"Infierno y Paraíso". Tercer...

De VeronicaAFS

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Elizá creyó que ya nada la sorprendería, que estaba todo dicho. Ella ha quedado varada entre dos mundos y es... Mais

"Infierno y Paraíso". Tercer libro de la saga "Todos mis demonios".
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4.
Capítulo 5.
Capítulo 6.
Capítulo 7
Capítulo 8.
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13.
Capítulo 14.
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18.
Capítulo 19.
Capítulo 20.
Capítulo 21.
Capítulo 22.
Capítulo 23.
Capítulo 24.
Capítulo 25.
Capítulo 26.
Capítulo 27.
Capítulo 28.
Capítulo 29.
Capítulo 30
Capítulo 31.
Capítulo 33.
Capítulo 34.
Capítulo 35.
Capítulo 36.
Capítulo 37.
Capítulo 38.
Capítuo 39.
Capítulo 40.
Capítulo 41.
Capítulo 42. Anteúltimo.
Capítulo 43 y epílogo.

Capítulo 32.

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De VeronicaAFS

32. En el amor y en la guerra.

- ¿Te sientes mejor?- me preguntó cuando acabé de beberme el té que me había preparado; le contesté que sí, si bien en realidad me sentía pésimo.

- ¿No vas a regañarme?- curioseé-. Me atrevo a afirmar que viniste para soltarme un buen sermón, y por supuesto, también para llevarme de regreso a casa de Gaspar.

- La forma en que lo dices hace que yo parezca un monstruo, un insensible-, protestó dolido-. No disfruto viéndote sufrí, es más, me parte el alma ser conciente de lo poco que puedo hacer por ti.

- Qué es lo que vas a hacer por mí, entonces.

Resoplando se pasó ambas manos por el cabello para luego levantarse de su silla. Las replicas de su movimiento en el aire, me trajeron su exquisito perfume, hacía mucho tiempo que no le prestaba atención a esa característica suya. Se me erizó la piel.

- No voy a llevarte de regreso a casa de Gaspar.

- Sé que mi opinión no vale un comino, pero me alegra que así sea.

Vicente fingió ignorar mi tono. - ¿Has vuelto a tener un ataque?- quiso saber.

- ¿Llamas ataque a lo que me pasó antes de ayer?-. Me contestó que sí con la cabeza-. No, no he vuelto a sentirme así.

Se acercó hasta la ventana y echó un vistazo hacia fuera.

- ¿Leandro está bien?

- Sí, no fue nada, unos cuantos huesos rotos, pero salió caminando.

Experimenté un ramalazo de remordimientos; ¿a eso le llamaba: nada?

- ¿Qué has estado haciendo tú estos días?, a parte de intentar salvarme, claro- lo chuseé.

Dio vuelta la cabeza y me miró, su rostro atraía la luz del sol. Cerró los ojos, estaba haciendo un esfuerzo por no perder la paciencia, yo no colabora, tampoco podía hacer otra cosa, tenía tanta bronca acumulada dentro mío, que lo único que me salía, era soltarla, y allí estaba él.

- Para tú satisfacción puedo informarte que por estos momentos me considero a mí mismo un inútil. No he logrado nada. Sea donde sea que se esconden los que te acechan, no he logrado encontrarlos, es como si la tierra se los hubiese tragado.

- Se habrán ido.

- Lo dudo- revoleó los ojos-, simplemente se ha retirado momentáneamente.

- Están reorganizando sus filas.

- No hagas bromas tontas, es un asunto serio, lo que se juega es tu vida.

- Lo que queda de ella- lo corregí.

- Dramatizas.

Eso me hizo subir la presión. - Tus esfuerzos son en vano, no puedo odiarte por más que quiera.

- Es extraño, porque lo único que hacemos cada vez que volvemos a encontrarnos es discutir.

- Ya me di cuenta- gruñí cruzándome de brazos.

- Que bueno- masculló él entre dientes.

