¿Fácil? ¡No! (Completa)

By IchiroKaze

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Tras unas brillantes carreras como deportistas, el grupo de amigos conformado por 4 parejas, regresan a la ci... More

Prólogo - Retiro
El Fuego y el Hielo
Cicatrices
Cabellos celestes
Pequeño Kariya
Fotografías
Hijos
Secuestro
Despedida
Melena
Tiempo
Heredero
Anillos
Imperio Kumush
Condición
Arritmia
Adiós Canadá
Copo de Nieve
Café
Gripe
Envidia
Decisiones
Calendario
Parte 1
Parte 2
Crueldad
Si sabes correr, hazlo
Accidente
Los dos faltantes
Niños
Daigo
Temporal
Un buen amigo
Diez
Sinceridad
Sol
Impacto
Aúpa Capitán
Irreconocible
Quiebre
Cambios
Señor Swift
Frente a Frente
Arakumo
Tíñete de rojo
Final alternativo

Epílogo: Campo De Abejas

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By IchiroKaze

En la sala de espera del centro de rehabilitación psicológica de Tokio, cierta persona se encontraba esperando su turno para su terapia habitual con el psicólogo que lo atendía cada miércoles.

Desde hace algún tiempo, llevaba un reloj deportivo blanco en la muñeca derecha, algo grande a su gusto pero bastante agradable a la vista, el cual tenía detalles azules en los bordes circulares de la pantalla que le daban un toque bastante elegante.

Entonces escuchó que lo llamaban por su nombre para indicarle que era su turno, por lo que con calma caminó hasta el consultorio que conocía perfectamente, sorprendiéndose al ver que el especialista que lo atendería, no era el mismo de siempre.

Con algo de desconfianza, tomó asiento en el sofá de cuero marrón que se reclinaba en casi 180 grados, mirando fijamente al doctor, esperando a que esté se presentara primero, ya que sin presumir, sabía que él no necesitaba decir su nombre para que la gente lo reconociera.

- Soy el doctor Kobayashi, mi colega ha tenido una emergencia de último minuto... Es por eso que no ha podido venir a la terapia con usted, pero me dio indicaciones sobre su caso... De igual manera... Me gustaría que usted me dijera con sus propias palabras lo que siente, así como lo hace con mi compañero.

- Bien... - Dijo suspirando - Me llamo Kazemaru Ichirouta y ha pasado casi un año desde que perdí a mi mejor amigo...

- Dígame Kazemaru-san ¿Cómo han sido las cosas para usted desde el incidente?

- Todo se ha sentido muy agobiante, me cuesta encontrar una motivación para levantarme por las mañanas, estoy constantemente cansado... A diario veo en redes sociales teorías sobre lo que pasó, nuevas notas de la prensa y muchos, pero muchos homenajes hacia Shirou... Algunas personas me dicen que lo deje ir, que olvide lo que sucedió pero yo no quiero hacer eso... Era mi mejor amigo, no quiero olvidarle.

- ¿Cómo se ha sentido recientemente con la nueva medicación? Veo en su historial psiquiátrico, que le aumentaron la dosis.

- No lo sé... Supongo que ¿Mejor? A veces simplemente ni siquiera soy consciente de cuando me siento mal... Simplemente me aborda la nostalgia y acabo hundido, odiando a Miyasaka.

- ¿Ha visitado a sus amigos?

- No tengo el valor suficiente para eso, me limito a enviarles mensajes de vez en cuando... - Respondió de manera pesada - Ninguno de nosotros quedó bien después del accidente, es como si de repente todo fuera extremadamente difícil, cada quien está ocupado lidiando con su luto y tratando de recuperar a su familia, o en el mejor de los casos... Mantenerla unida.

- ¿Y sus hijos? ¿Cómo están sus pequeños?

- Me gustaría decir que están bien, pero no es así... Desde que Hyouga regresó al orfanato tras el diagnóstico de Goenji, creo que ninguno de los niños ha estado bien...

Tras la muerte de Fubuki, el famoso delantero cayó en una profunda depresión que lo llevó a perder la custodia legal de Yukimura, ya que el Gobierno lo consideraba "Temporalmente incapaz" de asumir la tutela de un menor, y aunque la solución era tener que demostrar mediante un certificado médico que emocionalmente era estable, Goenji lo sentía como una misión imposible.

Para esto, se internó en un centro de salud mental durante diez meses. Detestando la meditación de las mañanas, las terapias "relajantes" y las charlas extensas de tres horas que le daban todos los días, sin embargo nada de eso sería suficiente como para hacerle desistir de su objetivo; Recuperar a Yukimura y darle todo el amor y comprensión que este necesitaba tras la pérdida de su padre.

El joven pelimorado no la pasaba nada bien en el Sun Garden, y no porque alguien lo molestara o se burlara de él, si no por el brutal cambio de realidad por el que había tenido que pasar de un día al otro. Acababa de perder a un hermano que apenas conocía pero amaba y a su figura paterna, el hombre que lo cuidó y educó con un amor infinito a pesar de toda la nostalgia que le producía la ausencia de su pareja.

Eso sin contar lo duro que era estar alejado de sus amigos, ya que todos los niños del orfanato asistían a una escuela particular que la misma gerencia del lugar dirigía, por lo que Yukimura fue retirado del Raimon a mediados de primer año.

El siguiente más afectado por toda esta situación fue Kariya, que vivía atormentado por el acoso escolar que recibía de los alumnos que se burlaban de él, siendo la razón principal, el hecho de que su padre estaba en la cárcel.

"Famoso futbolista asesina a su amigo durante velorio" "El mundo llora la pérdida de Fubuki Shirou a manos de Midorikawa Ryuuji" "Sentencian a 10 años de prisión al futbolista que disparó contra reconocida estrella del deporte"

Fueron algunos de los titulares con los cuales los medios de comunicación hicieron de conocimiento público lo "sucedido", aunque en realidad no fuera más que una cortina de humo creada por Senguuji, quien solo tuvo que hacer uso de sus influencias para incriminar al peliverde.

Claro que, Hiroto no planeaba permitir que eso sucediera así como si nada, de modo que en asociación con Suzuno, llevaba trabajando meses en el caso de su esposo con el fin de demostrar su inocencia y rescatarlo de ese horrible lugar.

Kariya lentamente se fue convirtiendo en un niño más agresivo, que solo demostraba amabilidad a sus pocos allegados, mientras que al resto del mundo les dedicaba frialdad e indiferencia, y claro, era perfectamente entendible al tener sufrir en silencio para no preocupar más a su otro padre que a diario sufría por la ausencia del amante de los helados.

Casi todas las noches, lo veía en la terraza, balanceándose en la hamaca al lado del telescopio mientras bebía zumo de naranja, llorando en silencio por la desastrosa situación, y es que Fubuki era uno de sus mejores amigos, aquel que estuvo presente desde la secundaria hasta que la vida no se lo permitió más.

Ocasionalmente, Hiroto se pasaba por el cementerio para desahogarse frente a la tumba del albino, sentándose por horas ahí, recostado en una de las laterales de la lápida en la que el nombre de este estaba escrito, pensando en lo diferente que podrían haber sido las cosas si todos se hubieran quedado a hacerle frente a Miyasaka.

Lo que posiblemente más le dolía era ver el cambio tan abrupto por el que Kariya pasaba, llevándolo con un psicólogo cada dos semanas ya que él mismo se sentía incapaz de ayudarle, lo que le generaba muchísima frustración.

Por otro lado, Fudou había vuelto a ser una persona explosiva e irascible, que no toleraba el más mínimo comentario de la gente respecto a la tragedia sucedía un año atrás, metiéndose en constantes polémicas por peleas con medios de comunicación que trataban de entrevistarlo cada que pisaba la calle, llenando los periódicos de portadas como "Fudou Akio agrede a periodista".

Kidou no se encontraba mejor, en realidad casi se podía decir que se encontraba en un constante estado de shock tras todo lo sucedido, quedándose en casa la mayor parte del tiempo como si de un cuerpo sin alma de tratara, con la mirada enfocada en el vacío de la pared de su estudio en completo silencio, casi como si no tuviera alma en el cuerpo.

Cuando la situación lo requería, era capaz de levantarse y conversar un poco, pero esto era únicamente en casos de emergencia, más la verdad no tenía ánimos para eso. Se había negado a recibir ayuda psicológica desde que todo comenzó y ahora se encontraba en un bucle interminable de constante depresión.

Shindou de buenas a primeras, trató de comprender a sus padres. Ya no pedía ayuda en los deberes de la escuela, que lo llevaran a los entrenamientos o partidos, ver una película los domingos por tarde, practicar fútbol juntos o siquiera conversar sobre lo que pasaba día a día.

Sin darse cuenta, el joven estratega se convirtió en una persona retraída y cerrada con sus propias emociones, algo fría con todos para evitar que el apego emocional se convirtiera en una complicación, ya que en lo más profundo de sus sentimientos, le dolía ver como su relación sus padres habían cambiado.

Absolutamente nadie estaba bien, la muerte de Fubuki arrasó con todos. Cada quien sufría de manera diferente y trataba de solucionarlo por su cuenta, era como si ahora existiese una barrera de nostalgia que les impedía volver a juntarse por temor a seguir sufriendo con el recuerdo del albino, ya que en todos sus momentos compartidos, el asesino de osos estaba presente.

- A veces lo veo en la distancia... Sé que es mi mente la que juega conmigo y se aprovecha de mi nostalgia, así como cuando vi a mi padre el día de mi boda por la noche, luego me enteré de que el accidente había sido por la tarde y que era imposible que lo que vi fuera real, es algo que no logro explicarme.

- ¿Y usted cree en los fantasmas?

- La verdad no, pero a veces simplemente no entiendo como es que Shirou se aparece entre la gente, como si nunca se hubiera ido... Lo veo sonriendo en las calles por donde siempre íbamos cuando éramos niños, caminando entre la multitud o simplemente sentado en la ribera... Y trato de alcanzarlo pero nunca lo consigo... Sé que no es real, quizá estoy loco...

- Kazemaru-san, permítame decirle que usted no está demente ni nada por el estilo, simplemente la enorme nostalgia y depresión que lleva a cuestas, le hace materializar sus deseos de volver a ver a su amigo.

- Pienso mucho en él, trato de recordar nuestras promesas para...

En medio de la conversación, el peliazul recordó una vieja promesa. Era tan antigua esa propuesta que ni siquiera recordaba que edad tenía cuando la pensó por primera vez en compañía de Shirou, pero la idea le fascinaba.

Rápidamente le mencionó a su psicólogo sus planes, recibiendo una respuesta positiva de su parte, ya que este alegaba que era la mejor forma posible de llevar el luto actualmente, incluso le propuso invitar al resto de sus amigos a participar en el proyecto como forma de sanación, lo que implicaba una cosa de suma importancia; Liberar a Midorikawa.

Un poco más tranquilo consigo mismo, tomó su chaqueta y salió del consultorio en dirección al estacionamiento donde su moto lo esperaba, colocándose el casco con diseño invernal que recientemente se había comprado por internet en una página de envíos internacionales.

Conducir a altas velocidades ya lo producía la misma satisfacción que antes, hace algunos meses, hasta llegó a considerar la idea de vender su colección de motos porque le parecía un desperdicio que estas se estropearan en el garaje por desuso, pero desencantándose al recordar que su hijo mayor soñaba con conseguir su licencia de conducir para poder manejar dichos vehículos tan valiosos.

