El Recolector: Fuera de la vi...

By YunnuenGonzalez

464 115 2

«Él fue mi Muerte, ahora será mi vida». Callie Elton perdió a sus padres en un accidente automovilístico a la... More

Acerca de "El Recolector: Fuera de la vida"
Compasión
TORRE DE LONDRES
PRÓLOGO
CAPÍTULO 1
CAPÍTULO 2
CAPÍTULO 3
CAPÍTULO 4
CAPÍTULO 5
CAPÍTULO 6
CAPÍTULO 7
CAPÍTULO 8
CAPÍTULO 9
CAPÍTULO 10
CAPÍTULO 11
CAPÍTULO 12
CAPÍTULO 14
CAPÍTULO 15
CAPÍTULO 16
CAPÍTULO 17
CAPÍTULO 18
CAPÍTULO 19
CAPÍTULO 20
CAPÍTULO 21
CAPÍTULO 22
CAPÍTULO 23
CAPÍTULO 24
CAPÍTULO 25
CAPÍTULO 26
CAPÍTULO 27
CAPÍTULO 28
CAPÍTULO 29
CAPÍTULO 30
Anexo
Agradecimientos
La historia de Callie y George no termina aquí...

CAPÍTULO 13

10 3 0
By YunnuenGonzalez

El tiempo corre de diferente manera cuando se es inmortal. Lo que para un mortal es un día, para nosotros son horas; las semanas, días; los meses, semanas; y así.

Y lo que me pareció la duración de un respiro, en realidad, han pasado treinta y cinco años desde mi Iniciación. Ya dominaba todas mis habilidades desarrolladas, excepto dos: la que Eliot deseaba que hubiere heredado de él y la que me permite extinguir la vida en el mortal para liberar el alma; esta última es la que me convertiría en un Recolector completo.

Durante mi preparación he descubierto que el negocio de la muerte no es sencillo. Hay una planeación estricta para cada tipo de situaciones. La culminación de cada destino debe embonar perfectamente con la visión del Recolector. De ahí que un Iniciado tiene que entrenar cincuenta años para estar listo en su primera asignación y hacer todo rápido y natural.

Por un tiempo me sorprendió la facilidad con la que acepté la identidad de Eliot y lo que me ofreció tras mi muerte en mi primer año. Sé que cualquier ser humano racional vería todo esto como algo terrible, una maldición... Mi propio infierno, por así decirlo. Pero he tenido bastante tiempo para analizar esta vida, y lo cierto es que por fin comprendí el significado de ser Marcada. Muy aparte de que quedé inscrita para una nueva identidad a una corta edad, la compasión de Eliot quedó grabada en lo más profundo de mí ser. ¿Con que finalidad? La respuesta es sencilla: Para no pensar en el concepto de la muerte como algo malo, algo diabólico, sino como una etapa que ayuda al ser humano a transcender para que puedan escoger su camino a ser alguien mejor... o peor.

Tal vez ese es el único libre albedrio que tienen y deben aprovecharlo bien.

Todo sería más sencillo si los humanos no nos temieran y se dieran cuenta que no es nuestra intención arrancarlos de la vida, de que no somos seres egoístas que disfrutan cada lágrima derramada. Solo estamos cumpliendo nuestra misión en este mundo: Ayudarlos a seguir adelante.

Somos quienes damos un empujón más al ciclo de la vida.

Es difícil de entender mi punto de vista, sobre todo cuando he conocido Recolectores que se creen dioses verdaderos, pero puedo asegurar que debajo de esa incoherente máscara hay personas que se desviven para que esta indeseada maquinaria siga funcionando a la perfección.


Mi relación con Oliver se enfrió tanto con el paso de los años que solo quedó nuestra amistad.

Oliver y Théo estaban por recibir la visión de su primera asignación y no querían que nada los distrajera. Ni siquiera la vida tan mundana que Laia y yo llevábamos aún. A pesar de que mis amigos todavía vivían en Barcelona, ya han pasado unos cuantos años desde la última vez que hablé con ellos.

Théo aún no sabía que yo ya vi su asignación. Tanto Eliot como yo quisimos decirle, pero Catarina nos lo prohibió. No quiso predisponer a su Protegido.

A veces, no lo quería admitir, pero extrañaba a Oliver. ¿Podría ser que sentía algo por él, muy en el fondo? Espero que no, porque era la primera vez en tanto tiempo que mi corazón está libre de sufrimiento sentimental. No solo ha terminado mi interés romántico con Oliver, sino también con Eliot.

