No pude preguntarle de nuevo a Sakuma lo que pasaba porque muy pronto llegó el fin de semana.
Ya que las actividades del club terminaron pronto, porque en realidad no teníamos mucho que hacer antes de que las sesiones fotográficas comenzaran, decidí ir a a algunas tiendas de arte cerca de la cafetería para esperar mi turno.
Los sábados la cafetería cerraba temprano, así que eran pocas horas de trabajo y dejaban el resto de mi día libre. Cuando mi turno en la cafetería, que compartí con la señora Miyamura, estaba por terminar, me estaba planteando preguntarle a Sakura si estaba libre para que saliéramos a algún lugar. Sin embargo, se me olvidó cuando la señora Miyamura me pidió que cerrara por ella, porque tenía algo que debía hacer.
No le vi problema, ya que faltaba media hora para poder cerrar y luego vería qué hacer.
Después de despedir a los últimos clientes con una sonrisa, me puse a limpiar hasta que escuché un par de toques en la puerta.
—¿Es que acaso no saben leer? —pregunté en un murmullo, antes de darme vuelta en dirección a la puerta—. Oh.
Me acerqué con un poco de confusión a la puerta y la abrí. Muy pronto Miyamura entró al lugar.
—Hola, Kiryuu, ¿qué tal el trabajo?
—Bastante bien —respondí—. Estaba limpiando antes de irme.
—Qué bueno que aún pude encontrarte —dijo con una sonrisa—. ¿Puedo ayudar en algo?
—Sí, claro —dije, algo extrañada—. Y no es porque no quisiera verte, pero, ¿qué te trajo aquí a esta hora? Pensé que habías tomado el día libre.
—Ah, sí, es solo que recordé que querías aprender a hornear y pensé en que, tal vez, tenías el resto de la tarde libre.
Parpadeé un par de veces, con una sonrisa en el rostro.
—¿¡Puedes enseñarme hoy!?
—Claro, vine a preguntarte si tú podías.
—¡Por supuesto! —respondí alegremente, pero pronto aclaré mi garganta—. Lo siento, es que me emociona un poco aprender.
Soltó una pequeña risa.
—Está bien, entiendo. ¿Qué te parece si terminamos de limpiar y vamos a mi casa?
—Sí, me parece un buen plan.
No tardamos mucho en terminar de limpiar y dirigirnos a su casa. Por supuesto que, antes de ir con él, les informé a mis padres en donde estaría, prometiéndole a papá que le enviaría la ubicación cuando estuviera allí.
Debía aceptar que me sentía un poco nerviosa por visitar su casa, pero muy pronto me convencí de que no tenía por qué estarlo. Además, la conversión tan fluida que tuvimos de camino al lugar fue algo muy tranquilizante.
Después de varios minutos llegamos a un complejo de edificios que no estaba tan lejos de mi casa y entramos al apartamento.
—¿Qué quieres intentar hacer primero? —preguntó.
—Mmh, yo en realidad no tengo nada de experiencia horneando, así que deberíamos intentar algo fácil —dije suavemente.
Él dio un par de asentimientos, pensativo.
—¿Qué te parece hacer galletas? También podemos intentar hacer pastelitos.
Cerré mi boca y empecé a hacer un pequeño sonido con ella mientras pensaba.
Los pastelitos sonaban tentadores, ¿pero no eran muy difíciles? En este caso, consideraba que empezar con unas galletas era mejor.
—Galletas —respondí.
—Bien, entonces comencemos.
Miyamura me prestó un delantal y, después de ponerse el suyo, amarró todo su cabello en una cola.
Dijo que, si quería aprender, era mejor que él me explicara todo mientras yo lo hacía. No estaba segura que fuera una buena idea, pero aún así hicimos que funcionara.
Después de terminar la masa y hacer los cortes de las galletas, me ayudó a meter la bandeja en el horno.
—Bien, ahora solo tenemos que esperar.
—¿Eso... es todo? —pregunté, a lo que asintió.
—Fue sencillo, ¿cierto?
—Bue-eno, sí, pero no estoy segura de que vayan a saber bien.
—No creo que sepan tan mal.
Solté un quejido.
—Sí, no tan, tan mal —concordé, haciéndolo reír.
—Está bien, seguiste todos los pasos. Además, siempre puedes seguir intentando.
Asentí un par de veces, soltando un suspiro mientras veía el horno.
—Voy a quedarme aquí cerca para que no se quemen —dirigí a él mis ojos—. Probablemente sepan peor si se queman.
Él asintió, con una expresión divertida hasta que frunció levemente el ceño y dijo:
—Tienes un poco de harina en el rostro.
—¿Eh?, ¿dónde?
Llevé mis manos a mi rostro por inercia, provocando que él soltara una pequeña risa.
—Acabas de empeorarlo.
—¿¡Qué!?
Separé rápidamente las manos de mi rostro, notando que tenía restos de harina en ella.
—Mira aquí, te ayudaré.
Hice lo que pedía, viendo cómo se acercaba a mí con un paño húmedo para pasarlo sobre parte de mis mejillas y nariz.
—¿Ya? —pregunté.
Él asintió, pero antes de que pudiera alejarse completamente de mí, levanté mi mano y pasé mi pulgar por su mejilla.