Sin pensarlo demasiado, condujo hasta el despacho de abogados que él conocía perfectamente, con la esperanza de que su amigo todavía estuviera atendiendo en ese lugar, pues no conservaba su número telefónico y no tenía valor para llamar a Hiroto solo a pedirle el contacto.

Con cuidado, se estacionó en el área VIP del enorme edificio que el chico de cabellos blancos dirigía, siendo retenido en primera instancia por los guardias de seguridad, que no esperaban la visita de un famoso ex-futbolista ese día, pidiendo su autógrafo una vez este les mostró su identificación.

El lugar se veía más moderno de lo que recordaba, parecía que el éxito de Suzuno como jefe del despacho de abogados más importante de Tokio no era un simple rumor, por lo que algo desconfiado tomó el ascensor, con miedo de que este no lo recibiera al ser ahora, una persona importante.

Grande fue su sorpresa al encontrarse con Nagumo en el pasillo del último piso, quien asombrado de volver a verlo, no dudó en acercarse con rapidez para estrechar su mano en una clara señal de bienvenida, ofreciéndole entrar a la oficina, pues intuía las razones por la que el peliazul estaba ahí y creía que las nuevas noticias serían de mucha ayuda.

Primero tocó la puerta, recibiendo un "Adelante" por parte de la voz ligeramente rasposa que Fuusuke tenía, viendo como este usaba un fino traje gris y una corbata negra que encajaba perfectamente con el estilo que se quería representar.

- ¡Kazemaru! ¡Qué sorpresa! - Exclamó el albino al ver de quien se trataba - ¡Entra por favor hombre! ¿Qué te trae por aquí?

- Ho-hola Suzuno... - Saludó percatándose de una tercera presencia - Vine a ver si me podías decir como va el caso de Midorikawa... Sé que Hiroto ha estado trabajando contigo pero creo que estás ocupado y no quiero interrumpir...

- Entiendo, entonces déjame presentarte a mi socia - Indicó dirigiendo su mirada a una bella joven que estaba sentada frente al escritorio, quien se levantó con delicadeza - Ella es Yerin Oh, especialista en criminología, la mejor en el área con diferencia, la conocí en uno de mis muchos viajes a Corea cuando tuve trabajos por allá.

- Es un placer conocerlo, Kazemaru-san - Complementó la mujer de cabellos negros lisos hasta los hombros, haciendo una leve reverencia - He oído mucho sobre usted.

- Ella me está ayudando a preparar la defensa del caso, se encargó de hacer el análisis completo de la conducta delictiva de Miyasaka y Senguuji para presentarlo ante los tribunales junto a las pruebas que ya conseguí que demuestran que Ryuuji es inocente.

- ¿Estás hablando en serio...? Eso significa que...

- ¡Claro! Por favor Kazemaru, yo no bromearía con algo tan importante - Alegó Suzuno con algo de soberbia - Les haré pagar en la corte por todo el daño que nos han hecho...

- Kazemaru-san, si me permite agregar - Intervino la dama - Ya he recopilado toda la información necesaria, pero sería de muchísima ayuda tener un reporte del punto de vista de las víctimas, creo que su colaboración podría ser de mucha ayuda para...

- ¡Lo haré! - Interrumpió enérgicamente el peliazul - ¡Lo que necesites! ¡Tú dime que tengo que hacer y considéralo hecho! Todo con tal de ayudar a Midorikawa...

- Será un verdadero gusto trabajar con usted - Respondió esbozando una pequeña sonrisa la joven, que aunque lograba disimularlo bien, estaba fascinada con quien tenía en frente.

Suzuno decidió darles algo de tiempo para que conversaran, ya que conocía a la perfección el tipo de labor que los criminólogos llevaban a cabo para conseguir evidencia de ambas partes demandantes, lo que convertía su presencia, en un obstáculo para la coreana.

Ambos tomaron asiento en las butacas que el albino tenía en su oficina, empezando con una plática de auto-conocimiento respecto a las emociones y pensamientos que el ojiavellana había escondido durante casi un año, porque sí, Kazemaru guardaba todo dentro de su cabeza, lo que en algún punto lo llevó a creer que explotaría.

Tal y como Yerin se lo esperaba, el chico de largos cabellos estaba lleno de sufrimiento, y aunque sonara cruel, esto era útil, pues servía como un argumento más que podrían usar con el juez al que se enfrentarían para esclarecer el caso de Midorikawa y a su vez, hundir a los causantes de tanto dolor.

Sin darse cuenta, Ichirouta estaba dando rienda suelta a sus palabras, explayándose sobre el daño que Miyasaka le había causado desde la adolescencia. Derramando algunas lágrimas en medio de la sesión, y aunque no fueron muchas, realmente le había servido para quitarse un peso de encima.

- Lo siento - Dijo el ex-velocista frotándose los ojos - Creo que dije cosas que no iban al caso...

-  En realidad no - Respondió con una tierna sonrisa la chica - Me ayuda a entender mejor el punto de vista de la víctima, y créeme que es muy útil para mi investigación.

- ¿Hay algo más en lo que pueda ayudar?

- Por ahora no, Kazemaru-san - Respondió con suavidad - La citación en el tribunal será dentro de tres días, usted es libre de decidir si asistir o no, pero si quiere mi opinión, sería muy útil contar con su presencia.

- Necesito pensarlo... No sé si estoy listo para volver a enfrentar a Miyasaka... - Musitó suspirando - De cualquier forma, muchísimas gracias por ayudarnos, no sé cómo agradecértelo.

- Es solo mi trabajo, además... He crecido disfrutando se sus partidos, independientemente de que con goles suyos, mi selección siempre quedara eliminada en la fase asiática... Era un verdadero deleite verlo jugar soccer.

- Lo siento, pero he de admitir que me encantaba anotarle a la selección de Corea... - Bromeó soltando una pequeña y muy corta risa - Nos vemos pronto, nuevamente, gracias.

Con un apretón de manos bastante formal, el de cabellos celestes abandonó la oficina con intenciones de ir a casa, pues necesitaba con urgencia volver a su espacio feliz, el lugar que más tranquilidad le daba en el mundo. Sin embargo, en el corredor de camino al ascensor, se encontró con los dueños del edificio, que lo esperaban ansiosos por entablar una plática amistosa con él después de tanto tiempo separados.

Kazemaru, con mucha tranquilidad y paciencia, les explicó brevemente lo que acababa de suceder con la criminóloga, reafirmando su posición de necesitar tiempo para decidir si asistiría o no al juicio por la libertad de Midorikawa.

Nagumo, como no podía ser de otra forma, comenzó a soltar muchísimos argumentos para convencerlo inmediatamente de hacerse presente, siendo regañado por el albino que con un golpe rápido en el hombro, lo hizo callar en señal de exigirle respetar del dolor de las demás personas.

De toda esa conversación, una frase resaltaba entre las demás, bastante simple a primera vista pero rotunda y directa; A Fubuki no le gustaría verte así.

Escuchar eso, hizo que inevitablemente un nudo en la garganta se le formará, generándole una mezcla de nostalgia y tristeza, para la cual obviamente no estaba preparado, pues acabó soltando unas lágrimas antes de dar por finalizada la plática, huyendo hacia el ascensor que lo llevaría al estacionamiento.

A pasos apresurados, buscó su moto en medio del resto de elegantes vehículos que los clientes y trabajadores del despacho tenían, apoyándose en esta para soltar un pesado suspiro en un intento desesperado por tranquilizarse, repitiéndose mentalmente la palabra "Calma" y poniendo en práctica los ejercicios de respiración que su anterior psicólogo le había recomendado.

Estos cuadros de ansiedad, en un comienzo eran bastante comunes para él, en realidad, los tenía tan seguido que había perdido la cuenta de cuantas veces al día sufría a causa de esto, y afortunadamente, gracias a la ayuda de profesionales de la salud mental, hoy en día eran menos frecuentes, y aunque no habían desaparecido en su totalidad, casi podía decir que llevaba una vida "normal".

Estando muchísimo más relajado, montó su vehículo y aceleró en dirección a la ciudad Inazuma, escuchando rock alternativo en los auriculares inalámbricos que siempre llevaba en el bolsillo de la chaqueta mostaza que tanto le gustaba.

Conducir la moto era algo que con el tiempo, había aprendido a hacer en modo automático, no necesitaba poner toda su atención en eso para desplazarse eficientemente de un lado a otro, sin embargo, ahora estaba mucho más distraído de lo normal, pasándose por varias cuadras su propia casa y teniendo que regresar por una ruta alterna ya que no podía manejar en sentido contrario.

En la entrada principal, la mascota de su hijo menor lo recibió con la energía que todo perro tiene cuando sus dueños regresan, saltando sobre este para llenarlo de besos (y baba) mientras anunciaba a todos los residentes mediante ladridos, que Kazemaru estaba de regreso.

Endou fue el primero en salir a saludarlo, abrazándolo con fuerza al estar preocupado por la tardanza de su pareja, pues se suponía que solamente iría a terapia, y obviamente, no contaba con que este llegaría muchas horas después de lo esperado.

No es que desconfiara de las habilidades de este para cuidarse por sí mismo, simplemente era consciente del estado en el que Kazemaru estaba. Aún así, una vez que comprobó que todo estuviera en orden, se limitó a informar sobre las actividades que los niños estaban realizando, indicándole que Kirino estaba estudiando con Shindou en la biblioteca y Tenma jugando videojuegos en su habitación.

Quién un día se hizo llamar Nathan, no podía estar más agradecido con su pareja por la inmensa comprensión que este le mostraba día tras día, a pesar de estar sufriendo también por la pérdida del albino, Endou siempre tenía una sonrisa cálida y unas palabras lindas para él, como si de una fuente ilimitada de amor se tratase.

En silencio, entró a su estudio, y se recostó en la silla giratoria que tenía para el escritorio, quedándose mirando fijamente los cuadros que decoraban el mueble de madera, tomando el de la izquierda entre sus manos con cuidado.

- No tienes ni la menor idea de cuánto daría por volver el tiempo atrás e impedir que jugaras ese partido... - Soltó al aire sin despegar la mirada del portarretrato donde se encontraba la fotografía de Taiyou, pasando sus dedos sobre el pulcro cristal con suma delicadeza, como si al más mínimo contacto este fuera a romperse.

Kazemaru aún recordaba la conversación que tuvo con Goenji un día antes del trágico día, pues ambos coincidían en que emocionalmente, su pequeña mandarina necesitaba jugar aquel encuentro para recuperar un poco de confianza en sí mismo, pero físicamente era tentar a la muerte a llevárselo, y claro que eso era lo que menos querían.

El detonante para que su decisión fuera positiva fue más simple de lo que cualquiera pensaría, ya que Taiyou literalmente pidió entre lágrimas que se le permitiera disputar el juego, prometiendo sacar puros 10 en los exámenes, hacer los quehaceres del hogar e incluso inscribirse en labores sociales como atender ancianos en asilos como muestra de su buena voluntad.

Si algo se reprochaba de manera particular el peliazul, era el no haberse percatado de los malestares que Amemiya había comenzado a mostrar poco después del comienzo del segundo tiempo, creyendo que lo mejor era no intervenir en la disputa que este tenía con Yukimura por una cuestión de "no sobreproteger".

Dentro de siete días se conmemoraría un año de la pérdida del reconocido "Genio de la década", mientras que en 9 días sería el día de recordar a Fubuki, por lo que esta semana que se venía era extremadamente crucial para todos, pero principalmente para Kazemaru y Goenji, siendo que ambos llevaban su luto de manera diferente y aislada.

