El Recolector: Fuera de la vi...

By YunnuenGonzalez

464 115 2

«Él fue mi Muerte, ahora será mi vida». Callie Elton perdió a sus padres en un accidente automovilístico a la... More

Acerca de "El Recolector: Fuera de la vida"
Compasión
TORRE DE LONDRES
PRÓLOGO
CAPÍTULO 1
CAPÍTULO 2
CAPÍTULO 4
CAPÍTULO 5
CAPÍTULO 6
CAPÍTULO 7
CAPÍTULO 8
CAPÍTULO 9
CAPÍTULO 10
CAPÍTULO 11
CAPÍTULO 12
CAPÍTULO 13
CAPÍTULO 14
CAPÍTULO 15
CAPÍTULO 16
CAPÍTULO 17
CAPÍTULO 18
CAPÍTULO 19
CAPÍTULO 20
CAPÍTULO 21
CAPÍTULO 22
CAPÍTULO 23
CAPÍTULO 24
CAPÍTULO 25
CAPÍTULO 26
CAPÍTULO 27
CAPÍTULO 28
CAPÍTULO 29
CAPÍTULO 30
Anexo
Agradecimientos
La historia de Callie y George no termina aquí...

CAPÍTULO 3

12 4 0
By YunnuenGonzalez

No sé cómo llegué al departamento, y mucho menos a qué hora anocheció. Cuando tuve conciencia del lugar donde estaba y del tiempo mismo, ya tenía mí la laptop enfrente con el buscador esperando para trabajar. Pero tampoco sabía qué era lo que tenía que buscar.

Cerré la laptop y prendí el televisor. Esperaba que algún programa me distrajera, pero sucedió todo lo contrario. Reviví esa visión del profesor en mi mente; no entendí por qué todo lo que hizo me fue familiar. Miré instintivamente la fotografía que tenía de mi familia en uno de mis burós y, solo con ver los rostros sonrientes de mis padres, recordé lo que pasó después de que el auto se volcó. En cierta forma había presenciado lo mismo en ese entonces.

Abrí el cuaderno de dibujo y, uno a uno, revisé ese ojo con expectación. Y ahí, sin esperarlo, la verdad me golpeó con un mariposeo enfermizo en mi estómago.

—¡Sí es él!

Fue increíble, pero tan pronto como acepté eso, pareció que desbloqueé una parte de mi recuerdo infantil.

No solo había visto ese ojo, sino había visto tres cuartos del rostro. ¡Y la mirada que siempre creí que estaba carente de expresión, en realidad, estaba llena de compasión!

El shock que me causó la verdad apenas si me permitió respirar.

—No ha envejecido un solo día —murmuré cuando vi el último ojo que había dibujado y lo comparé con mi recuerdo del profesor—. ¿Quién es él? ¿Por qué no ha envejecido?... ¿Qué es?

Abrí la laptop y me di a la búsqueda de la verdad. Comencé con lo más obvio: vampiros y hombres lobo. Pero deseché esa idea al instante mientras reía muy sarcástica. Él obviamente no encajaba en ninguno de los términos.

Me rompí la cabeza recordando otras criaturas mitológicas, pero cada una de ellas ya caía en la categoría de monstruos, y el profesor no era uno.

«No puede serlo alguien que sintió compasión... Un sentimiento muy... ¡humano!»

Me puse de pie para deambular por el cuarto. No entendía por qué no daba con la respuesta. Al parecer, no me quedaba más que encarar al profesor y escuchar la verdad de sus propios labios.

—Si lo voy a hacer, tengo que dejar de llamarlo «Profesor».

Ya me estaba doliendo la cabeza por tanto pensar, así que decidí tomar una siesta. Tal vez en mis sueños encontraría una explicación a la que esta realidad me estaba negando.

Pero me había sugestionado tanto con esas incrédulas criaturas que era factible que soñaría con ellas.

Y así fue.

Mi oscuro sueño comenzó conmigo en lo que parecía ser un largo pasillo de piedra, como los que cualquier castillo medieval debía tener, y estaba alumbrado por unas antorchas que parecían colgar de la pared. La oscuridad era tal que estas luchaban ferozmente por desterrarla, pero fracasaban rotundamente. La fría corriente que circulaba alrededor mío, con sus helados dedos acariciándome por doquier, solo ayudaba a mi miedo a ponerme la piel de gallina.

Con todo, si en la vida real mi carácter era audaz, en mis sueños era suicida. Cualquiera se quedaría ahí esperando a que ese sueño fuera devorado por uno tranquilo, pero no en mi caso... Yo quería ver que había entre esos espacios de oscuridad que se reusaban a desaparecer.

