El Recolector: Fuera de la vi...

Od YunnuenGonzalez

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«Él fue mi Muerte, ahora será mi vida». Callie Elton perdió a sus padres en un accidente automovilístico a la... Více

Acerca de "El Recolector: Fuera de la vida"
Compasión
TORRE DE LONDRES
PRÓLOGO
CAPÍTULO 1
CAPÍTULO 2
CAPÍTULO 3
CAPÍTULO 4
CAPÍTULO 5
CAPÍTULO 6
CAPÍTULO 7
CAPÍTULO 9
CAPÍTULO 10
CAPÍTULO 11
CAPÍTULO 12
CAPÍTULO 13
CAPÍTULO 14
CAPÍTULO 15
CAPÍTULO 16
CAPÍTULO 17
CAPÍTULO 18
CAPÍTULO 19
CAPÍTULO 20
CAPÍTULO 21
CAPÍTULO 22
CAPÍTULO 23
CAPÍTULO 24
CAPÍTULO 25
CAPÍTULO 26
CAPÍTULO 27
CAPÍTULO 28
CAPÍTULO 29
CAPÍTULO 30
Anexo
Agradecimientos
La historia de Callie y George no termina aquí...

CAPÍTULO 8

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Od YunnuenGonzalez

Una delicada caricia en mi mejilla logró ahuyentar a la pesadilla mágicamente. Por fin, logré descansar como un bebé, sin preocupaciones y solo con el deseo de vivir la gran aventura de la vida.

—Cal... Audrey es hora de levantarse —escuché a lo lejos.

Gemí y la caricia se trasladó a mi cabeza. Se sentía tan bien que me di cuenta de que a lo mejor estaba perdiendo el inicio de algo grandioso por el deseo de dormir. Me moví un poco y traté de abrir los ojos, pero no pude hacerlo.

La caricia se detuvo y volví a caer dormida.

Entre sueños escuché a alguien moviéndose por el lugar y no tenía la sutileza de no hacer ruido, posiblemente porque no había logrado despertarme minutos atrás.

—Callie —me llamó esa voz masculina otra vez, ahora muy cerca de mi oído. Gemí de nuevo, pidiendo que no me molestaré más, y ya no escuché nada después.

Como no estaba soñando, el tiempo corrió con extrema lentitud, y desperté tras lo que se sintió como horas. Por un momento me desorienté, pero recordé dónde estaba cuando vi las cobijas dobladas en el sillón más grande, y, lo más importante, qué me había pasado el día anterior.

Estaba por levantarme cuando la puerta de la calle se abrió. Eliot entró sonriente, dejó sus cosas en la mesa del comedor, después se sentó con pereza en el sofá.

—¿Tiene algo de malo mi cama? —me preguntó torciendo su espalda, trataba de acomodarse mejor en el respaldo.

—¿Disculpa?

—¿Por qué te encontré durmiendo aquí?

—Desperté en la madrugada y... —Vacilé en si debía contarle de mi pesadilla. Decidí que no. No quería que me viera como alguien débil—. Ya no pude volver a dormir, así que me levanté por una taza de café. Me senté aquí a beberla, y verte dormir me volvió a contagiar el sueño. Solo cerré los ojos y me perdí.

—Está bien. —Se dio por satisfecho con mi verdad a medias.

—Eliot —llamé dudosa. Él puso toda su atención en mi—, tengo hambre.

Él rio encantado.

—Lo supuse, la comida no tarda en llegar. Ordené algo en el camino.

—Gracias... ¿Puedo darme un baño antes?

—¡Claro que sí!... Por cierto, te compré algo de ropa.

Me sentí apenada por tanta molestia. Pero la verdad me sentía tan fuera del mundo en este momento que no me apetecía salir de compras.

—Gracias.

Eliot sonrió y me señaló unas bolsas que estaban cerca del sofá. No las había traído consigo cuando entró, lo que significaba que él salió a comprarme esa ropa en algún momento en que yo estaba durmiendo. Quizás para eso quería despertarme.

La tomé y fui a darme un largo baño.

—Hablé con Casey después de clases —me informó Eliot a media comida.