Dejé pasar un par de segundos y volví al ataque. - ¿Nuestro plan es ese, sentarnos a esperar hasta que regresen al ataque?

- Nuestro plan es estar preparados para cuando regresen.

- ¿Y en qué consiste esa preparación?- A este hombre había que arrancarle las cosas a los golpes.

- En buscar aliados.

- ¿Tenemos alguno?

- Ciro viene en camino.

No me puse particularmente contenta al oír eso, algo de esa noticia no me caía del todo bien, no olía a desinterés, no podía dejar de preguntarme hasta qué punto eso sería más beneficioso que dañino.

- ¿Ciro está dispuesto a ayudarte? me extraña, no traté mucho con él y así y todo me dio la impresión de que no es del tipo de persona que da una puntada sin hilo.

- No lo es- concedió.

- Qué imposiciones demandó.

- No es asunto tuyo, lo único que importa aquí es que vote a favor nuestro.

- Me asusta pensar hasta que punto te hundes en barro por mí.

- Creí que lo que te preocupaba era que yo muriese.

- Esto es perfecto, vamos a terminar arboreciéndonos el uno al otro- refunfuñe, mirando nuestra situación actual todo me parecía tan inútil, si queríamos, podíamos tener la felicidad al alcance de la mano, no sin percances claro, pero quién espera tener alzarse con la victoria sin haber batallado antes.

- Por lo menos procuremos ser fieles a nuestro bando hasta que esto termine, después eres libre de odiarme todo lo que te venga en gana.

Me dieron ganas de decirle que era un estúpido pero me callé.

- La otra parte del plan es que tú estés lista para dar batalla.

- ¿Qué significa eso? ¿He oído bien?

- Anda, búrlate todo lo que quieras.

- Creía que parte del problema es que yo no puedo hacer nada por defenderme.

- Ya no pienso del mismo modo- se limitó a decir.

Pude imaginar, sin grandes dificultades, el motivo que lo llevó a tomar esa determinación: me quité de encima a nueve demonios y salí ilesa, la única consideración que debía ser tomada en cuenta, es que esos demonios, no tenían ninguna real intención de lastimarme, sino solamente de frenarme.

- No puedo contra ninguno de ellos.

- Sí, si empiezas a confiar en mí y en todos los demás que intentan ayudarte. Es imprescindible que no nos tengas rencor, que nos reconozcas como tus aliados. Por lo que demostraste, eres capaz de pivotar entre ambos mundos.

- Eso quiere decir qué…- dejé la frase en suspenso para que la completase.

- Eso quiere decir que no tengo ni la menor idea de exactamente cómo, eres capaz de sacar esa parte de ti que no debería aparecer en condiciones normales. Sea quien sea el que influenció tu conducta el otro día, nos abrió una puerta que podemos aprovechar para salvarte. Me figuro que no contaban con que no acabases con todos nosotros…a mi modo de ver es exactamente eso lo que querían.

- Y yo no lo hice.

Sacudió la cabeza en señal de negación.

- No termino de entenderlo, ¿puedo ser cómo ustedes si quiero? ¿Es eso lo que dices?

- Me quemaste una vez, puedes olernos y reconocerlos. Hasta antes de ayer pretendí ignorar todo eso.

Sentí los músculos de mi frente tensarse. - ¿Cómo?

- No tengo la respuesta a esa pregunta.

- Es mi don- aventuré-, soy un ser humano que puede ser como ustedes sin necesidad de entregar mi alma.

- No es que te transformes en uno de nosotros, es que puedes hacer cosas…

- Cosas que en condiciones normales no podría- empleé sus mismas palabras.

- Eso- convino.

- Pero todavía soy mortal.

- Todavía eres humana.

- ¿Es esa la desgracia que represento para mi mundo y para el tuyo?

- No tengo la certeza absoluta de lo que digo, pero si me lo preguntas, a como yo lo siento, creo que esto no es más que una pequeña parte de lo que se esconde dentro de ti.