Caminé despacio, aunque mis pisadas hicieron eco por todo el rededor. De pronto, vi una figura que cruzó furtiva entre los rayos de oscuridad. Ilógicamente, el miedo me arrojó a alcanzarla con paso apresurado, pero para cuando llegué al mismo lugar donde debía estar escondiéndose, no había nadie. Toqué las paredes del pasillo, buscando una puerta donde pudiera haber entrado esa figura, pero no había nada.

—Callie, no sabes dónde te estás metiendo —escuché a Eliot detrás de mí, lo que me hizo voltear rápido.

Apenas si podía percibir su figura alta, delgada, en el fondo del pasillo, en donde yo había comenzado el sueño. Estaba pensando qué responderle cuando escuché el sonido de sus pasos acercándose a mí lentamente. Mi estómago mariposeó por el deseo de ver su rostro a la luz de esa antigua antorcha, pero, cuando llegó, me estremecí hasta los huesos por lo que vi. Con todo y que vestía casual, sus ojos sobresalieron de su rostro, y se veían deseosos... hambrientos.

Retrocedí un paso nada más. No sé cómo lo hizo, pero, en tan solo un pestañeo, ya lo tenía frente a mí. Realmente me robó el aliento.

No me dijo nada y solo me tomó por el cuello para acercarse a mí lentamente. Me reí indeliberadamente de ese cliché mientras esperaba su mordida, que nunca llegó. De hecho, Eliot desapareció como un fantasma.

Estaba confundida. ¿A dónde se había ido?

Lo busqué por todos lados, pero solo estábamos yo y ese refrescante aroma que llegaba de algún lado y me llamaba alegremente. Me dejé guiar por él hasta que comencé a notar que el piso de piedra era suplantado por tierra cubierta de hojas secas, y el pasillo por frondosos árboles.

Era de noche, la luna brillaba con un hermoso halo angelical que era acompañado por las tintineantes estrellas. Jamás las he visto tan brillantes; la contaminación lumínica era inexistente en el lugar. Caminé por ese bosque, que se cerraba cada vez más y más, estando alerta de los sonidos de la naturaleza que escuchaba a mi rededor.

—No te va a agradar la verdad... Mi verdad —percibí la voz de Eliot proviniendo de mi lado derecho. Vi como salió de la sombra de un árbol; sus ropas habían cambiado a informales.

Se acercó a mí hasta que pudo rodearme lentamente, sin quitarme la vista de encima. Como un depredador acosando a su presa.

—¡Pero tengo que saber quién eres! —refuté sin moverme del lugar.

Tan pronto como le di mi razón, sus ojos brillaron como los de un lobo. Eran de un color ámbar, muy brillante, y circundados por una línea oscura; se veía tan peligroso. Me gruñó amenazador; sin embargo, su pose me causó tanta gracia que reí sin querer.

Eliot desapareció y una neblina espesa empezó a formarse hasta que me rodeó por completo. No podía ver más allá de un metro lejos de mí. Todo era gris, claustrofóbico... Una neblina muy victoriana. Y tenía un aroma característico también, muy raro. No percibía los olores de ciudad, o de un bosque, como los que todo londinense de mi época conocía. Más bien era dulce... delicada.

La noche esclareció tanto como una fría mañana de invierno. Cuando me moví, vi que el suelo había cambiado también, ahora era formado por enormes piedras planas... como guijarros de río. Caminé a tientas, buscando algo que me indicara dónde estaba, pero era como si me estuviera moviendo por una enorme planicie. No había nada o nadie. Tal soledad me estaba dando miedo porque no sabía qué o quién podría aparecer para arrastrarme dentro de esa niebla victoriana. Pero también estaba confundida porque ya había pasado mucho tiempo vagando.

De pronto, noté que el camino se acabó; apenas si pude mantener el equilibrio. Me asomé y vi agresivas olas chocando con enormes rocas a los pies de un risco grisáceo. También vi el horizonte y el sol que trataba de colarse entre las nubes para iluminar el ajetreado mar. Noté algo muy extraño, no podía escuchar su sonido, solo el de rocas crujiendo bajo el paso de alguien, y venía detrás de mí. Me estremecí a medida que me volví, esforzando la vista a la distancia para distinguir esa figura que se abría paso entre la niebla.

—¿Eliot?