Su noche de reflexión se vio interrumpida cuando alguien llamó a la puerta de su oficina, entrando segundos después sin esperar una respuesta afirmativa que le concediera el permiso, dejando ver la figura del pandillero asomarse con lentitud, con las manos en los bolsillos de la chaqueta y el peinado ligeramente desarreglado.

- ¿Podemos hablar...? - Preguntó Akio sin saludar, apoyándose en la superficie del escritorio - Es sobre el idiota de Miyasaka.

- No me apetece - Respondió el ojiavellana mirándolo fijamente - Además estoy algo ocupado, estoy...

- Sufriendo a solas - Interrumpió con su característico tono de superioridad - Kazemaru, ese imbécil es el culpable de todo, necesito tu ayuda para sacarle la verdad y sacar de la cárcel a Midorikawa... No me irás a decir que no ¿Verdad? Recuerda que el cabeza de helado siempre ha estado para ti.

- Esto es manipulación emocional ¿Lo sabías? - Refutó Ichirouta soltando una pequeñísima risa que él mismo interrumpió llevándose ambas manos al rostro - ¿Qué sugieres?

- El idiota parece tener una habilidad especial para delatarse a sí mismo, es cuestión de encontrarlo para hacerle perder el control y que acabe confesando, y no te preocupes, seré yo el que le haga frente en su...

- Ni lo pienses - Cortó de manera tajante el ex-velocista, apoyando los codos sobre el escritorio - Es una completa locura, él es capaz de muchas cosas y no participaré en algo que te ponga en riesgo, Fudou.

- ¡No seas un cobarde! - Reclamó encarándolo - Mientras tú estabas en una camilla, a Midorikawa lo arrestaron, lo expusieron ante la sociedad como si fuera un criminal, sus fans lo repudiaron y según sé, no has ido a visitarlo ni una sola vez - Continuó dándose cuenta de que comenzaba a ganar la discusión - Es hora Kazemaru, es hora de que afrontes lo que pasó.

- A veces no sé si te odio o te quiero - Respondió con un nudo en la garganta, agachado la cabeza y soltando un largo suspiro antes de proseguir - Está bien, vamos... Pero como vea que la cosa se pone peligrosa, nos largamos de inmediato.

Fudou, extremadamente satisfecho, escondió sus manos en el bolsillo de su chaqueta mientras jugaba con un llavero de goma entre sus dedos, pues para él no había sido fácil decirle todas esas cosas a su amigo, principalmente porque él sabía a la perfección lo sensible que podía ser el peliazul bajo esa portada de chico extremadamente serio.

Lo descubrió el día en que ambos se quedaron a solas en una habitación a oscuras durante el velorio del padre del ex-atleta, siendo quizá ese, el momento en que ambos mostraron su lado más sincero y emocional, hablando de sentimientos que ante el mundo, ocultaban bajo llave para que la gente no soltara opiniones que no iban ni al caso.

Sin embargo ese no fue el final de la conversación para ellos, quienes sin planificarlo terminaron extendiéndose durante varias horas, olvidándose por un momento de todo lo malo que les ocurría actualmente y de los miles de problemas que debían afrontar cada uno.

Aproximadamente a las 2 de la mañana, el mochiaco se despidió y procedió a retirarse en su lujoso auto, porque como Kidou bien lo había acostumbrado, uno puede sentirse mal pero eso no justifica perder el estilo.

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- ¡Por mí puedes irte al mismísimo infierno! ¡No creas que eres tan importante! - Gritó furioso Hiroto tomando por el cuello a cierto rubio de largos cabellos - ¡Qué seas Afuro Terumi no te vuelve indispensable!

- Hiroto-kun... No lo dije con intenciones de ofenderte... - Se defendió algo temeroso - Yo solo...

- ¡Pues lo hiciste! - Recriminó errático - ¡Pero qué iba a esperar de alguien que...!

- ¡Mucho cuidado con lo que dices! - Exclamó empujando a su contrario - Entiendo que hayas cambiado mucho a raíz de lo que sucedió hace un año, pero eso no te da el derecho de juzgarme - Agregó acomodándose la camisa - Entiende que soy el encargado de la asociación de fútbol juvenil de Corea, no puedo hacer que mis empleados declaren contra Senguuji cuando ni siquiera lo conocen, además... Eso es ilegal ¿Lo sabías?

- Lo siento... Es solo que de verdad es que estoy desesperado y exploté contigo... - Se disculpó el pelirrojo sentándose en el sofá del despacho donde estaban - No quiero que Ryuuji siga en ese lugar...

- Hiroto, confía un poco más en Suzuno, te garantizo que él podrá solucionar todo antes de que te des cuenta - Animó palmeándole la espalda - Y cuando eso pase, podremos celebrarlo.

- Serás idiota - Regañó bufando el ex-delantero japonés - Falta muy poco para que se cumpla el primer año desde la muerte de Fubuki, no pienso faltarle el respeto a su memoria.

Excluyendo a Kazemaru, la segunda persona que más veces había visitado la tumba del albino era Hiroto, llevando Edelweiss, flores blancas pequeñas que eran conocidas como "Las Flores de las Nieves", siendo estas, las favoritas de Shirou por muy encima de otras.

Podía pasar extensas horas recostado en la lápida, conversándole al recuerdo de su amigo sobre su día a día y lo difícil que eran las cosas desde que él partió, y si bien la nostalgia que sentía era inmensa, Hiroto era el primero y el único que había sido capaz de superar las cinco etapas de una pérdida.

A veces cuando estaba a solas en su alcoba lidiando con el constante estrés de tener a su esposo lejos, la ausencia de sus amigos y la crianza de un adolescente herido, encendía el ordenador portátil y reproducía videos antiguos que guardaba en el disco duro, de cuando solo tenía que preocuparse del siguiente partido del Football Frontier, riendo en los entrenamientos o la dieta de deportista que cada vez parecía más difícil de cumplir al salir con un amante de los helados como Midorikawa.

Cualquiera pensaría que eso era contraproducente, pero lo cierto era que al delantero estelar le tranquilizaba muchísimo recordar lo feliz que era, lo que a su vez le impulsaba a seguir adelante con el fin de recuperar esa paz que alguna vez tuvo y brindarle a su hijo la oportunidad de crecer en un entorno tan cálido como el que él disfrutó en su juventud.

Un día antes del juicio,  Kiyama escuchaba música clásica mientras bebía un té de frutos rojos en el salón de su hogar, buscando la fortaleza mental que necesitaría para no romperse o agredir a nadie en la corte, releyendo algunos documentos que Suzuno le había enviado por correo como parte de la preparación final para el caso.

Sin embargo su concentración se vio interrumpida cuando el peliteal llegó a casa y lanzó su mochila contra la pared, refunfuñando en voz baja a la par que se descalzaba en la entrada para no ensuciar el pulcro parqué de su casa.

- ¿Se puede saber que te pasa, jovencito? - Preguntó bastante sorprendido el mayor - ¿Esa es la manera de entrar a tu hogar?

- ¡Pa-papá! - Exclamó nervioso, girando rápidamente sobre su eje para darle la espalda - Pensé que estarías en tu oficina, no sabía que vendrías temprano, lo siento mucho.

- Mañana es un día importante, decidí tomarme el día... Además de que... ¿Masaki? - El extraño comportamiento del defensa de primer año llamó inmediatamente la atención de Hiroto, quien por el historial de incidentes ocurridos en los últimos meses con Kariya, ya intuía lo que ocurría - Date la vuelta, en este preciso instante.

A duras penas, el peliteal obedeció, dejando ver múltiples hematomas e incluso heridas que dejaban en evidencia una vez más, la conducta agresiva que Kariya había adquirido con el pasar de los meses - Estaban burlándose de papá... Ya sé que te prometí no meterme en más peleas pero no podía dejar que...

- Hey, tranquilo - Interrumpió el mayor caminando hacia la repisa hasta donde el botiquín de primeros auxilios se encontraba, para luego sentarse nuevamente en el sofá junto al joven - Entiendo que quieras defenderlo, pero mira nada más como te dejaron...

- ¡Pero no dejaban de hablar estupideces sobre él! - Gritó rompiendo en llanto, explotando - ¡Extraño a mi papá!

- Masaki... Entiendo que toda esta situación te duela... Pero confía un poco más en mí, ya estamos a un solo paso de demostrar su inocencia... - Respondió pasivamente mientras tomaba por el hombro al peliteal - Te prometo que antes de que la semana finalice, él estará de regreso nosotros.

- ¿Estás hablando en serio...?

- Nunca te mentiría en algo como esto...

Desesperado, el niño abrazó a su padre mientras se desahogada llorando después de meses de distanciamiento emocional, volviendo a ser esa persona amable y sarcástica que alguna vez fue, sintiendo que lentamente todo volvía a ponerse en orden, siendo el primer paso, la esperanza de volver a tener a su lado a su padre que tanto lo engreía y mimaba.

Sin embargo el momento especial se vio interrumpido al escuchar como el timbre de la puerta principal sonaba, haciendo que el pequeño echara a correr escaleras arriba para esconderse en su habitación al sentirse avergonzado de estar llorando, lo que sin duda alguna le sacó una pequeña sonrisa a Hiroto.

A paso lento, el pelirrojo abrió el portón para ver quién lo visitaba a esas horas de la tarde, encontrándose con dos personas a las que por nada del mundo esperaba, ambas mostrando claros signos de agotamiento e incluso, uno de ellos tenía un solo golpe en el rostro - ¡¿Fudou!? ¡¿Qué demonios te pasó?!

- Te lo explicamos luego - Respondió el peliazul que lo acompañaba mientras jadeaba recuperando el aliento - Déjanos pasar por favor... Traemos información importante que le será útil a Suzuno mañana.

Sin necesidad de pensarlo dos veces, el dueño de casa les permitió el ingreso a sus dos amigos, cerrando rápidamente la puerta y corriendo a por el botiquín de primeros auxilios que seguía en el sofá para ofrecérselo al mochiaco, dándose cuenta de inmediato que este había salido de una pelea, lo que lo llevó a preguntarse ¿Qué demonios había pasado?

Fudou en silencio tomó la caja de medicamentos y se encerró en el baño del primer piso, no sin antes lanzarle una pequeña tarjeta de memoria al ex-velocista mientras chasqueaba la lengua y le decía "Ya sabes que hacer".

- ¿Ahora sí me dirás que ocurrió? - Insistió el empresario cruzándose de brazos.

- Fuimos a ver a Miyasaka... ¡Sí! ¡Ya sé que fue una locura! Mucho más sabiendo que el juicio es mañana... Pero conseguimos su confesión, estoy seguro de que podrás usarla para liberar a Midorikawa.

- ¿Qué...? ¡PERO ESTÁN DEMENTES! ¡ESE PSICÓPATA LOS PUDO MATAR! - Reclamó irritado el pelirrojo, golpeando a quien tenía en frente - ¡USEN EL MALDITO CEREBRO! ¡ARRIESGARON SU VIDA!

- ¡HIROTO CÁLMATE! - Exigió empujándolo el peliazul, levantándose para plantarle cara - ¡ERA ALGO NECESARIO! ¡TIENE QUE PAGAR POR LO QUE HIZO!

La tensión del momento los llevó a perder la razón a ambos, que juntaron sus frentes como si estuvieran a punto de iniciar una pelea a puño limpio con tal de demostrar que tenían la razón, empujándose a la par que se desafiaban con la mirada fija.

