CRÓNICAS DE LA MADRE TIERRA I...

By SileaEvans

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Teodora Evans nunca imaginó que aquella rutinaria visita a la biblioteca de Montgomery la llevaría por sorpre... More

PRÓLOGO
BOOKTRAILER | CDLMT I
NO TE FRUSTRES POR ESTE COMUNICADO (please)
Diccionario de términos
1 | La puerta misteriosa y el libro resplandeciente
2 | Dos mundos y una puerta
3 | Un nuevo amigo
4 | Lejre
5 | El alma escogida
6 | Sororidad
7 | Adaptación a los nuevos tiempos
8 | Juventud, ¿divino tesoro?
9 | El ciclo de la vida
10 | Rebeldes
11 | El colgante de las guardias
12 | Realidad partida en dos
13 | Desbordamiento
14 | Teodora, la leal y justa
15 | La propuesta de Owen
16 | Diamantes en bruto
17 | Coraje
19 | Resiliencia
20 | La travesía de Teodora
21 | Compañero de viaje
22 | Erulissë
23 | El banquete
24 | Gardh
25 | Eithel Luin
26 | Nuevos humanos
27 | Libertad de decisión
28 | Los amantes del Golfo
29 | Dylan
30 | El colgante misterioso
31 | Nogoth Hûb
32 | La unión de los humanos
33 | La fatalidad de la mina
34 | El sexto guardián
35 | El Castillo de Dôl
36 | Edelweiss
37 | La convergencia de dos mundos

18 | De tripas, corazón

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By SileaEvans

18 | DE TRIPAS, CORAZÓN

Los días transcurrieron con normalidad o más bien lo que quedaba de ella. La herida de Teodora sanó con éxito, pero los daños colaterales que recibía la aldea de Lejre, así como toda Dôr o Gwaith, se iban intensificando. La Tierra en la que hasta ahora había vivido la guardiana tampoco se libraba: fenómenos meteorológicos fuera de lugar se iban produciendo, así como el calor abrasante que con éxito mató al invierno aquel año.

Teodora debía tomar una decisión.

—Teo, ¿me estás escuchando? —preguntó su abuela. Teodora sacudió la cabeza, despertando de sus pensamientos.

—Perdón, ¿qué decías? —La abuela de Teo la miró cómo si estuviera leyéndole los pensamientos a través de la mirada.

—¿Qué te pasa? Te noto dispersa, ¿hay algo que me quieras contar? —Teodora negó con la cabeza.

—Estoy bien abuela, es que... —Bajó la cabeza. En el fondo, sabía que por muy surrealista que pareciera todo aquello, no podía alargarlo más. Había experimentado que todo aquello era real y la cicatriz en su pierna lo demostraba. Debía tomar una decisión en ese momento—. No quería decírtelo tan repentinamente, pero... —Levantó la cabeza para ver mejor el rostro de su abuela. La anciana la observaba con preocupación—. Voy a irme una temporada.

—¿Irte? —La abuela de Teo frunció el ceño, confundida—. ¿A dónde?

—Me voy... De viaje, con una amiga. A Europa y después a la India.

Era una mentira pésima. Teo odiaba mentirle a su abuela, odiaba tener que encubrir toda aquella locura con mentiras, pero era la única forma de protegerlos. De lo contrario, si Teo les explicaba todo, puede que se rieran de sus palabras o, lo que era peor: encerrarla en un manicomio.

—¡¿A India?! —exclamó la anciana—. Pero no lo entiendo. —Sacudió la cabeza, desconcertada—. ¿Y tus estudios? Aún no has terminado el curso. ¿Qué se te ha perdido por allí? ¿Porqué no me lo has dicho antes?

La abuela de Teo la miraba intensamente, sobresaltada por aquella noticia. Tomándola de las manos, Teodora no podía mantenerle la mirada durante mucho tiempo, temerosa de que su magnífica muralla interior construida pudiera desmoronarse en cualquier momento. A cambio, una lágrima amenazó con salir, pero Teo hizo un esfuerzo enorme por mantener la compostura.