Tan pronto como dije su nombre, él apareció detrás de la niebla que se dispersó como un pesado telón de teatro. Pero no como una criatura mítica, sino como el Eliot que yo conocía, el de carne y hueso... Muy real. Me maravillé de como esos jeans oscuros y el sweater gris Oxford que cubría una playera gris más claro lo hacían lucir mucho más guapo de lo que ya era.

—¡Por favor, dime qué eres! —supliqué realmente cansada de ese sueño y mi confusión.

Eliot me dedicó una sonrisa, casi pícara, al momento que unas enormes alas de ángel se desplegaron de su espalda. No eran las típicas alas que usan los niños en sus obras pastorales. Eran de un color cremoso y tenían plumas esponjosas, un poco sucias; esto las hacia lucir incongruentemente más bellas, pues rompían con la perfección y denotaban su portentosa edad.

Eliot se acercó más a mí con pasos gallardos y muy bien cuidados, y extendió la mano como si deseara tocarme. A diferencia de los otros dos sueños, este sí me estaba dando miedo, tanto que quise retroceder, pero recordé que tenía al acantilado detrás de mí.

Empecé a hiperventilar por la decisión que tenía que tomar: dejar que él me tocara o caer a esas enormes y, seguramente, filosas piedras.

Eliot no se inmutó por mi mortificación. Al sentir su mano sobre mi pecho, me arqueé inconscientemente para alejar su toque, y a ese choque eléctrico recorrió dolorosamente mi garganta, desgarrándola. Di un paso hacia atrás y perdí el equilibrio.

En una fracción de segundo, levanté la mirada a Eliot y, aun cuando estaba extremadamente sereno, vi en sus ojos que en el interior estaba muy inquieto por mí. Sus alas se abrieron majestuosas y abanicaron para envolverme en ellas, pero fue demasiado tarde... Caí hacia el precipicio.

El grito desesperado me despertó con un exagerado sobresalto que me hizo caer de la cama. Mi respiración se entrecortaba y mi corazón aún sentía miedo; y, como solía pasar cuando despertaba abruptamente, por un segundo o dos no recordé lo que había soñado, solo fue hasta que me senté en la cama y respiré profundo que el recuerdo de ese sueño llegó sin esfuerzo.

Ya era de día, noté que había dormido demasiadas horas. Me tallé fuerte los ojos para despertarme y borrar esa hermosa pero temible imagen de Eliot. Sentí muy fuerte en mi corazón que la respuesta a mi pregunta se develó en ese sueño.

—¿Un ángel? —me pregunté aun incrédula.

Bufé con burla. Aunque, un segundo después, no me pareció tan descabellada esa pista.

Fui a la laptop para buscar información acerca de ángeles. Solo que lo que apareció en el sitio que siempre usaba para aclarar mis dudas estaba tan divinizado que Eliot volvía a no encajar. Cerré los ojos para recordar ese sueño una vez más. Eliot se veía tan humano.

Entonces, recordé algo que me pareció raro en su momento: su mano tocando mi pecho. Casi pude experimentar vívidamente ese dolor.

Mi razón me gritó que tenía que pensar un poco más en eso. Abrí los ojos para ver a mi mano tocando mi pecho ahora, podía sentir el latido de mi corazón más vivo que nunca. Casi al instante, el recuerdo de mis padres, y el de ese joven agonizando, siendo tocados de la misma forma, plasmó una realidad temible. ¡Y lo que les sucedió después de ser tocados así!

Me paré de la silla aterrorizada.

«¡Los tres murieron!»

Mi respiración se aceleró y todo mi cuerpo se debilitó como si estuviera a punto de desfallecer. Me dejé caer al piso de rodillas para evitar que el desmayo me hiciera golpear algún mueble.

—No puede ser —balbuceé temblando de pies a cabeza.

Levanté la mirada al monitor de la laptop y ahí sobresalieron dos enlaces que me dejaron con la boca abierta:

Véase también: Ángel de la muerte, Muerte (Personificación).

Gateé como pude a la cama para recostarme. Me sentí tan débil, aun cuando mi corazón latía tan rápido que podía sentirlo en mi cabeza. Negué una y otra vez la verdad que mi subconsciente me insinuó con la voz de Eliot.

Pero también estaba muerta de curiosidad, por eso fui a la computadora para mirar el primer enlace.

Un segundo después apareció un listado categorizado por divinidad y ficción. Ninguna de las opciones llamó mi atención, así que regresé la página para ver el otro enlace, el cual me llevó a más información divinizada, por supuesto, pero también había información más real.

