Fuego | SEKS #5

By CasAlvarez13

2.2M 230K 111K

SERIE SEKS, LIBRO #5 Alexis y Bruno comparten una noche en un club fetichista que se arruina cuando el pasado... More

Sinopsis
Advertencia de contenido
1
2
3
4
5
6
7
8
9
10
11
12
13
14
15
16
17
18
19
20
21
22
23
24
25
26
27
28
29
30
31
33
34
35
36
37
38
39
40
41
42
43
44
45
46
47
48
49
50
51
52
53
54
55
56
57
58- último capítulo
Epilogo

32

34.3K 3.6K 1.6K
By CasAlvarez13

Hola, ya sé que muchas personas ni leen las notas de autor y van a seguir mandando mensajes exigiendo de mala manera que actualice, pero me voy a tomar un minuto para recordarles que en este momento mi prioridad es trabajar en el manuscrito de Sinestesia, porque hay un contrato de por medio y tengo un plazo de entrega. 

Si no quieren esperar actualizaciones, dejen el libro hasta cuando esté completo, pero dejen de hostigarme pidiendo actualizaciones, cuando es algo que me excede. Además de escribir, tengo una vida -aunque no lo crean.

A los pacientes, gracias.

A los ansiosos, tomen un té de tilo y bajen las antorchas.

Saludos, 

Cas-

--------------

La boda de Lisa llega como si los días se hubieran pasado en segundos. Las últimas semanas he estado ocupando mi cabeza con tantas cosas, que apenas noto lo rápido que pasa el tiempo.

Zaira y yo hablamos con bastante frecuencia e incluso nos vemos y estoy comenzando a tener mis reservas por las actitudes de Owen, pero las cosas entre Bruno y yo van bien. Más que bien, diría yo. Dar pasos con él se siente como quitar un peso de mis hombros y sentir que estoy en una relación sana, con un hombre que me respeta, me quiere y entiende por lo que pasé y me ayuda a ser mejor es algo increíble.

Termino de acomodar el vestido que elegí para la boda y retoco el maquillaje sencillo. No hice nada extraño en mi cabello, excepto un discreto recogido detrás, con algunos mechones que caen alrededor de mi rostro.

Sonrío viendo mi reflejo. Los batidos de espinaca y mi intento por no pensar tanto en la comida parecen haber dado sus frutos y me queda bien. La seda azul cae y las luz crea leves reflejos tornasolados. Los zapatos de tacón son cómodos y guardo algunas cosas esenciales en un bolso pequeño que voy a llevar antes de ponerle un poco más de comida a Kaile.

Se supone que Bruno vendrá a buscarme en pocos minutos, así que debo estar lista. Kaile termina su comida y la dejo fuera, en el patio donde también tiene resguardo del sol y el clima en general, porque serán muchas horas y allí estará más cómoda.

Cuando el timbre suena, me miro por última vez en el espejo, me aliso el vestido, tomo el bolso y salgo de la casa, chocando con Bruno.

El hombre de por sí es arrebatador con su uniforme, pero verlo de traje, con una corbata y luciendo como el sueño caliente de cualquier mujer, definitivamente hace que mi boca se separe, pero las palabras se me atoran, mientras él también me da un vistazo, observando mi atuendo.

—Alexis... —la mención de mi nombre es ronca y es el mismo tono que usa cuando lo murmura cerca de mi oído, llegando al orgasmo —. Demonios, cielo, estás preciosa.

Le sonrío.

—Tú también —acomodo la corbata en su cuello antes de besarlo y sus manos bajan por mi vestido, hasta descansarlas en la parte alta de mi culo —. Bruno, no me toquetees.

—¿Cómo quieres que no te toquetee con este vestido? Me estoy replanteando esto de ir a esa boda, incluso pienso que podríamos quedarnos y...

—No, debemos irnos —cierro la puerta, caminando hacia el coche. Él no se mueve y se queda observandome, por lo que miro, buscando si tengo algo desarreglado —. ¿Qué sucede?

Sonríe y niega, caminando hacia mí. Vuelve a besarme antes de subir al coche y conduce hasta el lugar donde se celebra la boda. La recepción del hotel es preciosa y reconozco a varios compañeros de trabajo, a los que saludo.

—¡Ale! —Amber me ve, sonríe y se acerca para darme un abrazo. A pesar de que nos hemos visto por videollamada, es distinto.

—Hola —le devuelvo el abrazo —, ¿cómo estás?

—Deseando terminar con todo esto y poder ejercer mis estudios —resopla.

Niego con diversión. Hace unos días, Cal y cientos de estudiantes se encerraron en la universidad porque Dorian había sido echado y descubrí que ella y Amber son amigas, aunque no fue algo muy relevante para mí. De hecho, solo pasé un rato por allí, porque eran días donde estaba con Katia y no estuve muy presente.

—Amber, él es Bruno —los presento. Se saludan y la mano de Bruno acaricia la piel expuesta de mi espalda mientras hablamos —. ¿Estamos en la misma mesa?

Niega.

—Estás con Lans y su esposa —dice —. Lisa pensó que tú y el jefe se llevan bien, eres la que más tiempo lleva trabajando con él.

No me pasa por alto el resoplido de Bruno. Amber se va con su pareja y yo saludo a otros compañeros antes de que nos acomodemos en la mesa. La unión civil fue algo solo para las familias, asi que este es el festejo. Más personas llegan y todos comienzan a acomodarse, por lo que vamos hacia nuestra mesa. Lans, mi jefe, ya está allí, con la que creo que es su esposa. El matrimonio ronda los cincuenta y tantos y he visto a la mujer dos veces en todos estos años, pero en ambas ocasiones fue muy agradable conmigo.

—Alexis —mi jefe me nota primero, sonriendo en mi dirección y poniéndose de pie para saludar.