- ¿Pueden dejar de comportarse como niños? - Interrumpió el castaño saliendo del baño con un parche en cachete y manchas moradas de la medicina para la cicatrización de las heridas - Hiroto, fuimos y yo me peleé con él y como debes suponer, yo gané - Agregó inflando su ego - Y tú Kazemaru, deja de querer buscarle bronca al cabeza de tomate, no tenemos tiempo que perder en esto.

Ambos mencionados se separaron soltando un bufido que iba entre fastidiado y un intento casi nulo por aguantar la risa que les causaba el ser regañados por el pandillero del grupo, haciendo que al final ambos estallaran en risas mientras se burlaban de la seriedad de Akio, alegando que el papel de ser responsable no le quedaba ni por un pelo.

- Perdón Fudou... - Se disculpó el delantero mientras seguía riendo - Es que de verdad...

- ¡CONCÉNTRENSE EN LA EVIDENCIA! - Interrumpió ofendido - ¡Mañana es el juicio y tenemos que estar listos!

- Vale vale, pero no te enojes que se te arruga más la cara, te recuerdo que ya estás viejo - Bromeó el peliazul haciendo que las risas estallaran nuevamente.

El mencionado, perdiendo lo último de paciencia que le quedaba, tomó los primeros cojines del sofá que alcanzó y comenzó a atacar a sus amigos, desatándose una corta y breve guerra de almohadas improvisada en el salón de la casa de Hiroto.

No fue hasta que se percataron de la presencia de Kariya, quien se asomaba por el balcón del segundo piso, que se detuvieron bastante avergonzados por su comportamiento infantil, aunque la pequeña risa que el peliteal soltó antes de regresar a su alcoba les regresó la esperanza, siendo el pelirrojo el primero en dejar escapar algunas lágrimas de emoción al volver a ver a su hijo sonreír tan genuinamente.

Lamentablemente, tanto Kazemaru como Fudou estaban en la misma situación con sus respectivos pequeños, habiéndose desentendido de su labor como padres al punto de generarles verdaderos malos ratos a los jóvenes con quienes tenían un compromiso firmado en un acta de adopción.

Acto seguido, el dueño de casa buscó su computadora portátil para poder examinar el material de evidencia que estaba grabada en el dispositivo USB que la dupla visitante había traído pocos minutos antes, sorprendiéndose al escuchar como literalmente el rubio aceptaba ser el culpable de la muerte del albino y explicaba casi con lujo de detalles como era que había logrado inculpar a Midorikawa, cosa que solamente hizo que la sangre del pelirrojo entrara en ebullición por la ira.

- ¿Cómo lograron que dijera todo esto...? - Preguntó frotándose las cienes el delantero - Es un audio bastante comprometedor...

- Ya sabes que Miyasaka es impulsivo - Alegó el castaño - Solo tuve que provocarlo para que comenzara a vanagloriarse de habernos "ganado", luego quiso pasarse de listo con nosotros al querer amenazarnos, así que lo golpeé y bueno, él pensó que era rival para mí y ya te imaginarás como resultó todo...

- Se arriesgaron demasiado... Pero gracias, con esto, no hay forma de que perdamos el juicio mañana... Por cierto ¿Irán, verdad?

- Claro que sí, cuenta con nosotros - Respondió con firmeza Ichirouta, logrando que sus dos acompañantes esbozaran una sonrisa llena de satisfacción al verlo tan decidido.

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El sábado por la mañana comenzó con una lluvia bastante ligera que dejó un agradable olor a césped húmedo, además de empañar las ventanas con pequeñas gotas que se deslizaban al compás del viento que sacudía las cortinas, despertando con una suave brisa al peliazul que descansaba plácidamente en su cama, quien se levantó y estiró con paciencia, notando como según el reloj de su velador, todavía faltaba aproximadamente una hora para que la alarma sonara.

Miró a su lado derecho y vio como el castaño seguía profundamente dormido, en una de esas poses contorsionistas que solo él podía realizar, por lo que con una leve sonrisa se puso de pie y se dirigió al armario para colocarse ropa deportiva, hoy tenía que ser un buen día sin importar lo que ocurriera, y que mejor manera de comenzarlo que corriendo unas vueltas a la manzana de su vecindario.

Con su característica chamarra verde limón y sus shorts negros hasta la rodilla, se colocó los auriculares inalámbricos sintonizó la radio local que transmitía rock en inglés todas las mañanas a primera hora, empezando su rutina a paso relativamente ligero, que para ser sinceros, era bastante rápido para el promedio de personas, no por nada era denominado como el jugador más veloz de toda la historia del fútbol japonés.

Cuando menos se dio cuenta, llegó a la ribera del río, donde nuevamente lo vio, la silueta de espaldas de su amigo, recostado en el lateral de un árbol con la mirada fija hacia el río que atravesaba la ciudad, con las manos en los bolsillos y su chaqueta azul oscuro invernal que llevaba a todos lados, quieto y sin inmutarse ante ningún ruido de las aves que recién despertaban.

Por un momento, a Kazemaru le invadieron unas ganas inmensas de correr hacia donde Fubuki estaba para hablar con él una vez más, pero bien sabía que era solo una ilusión que su mente le jugaba como parte de la nostalgia que lo abrumaba constantemente, por lo que soltando un suspiro, continuó su carrera matutina sin voltear atrás a ver si el recuerdo de su amigo desaparecía o no.

Era duro, ya que él mismo se negaba una falsa oportunidad de reencontrarse con quien consideraba su alma gemela en el sentido amical, pero él ya no estaba dispuesto a torturarse más, principalmente porque las palabras de Suzuno seguían haciendo eco en su mente; "A Fubuki no le gustaría verte así"

Su reloj deportivo marcaba unos 25 mil pasos cuando el sol ya iluminaba toda la ciudad, lo que significaba que era hora de regresar, así que con lo último de estamina que le quedaba esa mañana, emprendió el camino a casa a la máxima velocidad que sus piernas poco entrenadas le permitían, siendo interrumpido por un niño que no debía tener más de siete años, que emocionado le pidió un autógrafo.

Claro que él no se iba a negar, en realidad era la primera vez en meses que se sentía realmente feliz de atender a sus fanáticos, ya que antes los consideraba un constante recordatorio negativo de lo sucedido un año atrás, lo que volvía tediosa la misión de mantener una sonrisa fingida ante el público que se supone lo respaldaba.

Al llegar a casa, divisó a su hijo mayor en la silla mecedora del pórtico en la entrada, leyendo tranquilamente un libro de poesía como parte de un proyecto escolar del curso de literatura en la secundaria, estando completamente concentrado en su tarea.

- ¿Qué libro es? - Preguntó secándose el sudor de la frente con las mangas de la chamarra verde.

- Veinte Poemas de amor y una canción desesperada de Pablo Neruda... La verdad me enredo un poco con palabras que no conozco... - Admitió el pelirrosa algo alicaído - Pero creo que voy bastante bien.

- Me alegro... Oye Ranmaru... Hoy es un día importante para todos, creo que lo sabes... ¿Quieres acompañarnos?

- ¿De verdad puedo...? - Dijo bastante sorprendido el adolescente ante la propuesta de su tutor - Pensé que no querías que Matsukaze y yo nos involucráramos más en el asunto...

- Bueno... Me di cuenta que eso solo los estaba alejando de mí, y no quiero que sigamos distanciados, sé que no he sido el mejor padre en estos últimos meses, pero quiero... - No pudo terminar de explicarse cuando el menor lo abrazó cariñosamente, escondiendo su rostro en su abdomen mientras lo estrujaba con fuerza y energía - Perdóname hijo...

- No tengo nada que perdonarte, papá... - Respondió vacilando con una enorme sonrisa - Sabía que este momento llegaría... ¿Tengo que ir formal verdad? ¿Puedo avisarle a Matsukaze? ¿Irá Takuto? ¿En cuánto tengo que estar listo? ¿Llevo algo?

- Tranquilo tranquilo... - Pidió acariciando los suaves cabellos rosas del defensor - Tenemos que estar en la corte a las dos de la tarde, saldremos de aquí al medio día, y sí, puedes avisarle a tu hermano... Y sobre lo otro, no te preocupes, yo llevaré tus documentos - Agregó sonriendo - Además supongo que Fudou llevará a su hijo, él también quiere arreglar las cosas con él, así que quédate tranquilo.

- ¡Genial! - Exclamó radiante el adolescente, echando a correr hacia la habitación de su hermano para darles las buenas noticias - ¡Gracias papá! - Finalizó sin voltearse pues estaba subiendo las escaleras.

Para Kazemaru, no había mayor satisfacción que ver a su pequeño tornado recuperar esa energía que tanto lo caracterizaba, por lo que sintiendo una inmensa tranquilidad en el pecho, también se dispuso a ir a su alcoba para asearse, preparar el desayuno para su familia y posteriormente, comenzar a alistarse para asistir al juicio en la corte central de Tokio.

Curiosamente, el castaño de la banda naranja no se encontraba por ningún rincón de la casa, o al menos eso parecía. Tampoco había una nota que indicara su paradero, un mensaje de texto en el celular o un recado con los niños, cosa que preocupó muchísimo al peliazul, quien bastante dudoso, entró a la ducha para no perder tiempo.

Mientras enjugaba sus largos cabellos, reflexionaba sobre lo ocurrido en la ribera del río y se sentía orgulloso de sí mismo por haber sido capaz de dar ese importante paso, lo cual él consideraba todo un progreso en su recuperación psicológica y evidenciaba que la terapia estaba funcionado, al igual que la medicación y sus constantes esfuerzos por mejorar.

A la distancia escuchó como la notificación de un correo electrónico sonaba en su teléfono móvil, indicándole que alguien le había enviado un mail que él había marcado como respuesta prioritaria previamente, por lo que se apresuró en terminar con su aseo para revisar cuanto antes quien era el remitente de dicho mensaje.

Se miró al espejo y trató de sonreír, notando como su blanca sonrisa no perdía el encanto por el que tantas veces había sido elogiado por diversos medios de comunicación que lo definían como todo un galán, cosa que le subió la autoestima y a su vez, la motivación para mantener el buen humor que llevaba desde el día anterior tras salir de casa de Hiroto.

Una vez cambiado con ropa hogareña, tomó su teléfono y sintió como la felicidad comenzaba a desbordar en él, pues era la confirmación de una compra que llevaba varios días intentando concretar, ahora solo faltaba que él fuera hasta el lugar indicado para firmar y realizar el pago del terreno que acababa de adquirir en las afueras de la ciudad Inazuma.

Emocionado, corrió hasta el comedor para contarle la noticia al primero que se le cruzara en su camino, no quería seguir ocultando dicha sorpresa ante nadie, inclusive pensó en llamar a todos su amigos para decírselos en el acto, sin embargo una mesa llena de flores amarillas y un desayuno gourmet lo distrajeron por completo de su misión.

Endou apareció por atrás suyo y lo abrazó con delicadeza, enterrando el rostro en el hombro del ex-velocista mientras los mecía con suavidad - Hoy es 22... Cumplimos un mes más juntos... ¿Lo olvidaste?

- Y-yo... - Dijo tartamudeando el ojiavellana, cayendo en cuenta de que la fecha se le había olvidado por completo, teniendo que admitir su error - Lo siento...

- No pasa nada - Agregó besándole la mejilla a su pareja - Entiendo que estos días han sido muy ajetreados para ti... ¿Desayunamos? - Preguntó con una leve sonrisa, recibiendo un asentimiento por parte de su acompañante - ¡Niños! ¡A comer! - Exclamó dirigiéndose hacia el segundo piso para llamar a los pequeños.