Descubrí los orígenes de la muerte, que también se le llamaba Grim reaper; hasta las leyendas y mitos alrededor de ella. Aprendí que la muerte no solo es temida en ciertos países, también respetada y venerada en otros. Inclusive hay un día para celebrar el regreso de los que ella se había llevado; y algunas personas veían a la muerte como un objeto de buena suerte y de protección.

—Bastante morboso, si me lo preguntan —comenté para mí—. Pero... Tal vez lo hacen porque la muerte es más poderosa que Dios... Incluso él en algún momento tendrá que morir.

Estaba tan sorprendida por lo que estaba leyendo que cuando el timbre de mi celular sonó tan alto terminó por desbocar a mi corazón.

—¿Hola?

—Callie, ¿en dónde estás? —me inquirió la voz de Casey con un tono preocupado y, a la vez, curioso.

—En casa, ¿dónde estás?

—En la universidad. Me quedé en casa de Dan anoche.

—¡Ah!

—¿No vas a venir a clase? Eliot ya preguntó por ti.

Sentí un nudo en el estómago cuando escuché su nombre. Ayer fue de atracción sexual, hoy era de miedo.

—No. Amanecí con migraña. Me voy a quedar en mi cuarto hasta que desaparezca —mentí convincente.

—¡Okay! Entonces llegaré hasta la tarde para no molestarte.

—Gracias.

Me quedé pensando tras colgar. Había dado una excusa perfecta que sin querer me escondería de todos.

Mi audacia me decía que, si quería confirmar mi deducción, este era el momento. Me vestí con mis jeans preferidos, un sweater de lana y tenis; un outfit perfecto para espiar a mi profesor de historia.

Antes de salir del departamento, mi tía Sophie me llamó entusiasmada para decirme que tenía una noticia que darme. Tuve que cortar su llamada rápido si es que quería alcanzar a Eliot; sin embargo, prometí a mi tía que le hablaría después.

Manejé a la universidad con el nerviosismo ahorcando mi corazón.

El plan original era esperar a unas calles de ahí hasta que la clase terminara. No iba a ponerme en riesgo innecesario, pero aún estaba tan ansiosa que terminé yendo a la puerta a esperar ahí, escondida.

Vi a Casey caminar de mano agarrada con su novio Dan; me oculté rápido entre un grupo de estudiantes para que no me viera. Mi nerviosismo aumentó porque no faltaba mucho para que Eliot dejara el campus.

Un cuarto de hora después, lo vi a la distancia. Caminaba con paso normal mientras que hablaba con alguien por el celular. Pasó cerca de mí sin notarme. Admiro su valentía para caminar entre los... humanos.

Corrí rápido a mi auto para traerlo hasta la entrada. No tuve problema para encontrar a Eliot subiendo a su auto que estaba estacionado a una calle de la universidad. Lo seguí teniendo mucho cuidado de que no me notara o sintiera que era perseguido.

Llegamos a Saint James. Eliot estacionó su auto cerca del parque y entró a una casa que tenía la fachada muy elegante. Bajé del auto y esperé recargada sin dejar de vigilar su puerta.

Algunas deducciones de lo que posiblemente estaba haciendo adentro me entretuvieron mientras esperaba. Aun fantaseaba con él bañándose.

En minutos, salió vistiendo más... como en mi último sueño. Un escalofrío recorrió mi espalda al darme cuenta de que era las mismas ropas.

Eliot caminó tranquilo por la calle, lo que significaba que iba a un lugar cercano. Puse la alarma al auto y lo seguí desde el otro lado de la acera hasta que llegó a una casa en Kensington; me escondí detrás de un árbol donde podía verlo claramente.

Entró a la casa con facilidad. No usó llave ni llamó a la puerta, tan solo tomó el picaporte y la empujó. Mi primer pensamiento lógico fue que alguien lo esperaba y le había dejado la puerta entreabierta. Tal vez esperé diez minutos cuando Eliot salió muy tranquilo de esa casa. Crucé rápido en lo que cuidaba que él no se volviera y me descubriera, pero al llegar a la puerta escuché lamentos sombríos de alguien.

La piel se me puso chinita al deducir que algo malo pasó ahí adentro.

Miré a Eliot y alcancé a ver que ya estaba dando la vuelta en la esquina. No lo pensé más y eché a correr.

Al doblar también, estuve a punto de caer al suelo por detener mi prisa, pues Eliot estaba esperando y volteando para ambos lados para cruzar la calle; continúe con mi acecho después de que cruzó.

Caminó disfrutando del lugar como si fuera el mejor de los días para él, hasta que vio su reloj. Soltó una exclamación que no alcancé a entender y después corrió.

