Drakhan Neé

By _eversinceale_

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«Somos poder, somos fuerza, somos la nación más poderosa que hay, no vengo a fingir que no tenemos un pasado... More

❂ Drakhan Neé ❂
❂ p a r t e u n o ❂
❂ prólogo ❂
❂ capítulo uno ❂
❂ capítulo dos ❂
❂ capítulo tres ❂
❂ capítulo cuatro ❂
❂ capítulo cinco ❂
❂ p a r t e d o s ❂
❂ capítulo seis ❂
❂ capítulo siete ❂
❂ capítulo ocho ❂
❂ capítulo nueve ❂
❂ capítulo diez ❂
❂ capítulo once ❂
❂ capítulo doce ❂
❂ capítulo trece ❂
❂ capítulo catorce ❂
❂ capítulo quince ❂
❂ p a r t e t r e s ❂
❂ capítulo dieciséis ❂
❂ capítulo diecisiete ❂
❂ capítulo dieciocho ❂
❂ capítulo diecinueve ❂
❂ capítulo veinte ❂
❂ capítulo veintiuno ❂
❂ capítulo veintidós ❂
❂ capítulo veintitrés ❂
❂ capítulo veinticuatro ❂
❂ capítulo veinticinco ❂
❂ capítulo veintiséis ❂
❂ capítulo veintisiete ❂
❂ capítulo veintiocho ❂
❂ capítulo veintinueve ❂
❂ capítulo treinta ❂
❂ capítulo treinta y uno ❂
❂ capítulo treinta y dos ❂
❂ capítulo treinta y tres ❂
❂ p a r t e c u a t r o ❂
❂ capítulo treinta y cuatro ❂
❂ capítulo treinta y cinco ❂
❂ capítulo treinta y seis ❂
❂ capítulo treinta y siete ❂
❂ capítulo treinta y nueve ❂
❂ capítulo cuarenta ❂
❂ capítulo cuarenta y uno ❂
❂ capítulo cuarenta y dos ❂
❂ capítulo cuarenta y tres ❂
❂ capítulo cuarenta y cuatro ❂
❂ capítulo cuarenta y cinco ❂
❂ capítulo cuarenta y seis ❂
❂ capítulo cuarenta y siete ❂
❂ capítulo cuarenta y ocho ❂
❂ capítulo cuarenta y nueve ❂
❂ capítulo cincuenta - final ❂

❂ capítulo treinta y ocho ❂

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By _eversinceale_





SANDER


Lysander tenía cinco años el día que conoció un dragón.

Muchos de los recuerdos de su temprana infancia se tornaban borrosos con el tiempo, aunque el cariño y el amor prevalecían, había imágenes que se desvanecían poco a poco. Pero ese recuerdo no. Era vívido, ardiente; parecía haber sido grabado a fuego en las paredes de su memoria.

El nombre de aquella criatura era Dravho.

Era una temible bestia de escamas naranjas que parecían brasas de una fogata. Sus alas eran de un naranja más profundo, con garras afiladas en las puntas. Su cola era larga y remataba con una bola hecha de púas letales. En ese momento, el pequeño Sander creyó que era lo más enorme que había visto, lo más extraordinario. Pronto descubrió que todavía había dragones más grandes, pero nunca volvió a encontrarse con otra criatura tan espeluznante.

Dravho era violencia encarnada, parecía estar furioso todo el tiempo. Gruñía y amenazaba a todos alrededor con una mirada llena de fuego. Sus ojos amarillos podrían haberle causado pesadillas a cualquiera. Pero él era un niño Alfa y uno de sus padres era un brujo, así que había pocas cosas de las que Sander podría haber estado asustado.

En realidad, creía temerle más a su montura. Una princesa de pelo blanco que mostraba la misma aura violenta, solo que esta parecía estar contenida dentro de su cuerpo. Lucía como si en cualquier momento ella pudiera explotar y arrasar con todo a su paso con pura ira ardiente. Pero era hermosa y se erguía como una guerrera. Sander había estado impresionado.

Pero, lo que más le interesó a pesar del temor que sintió inicialmente por ella, fue que pudo ver amabilidad en su mirada cuando se agachó a su costado frente al dragón. Por arriba de todo ese fuego interno, había serenidad y un poco de diversión. Le explicó con paciencia lo que su dragón podía hacer, que era un amigo y que era suyo. Que Dravho y ella sentían respeto inquebrantable por el otro y que no había necesidad de tenerle miedo.