El amor que sentía por él se desvaneció dentro del tiempo. Aún sigue siendo todo lo que me queda, esa percepción como tal jamás cambiará, porque que Eliot es el único eslabón que me une con el pasado. Esto no quiere decir que no aceptó mi nueva vida. Todo lo contrario, pero no puedo olvidar que mi vida como humana me ha convertido en la persona que soy ahora. Y Eliot ha tenido que ver mucho con eso.

No podía negar que a veces me maravillaba la evolución de mis sentimientos por él. Han pasado de la indiferencia a la admiración, del amor verdadero al platónico... y ahora al fraternal. No como la relación que puede existir entre dos hermanos, sino como la de dos soldados que harían lo que fuera por su amigo en el campo de batalla. No por obligación, sino por una profunda y sincera amistad.

Realmente disfrutó esa nueva relación, en donde ya no existe la incomodidad entre nosotros, solo la alegría por disfrutar cada segundo de nuestros momentos libres juntos.

—¡Audrey, apúrate!... ¡La película ya va a empezar! —me gritó Eliot desde la sala.

—¡Ya voy! —respondí vaciando las palomitas de maíz en un bol, luego tomé los dos refrescos y fui a la sala haciendo malabarismos con las cosas.

—¿En serio no nos van a interrumpir esta vez? —consulté mientras que le daba su refresco.

Levanté sus pies para que me dejara sentar, después los coloqué sobre mi regazo.

—¡No! —respondió fastidiado por mi incredulidad—. Y si algo se presenta, lo voy a ignorar —tomó un puñado de palomas del bol y las masticó con una sonrisa sardónica.

—La muerte se toma sus vacaciones —comenté burlona.

—Sí —coincidió sonriente—. Ya sabes ahora de dónde viene la expresión.

Reí entre dientes, porque sabía que jamás haría eso, y se lo iba a comentar, pero me silenció cuando los primeros créditos de la película aparecieron.

Miré feliz a Eliot unos segundos. Tenemos ya una buena vida juntos.


Una hora después, sin esperarlo, Eliot me arrojó una palomita a la cara para molestarme; de seguro la película ya le era aburrida y encontró otra forma de entretenerse.

Lo ignoré, pero a los pocos segundos volvió a arrojarme otra palomita, esta vez no pude contenerme y le arrojé todas las que tenía en la mano para comer.

Eliot rio gustoso mientras se levantaba con el bol en las manos y una lluvia de palomitas de maíz me cayó encima de inmediato. Fue divertido y delicioso.

Traté de resguardarme con un cojín esponjoso, después recogí algunas palomitas que me caían por los lados, y estaba a punto de salir de mi escondite para contraatacar cuando se escuchó el bol cayendo al suelo escandalosamente, seguido por un golpe muy seco y pesado.

—¿Eliot? —llamé, pero no hubo respuesta.

Saqué la cabeza con cuidado para averiguar qué pasaba. En lugar de verlo atacándome, estaba tirado sobre una sábana de palomitas de maíz.

—¡Eliot! —grité alarmada mientras corría hacia él.

Me aterrorizó verlo frunciendo los ojos cada vez que tenía las dolorosas convulsiones. Me hinqué a su lado y seguí llamándolo al mismo tiempo que hacía todo lo posible para detener esas convulsiones que lo hacían golpearse muy fuerte contra el piso.

Pero era imposible.

Tomé el teléfono para llamar a Nicholau, pero mi llamada fue directo a su grabadora. Colgué para llamar ahora a Oliver, pero solo obtuve un «¡Ahora no puedo hablar contigo!» y me colgó.

Eliot empezó a balbucear algo, no tardé en deducir que esto se iba a poner peor. Llamé a Jean, pero me contestó Laia.

—¡Qué bueno que hablaste! —contestó exaltada por algo.

—¡Laia, comunícame con Jean! ¡Es urgente! —ordené apurada, y ya dentro de una ansiedad que me hacía temblar.

—¡Audrey, no sé qué le pasa! ¡Está convulsionándose y dice cosas sin sentido!

—¿Qué? —Por instinto, vi a Eliot, quien seguía convulsionándose.

—¡Por favor, di a Eliot que venga! ¡No sé qué hacer! —suplicó casi en lágrimas.

—¡Eliot está igual! ¡Por eso hablé a Jean!

—¡¿Qué está pasando?! —exclamó muy asustada y confundida.

—¡Llama a Catarina! —Apenas ordené, colgó sin decir más.