- Soy una bomba de relojería.

- No voy a permitir que explotes.

- No, porque tú eres mi detonador y planeas inmolarte a ti mismo.

Me lanzó una mirada furibunda.

- Estamos dispuestos a todo, ¿es más o menos eso? En el amor y en la guerra todo se vale.

- En la guerra, y para este caso en particular- me corrigió frenando mis pies.

Le faltó el tiempo para aclarar que en lo que respecta al amor no aceptaba locuras.

- Porque de todos modos, si no nos arriesgamos y perdemos, el resultado será el mismo.

Se le agrió el rostro, con ese simple gesto me contestó que sí, si no dábamos todo de nosotros acabaríamos perdiendo, y si perdíamos, el resultado sería exactamente el mismo que si no poníamos todas las cartas sobre la mesa.

- ¿Cuándo supones que volverán al ataque?

- No tengo ni la menor idea, es por eso que planeo no volver a separarme de ti.

Esta porquería tenía su lado amable.

- Hay algo que tengo que hacer antes de que…- de que todo termine, posiblemente para el traste, ya que si él no quiere tomar mi alma, probablemente quienes nos acechan, lo maten a él y a mí (por supuesto, matarme a mí les resultará infinitamente mucho más sencillo). Tener como perspectiva cercana la muerte, era algo inquietante pero sinceramente me preocupaba mucho más lo que pudiese pasar antes de expirar; sufrimiento y dolor son palabras a las que le temo más, sobre todo si es el sufrimiento y el dolor de alguien a quien quiero tanto. Me quedé observándolo. Sabía perfectamente que si amenazaban con hacerle algo a él, me rendiría de inmediato y por más que él me obligase a luchar contra eso, por más que yo misma lo hiciese procurar darle el gusto a él, no lo lograría. Un fogonazo frío me atravesó el corazón, no hace falta ser muy inteligente para entender que probablemente los que me persiguen, tienen eso muy claro, apartando mis locas esperanzas y mi espíritu soñador e ingenuo, todos los caminos parecían llevar a un mismo punto de llegada. ¿De verdad no teníamos salida?

Vicente interrumpió mis cavilaciones al preguntarme qué era eso que quería hacer.

- Tengo que aclarar las cosas con Trueba y con mi madre-. Que al menos me quedase de consuelo que dejé lo poco que quedaba de mi vida en orden. Me sentí como si estuviese escribiendo mi testamento.

- Te acompañaré.

Ni se me pasó por la cabeza pedirle que me dejase sola, no podía con esto yo sola.

Marqué el número de Trueba. Con el corazón palpitándome en los oídos y mordiéndome la lengua, lo escuché hablarme muy entusiasmado. Su consabido buen humor se me atragantó. Le pedí de vernos y esta vez fui yo la que propuso una hora y un lugar, los roles habían cambiado, ahora era yo la que tenía el control de la situación. Bueno, en realidad fue Vicente quién me sugirió el lugar, era un restaurante que él conocía y en que dijo, podríamos conversar tranquilos y seguros (se me pasó por la cabeza que quizá de por medio pudiese haber implicados otros demonios, demonios conocidos suyos y de confianza, de todos modos no indagué sobre eso, yo solamente necesitaba un lugar en el que poder enfrentar a ese hombre, un lugar neutral en el que la latente amenaza demoníaca que se cernía sobre nosotros, se sintiese impedida de renacer). También me abstuve de decirle a Trueba que Vicente nos acompañaría, ya no me interesaba ponerlo al tanto del caos en mi vida, sus ganas de ayudarme eran una incomodidad que deseaba sacudirme de los hombros.

Un sentimiento muy familiar me invadió mientras iba sentada junto a Vicente en su auto. Allí dentro, en silencio, solo nosotros dos juntos, sin nada de por medio, el tiempo parecía no haber transcurrido; él estaba muy serio, pero cada vez que me miraba yo encontraba en él lo mismo que había visto cada uno de nuestros días juntos.