—Buenas tardes, señor Lans —le devuelvo la sonrisa antes de estrechar su mano—. Él es Bruno.

Asiente.

—Nos hemos conocido —me recuerda, antes de estrechar su mano también —. Ella es mi esposa, Beth.

—Nos hemos visto alguna vez —dice ella —. Es un gusto verte de nuevo, Alexis —también saluda a Bruno, antes de que nos acomodemos. La mesa es redonda y faltan cuatro personas, pero quedamos ligeramente enfrentados para poder hablar.

—¿Cómo está Katia? —me pregunta Lans. Admito que me sorprende que recuerde el nombre de mi hija, porque no la mencionaba mucho, aunque él me conoció incluso estando embarazada.

—Está muy bien, con su padre —le respondo. Los dedos de Bruno recorren mi columna vertebral en una caricia leve mientras respondo.

—¿Usted tiene hijos? —le pregunta Bruno a mi jefe.

Sé que no es así, así que no me sorprende cuando niega.

—Alfred y yo lo intentamos, pero no funcionó —explica Beth y me sonríe —. ¿Cuántos años tiene tu hija, Alexis?

—Nueve —respondo.

—Oh, fuiste madre muy joven.

—Sí, así es —respondo con algo de incomodidad y decido cambiar el tema de conversación —. Estoy ansiosa por regresar al trabajo presencial, lo remoto no es lo mío —digo.

—Encontrar un espacio llevó más tiempo de lo que esperaba —comenta mi jefe —. Estoy siendo muy cauteloso con las instalaciones, no quiero que el incidente se repita.

—Quizás debió hacer eso mismo antes —la voz de Bruno resulta un poco cizañosa y lo observo, sin comprender por qué es que le desagrada mi jefe, cuando jamás ha sucedido nada como para que pase esto.

—De los errores de aprende —carraspeo.

La esposa, Beth, asiente y comienza a hablarme de la decoración, los vestidos de las mujeres mientras Bruno y mi jefe permanecen en silencio. Al menos es así hasta que Lisa y su esposo llegan y todo el ambiente se pone más festivo.

Amber se acerca, acompañada por su novio, Harry, y Bruno parece conectar más con él, por lo que se quedan hablando por un rato, hasta que estar sentada se torna aburrido y reviso mi teléfono, avisándole al bombero que me alejaré un poco para llamar a Katia.

—Hola, mi amor —le digo, sonriendo a la pantalla cuando su rostro aparece allí. Es el teléfono de Mat, obviamente y sé que él está alrededor. Reconozco la cocina de su casa y la voz de Pam, un poco más lejos —, ¿cómo estás?

—¡Mami! —chilla —. Estoy comiendo helado de chocolate —me dice —. ¡Pareces una princesa! ¡Te pareces a Elsa, pero con el cabello oscuro! —añade, al ver mi atuendo.

—Gracias, cariño —me alejo un poco más, buscando algo de privacidad —. Estoy en la boda de una amiga, ¿quieres ver el lugar? —cuando asiente, giro la cámara para enseñarle el salón preciosamente decorado y luego, enfoco mi rostro de nuevo —. ¿Cómo está tu papá, Pam y Mila?

—Están bien, mami. ¿Cómo está Kaile?

—Muy bien, le dejé mucha comida para que no tenga hambre hasta que regrese —le explico —. ¿Qué harán para divertirse?

—¡Pam me llevará a un parque con juegos mañana! —me dice con entusiasmo.

—Eso es genial, titi —le respondo en el mismo tono —. Recuerda comportarte y mantenerte cerca de ella, ¿está bien?

—Si, mami. Eso haré —me dice —. ¿Bruno está contigo?

—Sí, él está hablando con uno de mis colegas —le digo, porque creo que es muy engorroso explicar quién es Harry, en realidad —. ¿Por qué?

—Solo para saber —habla con tono relajado —. ¿Bruno y tú van a casarse como papá se casó con Pam?

Admito que si estuviera bebiendo algo, lo escupiría. Me río de forma nerviosa.

—Bueno, eso es algo apresurado de decir y... diferente. Tu papá y Pam llevan muchos años juntos, Bruno y yo...

—Pero se aman, mami y mi maestra dice que casarse es como las personas dicen que se aman —explica.

Nerviosa por tener que hablar sobre esto, me limito a reír.

—Cariño... debo regresar a la mesa, ¿sí? Compórtate y disfruta del parque mañana —le digo.

Me apresuro a finalizar la llamada, levantando los ojos y encontrando a mi jefe a varios metros, con un cigarrillo entre sus dedos. No estoy segura de que me haya visto, porque no me está mirando e incluso parece distraído.

Regreso dentro, donde veo a Bruno chequeando su teléfono y presiono mis labios. No parece muy cómodo y lo último que quiero es que pase por una situación desagradable.

Me apresuro hasta él y le sonrío levemente, sentándome a su lado.

—Hola —dejo mi mano sobre la suya, cuando suelta el móvil y sus ojos del color del chocolate parecen oscurecerse más.

—¿Cómo está Katia? —me pregunta, pasando su mano por mi brazo hasta llegar a mi hombro. La deja descansar en mi nuca, presionando ligeramente los músculos tensos.

—Bien, ella está bien —casi de forma inconsciente, me relajo contra su mano, pero intento recomponerme —. Sé que este no es tu ambiente y que mis compañeros de trabajo no te agradan —digo en tono bajo —, podemos quedarnos un rato más y luego irnos —le ofrezco.

Niega.

—El único aquí que me desagrada es tu jefe — confiesa —. Te mira demasiado, no quita sus ojos de ti y...

—¿Estás celoso? —aprieta los labios —. Lo estás —suelto una risa nerviosa.

—No es gracioso, Alexis.

—No lo es —concuerdo —, es absurdo —le digo —. ¿Por qué estarías celoso? —no me dice nada —. Bruno, te quiero a ti —murmuro —, y lo sabes — hago una mueca —, eres como una de esas manchas de aceite que, por mucho que lo intentes, no puedes quitar del mantel.