El pequeño Sander quería explicarle que no tenía miedo, pero decidió quedarse callado.

Aquella vez voló por primera vez al lomo de un dragón. Por muchos años después de eso creyó que había sido una experiencia de una sola vez en la vida. Hasta que su amigo el príncipe pudo montar a su propia criatura alada y sin dudarlo, lo invitó. Y Sander no había podido negarse.

Desde ahí, él comprendió lo que eran los dragones.

Eran mucho más que criaturas temibles. Eran amables y elegantes. Algunos eran pacientes, otros eran caos total, pero la mayoría eran leales hasta la muerte. Las criaturas de los Akgon solo volaban con un jinete durante toda su vida. Amaban con devoción a sus monturas, luchaban y protegían. Eran criaturas de batalla como lo eran de compañía.

Pero nada les quitaba lo poderosas que eran, eso le había quedado claro. Ni lo atemorizantes que seguían siendo.

Fue por eso, que aquella tarde en la que Jaekhar volvió a Gindar, cuando Daerys corrió a recibirlo, Sander recordó ese primer encuentro con una bestia de fuego; fue similar, la forma en la que el dragón negro del príncipe gruñó y se irguió con la seguridad de que podía destruir todo a su paso si lo deseaba. La manera en que ese rugido habría podido resonar por todo el continente como una canción de guerra. Pero había algo más sobre ese momento, que lo hizo tener ese déjà vu.

Porque la Matrona, Arwan, estaba ahí para recibirlo también. Con todas sus brujas a su alrededor como si no fueran capaces de dejar sola a su líder ni un segundo.

Sander lo admiró todo desde su posición junto a sus príncipes. La tensión de Zeerah a sólo unos metros, como una presa en la mira de su depredador, esperando una señal para salir corriendo. Melanie, la hija inocente que tan solo veía el lado bueno de las cosas. Y el rostro de Arwan, controlado meticulosamente para formar una sonrisa, demostrando un aura impenetrable que evitaba descifrar qué había en su mente en realidad. El moreno puso su mano causalmente más cerca de la daga en su cinturón.

—Príncipe, qué alegría tenerlo de vuelta —dijo mientras se detenía en la punta de los pocos escalones de la entrada. El cielo estaba oscureciendo y las antorchas postradas junto a la puerta estaban afilando los contornos de su rostro. Sander pudo notar que se veía mayor que el día en que llegaron a Nivhas, hacia pocas semanas—. Temía que fuera a perderse del baile.

Se giró a ver a su príncipe.

Jaekhar había tensado su cuerpo en una posición de ataque. Sus piernas separadas, los brazos listos para moverse, su mirada fija en su objetivo. Estaba tenso, pero Sander reconocía que nunca debía tomar por sentado al heredero. Y menos ahora, que Jaekhar se veía tan... diferente al chico que había sido cuando zarparon de las costas de Dorado.

Era como si fuera más grande, mucho más alto, mucho más poderoso. Jaekhar siempre había exudado poder, confianza, fuego ardiente en su sangre como si fuera una fogata andante. Pero ahora había algo diferente en él, algo que Sander comenzaba a sentir pero que no reconocía del todo. ¿Sería su poder? ¿Lo que había descubierto que podía hacer, o era algo más?

Y ahí fue donde Sander recordó de donde venía aquel déjà vu.

No de Riskhar, similar al temible Dravho; ambas criaturas nacidas del fuego y hechas para la gloria. No. Se trataba de Jaekhar. Como contaban las historias del magnífico Kargem, era él, el príncipe. Se movía como un dragón, temible y feroz, como si estuviera a punto de abrir las alas y saltar al cielo. Como si en cualquier momento fuera a derramar su fuego sobre todo lo que conocía. Eran sangre de su sangre, el dragón respirando fuego. Y como todos los dragones que Sander había conocido, estaba protegiendo.

No a su hermano; Jaekhar sabía que Daerys no necesitaba protección. Ya no. Sino a la bruja a sus espaldas. A la chica de piel morena y rizos de noche que parecía haber recibido una sentencia de muerte, aún así Arwan no había reparado en su presencia de momento.

Jaekhar estaba protegiendo a Zeerah.

Había ira en sus ojos, demasiada para ser pasada por alto. Por lo que su hermano decidió intervenir.