Por suerte llegamos al restaurante antes que Trueba, lo que me facilitó un poco de tiempo extra para armarme de coraje; familiarizarme con él lugar era así mismo una ventaja. Si hacía de esto mi terreno, posiblemente las cosas fuesen un poco menos incómodas.

Vicente escogió una mesa en el jardín lateral, debajo de un enorme parasol color crema y al abrigo de una alta estufa. El pleno rayo de sol del mediodía revitalizaba. Por un momento cerré los ojos y observé el brillo rojo a través de mis párpados. Sentí que era capaz de separarme de mi cuerpo, la desgracia es que no lograba alejarme demasiado.

Mientras nos acomodábamos, aprovisionaron la mesa con botellas de agua mineral, pan, manteca y quitaron el cuarto cubierto para dividir mejor el espacio en la mesa circular. En el jardín había otras tres mesas, pero de ellas nos separaba una muralla de vegetación que crecía en masetas individuales, y de los comensales en el interior nos escondía una puerta vaivén de enrejado de listones planos de madera.

Los nervios tenían todos mis sentidos saturados, así que si había demonios allí, no sería capaz de identificarlos.

- Estoy aquí contigo- me susurró apretándome una mano, y me prendí de sus dedos-. Si de verdad es tu padre, lo mejor que puedes hacer es aceptarlo.

- Mi cabeza es un torbellino de confusión, primero lo creí un demonio y ahora resulta que puede que sea mi padre. Es demasiado.

Me devolvió el apretón.

Agradecí a Dios poder contar con él en este momento.

- ¿Eliza?

El alma se me cayó a los pies y el poco pan con manteca que había picoteado por ansiedad, más que por apetito, me subió a la boca. Me di vuelta para asegurarme que su voz no había sido producto de una alucinación (ya no confiaba demasiado en mi misma); incluso cuando lo vi allí parado, a menos de un paso de distancia de mi silla me costó creer que fuese real. ¿Este hombre es mi padre?- me pregunté mientras lo examinaba buscando algo con lo que identificarme sin éxito.

Vicente se puso de pie pero yo no pude moverme.

- Hola- me saludó Trueba intentando sonreír, algo en su rostro me decía que esperaba encontrarme a solas; sí, el disgusto era evidente. Seguro que lo tenía todo fríamente calculado: enfrentarme a solas, sin testigos, o posiblemente siquiera pensaba contarme la verdad, tal

vez esperaba poder seguir jugando su juego de: hago todo esto porque me caes bien y bla, bla bla.

- Hola- contesté con voz estrangulada.

Trueba nos miró a Vicente y a mí, por turnos. Fue directo a Vicente y le tendió la mano.

- ¿Vicente?- le preguntó al amor de mi vida identificándolo sin dudar. Se estrecharon las manos-. Al fin- sonrió sin demasiada gracia-. Deseaba conocerte, he oído mucho de ti.

Por un fugaz instante Vicente desvió sus ojos hasta mí, con la mirada procuré decirle que no le había contado nada comprometedor.

- Estoy sorprendido- entonó abriendo mucho los ojos.

Ya me di cuenta- pensé.

- ¿A qué se debe el honor?- me preguntó a mí mirándome directo a los ojos, todavía tenía la mano derecha de Vicente envuelta entre las suyas.

Me puse de pié.

- Vicente vino para acompañarme.

- ¿Debo entender que tu intención no era presentármelo?- soltó a Vicente-. ¿Qué te sucede, tienes mala cara?

Se me acercó para darme un beso pero instintivamente me aparté; mi reacción lo dejó medio sin gracia.

Vicente vino a pararse detrás de mí.

- Tenemos que hablar.

Trueba le echó una mirada a Vicente por encima de mi hombro.

- ¿De qué quieres hablar con él presente?

En su tono detecté algo inusual, ¿indignación?, pero a razón de qué.

- Por qué no se sienta- le dijo Vicente, pero Trueba no se movió ni un ápice.