Con la emoción y ternura del momento, Kazemaru se olvidó por completo de la noticia que antes moría por contar, centrando su atención en el precioso detalle alimenticio que su esposo había preparado con tanto cariño para él en conmemoración a un mes más juntos.

Tal y como cualquiera podría imaginar, la paz y las sonrisas no faltaron en la mesa de la residencia EnKaze aquella mañana, generando que la calidez del hogar volviera a encenderse, presagiando un futuro positivo para los cuatro habitantes.

Después de recoger los servicios, todos se apresuraron en alistarse para asistir al juicio, eligiendo trajes negros bastante formales sobre camisas de diferentes colores y corbatas a juego, pues al ser un cuarteto, la elegancia no podía faltar en la familia, principalmente al haberle inculcado a los niños normas de etiqueta desde muy pequeños, por lo que estos sabían que tipo de atuendos usar para este tipo de ocasiones.

Mientras todo esto ocurría, Hiroto ya se encontraba en los tribunales con Suzuno, cuadrando los últimos detalles de la defensa que presentarían a favor de Midorikawa, aprendiendo respuestas ante posibles preguntas que los abogados de Miyasaka seguramente les harían con el único fin de desacreditar sus versiones de la historia que tan mal contada estaba.

Eran demasiado documentos por leer y memorizar, cosa que en algún punto llegó a agobiar al pelirrojo de las gafas de oficina, quien se comenzaba a estresar con sus propios pensamientos, revolviendo los papeles sobre la mesa mientras suspiraba preocupado, lo último que necesitaba era meter la pata cuando tenía todo listo para salvar a su esposo de aquel horripilante lugar.

Fue entonces que una mano se posó sobre su hombro, atrayendo su atención de inmediato ante la imponente presencia de quien alguna vez fue denominado un Dios en la tierra - Oh my Aprhodi - Exclamó con un tono algo gracioso - Pensé que no vendrías...

- Por un momento dudé en hacerlo... Pero no podía dejarlos solos en un día tan importante como este... Además quiero ver el momento en que el juez decida darle la libertad a Midorikawa, quiero incluso grabarlo porque ha de ser épico ver la reacción estupefacta de Miyasaka.

- No has cambiado ni un pelo... - Dijo bastante más sereno - Gracias por venir, los demás no deben tardar en llegar, me dijeron que al medio día estarían por aquí así que supongo que es cuestión de esperar un poco más.

El rubio, bastante sorprendido de manera positiva por la calmada respuesta de Hiroto en comparación a la última vez que se vieron, se dirigió hacia donde los asientos de los acompañantes de cada bando, percatándose como los primeros en hacer acto de aparición eran la pareja de estrategas que venían tomando de la mano al niño prodigio del que todo el país estaba hablando, notando que la expresión de quien una vez fue su gran amigo era bastante diferente a lo que recordaba, Kidou no parecía el mismo.

Sin dudarlo, se acercó a saludar, recibiendo un simple "Hola Aprhodi" que le reafirmó lo que ya sospechaba, el jugador japonés con el dorsal número 14 no estaba bien, y no había que ser un genio para entender las razones de eso, sin embargo tenía fe de que el regreso del amante de los helados hiciera la diferencia y contribuyera a la recuperación emocionar del genio.

Pocos minutos después, Endou y Kazemaru llegaron al lugar con sus hijos, derrochando buena vibra y radiantes sonrisas como cualquiera esperaría del enérgico capitán del Inazuma Legend Japan, siendo que estos al reconocerlo se apresuraron en saludarlo cordialmente, presentando al par de adolescentes bien educados que los acompañaban, descubriendo que estos también eran niños promesas del soccer, pues desde su posición como jefe de la asociación juvenil de fútbol en Corea, ya había escuchado los nombres de ambos pequeños.

Algo que sin duda llamó su atención fue la ausencia del goleador de fuego con el que rivalizó durante tantos años, pero por consideración y respeto a los demás, prefirió no preguntar al respecto, limitándose a escuchar como un tercero, la conversación entre ellos y las historias sobre como habían estado esos meses en los que se distanciaron para recuperarse cada uno por su cuenta.

Entonces lo que tanto esperaban sucedió, pues el juez principal llegó a la sala y ordenó que todos tomaran sus respectivos asientos en silencio para poder dar inicio al caso que decidiría el futuro de Ryuuji, quien a los pocos minutos llegó siendo custodiado por un par de oficiales de la policía que lo llevaban vestido con el típico traje naranja de un reo y las esposas en las manos para evitar que se escapara al ser supuestamente, un asesino.

Más eso no fue lo más impactante, lo realmente llamativo eran los muchísimos hematomas que Midorikawa llevaba en el rostro y brazos, con una mirada sombría que evidenciaba el inmenso dolor por el cual estaba pasando al haber sido recluido en una prisión de máxima seguridad con visitas limitadas a una vez al mes.

Ver a su eterno compañero en ese estado, hizo que el corazón de Hiroto se encogiera como una pasa, pero a pesar de sentir una confusa mezcla de emociones negativas, tuvo que sacar fuerza de flaqueza para mantenerse firme y afrontar lo que se vendría, pues bien sabía que lo que le esperaba no era fácil, mucho menos sencillo de asimilar, pero por el bien de todos, él tenía que ser rudo que una fortaleza.

Llegando tarde, Miyasaka interrumpió el acto protocolar que se llevaba a cabo en los tribunales, acompañado de un abogado pero sin el respaldo de Senguuji, quien por razones desconocidas había dado un paso atrás en su campaña de apoyo "incondicional" ante el periodista deportivo que se encontraba en el ojo de la tormenta.

Kazemaru apenas lo vio, no pudo evitar sentir unas repentinas ganas de vomitar, de modo que tuvo que apretar con fuerza su abdomen para contenerse y no hacer una escena dramática en plena sala mientras ambos abogados ya debatían en el estrado, defendiendo cada uno a sus respectivos clientes y presentando evidencias tras evidencias, siendo el albino el ganador de lo que podría considerarse la primera ronda del juicio con el audio de confesión obtenido un día antes, y ahora la siguiente persona en subir a presentar su trabajo no era ni más ni menos que la criminóloga que él había conocido días antes.

Escucharla expresarse con tanta fluidez y contundencia ante los hombres que se creían superiores lo llenó de orgullo, más que nada porque con un par de frases elaboradas con palabras complicadas logró hacer que toda la sala guardara silencio y se rindiera ante el profesionalismo de la coreana, que estaba arrasando por completo con el encargado de la defensa de Miyasaka, quien comenzaba a ponerse cada vez más nervioso al darse cuenta de que tenía todas las de perder.

En eso, su mirada se cruzó con la de su gran amigo, quien a pesar de tener ambos ojos llenos de moretones, le regaló una sonrisa discreta y un guiño en señal de agradecimiento por haber venido, pues Midorikawa mejor que nadie sabía lo difícil que era para Kazemaru ver a Miyasaka, no por nada habían sido confidentes durante tantos años.

Cuando ambos lados terminaron, el juez pidió un momento para deliberar, haciendo toda la audiencia abandonara la sala con rapidez, formándose inmediatamente grupos en los exteriores de personas que comentaban y especulaban sobre el veredicto final de la máxima autoridad de la corte suprema de Tokio.

En un acto de descaro, el otro acusado se atrevió a acercarse al grupo de deportistas con intenciones de platicar, tratando de ocultar su nerviosismo bajo una pose llena de confianza que simplemente no le quedaba para nada bien, pues estaba temblando y jugando con sus manos en los bolsillos, lo que arruinaba cualquier posible apariencia relajada que quisiera dar.

- Hola Kazemaru... Cuanto tiempo, o eso me gustaría decir, porque ayer viniste a verme... Me gustaría contarte el porqué de todo, si me lo permites claro está, no quiero problemas con tus guardaespaldas - Agregó dirigiéndose al resto de presentes que lo miraban con desprecio - Si quieres que te lo cuente, vamos al lado de...

- No sé ni me interesa, a estas alturas de mi vida, ese tipo de cosas ya son irrelevantes - Interrumpió tajantemente el peliazul - No quiero escuchar tus excusas baratas sobre el porqué asesinaste a mi mejor amigo, así que será mejor que te largues si no quieres que yo mismo te rompa la cara. ¿He sido claro?

- Oh vamos... No te pongas en ese plan, solo quiero conversar contigo, ya que puede ser la última vez que nos veamos ¿Es que acaso no quieres despedirte de... - Antes de que pudiera terminar con su propuesta, recibió un golpe directo en el rostro que lo hizo caer el suelo estrepitosamente - Kazemaru...

- Lárgate - Ordenó lleno de enfado el mencionado, dedicándole una mirada intensamente fría mientras sacudía su mano para quitarse el entumecimiento que le había producido el golpear a quien alguna vez fue su compañero de club - ¡AHORA! - Gritó haciendo que su contrario echara a correr bastante temeroso, desapareciendo entre la gente que miraba atónita la escena.

Kidou, increíblemente fue el primero en felicitar al de largos cabellos por su acertada reacción, pues escuchar un argumento de Miyasaka hubiera sido contraproducente en toda la extensión de la palabra, rompiendo esa faceta de seriedad extrema que parecía imposible de disolver, haciendo que más de uno se emocionara con lo que consideraban el regreso del estratega, o al menos el comiendo de, siendo Fudou el primero en abrazarlo y romper en llanto, tomando a su amado por los hombros y alejándolo del resto para tener un "momento a solas", sin importarle que estuvieran en un lugar tan importante como la corte.

- Dime que no volverás a ponerte en modo robot... - Pidió sollozando el pandillero - Y que irás a terapia... Prométemelo...

- Lo prometo... - Declaró correspondiendo el abrazo que su mochiaco le regalaba - Tengo que asimilar lo que pasó y dejar de llorar sobre la leche derramada, a Fubuki no le gustaría verme así... Tengo que ser fuerte por él ¿Verdad?

- Por él, por ti, por mí, por nuestro hijo, por nuestros amigos y por todos los que queremos verte bien, pingüino...

- ¿Hacía cuánto no me llamabas así? - Preguntó sonriendo el de las rastas - Creo que ese apodo murió cuando éramos niños...

- Nunca es tarde para ser romántico con mi esposo ¿O sí?

Claro que su momento privado no era tan privado, pues tanto la prensa que rondaba las afueras de la sede judicial como los que habían asistido a la citación, observaban curiosos como ambos castaños se ponían cariñosos mediante un solo abrazo, casi como si fuera un reencuentro después de siglos de no haberse visto.

Lamentablemente para ellos, esto no duró mucho, pues el llamado de los encargados de la seguridad del lugar les hacía saber que era hora de escuchar el veredicto final que se le daría a su amigo, por lo que bastante nerviosos se unieron al resto de su grupo e ingresaron nuevamente a la sala, tomando sus respectivos asientos mientras esperaban expectantes a que el juez reanudara el caso.

Midorikawa también estaba ansioso por saber cual sería la condena, pues de ser una respuesta negativa, significaba que pasaría otros largos 9 años tras las rejas por un crimen que no cometió, sin embargo confiaba plenamente en que su esposo había hecho todo lo necesario para sacarlo de ahí, y sin importar el resultado, no se quejaría ni culparía a ninguno de sus amigos por su desgracia.

Leyendo lo que la constitución japonesa indicaba, el hombre del martillo inició la lectura de las conclusiones obtenidas tras un largo debate, nombrando artículos bastante rebuscados que casi nadie en la sala alcanzaba a entender pues estaban descritos en un lenguaje bastante complicado que solo los abogados o personas cercanas a la carrera comprendían a la perfección, otorgándole la libertad al peliverde y sentenciando a Miyasaka a someterse a prisión preventiva durante 9 meses mientras las investigaciones se esclarecían y se decidía su condena final.