¡No pude evitarlo! ¡Estuve tentada al verlo con una expresión tan seria mientras me limpiaba el rostro!
—Oh, vaya, parece que también te ensuciaste un poco.
Él parpadeó un par de veces, confundido por lo que acababa de hacer mientras yo apretaba mis labios en una fina línea para evitar reír.
La mano de Miyamura se movió rápidamente hacia la mesa y luego hacia mi frente.
—Ah, parece que no te limpié bien —dijo con una sonrisa.
Como sabía que mis dos manos tenían restos de harina, las acerqué de nuevo a su rostro e intenté dibujarle un bigote.
—Mmh, sí, el mostacho te queda bien.
Miyamura no pudo soportar una risa al mismo tiempo en que su mano, ahora extendida, pasaba por todo mi rostro.
No estaba segura de que tomó más harina, pero tuve que cerrar tanto mis ojos como boca al sentir todo manchado.
—¡Ay, ¿fue demasiado?! —preguntó preocupado.
Esa oración bastó para hacerme soltar una carcajada mientras pasaba mis manos por mis ojos para quitar la harina que me evitaba abrirlos.
—No, fue justo. Después de todo, yo comencé —dije entre risas.
Muy pronto el lugar se llenó de nuestras risas al ver los rostros del otro manchado.
Era tan divertido ver a Miyamura con un mostacho de harina que incluso pensé en tomarle una foto para mostrársela a Risa.
—Ven aquí, te volveré a limpiar —dijo, levantando el paño—. Pero esta vez sin empezar una guerra de maquillaje creativo con harina.
No pude evitar volver a reír por su comentario, pero me acerqué un poco a él para que limpiara mi rostro.
—Listo —informó al terminar.
—A ver, te ayudaré con el tuyo —dije, tomando el paño de su mano.
Mientras pasaba el paño por su rostro suavemente, como él lo había hecho conmigo, fui repentinamente consciente de nuestra cercanía.
No me alejé precipitadamente solo porque pensé que sería muy extraño y volvería todo muy incómodo. Después de todo, hacía unos segundos estábamos igual de cerca y no estaba pensando en estas cosas.
Respiré profundamente, sintiendo que los latidos de mi corazón se aceleraron al observar con atención su delicado rostro.
Esas cejas que enmarcaban sus hermosos ojos, de los cuales solo era capaz de admirar sus largas pestañas. Lo pacífico que se veía mientras lo tocaba y la pequeña sonrisa que mantenían sus labios.
—Eres tan lindo.
Mi mano se detuvo mientras sus ojos se abrían grandemente. Contuve aire en mis pulmones al notar que lo había dicho en voz alta y, lentamente, comencé a alejar mi mano de su rostro, ahora teñido de rojo.
—Lo siento —mascullé entre dientes, dando un paso atrás—. No-o quise decir eso. Es decir, no es que sea mentira, pero... Bueno, yo solo...
No, Yumie, detente ahora mismo, me recriminé.
Empecé a temer que iba a morir en este lugar por la vergüenza que sentía, hasta que escuché una pequeña risa por su parte.
Mis ojos dejaron de ver el suelo, aunque ni siquiera había notado en qué momento lo empecé a ver, y se dirigieron de nuevo a él.
Su rostro estaba teñido de un tono rojo muy suave y tenía una de sus manos en su nuca en señal de vergüenza y, aún así, estaba sonriendo.
—No tienes que disculparte... En realidad, estoy agradecido.
—Pe-pero... Yo no...
Volvió a reír, interrumpiéndome.
—Si te sirve de consuelo, yo también pienso que tú eres muy linda.
Oh, ahora entendía.
No pensaba en que la palabra «lindo» fuera un sinónimo de «me gustas», más bien pensaba que era algo que le diría a una mascota para halagarla.
Era eso mismo lo que él pensaba al decírmela.
Eso era... bueno.
Sonreí, agradecida porque al notarlo mi cuerpo pudo relajarse, aunque sentí una extraña sensación en el pecho.
—Deberíamos empezar a limpiar en lo que están las galletas —antes de darle la espalda, agregué:—. Y gracias.
Dio un asentimiento antes de que empezáramos a limpiar la cocina mientras esperábamos que las galletas salieran del horno.
Antes de que me diera cuenta, la señora Miyamura llegó a la casa y juntos terminamos comiendo las galletas que yo había preparado, con una taza de café.
—Mmm, en verdad están muy ricas, Yumie.
Le sonreí a la madre de Miyamura.
—Muchas gracias —dije apenada—. No hubieran salido así sin que Miyamura me ayudara. Espero poder aprender más de él.
—Estaré encantada de verte por aquí más seguido. ¡Verte en la cafetería no basta!
Solté una pequeña risa.
—Yo estaré muy agradecida por ello.
Hablamos un poco más antes de que decidiera ir a casa. Le agradecí a ambos su hospitalidad y a Miyamura el haberme enseñado a hornear galletas.
De camino a casa, no pude evitar pensar en lo que Miyamura había dicho y, además, en que Sakuma también lo había hecho.
Con Miyamura lo había entendido, o eso esperaba, pero Sakuma... Él no lo había dicho como si quisiera halagar a una mascota.
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¡Espero que nos leamos prontooo!