En aquel momento, descubrió el significado de lo que era hacer de tripas, corazón.

—Lo sé, pero ya está todo solucionado. Tengo los papeles en regla y... Necesito hacer este viaje, abuela. Será un viaje para estudiantes, no seremos las únicas en hacerlo —dijo casi convenciéndose a sí misma de su propia mentira. Era lo peligroso de las mentiras: nunca sabías cuando podrías caer tú mismo en ellas. Teodora agarró las manos de su abuela con fuerza, esta vez aguantándole la mirada. Tuvo que hacer un esfuerzo tremendo para conseguirlo sin derrumbarse—. Siento no habértelo podido decir antes, no he estado pasando por un buen momento. —Tragó saliva al decirlo.

—Mi niña. —La abuela le acunó el rostro y, a pesar del esfuerzo, sus ojos se humedecieron. Las lágrimas empezaron a aflorar por las mejillas de la muchacha—. No entiendo porque no me lo has dicho antes, despedirte así de forma repentina... Pero está bien, si es lo que te hace feliz. —Teo sonrió esta vez. Si su abuela tenía algo bueno es que podía ser la persona más comprensiva del mundo—. Pero prométeme una cosa. —Ambas se miraron durante unos segundos, aquellos ojos azules y cansados, cuya luz aún resplandecía, la miraban con amor. Era un amor incondicional, digno de admirar y que no podía expresarse con palabras. Y en aquella mirada, Teo se mantuvo a la espera de sus palabras, mientras le leía el alma a su abuela a través de los ojos—. Que me llamarás de vez en cuando y que os cuidaréis mucho la una de la otra, ¿vale? El mundo es un lugar peligroso. Además, estaré aquí esperándote para cuando vuelvas. —Con un dolor en el pecho, Teo lloró con intensidad, pero le regaló una sonrisa a su abuela, la más amplia de todas, y la abrazó con fuerza.

Como si fuera la última vez que fuera a verla.

Olió con intensidad el característico olor que desprendía la anciana mientras la abrazaba. El bello olor de la experiencia, aquel que la había acompañado desde su niñez. Aquel que la había acunado en sus momentos más vulnerables y también en los más agradables. Aquel que le había dado de merendar en las tardes y le contaba aventuras de lo más épicas para la pequeña Teodora. Despedirse de su abuela no había sido fácil. Sin embargo, le sorprendía la calma con la que se había tomado todo aquello y, aunque habían compartido las lágrimas, el té que vino después consiguió unirlas en una burbuja de felicidad y cariño. Fue duro despedirse y saborear el último té con su abuela, pero ahora venía lo más difícil: sus padres.

De camino a su casa pensó en sus amigos, Sara y Charlie. ¿Debería despedirse de ellos? Y mientras recorría a pie las calles de la ciudad, pensativa, como por arte de magia, al pasar cerca de una cafetería los vio sentados en una de las mesas del interior. Sara y Charlie reían como hacían siempre. Teo se mantuvo quieta, observándolos desde la lejanía, no muy segura de entrar y sentarse con ellos. Aquello ya estaba siendo demasiado difícil para ella y, debido a que ya había distancia entre ellos, quizá era mejor dejarlo así.

Con el corazón en un puño, sacudió la cabeza y dio media vuelta, prosiguiendo su camino hacia casa. Quizá así era la mejor forma de mantenerlos protegidos, quizá ese era el transcurso que debía seguir el ciclo natural de la Madre Tierra. Mientras caminaba por las calles llenas de gente; gente como ella, humanos, se permitió el placer de disfrutar de los pequeños detalles que antes era incapaz de ver: un beso en un portal, una risa entre amigos, un par de ancianos agarrados de la mano, un niño acariciando a un perro... Detalles minúsculos que antes no era capaz de ver y que ahora cobraban gran importancia. Miró su ropa, su reloj de muñeca. «Cuántas cosas tenemos que no somos capaces de ver», pensó. Cuántas veces se había dejado llevar por la negatividad de detalles sin importancia, dejando escapar el presente de entre sus manos y, ahora que lo sabía, su presente había cambiado por completo. Su concepto de tiempo se había visto modificado y ya no importaban un par de agujas que marcaban las horas. Aquello ya no existía para ella. Sin embargo, el presente que aún conservaba allí, en su mundo, la esperaba en casa de sus padres, allí donde debía afrontar un último reto antes de partir. No estaba segura de si sería para siempre, pero su mente puso en marcha un mecanismo de autodefensa típico del ser humano: ponerse en la peor de las situaciones para no llevarse el gran golpe.