No sabía qué sucedía, pero era obvio que solo les estaba pasando a los Recolectores. Esa cortante contestación de Oliver tal vez se debía a que Isabel estaba sufriendo lo mismo. Aventé el teléfono y sujeté a Eliot entre mis brazos para que su cabeza no siguiera golpeándose contra el suelo.

—¡Por favor, termina con esto!... ¡Por favor, por favor! —supliqué casi llorando. Me sentía tan impotente por no poder hacer nada más que contemplar su agonía.

Jamás he sentido el correr del tiempo como en ese momento. De seguro solo pasaron unos minutos, cuando Eliot se detuvo de improviso. Respiró desfallecido, como si su versión humana hubiere corrido muchos kilómetros sin detenerse, después abrió los ojos, pero solo veía al techo. Lo apretujé en un abrazo como liberación del susto que me dio.

«Por favor, no vuelvas a hacer eso», pensé.

Eliot me miró aliviado de que todo haya terminado al fin

—¿Estás bien? —pregunté aun preocupada.

Cabeceo un «Sí» mientras mojaba sus labios y buscaba su voz perdida. Le di un poco de agua, la cual bebió de un solo sorbo, luego lo ayudé a levantarse y a caminar hasta el sillón, en donde se dejó caer como si lo hubieran apaleado.

—¿Qué pasó, Eliot? —Le pasé mi vaso ahora. Realmente tenía mucha sed.

—Fui reclutado... ¡Otra vez! —respondió cerrando los ojos con pesadez, como si lamentara tal situación.

Acaricié su cabello como expresión de que aún me preocupaba que no se veía del todo bien.

—¿Reclutado? —pregunté y él asintió con trabajos—. No entiendo... Alguien solo es reclutado cuando va a ver una...

—Guerra —me interrumpió mirándome directo a los ojos.

—¿Qué?

—Comenzará en tres meses, para ser exactos. —Se quedó pensativo unos segundos—. Necesito hablar con los demás —agregó solo para sí poniéndose de pie.

No le comenté acerca de que hablé con Laia en el momento de su ataque y solo le pasé el teléfono.

No sé con quién habló, nunca dijo un nombre, pero me avisó que iríamos a casa de Nicholau ahora mismo.

Eliot apenas si pudo mantenerse de pie, perdía fuerzas y caminaba desganado como una marioneta. Decidí ser quien tirara de sus hilos y lo ayudara a llegar al auto.

Absurdamente tuvimos una pequeña discusión porque él quería manejar, la cual gané cuando lo solté y perdió el equilibrio; lo volví a agarrar rápido para que no cayera al suelo.

No le quedó más que darme las llaves de su auto.


Viajamos en silencio. La casa de Nicholau quedaba al otro lado de la ciudad. A Eliot no le gustaba que manejara a alta velocidad, pero supuse que esta vez era importante que lo hiciera.

Cuando Eliot bajó del auto, ya se veía más repuesto y caminó hacia la puerta con mucha seguridad y gallardía. Oliver fue quien nos abrió la puerta.

Sé que era un mal momento, pero volverlo a ver con un nuevo look despertó un poco de mi interés.

Oliver no perdió tiempo saludándonos y rápido nos invitó a pasar solo con una seña de mano. Caminó detrás de nosotros hasta la sala, en donde ya se encontraban Nicholau e Isabel.

—No tardan en llegar los demás —nos avisó Nicholau—. ¿Quieren algo de beber?

—Una cerveza —pidió Eliot sin dudar. Se sentó en el sillón con un suspiro de descanso.

—Un café —pedí.

—Oliver..., ¿me haces el favor? —solicitó Nicholau con exagerada educación.

—Audrey, ¿podrías ayudarme? —me pidió Oliver. Lo seguí a la cocina con la esperanza de que él pudiera explicarme mejor qué estaba pasando.

—Disculpa que te haya cortado la llamada —se excusó Oliver en lo que ponía agua en la tetera.

—¿Le pasó lo mismo a Isabel?

—No, fue a Nicholau... Yo estaba aquí con él cuando todo ocurrió. Tuve que colgarte porque necesitaba comunicarme con Isabel.

—¿Tienes idea de por qué les pasó esto?

Me miró muy indeciso de explicarme o no.

—Es mejor que escuches todo junto con Théo y Laia —respondió en lo que seguía preparando mi café.

—Bien —dije resignada y él me sonrió para tranquilizarme.

Sé que era tonto, pero me alagó ver que todavía recordaba cómo tomaba mi café.

El timbre de la puerta sonó cuando regresamos con los demás. Oliver se apresuró a abrir y yo seguí mi camino, di la cerveza a Eliot al tiempo que escuchábamos los apresurados saludos en la puerta.