—¿Acabas de compararme con una mancha de aceite?

—Acabo de decir que te quiero —tomo una respiración profunda, acomodándome en la silla, dándome cuenta del peso que tienen esas palabras. Quiero a Katia y quiero a Zaira. A nadie más. Incluir a Bruno en esa lista es como escarbar mis entrañas —, y tú piensas en las manchas de aceite.

—Me comparaste con una, cielo —sonríe levemente, acercándose y poniendo su dedo índice bajo mi mentón para que lo mire, me besa —. Yo también te quiero, cielo. Muchísimo —dice, todavía con su boca demasiado cerca de la mía.

Sonrío y llevo mis brazos alrededor de sus hombros, continuando con el beso, mientras alguien llama la atención por el micrófono, logrando que me separe un poco de él.

—Invitamos a la pareja de recién casados a tener el primer baile como marido y mujer —dice un hombre, el que está guiando las cosas, anunciando las comidas y demás.

Admito que se me llenan los ojos de lágrimas viéndolos. Lisa y yo no hablamos mucho ahora, por esto del trabajo remoto, pero fui testigo de cómo comenzó la relación con su novio, lo mucho que se enamoró de él y ver que ahora se han casado y que ella tiene una sonrisa alegre, bailando con él, es algo que me pone muy feliz.

Durante toda una canción, solo son ellos dos en el centro del salón, bailando y mirándose con amor, mientras una melodía que no reconozco sigue sonando. Luego, varias parejas más se unen. Los padres de Lisa y los de su novio están allí y también veo a Amber y Harry, poco antes de que una mano masculina interrumpa mi vista.

—¿Quieres bailar?

Suelto una risa nerviosa por la pregunta de Bruno y niego, sabiendo perfectamente que soy un desastre para cualquier cosa que implique coordinación.

—Los bailes no se me dan bien.

Frunce la nariz.

—Déjame comprobarlo —mantiene su mano insistentemente frente a mí y me muerdo la lengua para no sonreír por lo caprichoso que puede ser el hombre.

Acepto, poniendo mis dedos sobre los suyos y caminamos hacia la pista. Deja sus manos en mi cadera y yo pongo las mías sobre sus hombros, sintiendo los músculos bajo el traje. Sonrío levemente cuando la balada suave de You are the reason, de Callum Scott comienza a sonar y la voz baja y suave de Bruno llena mis oídos mientras la canta en un tono bajo, mientras nos mecemos lentamente con el ritmo.

Cierro los ojos y descanso mi mejilla en su pecho, donde puedo sentir el latido de su corazón. Muevo levemente mis pies, junto con los suyos y siento sus labios pegados al lóbulo de mi oreja, donde deja un pequeño beso antes de que sigamos moviéndonos, hasta que termina la canción y otra más suena. Espero que me diga que regresemos a la mesa, pero no lo hace. Continúa con sus manos en mi cadera, su boca pegada a mi oído y mi mejilla contra su pecho, mientras mantengo los ojos cerrados, disfrutando del momento entre nosotros, poco antes de que parpadee, mirando alrededor y notando que somos los únicos que quedamos en la pista y que todo el mundo nos está mirando, incluyendo a Lisa, que tiene una sonrisa y a mi jefe, que tiene un gesto que no logro entender.

—Deberíamos volver a la mesa —murmuro, antes de caminar con él hacia allí, segundos antes de que la novia se nos acerque.

Me abraza, aunque ya nos hemos saludado.

—Luego te enviaré las fotos que acaba de tomarles el fotógrafo —murmura —. Estás radiante, Alexis —me dice —, y me gusta verte brillar así.

Le devuelvo el gesto y mira a Bruno, sonriendo incluso más antes de alejarse con su reciente esposo.

Tomo una respiración profunda antes de mirar a Bruno, que me rodea con sus brazos, mientras nos acomodamos en la misma mesa que Lans.

—¿Qué te dijo, cielo?

Le sonrío.

—Nada.

—Qué hermosa pareja que hacen —exclama la esposa de mi jefe —. ¿No es así, cariño?

—Efectivamente —carraspea el hombre, antes de mirar el mantel.

—Será un placer que algún día vengan a cenar a casa, Alexis —Beth me sonríe incluso más —. Richard siempre habla sobre ti, lo mucho que te esfuerzas y lo excelente trabajadora que eres.

Sonrío con algo de incomodidad, sin saber qué decir.

—Por supuesto —digo finalmente, tratando de cambiar el tema de conversación rápidamente.

Habilitan una barra libre con bocadillos y sonrío cuando el bombero prácticamente me arrastra allí. Hago una mueca de asco cuando elige algunas piezas de sushi y yo elijo otras cosas, masticando lentamente y dejando que el sabor de las nuez moscada en el pan llene mi boca, aunque creo que se han excedido.

—El sushi está delicioso.

—No entiendo cómo es que te gusta el pescado crudo —lo observo, frunciendo la nariz.

—¿No quieres probarlo? —mueve una porción frente a mí y niego —. Mejor, más para mí.

—Glotón —susurro, antes de tomar una cazuela diminuta de aceitunas y embutidos —. Mejor come esto.

Se ríe.

—Prefiero el pescado crudo.

—¿No te gustan las aceitunas?

—Como dije, el sushi es mejor —exclama.

Resoplo.

—Te haré cupcakes todos los días por una semana si dejas de comer sushi —le ofrezco.

Muerde otra pieza mientras finge meditarlo.

—Mejora esa oferta y lo consideraré.

—Wow, ¿realmente vas a rechazar los cupcakes por un sushi rancio?

—No está rancio —se queja de mi comentario y regresamos a la mesa, todavía discutiendo —. Tendrás que hacer los cupcakes de todos modos —me advierte.

