Sol

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La Diosa de la Victoria no le sonríe a todos con igualdad, o al menos eso era lo que creía un pequeño niño que se la pasaba todos los días internado en el hospital a causa de una grave dolencia que arrastraba a raíz de un trágico accidente automovilístico en el que perdió a sus padres.

A pesar de que en ese entonces tenía apenas cinco años, recordaba a la perfección como habían sucedido las cosas, viendo casi en cámara lenta como un camión se estrellaba contra el coche donde él y su familia estaban, siendo su madre la primera en reaccionar, tomándolo por la cabeza para agacharlo en un intento de minorizar el impacto, volviéndose todo oscuro de un momento al otro.

¿Cuántos minutos habían pasado? Todo estaba borroso, el ambiente era sofocante y no podía moverse por más que lo intentara. Él trató de gritar, pero no conseguía articular palabra alguna, desesperándose al punto de comenzar a llorar sin consuelo, tenía miedo, era lógico que lo tuviera ¿Qué niño de cinco años no estaría aterrado?

De pronto una luz se hizo presente, tan fuerte que lo cegó, fue cuando sintió que alguien trataba de sacarlo de donde sea que estuviera. No tuvo que hacer mucho esfuerzo para reconocer el sonido de las ambulancias, las patrullas policiales y las voces a su alrededor, todas diciendo prácticamente lo mismo "¡El niño está vivo!"

Lo que pasó después, era un misterio, pues despertó en una habitación completamente blanca y silenciosa, pero adornada con animales de peluche, globos y hasta calcomanías en las paredes. Sin embargo eso no le quitó lo aterrador a la situación, pues lo único que quería el infante era ver a sus padres, abrazarlos y sentirse protegido en los brazos de las personas en que él más amaba.

La noticia lo impacto de la peor manera posible, causándole una depresión infantil tan severa que los doctores no le pronosticaban nada bueno, y por si sus problemas no fueran pocos, era un hecho que las secuelas de brutal accidente lo afectarían de por vida en incontables aspectos, él ya no era un niño normal, ya no le quedaba nada por lo que sentirse feliz o emocionado.

De a pocos tuvo que asimilar que estaba solo, ya no podría pedirle a nadie que le leyera un cuento por las noches, le preparara su desayuno favorito, asistiera a la escuela como su tutor para los eventos deportivos o extracurriculares. De un momento a otro, un camión le arrebató todo lo que él consideraba perfecto, y aunque tenía cinco años, comenzaba a entenderlo, repitiéndose a sí mismo que tenía que ser fuerte.

Una mañana mientras observaba por la ventana de su habitación, vio a un hombre de cabellos rubios y mechones azules en el patio del hospital pateando un balón de fútbol, o mejor dicho, haciendo dominadas y fintas con el esférico. Llamando por completo la atención del pequeño, quien quedó maravillado con la habilidad de aquel desconocido.

- Joven, por favor recuéstese - Indicó una de las enfermeras resoplando, no era la primera vez que el menor incumplía con los protocolos, acercándose a este para moverlo, pues el pelinaranja no quería despegar su rostro del vidrio, percatándose de lo que sucedía.

La mujer se sorprendió al verlo sonreír, era algo muy inusual en su paciente, por lo que apenas logró que este se volviera a acostar en la camilla, se dirigió al área común del hospital para pedirle un pequeño favor al hombre desconocido, contándole sobre la depresión que tenía el pequeño, cosa que conmovió al caballero, aceptando casi de inmediato conversar con este.

Antes de pasar a visitarlo, pensó que sería buena idea comprar un pequeño presente, aunque sin tener muy en claro que podía regalarle, se decidió por lo más obvio, un balón de fútbol. Después de todo, el verlo jugar al soccer era lo que lo había emocionado, lo más lógico era que tener una pelota lo llenaría de ilusión.

El rubio se paró delante de la puerta, necesitando tomar aire antes de entrar y repitiéndose a sí mismo su nombre, pues en más de una ocasión había dado datos equivocados y no podía dejar que esto siguiera repitiéndose - Bien... - Musitó, entrando en la habitación con una leve sonrisa - ¿Amemiya Taiyou?

¿Fácil? ¡No! (Completa)Where stories live. Discover now