—¡Por fin llegó!... ¿Cuántos años, Nick? —preguntó Jean con excitación.

—Un año y ocho meses.

—¿Isabel?

—No fui reclutada.

—¿Eliot?

—Dos años y cuatro meses.

—¿Catarina?

—Dos años... exactos. ¿Y tú Jean? —preguntó con curiosidad.

—Tres años y dos meses.

—¡¿Qué?! ¡¿Tanto va a durar?! —exclamó Isabel.

Jean se encogió de hombros al reconocer que así iba a ser.

—¡Hey! —llamé la atención de todos—. Pueden explicar a los que somos nuevos en esto, ¿de qué demonios están hablando?

—Una guerra va a iniciar en tres meses —me respondió Nicholau.

—¿Qué tan grande va a ser? —preguntó Laia.

—Del tipo mundial —respondió Oliver.

—Es una broma, ¿verdad? —pregunté a Eliot, pero él negó con la cabeza—. ¿Y qué tienen que ver ustedes en esto?

—¿Es posible que se le olvide a tu Protegida lo que somos? —cuestionó Catarina a Eliot con burla.

—¡¿Van a ir a recolectar?! —cuestioné incrédula.

Eliot balbuceó un «Sí».

—Los años son el tiempo que van a pasar recolectando —me explicó Oliver.

«Dos años y cuatro meses», pensé con la mirada baja. Ese era el tiempo que Eliot iba a pasar en esa estúpida guerra.

—¿Qué va a pasar con nosotros? —preguntó Laia al aire.

—Eso lo discutirás con Jean —respondió Nicholau con frialdad.

No me molestó su comentario. Todo este tiempo que tenía de conocerlo siempre se ha mantenido muy al margen de nuestra preparación. Y con justa razón, no tenía que lidiar con las consecuencias de la compasión de otros.

—¿Y cómo piensan hacer estas asignaciones? —pregunté.

—Las visiones que tuvimos hace un rato son todas las almas que tenemos que recolectar.

—Colapsamos por unos minutos, debido a toda la información que se nos da de un solo golpe —continuó Eliot la explicación de Jean, que pareció exclusiva para mí.

—Solo hay una manera de llevar a cabo esto sin tanto esfuerzo... —siguió Nicholau.

—Ejército —terminó Laia por lo bajo con obviedad.

—Sí... ¡Bien! El resto de esta conversación ya no es de mi incumbencia —dijo cansado Nicholau—. Si no les importa, y no lo tomen a mal, quisiera descansar.

—No hay problema, Nick. Nosotros también tenemos que hacerlo —concordó Eliot sin sentirse ofendido por su amigo que literalmente nos estaba corriendo de su casa—. Sin embargo, quiero hablar con ustedes mañana. —Señaló con la cabeza a Isabel, Jean y Catarina.

Los tres aceptaron su petición. Era obvio el tema del que quería hablar con ellos: ¿Qué iban a hacer con nosotros, los Protegidos?

Eliot y yo nos despedimos y regresamos a la casa.

«¡Eso sí fue una visita corta!», pensé.

- - -

Foto de cottonbro en Pexels.

Continue Reading

You'll Also Like

3.4K 135 26
★🎂 ℋ𝑎𝑝𝑝𝑦 ℬ𝑖𝑟𝑡ℎ𝑑𝑎𝑦 🎂★ ☕︎ ᵗᵘ ᵉʳᵃˢ ᵘⁿᵃ ᶜʰⁱᶜᵃ ˡⁱⁿᵈᵃ ⁿᵒʳᵐᵃˡ ᵇᵘᵉⁿᵃ ᵃˢᵗᵃ ᵠᵘᵉ ᵘⁿ ᵈⁱᵃ ᵗᵘˢ ᵖᵃᵈʳᵉˢ ᵗᵉ ⁱˢⁱᵉʳᵒⁿ ᶜᵒⁿᵒˢᵉʳ ᵃ ᵃˡᵍᵘⁿᵒˢ ᵃᵐⁱᵍᵒˢ ᵉⁿ ᵉˢᵒ ᵃᵐⁱᵍᵒˢ...
843 237 9
Después de una devastación mundial causada por la cuarta guerra mundial, el mundo se encuentra fragmentado en cuatro regiones conocidas como la Regió...
15.3K 2K 60
Zara acepta el reto de su mejor amigo: invocar a Ashton, el supuesto dueño del circo que se manifestará para reclamarla como suya. *** El Circo de la...
32.3K 1.3K 78
Aquí encontrarás datos, curiosidades y hechos sobre la banda The Vamps