—Sigue soñando —bufo, antes de que sirvan la comida, que resulta ser una porción de carne con salsa y champiñones.

Tras la comida, arrastro a Bruno con Amber y su pareja, que parece agradarle mucho más que mi jefe.

—Entonces, ¿bombero? —Harry tiene un trago en su mano y Amber está sonriendo —. ¿No es un trabajo peligroso?

—Lo es, sí, pero la mayoría de las veces las cosas salen bien —responde él.

Harry parece bastante interesado en eso y Bruno se siente cómodo explicando las cosas con calma.

—Deberíamos ir a buscarnos algo para beber —sugiere Amber.

Asiento y pongo mi mano en el brazo de Bruno.

—Iremos a buscar algo para beber —le digo —. ¿Quieres algo?

—Lo que quieras —me da una sonrisa cálida que hace que mis entrañas se fundan como el chocolate y me alejo con mi compañera, esperando a que las dos personas frente a nosotras pidan sus bebidas.

—Tu novio parece ser agradable —comenta.

—Lo es.

—Realmente me pone muy feliz que hayas venido con él, Ale. Realmente parece que te hace... brillar.

Me río.

—Lis usó la misma expresión —suspiro —. Bruno es... Bruno. Me hace bien estar con él.

Amber me vuelve a sonreír y pedimos unos tragos, regresando poco después con él y Harry, que siguen hablando de algunos incendios. Le doy la copa con el suyo y deja uno de sus brazos a mi alrededor mientras seguimos con la conversación.

...

Cuando se hace muy tarde, los pies me duelen y estoy cansada. Haber estado con tanta gente me agotó y ya varias personas se están yendo, así que hacemos lo mismo.

Amber y su novio ya se fueron, al igual que mi jefe y su esposa, así que me despido de algunos otros compañeros de la oficina y, por último, de Lisa.

—Lis, nos vamos.

Me abraza, de nuevo.

—Gracias por venir.

—Oye, tenía el evento marcado en mi calendario desde hace meses, no me lo hubiera perdido por nada —le digo —. Todo estuvo precioso —le digo honestamente.

—Gracias, Ale —sonríe —. Espero que cuando regrese de la luna de miel podamos juntarnos y charlar... tenemos que ponernos al día —mira a Bruno, varios pasos tras de mí —. Realmente me alegro muchísimo de verte con él. ¿Quizás debamos buscar algún vestido blanco para tí?

Me río, negando.

—Demasiado pronto para pensar en bodas —suspiro —. Cuando regreses de tu luna de miel, nos pondremos al día con el chisme.

—Lo haremos —promete.

Poco después, dejamos el lugar. Admito que me sostengo del brazo de Bruno para caminar porque apenas aguanto los tacones así que, una vez en el coche, suspiro por el alivio.

Estoy cansada, pero no tengo sueño. Es más bien un agotamiento físico y mental por todas las interacciones, pero nada más. Lo pasé bien, en realidad. Ver a mis compañeras de trabajo fue agradable.

—¿Quieres venir a casa? —la pregunta de Bruno hace que lo observe.

—Pero Kaile...

—Podemos ir por ella o puedes dejarla sola —señala —. Ya es una niña grande, puede dormir sin que le leas un cuento.

Me río.

—Tu casa suena bien —murmuro, sin adentrarme en el pequeño detalle de que su cama es mucho más cómoda que la mía.

—Sin Kaile —sentencia.

—Pobre Kaile, ¿qué te ha hecho para que la desprecies así?

—La última vez, lamió mi rostro.

—Es una muestra de cariño —le digo.

—Yo no lamo tu rostro para decirte que te quiero, Alexis —resopla.

Me río, negando. La radio está encendida, en un volumen bajo y seguimos charlando de nada en especifico hasta que llegamos a su casa. Una vez allí, bajamos del coche y una punzada me recorre los pies por los odiosos zapatos y ni siquiera espero a que abra del todo la puerta para comenzar a quitarlos y suspirar de alivio cuando mis pies están libres de la tortura.

Bruno sonríe levemente, mirándome.

—No me digas, ¿tu sadismo está disfrutando de esto?

—Cielo, me gusta ser el causante del dolor —señala con una mueca —. Tus zapatos me están haciendo competencia, así que debería deshacerme de ellos —sugiere como si nada, tomando el calzado de mi mano y arrojándolos por la sala de estar, antes de acercarse más a mí y poner sus manos en mis mejillas.

—¿Satisfecho? Eran mis zapatos favoritos, Bruno.

—Estaré satisfecho cuando te lleve a la habitación, te ponga en la cama y te folle —dice —, y te dejaré puesto este vestido, porque realmente me gusta cómo te queda.

—Qué halago —bromeo, parándome sobre mis talones por unos segundos —, pero estoy a favor del sofá esta vez, no tengo ganas de subir las escaleras.

Sonríe. El bombero presumido me sonríe como si nada, antes de poner sus brazos a mi alrededor y cargarme.

—Yo me ocupo de eso —ni siquiera parece afectado por mi peso mientras camino.

—Bájame, puedo caminar —me remuevo, pero sus dedos se clavan en mi piel, sin soltarme. Las mejillas se me ponen rojas y, por mucha confianza que haya entre nosotros, me avergüenza esto —. Bruno...

—No, Alexis.

—Era una broma, soy perfectamente capaz de caminar —insisto.

—Soy consciente de eso.

—Entonces, bájame —demando.

—Cielo, quizás crees que puedes darme órdenes, pero no —habla, ignorándome por completo —. Así que resignate.

Suspiro.

—Vas a acalambrarte — no cedo.

—Ese es mi problema, no tuyo —termina de subir las escaleras y me deja sobre mis pies frente a él. Dejo mis ojos a la altura de su pecho, todavía con la piel de mi rostro enrojecida y no demora en alzar mi mirada para que lo observe —. He tenido que sacar de lugares muy complicados a tipos que pesaban más que yo —murmura —. ¿Qué te hace pensar que no podría subir unos escalones con una chica delgada como tú?