Desde su lugar, el peliverde rompía en llanto de felicidad al escuchar que su tormento había terminado, mientras que al frente suyo, el rubio gritaba alaridos e insultos contra todo aquel que se le acercara, tratando de golpear a los guardias que buscaban someterlo para llevarlo directamente al reclusorio donde pasaría los siguiente 9 meses.

Claro que a Midorikawa no lo soltaron inmediatamente, primero tenía que hacerse todo el papeleo legal y firmar las actas de libertad con las que posteriormente podría validar que era una persona completamente inocente y sin ningún cargo que cumplir ante la justicia, por lo que los policías que lo resguardaban lo escoltaron nuevamente hacia el vehículo de regreso al penal de máxima seguridad para firmar su salida lo antes posible.

Kazemaru en medio de su emoción, tuvo como primera reacción lanzarse a abrazar a la criminóloga que había conocido hace no muchos días, completamente desatado y eufórico por lo que acababa de suceder ante sus ojos, agradeciéndole casi de manera desesperada el haber contribuido en que la verdad prevaleciera y se hiciera justicia.

- No sé como pagártelo... De verdad... Muchísimas gracias... - Dijo sollozando el ex-velocista sin separarse de la joven que estaba completamente anonadada por la repentina muestra de cariño de su "cliente" - Eres maravillosa...

- Kazemaru-san... No diga eso, solo cumplí con mi trabajo - Respondió correspondiendo al abrazo de este - Me alegro de haber ayudado, créame que para mí es más que satisfactorio el saber que pude hacer algo por ustedes... No sé como explicarlo, pero siento que este ha sido un caso especial.

- Y lo fue, no tienes ni idea de cuantas vidas acabas de arreglar con esto - Musitó separándose de la profesional mientras se secaba los ojos - De ahora en adelante, tienes mi gratitud, si algún día necesitas algo, solo pídemelo y haré hasta lo imposible por cumplirlo ¿Vale?

- No es necesario... Yo estoy más que conforme con el resultado obtenido el día de hoy, aunque he de admitir que me gustaría ser su amiga, si a su esposo no le molesta, claro está.

- En lo absoluto, Mamoru estará encantado de conocerte, créeme... ¡Es más! ¡Ven que te presento a mi familia!

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En la entrada del Sun Garden, a la misma hora, el denominado goleador de fuego esperaba en su coche la salida del niño por el que tanto había luchado, pues por fin había conseguido el certificado que avalaba su estabilidad emocional y lo respaldaba como un adulto apto para la crianza de un menor de edad según los protocolos de adopción que el gobierno dictaminaba.

Habían sido 12 largos meses de recuperación en diferentes centros de terapia, constante medicación, ejercicios diarios de rehabilitación y mucha carga emocional trabajada con los psicólogos todas las semanas, todo con el único fin de recuperar la custodia de Yukimura, y ahora que el orfanato donde estaba había aprobado su solicitud, Goenji no tenía otra prioridad en mente.

Sí, él no se había hecho presente en el juicio de su amigo, pero confiaba en que todo saldría bien a pesar de no estar ahí acompañando en el momento tan complicado que todos afrontaban, pero no tenía dudas, el bienestar de su hijo era lo más importante, y estaba más que seguro que si Fubuki viviera, habría tomado exactamente la misma decisión.

Entonces lo vio, con su mochila colgada en la espalda salir con timidez, pues los encargados del orfanato solo le habían dicho que acababa de ser adoptado, más el adolescente desconocía la identidad de su nuevo tutor, quedándose petrificado al ver al único familiar que le quedaba de pie ante él, con una sonrisa bastante disimulada y los brazos abiertos.

Por la cabeza del delantero de hielo, los miles de recuerdos negativos pasaban fugazmente, como si estuvieran borrándose al tener una inmensa necesidad de amor paternal. De modo que echó a correr hacia el rubio y se aferró a él, disculpándose por lo que le dijo la última vez que cruzaron palabras, llorando arrepentido de haberlo culpado por todo durante tanto tiempo, admitiendo que esto era lo que tanto había esperado sin saberlo.

- Perdóname tú a mí... No fui lo suficientemente fuerte para mantenerte a mi lado... Pero te prometo que todo estará bien a partir de ahora... Nadie nunca más, nos va a separar - Declaró sin soltar al joven.

- Vaya que te tardaste en venir a por mí, papá...

Escuchar como Yukimura lo volvía a llamar de esa manera logró ponerlo sentimental, y con una mirada al cielo, extendió su sonrisa mientras le dedicaba este emotivo reencuentro a quien siempre sería el gran amor de su vida.

Durante todo este largo tiempo, siempre mantuvo presente las últimas palabras que Fubuki le dedicó cuando aún estaba consciente después de recibir las heridas de balas por parte de Miyasaka, y aunque algunas veces recordar eso era doloroso, no dejaba de considerar como la promesa más importante que le había hecho a su adorado, copo de nieve.

Aquella vez, Goenji lo tomó de la mano y se asustó al sentir la frialdad de esta, dándose cuenta de inmediato que la presión de su pareja comenzaba a desplomarse y los escalofríos comenzaban a ser cada vez más constantes, haciendo que la voz de este se volviera temblorosa y entrecortada.

Desesperado, se quitó el saco y lo usó como pañuelo para tratar de detener la hemorragia, acariciando los cabellos platinados de su esposo con cuidado, teniendo miedo de lastimarlo aún más, tratando de contener el llanto que le producía el pavor del momento, tenía miedo, muchísimo miedo, no concebía la idea de perderlo.

- Shuuya... Que bueno es volver a verte... Te estuve esperando todo este tiempo... ¿Lo sabías? - Dijo con una sonrisa acongojada Fubuki - Hyouga ha crecido muchísimo... Prométeme que lo cuidarás cuando yo ya no esté con ustedes...

- N-no digas eso... Vas a estar bien, tienes que ser fuerte... - Rogó con un nudo en la garganta - Vamos Shirou... No hagas esto...

- Por favor prométemelo...

- ¡Te lo prometo pero no hagas esto! ¡No puedes dejarme!

- Siempre supe que volverías a mi lado... - Dijo con un suspiro - Y mírate... El cabello sin tanto gel se te ve genial... ¿Te lo habían dicho?

- Más de lo que te imaginas... Pero no gastes tus fuerzas en eso, ya viene la ambulancia para ayudarte, resiste un poco más mi copo de nieve...

- Tengo frío... Sé que voy a morir... - Admitió soltando unas algunas lágrimas - Hyouga tiene un carácter idéntico al tuyo... Por favor cuídalo mucho, le gustan las fresas, detesta despertar temprano, no le gustan las camisetas sin mangas así que nunca le compres de ese tipo...

- Shirou... Te prometo que prenderé todo, pero contigo a mi lado - Interrumpió sollozando el goleador de fuego - Por favor guarda tus energías...

- Para él va a ser muy duro... Tuvo que crecer sin ti, y ahora lo hará sin mí... Por eso debes ser tú quien termine el trabajo de criarlo, tienes que saber que... - Él mismo se cortó la ilación al comenzar a perder sangre por la boca, pero sin dejar de sonreír - Que los amo a los dos, no me arrepiento de nada y volvería a hacer todo igual sin dudarlo... Siempre supe que eras la persona correcta...

A los pocos segundos de decir esa última frase, el albino perdió la consciencia, haciendo que en medio de gritos desesperados, Goenji tratara de hacerlo reaccionar pues sabía muy bien que una de las cosas más importantes a la hora de socorrer a un herido, es mantenerlo despierto.

Lamentablemente, como todos bien sabemos, el rubio nada pudo hacer por salvaguardar la vida de su pareja, enterándose posteriormente del deceso en el hospital donde tanto Fubuki como Kazemaru habían sido hospitalizados.

Una noticia tan devastadora fue más que suficiente para hacer que la vida de Goenji se pusiera patas arriba, terminando de destruir lo poco de cordura que él todavía mantenía como reserva para cuando llegara el momento de regresar con su familia, más nunca se imaginó tener que pasar por esta caótica situación, ni mucho menos, perder a la persona que más amaba en el mundo entero, quedándose como único responsable del cuidado de Yukimura, cosa que le aterraba pues no se sentía listo para eso.

No es que Hyouga fuera un niño difícil, pero el simple hecho de haber estado más de diez años lejos de él volvía el desafío bastante intimidante, principalmente porque poco nada conocía de este, sería como comenzar de nuevo, establecer nuevas reglas y darle el respaldo que necesitaba para que este no sufriera más de lo necesario con la pérdida de su padre.

Sin embargo ni él mismo fue capaz de mantenerse en pie, cayendo en una profunda depresión pocos días después del entierro de Fubuki, perdiendo la custodia en la primera visita que los agendes de control infantil enviaban regularmente para asegurarse de que los menores estuviesen en óptimas condiciones, siendo separado de Yukimura por la fuerza, ya que él no estaba dispuesto a dejar que le arrebataran a su hijo después de prometerle a su esposo que lo cuidaría.

Hoy, casi un año después, por fin cumplía la promesa, pues tenía nuevamente entre sus brazos al pequeño que tanta ilusión le hacía cuidar. Hyouga era lo único de familia que le quedaba en el mundo, y por Dios juraba que no volvería a fallar en la misión que le estaba siendo encomendada.

Se podía incluso decir que el más estable de todos, ahora era Goenji, y si alguien se atrevía a decir lo contrario, sacaría sus papeles que certificaban su estabilidad emocional con la firma del psicólogo y psiquiatra que lo trataron durante tantos meses. Estando lleno de orgullo de sí mismo, acomodó las maletas de Yukimura en la parte trasera de su auto y lo llevó a casa, preparándolo mentalmente durante el camino para el impacto que seguramente le causaría regresar al lugar donde pasó tantos buenos momentos en compañía de su difunto padre.

Además todavía tenía que organizar la misa de honras que tendría lugar dentro de cuatro días, para conmemorar la pérdida de Taiyou, porque no, a pesar de haber perdido a Fubuki y sufrir por ello, el recuerdo de la pequeña mandarina seguía latente, como una herida cerrada que aún dolía, solo que ahora podría definir ese dolor como una nostalgia eterna, porque en palabras de él mismo; Un hijo es para toda la vida.

El silencio reinó dentro del auto, más no era incómodo ni mucho menos molesto, en realidad era bastante relajante porque les permitía escuchar la respiración del otro y eso les hacía sentirse más cerca que nunca, además que el viajar con la radio apagada era algo nuevo para ambos, que estaban acostumbrados a llevar la música a todo volumen cada vez que montaban en un coche.

- Papá... ¿Volverás a inscribirme en el Raimon? - Preguntó el menor a la par que jugaba con la ventana de la puerta.

- Si eso es lo que quieres, con todo gusto te matriculo ahí mañana mismo - Respondió sin despegar la mirada del volante - Imagino que extrañas a tus amigos... Ha de haber sido duro para ti todo esto... Pero ¿Cómo te sientes ahora?

- Tranquilo, bastante feliz a decir verdad por volver a verte... Sé que no será como cuando era pequeño, porque papá ya no está... Pero él siempre decía que cuando volvieras, todo mejoraría, así que he decidido creer en su palabra.

- Yo le prometí no volver a dejarte solo, y te juro que cumpliré con mi palabra... Pero tienes que saber que esto no será fácil... La ausencia de Shirou muy probablemente nos afecte los primeros meses y...