- ¿Qué es esto?-. Eleazar dejó de sonreír y me miró seriamente.

- Siéntese.

- ¿Desde cuando usas ese tono conmigo?

- Siéntese- repetí alzando la voz.

- Tú no eres quién para darme órdenes- replicó con el rostro transfigurado.

- Y usted en este momento no está aquí en calidad de jefe, de modo que le sugiero que se siente.

- La paciencia y la moderación no son rasgos que adornen mi carácter, Eliza; te estás pasando de la raya y no voy a tolerarlo.

- ¡¿Por qué no me dice la verdad?! ¿A qué diablos espera para dar la cara?

- No sé de qué demonios hablas.

- Estoy hablando de los verdaderos motivos que lo hicieron meterse en mi vida.

- ¡No me he metido en tu vida!- me midió con la mirada-. Hoy no eres tú misma.

- Pues así me siento ya que no tengo ni la menor idea de quién soy. Quiere que lo hagamos de este modo, pues a mí me da igual. Resulta que esta mañana mi padre me esperaba en la puerta de mi casa para decirme que se fue de casa, y sabe usted por qué.

- ¿Debería constarme?- preguntó alzando una ceja.

- ¡Usted es mi padre, ella se lo confesó!

En el jardín del restaurante se hizo un profundo silencio; hasta los pájaros que cantaban en los árboles cercanos enmudecieron. Los ojos de Trueba se soldaron a los míos.

- ¿Es una mentira, no es cierto?-. Me hormigueaban las manos y los brazos. Rogué no desmayarme.

Trueba me esquivó y se acomodó en una de las sillas. El que no lo negase de inmediato solamente podía significar una cosa.

Vicente tuvo que empujarme para que tomase asiento.

- Hasta lo que yo sé, es muy probable, y por lo que siento por ti, soy capaz de asegurar que así es. Si tu madre lo confirmó, entonces ya no me quedan dudas-. Hizo una breve pausa-. Estoy orgulloso de ser tu padre.

- Yo ya tengo un padre y usted ya tiene un hijo- le recordé.

- Eliza, no seas inmadura, me imagino que la noticia supone un gran cambio para ti, pero no es algo que puedas cambiar simplemente por ignorarlo; hagas lo que hagas y pienses lo que pienses, siempre serás una parte de mí. No puedes renegar de lo que eres; nadie logrará jamás huir de si mismo y tú no serás la excepción.

- No reniego de lo que soy, reniego de usted. Es un embustero, un hipócrita. ¡Usted destruyó mi familia!-. A esa afirmación le faltaba una parte, mi madre también era en parte responsable, pero no sé por qué, no quería otra cosa más que culparlo a él de todos mis males, eso, por destruir el pilar de confianza sobre el que yo había asentado el peso de mi cuerpo. Qué estúpida fui por permitir que me engañase.

Trueba golpeó la mesa con su mano derecha. Las copas, los platos, los cubiertos y las botellas se sacudieron y tintinearon. Vicente dio un respingo y se puso a la defensiva.

- Soy tu padre y me debes respeto- vociferó Trueba.

- ¡No le debo un cuerno! Usted no está en condiciones de exigirme nada.

- Casi entiendo tu odio, yo me sentiría igual en tu lugar, somos demasiado parecidos, por si no te has dado cuenta, tenemos las mismas manos, pero permíteme hacerte una sugerencia, quema esa etapa pronto, no podrás continuar viviendo si no afrontas la realidad. Soy tú padre.

- Ni si quiera se molesta en intentar tener una actitud conciliadora.

- Eso no serviría de nada, para mal o para bien estás unida a mí.

- No soy suya ni nunca lo seré.

Su mirada se transformó en un profundo pozo negro, frío y pestilente, y a mí el pulso comenzó a arderme debajo de la piel. Un manto de nubes tapó por completo el sol.