Casi me ahogo, estaba a punto de saber cómo estaban viviendo mi muerte mis amigos.

«Mi muerte. Qué fácil está siendo decirlo», pensé.

—Le pregunté por ti y me dio la mala noticia de tu muerte... Tu funeral será el próximo martes.

No sé por qué asentí. A lo mejor fue una confirmación de que tenía que decirle mi decisión en ese momento.

—Quiero ir a ver a mi tía y contarle todo esto.

Eliot bufeo sarcástico.

—¿Es una broma? —preguntó al verme muy seria

Negué lento con la cabeza. Por lo que Eliot soltó su tenedor en el plato para limpiarse la boca con agresividad.

—Audrey... —Iba a decirle que no me llamara así, pero continuó para callarme—, ¿cómo te hago entender que Callie Elton está muerta? —discutió, marcando esa palabra muy despacio para que concibiera sus implicaciones de una vez por todas.

—¡No lo estoy!

—¡Lo estás para ellos!

—Pero si le explico... ella entenderá y...

—¿Te recibirá con los brazos abiertos?

—¡Sí!

—¡No seas ingenua!... Entiende que tú ya cumpliste un ciclo en su vida, no le destruyas su felicidad.

—¿Felicidad? ¿Cómo va a estar feliz si estoy muerta?

—¡Está bien! Su felicidad futura. No toda su vida va a estar llorando tu muerte... ¡Ella tiene que seguir!

—Eliot, yo era lo único que tenía... ¡No quiero que sufra!

Eliot aventó la servilleta que ya había hecho bola. Se levantó y caminó de un lado a otro con la mano en la frente; lo vi muy agobiado.

—Tu tía está embarazada... ¡Satisfecha! —me gritó el secreto con molestia—. A Casey se le escapó cuando habló conmigo.

No podía creerlo, pero cuando me quedé pensando en esa noticia, recordé que mi tía se había visto muy sospechosa los últimos meses. Casi no estaba en casa cuando la llamaba o visitaba los fines de semana, y cuando me comunicaba a su celular, me daba excusas que me parecían extrañas, siempre había una susurrante voz masculina de tras fondo.

También recordé que el día de ayer, antes de salir a confrontar a Eliot con la verdad, mi tía me había hablado para preguntarme si podía visitarla en estos días. Tenía una sorpresa para mí.

Cerré los ojos para acompañar al agobio que me debilitó. Me sentí mal por haber sido tan cortante con mi tía. De seguro, se moría de la emoción por darme la noticia y a mí solo me importaba descubrir a Eliot.

—Si quieres a tu tía, no le des esta carga que trae nuestra vida.

«¿La muerte podría destruir una nueva vida?... ¡No, no lo permitiré!», decidí.

—Está bien, pero... ¿Puedo verla, aunque sea una última vez?... ¡Por favor! —pedí más calmada.

Eliot meditó mi petición por un minuto.

Tenía que dejarme verla, no podría estar tranquila hasta despedirme de ella de alguna manera.

—Bien, iremos a tu entierro después de que recojas tus cosas.

—¡Gracias! —exclamé, arrojándome a sus brazos.

Dudó en responderme el abrazo.

—Espero que con esto aceptes tu nueva vida —advirtió muy serio a mi oído—, o va a ser un infierno vivir contigo —agregó con burla.

Eliot pasó el resto de la tarde preparando sus papeles para su renuncia y buscando una casa en Barcelona por internet. Mientras que yo estuve echada en el sofá disfrutando la pantalla plana, viendo cuanto documental o película me ponían en donde se mencionara a la muerte. Estaba un poco obsesionada con el tema.

No sé en qué momento me volví a quedar dormida. No soñé nada, pero al rato sentí que me movían del sillón para llevarme cargando hasta lo que sentí como la cama, luego una reconfortante caricia recorrió mi cabeza.

Volví a tener mi pesadilla y a despertarme sobresaltada. También estaba esa soledad, pero ahora era más fuerte porque la esperanza de volver a estar con mi tía se despedazó horas atrás.

Eliot era lo único que tenía ahora.

Tomé la almohada y una cobija para ir a la sala a acostarme en el sillón. Perdí mis pensamientos en el atractivo rostro de Eliot que se podía ver gracias a un rayo de luz que llegaba desde la calle.