Aunque, siendo realistas, aquello era inevitable.

—Teo, ¿dónde estabas? —dijo su padre al verla entrar en casa. Teo lo miró: Bill estaba sentado frente a un ordenador, mirándola por encima de sus gafas—. Pensaba que hoy vendrías antes.

—Bueno, es que he ido a ver a la abuela.

—Ah. —El padre de Teo siguió tecleando en su ordenador. Por la rapidez con la que lo hacía, casi podría salir humo del teclado.

—¿Y mamá?

—En la cocina —respondió su padre sin apartar la mirada de la pantalla.

Teodora caminó hasta la cocina insegura, como si no quisiera que aquello tuviera que ocurrir. Era como si la arrastraran de una correa en contra de su voluntad. La diferencia era que, a pesar de ser un deber que debía cumplir, se lo debía a Espe y... a Shaun. La guardiana se veía incapaz de abandonar aquella nueva vida y mucho menos a sus amigos que tanta lealtad le habían demostrado siendo esta una desconocida.

Además, se lo debía a ella misma. En aquellos momentos, se sentía incapaz de soportar el peso de ambos mundos.

—Mamá. —Teo golpeó la puerta de la cocina y Casandra se giró para verla.

—Hola, cariño. Estoy preparando la cena, ¿dónde estabas?

Teodora echaría de menos aquel olor a caldo que tanto le gustaba; aquella sopa caliente recién hecha por su madre que la invitaba a sentarse y tener un lugar en el que refugiarse.

—He ido a ver a la abuela.

—Ah, muy bien. —Casandra la miró con el ceño fruncido—. ¿Estás bien? —En aquel sentido, Teodora era un libro abierto y ocultar sus emociones a su madre no era tarea fácil. Y Casandra era su madre; fácilmente podía intuir cuando algo no iba bien en su hija.

—Sí, bueno, es que tengo que deciros algo.

—A ver, ¿en qué ayudo por aquí? —Bill, su padre, entró en la cocina frotándose las manos dispuesto a colaborar.

—Teo dice que nos tiene que decir algo. —Señaló su madre.

—Ah, ¿y qué es ese "algo"? —preguntó Bill volviéndose hacia Teodora.

—Bueno... ¿Podéis sentaros? —Los padres de Teo se miraron entre ellos, confundidos, pero hicieron caso a su hija y se sentaron alrededor de la pequeña mesa de la cocina mientras la miraban con intriga. Teodora imitó su gesto y se sentó soltando un suspiro antes de hablar—. No es fácil decir esto, pero... Me voy, solo será una temporada. —Los padres de Teo se miraron entre sí y rieron, como si aquello fuera una especie de broma.

—¿Dónde te vas? Estás en mitad del curso —le dijo su madre con una sonrisa, como si no terminara de creerse aquello.

Pero los padres de Teo eran personas intelectuales, debía haber alguna forma que los hiciera comprender la situación.

—¿Sabéis cuando una persona necesita encontrarse a sí misma? —Bill y Casandra volvieron a intercambiarse las miradas no muy seguros, pero su expresión facial dejó de ser alegre cuando vieron la gravedad de la situación: Teodora hablaba en serio—. Pues... Necesito desconectar de esto. Hay unos programas para estudiantes en Europa y me he apuntado. Iré con una amiga, y después a la India. —Sus padres se mantuvieron durante unos segundos en silencio, mirándola con incredulidad.

—¿Esto es una broma, Teodora? —Casandra se mostró enfadada ante el comentario de su hija.

—No, no lo es. —Teo negó con la cabeza, con el rostro serio. En su interior, su corazón bombardeaba con fuerza y el nerviosismo estaba a punto de hacerla estallar—. Ya está todo preparado, será solo una temporada.