- Eres tú la que ha venido a discutir- su voz sonó densa como una bocanada de barro salido de ese poso oscuro cuya boca eran sus pupilas-, yo por mi parte estoy dispuesto a darte todo, lo estuve desde un principio, mi objetivo ha sido ayudarte y lo sigue siendo. El problema aquí es que tú no estás lista para esto, o prefieres hacerme creer que no lo estás. Me pregunto si es que te da miedo asimilar la verdad-.Trueba empujó la silla hacia atrás y se levantó-. Tarde o temprano te darás cuenta de que la verdad es la única opción posible.

- ¿Por qué no me contó la verdad desde el principio?

- Todo llega a su debido tiempo, nada hubiésemos ganado con adelantarnos a los hechos-. Se acomodó el saco del traje sobre los hombros y lo abotonó-. Por extraño que pueda parecer no esperaba otra cosa de ti; no había un modo sencillo de sacar a la luz la verdad.

- Se equivoca.

- Escúchame bien, Eliza, he batallado por esto, reconocerte como sangre de mi sangre ha sido el mayor logro que haya alcanzado jamás; tú has cambiado mi existencia y el curso del universo en que habito. Si hay algo que no pienso permitirte, es que tires todo por la borda. Recomponte del golpe y sigue adelante, no hagas que me arrepienta de haber apostado todas mis fichas por ti.

Me dio una punzada de ansiedad en el estómago.

- Tú siempre supiste que dabas para mucho más, no te rebajes ahora que solamente te separa un mísero paso para alcanzar tu destino.

- Mi momento culmine no es asimilar que soy su hija.

- Eso lo dices ahora, pero en el futuro no pensarás igual.

- Usted no controla mi destino.

- No, pero soy capaz de hacer cualquier cosa por ti- meneó la cabeza-, lo que sea necesario, si es preciso estoy dispuesto a romper todas las reglas, incluso las que yo impongo.

- ¿Qué espera que haga con eso que acaba de decirme?

- Tú misma descubrirás la respuesta a la pregunta, si es que no la conoces ya, como te dije, creo fervientemente que la postura detrás de la que te escondes en este momento no es más que una burda mentira- entonó vehementemente. Me puso una mano sobre el hombro-. Ve a casa y medita sobre lo que te he dicho. No pierdas el tiempo y llámame cuando estés lista, seguro que para ese entonces, los tres tendremos mucho de qué hablar-. Quitó su mano de encima de mí-. Vicente, ha sido un placer conocerte, espero volver a verte pronto. Cuida de mi hija por favor, es lo más valioso que tengo.

Vicente permaneció mudo.

El mundo se convertía en un lugar cada vez más extraño.

- No podía haber salido peor- dije apostando los codos sobre la mesa para luego inclinarme hacia delante y agarrarme la cabeza.

- Él no fue precisamente una vertiente de conciliación pero tú no se lo has puesto fácil.

- ¿Debería?

- Si es tu padre…

- En este momento no me nace correr a abrazarlo.

- Supongo que se imagina que así son las cosas.

- No me veo a mi misma llamándolo papá.

- Tienes toda una vida para acostúmbrate a la idea.

- Sí, claro, por supuesto- bufé.

- Es solo un primer paso.

- Antes él me agradaba.

- No sé si lo expuso con las mejores palabras pero resulta evidente que le importas.

- Más sonó a como si creyese que tiene el derecho a disponer de mí y no me gustó el tono en que dijo que era capaz de hacer cualquier cosa por mí.

- Es la tensión la que habla y siente por ti en este momento, cuando acabe, todo será diferente.

- Quiero irme a casa- entoné al tiempo que me levantaba.

Un celular sonó en el exacto momento en que atravesábamos la puerta del restaurante; no era el mío, sino el de Vicente.

- ¿Gaspar?

Un sudor frío me baño la espalda.

Vicente se detuvo frenándome a mí también al tirar de mi antebrazo derecho. Se quedó quieto prestando atención a la voz que le hablaba por la línea telefónica.