—Delgada —repito la palabra con rechazo, porque no es mi caso —. Tienes los sentidos averiados.

—No, la que está equivocada eres tú, creyendo que tienes que hacer todas las estupideces que hiciste el último mes — masculla con algo de enfado —. No más de esa dieta sin sentido.

—Solo me estaba cuidando.

—Estabas desapareciendo —me riñe, pasando su mano por la altura de las costillas, que ni siquiera debe sentir, porque están cubiertas por una capa generosa de piel y grasa —, y ya pasó la boda de tu amiga, así que vas a dejarlo — ordena.

Resoplo.

—No tengo problemas con mi alimentación —le digo con brusquedad.

Se queda callado por algunos segundos.

—¿Sabes que Dorian hace que Cal le envíe una foto de todos sus almuerzos y todas sus cenas cuando no están juntos? —comenta —. Tendrás que hacer eso si no veo un cambio de actitud —me advierte —, y créeme, lo haré.

Suspiro, nuevamente. No tengo ánimos de discutir sobre esto y estoy segura de que lo haría, así que cedo.

—Bien.

—Ya sabía yo que eras una chica muy, muy lista —deja su dedo índice bajo mi mentón y me besa brevemente antes de pasar las manos por los tirantes gruesos del vestido y dejarlos caer por mis hombros.

—Creí que habías dicho que te gustaba mi vestido —murmuro, tratando de dejar atrás el enfado por la insistencia sobre la comida.

—Si, me encanta. Quedará muy bien cuando esté decorando el suelo de la habitación —sonríe socarronamente, dejando su labio inferior entre sus dientes por un instante —. Date la vuelta —pide. Lo hago con lentitud y un hormigueo placentero me recorre cuando descubre mi espalda, dejando todo mi cabello sobre mi hombro antes de presionar su boca en la base de mi cuello al tiempo que baja el cierre del vestido. No llevo sostén, porque era innecesario debido a la estructura de la tela, así que, cuando lo deja caer al suelo, lo único que me cubre son las bragas.

Deja sus manos en mi cadera, haciendo que gire nuevamente, quedando frente a él y me acerca a su cuerpo, besándome con lentitud. Me lleva hasta la cama, todavía con su boca dominando la mía y mis manos quedan apresadas entre las suyas cuando las presiona a cada lado de mi rostro contra la almohada.

Baja sus labios hacia mi mentón, por mi cuello y chupa la piel, marcándome.

—Bruno...

—¿Ya te dije lo mucho que me gusta que gimas mi nombre mientras te follo, cielo? —parpadeo y lo observo. La oscuridad de la habitación está apaciguada por la luz en la mesa de noche y las sombras se reflejan en su rostro.

No respondo nada, incapaz de decir algo mientras continúa y sus piernas separan más las mías cuando se pone entre ellas. Recorre mi cuerpo con una de sus manos y yo llevo las mías a su rostro, tirando de él de nuevo hacia mi boca, porque necesito besarlo y la cercanía de su cuerpo no es suficiente.

Sus dedos se clavan en mi cadera, previo a llevarlos entre mis piernas, tocándome por encima de la tela de mi ropa interior antes de hacerla a un lado. Ni siquiera me sorprende la reacción de mi cuerpo, porque Bruno me ayudó a despertar una parte de mí que había estado dormida por muchos años y la respuesta de mi cuerpo a su tacto es inmediata.

Caliente y húmeda entre las piernas, dejo que me toque, dejo que me posea y que haga conmigo lo que quiera. Comienza de nuevo, bajando su boca por mi cuerpo, marcando repetidas veces la piel de mi abdomen, hasta llevar al elástico de la ropa interior. Se deshace de la prenda con rapidez.

—Sigues vestido —señalo, observando la camisa que todavía tiene puesta.

—¿Quieres desnudarme?

Trago saliva y asiento. Llevo las manos a los botones, abriendo la camisa hasta deshacerme de ella y, luego, sigo por los pantalones. Quito el cinturón, que planeo arrojar lejos, pero él lo deja a un lado de mi cuerpo, haciendo que lo observe con curiosidad.

—¿Para qué? —le pregunto.

—Propósitos de un sádico —dice, sonriendo. Cuando está completamente desnudo, me pone sobre él. Su desnudez y la mía son evidentes y su polla descansa contra mi coño —. ¿Sabes lo que pienso, Alexis? —planeo darle una respuesta sarcástica, pero me limito a negar —. Pienso en lo bien que va a verse esa boca descarada que tienes cuando la pongas alrededor de mi polla —murmura, delineando mis labios con su pulgar. Los separo ligeramente y hace que chupe su dedo, antes de ponerme de rodillas entre sus piernas. Lo tomo en mi mano y lo llevo a mi boca, cerrando los ojos —. Mírame, Alexis —demanda —. Mírame mientras me tomas en tu boca.

Lo hago. Su mano en algún momento toma mi cabello, pero no me asusta, ni lo detengo. Dejo que me guíe y su pene queda húmedo e hinchado entre mis labios. Se hunde en mi boca, entrando y saliendo de ella, tomando el control, hasta que decide que ha sido suficiente.

La mirada que me da hace que mi interior se retuerza de placer. Pone su mano en mi cuello, presionando ligeramente antes de acercarme a él. Pienso que va a besarme, pero no lo hace. Sonríe, sin embargo y toma su cinturón, haciendo que lo observe con algo de ansiedad, mientras veo que lo dobla a la mitad y lo deja frente a mi rostro.

—¿Qué quieres que haga?

