hablando en serio, pero yo no quiero que lo haga.
¿O sí?
—Yo... no. No puedo. Te quise muchísimo, pero...
—Me amaste —me corrige. Le lanzo otra mirada llena de veneno, pero ni se inmuta.
—Exacto. Te amé, en pasado. Ahora estoy con alguien más y lo único que te pido es que respetes mi relación y no te inmiscuyas. Me hace feliz. Me quiere, me respeta, le gusto y sé que no sería capaz de abandonarme sin decirme nada antes —despotrico molesta. Su semblante cae.
—Eso fue un golpe bajo, Nai. Te dije que había cometido un error.
—Y ahora debes pagar las consecuencias. Ya no quiero estar contigo, así que te pido me dejes en paz. —Lo veo dar un paso hacia mí y yo me alejo dejando caer los brazos a mis costados—. No. No te acerques. Vete.
—¿Te pone nerviosa mi cercanía? —pregunta dando dos zancadas largas y poniéndose frente a mí. El aroma de perfume mezclado con cigarrillo llega a mis fosas nasales y eso evoca algunos recuerdos.
—N-no —respondo, sin embargo ambos sabemos que miento. Él siempre me ha puesto nerviosa. ¿Por qué iba a ser diferente esta vez?
Veo su mano subir hasta mi rostro y mi respiración se acelera cuando la posa sobre mi mejilla. Manos callosas, tacto suave.
—Eres una terrible mentirosa. —Clava sus ojos en los míos y yo no soy capaz de apartar la mirada. Siento que voy a llorar. ¿Por qué no solo se va y me hace las cosas más fáciles—. No llores, florecita.
—No lloro —digo temblorosa.
Sonríe triste y da un paso hacia atrás.
—No quiero lastimarte.
—Pues lo haces. —Una maldita gota cae y moja mi mejilla—. Lo hiciste una vez, lo sigues haciendo y, si llego a ser tan tonta como para volver a intentarlo contigo, sé que lo volverás a hacer. Te dedicas a eso solamente, a hacerme sufrir, así que, por última vez, te voy a pedir que te vayas. —Seco mi mejilla con furia y pico su pecho con mi dedo—. Si te preocupas aunque sea un poquito por mí, entonces vete y déjame ser feliz.
Pasan los segundos, minutos, puede que hasta horas, en las que él solamente me mira hasta que suspira derrotado. Sus hombros se hunden y su cabeza baja.
—Bien.
—Bien.
Me mira una vez más, entonces se gira y comienza a caminar hasta la puerta. Yo lo sigo a la salida.
—Quiero que sepas, nunca fue mi intención lastimarte.
Bufo y asiento volviendo a cruzar los brazos sobre mi pecho.
—Como sea.
Abro la puerta para dictarle que salga y él lo hace. Cierro la puerta tras nosotros y siento el fresco aire de la noche golpear mi rostro acalorado.
—Espero... Espero que te trate bien, eh —dice refiriéndose a Asier. Sonrío recordando la manera en que me trata y asiento.
—Lo hace.
—Aunque no temerece. Nadie nunca lo hará.
Sacudo la cabeza y clavo la mirada en el suelo.
—Solo vete —susurro.
—¿Nai? —Elevo mis ojos y lo encuentro a solo centímetros de mí.
—¿Qué?
—Siempre te voy a querer. Fuiste mi primer amor —confiesa mostrándose tímido. Aprieto mis labios y miro hacia un lado.
—Y tú el mío —dejo escapar en un murmullo
El silencio se instala entre nosotros, pesado y casi tangible. Entonces lo miro.
Y me besa.
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