- Eso no tiene sentido- soltó frunciendo el entrecejo-. A qué hora llega Ciro-. Mientras Gaspar le contestaba, alzó la muñeca izquierda y le echó un vistazo a su reloj-. Falta mucho para eso- dijo bajando el brazo-. ¿Y qué dices que hizo él después de salir del departamento?-. Su rostro se puso verde al oír la respuesta. Le tomó un buen par de segundos volver a hablar-. No, claro que no, nos vamos directo a tu casa.

Malas noticias. Por lo visto yo no tengo suficiente de éstas.

- No, no hace falta que mandes a ninguno de tus hijos; a más tardar en cuarenta minutos estaremos allí. Gracias- Vicente cortó y se guardó el celular en el bolsillo.

- ¿Salieron de su escondite?- pregunté refriéndome a los demonios que nos dieron tan corta tregua.

- No, no es eso; te lo explico en el auto.

Suerte que el servicio de valet parking del lugar era más que eficiente.

- Alguien visitó tu departamento mientras estábamos fuera. ¿Te suena el nombre de Sergio?

- ¿Sergio?- claro que me sonaba-. Te refieres al mismo Sergio que Ariel…

- El mismo- convino Vicente.

- ¿Qué demonios estaba haciendo en mi casa?

- Gaspar no lo sabe, pero por las dudas, no vamos a volver allí.

- ¿Ariel lo mandó a mi casa?

- Lucas llevó a Sergio en su automóvil hasta tu departamento.

Me atragante. - ¿Qué? Eso no es posible.

- Era su auto.

- ¿Lo vieron a él? Un auto lo puede manejar cualquiera.

- Era su auto y punto- zanjó masticando las palabras con una furia ciega.

- No me alcanza con eso, es Lucas, no un extraño.

- A mí sí, la última vez que tuve contacto con Lucía ella estaba entrando en casa de Lucas, cortó conmigo, entro a su casa y después de eso no supe más nada de ella.

- Lucas no puede tener nada que ver con la desaparición de tu sobrina. Vamos Vicente, los dos conocemos a Lucas.

- Lucía es capaz de cerrar sus pensamientos pero es obvio que Lucas ha desarrollado mucho sus poderes en este último tiempo, supongo que supo aprovechar mi distanciamiento de Ariel para ganarse un lugar a su lado.

- Eso si que no me lo creo, a mi no podría mentirme.

- Ten la certeza de que tratas con individuos que son capaces de todo.

- Lo que dices es que Ariel está detrás de todo esto.

- Si no es él, entonces tendrá que darme un par de explicaciones.

- Puede que Ariel sea el responsable pero me rehusó a creer que Lucas lo apoye.

- Si yo tomo tu alma y luego me matan, Ariel heredará el gobierno de tu poder y por extensión, Lucas gozará de los mismos privilegios que Ariel reciba cuando haga uso de tus capacidades.

- No digo que a Ariel le falten motivos…te lo dije muchas veces y tú lo negaste.

- Qué esperabas que te dijese que yo también tenía mis motivos para sospechar de él, negué todo e igual te importó un cuerno y fuiste a enfrentarlo.

- ¿Y qué te da tanta seguridad ahora?

- Que Sergio y Lucas no estaban solos. Salvador se quedó esperando en su automóvil.

- Salvador- jadeé sintiendo una fuerte presión en el pecho. Qué tiene que ver él.

- Ariel nunca haría nada deliberado en contra mía, lo juzgarían por matarme.

- ¿Y a Salvador no?

Negó con la cabeza. - Probablemente no, él es un caso especial. La cuestión es que Salvador me aborrece y que probablemente se ofreció gustoso a terminar conmigo.

- Pero eso qué tiene que ver, no lo entiendo.

- Ariel quiere quedarse contigo y yo le molesto, por eso es que debe haberse aliado con Salvador. Matarán dos pájaros de un tiro.

- ¿Y Sergio qué rol cumple? Tiene muy poco tiempo de convertido.