—Muérdelo —pide. Lo deja entre mis dientes como una suerte de mordaza improvisada antes de moverme con rapidez, dejándome de espaldas a él, boca abajo sobre la cama. Se pone tras de mí, arrastrando sus dedos por la humedad entre mis pliegues hasta la entrada de mi coño, follándome con los dedos mientras usa su otra mano para agarrarme del cabello con brusquedad. El tirón y el placer me nublan y creo que me hará acabar, pero se detiene, dándome un golpe en el culo, seguido de otro y otro, hasta que chillo y los termina. Pone nuevamente su mano entre mis piernas. Me toca. Me folla con ellos, hasta que de nuevo estoy en el borde del orgasmo, a punto de dejar caer el cinturón que puso entre mis dientes para suplicar, pero vuelve a detenerse y suelto una protesta audible, poco antes de que estire la mano, busque un condón y se lo ponga.

Deja sus manos en mi cadera mientras me folla e invade mi cuerpo con una brusquedad que no me molesta. Me arde el trasero, la mandíbula me duele y sus huellas van a quedar en la piel de mi abdomen si sigue aferrado a mí con tanta fuerza, pero el remolino de placer que se derrite en la parte baja de mi cuerpo lo vale.

Me siento sudada y caliente cuando me permite acabar y el condón contiene su semen.

Su cuerpo presiona el mío contra el colchón, pero no me importa. Luego, echa a un lado el cinturón, cuando todavía está dentro de mí. Me agrada la presión de su cuerpo, de algún modo me hace sentir protegida y parpadeo cuando esa sensación me abandona al sentir que se aleja. Se quita el condón, lo anuda y lo deja en el suelo. La acción es breve y no tarda en estar conmigo de nuevo, acariciándome y tocándome de forma dulce, mientras me acurruco contra él, sin ánimos de que haya siquiera un centímetro entre nosotros.

Mi mejilla queda en la curva de su hombro y levanto el rostro para observar el lunar en su mentón, que no dudo en tocar con mis dedos.

—Tengo sueño —murmuro.

Se inclina ligeramente, captura mi boca en un beso caliente y lento, que me haría creer que llevaría las cosas más allá, de no ser porque me ordena dormir segundos más tarde, todavía abrazándome, manteniendo el calor en mi piel y creando un espacio seguro para que descanse.

Logro dormirme por un rato y ni siquiera soy consciente de lo que sucede a mi alrededor, sumida en un sueño profundo. No lo oigo salir de la cama, pero noto su ausencia cuando me muevo y el vacío es todo lo que tocan mis manos, así que abro los ojos, parpadeo e intento descubrir donde está.

La luz del baño está encendida y logro ver el halo bajo la puerta. Luego, escucho las arcadas y salgo disparada de la cama, mucho más rápido de lo que soy capaz de pensar la acción.

—¿Bruno? —presiono mi oreja contra la puerta, oyendo como echa agua por el vater.

—Vuelve a la cama, Lex.

—¿Qué sucede? ¿Estás bien? —llevo la mano al pomo de la puerta, pero me contengo de girarlo.

—Creo que el sushi me cayó mal.

—¿Puedo entrar?

—Regresa a la cama, iré en un minuto —pide.

No le insisto, pero tampoco regreso a la cama. Mi hija ha tenido varias intoxicaciones, especialmente tras comer comida rápida y estoy familiarizadas con ellas, así que sé lo que debería hacer, pero no quiero invadir su espacio.

Prácticamente hago un surco en la madera del suelo, mientras espero y, cuando la puerta finalmente se abre, me muevo más rápido de lo que pienso.

—¿Cómo estás?

—Te dije que fueras a la cama —me gruñe, aunque es obvio que no está bien. Está pálido y tiene un tono horrible, así que llevo mi mano a su frente. No parece tener fiebre, pero debería asegurarme de todos modos.

—Pediré un Uber, podemos estar en el hospital...

—Solo me cayó mal la comida —me detiene de buscar mi teléfono —. Regresa a la cama, se me pasará en un par de minutos.

—Tienes que tomar agua fría, en sorbos pequeños —detallo, ignorando lo que me dice —. Iré a buscar un vaso y...

—Ve a la cama.

—Tú vete a la cama —le digo con la poca autoridad que encuentro, antes de bajar las escaleras e ir hacia la cocina.

La salud no es un punto de negociación y el hombre acaba de dejar todo el contenido de su estómago en el inodoro.

Hago una mueca mientras pongo hielo en un vaso y sirvo agu, buscando un limón. Va a ayudar con la acidez en su estómago, por su alcalinidad y exprimo el jugo rápidamente, mezclando un poco con el agua y el hielo, regresando a la habitación.

Bruno está sentado en el borde de la cama y tiene su mano a la altura del estómago.

—¿Qué es eso? —pregunta cuando dejo el vaso frente a su rostro.

—Agua y limón —le explico —, aunque deberíamos ir al hospital.

Niega. Aprieta los labios y yo suspiro, dejándole el vaso mientras busco mi teléfono. Sé que Zai está en su trabajo y es personal médico, así que podría ayudarme.

Alexis: Tienes un minuto???

Demora menos de dos minutos en responder.

Zai: Siempre! Q sucede??

Alexis: Bruno comió sushi en mal estado y no quiere ir al hospital, q puedo darle???

Zai: Muchos abrazos y mimos.

A pesar de la respuesta sin sentido, escribe el nombre de un medicamento, que le menciono al bombero descompuesto.

—Tengo de eso en el baño de la planta baja —suspira, como si la sola idea de tener que ir a buscarlo lo cansara.

—Recuéstate, lo traeré —le digo, bajando nuevamente las escaleras, para hurgar en el baño. Encuentro el botiquín, surtido de medicamentos y busco el nombre, hasta dar con una ampolla con líquido ambarino. Por un minuto creo que es algo bebible, pero las instrucciones dicen que debe ser inyectado intramuscularmente.