Lo seguí de nuevo.

Llegamos a un pequeño parque en donde esperó muy impaciente, no dejaba de ver su reloj. Al cabo de minutos, llegó un hombre, un poco más bajo que él, y conversaron animadamente. De repente, vieron los dos hacia su lado derecho y uno dijo algo que hizo que el otro asintiera e iniciaron su carrera hasta un hospital.

Entraron detrás de dos camillas que eran asistidas por un apresurado personal médico, y se separaron cuando las camillas lo hicieron. Yo seguí a Eliot, el otro hombre no me importaba.

Eliot entró hasta la sala de emergencias; logré colarme tras una pareja que iba a ver a su hijo. Traté de lucir casual para que no me corrieran de ahí.

Al llegar al cubículo en donde Eliot entró, me recibieron instrucciones atrabancadas que eran interrumpidas por un molesto bip. Estaba petrificada por lo que vi detrás de esa puerta de vidrio: una enfermera daba masaje cardiovascular al cuerpo desmadejado y ensangrentado de un hombre en sus cuarentas. Mientras que Eliot estaba a su lado esperando algo; parecía ser que nadie le prestaba atención.

Vio muy calmo su reloj.

—Déjalo ir —ordenó sereno a la enfermera.

Al instante, la enfermera fue amonestada por el médico a cargo cuando se detuvo, ahí Eliot aprovechó para colocar la mano en el pecho del hombre. No tardó en salir un halo de ese cuerpo tendido. ¡Esa era la prueba que estaba buscando! ¡Eliot sí era un ángel de la muerte!

—Señorita, ¿es usted su familiar? —me preguntó la enfermera que estuvo tratando de mantener vivo al hombre.

Eliot volteó hacia mí y todo su rostro se abrió en sorpresa. Al parecer nuestro encuentro rompió algún encanto que había puesto sobre el personal, porque de inmediato le cuestionaron qué hacía ahí.

—¡Callie, ¿qué haces aquí?! —me reprendió autoritario Eliot.

Hui del lugar como pude. No me gustó la verdad y ahora temía por mi vida.

Caminé apresurada, chocando con la gente cada vez que volteaba para averiguar si Eliot no me estaba pisando los talones.

Ya afuera del hospital concluí que no iba a llegar muy lejos a pie, así que paré un taxi y le indiqué que me llevara a mi casa lo más pronto posible.

Por desgracia, recordé cuando llegamos que mi auto estaba estacionado cerca de la casa de Eliot. Tenía que ir por el antes de que fuera remolcado. ¡Demonios! Tenía que acercarme al precipicio otra vez.

Quizás si regresaba ahora no me lo encontraría. Él andaba a pie y, si era realmente la muerte, tendría más trabajo que hacer

Un estremecimiento lleno de terror me recorrió.

No lo pensé más porque, si lo hacía, terminaría encerrada en mi cuarto y tendría que pagar una multa. Y la última casi me deja en la quiebra por esa semana.

Indiqué al taxista la dirección en donde me había estacionado.

Para mi mala suerte, fuimos detenidos por el tráfico. Ese impaciente tiempo con la vista perdida en la nada, me pusieron a pensar en la insólita vida que Eliot tenía. En el dolor y miedo de las personas de las que tenía que terminar el contrato de vida, ser temido por cada ser vivo en el mundo, ser considerado como el omega de todo; el cuarto jinete apocalíptico que terminaría con este mundo para que Dios pudiera hacer su trabajo una vez más, sin errores esta vez. Nunca alcanzar el paraíso propio que es prometido a cada alma.

Debía haber algo malo en mí, porque el miedo que me dio la verdad de Eliot se había transformado en una profunda y sincera compasión.

—Señorita, hemos llegado —me avisó el taxista para sacarme de mi ensimismamiento.

Me apuré a pagarle y bajé aun sintiendo lástima por Eliot.

- - -

Photo by Sofia Alejandra / Pexels

Continue Reading

You'll Also Like

503 90 5
¿Te falta apoyo en tus historias? Ven a explorar este nuevo club de lectura, haré que todo sea totalmente equitativo
16K 2.1K 56
Fue enviada a investigar un asesinato en un pueblo pequeño, el único testigo y posible sospechoso es Cainán Done, un misterioso hombre que oculta un...
74.6K 3.8K 52
Frases con las que podrías identificarte.
577 272 66
Aquí no vengo a ser fuerte. Vengo a ser yo. Con mis cicatrices y mis marcas. Yo. Que complicada esa palabra para alguien que lleva perdiéndose toda s...