- Lo sé - Interrumpió con normalidad - Pero prefiero recordar a mi padre con cariño a que con tristeza... Pienso que es lo que él querría...

- Eres un niño muy maduro - Halagó con una sonrisa - ¿Te parece si compro fresas para celebrar nuestro reencuentro? Puedo prepararte un jugo o una ensalada, lo que quieras mi niño.

- Ya tengo 14 años, no soy un niño pequeño - Se quejó cruzándose de brazos - Pero acepto... Solo porque es mi fruta favorita...

Al llegar, Yukimura soltó un largo suspiro, pues estaba nuevamente en frente de la casa donde creció, solo que ahora su eterno guardián no estaba a su lado, por el contrario, tenía a su otro padre, y era solo por eso que no se sentía tan triste de volver ahí, por lo que haciendo uso de su orgullo interminable, apretó los dientes y entró, descubriendo que las cosas estaban un poco diferentes a como las recordaba, pues si bien la decoración era prácticamente la misma, todo parecía tener un nuevo orden.

Aquello no le molestaba, incluso era agradable porque representaba un nuevo comienzo para él y Goenji, era el inicio de su nueva vida, una vida sin Fubuki Shirou, sin el hombre que tanto amor le dio durante toda su niñez, ahora le tocaba vivir con una nostalgia a cuestas y la esperanza de que todo doliera menos con el pasar de los meses y el respaldo de su padre, tíos y amigos.

Goenji se quedó en el salón viendo las noticias deportivas mientras que su hijo desempacaba en su alcoba, ya que tocaba que este se volviera a instalar en el hogar, y eso claramente no tomaría ni una ni dos horas, fácilmente tardaría el día completo.

En algún punto, desvió la mirada a los cuadros que decoraban la casa, encontrándose con la fotografía familiar que tenían de cuando Hyouga apenas era un infante, en la reunión de cumpleaños de Fubuki, los tres sonriendo mientras que el homenajeado soplaba las velas del pastel de repuesto que aquella vez Kazemaru tuvo que comprar a última hora dada la travesura que los niños cometieron.

El grato recuerdo de un romance perfecto lo acongojó, haciendo que los miles de recuerdos que compartía con su difundo esposo volvieran a su mente, inundando sus ojos de lágrimas que todavía le faltaban soltar, entendiendo que ni cien años serían suficientes para dejar de extrañarlo.

Entonces su nostalgia fue interrumpida por una llamada telefónica de un número que él conocía a la perfección, teniendo miedo de escuchar lo que el susodicho le contara respecto al veredicto obtenido en los tribunales, más la curiosidad pudo más que él y acabo contestando.

- ¿Kazemaru...?

- Hola Goenji, Midorikawa ha obtenido su libertad, mañana Hiroto lo recogerá y llevará de nuevo a su casa... Supuse que querrías saberlo... ¿Cómo te fue a ti en el Sun Garden?

- ¡Esa es una noticia maravillosa! - Exclamó emocionado, para luego plantear una incógnita - No se lo dijiste a nadie ¿Verdad? - Preguntó algo nervioso.

- Claro que no, te di mi palabra de guardar el secreto... ¿Y bien? ¿Hyouga está contigo?

- Sí, por fin está en casa... Sería bueno que vengas a visitarlo pronto, de seguro que le anima mucho verte... Recuerda que eres su tío favorito - Bromeó - Y ya puedes darle la noticia a los demás.

- Cuenta con eso - Finalizó colgando la llamada.

Kazemaru apenas cortó la comunicación, no esperó ni un segundo más en contarles las buenas nuevas a los demás que se encontraban celebrando la victoria en los tribunales, colocando la cereza del pastel que terminó por animar a todos y completar el excelente día que estaban teniendo, no sin antes claro dejarles en claro que lo mejor sería ir a hacer visitas gradualmente, no sería bueno agobiar al pequeño que recién regresaba.

Todos estuvieron de acuerdo con ello, igual y tenían agendada la misa de honras dentro de unos días, por lo que de una u otra forma podrían darle de nuevo la bienvenida a Yukimura, así sea tras finalizar un evento tan importante como el que conmemoraría a Taiyou.

Sin embargo antes de que alguien pudiera proponer un nuevo plan, el peliazul se adelantó y les informó a todos sobre su más reciente compra, afirmando que sería mejor evitar hacer eventos públicos que generaran controversia en los medios de comunicación que seguramente estaban ansiosos por una nueva primicia, y lo cierto que no era momento de exponer a Midorikawa bajo ninguna circunstancia.

La idea de Kazemaru era bastante simple y tierna si uno se paraba a pensar las cosas, por lo que nadie objetó en contra e incluso se ofrecieron a ayudar para que todos los preparativos estuviesen listos en el tiempo necesario, pues solo faltaban 6 días para que se cumpliera un año desde la pérdida de Fubuki.

En el estacionamiento de la corte, todos se despidieron de una manera bastante breve, siendo Hiroto el primero en abandonar el lugar, pues no quería esperar ni un minuto más para arreglar su casa y poder recibir a su pareja como se lo merecía, alejándose en su elegante coche negro a toda velocidad por las calles de la ciudad que a esa hora del día no eran tan transitadas.

La prensa por su parte, publicaba todo tipo de artículos sin sentido en sus redes sociales, buscando incansablemente información sobre el nuevo culpable de la muerte de la famosa estrella del soccer japonés, pero ignoraban que alguien había salido libre polvo y paja de todo el embrollo.

Kidou, que llevaba muchísimo tiempo pensando en eso y tratando de resolver el rompecabezas por su cuenta, no pudo más con la curiosidad y llamó al único que tenía esa información a un lugar un poco más privado, entiéndase por un par de metros más allá de donde estaban reunidos.

- ¿Pasa algo? - Preguntó Kazemaru bastante confundido por el repentino pedido de su amigo, apoyándose en una de las columnas del estacionamiento.

- Tú estabas investigando sobre Senguuji Daigo... ¿Qué pasó con eso?

- No sabría decirlo... Las pruebas que teníamos siguen archivadas, pero no creo que sean válidas después de tanto tiempo, ese hombre es muy bueno borrando evidencias... Y la verdad es que le perdí la pista al caso cuando Taiyou falleció, y ni hablar de lo que pasó poco después con Shirou...

- Se me hace muy raro que él no se haya hecho presente hoy para apoyar o si quiera intentar salvar a Miyasaka... ¿Crees que...

- Disculpen que los interrumpa - Llamó el Dios en la tierra - Pero no pude evitar escuchar su conversación... Desde mi puesto en la asociación de Corea creo que puedo ayudarlos.

- ¡¿Cómo?! - Exclamaron ambos al unísono.

- La Asociación de Fútbol Juvenil de Asia no está enterada sobre las competencias reguladas, es algo que ha pasado desapercibido durante muchísimos años porque los anteriores dirigentes prefirieron esconder el problema bajo la alfombra siempre y cuando recibieran dinero por su silencio, pero ahora hay nuevos ejecutivos al mando y bastará con que un par de federaciones decidan exponer el caso para que destituyan a Senguuji de su cargo.

- Déjame ver si estoy entendiendo... Dices que puedes desacreditarlo ante las autoridades internacionales con solo... ¿Unirte a otros dirigentes? - Preguntó incrédulo el estratega.

- Básicamente, pero necesitaré toda la documentación que hayan recopilado a la fecha, será muy útil.

Tanto Kidou como Kazemaru se miraron anonadados ante la oportunidad que se les presentaba, entendiendo que por más que el tema fuera bastante delicado para ellos ya que implicaba volver a poner a sus familias en riesgo, lo mejor por la memoria de Fubuki era hacer que los verdaderos responsables pagaran por sus crímenes.

Aquello le traía un muy mal sabor de boca al peliazul, quien seguía lamentando el haberse despistado de la salud de Taiyou por andar concentrado en conseguir las pruebas para darle fin a su misión de tener una doble identidad, en realidad, a raíz de ese suceso fue que desistió por completo en el asunto, abandonando la personalidad e Nathan Swift, lo que a su vez conllevó que Goenji también diera el caso por perdido.

"Hazlo, se lo debes a ese niño"

Fue lo que una voz perfectamente reconocible le susurró a sus espaldas, haciendo que una gran descarga de energía le recorriera la espalda al ex-velocista, que como primera reacción tuvo la de voltear desesperado en busca del emisor de aquel mensaje, cayendo en cuenta que nuevamente era su imaginación jugando con él, creando ilusiones de un Fubuki que ya no estaba a su lado.

Kidou y Aprhodi no entendieron de buenas a primeras el repentino sobresalto de su amigo, más no hicieron preguntas al respecto al nota como este parecía estar alterado, notando que algunas gotas de sudor en frío resbalaban por el lateral del rostro del mismo.

- Creo que están ocupados estos días... Puedes mandarme la evidencia por correo y te prometo que yo me haré cargo de todo - Propuso el rubio de largos cabellos cruzándose de brazos, mirando su reloj de bolsillo - Es muy tarde, tengo que irme, no olvides escribirme, Kazemaru.

- C-claro... Lo haré apenas llegue a casa...

Sin más que decir, nuevamente los ex-jugadores de la selección japonesa se quedaron a solas en un apartado del estacionamiento, conversando sobre los posibles riesgos que conllevaba volver a querer hacerle frente a Senguuji Daigo, siendo el ojiavellana el primero en admitir que tenía miedo, le causaba pavor la simple idea de perder a alguien más.

Lo único que lo motivaba a seguir adelante eran los seres que más amaba, y ahora más que nunca era plenamente consciente de que a veces no vivimos por nosotros mismos, pues si bien uno siempre debe considerarse la prioridad, hay cosas que se hacen por amor, y claramente seguir firme era un requisito fundamental al tener un par de niños que dependían de él, promesas que no se habían cumplido y la constante responsabilidad de honrar la memoria de quienes ya no estaban.

°°°°°°°°°°°°°

Exactamente cuatro días después, todos estaban trajeados en un gran salón lleno de personas que venían a presentar sus respetos a la memoria del niño que fue considerado el "Genio de la Década", dándole las condolencias a ambos tutores que lo cuidaron como si de su propio hijo se tratara en la recta final de su vida, siendo los jugadores de Arakumo los que dejaron los mensajes más emotivos de la noche.

Yukimura vestía una camisa completamente blanca y no llevaba corbata, y se mostró relajado durante toda la ceremonia, más llevaba dibujado en la muñeca un par de letras con plumón indeleble que no tardaron en llamar la atención de sus amigos.

- ¿Qué significa lo que está escrito ahí? - Preguntó inocentemente el peligris, señalando la pulcra caligrafía que adornaba la blanca piel del delantero.

- Son las iniciales de mi padre y mi hermano - Afirmó extendiendo su brazo - Aún no tengo edad para tatuármelo, pero cuando pueda lo haré...

- ¡Es increíble que pienses en tatuarte! - Exclamó sorprendido el rollito de canela.

- Yo creo que es genial - Comentó Kariya con su típica sonrisa - Es más, algún día yo también lo haré, pero será algo menos simbólico, eso es demasiado sentimentalismo para mí.

- Pienso que es un bonito homenaje - Dijo Kirino - Aunque estoy seguro que nadie lo comprenderá...

- Esa es la idea - Argumentó Yukimura - Llevaré una S y una T por siempre, nadie tiene que entenderlo, es cosa mía y no me importa si la gente opina, solo ustedes tienen el derecho de criticarme pero sé que no lo harán porque saben el porqué de mi decisión.