No me asusta, pero lo he hecho pocas veces, siendo sincera. Zaira me enseñó a aplicar inyecciones por cualquier emergencia, así que busco hasta dar con una aguja esterilizada, alcohol y algodón. Regreso al cuarto con todo en mis manos, un tanto nerviosa. Cuando Katia pasó por esto, reprimir el nerviosismo y prioricé la eficacia y la atención que ella necesitaba. Luego me encerré en el baño a llorar y salí como si nada hubiera pasado.

—Es un inyección —le digo, dejando las cosas sobre la cama y tragando saliva. Está pálido, pero se bebió todo el vaso de agua —. ¿Cómo te sientes?

—Nauseoso —paso mi mano por su mejilla, sin saber qué decir. El consuelo en este momento sería algo tonto —. Dámelo —suspira, poniéndose de pie con intención de llevarse las cosas al baño.

—Puedo... puedo hacerlo —le digo —. Sé dar inyecciones, te prometo que no dolerá —le aseguro, tomando la ampolla con el líquido en mi mano —. Solo tienes que recostarte.

—Yo lo haré, cielo.

—No, los enfermos no se dan inyecciones a sí mismos —digo con un tono de voz más firme —, así que ponte en la cama y deja que te inyecte o te llevaré al hospital.

Me mira por varios segundos, pero no dejo que gane la batalla visual. Puede ganarme en todo lo demás, pero aquí no. Traga saliva y se recuesta, mientras yo cargo la jeringa con el líquido y paso un algodón humedecido con alcohol para limpiar la parte alta de su nalga. Contengo la respiración mientras acerco la aguja al músculo.

—¿Has hecho esto alguna vez?

—Si, con Zaira algunas veces —admito —, y me he dado una inyección a mí misma.

—Qué descaro reñirme por querer hacer lo mismo —susurra con tono cansado.

—Toma una respiración profunda y suelta el aire cuando te lo diga, poco a poco —determino con calma, inclinando la aguja y pinchando su piel —. Lentamente.

Lo hace y cuando la jeringa está vacia, retiro la aguja y presiono el algodón de nuevo, limpiando la pequeña gota de sangre que sale de la incisión —. Hará efecto pronto —aseguro, deshaciéndome de todo dentro de la caja donde venía la aguja para luego llevarlo al baño. Regreso a la cama poco después, apago la luz y me acuesto a su lado, pasando mi mano por su cabello, sabiendo que no seré capaz de dormirme hasta estar segura de que está bien.

Acaricio su cabello y él se mantiene de lado, cada vez más relajado y con el medicamento haciendo efecto.

A pesar de que intento descansar, no puedo hacerlo. Cada vez que él se mueve siquiera un centímetro, abro los ojos, creyendo que saldrá corriendo al baño, pero eso no sucede, lo que es genial. Parece descansar bastante bien y, para cuando amanece, yo sigo sin descansar. Además, una sensación extraña me recorre y decido salir de la cama.

Bajo al primer piso, evitando hacer ruidos y abro la heladera, buscando las cosas que necesito para preparar un caldo, que va a tener que tomarse para el mediodía, además de un té. Preparo todo con lentitud y, cerca de las diez de la mañana, todo está listo. dejo que las verduras se asienten y dejen más sabor mientras preparo un té con algo más de limón para subir nuevamente al cuarto.

Estoy a nada de escribirle a Zaira para que revise a Kaile, pero de seguro está durmiendo. No quiero irme si él está mal, pero la dálmata es mi responsabilidad. Antes de planear cómo hacer las cosas, subo las escaleras con la taza de té en mis manos y lo observo. Todavía está en la cama y me trepo al colchón, pasando mi mano por su mejilla, haciendo que parpadee.

—Hola —le sonrío levemente, aunque esa sensación extraña todavía me persigue y creo que es porque jamás lo he visto así —. ¿Cómo te sientes?

—Mejor —murmura —, mucho mejor —asegura, incorporándose.

—Te traje un té —le digo, acercándole la taza —, lo mejor es que lo bebas poco a poco y también hice un caldo para el almuerzo, así que deberías estar bien —añado.

—¿A qué hora te despertaste? Ni siquiera te escuché.

No respondo su pregunta.

—Necesitabas descansar —señalo —. Bebe el té, por favor.

Me sonríe levemente.

—Mandona.

—Lo pedí por favor —señalo, observando sus facciones. Tiene mucho mejor el semblante y la palidez abandonó su rostro. Se lleva la taza a los labios, soplando un poco antes de beberlo en pequeños sorbos, como se lo pedí. No la deja hasta que lo termina y presiona su espalda contra el cabecero de la cama, suspirando y cerrando los ojos —. Lo mejor es que te quedes en la cama —le digo —. Puedo ir a casa, darle algo de comida a Kaile y regresar —determino, sabiendo que mi hija está con Mat y Pam.

—Deja que me de una ducha y te llevaré —dice.

—Bruno, tienes que descansar —le recuerdo —, pediré un Uber, iré y volveré rápidamente.

Niega.

—Ya me siento bien —asegura, saliendo de la cama. Se encierra en el baño y escucho el agua de la ducha, mientras me visto. En alguna de mis visitas a su casa dejé algo de ropa, así que la busco en el cajón, vistiéndome rápidamente, aunque todavía conservo esa sensación nauseosa, que le atribuyo al poco descanso y el temor por lo que pudiera pasarle a Bruno.

Espero a que salga y ambos bajamos, saliendo de su casa y subiendo al coche. Conduce con calma por la ciudad y no le quito los ojos de encima, con algo de temor de que algo suceda. Dejo de verlo solo para escribirle a Mat, que me responde a la brevedad, enviándome una foto de Katia comiendo su desayuno.

Poco después, estamos en casa. Kaile nos recibe alegremente y olisquea a Bruno como si supiera de su malestar.