- Ese es un favor que le has hecho a Ariel, uno muy grande. Sergio es una bestia.

- Una bestia…y es…

- Malo, muy malo. Sergio es una de esas criaturas imposibles de dominar, es pura fuerza bruta, probablemente no le dure mucho como arma, ya que este tipo de demonios acaban cometiendo errores muy pronto, errores que les cuestan la muerte, pero me figuro que Ariel especula que Sergio viva lo suficiente para terminar conmigo.

- ¿Tiene la capacidad?

- La capacidad y las ganas, tú lo guiaste hacia el peor infierno en el que podía haber caído, y todo, por buscarme a mí.

Tragué saliva.

- He conocido a muy pocos del tipo de Sergio en mi vida, y créeme, pese a eso he aprendido que el dolor y el sufrimiento va más allá de los límites de lo imaginable. Ese hombre debe estar viviendo un calvario y su único objetivo en este momento es cortar con parte de ese dolor-. Subió las manos por el volante y con la vista fija en la calle añadió-. A nadie le gusta traerlos al mundo, pero nada de lo otro que hizo le dio resultado. Esta es una lucha sin cuartel, sin reglas.

- Lucas no puede estar de acuerdo con esto- susurré luego de un momento.

- Conmigo fuera de juego le quedará el camino libre para llegar a ti.

- Lucas ya no piensa en mí de ese modo, me lo dijo la otra noche.

- ¿Cuándo?- me increpó con cara de pocos amigos pisando el freno tanto que el automóvil se frenó en seco.

- Fui a buscarlo a su casa la noche que perdí el control y él no me tocó ni intentó apoderarse de mí. Dormí en su casa, si su intención hubiese sido entregarme a Ariel lo habría hecho, ¿no te parece? Además prometió no contarle que me vio.

- Las promesas se pueden romper con suma facilidad.

- Lucas es mi amigo, si de verdad conduzco su auto hasta mi casa, llevando a Sergio consigo, no debía tener ni la menor idea de lo que hacía.

Apartó su mirada de mí; puso un cambio y pisó el acelerador.

- Ciro llega esta noche.

- ¿Si el responsable es Ariel, sirve de algo que él venga?

- No puede ordenarle nada pero sí puede procurar disuadirlo.

- ¿Con amenazas?

- Qué más da si conseguimos que te deje en paz.

- Viviré toda la vida con su sombra sobre mí.

- No.

- No sería más fácil que yo te entregue mi alma y que luego nos larguemos de aquí, quizá a Ciro le interese todavía más protegerme si me comprometo a de vez en cuando hacerle algún que otro favor.

- Eso me revuelve las tripas. No está dentro de las posibilidades ponerte a ti en esas circunstancias.

- Y si Ciro no lo convence, no será todo aún peor.

- No me quedará más remedio que acabar con todos ellos.

- Estarías cavando tu tumba.

- Mejor la mía que la tuya.

- Larguémonos de aquí, por favor- le rogué-. Trueba posee cientos de propiedades en las que podemos escondernos, cuando le conté sobre ti le sugerí que existía gente relacionada a tu entono a la que no le agradaba vernos juntos, él se ofreció a ayudarme, creo que entendió que eran mafiosos o algo así, el caso es que estaba dispuesto a cualquier cosa, quizá pueda ocultarnos.

- ¿Cuanto tiempo crees que tardarían en encontrarnos? Como mucho un par de semanas.

- Me rehusó a pasar por esto.

- Prometiste quedarte de nuestro lado.

- Mi lado es tu lado, pero no voy a permitir que te sacrifiques por mí cuando hay otra opción.

- ¡No la hay!- me gritó. Un fogonazo de brutal agonía se desprendió de su voz-. No la hay-. Voy a asegurarme de liberarte, de salvar a mi sobrina si es que aún…- se interrumpió-…nada más importa.

En el más completo y desolador silencio, viajamos hasta la casa de Gaspar.

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