Daerys siempre era el contraste a su hermano, sin importar que a veces compartían los mismos gestos y que ambos compartieran la misma habilidad para desconcertar a Sander cada maldita vez. Eran fuego y hielo, oro y plata, pero sobre todas esas cosas, eran estaban hechos de la misma luz. Por lo que el más pequeño se adelantó y se dirigió a la Matrona, agradeciendo la bienvenida para su hermano, pero que ahora desearía poder retirarse junto a él para que Jaekhar pudiera descansar.

Lysander contempló todo en silencio, reparando en el severo rostro de Arwan en espera de que le diera cualquiera razón para saltar frente a sus príncipes y llevarlos a un lugar seguro; después de todo, ahora no tenían ninguna razón para confiar en ella y en su lugar, estaban cada vez más cerca de cuestionar cada una de las acciones de la bruja. Pero ese no era su trabajo. Así que tan solo se mantuvo atento. A cada una de las palabras amables que se intercambiaron entre ella y los príncipes, a los gestos elegantes de estos, sus portes orgullosas y los delicados movimientos de sus mandíbulas. Eran en tiempos como esos, en los que Sander podría jurar que Jaekhar y Daerys eran uno mismo.

Pero también estuvo atenta a Zeerah. La chica se movía casi imperceptiblemente entre las sombras, un paso a la vez. Estaba retrocediendo a la oscuridad con la mirada fija en su matrona, esperando que no notara su repentina ausencia.

Pero cuando la pequeña conversación entre los príncipes y la Matrona terminó, lo primero que Arwan hizo, fue llamar a su hija y a su sobrina. Exclamando que quería escuchar todos los detalles de su viaje. Ante la mención del nombre de la morena, Sander notó como Jaekhar alzaba la cabeza como si lo hubieran requerido a él. Esto no pasó desapercibido y pudo sentir como todos los presentes procesaban el gesto.

Daerys, por ejemplo, se tensó. Sander se preguntó qué era lo que exactamente estaba pasando por la cabeza del más joven, pero decidió que lo mejor sería volver a sus habitaciones, por lo que tan solo se sumó a los hermanos cuando iniciaron la caminata al interior del castillo.

Sander dio un último vistazo a las afueras del palacio, Riskhar se mantenía recostado sobre la hierba sin apartar la mirada de Gindar.

El dragón hacia su deber, estaba protegiendo.

(...)

Jaekhar se quedó mirando la puerta de sus habitaciones durante un largo rato cuando volvieron.

Sander quiso preguntar qué era lo que esperaba, qué necesitaba. Pero también temía saber las respuestas. Habían dejado a Zeerah con la Matrona y podía sentir la ansiedad del príncipe heredero, como si estuviera a un solo empujón de salir disparado de la hacia ella, sin importarle que su hermano y su mejor amigo estuvieran esperando una explicación.

A su costado, Daerys seguramente estaba pensando en lo mismo. Pero el siempre era quién tenía más sentido común entre los tres.

—¿Jaekhar? —lo llamó y aquella mirada bicolor los encontró.

Y entonces Sander fue testigo de algo nuevo.

En realidad, fueron varias cosas. La primera, fue la expresión en el rostro de su mejor amigo. Había tanto sentimiento en los ojos de Jaekhar, en su boca entreabierta que parecía estar a punto de expulsar una palabra, un nombre, para ser mas concreto. Y como eso parecía estar tan alejado del príncipe que llevaba toda su vida conociendo.

Era diferente. Caótico y relajante en partes iguales. La expresión que Jaekhar tenía era una completa obra de arte, pero antes de que pudiera seguir intentando descifrarla, un borbotón de palabras llenaron la habitación, contando una historia llena de aventura y magia. Como uno de los épicos cuentos que Jaek tanto adoraba, solo que esta vez era de él.

Les narró con detalle como habían sido los últimos días. Sobre su viaje a Lanzer y el recibimiento de las brujas. De los conocimientos que había adquirido de Zeerah acerca de la magia y mucho más acerca de los aquelarres que habían exisitido en Nivhas. Les mencionó su más reciente amistad, la bruja con su cabaña en la mitad del bosque que los había acogido cuando estaban a punto de ser atrapados por una tormenta.

Entonces llegó la mención de la Matrona.

Jaekhar había descubierto más información sobre Arwan a través de esta bruja y les contó todo lo que sabía sobre los primeros años de la plaga. Sobre lo poco que supo sobre la madre de Zeerah y como Gindar había caído, dejando a sus aquelarres y al resto de la tierra marchita. Entonces Daerys le comentó lo que ellos habían visto a través de su visión, sobre esta chica, Catherine, que parecía haber sido la vida entera de la Matrona en el pasado. Antes de su hija, antes de que siquiera Arwan considerara llevar el liderazgo de su clan.