—Tranquila, chica. Ve a comer tu desayuno —lo escucho decir y aprovecho los minutos para buscar algunas cosas en mi habitación —. Alexis... —Bruno me sigue al cuarto y se queda en la entrada.

—¿Qué sucede? —volteo rápidamente, pero él no parece a punto de vomitar.

—Deberías quedarte aquí, cielo —murmura —. Estaré bien, solo es una intoxicación —señala.

Frunzo el ceño.

—¿Quieres estar solo?

—Quiero que aproveches el día para descansar o hacer cualquier cosa que quieras.

Guardo el portátil en el bolso, además de una muda extra de ropa, al tiempo que respondo:

—Quiero estar contigo.

También busco comida para la dálmata, que vendrá con nosotros. En cuestión de minutos, estamos de nuevo en el coche y de regreso a su casa. Tiene nuevamente una expresión cansada, que me hace fruncir el ceño.

—No voy a vomitar —me dice, cuando no dejo de observarlo.

—Deberías tomar un poco de sopa, comer algo —digo —. Al menos beber agua —insisto.

—Lo haré —promete y se acomoda en el sofá —. ¿Por qué no eliges una película?

Asiento, eligiendo el primer título que aparece, pero no le presto mucha atención.

La sensación de inquietud no se calma y la ansiedad baila en la boca de mi estómago, incluso después del almuerzo. Intento relajarme, salir al patio y jugar un poco con Kai, pero no cesa.

Juego con mi teléfono entre mis dedos, enciendo la pantalla y la apago. Repito la acción algunas veces y me llevo la mano al cuello, jugando con el collar que el papá de Katia me regaló cuando ella nació y vuelvo a mirar la hora. Son las dos de la tarde, por lo que supongo que Pam la llevó al parque, como mi hija mencionó ayer.

Decido que me estoy volviendo loca, que el cansancio me afecta y vuelvo al juego con la dálmata, mientras Bruno nos observa desde una silla, bajo el sol leve.

—¿Qué sucede? —me pregunta, cuando nota que me detengo varias veces —. ALexis... —insiste con mi nombre cuando no le respondo.

—¿Alguna vez has tenido una sensación de inquietud? —le pregunto, sabiendo que es algo tonto —. No lo sé, siento como... algo aquí —me señalo el abdomen —, ansiedad, molestia...

—Quizás la comida también te cayó mal —me ofrece la respuesta más obvia y niego.

—Es una sensación extraña —suspiro —, de seguro me estoy volviendo loca.

—Ya lo estás —me sonríe. Señala la silla a su lado y camino hacia él, acomodándome y dejando mi cabeza contra su hombro, mientras Kaile corre tras un pájaro.

Trago saliva, sin entender el nudo de angustia en mi garganta, pero intento tragar nuevamente y relajarme. Acerco mi boca a la de Bruno, que roza sus labios contra los míos, solo por algunos segundos antes de que mi teléfono suene.

La pesadez se incrementa cuando veo el nombre de Pam en la pantalla e incluso antes de responder, sé que algo pasó. Algo que no es bueno, ciertamente.

Katia.

La mujer jamás me ha llamado a menos de que fuera algún tipo de emergencia y la mano me tiembla cuando respondo.

—¿Pam?

—Alexis... —está llorando y me pongo de pie con rapidez, como si eso hiciera algo.

—Pam... Pam, ¿qué sucede?

—Estábamos en el parque y yo, yo... ¡solo volteé un minuto para ver a Mila! —dice con rapidez, apenas entiendo las palabras por el propio zumbido en mis oídos.

—¿Dónde está Katia? —pregunto.

—Alguien se la llevó del parque —solloza —. No sé qué sucedió, Mat llamó a la policía y yo...

Apenas la escucho. El teléfono se cae de mi mano y por poco también lo hago yo. El mundo gira a mi alrededor y la certeza de lo que sucedió me golpea.

—¿Cielo...? —las manos de Bruno cubren mis hombros, pero la contención no ayuda.

Fue el monstruo, lo sé. No es algo al azar que se llevara a mi hija de ese parque, tampoco es azaroso mi malestar. Me cubro la boca, sollozando. Las lágrimas se acumulan en mis ojos y el asco y el miedo me invade.

Sé qué me hizo mi padre, sé cómo disfrutaba de tocarme a la edad que tiene mi hija y pensar en que él pudiera mirarla, siquiera, me hacen querer matarlo.

—Tiene a Katia —murmuro —. Bruno, mi padre se la llevó —logro decir, antes de darme cuenta de que el miedo es reemplazado por algo mucho más profundo y visceral: el enojo.

La única forma de acabar con un monstruo es ser un monstruo más grande y si debo serlo, lo seré. Convertiría el mundo en cenizas antes de que alguien como él toque a mi hija. Por ella... Por Katia haría lo que no pude hacer por mí.

Por Katia tengo que ser valiente y alejarla de las garras de mi padre.

—Alexis...

Por Katia sería el fuego que lo consume todo.


---------------------------

Entramos a la fase oscura de Fuego. Van a conocer a Alexis como la mujer que realmente es. ¡Saludos!

Continue Reading

You'll Also Like

2.5M 307K 71
SERIE SEKS, LIBRO #4 Adabel Pavlov es veterinaria, especialista en serpientes. Cuando la contactan de una reserva ecológica en la misma ciudad el res...
1.7K 70 17
Cassie descubre en su despedida de soltera por un regalo de un administrador secreto que su prometido le es infiel. Pero su sueño sexy con un descon...
94.2K 8.2K 50
》Tercera Temporada de ¡Eres tú! 《 ¿Qué haces cuando tienes que dejar a la persona que amas por haberte roto el corazón? Seguir adelante. Es lo que se...
5.1M 351K 80
Él,emerge del peligro el cual no teme y enfrenta al ver la venganza otorgada de un pasado escalofriante. Vive su vida sin compromisos, llenándose cad...