—¡¿Acaso te has vuelto loca, Teodora?! —exclamó su madre. Solo la llamaba así cuando estaba enfadada. Teo cerró los ojos: era precisamente lo que no quería que pasara—. ¡¿Cómo vas a irte de viaje, tú sola?!

—Voy con mi amiga. —Aclaró. A pesar de que era una mentira pésima, era lo único que le cobraba lógica en ese momento.

—Pues con tu amiga, me da igual.

—Mamá... Por favor, no soy la primera persona que emprende un viaje. Hay más estudiantes que lo hacen.

—No, pero estás en mitad del curso, Teodora. —Su voz sonó firme—. No irás a ninguna parte. Y mucho menos tan lejos. A la India, por favor. —La madre de Teo soltó una risa irónica y echó el cuerpo para atrás apoyándolo en el respaldo de la silla.

—Mamá, por favor. —De nuevo, las lágrimas amenazaron con salir. Pero, de nuevo, Teo las reprimió.

—Teodora, vuelvo a repetírtelo. Estás en mitad del curso. —Casandra la miró con enfado—. Cuando acabes la preparatoria, haz lo que quieras, pero ahora no es el momento, ya lo sabes. Además, no tienes nuestro consentimiento. —Dicho aquello, la madre de Teo se levantó para seguir cocinando. Teodora miró entonces a su padre.

—Lo siento cariño, pero tu madre tiene razón. —Bill miró a Teo con lástima, pero consciente de sus palabras. Acarició el rostro a su hija y se levantó para seguir haciendo las tareas de casa.

Aquella noche no fue fácil para la guardiana. Su estrategia había fracasado y dijera lo que dijera, no tenía muchas opciones más. Todo lo que pudiera decir sería un sinsentido. Y allí, en la que era su habitación de toda la vida, a penas pudo dormir. Se pasó la noche tumbada en su cama, hundida en lágrimas y sintiendo el olor a lavanda que desprendían las sábanas recién lavadas. Echaría de menos aquel olor y todo aquello donde había crecido: sus padres, su abuela, sus series, sus libros, sus amigos... La vida mundana. Pero tenía un camino muy claro que debía seguir. Shaun, Laila, Tom y el poblado la necesitaban. ¿Cuántas guerras personales había de enfrentar un héroe? Todo parecía mucho más fácil cuando la heroicidad no venía con precios tan altos en los juegos imaginarios que jugaba en el patio de su abuela.

Teo hubiera preferido mil veces ese juego imaginario.

Sin muchas alternativas más y en plena oscuridad, agarró lo necesario: su mochila, el libro, ropa y... Algunas fotos en formato polaroid que conservaba como recuerdo. Contempló su habitación una vez más y fue a la habitación de sus padres, donde los observó por última vez antes de marchar.

—Lo siento —susurró, aunque no la oían porque estaban dormidos. Los miró por última vez y, aportando una gran voluntad por su parte, se giró para salir de casa en silencio.

Armándose de valor y observando una vez más la casa en la que había crecido, se despidió también de la casa. Era una cuestión espiritual: se encariñaba de las personas y también de las cosas. Después de un fuerte suspiro y en mitad de un mar de lágrimas que no lograba cesar, miró por última vez el interior de su casa para salir de ella y cerrar la puerta. Esta vez, con el corazón encogido en un puño, observó la fachada exterior y la puerta principal. Y con un gran coraje que la desgarró por dentro, dio la espalda a la fachada y empezó a alejarse entre lágrimas.

Con mochila en mano y en mitad de la noche, Teodora se encaminó hacia uno de los portales más cercanos. Ya no era el bosquecito del parque, que lo habían talado, sino otro algo más alejado. Parecía ser que, por la noche, sí que refrescaba. Aquel frío le sentó como un respiro de vida que calmó sus lágrimas, pero no su ansiedad interior. En cuanto llegó al portal, miró a su alrededor. Solamente oía su respiración y los fuertes latidos de su corazón, pero quiso observar por última vez su mundo y toda la belleza de él. Tras observarlo durante un buen rato bajo la luna en el cielo, Teo se giró y puso la palma de su mano sobre la espiral.