Ahora tenían una imagen mucho más completa, pero eso no aclaraba del todo sus dudas; ahora sabían como Arwan había terminado como matrona, como la madre de Zeerah la había hechizado para esconder su poder de ella, y que la muerte de Catherine había soltado una especie de cataclismo para las tierras de Nivhas, pero no sabían el porqué.

Sander miró a los hermanos mientras intercambiaban preguntas, pero solo se encontraban en callejones sin salida. Aún había cosas por resolver.

Pero lo que más le impresionó a Sander, fue cuando Jaekhar alzó un dedo y les dijo que observaran.

Sobre su mano estirada al frente, comenzó a formarse un bastón de luz que creció y se afiló, dando la forma de una cuchilla. Entre sus dedos, se formó un comodo mango para sujetarla, además de unos cuantos diseños que Sander reconoció como firma de las poderosas armas del Sur. Grabados y arabezcos que solían tener todas sus espadas y armaduras en casa.

Jaekhar había creado una espada de luz. Una que brillaba de una manera tan incandescente que le recordó al mismo sol, solo que de una forma diferente, casi inigualable.

Daerys y Lysander la admiraron tan maravillados, que casi saltaron sobre su lugar, cuando, de un movimiento elegante, Jaekhar la hizo desaparecer como si nunca hubiera estado ahí.

—¿Cómo... cómo hiciste eso? —preguntó Daerys, con sus preciosos ojos azules llenos de brillo. Sander lo recordó cuando era un niño.

—Qué ¿este truco aburrido? —Jaekhar volvió a girar la muñeca y entre su mano volvió a crecer la espada, solo que esta vez más rápido. Esta vez hubo más luz, Sander pudo ver como las marcas en las manos y antebrazos del príncipe comenzaban a irradiar sobre su piel.

Daerys acercó su mano, con los ojos posados en la espada, completamente atónito. Sander quiso tomarlo del brazo para evitar que la tocara, no sabía si era seguro. Pero Jaekhar lo calmó cuando se la ofreció.

—¿Es... una ilusión o de verdad está ahí? —preguntó Sander cuando Daerys la tomó por el mango y la acercó hasta que el filo casi rozó su nariz.

—Oh, esta ahí —sonrió el príncipe—. Puedo hacer lo que se me antoje, o al menos eso dice Zeerah. Pero esto ha sido útil. Sobre todo cuando puedo conjurarla cuando se me da en gana.

—Con esto derrotaste a las sombras del bosque —adivinó Daerys.

—Si, aunque puedo utilizar el poder para crear escudos, flechas, lanzas, lo que sea. Solo tengo que concentrarme. Aparecen y desaparecen cuando lo digo.

Antes de que Daerys pudiera darle la vuelta a la espada de luz entre sus manos, se extinguió en el aire, para luego aparecer en la mano del heredero. El más joven alzó la mirada en una mueca que luchaba por mostrarse molesta, aun cuando seguía impresionado. Jaekhar solo le sonrió de manera petulante.

—Lo que nos faltaba, una razón más para que puedas presumir —murmuró Sander sin apartar los ojos de la espada. Jaekhar tan solo alzó las cejas.

—Debes ponerle un nombre —dijo Daerys—. A la espada. Algunas armas eran nombradas por su poder. Y no creo que nadie en este mundo haya tenido una espada como la tuya.

—¡Destructora de Sombras! —Jaekhar blandió la espada en dirección a Sander, que retrocedió de un saltó con una expresión alarmada.

—¿Acaso tienes cinco años? —Daerys frunció el ceño.

—¡Pero si eso es lo que hace!

—Eres el heredero al trono más poderoso en el mundo y tienes un poder aún más grande, no te averguences antes de que tu historia sea escrita en los libros —Sander parecía divertido, pero supo muy bien esconder su sonrisa.

—Debe ser algo en Vehstry —exclamó el más joven, cruzándose de brazos.

—Es mi espada, frath, yo elegiré como se llamará.

Y como si fuera una competencia, todos se quedaron en silencio, ideando un nombre para aquel artefacto forjado de luz que se movía por el viento causando un leve sonido zumbante mientras el príncipe jugaba con ella. Daerys sugirió un montón de nombres que tenían que ver con la luz, Sander tan solo ayudó con algunas variaciones, pero Jaekhar no estaba conforme con ninguna. Pero entonces, algo pareció aclararse en su mente y sus ojos se iluminaron como si también tuvieran marcas dentro de ellos.