En unísono los demás asintieron, observando como a la distancia, sus respectivos padres conversaban y recuperaban la sonrisa lentamente, casi y les parecía que nada había cambiado, pues Fudou molestaba como siempre a Goenji mientras que Endou trataba de defenderlo, Midorikawa sacaba del bolsillo de su saco gomitas de colores y se las ofrecía a Kazemaru, que a escondidas se las comía para evitar ser regañado por Hiroto y Kidou que siempre insistían en que comer dulces en eventos importantes era de mala educación.

La única diferencia era que Fubuki ya no estaba para ser un intermediario entre todos, ya no había quien hiciera blancos comentarios o encarara a Fudou con firmeza cuando la situación lo requería, no había quien se escapara con Kazemaru de improviso o quien hiciera bromas en compañía de Midorikawa, nadie más pasaría horas extensas leyendo libros de astrología con Hiroto ni vería partidos repetidos con Endou, no habría quien le hiciera la competencia a Kidou en los juegos de mesa, simplemente nadie podría llenar el vacío que dejaba el famoso Príncipe de las Nieves en el grupo.

Al terminar la ceremonia, la dupla que antes trabajó para el Sector repartió pequeños amuletos con las iniciales del homenajeado, como un eterno recordatorio que los acompañaría por el resto de sus vidas, de esa forma, cerrando un ciclo con la pequeña mandarina que les había robado el corazón por medio de la ternura e inocencia.

- ¿De verdad compraste ese lugar? - Preguntó quitándose la corbata el delantero de fuego.

- Sí, los especialistas ya están terminando de habilitar todo el espacio para que se convierta en la reserva más grande de abejas de Japón... Creo yo que es un buen homenaje para Shirou.

- Recuerdo que ustedes siempre bromeaban con que las abejas salvarían al mundo, pero nunca pensé que llevarías el asunto a tal extremo de comprar un terreno para convertirlo en un campo donde nadie las lastime... Es un poco sacado de pelos ¿Lo sabes, no?

- Supongo que las mentes poco innovadoras como la tuya lo ven así, pero yo le prometí a Fubuki hacer esto... O bueno, no tan literal... - Admitió pasando sus manos por su cabeza.

Este proyecto se remontaba a cuando ellos tenían apenas 13 años y corrían desarreglados por el campo de fútbol de la ribera del río entrenando a solas hasta altas horas de noche, empeñados en tener que conseguir una mejor condición física para tener un rendimiento excelente en los partidos que se avecinaban.

En un inicio, todo comenzó como una broma que un adolescente suelta de manera casual, algo tan simple como "Me gustan las abejas, hay que tener una granja" y claro, nunca falta el amigo que acepta la idea de inmediato sin premeditar en lo que se está metiendo.

Gradualmente, el asunto de salvar el mundo por medio de las abejas dejó de ser un chiste, ya que tras leer muchos libros en clase de ciencias naturales, descubrieron que las pequeñas criaturas voladoras eran realmente importantes para que el ecosistema se mantenga funcionando y haciendo que la vida en la tierra sea posible.

Conforme pasaron los años, la idea de algún día dirigir una reserva natural en la que las abejas puedan preservar la especie y a su vez, promover la cultura sobre ellas, ya que la mayoría de personas suelen creer que son simples bichos y las aplastan cual mosca, sin remordimientos ni culpas.

Una vez fueron adultos, podría decirse que la promesa había pasado a un segundo plano bastante alejado de sus prioridades, ahora ambos se concentraban en sus carreras deportivas, sus familias y los problemas que parecían aparecer en sus caminos cada vez que creían tener todo en orden, y no fue hasta el reencuentro en el parque de Tokio que Kazemaru recordó su inocente sueño de la adolescencia.

En medio de un abrazo de bastante emotivo que solo Midorikawa había presenciado, Nathan le susurró con cariño a Fubuki la que sin saberlo, sería la última promesa que le haría; Cuando todo termine, haremos realidad nuestro sueño de las abejas, ten un poco más de paciencia, te juro que regresaré.

Había pasado poco más de un año desde eso, durante todos esos meses en que el tiempo había hecho de las suyas, cada quien había aprendido a sobrellevar su dolor a su manera y a lidiar con la nostalgia como mejor les parecía. Ahora por fin era el momento de dar un paso hacia adelante y dejar ir, porque no hay nada de sano en aferrarse a un recuerdo que no volverá ni podrá ser.

El día del aniversario del fallecimiento de Fubuki llegó tan rápido que nadie se dio cuenta de que la semana estaba terminando nuevamente, pues apenas Endou encendió la televisión, se encontró con que en todos los canales de noticias se estaban transmitiendo reportajes sobre su amigo, crónicas y videos de sus mejores partidos, información y datos curiosos que seguramente eran falsos pero los difundían para ganar más audiencia, sin embargo una noticia ajena le llamó la atención.

- ¡Ichirouta! ¡Tienes que ver esto! - Gritó fuertemente hacia la cocina, donde su esposo se encontraba licuando frutas frescas - ¡Corre!

- Ya voy ya voy... - Respondió riendo - ¿Qué es tan importante para que interrumpas mi arte culinario? - Bromeó cruzándose de brazos al llevar a la sala de estar - Más te vale que no sea otro...

"Fallece Miyasaka Ryou durante enfrentamiento con oficiales de la policía que lo escoltaban al centro de retención tras haber dado declaraciones en un juzgado local, tal y como lo informó nuestro corresponsal esta mañana, el presunto delincuente trató de huir de la custodia de los agentes del orden, arrebatándole el arma a un sub-oficial y abatiéndolo a sangre fría, sin embargo su plan se vio frustrado al atropellado por un camión cuando trataba de huir. Los demás efectivos que se encontraban presentes brindarán sus declaraciones en las próximas horas. Se presume que su muerte fue instantánea, seguiremos informando"

Como si un baldazo de agua fría hubiera caído sobre la pareja, ambos se quedaron helados al enterarse del terrible final que encontró el hombre que tanto daño les hizo, sin embargo no podían sentir más que pena y empatía por las personas que seguramente llorarían su muerte.

No es que Kazemaru se alegrara de saber que el responsable de tantas tragedias estuviese muerto, pero simplemente el sentimiento de compasión ya no le salía ni aunque tratara de fingir que le importaba, ahora solamente podía rezar para que su alma encontrara un descanso eterno y quizá con algo de suerte, paz.

Sin darle más vueltas al asunto, regresó a la cocina para continuar con la preparación del desayuno familiar para salir cuanto antes a ver la materialización del proyecto que acababa de iniciar, dejando a un sorprendido Endou en el sofá que no daba cabida a lo que veía. Para el castaño era algo extremadamente positivo ver como Kazemaru era capaz de mantenerse sereno a pesar de tratarse del hombre que le arrebató a su padre y a su mejor amigo.

Por un momento, quiso preguntarle si de verdad todo estaba bien, pero el escuchar las pisadas aceleradas de los adolescentes del hogar que bajaban a toda prisa por las escaleras lo detuvo, pues él bien sabía que a sus hijos les hacía mucha ilusión la compra del terreno nuevo, y por nada del mundo él planeaba arruinar el momento familiar que estaban por vivir.

Con un clásico desayuno al más puro estilo EnKaze, entiéndase por jugos y panqueques, por fin los cuatro se dirigieron a las afueras de la ciudad, viendo que el reloj ya marcaba más de las once de la mañana, lo que significaba que iban retrasados al encuentro con sus demás amigos que los esperarían a las diez y media.

Al llegar, obviamente Fudou fue el primero en encararlos por haberlos tenido más de una hora bajo el extenuante sol de verano que iluminaba el cielo de Inazuma, más la furia y resentimiento duró poco, pues los obreros que estaban trabajando ahí les dieron la bienvenida e informaron que todo estaba listo para inaugurar la primera reserva nacional de abejas de Japón.

El lugar era muy amplio, con árboles por doquier y cajas de apicultura donde los especialistas en la materia les darían un trato adecuado a las pequeñas criaturas, además de carteles informativos con datos curiosos, folletos y hasta pegatinas que los visitantes podrían llevar como un recuerdo de la experiencia que el santuario ofrecía.

De inmediato, los niños echaron a correr para inspeccionar el lugar, dejando a los mayores en la entrada, quienes conversaban entre ellos mismos sobre lo que veían, les parecía increíble que un sueño de la infancia se pudiera materializar después de tanto tiempo, pero más genial se les hacía que esto fuera un homenaje a su gran amigo.

Kazemaru fue el primero en dar unos pasos hacia el interior, notando de inmediato como a la distancia nuevamente el recuerdo de Fubuki se aparecía, pero estaba vez lo miraba fijamente y el sonreía a la par que lo saludaba con la mano, aunque más bien parecía una despedida, pues antes de que pudiera reaccionar, el albino se giró y desapareció entre los árboles frondosos que estaban más alejados.

- Shirou... - Susurró con los ojos llorosos, siendo alcanzado rápidamente por los demás que estaban preocupados de verlo romper en llanto.

- Hey Kazemaru... ¿Estás bien...? - Preguntó el peliverde, que aún llevaba vendajes en el rostro.

- Todos lo extrañamos, pero créeme que a él no le gustaría verte así... - Dijo palmeándole la espalda el estratega - Además, él debe estar feliz de ver lo que hiciste en su honor.

- Y que lo digas... Si hasta en el nombre de la reserva lo ha nombrado - Se burló un poco el mochiaco - "Abeja de Hokkaido"... Suena muy poco primaveral ¿No creen?

- En realidad, si hay abejas en el norte del país - Argumentó el pelirrojo - Estadísticamente es la zona donde hay una mayor concentración de...

- ¡No seas un nerd! - Interrumpió el pandillero - ¡Lo decía como una broma! No tienes que tomártelo todo en serio.

- Que rápido pasó un año... - Comentó el castaño de la banda naranja con un suspiro, interrumpiendo la corta pelea infantil que se estaba llevando a cabo - Yo solo espero que de ahora en adelante, podamos tener vidas normales.

 - Recuerdo que pensé que después de terminar nuestras carreras como profesionales... Todo sería más fácil - Dijo Goenji cruzándose de brazos al escuchar lo que su mejor amigo decía.

- ¿Fácil? - Musitó riendo un poco Kazemaru - No...

Era cierto, sus vidas no habían tenido nada de fácil ni sencillo, incluso se podría decir que siempre estuvieron en el ojo de la tormenta, indiferentemente de si eran ellos los que buscaban los problemas o no, y a pesar de haber perdido a un gran amigo en el camino, ahora lo único que quedaba en ellos era una gran nostalgia que se supone serviría de constante motivación para valorar más su día a día.

°°°°°°°°°°°°

He pensado seriamente en hacer un final alterativo donde no todo acabe de manera menos trágica, pero por lo pronto esperaré a ver el apoyo que recibe el final de esta historia.

Cabe resaltar que para mí tampoco ha sido fácil matar a dos de mis personajes favoritos, pero creo que fueron sucesos que le agregaron drama a la trama y ese era mi objetivo, así que muchas gracias a todos los que siguieron el fic hasta hoy.

Un agradecimiento especial para Sander235 , que me ayudó con varias imágenes de los capítulos, aportó directamente en la toma de algunas decisiones importantes que influyeron en la dirección que la historia y que ha sido un constante soporte emocional para mí.

Gracias también a todos los que dejaron sus comentarios y estrellitas a lo largo de estos 46 capítulos, de verdad que es muy motivador para mí leer lo que tienen para decirme. Si tienen alguna sugerencia o pedido en específico, pueden escribirme por interno y prometo tratar de escribirlo.

No tengo mucho más que decir, simplemente hasta mi próximo proyecto <3

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