Ya no había marcha atrás, la decisión estaba tomada.

Cuando llegó a Lejre, quiso ir a la que ya era su casa y donde estaba Shaun, pero no pudo. Necesitaba estar a solas. Aunque allí aún había luz solar y quedaban unas horas para el anochecer, caminó sola por el bosque siendo consciente de todos los riesgos que podría correr. Y más ahora, con una amenaza de guerra sobre sus hombros. Pero caminó. Caminó en mitad de su silencio escuchando su respiración y sus pasos sobre la tierra, las ramas crujir bajo sus pies. Caminó durante un buen rato, sin tener noción del tiempo. Se le habían marchado las lágrimas, pero seguía sintiendo un gran peso sobre su pecho. Ahora era libre en muchos aspectos, pero tenía sus propios demonios interiores que la encarcelaban.

Siendo consciente de que no podía pasarse la vida vagando como alma en pena, decidió volver al poblado: era momento de afrontar la realidad y volver a su nuevo hogar.

—Teo. —Una voz femenina hizo que levantara su mirada del suelo al pronunciar su nombre.

En cuanto la alzó, vio a la elfo de cabellera rubia acompañada por Shaun. Ambos estaban frente a ella. Sus rostros permanecían serios, mirándola fijamente con pesar. A juzgar por el rostro y la compostura de Teodora, sabían que algo no andaba bien. Y allí, Teo se rompió. Sin poder aguantar ni un segundo más, sus rodillas se dejaron caer fuertemente sobre el suelo, provocándole mil y una sensaciones de dolor, pero no tan grandes como el dolor que sentía en su interior. Laila corrió hacia ella, que yacía en el suelo, con la cabeza baja y su rostro empapado en lágrimas. Su amiga la arropó entre sus brazos, acariciándole el cabello y estrechándola a ella. Teodora se aferraba con fuerza a los brazos de su amiga, sollozando sobre su pecho como si algo en su interior se desgarrara a cada segundo que pasaba.

Para una persona con hipersensibilidad, aquello era demasiado.

—Tranquila —dijo Laila acariciándole el cabello con delicadeza, aún sin deshacer el abrazo entre ellas.

—Ya está hecho, Laila. —Trataba de explicar entre llanto y llanto—. No he podido decirles adiós.

—Lo sé —le susurró la elfo—. Pero estarán bien y tú también.

—No lo creo... —Teo seguía con la cabeza sobre el pecho de su amiga, sintiendo la humedad que había dejado en la tela de su vestido.

—Claro que sí. —Y de repente, el tacto frío de los dedos de Shaun sobre su mejilla. Se había agachado de cuclillas a su lado, junto a Laila. El elfo le apartó un mechón de cabello que le estaba estorbando en la cara—. Puede que ahora no estás bien, pero lo estarás. Sé que lo estarás.

—Gracias. —Es lo único que logró decir Teo—. Os quiero —pronunció con unas palabras que le salieron del alma. Y sin verlo, pudo notar la sonrisa de sus amigos.

—Y nosotros a ti, Teodora —pronunció Shaun.

NOTA DE LA AUTORA

¡Hello, querido lector/a!

Bueno, un capítulo intensito... Y hasta me atrevo a decir que uno de los más intensos de la novela. ¿Qué sensación o sensaciones os ha dejado? La verdad, recuerdo cuando lo escribí que al terminarlo solté un fuerte suspiro. Siempre me pasa cuando escribo algo intenso. 😅

En fin, empatizo demasiado con Teodora... ¿Os pasa lo mismo? ¿Crees que ha tomado una buena decisión o habrías tomado otra diferente? ¿Tú hubieras esperado e intentando compaginar ambos mundos, por ejemplo? Me muero de ganas por saber tu opinión, ¡todo cuenta! 😊

Y con esto... Nos vemos en el próximo capítulo. Esperemos que para entonces, Teodora se recomponga...

Que la Madre Tierra te proteja,

Silea Evans.

🖤

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