Rhianne —dijo con veneración, admirando su espada como si fuera la primera vez. El nombre dejó a Daerys en silencio y mientras Sander hacia todo lo posible por recordar, no creyó haber oído esa palabra antes.

—¿Qué significa?

Daerys sonrió con melancolía.

—Es un juego de palabras, no tiene una traducción directa, debe interpretarse. Habla de la noche y el día, algo entre luz y oscuridad. La traducción mas correcta sería... Noche brillante.

Sander contempló el orgullo en los rasgos de su príncipe heredero, que ahora parecía mucho mas tranquilo que al principio, más centrado de como había lucido cuando entraron a la habitación. Aún parecía tener un pequeño hilo que lo tiraba hacia la puerta, como si una parte de él quisiera salir en busca de la bruja.

Esto definitivamente era nuevo, Sander había conocido a Jaekhar en todas sus etapas y ciertamente lo había visto encaprichado más de una vez con alguien. Aunque sus conquistas nunca duraban demasiado.

Una vez había tenido un fugaz romance con una chica de la ciudad. Tenía un temperamento caotíco que la hacía meterse en problemas a menudo. Eso era lo que Jaekhar había adorado al principio, siempre había una aventura con ella. Su cabello rojo parecía fuego al correr por las calles angostas de Dragonscale, huyendo de personas molestas. Eso había durado unas cuantas semanas, hasta que ese fuego se apagó.

Entonces estuvo el joven marinero. Un chico que había llegado con su tripulación luego de pasar meses en alta mar. Tenía unos alarmantes ojos verdosos que Sander estaba convencido que despedían luz propia, pero eso no era lo que Jaekhar había encontrado interesante. Habían sido sus historias, las temibles criaturas que juraba haber visto debajo de las olas, de las batallas con las tormentas en la mitad del océano, de todas las veces que fueron atacados por piratas.

Sander podría haber jurado que el muchacho mentía cinco de cada seis palabras que salían por sus labios, pero eso no le impidió al príncipe llevárselo a su cama casi todas las noches que pasó en la Capital del Sur.

Luego estuvieron los cortesanos; emisarios del continente, del Norte, incluso de Zheelya; eran los que venían a las cenas formales de Kargem. Jaekhar conoció a un centenar de hijos e hijas de familias ricas que comerciaban por todo Goré. Estuvieron las señoritas preciosas con las que Jaekhar bailaba y besaba al final de la noche, chicos con aspectos devastadores que llevaba a las armerías con la excusa de pasar tiempo a solas. Incluso hubo sugerencias de compromisos, pero el heredero nunca firmó ninguno. Sus padres ciertamente tampoco lo habían presionado, alegaban que su hijo se casaría cuando lo desease y, tampoco existirían problemas si no lo hacía.

Sander incluso llegó a pensar que Jaekhar jamás lo haría.

Así como lo era su amigo, no creyó que existiera un alma en ese mundo que pudiera igualar la intensidad del príncipe.

No hasta que llegaron a Nivhas y a Jaekhar lo sacó de sus casillas ni más ni menos que el enemigo jurado de su Casa: una bruja.

Eso era lo que veía diferente en su príncipe; Jaekhar se movía con más cautela, con más contención que antes. Y es que él siempre había sido una fogata descontrolada que podía hacer que sus llamas se agradaran en el mínimo espasmo, pero ahora parecía tener la fuerza del sol. Nunca dejaba de arder, eso estaba claro. Incluso era más grande de lo que había sido. Pero ahora todo estaba bajo su control.

Como si hubiera encontrado un catalizador para todo ese poder en bruto, y refinarlo como lo hizo en esa maravillosa espada.

Pero Jaekhar no se marchó. Esa noche se quedó con ellos y les contó más detalles sobre su aventura. Se sentó al costado de Daerys, quién hizo una mueca, alegando que su hermano tan solo era un bulto que le quitaba espacio, pero cuando Sander decidió retirarse tras la cena, los vio charlando con alegría.

Daerys lo había extrañado, pero nunca lo admitiría, y estaba agradecido de tener a su hermano de vuelta. Jaekhar habló con el en Vehstry y no faltó mucho para que empezaran las risas.

Pero antes de que pudiera concebir el sueño, Sander se preguntó como serían las cosas de ahora en adelante. Si volverían a casa completos o dejarían una parte de ellos en Nivhas, con la bruja de rizos oscuros. Si este era solo un capricho más del príncipe, o al final había encontrado a la indicada.

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