Al rato, me volví a dormir.

Ya no tuve mi pesadilla, sino un sueño en donde yo no participaba activamente; estaba ahí como un espectador. Era la vida que me imaginaba mi tía tendría en unos años.

Eliot tenía razón. La llegada de su hija le traía una felicidad que opacaría la tristeza por perderme. Me recordaba a veces, pero siempre lo hacía con una nostalgia que terminaba en risas. Nuestros recuerdos juntas dejaron de dolerle.

Ese sueño me trajo paz y alivio, porque sabía que mi tía iba a estar bien sin mí.

Sentí que unos brazos trataron de levantarme y, por instinto, me sacudí con violencia y gritando «¡No!»

—¡Callie! ¡Despierta! —escuché a Eliot alarmado. Abrí los ojos de inmediato y lo vi parado junto a mí—. ¿Qué haces aquí?

Decidí decirle la verdad, pues desde este momento él ya era mi todo.

—Quiero estar contigo.

—¿Perdón?

—Me siento sola —respondí en un incomprensible susurro.

Eliot se sentó en la mesa y suspiró apenado en lo que retiraba algunos cabellos de mi rostro. La oscuridad era aún intensa, por lo que no pude ver con claridad sus gestos. Sin embargo, su toque se sintió compasivo.

—¿Qué voy a hacer contigo? —preguntó para sí, a lo que tontamente le sonreí—. Ven —me ordenó en lo que tomaba mi mano para levantarme.

—¡Por favor, no me dejes sola! —supliqué con tono infantil.

—No lo voy a hacer. Pero mi cama es bastante grande para que la compartamos. —Me levanté satisfecha con la sugerencia—. Además, es más cómoda que estos sillones.

Lo seguí en silencio dentro de la oscuridad.

—Solo te advierto que esto termina en cuanto tengas tu propio cuarto, ¿de acuerdo?

—Sí —prometí refunfuñando.

Me dio el lado contrario a la ventana, mucho mejor porque odiaba ser despertada por los rayos del sol.

Me puso muy nerviosa tener a Eliot tan cerca, ya que solo unos cuantos centímetros me separaban de tocarlo. Cerré los ojos para que, en caso de que lo rosara, no lo tomara como una excusa mía para iniciar algo.

No me tomó mucho tiempo volver a caer dormida. Sorprendentemente, mi sueño fue más agradable esta vez.

Con la llegada de una nueva semana, aún seguía muy cansada. No sé por qué.

Escuché el ruido de la ciudad que despertó mucho antes que yo, pero mantuve los ojos cerrados con el deseo de volver a dormir. Al cambiar de posición, tuve la sensación de que alguien me observaba; me hizo un nudo en el estómago.

Por supuesto, era Eliot, pero no entendía por qué lo hacía. El comportamiento afectuoso que a veces me demostraba, no concordaba con la línea que delimitaba mis intenciones de tener una relación sentimental con él. No iba a cruzarla, por mucho que lo deseara, así que me di vuelta al otro lado para demostrarle que tomaba sus decisiones muy en serio.

Solo cuando me llamó para despertarme, me volteé para verlo con cara soñolienta.

—Llegaré tarde, hoy entrego todo en la universidad. Si todo marcha bien, estaremos en Barcelona la próxima semana —me avisó acomodando su ropa en la cama—. Puedes hacer lo que quieras, excepto ver a los tuyos. Mañana haremos eso... ¿Puedo confiar en ti?

—Sí.

Eliot me miró incrédulo.

—Lo prometo —dije muy seria.

Sonrió satisfecho por mi promesa; me sorprendió que creyera en mí. Me hizo gestos de que me dejaba sus llaves en la mesa de noche, después tomó su ropa y fue al baño.

Me quedé en cama pensando si en verdad iba a cumplir mi promesa. Pero por mucho que me moría por ver a «los míos», tenía miedo de afrontar una situación que no sabía cómo manejar.

«Lo mejor es estar con él», decidí.

Esperé a estar sola en el departamento para levantarme de la cama.

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Fotografía de Ivan Oboleninov en Pixabay.

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